“Romano Sued, Sironi, Calle, Mattoni, Anadón y Caballero relatan
su experiencia en este oficio y repasan sus trabajos más recientes.” Así
dice la bajada del siguiente artículo, recientemente publicado por Guillermina Delupi, en el diario
Perfil.
Seis escritores cordobeses en busca de la traducción precisa
El lingüista suizo Ferdinand de Saussure, conocido como el padre de la lingüística
estructural, estableció, a grandes rasgos, que la lengua no es un simple
listado de términos que se unen, sino que involucra un sistema mucho más
complejo.
En ese marco, el oficio del traductor literario
cobra un papel fundamental ya que tiene que conocer a la perfección su lengua y
la que deberá traducir. El término deriva del griego traducere, que
significa pasar de un lado a otro.
Para la escritora Susana Romano Sued, sin embargo, “se trata de
un proceso que excede el traslado de una lengua a otra por medio de gramáticas
y diccionarios. Es un quehacer complejo que incluye el relevamiento de los
contextos en que se generó el texto de origen”.
Lengua propia.
En ese proceso, Gastón Sironi señala que es más importante conocer la
lengua a la que el texto llegará: “La traducción es más una operación sobre la
lengua de llegada que sobre el texto de origen. De modo que es en el castellano
donde busco sutilezas, resonancias, parentescos, distancias y cercanías. Creo
que para traducir es imprescindible leer en voz alta, buscar esa ‘escucha
flotante’ de la que se habla en psicoanálisis. Y escribir todo lo posible en el
idioma al que traducimos”, explica Sironi.
Por su parte, el poeta Leandro Calle valora el registro amplio y profundo de la
lengua propia, porque “no funciona de igual manera decir gilipollas o boludo.
Además es fundamental conocer el contexto del texto a traducir. Un texto
literario no es un aerolito que cae, pertenece a una cultura, al desconocer la
pertenencia se corre el riesgo de traducir con errores”, precisa.
En movimiento.
El escritor Silvio Mattoni va un poco más allá y señala que una lengua
nunca se termina de conocer: “Los idiomas se mueven, maneras de hablar que
pueden surgir, y es necesario volver a aprenderlas. Pero el requisito
indispensable es saber escribir en la propia lengua, poder darle un estilo al
resultado, no caer por literalidad en dificultades para la lectura en el idioma
de llegada. Por eso los mejores traductores son casi siempre escritores o
tienen una cercanía con la escritura”.
Como si fuera propio.
En la traducción poética, Pablo Anadón destaca algunas
condiciones: “En mi caso se origina en la admiración por una obra. Creo que hay
tres requisitos más o menos imprescindibles: un conocimiento suficientemente
amplio de la lengua original y de la propia; uno minucioso tanto de las formas
poéticas de la obra original, como de las formas poéticas de la propia lengua,
y una atención extrema, como si se estuviera escribiendo un poema propio, a que
el texto no suene solo como un texto traducido, sino que dé la ilusión de que
ha sido creado en el idioma de uno”.
El arte de traducir una lengua muerta
Marta Elena Caballero, cuyo trabajo se centra en la
traducción de clásicos latinos como Horacio, Virgilio, Ovidio y Catulo,
advierte que “el traductor debe buscar equivalentes que produzcan en el lector
el mismo efecto que a su entender pretendía causar el autor en el lector a
quien iba dirigido el texto de origen”.
Caballero resalta, además, la importancia de las
ediciones bilingües y con traducción lineal, ya que permiten una comprensión
mayor de expresiones clave. “Al traducir la Eneida y poder, por ende, palpar
directamente el original, solían decirme mis alumnas de latín en la Facultad de
lenguas: ‘Ahora entendemos por fin por qué es famosa esta obra’”, rememora.
La traductora agrega que se busca la “transducción”
de ese otro y de ese mundo, a veces muy distante, que la palabra del texto
original; al mismo tiempo, manifiesta y encubre. “Eso es lo que se debe buscar
y no mostrar su propia habilidad o su propio arte; aunque por cierto necesita
tenerlos”.
En qué andan los traductores locales
*Romano Sued: Está con la traducción de Génésique, Féminologie de la francesa Antoinette Fouque, fundadora en los 70 del movimiento de liberación femenina (MLF). Concluyó la traducción al inglés de los subtítulos del documental Cartas, de Mario Bomheker.
*Calle: Actualmente trabaja sobre la obra poética
de Gabriel Okoundji, un africano del Congo; y continúa con escritores
marroquíes de expresión francesa.
*Anadón: Para la editorial Pre-textos de España
tiene la traducción de Cuando aclara, el último libro de poesía de
Boris Pasternak. También está trabajando la poesía completa de la italiana
Mirella Muià y una antología de la poesía de Robert Frost.
*Mattoni: Terminó el tercer tomo de la Suma
ateológica de Georges Bataille; Sobre Nietzsche, que saldrá este año,
con nuevas notas y anexos inéditos. Además, está traduciendo Apolo
sonorode Georges Dumezil, experto en mitología comparada, maestro de
Foucault y de los estructuralistas. Ambos para El cuenco de plata.
*Sironi: Sus últimas traducciones son Diario
de Eva y Fragmentos del diario de Adán de Mark Twain.
Recientemente tradujo también la novela Monsieur Teste, de Paul
Valéry, para Alción.
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