“En un nuevo coletazo tras el devastador informe de
la CAL, escritores, ilustradores, editores, docentes, narradores, libreros/as y
bibliotecarios/as difundieron una carta que denuncia la destrucción que el
macrismo está llevando a cabo en áreas culturales.” Tal es la bajada del
artículo, sin firma, publicado en el diario Página
12 en el día de ayer.
“El Estado
quiere un país ignorante”
“La industria editorial está en peligro”, afirman en una
carta un grupo de escritores, ilustradores, editores, docentes, narradores,
libreros y bibliotecarios, entre los que se destacan Mempo Giardinelli, Claudia
Piñeiro, Luisa Valenzuela, María Rosa Lojo, Elsa Osorio, Guillermo Martínez,
Márgara Averbach, Gabriela Cabezón Cámara, Julián López, Silvia Schujer, David
Wapner, Luciano Saracino, Sandra Comino y Mario Méndez. “Las pequeñas y
medianas editoriales argentinas subsisten (las que lo logran) a duras penas y
cada día cierran librerías de todo el territorio. Las políticas de gobierno en
vez de cuidar a nuestra industria editorial, la agreden: se fomenta la
importación mientras cae ruinosamente el mercado interno; se discontinúan
planes de compras de libros por parte del Estado y, cuando se los pone en
marcha, se ofrecen pagos por debajo de lo legítimo”, alertan los creadores y
trabajadores del mundo del libro.
Esta carta en defensa de la industria del libro
fue impulsada por Mempo Giardinelli y el “Colectivo LIJ”, integrado por
escritores, ilustradores, editores, narradores y trabajadores de la literatura
infantil y juvenil; un colectivo que se aglutinó a partir del repudio que
generó la represión a la murga Los Auténticos Reyes del Ritmo, en la Villa 1–11–14,
a mediados de enero de 2016. “Las editoriales son el puente entre los
escritores y los lectores. Las necesitamos. Cuando la industria está en
peligro, todo empeora. La posibilidad de editar se vuelve muy complicada porque
las editoriales se reducen y publican solamente lo que les da dinero, no
arriesgan, empiezan a decir, como me dijeron una vez a mí, siempre lo cuento:
'No, es demasiado literario para nosotros' y es imposible firmar un contrato
nuevo”, revela Márgara Averbach a Página/12. “En el otro extremo del proceso,
las ventas bajan, y eso hace que las editoriales grandes se concentren más en
los best sellers y las chicas dejen de publicar o directamente cierren, para no
hablar de algunas –pocas, la verdad– que no te pagan. La parte económica es
mala para todos, nosotros recibimos menos derechos de autor. El Estado antes
compraba libros LIJ para llevar a escuelas y eso se terminó”, explica la autora
de El año de la vaca. “Como es lógico comprender, las consecuencias son
desoladoras para quienes escriben en este país sumido en una irresponsable e
inaudita crisis, al igual que para el resto de los trabajadores”, advierte
Luisa Valenzuela. “Pero el daño que se le hace a nuestra cultura y a nuestra
literatura, que supo ser un faro en el mundo –tenemos con qué– es aún más
devastador”.
Giardinelli precisa que “la acción destructiva del macrismo
no es grave sólo para los escritores, sino para la sociedad toda”. “El Estado
ha abandonado el Plan Nacional de Lectura, y con esa estúpida medida afectó el
desarrollo lector de las nuevas generaciones. Sólo mentes retrógradas y
colonizadas pueden no advertir que con esto se deteriora también la identidad
de la nación”, agrega el escritor chaqueño. ¿Qué rol debería cumplir el Estado
respecto de la industria editorial del país? “Al Estado le cabría ampliar, tal
como prometió en campaña, el rol que supo ejercer el gobierno anterior, dando
verdadero apoyo al quehacer literario y cultural; pero eso sería creer en sus
globos de colores”, ironiza Valenzuela, presidenta del Centro PEN Argentina, y
añade una pregunta retórica como una manera de alentar la reflexión crítica: “¿Por
qué este Estado despiadadamente neoliberal habría de fomentar al enemigo en
esta 'guerra de cuarta generación' que tan eficaz le ha resultado, este
novedoso terrorismo institucional que no se ejerce con fusiles –aunque ganas no
les falta– sino con fake news y posverdad, al invadir con trolls las redes
sociales para distorsionar las opiniones de los crédulos que han olvidado lo
que es leer en profundidad y tras las palabras engañosas?”. Para Averbach todo
el arte, en el que incluye al cine, al teatro, a la pintura, a la fotografía y
a la literatura, está directamente relacionado con las identidades culturales
argentinas. “La única meta de este gobierno es el dinero de los grandes
jugadores económicos. En ese sentido son coherentes; hablan de relaciones
coloniales con España o con Europa en general y con Estados Unidos también
porque ser colonia les parece fácil y cómodo: sin identidad, dedicados solamente
a hacer dinero; el 1 por ciento, claro está. Por eso no fomenta ni subsidia ni
lleva libros ni pone dinero en cine y hace que el Ministerio de Cultura pase a
ser Secretaría”.
El escritor chaqueño, creador de la Fundación
Mempo Giardinelli orientada especialmente a fomentar la lectura, plantea que el
Estado tiene “el deber de cuidar el trabajo de todos los trabajadores, entre
ellos los de la industria editorial y el comercio librero”. Esos trabajadores
incluyen a decenas de miles de personas: autores, editores, impresores,
distribuidores, libreros y educadores de todas las disciplinas. “Gracias a un
Estado presente se fortaleció siempre la identidad nacional y la otrora
orgullosa cultura que admiró el mundo”, recuerda Giardinelli. “Pero hoy todo
eso se demuele como se demuele toda producción nacional. El Estado macrista no
cuida ni fomenta ni subsidia a la industria editorial porque desprecia el
ascenso social basado en la instrucción, la lectura y la inteligencia. Por eso
destruyen la educación pública, obligatoria y gratuita: porque su modelo
aspiracional es un país de pocos, blancos, ricos e instruidos en sistemas no nacionales. Quieren un país de no lectores, de
no pensantes, porque es fácil manipular la ignorancia”.
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