La celebración en todo el mundo del Bloomsday le sirvió como pretexto a Julieta Roffo para hablar ayer en el diario Clarín de la reedición de Ulises. Claves de lectura, de Carlos Gamerro, Nos parece muy bien.
Instrucciones para leer,
de una vez, el Ulises
"Muchos lo han analizado. Ahora, en
cuanto a leer el libro desde el principio hasta el fin, no sé si alguien lo ha
hecho". Se lo dijo Jorge Luis Borges al poeta y ensayista Osvaldo Ferrari:
estaban hablando del Ulises de James Joyce, la obra literaria de extensión
y enorme complejidad que ayer tuvo su fiesta global. La historia que cuenta la
novela empieza en la mañana del 16 de junio de 1904 y termina en la madrugada
del 17: son dieciocho capítulos que a Joyce le llevaron unos siete años de
trabajo y que narran no más de veinte horas de la vida de Leopold Bloom, con
todos sus detalles y todos sus monólogos interiores. Por eso cada 16 de junio,
desde 1954 y con epicentro en Dublín, se celebra en todo el mundo Bloomsday (por
el protagonista y por el juego de palabras con "Doomsday", día del
Juicio Final). Es la Dublín
de su recuerdo, pues lo escribió desde un autoexilio.
Ayer hubo quienes bien temprano visitaron la torre Martello –hoy llamada "James Joyce" y convertida en museo, con fotos y objetos personales del autor– en las afueras de la capital irlandesa: allí empieza la trama de la novela. Hubo también quienes asistieron a lecturas públicas y a representaciones teatrales de fragmentos del Ulises; quienes se vistieron con trajes de principios del siglo XX y quienes almorzaron –como Bloom– un sándwich de queso gorgonzola. Incluso el cineasta irlandés Carl Finnegan aprovechó la efeméride para anunciar que adaptará a la época actual varios de los quince relatos breves que Joyce narró en su libro Dublineses: empezó por "Dos galanes", que ya puede verse gratis en la web.
Sin embargo, aunque miles de lectores festejen cada año el aniversario de la historia que los apasionó, el Ulises tiene fama de difícil, de ser abandonado antes del final, de complicarle la vida al lector. Tal vez por eso Borges dijo lo que dijo sobre la novela, y tal vez por eso el psicoanalista Carl Jung aseguró que el texto "produce en el lector un irritante sentimiento de inferioridad". "El Ulises es un libro que, en principio, deja afuera hasta a los lectores más entrenados", asegura el escritor y crítico literario Carlos Gamerro, que hace casi treinta años enseña el texto de Joyce en universidades y en cursos privados, y que acaba de reeditar su libro Ulises. Claves de lectura, en el que desmenuza la novela de 1922.
Entre las dificultades más frecuentes con las que el lector se encuentra, detalla Gamerro, se cuentan las alusiones a otras obras literarias que, para alguien no tan conocedor, pueden pasar inadvertidas: en las páginas del Ulises hay puentes conLa Divina Comedia ,
de Dante, los Cuentos
de Canterbury, de
Chaucer y el Decamerón, de
Bocaccio. Esto sin contar la estructura que, desde el nombre, vincula la obra
de Joyce con la Odisea de Homero. Lo cual no quita que haga
un uso extenso del humor popular más procaz y que acaba con la escena de
masturbación femenina más famosa de la Historia.
Más dificultades: el autor supone que el lector tiene clara la historia de Irlanda –su condición de colonia británica y sus conflictos de clase y religiosos, por ejemplo–; y, además, supone que el lector puede recordar y reconocer una gran red de citas internas, en las que un personaje retoma una parte de la oración que otro había usado varios capítulos antes.
Gamerro organiza sus claves repitiendo la estructura de capítulos de la novela de Joyce y recomienda ir intercalando la lectura: "Primero Joyce, después las claves. Porque ocurre que al terminar cada capítulo del Ulises uno siente que hay cosas que no ha entendido; esas cosas se van acumulando y se arma una masa que te va frenando". A través de esas claves, sabemos desde cómo se arma la escala monetaria británica –un chelín son 12 peniques– hasta que el pasaje deLa Divina Comedia elegido es para aludir a Aristóteles.
Sabemos también que el chiste que hace uno de los personajes de la novela para
ironizar sobre las posibilidades de autonomía de Irlanda respecto de Inglaterra
está basado en el logotipo de un diario que se imprimía en 1904, año en el que
transcurre la acción.
"Un lector que leyó el Ulises goza del mismo prestigio y el mismo deleite que un alpinista que llegó a la cima del Everest. Es la sensación de mirar el mundo desde otro lugar. Pero requiere un esfuerzo muy grande, y entonces implica la felicidad que da el trabajo", reflexiona Gamerro. Tal vez eso se festeja cada Bloomsday: la felicidad de haber leído el punto final.
Ayer hubo quienes bien temprano visitaron la torre Martello –hoy llamada "James Joyce" y convertida en museo, con fotos y objetos personales del autor– en las afueras de la capital irlandesa: allí empieza la trama de la novela. Hubo también quienes asistieron a lecturas públicas y a representaciones teatrales de fragmentos del Ulises; quienes se vistieron con trajes de principios del siglo XX y quienes almorzaron –como Bloom– un sándwich de queso gorgonzola. Incluso el cineasta irlandés Carl Finnegan aprovechó la efeméride para anunciar que adaptará a la época actual varios de los quince relatos breves que Joyce narró en su libro Dublineses: empezó por "Dos galanes", que ya puede verse gratis en la web.
Sin embargo, aunque miles de lectores festejen cada año el aniversario de la historia que los apasionó, el Ulises tiene fama de difícil, de ser abandonado antes del final, de complicarle la vida al lector. Tal vez por eso Borges dijo lo que dijo sobre la novela, y tal vez por eso el psicoanalista Carl Jung aseguró que el texto "produce en el lector un irritante sentimiento de inferioridad". "El Ulises es un libro que, en principio, deja afuera hasta a los lectores más entrenados", asegura el escritor y crítico literario Carlos Gamerro, que hace casi treinta años enseña el texto de Joyce en universidades y en cursos privados, y que acaba de reeditar su libro Ulises. Claves de lectura, en el que desmenuza la novela de 1922.
Entre las dificultades más frecuentes con las que el lector se encuentra, detalla Gamerro, se cuentan las alusiones a otras obras literarias que, para alguien no tan conocedor, pueden pasar inadvertidas: en las páginas del Ulises hay puentes con
Más dificultades: el autor supone que el lector tiene clara la historia de Irlanda –su condición de colonia británica y sus conflictos de clase y religiosos, por ejemplo–; y, además, supone que el lector puede recordar y reconocer una gran red de citas internas, en las que un personaje retoma una parte de la oración que otro había usado varios capítulos antes.
Gamerro organiza sus claves repitiendo la estructura de capítulos de la novela de Joyce y recomienda ir intercalando la lectura: "Primero Joyce, después las claves. Porque ocurre que al terminar cada capítulo del Ulises uno siente que hay cosas que no ha entendido; esas cosas se van acumulando y se arma una masa que te va frenando". A través de esas claves, sabemos desde cómo se arma la escala monetaria británica –un chelín son 12 peniques– hasta que el pasaje de
"Un lector que leyó el Ulises goza del mismo prestigio y el mismo deleite que un alpinista que llegó a la cima del Everest. Es la sensación de mirar el mundo desde otro lugar. Pero requiere un esfuerzo muy grande, y entonces implica la felicidad que da el trabajo", reflexiona Gamerro. Tal vez eso se festeja cada Bloomsday: la felicidad de haber leído el punto final.
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