viernes, 13 de noviembre de 2020

Agentes literarios, falta de escrúpulos y poesía

En líneas generales, las editoriales suelen reclamarles a sus autores alguna lealtad, muchas veces injustificada, si se tiene en cuenta lo que suelen hacer los que editan por los editados. Esto se ve, sobre todo, en el caso de la narrativa, donde el tan mentado “mercado”, de tanto en tanto sorprende y hay algo que repartir (por supuesto, sin que haya lugar para la discusión sobre la proporcionalidad de lo que se reparte). Y este esquema se repite, acaso por contaminación o por una falsa idea del profesionalismo, tanto en los grupos multinacionales como en la última editorial independiente. La única diferencia está en la competencia que mantienen los grandes grupos entre sí. Su lógica, muchas veces perversa, se manifiesta en arrebatarle a sus rivales un autor que les interesa medianamente o nada con tal de que la competencia no lo tenga en su catálogo. La farsa dura un tiempo y crea en el público y, con mucha frecuencia en los autores, la ilusión de que ciertos nombres importan, cuando en realidad sólo migran a cambio de unos pocos pesos más.

En el caso de la poesía, donde los editores suelen publicar a pérdida, la cosa es distinta. Aquí, podría suponerse que, a diferencia de los editores de ficción, en quienes editan poesía hay una sensibilidad, un entusiasmo y un cierto altruismo que hace que se apueste por lo que uno cree sin medir la eventualidad de una pérdida. Hay, por supuesto, quien lo tiene más claro. Por ejemplo, considerando el grado de desarrollo de la industria editorial francesa –tercera en importancia en el país, después de las industrias del petróleo y de las armas–, el Centre National du Livre (CNL) subvenciona hasta tres títulos de poesía, de teatro o de filosofía por año y por editorial, porque son géneros que tradicionalmente no venden y, de ese modo, se evita que se extingan en los catálogos franceses. Hay, digámoslo así, conciencia de la vergüenza que significaría que en el país de Baudelaire, Rimbaud, Mallarmé y Ponge, que en la patria de Corneille, Racine, Molière y Anouilh, o que donde nacieron Descartes, Pascal, Voltaire y Montesquieu dejara de publicarse a autores que practicaron esos géneros.

Ahora bien, dejando la excepcionalidad francesa de lado, cuando en el resto del mundo se habla de una editorial mediana o pequeña, se comprenderá que el esfuerzo es mayor. Algunas optan por las obras completas, que, por lo general, llegan con la madurez de un autor (muchas veces ya fallecido), al que, por distintas razones, se reconoce como “seguro”. Publicar la poesía completa de alguien tiene su valor, pero también algún tipo de amortización que no siempre se registra cuando se trata de libros aislados. Por lo tanto, apostar por libros de autores, cuya obra no está cerrada plantea un riesgo mayor. Hacerlo por autores que deben ser traducidos multiplica el problema, sobre todo cuando se lidia con países que no tienen subsidios a la traducción. Tal es el caso de los Estados Unidos y de Inglaterra, donde, además, por ley, los derechos de publicación no van directamente al autor, sino a su agente o a la editorial que lo publica. Aquí, al riesgo se suma la necesidad de una cierta “colonización”, que se hace de a poco y con mucho esfuerzo. Por ejemplo, Derek Mahon, quien acaba de morir recientemente, es uno de los mayores poetas irlandeses de los últimos cincuenta años. Sin embargo, prácticamente nadie lo conoce en el mundo anglosajón y mucho menos en otras lenguas. Publicarlo será cuestión de tiempo, paciencia y mucha pérdida de dinero. Y ése es el trabajo que hacen los buenos editores.

Pre-Textos, hace más de cuarenta años y desde Valencia (una ciudad de provincia), publica libros de gran calidad corriendo ese tipo de riesgos. Podría hablarse de la originalidad del catálogo, de su ecumenismo, de las muchas variantes de traducción debidas a traductores de diversas provincias de la lengua, etc. Con el tiempo transcurrido, ya no es una novedad. Tampoco una una editorial de moda. Es una editorial que lleva cuatro décadas haciendo lo mismo y educando no sólo a España, sino también a buena parte de Latinoamérica. Manuel Borrás, Manolo Ramírez y Silvia Pratdesaba lo han hecho poniendo en juego muchas veces su propio patrimonio, lo que les ha permitido cumplir con sus “caprichos”. Louise Glück fue uno de ellos.

 A lo largo de 14 años, y prácticamente sin el apoyo de la “prensa especializada”, le han publicado 7 de sus 11 libros, traducidos por traductores peruanos, argentinos, venezolanos y españoles. Por eso, el día mismo que se anunció el Premio Nobel de Literatura 2020, todos los medios desavisados recurrieron a los poetas para preguntar quién era Louise Glück y quién la había publicado. Se llegó así a Manuel Borrás, quien, durante varios días tuvo que contar –incluso al Washington Post, que lo contactó– cómo, llegó a Glück por intermedio de un amigo neoyorquino que le regaló un primer libro que él leyó fascinado y que motivó la compra de otros, que lo llevaron a recomendarles a sus socios la publicación inmediata de la autora, hasta entonces una total desconocida en nuestra lengua. Glück, a su vez, había visto en casa de su amigo Mark Strand, otro poeta estadounidense a quien Pre-Textos ya había publicado, una hermosa edición de uno de sus libros y manifestó querer ser así editada.  Ese entusiasmo, “casi por arte de magia” –según los dichos de Borrás– hizo que Andrew Wylie, agente de Glück, se anticipara a ofrecerles los derechos de la poeta. Dicho de otro modo, los planetas se alinearon y así comenzó la historia.

Durante 14 años, Pre-Textos insistió con Glück y, con lealtad –y prácticamente sin reseñas–, la publicó a pérdida, al punto que ninguno de los libros de la autora  en castellano se agotó. El Premio Nobel de Literatura fue entonces una amable recompensa para el único editor europeo (y ya no de la lengua castellana) que había confiado en ella. Pero hete aquí que, cuando los libros de Glück empezaron a venderse, Pre-Textos se encuentra con que, al querer renovar los derechos de aquellos cuyos contratos habían caducado, las condiciones habían cambiado. Y mientras seguían discutiendo, extraoficialmente –a través de varios colegas españoles–, se enteraron de que la Wylie Agency estaba ofreciendo los derechos de toda la obra de Glück a mejor postor.

Detrás de lo dicho quedan pendientes muchas reflexiones que involucran la fidelidad entre autores y editores, el comportamiento de los agentes, el precio de la fama y otras cuestiones igualmente sórdidas que permiten dudar del supuesto humanismo de muchas de las personas involucradas. Dicho en buen cristiano, por la plata baila el mono. Si Glück no sabe de todas estas maniobras, alguien debería hacer que se entere. Si sabe y las consiente, a pesar de haber ganado una cuantiosa suma con su premio, la que más va a sufrir es la percepción que de su poesía tenemos muchos lectores. Borrás, Ramírez y Pratdesaba van a seguir publicando libros de calidad y manteniendo la fidelidad hacia sus autores. Es la única luz que permite esta historia muy poco elegante y más bien desagradable.

8 comentarios:

  1. No es fácil salir indemne del mundo si se ama la justicia y la belleza

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  2. Le comentaba lo sigueinte a Juan Arabia hace un momento, antes de leer tu texto: Hay un tema que no se ha tocado, y que podría hacer girar la discusión. ¿Quien defiende los derechos de quienes hicieron esas traducciones? Porque asumo que las editoriales que se queden con los derechos contratarán a nueves traductores. ¿Qué pasa entonces con los derechos, humanos y literarios, de quien hizo la primera traducción? Lo qué hay que atacar (aunque esto no le haría mucha gracia a Manolo Borrás) es los derechos exclusivos en la traducción. Al no poder apropiarse de un autor, le quitaría poder a las agencias literarias, y haría menos atractivo para los grandes corporativos publicar a un autor ya publicado, pero a la vez abriría el mercado para que la mejor traducción fuera la que se vendiera más.

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  3. Otra cosa: no han salido los nombres, ni qué piensan del tema, quienes tradujeron esos libros de Glück, que tambin están involucrados. Su trabajo, y su obra de creación, se borra y desaparece, por la perversión que produce en el mercado la exclusividad de derechos

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  4. También hay que considerar las ediciones de personajes mediáticos o incluso premiados, cuyas obras están muy por debajo de muchos escritores desconocidos.

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  5. Impresentables. El talento de Pretextos y su olfato vencerá sobre los mediocres.

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  6. Lo siento mucho pero los libros de Glück los va a leer Rita La Cantaora.

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  7. La editorial que le haga el juego al agente literario con esta poeta comprará una manzana envenenada, y más si la traducción no está incluida en el trato, que lo dudo, porque 1) o es de la editorial valenciana o 2) pertenece al traductor, al menos en parte, y se requiere su anuencia. Además, la gringa no es Perse, que digamos, para que se venda después de este año. Que los valencianos aprovechen para vaciar la bodega y se aboquen a otros autores... y a amarrar mejor a sus autores Y EXCLUSIVIDAD de los traductores :)

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