T.E. Lawrence con camello |
Guillermo Piro publicó la siguiente columna en su espacio dominical
del diario Perfil, el 20 de abril
pasado. Salam Waleikum, o Salamalekoum, o
Salam Alaikum, o lo que sea.
Lawrence y el árabe
Es sabido que la ortografía de
los nombres propios árabes puede variar considerablemente. Eso se debe a que en
árabe sólo se admiten tres vocales y que algunas consonantes no tienen
equivalente en otros idiomas. Los orientalistas decidieron adaptar una o varias
series de signos convencionales para las letras y signos vocales del alfabeto
árabe, transcribiendo, por ejemplo, Mahoma por Muhammad, muezzun por
mu’edhdhin, o Corán por Qur’an o Kur’an. Ahora bien, este método es útil para
quienes conocen suficiente árabe, pero inservible para los demás, por lo que en
las traducciones sigue siendo recomendable escribir siempre las mejores
aproximaciones fonéticas de acuerdo con la ortografía de la lengua corriente
final.
Un mismo lugar, entonces, puede
escribirse de distintas maneras, y esto no sólo porque los sonidos de muchas
palabras árabes pueden traducirse de distintos modos, sino también porque los
mismos nativos con frecuencia discrepan considerablemente entre sí en lo que
respecta a la pronunciación de cualquier lugar que todavía no se hizo famoso o
aún no quedó fijado por el uso literario (por ejemplo, una localidad próxima a
Akaba se llama Abu Lissan, Abu Lisan, Aba el Lissan o Abu Lissal).
Thomas Edward Lawrence, más
conocido como Lawrence de Arabia, tal vez uno de los mejores escritores
británicos del siglo XX, para demostrar la sandez de los “sistemas científicos”
de transcripción lingüística, a la hora de transcribir nombres propios adoptaba
cualquier ortografía, sin ninguna cohesión y sin el más mínimo intento de
mantener alguna concordancia. Cuando envió a su editor el manuscrito de Los siete pilares de la sabiduría, donde
relata sus desventuras en Arabia durante la Primera Guerra
Mundial, recibió como respuesta una lista de preguntas en las que se le
solicitaba que tuviera a bien anotar las respuestas al margen con el fin de
poder corregir las pruebas (los críticos reprochan con frecuencia las faltas de
ortografía). Una pregunta del editor decía: “Yeddah y Yidda son usados
indistintamente. ¿Es intencionado?”. Lawrence respondió: “¡Claro!”. Otra decía:
“Bir Uaheida, ¿es Bir Uaheidi?”. Respuesta: ¿Por qué no? Era el mismo lugar”.
Otra decía: “Usted dice que Nuri, Emir del Ruwalla, pertenece a la familia
principal de Rualla. En la página 23 habla del caballo de Rualla y en la 38
dice que mató a un Rueli. En todas las menciones siguientes escribe Rualla”.
Lawrence respondió: “Podría haber usado también Ruwala y Ruala”. Otra decía:
“Yedha, el camello hembra, en la página 40 está escrito Yedhah”. Respuesta:
“Era un animal espléndido”. La última pregunta dice: “En la página 53 usted
habla de Meleagro, el poeta inmoral. Lo he corregido por el poeta inmortal,
pero acaso usted ha querido decir inmoral”. A lo que Lawrence responde: “Sé de
la inmoralidad. No puedo decir lo mismo de la inmortalidad. Haga lo que le
parezca; de todas formas, Meleagro no nos perseguirá por difamación”
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