“El manejo de la lengua en las redes es una agresión a la gramática”
Dice el director de la Real Academia Española (RAE), Santiago Muñoz Machado, que “hemos consumido mucha literatura durante el encierro al que nos obligó la pandemia, y esto es importante para mejorar el uso del idioma”.
Dice también, en contrapartida, que pasamos demasiado tiempo online: “Durante la cuarentena nos conectamos más, y eso perjudica el uso del idioma: el manejo de la lengua en las redes es una agresión a la gramática”, asegura.
“Se utilizan abreviaturas, perífrasis que suelen ir en contra de la gramática y del léxico -lamenta el director de la RAE-. Afortunadamente es una manera de hablar que se constriñe a las redes y no trasciende. No hablamos como nos comunicamos en WhatsApp. De eso nos libramos.”
–¿La economía en una lengua es una virtud o una deficiencia?
–La lengua siempre tiene que pretender ser económica. Tenemos muchas palabras pero no hay que usarlas todas. Un buen manejo de la lengua impone ser económicos. Dicen que es más fácil contar las cosas en extenso que brevemente. Pregúntele a Borges. Creo que es un buen ejemplo de economía, de simplificar, de utilizar majestuosamente el idioma para, con pocas palabras, decir muchísimo. Nuestros diccionarios siguen la técnica de decir con pocas palabras mucho. Forma parte de la esencia de la lengua usarla de un modo comedido.
–Llevamos meses escuchando que la pandemia cambió numerosos aspectos de nuestra vida, ¿afectó también al vocabulario?
–Los fenómenos que son novedosos, como ha sido el caso de la pandemia que nos ha situado ante un fenómeno que nuestras generaciones no han conocido nunca, siempre transportan novedades en el lenguaje. Son pequeñas revoluciones lingüísticas. Hemos conocido palabras que no estaban en nuestro lenguaje habitual. No sabíamos lo que es “coronavirus” o “covid”. Y han puesto de moda tantas otras que conocíamos pero que estaban dormidas y no usábamos, como “vacunas”, “aislamiento” o “cuarentena”. Pero no ha sido muy significativo ni muy importante.
Muñoz Machado es, además, presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española (ASALE), la institución que agrupa a las 23 academias del español de España, en América, en Filipinas y en Guinea Ecuatorial.
La ASALE acaba de cumplir 70 años y los celebra con la publicación de la Crónica de la lengua española 2021.
“El propósito es hacer público el trabajo de las academias -explica Muñoz Machado-. Hacer conocer mejor el trabajo normativo que realizan nuestras academias. Empezamos con la edición 2020 pero hemos añadido esta vez algo que pensamos hacer sucesivamente y que es muy importante: el análisis del español.
–¿Qué tipo de análisis hacen las academias sobre la lengua que hablamos 580 millones de personas en el mundo?
–Una reflexión, país por país, de cómo está la lengua española. Nos conforta saber que tenemos una lengua que comparten tantas personas, pero no analizamos tan frecuentemente el estado de esa lengua, la calidad con la que se la utiliza. Se aprecia, en algunos lugares, que la calidad se ha deteriorado, por ejemplo, en la manera de escribir en las redes. Pero también queremos preguntarnos sobre la calidad de la lengua en los medios de comunicación, en las administraciones públicas. A los efectos de advertir a los gobiernos o a las autoridades que correspondan las medidas a adoptar que fueran necesarias en el plano educativo o, en todo caso, estar atentos a un fenómeno que habrá que integrar en las normativas.
–¿De qué modo se mide si el español goza de buena salud o no?
–Comprobando cuánta gente lo habla y en qué medida sigue siendo la lengua de comunicación general. Determinar, además, si la lengua mayoritaria de comunicación sigue siendo el español también en nuestros territorios que son bilingües. No nos importa si se habla muy o poco mestizada. El español ha sido siempre una lengua mestiza. La entregamos a América mestiza y nos la ha devuelto todavía con un mestizaje mayor.
–En el XVI Congreso de la ASALE de 2019 usted insistía en que la inteligencia artificial debía ser una aliada de la lengua. ¿Cómo se hace?
–Es un asunto capital para el futuro de todos nosotros y de nuestra lengua. Nos hemos encontrado con tantas utilizaciones de la inteligencia artificial que afectan a nuestro tráfico social ordinario y que conciernen a la lengua. Era evidente que se nos venía una enorme tormenta. Intenté situar a la Academia de la lengua en el centro de todo esto. Para que no nos estropearan, que no nos quebraran algo que hemos conseguido después de tantos siglos. ¿Cómo se hace? Convenciendo a los que hablan la lengua de que lo hagan según nuestros cánones, nuestras normas.
–¿Qué medidas utiliza la RAE para convencerlos?
–La autoridad. La autoritas, el prestigio. De eso se ha valido siempre la Academia. Los humanos nos han reconocido ese prestigio, nos hacen caso y nos siguen. No tenemos prestigio delante de las máquinas y, por lo tanto, la única solución es hablar con los dueños de las máquinas, con los fabricantes, con las grandes tecnológicas del mundo para que se atengan a nuestros criterios cuando programen sus máquinas para el manejo del lenguaje.
–¿Por ejemplo?
–Que usen el diccionario de las academias en los correctores de texto, que usen nuestros diccionarios y reglas cuando modelan o proyectan traductores automáticos.
–¿Y cómo le está yendo?
–Bastante satisfactoriamente. Lanzamos el proyecto en Sevilla en 2019 y al día de hoy firmamos acuerdos con Microsoft, lo haremos con Telefónica y con Amazon. Hemos tenido buena acogida. Nos han entendido.
–Podría resultar una paradoja que España vele por el buen uso del idioma en toda Iberoamérica mientras le toca lidiar con regiones como Cataluña donde se combate, por ejemplo, la decisión judicial según la cual el 25 por ciento de la enseñanza escolar debe ser en español. ¿Qué opina?
–La Academia no es una institución política. Es una institución que cuida del idioma, de la calidad del idioma, del buen uso del idioma.
–¿Pero cuál es la posición de la RAE frente al uso político de la lengua?
–Procura no intervenir. La Academia establece una normativa de la lengua, no una política de la lengua. La política no nos concierne, es de los políticos. Los ayudamos si nos preguntan, pero no hacemos política. Naturalmente que cuidamos del castellano, la lengua dominante en España. Tenemos mucho interés en el seguimiento de cómo van creciendo otras lenguas regionales. En España, nuestro Tribunal Constitucional ha dicho muchas veces que las políticas de inmersión lingüística son perfectamente adecuadas a la Constitución porque hubo un tiempo, afortunadamente ya superado, en el que esas lenguas eran lenguas oprimidas y había que restablecer su capacidad. Son joyas extraordinarias que tiene este país.
–El lenguaje inclusivo, mirado en perspectiva, ¿fue un éxito o un fracaso?
–No hay que valorarlo en términos de éxito o fracaso. Hay personas que utilizan un tipo de lenguaje inclusivo que diferencia por sexos. Creo que con eso se trata de llamar la atención sobre un problema de integración y de desigualdad. En la Academia respetamos todo esto en la medida en que representa una lucha por la igualdad. Si es para llamar la atención, vale. Pero esa desigualdad no procede de la lengua. Nosotros llamamos lenguaje inclusivo al masculino genérico. Ese es el verdadero lenguaje inclusivo. El otro lenguaje inclusivo es un lenguaje de protesta. ¿Progresará? Yo creo que no, pero no hago responsable a la Academia de esta opinión.
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