miércoles, 1 de junio de 2022

"Cada vez es más difícil llegar a la “cuenta estándar” del 10% para autores, 40% para librerías, 20% para distribuidoras y 30% para editoriales"

La siguiente nota repite informaciones que ya se dieron en este blog en varias ocasiones. Pero no por ello deja de ser importante leerla. Fue escrita por Daniel Gigena y publicada en el diario La Nación, de Buenos Aires, el pasado 26 de abril, en vísperas de la apertura de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires.


El precio de un libro: ¿quién se queda con qué parte?

El precio de los libros no solo es objeto de debate entre lectores y libreros, sino también –y acaso sobre todo– entre quienes los hacen. Por una ley sancionada en 2001, en la Argentina los libros tienen un precio único de venta al público (PVP). La ley establece que los descuentos al PVP pueden ser de hasta un 10% en ferias, días y semanas consagradas al libro o cuando la venta se realice a bibliotecas, centros de documentación, instituciones culturales y de bien público sin fines de lucro, y de hasta un 50% cuando los adquirentes sean el Ministerio de Educación, la Comisión Nacional de Bibliotecas Populares (Conabip) y otros organismos públicos que realicen compras para ser distribuidas en forma gratuita a instituciones educativas, culturales y científicas, o a personas de escasos recursos (en estos casos, los ejemplares llevarán inscripta la constancia de que su venta está prohibida).

Pero ¿cómo se distribuye el dinero que los lectores pagan en librerías por los ejemplares que compran? Consideremos el caso hipotético de un libro que cuesta mil pesos (aunque el precio promedio de una novedad hoy ronda entre 2000 y 3000). El coeditor de Godot y organizador de la Feria de Editores, Víctor Malumián, señala que de los mil pesos que se paga por un libro, cien son del autor; trescientos, de la editorial; cuatrocientos, de la librería y doscientos van a la distribuidora. “Si es una cadena de librerías, se queda con quinientos pesos –precisa Malumián–. Por ende, a la distribuidora le quedarán cien pesos en vez de doscientos. Algunas veces, con las compras en firme (a diferencia de las consignaciones) pasa lo mismo. Los porcentajes son esos en general”.

Algunas editoriales tienen sus propios canales de distribución y otras crearon distribuidoras, como en el caso de Carbono o Big Sur, que agrupan los catálogos de sellos medianos y pequeños. “Visto desde afuera, parece que los autores se llevan poco con un 10%, pero se debe tener en cuenta que con el 30% que le toca a la editorial se paga el papel, la imprenta, la corrección, la maquetación, la traducción, etcétera. Con su 40%, los libreros pagan el alquiler del local, los sueldos de empleados, servicios y otros gastos”.

En las ferias del libro, entre ellas, la más importante del país, que se inaugura este jueves en Buenos Aires, esos porcentajes varían. “El porcentaje del autor queda igual (la única excepción suelen ser las grandes compras del Estado); con las librerías que venden en la Feria pasa lo mismo; con las editoriales que venden en forma directa, el porcentaje depende de cuánto se invirtió en el stand, los sueldos, el flete y los costos financieros, pero es un poco más rentable y puede llegar al 35% o al 40%”. Hay excepciones, como las ventas a los bibliotecarios de la Conabip o a los libreros durante las jornadas profesionales de la Feria porteña; en ambos casos los libros se venden al 50% de valor comercial.

Si bien el director editorial de Siglo XXI, Carlos Díaz, destaca que los porcentajes establecidos para distribuir el PVP son los mencionados por Malumián, indica que existen algunas variaciones. “Es difícil ver el negocio en la venta de un solo libro –dice a La Nación–. Los libros se hacen de a miles y el negocio se debe ver por la tirada entera. Tal vez se hicieron dos mil ejemplares y se vendieron ochocientos, con lo cual te quedaste con 1200 sin vender. El costo del libro, que siempre depende de la tirada, ronda el 10%; las comisiones por venta y cobranza, los fletes, que son bastante caros, más el cálculo de incobrables (es decir, cuando las librerías no pagan) y la obsolescencia por el deterioro de los libros, otro 10%; prensa y marketing, un 5%. Para la editorial queda entonces un 15% de margen bruto, y con esto tenés que pagar sueldos, impuestos, servicios”. Las ventas de librerías y de editoriales (como Planeta) por Mercado Libre se descuentan del porcentaje asignado a las librerías.

Díaz agrega que cada vez es más difícil llegar a la “cuenta estándar” del 10% para autores, 40% para librerías, 20% para distribuidoras y 30% para editoriales. En algunos de los libros que se publican en Siglo XXI y otros sellos tanto los autores como las editoriales resignan algunos puntos de los porcentajes correspondientes. “De lo contrario, los números no cierran; quedaría un precio tan alto que expulsás a los potenciales compradores; por eso el negocio editorial se complica tanto para las editoriales chicas y medianas: a menor tirada, más alto es el precio, pero si quedan muy altos, la gente no los compra”. Pero en algunas ocasiones, el PVP se fija con cierta arbitrariedad por parte de los editores; de otro modo no se explican los PVP de libros de gran tirada y venta asegurada.

La demora para cobrar los ejemplares vendidos en librerías, el aumento del precio del papel y la elevada inflación amenazan la producción editorial. El editor del sello Caleta Olivia Pablo Gabo Moreno, distribuye en forma personal los libros que publica. “Nos distribuimos solos y el librero y la editorial se quedan con el 50% del PVP. En un libro de mil pesos, cien son para el autor, y si se le suman los costos de reimpresión del libro, a la editorial le queda poco y nada. Si trabajáramos con una distribuidora, directamente iríamos a pérdida”. No solo los pequeños sellos se quejan de los costos de la logística. Desde el Grupo Planeta, que terceriza la distribución, señalan que la logística tiene un gran impacto en el costo de los libros.

Ni siquiera en el caso utópico de que los porcentajes se distribuyeran de modo estándar sería suficiente para recomponer el margen de ganancia de las editoriales”, asegura Cristóbal Thayer, de La Cebra. Para problematizar esta y otras cuestiones, en el stand 1916 –Todo Libro Es Político– los sellos La Cebra, Cactus, El Cuenco de Plata, Hekht, Milena Caserola, Tinta Limón, DocumentA/Escénicas, Tren en Movimiento, Pupek y Traficantes de Sueños participarán de la Feria del Libro con el lema “¿Cuánto vale un río? ¿Cuánto vale un libro?”.

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