El 24 de junio pasado, Silvina Friera publicó en Página
12, de Buenos Aires, el siguiente artículo en el que varios editores
especulan sobre el futuro editorial argentino y los probables desafíos que tal
vez lleguen después de la pandemia. Suponemos que el título curioso que lleva
la nota no fue puesto por la periodista.
Se editan
pocos libros por la pandemia
y la
crisis del sector
Publicar menos libros y prolongar su presencia en las
librerías ha sido la respuesta inicial ante la crisis que generó la pandemia de
coronavirus. ¿Habrá un nuevo
paradigma en la industria del libro, que hasta ahora se sustentaba en la
necesidad de editar muchos títulos al año, lo que se conoce como “novedades”,
para mantener aceitada la maquinaria editorial? ¿La “nueva” normalidad será más
“conservadora” y menos aluvional? La magnitud de la reducción se evidencia en
la bajísima cantidad de ejemplares
que se produjeron en mayo: 200.000, a diferencia del millón de libros que se
imprimieron en mayo de 2019, según datos de la CAL (Cámara Argentina del
Libro). Alejo Carbonell de Caballo Negro (Córdoba), Leonora Djament de Eterna
Cadencia; Fabián Lebenglik de Adriana Hidalgo, Damián Tabarovsky de Mardulce,
Constanza Brunet de Marea y Víctor Malumián de Ediciones Godot, convocados
por Página/12, intentan repensar los cimientos de una actividad
que se va definiendo “semana a semana”.
¿Cómo
publicamos lo que publicamos?
“Las
editoriales pequeñas siempre publicamos pocos títulos al año, así que tenemos
gimnasia en eso de estirar los tiempos de un libro para que se sostenga como
novedad”, opina Alejo Carbonell,
director de Caballo Negro, editorial cordobesa que hace once años publica
narrativa, ensayos, poesía y crónicas. “El plan de las editoriales en general
venía cascoteado por los cuatro años de macrismo, ya estábamos publicando menos
antes de la Covid-19, de modo que esta crisis es una especie de aceleración de
lo anterior; no hay cambio de paradigma”, agrega Carbonell. “El cambio de
lógica apunta a muy pocas editoriales en el mercado argentino –coincide Víctor Malumián, de Ediciones Godot,
sello que empezó en 2008–. Las editoriales con las que suelo conversar
difícilmente publiquen más de una o dos novedades por mes. Se habla de cambio
de paradigma porque los grupos más grandes, tanto en tamaño como en porcentaje
del mercado, quizá vayan a dar un cambio en su norte editorial. Pero las
pequeñas editoriales siempre pensaron sus libros muy lejos de la lógica fast
seller. Es el karma de la concentración editorial en su máxima expresión”.
Leonora Djament,
directora editorial de Eterna Cadencia desde hace doce años, comenta que es difícil
saber si se modificará el modo de editar libros en un futuro cercano. “En caso
de que se publiquen menos novedades, es difícil saber si ocurrirá solo porque
las editoriales y los lectores tienen menos dinero o por un cambio de paradigma
en el sector. Por un motivo u otro, sí tendremos menos títulos y menos
ejemplares en los próximos meses. Ojalá que esta difícil situación que estamos
atravesando a nivel mundial sirva para repensar las bases de nuestra actividad.
Me parece que se vienen discutiendo algunos aspectos (el rol de las librerías
independientes, los diferentes y posibles modos de editar, la importancia de la
edición artesanal, la relevancia de las múltiples ferias, el problema de la
concentración editorial), pero sin embargo hay grandes cuestiones sabidas pero
poco debatidas (por caso, el oligopolio de la venta del papel o el casi
imposible esquema financiero que guía al sector editorial). La discusión
pendiente no es tanto (o no es solo) cuántos libros publicamos sino cómo
publicamos lo que publicamos”, plantea Djament.
“Los tiempos de encierro, que seguramente serán
largos, traen más introspección y reflexión. Para nuestra editorial de fondo
esto no es necesariamente un perjuicio porque lo que se está vendiendo más
ahora es el catálogo. La lógica es tener un catálogo de alta calidad que
trascienda el tiempo”, explica Fabián
Lebenglik, de Adriana Hidalgo, sello que cumplió veinte años en
2019. Constanza Brunet, de Marea
Editorial, creada hace 16 años, advierte que la menor cantidad de
títulos se trata de una situación coyuntural que no se sostendrá luego de la
pandemia. “Las editoriales independientes, que arman un catálogo más específico
y que eligen cada título de una manera más artesanal, posiblemente volverán más
lentamente a la cantidad de títulos que editaban antes de la pandemia”.
Damián Tabarovsky, de
Mardulce, no está
seguro de que la industria editorial argentina se sustentaba en la necesidad de
publicar muchos títulos. “Eso ocurría en las grandes editoriales o en otros
mercados como España, que funciona bajo el sistema de ‘en firme con derecho de
devolución’, que favorece la especulación financiera. Pero para las editoriales
independientes argentinas publicar de más también es un problema. Lo que tal
vez se ponga en discusión a futuro no sea la cantidad de novedades sino las
tiradas, que seguramente serán más bajas –precisa el director editorial–. Más
allá de los futurólogos de turno, es muy difícil predecir cómo seguirá el
mercado editorial, la situación económica y la vida cotidiana. Obviamente sé
que se vienen tiempos muy difíciles –o mejor dicho, que ya estamos en ellos-,
pero creo que está todo abierto: lo único que veo por delante es
incertidumbre”.
La pandemia de Covid-19 cambió los planes
editoriales. Adriana Hidalgo
redujo los libros a publicar durante este año a la mitad: de los 24 títulos
previstos quedarán 12. “No se trata de nuevos paradigmas sino de un paso
a paso para ir viendo qué sucede cada semana”, detalla Lebenglik. “Teníamos
planificado un año de doce novedades, ahora es muy probable que hagamos la
mitad –admite Carbonell de Caballo Negro–. Hay que tener en cuenta que en nuestros calendarios hay hitos para los
cuales se trabaja: llegar con novedades a la Feria del libro de Buenos Aires y
a la Feria de Editores (FED) y, en nuestro caso, también llegar con
novedades a la feria del libro de Córdoba, es decir que no solo se reduce la
cantidad de novedades, o que se atrasan, sino que es necesario pensar todo el
esquema de nuevo, porque para cada feria uno llega con determinado perfil de
novedades”. Desde Ediciones Godot, Malumián confirma que -si el escenario no
empeora- publicarán cuatro o cinco libros más de acá a fin de año. En Mardulce
publicaron hasta ahora dos novedades y una reimpresión, todas en marzo. “Recién
pudimos distribuirlas en mayo, cuando las librerías comenzaron a trabajar”,
cuenta Tabarovsky y revela que por la pandemia iniciaron la digitalización de
parte del catálogo: “No sé cómo
seguirá el plan editorial, que seguramente va a ser sustancialmente menor al
previsto”. Eterna Cadencia pospuso un 30 a 35 por ciento del plan de
este año. Djament calcula que terminarán sacando 11 nuevos títulos, aunque
todavía no sabe. Marea tenía previsto publicar 18 novedades, pero posiblemente
salgan solo 10.
El riesgo
intelectual
¿Cómo garantizar que la disminución de novedades no
afecte la bibliodiversidad, la apuesta por nuevos autores o por escrituras y
proyectos, cuyas prioridades no pasan por vender más? “Es probable que muchas
editoriales ante una situación de crisis e incertidumbre como la que vivimos,
se vuelvan más conservadoras: apostar a temáticas, géneros y autores de venta
más o menos segura –responde Djament-. Para aquellos que editar no significa
solo ‘volver algo público’ sino poner en discusión lenguajes y perspectivas
imperantes, la edición va a seguir siendo el modo de llevar a cabo esa
actividad. Y también habrá que estar muy atentos a lo que pueda surgir con esta
crisis: a las nuevas formas de
trabajar, colaborar y pensar en el sector”. Para Lebenglik, publicar
menos títulos no afecta la bibliodiversidad. “No cambiamos el gusto de lo que
veníamos haciendo. La bibliodiversidad no es una cuestión de cantidad”.
Brunet recuerda que las editoriales independientes
siempre editaron una cantidad limitada de títulos. “La bibliodiversidad no está garantizada por la cantidad de títulos, sino
por la variedad de las propuestas, por la visibilidad de los proyectos
alternativos y por su mínima sustentabilidad económica. Puede haber una
cantidad enorme de títulos orientados exclusivamente a una misma idea comercial
y eso no genera mayor bibliodiversidad –aclara la directora editorial de Marea–.
En cambio, las editoriales independientes, de capital nacional, garantizan la
diversidad de voces, de géneros, de autores, eso es lo que está en riesgo por
la crítica situación que vive el sector y que se agravó con la situación de
pandemia”.
Carbonell, de Caballo Negro, reconoce que la
realidad va empujando a las editoriales a volverse conservadoras y a
experimentar menos. Malumián observa que se recortan los títulos más
experimentales y las nuevas apuestas. “Hay una pregunta latente por el tamaño
de la tirada, la rentabilidad por ejemplar y el costo unitario de precio al
público. Nadie olvida que la
pandemia irrumpe en un contexto de cinco años de caída sostenida de ejemplares”,
recuerda el director editorial de Godot. En cuanto al catálogo por venir,
Tabarovsky anticipa que van a optar por el camino inverso: “a más crisis, más
riesgo intelectual”.
Muchas editoriales tenían
sus catálogos sin digitalizar o digitalizados parcialmente antes de la Covid-19. “Hicimos muy pocos ebooks hace
unos años, cuando parecía que una parte de los lectores estaba virando hacia
los libros digitales y podía llegar a explotar. Luego eso se amesetó y
nosotros, como muchos, abandonamos un poco el tema”, reconoce Carbonell y añade
que Caballo Negro tiene el 10 por ciento del catálogo en los dos formatos
–digital y físico–, mientras que el resto está publicado solo en papel.
Lebenglik especifica que la cuarta parte del catálogo de Adriana Hidalgo está
disponible en ebook y que están digitalizando más títulos.
Para Malumián, las
condiciones en las cuales creció la lectura digital son artificiales y habrá que esperar para
ver en qué medida se mantiene el ritmo de lectura digital. “Es verdad que por
precios o simplemente por la falta de oferta del libro en digital, el crecimiento
de ese soporte fue más lento. Tampoco hay que descartar el factor del parque
tecnológico y lo difícil que es acceder a un e-reader. Pero en muchos otros casos se puede ver la caída
en la venta del libro digital en paralelo con la apertura del delivery de
libros físicos –compara el editor de Godot-. Seguramente exista una
cantidad de lectores híbridos que pueden leer en ambos formatos y otro tanto
que gracias a la pandemia le tomó el gusto al libro digital”. Djament subraya
que gran parte del catálogo de Eterna Cadencia está digitalizado y que en el
último tiempo intentan publicar ambos formatos a la vez.
Marea tiene más de la mitad del catálogo digitalizado,
“aunque con escasos resultados económicos”, puntualiza Brunet. “A raíz de la
pandemia hemos realizado nuevas acciones como publicar directamente novedades
en ebook antes que en papel. Los resultados por ahora son inciertos hacia el
futuro. La experiencia hasta acá fue muy pobre, aunque apostamos a que al menos
mientras dure la pandemia crezca. El
público argentino no está habituado ni dispuesto a pagar por contenidos
digitales. Y la piratería está a la orden del día, basta con asomarse a
Facebook y ver qué es lo que se comparte públicamente”, sugiere la editora.
Mardulce tiene digitalizados 16 títulos. “De ahora en adelante saldrán todas
las novedades en los dos formatos al mismo tiempo. Pero sin demasiado optimismo
en las ventas de ebook, que aunque aumenten algo por la cuarentena, siguen
siendo poco numerosas”, asegura Tabarovsky. “Los libros en papel son uno de los
más hermosos inventos de la humanidad”, concluye el editor de Mardulce.
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