Bernhard hojeando un mal diario |
Publicada
en Cuarto Poder, el 14 de julio de 2012, la siguiente entrevista entre Elvira Huelbes y Miguel Sáenz trata fundamentalmente sobre Thomas Bernhard, pero también sobre varias cosas más, como se
comprobará a continuación.
El amigo alemán y Thomas Bernhard, el duro
Una
excusa perfecta me da alas para entrevistar a Miguel Sáenz –seguramente, el mejor traductor de
literatura alemana- con el objeto de preguntarle sobre Thomas Bernhard: la editorial Cómplices acaba de
publicar en español su traducción de Correspondencia, una
selección de las cartas que el autor de Trastorno intercambió con su editor
alemán, Sigfried Unseld, de quien hace poco declaró
Sáenz que este libro supone una revelación de la personalidad de uno de
los grandes editores de la historia, aparte de tener más paciencia que el santo Job con el muy ególatra de
Bernhard.
“Leí hace mucho su libro El autor y su editor (Taurus,
1985) e incluso llegué a
conocerlo fugazmente en Madrid, pero sólo al traducir ahora sus cartas y los
informes de viajes de alimentaron luego su Chronik (1970-2000) me he dado
cuenta de su verdadera talla”, dice Sáenz, que aporta lo que el propio Bernhard
escribió en una de las cartas, de 1986: “Tarde, pero no demasiado tarde,
reconocerán los alemanes, aun aplicando los más altos criterios, que nunca ha existido un editor más
importante”. Lo que no le impidió mandarle a hacer puñetas cuando el pobre
Unseld, ante las muestras de egolatría persistentes de su autor, le confesó que
tiraba la toalla.
–Yo no sé cómo podía ser tan duro con su editor.
–Unseld
fue su mejor crítico, creyó en él desde el principio. Le apoyó en todo momento
y Bernhard, aunque se resistiera, le hizo casi siempre caso. Por eso es
tristísimo que su último mensaje a Bernhard acabe con las palabras “no
puedo más”. Bernhard le respondió: “Si como dice en su telegrama, no
puede más, bórreme de su editorial y de su memoria”.
–¿Por qué remitió sus cinco libros autobiográficos a otro editor? ¿Le
gustaba castigar al pobre Unseld, quizás?
–Saber
por qué Bernhard hacía lo que hacía es una ciencia esotérica que Unseld nunca
llegó a dominar. En mi opinión, le gustó la idea de que sus libros autobiográficos,
tan salzburgueses, se publicaran en una editorial de Salzburgo, a la que cedió
también otro libro: En las
alturas. Sin embargo, creo
que la verdadera razón fue que disponer de otra editorial potenciaba
inmensamente su capacidad de negociación con la editorial Suhrkamp.
–El caso es que Bernhard se quejaba amargamente de que no le vendían sus
novelas como él habría querido.
–Es
cierto que en una carta de 1968, se queja de que según las liquidaciones de la
editorial, en tres años sólo se han vendido 1.100 ejemplares de Trastorno. Y dice que es un escándalo.
Unseld contraataca enviándole las cifras de ventas, no muy superiores, de los
libros de Samuel Beckett,
autor estrella de la casa. Hay una frase en la obra teatral La fuerza de la costumbreque
aparece un par de veces en la correspondencia: “Hasta los genios tienen manías
de grandeza cuando se trata de dinero”.
–Muy expresiva la frase.
–Los
libros de Bernhard no han sido nunca best
sellers en ninguna parte. Y
en Austria, menos. Me atrevería a decir que se le lee mucho más en la Argentina –donde su
influencia en algunos escritores es clara y reconocida– que en Austria.
También en México, Chile y Cuba. En cuanto a España, yo solía decir, sin mucha
base científica, que tenía 2.000 lectores fieles. Creo que exageraba, porque en
las liquidaciones anuales no pasan de 150 los ejemplares vendidos entre sus
tres editoriales. A veces, se venden cuatro o cinco. Su teatro es otra
historia diferente. La próspera “industria Bernhard” que hoy existe se
basa fundamentalmente en sus obras teatrales.
–El teatro es pasión también de otro compatriota, Peter Handke.
–Bernhard
tuvo siempre verdadera pasión por el teatro, sobre todo por los buenos actores.
Pero también una buena razón para dedicarse a él: el dinero. Pero su teatro
está más próximo al de Beckett o Genet que al de Handke.
Miguel
Sáenz me explica cómo han resuelto el problema de cumplir la voluntad de
Bernhard quien dejó muy clara la prohibición de que se publicara inédito alguno
suyo tras su muerte. La cosa es que la editorial considera que lo que el autor
austriaco preparó con intención de publicar se escapa a esa prohibición. Y
estas cartas con su editor están en ese grupo. Con el carácter que demostró el
escritor en más de una ocasión, hosco, huidizo con los periodistas, bronco con
los que le querían, mejor no arriesgarse a que salte de su tumba pidiendo
explicaciones, si me perdonan la salida de tono.
Hay
en los autores austriacos un fondo común de sentimientos encontrados hacia su
país como seguramente no exista en otros nacionales. Tanto Bernhard como
Handke, como la Nobel Elfriede Jelinek se amargan la existencia con el odio a
Austria que se convierte en amor cuando vuelven la mirada a sus raíces, a sus
mundos infantiles, esa patria verdadera de la que habla Rainer María Rilke,
otro ilustre hijo del Imperio Austrohúngaro. Algo de esas contradicciones las
cuenta bien el periodista Riedl Joachim en un libro, Viena infame y genial, que en
España se publicó gracias al gran editor Mario Muchnik, en
1995.
–¿Qué tendrá Austria que causa esos sentimientos encontrados?
–Todo
escritor austriaco que se estime mantiene una relación de amor-odio a su país.
A los citados habría que agregar a Ingeborg Bachmann y otros no tan conocidos como Hans Lebert o Franz Innerhofer,
además de a todos los judíos, cuya representante más destacada quizá sea
hoy Ruth
Klüger.
–Alguna sustancia emocionalmente tóxica debe de haber…
–Cuando
hablamos de Austria pensamos en Viena, que no tiene nada que ver. Si quieres
saber lo que es una infancia en la
Austria profunda, lee sin falta Cuando llegue el momento de Josef Winkler,
publicado por Galaxia Gutenberg en 2004. Winkler, fantástico escritor (premio
Büchner en 2008) sigue hoy todavía completamente traumatizado a causa de su
infancia en Kamering, un pueblo diminuto de Carintia donde casi todos se llaman
Winkler. Si en España no ha tenido el éxito que se merece creo que es porque en
sus libros hay demasiados muertos. En las obras de Bernhard la gente se suicida
como si tal cosa; en los de Winkler, los personajes –generalmente hermanos y
homosexuales– se suicidan por parejas, utilizando un mismo ronzal para ahorrar
cuerda.
–Qué triste. ¿Qué impresión te causó cuando lo conociste?
–Nunca
conocí a Bernhard. En diciembre de 1988, después del estreno de Heldenplatz, cuando él
estaba muy enfermo y harto de Austria y los austriacos se puso en
contacto conmigo por teléfono. Concertamos una cita en Torremolinos, donde él
pensaba pasar las Navidades, para el 10 de enero de 1989. Antes de esa fecha
recibí un mensaje de la editorial en el que me decía que, por su mal estado de
salud, Bernhard había tenido que ser trasladado, por su hermano Peter Fabjan,
médico, a su casa de Gmunden. Bernhard murió allí el 12 de febrero de 1989 y
nuestra cita jamás tuvo lugar.
–De hecho, escribiste una biografía suya que publicó Siruela, en 1996. Una inmersión en la vida dolorosa del escritor, imagino.
–Escribí
su biografía porque Jacobo Fitz-James Stewart [anterior editor de Siruela],
antes de que escribiera una línea, me dijo que me la publicaría. Thomas
Bernhard fue un hombre básicamente enfermo toda la vida, pero la verdad es que,
desde muy joven, tuvo mucha suerte. No son tantos los escritores que pueden
alojarse en el Timeo, de Taormina; el Seteais, de Sintra o el Ritz, de Madrid.
–Es un escritor difícil de traducir?
–No
es difícil de traducir. Sólo hay que confiar en el lector, que no es tonto y se
da cuenta de que su estilo es muy especial. Por eso ha sido relativamente un
fracaso en los países anglosajones, donde han querido normalizar su prosa, y un éxito en Francia, y
sobre todo Italia, donde los traductores han sido mucho más respetuosos.
Como
Miguel Sáenz no lo va a mencionar, lo diré yo. En España, el austriaco tuvo
mucha suerte con su traductor, aunque quizá él nunca llegara a saberlo del
todo. Hay traductores que, en efecto, han hecho más grandes a los autores en
según qué países, como le ocurrió a Ismail Kadaré,
con Ramón Sánchez
Lizarralde, en España, y Jusef Brioni, en Francia, ambos
ahora desaparecidos.
–¿Por qué hay que leer a Bernhard y por dónde empezar?
–Porque
es un gran escritor y, con Kafka,
lo mejor que ha producido el siglo XX. El peligro no es su supuesta dificultad
sino convertirse en adicto. Los cinco libros “autobiográficos” me parecen un buen
comienzo. Y luego, quizá, Trastorno.
A partir de ahí, uno se convierte en bernhardiano sin haberse dado cuenta.
Pues si el mejor traductor de literatura alemana(Miguel Sàenz) es el mejor traductor de literatura alemana, el mejor traductor de literatura alemana y tambièn el traductor de cabecera de Thomas Bernhard, no comprendo como realizò una traducciòn tan descuidada de uno de los textos insignia de la literatura bernhardiana, hablo de "Holzfällen. Eine Erregung." que el traductor de cabecera, en definitiva el mejor traductor de la literatura alemana, despacha con un simplòn "Tala", constriñendo con ello un universo de significaciòn e intenciòn y tambièn un universo de repeticiòn que explosiona verdaderamente en el tìtulo original, que con la misma estòlida actuaciòn se despacha la consiguiente traducciòn del texto tras el tìtulo.
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