Laure nació en 1928 y murió en 1990. Estudió español en la Universidad de París y, desde 1957, se convirtió en la principal traductora y promotora de la literatura latinoamericana en Francia. Además de haber convencido a la editorial Gallimard sobre la importancia de traducir al francés la obra de Julio Cortázar –es autora de la casi totalidad de sus versiones–, fue la traductora de Juan José Saer, Arnaldo Calveyra, Antonio di Benedetto, Jorge Luis Borges, Alicia Dujovne Ortiz, Griselda Gambaro, Manuel Puig y Osvaldo Soriano, entre muchos otros escritores argentinos (para no mencionar a los uruguayos Felisberto Hernández, Juan Carlos Onetti y Cristina Peri Rossi, o al chileno Antonio Skármeta). Asimismo, fue la fundadora de ATLAS (Assises de la Traduction Littéraire en Arles - Collège International des Traducteurs) y su presidente hasta 1987, y también miembro fundador de la ATLF (Association des Traducteurs Littéraires de France) y su presidente entre1981 y 1985. En 1989 fue reconocida por el gobierno francés con el título de Chevalier des Arts et Lettres. En la actualidad, el premio a la traducción literaria que cada año –desde 1986– otorgan las ciudades de Nantes y St. Nazaire lleva su nombre.
A modo de modesto homenaje, durante toda la próxima semana, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires va a subir a su blog distintos fragmentos de Traduire Écrire, un breve homenaje que le dedicara en 1991 la hoy desaparecida revista Arcane 17. Los textos que siguen, firmados por Laure y originalmente aparecidos en diversas publicaciones de difícil acceso, fueron traducidos en la ocasión por Florencia Baranger-Bedel.
¿Por qué traduce?
¿Me pregunta por qué traduzco? ¡Igual sería preguntarme por qué camino! ¡Para comunicar, claro! Para intentar ver y hacer ver París no sólo desde mi ventana: traducir, confrontar la propia experiencia humana a la del otro, aprender de él y que a la vez éste aprenda de uno.
Traduzco para compartir el resultado de mis curiosidades, de mis hallazgos. También traduzco para domesticar las palabras de mi propia lengua, comprenderlas mejor y enlazarlas mejor.
Emigración, inmigración, mezclas; el cruce de razas y de ideas ha sido la constante más antigua de la humanidad, no importa dónde haya estado o dónde haya ido a parar, comprobada desde los primeros tiempos de la prehistoria. Una necesidad de orden casi cósmico, se podría decir.
La profesión más antigua del mundo no es la que están pensando, es la de traductor. Su intervención fue necesaria ni bien se formaron las lenguas, una necesidad esencial: para fertilizar el intercambio.
Digo a menudo en broma que una huelga de traductores de todas las áreas (cultural, política, científica, médica, jurídica, comercial) paralizaría un país tanto como una huelga general de electricidad. Dígame si exagero. E imagine lo que sería nuestra sociedad en particular sin los innumerables aportes venidos del extranjero: desde la Biblia a la penicilina.
Aprender, comparar, transmitir. "Se es tantos hombre como lenguas se conocen", decía Carlos V.
Presse Océan 16/9/87
No hay comentarios:
Publicar un comentario