Contemplando un desfile de la aviación china |
Publicada por Ñ
digital el martes 2 de julio pasado, la siguiente nota del poeta, editor y
traductor Miguel Ángel Petrecca (foto) da
cuenta de un universo desconocido en Occidente. “El autor de esta nota –reza la
bajada–, especialista en cultura china, viajó al país milenario para entender
cómo funciona este mercado del libro inmenso, signado por subsidios, proyectos
alternativos y un estado fuerte”.
Un viaje al centro del mundo editorial chino
A un congreso de escritores en
México, cuenta el escritor español Vila Matas en una entrevista, asiste una
comitiva china integrada por un novelista, su traductor y un tercer personaje
presentado como poeta, pero cuya apariencia hace sospechar a los demás que se
trata de un comisario político. Cuando le preguntan acerca de qué tratan sus
libros, el novelista chino, que un rato antes los ha sorprendido con el dato
astronómico de las cifras de ventas, se queda dudando un instante y luego
responde crípticamente, traductor mediante: tratan acerca del color azul. La
historia, sea verdadera o inventada, juega con el misterio y el desconocimiento
que rodea a la literatura china y su mercado editorial, un sistema dinámico y
en plena transición, caracterizado por una compleja interrelación entre actores
privados y estatales.
Empresas culturales
Un caso de las llamadas editoriales
de “canal alternativo” es la
Chu Chen Cultura, una editorial con base en Pekín. Su
fundador, Chu Chen ,
es un periodista que fue adquiriendo contactos durante sus años de trabajo en
los medios gráficos y televisivos, y que en el 2000, como fruto de esos
contactos, terminó fundando en Nanjing la empresa Nanjing Maitian Wenhua. Su
empresa actuaba como editora en las sombras de varias de las colecciones de una
editorial estatal de la provincia de Henan, pero luego de un par de años la
colaboración se cortó abruptamente debido a un cambio de autoridades, y Chu Chen decidió mudarse a
Pekín. Empezó a colaborar con otra editorial estatal, diseñando y editando
varias colecciones, aunque siempre con la insatisfacción de que su trabajo como
editor permanecía invisibilizado ante los lectores. Finalmente, en 2009 volvió
a cambiar de socio estatal y a refundar su empresa, a la que rebautizó como Chu Chen Wenhua (Chu Chen Cultura ).
La mezcla de volatilidad y
constancia que se observa en la biografía profesional de Chu Chen es típica de muchos
editores del sector privado. Sus editoriales son las responsables de algunos de
los catálogos más arriesgados, pero también de la mayor parte de la literatura
más comercial que empezó a aparecer en la década del 90. Las editoriales del
Estado, por su parte, aunque en términos generales más conservadoras o cautas,
también han contribuido en muchos casos a ampliar el panorama literario. Fue
una editorial estatal de Yunnan, una provincia del sur de China, la que por la
década del 80 lanzó una colección de autores de Latinoamérica que dio comienzo
a un pequeño “furor latinoamericano”.
Censura y retromanía
Aún sin entender palabra de lo
que se escucha, un zapping de canales de televisión puede llevar rápidamente a
la conclusión de que en China hay un nivel importante de retromanía. La
cantidad de telenovelas históricas es sorprendente: desde las múltiples
historias ambientadas en tal o cual dinastía, hasta el amplio repertorio del
ciclo revolucionario que arranca con el derrocamiento de los manchúes en 1911 y
llega hasta la fundación de la
República en 1949. Es una retromanía, sin embargo, que
excluye premeditadamente buena parte del pasado más reciente: la Revolución Cultural ,
el movimiento democrático de 1976, o los incidentes de la plaza Tiananmen en
1989. Aunque la literatura goza de mayor libertad que la televisión y el cine,
los límites existen, para el tratamiento ya sea de estos o de otros temas
sensibles como la religión y el sexo; cuando los límites se sobrepasan, puede
haber consecuencias.
Lo más habitual, sin embargo, es
que sea la misma editorial la que ejercite, interiormente, la autocensura, a
partir de una evaluación de esos límites. En una “editorial privada”, esta
evaluación va a surgir de la interacción entre el editor-fantasma y el editor
estatal o lingdao (jefe). Las
“editoriales privadas” son, también, las que empujan esos límites, pues a
diferencia de las estatales, que cuentan con un presupuesto y con la meta de
vender una cuota de libros, las privadas están frecuentemente dispuestas a
arriesgarse en pos del rédito económico. El riesgo es concreto, pues la
prohibición puede incluir, aparte de la confiscación de los libros, la
aplicación de una multa que duplique las ganancias obtenidas y el cierre de la
editorial.
Como suele pasar, en muchos casos
la prohibición del libro no sólo no impide su circulación sino que incluso la
favorece. Un caso paradigmático es el de la novela La capital abandonada, de Jia Pingwa, un escritor de Xi’an.
Publicada en 1993 por la
Beijing Chubanshe , la novela fue un éxito inmediato, en gran
parte debido a su contenido sexual, y pese a que este había sido parcialmente
expurgado por la editorial. Antes de fin de año la novela ya había vendido casi
un millón de ejemplares y el gobierno decidió prohibirla y retirar los
ejemplares de circulación. Pero el libro no dejó de circular por eso. Las
ediciones y reimpresiones piratas podían conseguirse fácilmente en los puestos
ambulantes y librerías de saldo.
Aparte de las editoriales
oficiales o semioficiales, y de la circulación fantasmal de parte de sus libros
en forma de ediciones piratas, hay otro tipo de libros y emprendimientos que se
encuentran directamente afuera del sistema. Se trata de los libros y revistas minjian, es decir, aquellos realizados
totalmente por actores privados, sin fin comercial ni cooperación con el
estado.
Las publicaciones minjian, que no suelen pasar de los 400
o 500 ejemplares, fueron tradicionalmente el canal de circulación de la poesía,
a partir de mediados de la década del 70, pero también la narrativa utiliza
este medio para dar a conocer autores nuevos. El primer libro de Cao Kou , un volumen de unas
cuatrocientas páginas, bien encuadernado e impreso, con el título de Los cuentos completos de Cao Kou , fue editado por
una editorial minjian. Sacaron 200
ejemplares, que fueron vendidos a conocidos o a través de internet.
Entre lo minjian y lo oficial hay
oposición pero también, cada vez más, canales de comunicación. Gu Gang es un
poeta y narrador nacido en Shanghai, que trabaja en una editorial del Estado. A
pesar de trabajar dentro un espacio oficial, Gu Gang tiene una identidad más
ligada a lo minjian, y se encarga desde hace años, junto con un amigo, de la
edición de una revista-libro que circula de mano en mano entre escritores. En
el 2005, un funcionario del Departamento de Publicaciones de Shanghai los citó
a su oficina para decirles que lo que estaban haciendo era ilegal y les exigió
el pago de una multa de 30.000 rmb (alrededor de US$ 5.000), una suma equivalente
a lo que puede costar la compra de un ISBN. Gu Gang y su amigo se negaron, y
finalmente las amenazas del funcionario quedaron en la nada.
Asociación de escritores
Hasta la década del 80, la opción
principal para quienes querían dedicarse a escribir profesionalmente era
pertenecer a la Asociación
de Escritores, el organismo que se dedicaba a reclutar, encuadrar y sostener
económicamente a los escritores. Esta situación cambió rápidamente en los años
siguientes, con la introducción de la economía de mercado que permitió el
surgimiento de una figura distinta de escritor profesional, ya no dependiente
del Estado sino de la venta de sus libros, pero también debido al veloz
achicamiento presupuestario de la
Asociación de Escritores, que dejó de ejercer muchas de sus
funciones tradicionales. A pesar de esto, la Asociación continuó
cumpliendo un rol importante dentro del Estado, y muchos de los escritores más
exitosos en términos de venta y de crítica, como Mo Yan, Jia Pingwa o Wang
Anyi, ocupan cargos altos en la estructura burocrática.
El término “Asociación de
Escritores” puede traer reminiscencias de asociaciones similares que existen en
otros países, como por ejemplo la
SADE en Argentina, y en algún punto tiene elementos en común.
La diferencia fundamental es que la Asociación de Escritores se inserta dentro del
marco del Estado y constituye una de las herramientas de la política cultural
del gobierno. Una de las funciones principales es la de repartir prebendas y
jerarquías dentro del sistema literario, a través de los premios literarios y
otros incentivos. Los dos premios más importantes de China son otorgados por la Asociación de
Escritores. El Mao Dun, el más antiguo de los dos premios, había sido otorgado
a Mo Yan en 2011, justo un año antes de que recibiera el Nobel.
También en lo que respecta a la
promoción de la literatura china en el exterior, algunos escritores se quejan
de que un autor que no pertenece a la Asociación de Escritores se encuentra en
desventaja con respecto a sus colegas miembros de la Asociación , aunque la
queja suena, en parte, algo desactualizada: en el catálogo de autores de China
Book International, un organismo que se dedica a promover la traducción y
publicación de literatura china en el exterior, conviven escritores oficiales y
no oficiales. Una señal de que los tiempos están cambiando.
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