Chayotes |
El 31 de mayo de este
año, María del Pilar Montes de Oca
Sicilia publicó, en su columna del diario Excelsior, de México, la siguiente explicación a propósito de la
palabra “chayote”, ampliamente utilizada en México que el DRAE apenas define
como “fruto de la chayotera, de aproximadamente diez centímetros de longitud,
de color verde claro, forma alargada y superficie rugosa con algunos pelos
punzantes. Es comestible”, pero que significa otra cosa.
¿De dónde viene “el chayote”?
Todos los
mexicanos hemos comido chayote –lit–, aunque sea en caldo de pollo o cuando
estamos enfermos de la panza o a dieta. Pero parece ser que en otros países es
poca conocida esta hortaliza –Sechium
edule– una cucurbitácea cuyo fruto es verde claro por dentro y espinoso por
fuera. Vaya metáfora de lo que un chayote puede ser en el habla popular.
Esta jugosa verdurita es muy
usada en México y tiene diferentes nombres: en Michoacán se le conoce –como
huarás, en Chiapas como cuesa, en Oaxaca como chayocamote, en Puebla y Veracruz
se le llama chayoteste. En otras partes de México se le llama chinchayote o
simplemente chayote, del náhuatl –chayotli–, que quiere decir «calabaza
espinosa».
Pero lo más «bonito» de esta
verdura tan sana, y tan llenadora –aunque a la mayoría de los hombres no les
gusta–, es que ha pasado a denominar al emolumento que se le da como «soborno»
a los periodistas para que hablen bien de tal o cual político o, también, para
que NO digan lo que deberían decir.
Y la
historia es la siguiente:
En enero de 1853, José Manuel
Pablo Martínez del Río compró parte de las tierras y aguas de la zona conocida
como Molino del Rey a José María Rincón Gallardo y edificó en estos
terrenos un rancho al que le puso «La Hormiga», debido a que era la más pequeña
de sus propiedades, la cual con el paso de los años fue transformada en una
casa de campo.
La Hormiga, con la creación del
Paseo de la Reforma, que unía el Bosque y el Castillo de Chapultepec con el
resto de la ciudad, quedó situada en un punto estratégico para el gobierno, que
en esos años buscaba un inmueble cercano al Castillo con el fin de que fuera
ocupado por el miembro del gabinete de más confianza.
Y fue por ello que Venustiano
Carranza la expropia a los Martínez del Río. Y así el primer funcionario
federal que habitaría La Hormiga sería Álvaro Obregón como secretario de Guerra
y Marina y luego Plutarco Elías Calles, como secretario de Gobernación.
Pero los Martínez del Río
pelearon su propiedad y después de un juicio, Álvaro Obregón autorizó la compra
a la familia.
Lázaro Cárdenas, el mismo día
después de su toma de posesión, declaró que no quería vivir en el Castillo de
Chapultepec –que hasta entonces había sido la residencia presidencial–, pues le
parecía muy ostentoso y quería que todos los mexicanos lo pudieran visitar, por
lo que eligió para vivir «La Hormiga», debido a que estaba en pleno Chapultepec
y a él le gustaba «estar en contacto con la naturaleza».
El nombre de «La Hormiga» le
pareció poca cosa para la casa del Presidente, por lo que se lo cambió por el
de «Los Pinos», en recuerdo al nombre de la huerta donde se enamoró de su
esposa Amalia Solórzano, en Tacámbaro.
A partir de entonces –hasta la
presidencia de Andrés Manuel López Obrador–, Los Pinos fue la residencia
presidencial; a Cárdenas le siguió Ávila Camacho y luego Miguel Alemán.
Desde principios del mandato de
Miguel Alemán se empezaron a recibir visitas de importantes personalidades del
ámbito de la política y la cultura, así como jefes de Estado extranjeros, pero,
sobre todo, periodistas corruptos que iban por su mochada.
Resulta entonces que el
encargado de entregar el emolumento se ponía en un lugar en el jardín, medio
escondido, con su portafolio lleno de sobrecitos o sobrezotes para entregarlo a
los responsables de la prensa, el radio y otros medios, y ese lugar estaba
abajo justamente de una chayotera, que daba sombra –al ser una planta trepadora–
y así los iba entregando.
Fue por ello que los
periodistas listillos empezaron a usar frases como «vas por tu chayote» o «voy
por mi chayote» y luego por extensión, «eres un chayotero», «te conformas con
tu chayote», «chayotenota», «chayotetrip», –a los viajes pagados para hablar bien
del lugar–, «chayo» y todas las otras formas que oímos y vemos hoy en día, por
haber sido una práctica tan común en nuestro país.
Triste pero cierto.
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