Si uno va a Wikipedia, allí se lee: “Pasapalabra es un concurso de televisión español emitido desde el 24 de julio de 20004 en diferentes cadenas. Originalmente se emitía a través del canal Antena 3, donde permaneció hasta 2006. Un año después, en 2007, el programa se mudó a Telecinco, que lo emitió desde ese mismo año hasta 2019. Después, el concurso terminó regresando a Antena 3 para su emisión desde el 13 de mayo de 2020. Está basado en el formato original británico The Alphabet Game. En él, dos concursantes intentan acumular segundos en varias pruebas con palabras, que servirán para tener más tiempo para contestar a todas las definiciones de la prueba final, llamada «el rosco».
En cuanto a su mecánica, el mismo artículo explica que “en cada programa participan dos concursantes, ayudados cada uno por dos famosos. En la parte principal hay varias pruebas que, con palabras, tienen como objetivo acumular segundos para la prueba final. En la parte final, los concursantes deben intentar acertar el número máximo de palabras de un total de 25 que forman el Rosco final de Pasapalabra. El concursante que más palabras acierta recauda 1200 euros y vuelve en el siguiente programa. Si uno de los dos concursantes acierta las 25 palabras, se lleva el pozo que se ha ido formando con los 6000 euros de cada día que alguien no se lo lleve”.
En el ámbito de la lengua castellana, existen otras versiones del programa: una chilena y otra argentina. La argentina estuvo en el aire en 2002 por Azul Teve, con conducción de Claribel Media. Luego de un hiato importante, regresó en 2016, por Canal 13, conducido por Iván De Pineda Desde entonces, ha emitido cuatro temporadas ininterrumpidas.
La parte más importante del programa en todas sus versiones es la última porque es la que implica conocer fehacientemente las definiciones de las palabras que propone el Rosco. Y aquí surge un problema: todas esas definiciones se toman a partir del Diccionario de la Real Academia, que, como ya se ha manifestado en este blog una y otra vez, está lleno de defectos e induce a error. Así, en más de una oportunidad, se ha visto que el significado de las palabras muchas veces corresponde a usos que son ajenos a la Argentina (y suponemos que también a Chile), pero que, dada la fuente, se consideran inobjetables. Por supuesto que es una decisión de quienes explotan la franquicia de este lado del Atlántico. Cabe preguntarse entonces en qué medida esa decisión beneficia o perjudica a los participantes, sobre todo cuando se apela a una tercera, cuarta o quinta acepción.
Que sepamos, nadie parece haber reparado en esta cuestión o, por lo menos, nadie la manifestó públicamente. Se trata, a no dudarlo, de una manifestación clara de falta de independencia lingüística. El DRAE no es el único diccionario de la lengua y, ya fue dicho, dista muchísimo de ser el mejor.
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