Silvina Friera
publicó la siguiente crónica en el diario Página
12 del domingo 26 de abril pasado. En la bajada se lee: “La socióloga y
antropóloga francesa Michèle Petit
analizó la importancia de las palabras, más allá de su significado, en una
formación humana que encuentre mejores vínculos con el mundo circundante. ‘Necesitamos
el arte, no somos sólo variables económicas’, señaló”.
“La realidad necesita de la fantasía”
“Somos animales
poéticos; desde la más temprana edad necesitamos del arte y la literatura para
habitar el mundo que nos rodea”, afirmó la socióloga y antropóloga francesa
Michèle Petit en la memorable conferencia “Las palabras habitables (y las que
no lo son)”, en el marco del Encuentro Internacional ¿Qué leemos? ¿Cómo
hablamos?, en la 41ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.
“Necesitamos el arte porque no somos solamente variables económicas más o menos
ajustadas a un universo productivista. Más que ver en los libros y en la
lectura una inversión para futuros más rentables, veámolos como espacios en los
que vivir, de tanto en tanto, un presente más vasto, más intenso, donde
conciliarnos con el mundo y con los otros”, agregó la autora de Leer el mundo (FCE), que presentó ayer
en el predio de La Rural ,
donde la literatura oral y escrita y las prácticas artísticas se revelan como
componente esencial del arte de habitar.
Petit
se siente como en casa en Buenos Aires. Vino por primera vez en 2000. Luego
cerró el II Encuentro Nacional de Bibliotecas Populares, organizado por la Conabip en la Feria del Libro, en 2009.
Desde 1992 investiga sobre la lectura y el papel de las bibliotecas públicas en
la lucha contra la exclusión. Aboga por la puesta en marcha de una educación
artística y cultural que contribuya a “una presentación poética del mundo” y a
la construcción de un sentimiento de pertenencia. “El desafío no es sólo formar
lectores en un momento en que su número iría disminuyendo. A nadie se le ocurre
que se les canta a los niños para que se conviertan en grandes músicos. Se
trata más bien de vivir experiencias esenciales para el desarrollo psíquico,
emocional, intelectual, estético; experiencias que abren espacios propicios al
juego, al sueño, a la exploración de sí mismo, de los otros, del mundo, al compartir,
al diálogo, al pensamiento, y que hacen que el mundo se vuelva un poco más
habitable”, planteó.
Escuchar
a Petit es un placer que conjuga la pasión con la inteligencia. Empezó hablando
de la adquisición del lenguaje en los bebés, cuando la palabra vale por sus
modulaciones, su ritmo, su canto. “En todas las culturas se aprende primero la
música de la lengua, su prosodia, que no se enseña pero que se transmite”,
subrayó. “De la primera infancia a la vejez, nuestras vidas están tejidas por
relatos que ligan entre sí elementos discontinuos. No dejamos nunca de contar,
a los que nos rodean o en el secreto de nuestra vida interior.” Un bellísimo
ejemplo le permitió ilustrar la importancia de la oralidad, el de Fátima
Sissani, cuyos padres habían partido de la Kabylia –en el norte de Argelia– para ir a
trabajar a Francia. Sissani decidió hacer un film, El idioma de Zahra, cuando
se dio cuenta de que la lengua que hablaba su madre no era un mero instrumento
de comunicación. Durante unas vacaciones a su tierra, Zahra recita poemas con
sus hermanas y amigas. “Zahra y sus amigas interpelan a la montaña, al halcón,
a la perdiz, a los ancestros. Esta lengua las relaciona con el universo que las
circunda; las palabras conforman un mundo muy habitable”, reflexionó Petit.
Aunque
está convencida de que los libros “son un tesoro al cual acudir para llenar los
bolsillos de los niños de conocimientos”, Petit es consciente de que ese tesoro
todavía se encuentra en el blanco de los fanáticos. La antropóloga francesa
enumeró una lista de víctimas: el escritor y bloger Avijit Roy, asesinado este
año en Dacca, Bangladesh; hace poco más de un mes, ISIS bombardeó la Biblioteca de Mosul, en
Irak, y destruyó 8000 libros raros y manuscritos del siglo XVIII. En Africa, la
secta Boko Haram inscribe en su nombre el horror a los libros –Boko es por “book”; haram, “lo que está prohibido”–; sus miembros secuestran colegialas
para someterlas a esclavitud sexual. Diseñadores, humoristas gráficos y
periodistas franceses fueron asesinados en el atentado terrorista a Charlie Hebdo. En México, 43
normalistas, futuros maestros, fueron masacrados. En Kenia, asesinaron a 148
estudiantes.
“No
se habitan los números, como no se habitan las palabras estigmatizantes de los
medios o de los políticos que hablan de personas como de tantos problemas
sociales”, advirtió la autora de Lecturas: del espacio íntimo al espacio
público, Una infancia en el país de los libros y El arte de la lectura en
tiempos de crisis, entre otros títulos. “Uno habita en medio de objetos que
proyectan un poco de belleza sobre la cotidianidad. Uno habita una lengua
cercana al cuerpo, a las sensaciones, una lengua atenta a los detalles de la
realidad que evoca, pero que da lugar también a otro sitio, un más allá de lo
inmediato, un pasado o un futuro imaginado, una parte soñada. La realidad
necesita de la fantasía para ser deseable. Esa parte imaginada, invisible, es
vital.”
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