David Hockney y una de sus creaciones |
A veces El Trujamán sorprende gratamente, como por ejemplo,
con la siguente columna de María José
Furió, publicada el 8 de abril pasado.
La traducción de crítica de arte contemporáneo,
código secreto
El
arte contemporáneo posee un léxico específico, como la mayoría de disciplinas
artísticas; puede que no esté establecido definitivamente, ya que con
frecuencia se crean neologismos o se incorporan términos de otros idiomas tras
haberse generalizado su uso en su ámbito de actuación, mientras otros términos
caen en desuso y quedan para el archivo a la par que los objetos y las técnicas
a los que designan quedan obsoletos. El traductor encuentra en los glosarios y
diccionarios especializados ayuda para sacar adelante su texto. Sin embargo, la
dificultad más llamativa no se refiere al léxico del arte, que en textos
descriptivos puede afinar hasta el detalle indiferenciable a ojo del profano;
la mayor dificultad está en la jerga y, muchas veces, en la sintaxis de la
crítica del arte contemporáneo (que incluiría la pintura, el videoarte, el cine
documental de última generación, la fotografía de desnudo…).
Si no se está familiarizado con la materia, es fácil creer
que ciertos textos de presentación de exposiciones, de crítica o de reflexión
universitaria son puros galimatías escritos por un petulante, o un texto en
código secreto cuya clave ignoramos. En tales textos una cantidad no pequeña de
palabras cultas aparece transformada mediante sufijos o prefijos en otra
palabra que parece arcaica o extranjera, verbos muy usuales ven multiplicado el
número de sílabas y hasta siguen complementos verbales que no mantienen la
concordancia. Este mejunje va sazonado con adjetivos calificativos insólitos
que invitan a creer que el arte contemporáneo está más cerca del esoterismo y
del misticismo que de cualquier filosofía del arte accesible a un lector
instruido medio.
Lo fácil ha sido atribuir a la escuela estructuralista y a
semiólogos como Umberto Eco la invención de esa indigesta sopa de letras que un
editor nos pide que traduzcamos. La teoría de la crítica de arte posee reglas
definidas;«Prospettive di una semiotica delle arte visive»,
artículo de Eco recogido en Teorie e pratiche della critica d’arte,
encontró un traductor que navegó con soltura por la terminología semiótica del
italiano quien, razonando sus palabras dentro de la misma exposición, explica
por qué el lenguaje del arte contemporáneo se hace complejo: es un «ejercicio
metalingüístico», un «laboratorio semiótico», y por ello, en conclusión,
elabora una gramática y unos códigos propios.
Artistas como David Hockney emplean para describir los
resultados de su trabajo, sus motivaciones y su técnica, un lenguaje que
combina la precisión terminológica con la inspiración poética. Algo similar
hacían Dubuffet o Zao Wou-ki, quien manejaba códigos de la cultura china y del
expresionismo abstracto de principios del siglo xx,
que cuentan con glosarios y diccionarios.
Vamos, que la culpa no la tiene Eco ni la inefabilidad del arte
contemporáneo. Sin embargo, qué hacer cuando leemos, literalmente, esto:
«Microespacios que manifiestan un extraño misterio con múltiples enigmas, en el
sentido de qué hay detrás aunque sepamos su inexistencia en cada cuadro»
(ilustrados con fotografías en blanco y negro de desnudo artístico). Cómo
traducir «abordaje cognitivo de la obra de arte contemporánea» o «referencia
demostrativa» (vemos un objeto horroroso elaborado con hilos y madera que
cuelga del techo en una sala sin público). Cómo traducir una redacción
contaminada, además, de catalanismos: «un condensado de respuestas desiguales a
la contemplación de un vacío, que se le personaliza en la propia e inmensa
Naturaleza, en la misma potencialidad de su hábitat materno». Intuimos, y
verificamos al terminar la lectura, que el autor ha juntado palabras que
estrictamente no significan nada pero evocan diversos códigos vigentes en el
ámbito artístico. Ya que lo poco y mal que se entienda el texto parecerá
responsabilidad de un traductor inútil o vago, procede corregir a fondo el
estilo, tras plantear (dramáticamente) la necesidad a los editores,
especialmente si el esoterismo abstracto del arte contemporáneo incluye errores
gramaticales de diverso calibre.
Como resume el profesor Ovidi Carbonell, al referirse a La
estandarización de la terminología especializada en el arte contemporáneo,
el discurso artístico y de la crítica de arte «presenta los mismos problemas de
sistematización que podemos encontrar, en mayor o menor grado, en cualquier
otra área de especialidad: inexactitud terminológica, impropiedad léxica,
sinonimia, etc. La
traducción al castellano refleja tales problemas a la vez que añade la cuestión
sociolingüística de la aceptación de extranjerismos». Teniendo presentes estas
premisas y dificultades, el traductor debería ofrecer una versión lo más
diáfana posible, discerniendo entre la mala redacción y la terminología
especializada de público minoritario; debería asimismo buscar la coherencia del
conjunto articulando el sentido más plausible, considerada la ambigüedad de los
discursos de la crítica de arte comparados con los de otras disciplinas
técnicas, pero sin renunciar al vocabulario consolidado ni simplificar el texto
a un nivel meramente divulgativo.
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