Los
sentidos faltantes son también una de las características principales del Diccionario de la Real Academia Española.
Así, podría pensarse que, lo que no se usa en España, no existe. Es el caso de
la palabra “martingala”,
definida en estos términos:
Martingala
Del fr. Martingale
1.f. Artificio o astucia para engañar a alguien, o para otro fin.
2.f. En el
juego del monte, lance que consiste en apuntar simultáneamente a tres de las
cartas del ablur y el gallo contra la restante.
3.f. Pieza que tapaba una abertura practicada en la parte trasera de las calzas.
4. f. Arg. y Ur.
Trabilla de adorno que se lleva en la parte posterior de los abrigos,
chaquetas, etc.
Por
caso, ¿cuál es la precisión de la primera acepción: ¿en qué consiste el
artificio?, ¿cuál sería el engaño? Y luego, ¿por qué separar de la lista de
acepciones la cuarta, endilgándosela a la Argentina y al Uruguay, como si las
otros tres fueran frecuentes en todo el resto del mundo? Finalmente, nadie en
Argentina o Uruguay diría “trabilla”, refiriéndose a la cinta de tela –la misma
de la que está hecho el abrigo– que antaño solía adornar sobretodos, camperas,
etc.
Pero
no es ésa la cuestión principal. Hay muchos otros diccionarios que definen martingala,
por su acepción principal, que en el DRAE
ni siquiera se sospecha y que merece una explicación detallada:
En
términos matemáticos, existe algo que se llama “teoría de la probabilidad”,
rama que estudia los fenómenos aleatorios y estocásticos.
Los
fenómenos estocásticos son conceptos matemáticos empleados para usar magnitudes aleatorias que varían con el
tiempo o para caracterizar una sucesión de variables aleatorias que
evolucionan en función de otra variable, generalmente el tiempo.
Así, podría definirse una martingala como todo proceso caracterizado por no tener deriva.
Hasta acá, podría imaginarse que, por matemática, la
definición es demasiado abstrusa, pero se explica claramente cuando se aplica,
por ejemplo, a la economía y los juegos de azar. En ese caso una martingala es una estrategia de inversión que consiste en
apostar por el total perdido con la intención de recuperarlo. Aplicando la
martingala, cada vez que se pierde una apuesta se dobla la cantidad apostada en
la siguiente apuesta. De esta forma se recupera el capital perdido. Por eso,
para evitar que los jugadores sigan la estrategia de la martingala, la
mayoría de los casinos establecen límites para las apuestas.
Con todo, la martingala no es garantía. De hecho, se popularizó en el siglo XVIII, adoptando su
nombre de los habitantes de la localidad francesa de Martigues, cerca de
Marsella, quienes tenían la reputación de ser ingenuos, crédulos y más bien
simplones.
Ahora bien, sin tanto
palabrerío, el Diccionario Salvat
define martingala como “cualquier
tipo de combinación en los juegos de azar”.
Dado que esta acepción,
acaso la más usual, no está de ningún modo presente en las distintas que
propone el DRAE, cabe entonces
preguntarse qué tan lejos está la palabra “combinación” de la palabra “ardid”:
combinación
Del lat. tardío combinatio,
-onis
1. f. Acción y efecto de combinar o combinarse.
2. f. Unión de dos cosas en un mismo sujeto.
Y en el caso de ardid, veamos sólo la tercera
acepción, que podría ser la más pertinente:
ardid
De ardido
3. m. Artificio, medio empleado hábil y mañosamente para el
logro de algún intento.
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