miércoles, 2 de marzo de 2022

Marietta Gargatagli y tres de "Ulises" (II)

Este es el segundo artículo de la serie de tres que Marietta Gargatagli escribió sobre las peripecias de Ulises, de James Joyce en España.

El segundo primer Ulises

La siguiente versión fragmentaria del Ulises apareció en La Gaceta Literaria, a finales de 1927, firmada por Ernesto Giménez Caballero (foto; 1899-1988) y también fue presentada como la primera traducción. Parece necesario adelantar que tampoco estos fragmentos proceden del inglés. Son una traducción al castellano de otro anticipo de la traducción francesa de Auguste Morel aparecida en 900, Cahiersd´Italie et d´Europe, la revista italiana fundada por Massimo Bontempelli con la colaboración de CurzioMalaparte. El Ulises italiano era una tarea que había ocupado a Carlo Linati (para el que Joyce construyó el llamado Esquema Linati en 1920) que publicó fragmentos de su versión en IlConvegno en 1926. La versión italiana completa de Ulisse, considerada muy notable, de Giulio De Angelis, la publicó Arnoldo Mondadori en 1960.

A diferencia de la Revista de Occidente, proyección del largo influjo del Instituto Libre de Enseñanza sobre la vida intelectual española y de las notables iniciativas de las primeras décadas del siglo que permitieron el desarrollo científico y cultural, La Gaceta Literaria (1927-1932) fue esencialmente una plataforma de la industria editorial. La publicación se inspiraba en lo que venía promoviendo la Revista de las Españas fundada por la Unión Ibero-americana (1885), el primer órgano planificado para influir en América Latina, el mercado natural de España. La nueva publicación que dirigía Giménez Caballero (con la colaboración de Guillermo de Torre) aspiraba a hegemonizar lo producido en ese período —de hecho, fue comprada por la CIAP (Compañía Ibero-Americana de Publicaciones), empresa que representó el primer intento de monopolización de la industria del libro en castellano— y continuar la ocupación editorial y cultural de los países americanos comenzada a finales del siglo xix.

Esa meta —controlar la edición del vasto continente— implicaba también ampliar la visibilidad de lo propio (lo que ahora se conoce como marca país) que tuvo en La Gaceta Literaria la forma de un recorrido publicitario: ciencia, artes plásticas, arquitectura, cine, música, literatura y un énfasis especial en la modernidad desbordante que según Giménez Caballero debía definira España. “No se da cuenta el país que la nueva literatura le aporta (…) ventajas inapreciables, como ahora diremos, al subrayar su valor europeo, por ejemplo. La nueva literatura es ésa que logró en España lo que no alcanzó nuestra nación desde el XVII: dar una nota original y numerosa en el concierto cosmopolita. […]. Hoy todas las revistas extranjeras poseen en sus colaboraciones un nombre joven español. Y se traducen más cosas nuevas que nunca” decía en el “Cartel de la nueva literatura” (La Gaceta Literaria, 32, 1928). La versión de Joyce formaba parte de la presentación de la literatura inglesa(sic) contemporánea y que se tomara lo publicado en 900 de forma literal indica lo irrelevante que podía resultar la creación verdadera.

Un fascista en las vanguardias

Ernesto Giménez Caballero (Madrid, 1899-1988) fue un fascista convencido que participó de la vida editorial de los años treinta y hubiera caído en el total olvido si los poetas y escritores españoles de la generación del 27, a la que pertenecía por edad, hubieran podido desarrollar libremente su talento en una España republicana y democrática. Ese vacío benefició su memoria e incluso su obra gráfica —a la que llamó carteles[1]— tuvo no hace muchos años un espacio en las salas de exposición como si el carácter de mero plagio de los collages del futurismo italiano no pudiera ser percibido por nadie. La serie más relevante de los carteles futuristas: Parole in libertà (Filippo Marinetti), Parolelibera (Francesco Cangiullo) o 13 introspezioni (Carlo Carrà) se hizo en 1914 cuando Marinetti también compuso la Sintesi futurista de la guerra, cuyo espíritu y forma repite explícitamente Giménez Caballero.

Tampoco tiene interés su obra literaria de la que destaca la prosa eficaz, habilidad compartida por Agustín de Foxá (compañero de filas falangistas) que fuecapaz de utilizarla en tramas narrativas queson formalmente notables si uno es capaz de olvidar el contenido. No parece el caso de Giménez Caballero. De la lectura de Yo, inspector de alcantarillas, por ejemplo, difícilmente quede un recuerdo. Son asimismo insignificantes los libros de ensayos. Sólo corroboran que la adhesión a las ideas de extrema derecha es paralela a la incoherencia retórica, a la dificultad de organizar una cadena argumental sobre el tema del que se habla o escriba. También las colecciones de l´artbrut de Jean Dubuffet contienen elementos estéticos curiosos, sin embargo, su propia naturaleza patológica los sitúa en un espacio para artístico, al lado del arte o contra el arte según la doble definición de la forma griega para. No tiene este origen el surrealismo cuya pertenencia y hasta su inicio en España se atribuyen a Giménez Caballero, que no estaba lejos de Onésimo Redondo, Ramiro Ledesma Ramos o de José María de Salaverría que en 1938 imaginó al poeta Garcilaso de la Vega ciñéndose apresuradamente la espada para ponerse a las órdenes del general Franco.

[Ulysses, Text, with an introduction and notes by Jeri Johnson, Oxford University Press (1993), pág 92.

“He crossed to the bright side, avoiding the loose cellarflap of number seventyfive. The sun was nearing the steeple of George's church. Be a warm day I fancy. Specially in these black clothes feel it more. Black conducts, reflects, (refracts is it?), the heat. But I couldn't go in that light suit. Make a picnic of it. His eyelids sank quietly often as he walked in happy warmth. Boland's breadvan delivering with trays our daily but she prefers yesterday's loaves turnovers crisp crowns hot. Makes you feel young. Somewhere in the east: early morning: set off at dawn. Travel round in front of the sun, steal a day's march on him. Keep it up for ever never grow a day older technically.”

Auguste Morel, 900, pág 110-111

“Il traversa et prit le côtédu soleil, évitant le trou de la cave dunumérosoixante- quinze. Le soleil s´approchait du clocher de George church. J´ail´idéequ´ilferachaud. Et surtout en noir ça se sent davantage. Le noir conduit, reflète (est-ceréfracte?) la chaleur. Mais je ne pouvais pas y aller avec cecompletclair. Çan´estpas un pique-nique. Par moments ces yeux se fermaint de beatitudedanscettebonnetiédeur. La voiture de Boland qui vientlivrernotrepainquotidienavecsesplateux, mais elle préfère le pain de la vieilleauxdemi-lunes croquantes et auxcouronneschaudes. Ça vous fait sentir jeune. Quelquepart en Orient: le petirjour; partir à l´aube, marcher en avanti du soleil, lui dérober un jour. Et toujoursainsithéoriquementn´être jamais plus vieux d´un jour.”

Ernesto Giménez Caballero, La Gaceta Literaria, pág. 3

“Atravesó y tomó la acera del sol, evitando el agujero de la cueva del número setenta y cinco. El sol se acercaba al campanario de la iglesia de San Jorge. Me parece que va a hacer calor. Y, sobre todo, de luto se siente más. Lo negro refleja (¿refracta?) el calor. Pero no se podía salir con un terno claro. No se trataba de un piscolabis. Por momentos, sus ojos se cerraban de beatitud en esta tibieza excelente. El coche de Boland, que viene a darnos el pan de cada día en sus bandejas, pero ella prefiere el pan de la víspera a los croisants tiernos y a los vienas calentitos. Esto hace sentir el ayuno. Algún sitio de Oriente: el alba; partir a la madrugada, caminar delante del sol, robarle un día. Y siempre así, teóricamente, no ser más viejo de un día.” 

Como antes Marichalar (aunque entre los dos existía un abismo cultural), la versión de La Gaceta Literaria distorsiona el texto que funciona como punto de partida. La domesticación de lo escrito por Auguste Morel (dejando de lado los errores evidentes de Giménez Caballero con el francés) convierten los fragmentos en una narración española: la iglesia de San Jorge, el luto de Bloom, el “terno”, el “piscolabis”, los “vienas calentitos” y el “ayuno”. 

No son las únicas incoherencias en un texto que nadie desconoce que ocurre en Dublin, con personajes de Dublin, con costumbres de Dublin y hasta con el pan de Dublin. Sin embargo, fue posible escribir en otros fragmentos traducidos de Auguste Morel: “un viejo camastrón”, “negociejo”, “hele ahí”, “qué hay”, “pues bien”, “buenos los tengamos (los días)”. O, por fin, en un arrebato de imaginación antisemita: “Se les ve llegar de su cuchitril judaico, seminaristas pelirrojos, fregando recipientes vacíos, en tanto el patrón está en la cueva” cuando Morel había escrito “On les voitarriver de leurcambrouse de Leitrim, séminaristesrouquins, ilsrincent des récipients vides, le vieuxest à la cave” y el original decía: “Coming up redheadedcuratesfromthecounty Leitrim, rinsingempties and oldman in thecellar”. 

Traducir de esta manera (la otra experiencia traductora conocida de Giménez Caballero son una serie de ensayos de CurzioMalaparte a los que tituló pomposa y antiunamunianamenteEn torno al casticismo en Italia) no es exactamente traducir. Es una extraña tarea en la que la realidad literaria se ve totalmente invadida y distorsionada por los sucedáneos. Este Joyce hispánido (Giménez Caballero se llamaba a sí mismo precursor hispánida del fascismo panlatino) de La Gaceta Literaria que copiaba el trabajo de los artífices franceses del Ulises (Valery Larbaud, Stuart Gilbert y el propio Joyce) al tiempo que aconsejaba que los escritores latinoamericanos dejaran de mirar a París y eligieran como meridiano Madrid[2], no tenía otra meta que vender algo: desde una vanguardia ecuménica a la “España universal y necesaria” que cruza exaltada y compuesta el “Cartel de la nueva literatura”.Es la transformación del arte en una mercancía cuya circulación masiva está destinada a eliminar, con palabras de Walter Benjamin, la presencia de lo irrepetible. Y Joyce eralo irrepetible.

 


[1]Se publicaron en Carteles, Madrid, Espasa-Calpe, 1927. Después en Poesía. Revista ilustrada de información poética, 1976. También fueron el tema de una exposición casi al terminar el siglo pasado: “Carteles Literarios” de GeCé. Universitat de Barcelona. Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Barcelona, 1994.Ernesto Giménez Caballero fue entrevistado, en 1977, por Joaquín Soler Serrano en el programa A fondo.

[2]La llamada “polémica del meridiano” la originó una suerte de editorial (“Madrid, meridiano intelectual de Hispanoamérica”) que apareció sin firma en La Gaceta Literaria del 15 de abril de 1927 y que después se atribuyó Guillermo de Torre. Contiene algunos de los argumentos paranoides propios de la derecha española desde antiguo (“las turbias maniobras anexionistas que Francia e Italia vienen realizando respecto a América, so capa de latinismo”) y disimulos intensos como, por ejemplo, la necesaria dependencia cultural o científica de Francia (o de otros países) como si tal cosa hubiera sido un invento latinoamericano y no lo que necesitaba (incluyendo a España) cualquier país que quisiera modernizarse. Los debates tuvieron recorridos cómicos y serios pero fueron resumidos por el poeta argentino Nicolás Olivari con toda claridad: “América es simplemente un problema editorial”.

  

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