En
el marco del programa de actividades para profesionales de la Feria Internacional
del Libro de Guadalajara, el pasado 1 de diciembre tuvo lugar una mesa redonda
cuyo tema fue “Edición independiente en México y en Argentina: presente y
futuro”. Los participantes fueron los mexicanos Eduardo Rabasa (por editorial
Sexto Piso) y Guillermo Quijas (por Almadía) y los argentinos Maxi Papandrea
(por la editorial La Bestia Equilátera ),
Juan Ezequiel Álvarez (por Caja Negra) y Leonora Djament (por Eterna Cadencia).
La mesa transcurrió por los carriles habituales hasta la intervención de la última
ponente, quien, con inusual contundencia y una claridad que acaso no tuvieron
sus compañeros, definió a la perfección la situación del sector y las tareas
pendientes, ganándose el mayor aplauso y la aprobación de un público altamente calificado.
Redes
¿Cómo
hacer para leer a un autor ecuatoriano en la Argentina o un autor
uruguayo en Guatemala? En las últimas décadas, al menos hasta hace unos pocos
años, se había vuelto prácticamente imposible leernos entre americanos; salvo,
claro está, que se trate de un escritor latinoamericano que haya sido elegido
previamente por una editorial grande española y, así, pueda hacer este
absurdamente largo (¿o largamente absurdo?) recorrido: salir de Venezuela, por
ejemplo, habiendo sido publicado en España, para volver a América con el aval
editorial peninsular. No solo se trata de un recorrido absurdo y largo, decía,
sino costoso, colonial y poco atractivo.
Efectivamente,
España sigue funcionando real y simbólicamente como centro de legitimación
literaria. Pareciera que sigue siendo necesario que un suplemento literario o
una editorial española consagren a un escritor americano para que éste sea
leído en su país natal y alrededores. Miramos con más detenimiento, a veces,
qué latinoamericanos descubre Anagrama o Mondadori y prestamos menos atención a
lo que publican las editoriales presentes en esta mesa o los atractivos libros
de Alquimia, Cuneta o Animal de invierno.
Y lo
curioso es que esta circulación dificultosa de los libros por América Latina es
algo que les sucede tanto a las editoriales grandes como a las pequeñas, por
diferentes motivos. Falta de interés, falta de estructura o falta de financiamiento
son los obstáculos internos que tienen las editoriales para mover sus libros.
Esa es una parte del problema.
Por
otro lado, todos los que estamos sentados sabemos que los problemas regionales que
dificultan la circulación de libros en papel en América Latina son muchos y
siguen siendo los mismos: los costos de trasportes son muy altos, los correos
suelen ser poco eficientes, hay países que todavía cargan con IVA al libro, hay
múltiples aranceles diversos que vuelven todavía más caro al libro, las compras
son más o menos pequeñas porque las ventas no son altas, el universo de los
lectores no crece en la escala que quisiéramos, las dificultades para cobrar en
tiempo y forma son de muy variada índole, entre otros problemas. A esta
enumeración habría que agregar que no tenemos muchas librerías en América
Latina o las tenemos concentradas en las principales ciudades, con falta de
sistemas de gestión adecuados.
Ahora
bien, no todo el panorama es tan previsible, afortunadamente. Las editoriales
pequeñas y medianas latinoamericanas, entre las que sumo la experiencia de
Eterna Cadencia Editora desde el año 2008, han adoptado como desafío propio la construcción
de alternativas. Desde hace algunos años son las editoriales llamadas independientes
las que han comenzado a recuperar las viejas rutas que unían a los países
americanos entre sí. Y esto a partir de un trabajo en múltiples sentidos, pero
que básicamente es creativo y de generación de vínculos.
Creo
que gracias a la enseñanza forzada que implicó primero internet y luego las
redes virtuales, hemos aprendido, emulado y practicado algo de la experiencia cibernética.
¿Qué aprendimos? El trabajo en redes, en múltiples direcciones.
Entendimos
que no alcanza con tener un distribuidor o un librero que de tanto en tanto nos
compre. Entendimos que es necesario crear y fomentar alianzas que vuelvan cada vez
más sólidos los lazos entre editoriales y distribuidores, y donde los roles
sean flexibles y reversibles. Estoy hablando de distribuciones cruzadas en
algunos casos (yo te distribuyo y vos me distribuís), de coediciones, de
intercambio de ediciones o impresiones (yo edito un libro tuyo y vos uno mío),
traducciones compartidas, trueque de libros.
Esta
es parte de la experiencia que llevamos adelante en Eterna Cadencia con editoriales
y librerías latinoamericanas y también con editoriales argentinas con las que nos
asociamos para trabajar colectivamente en ferias. Es un trabajo de alianzas,
donde es necesario, en primer lugar, y antes que nada la afinidad: un mismo
modo de concebir el libro, la industria, el catálogo.
Ahora
bien, por todo este trabajo de alianzas, de redes, creo que tenemos que empezar
a repensar el concepto de identidad de una editorial. Ya no sirve pensar en términos
esencialistas aquello que distingue a una editorial sino que hay que empezar a pensar
en un concepto relacional: una editorial es lo que es, pero también es lo que
es en relación con, o en alianza con, en comunidad con. Y en todo caso, el
asunto pasa por pensar cómo se puede construir un catálogo propio, único y,
simultáneamente, en asociación con aquel que me distribuye, aquel que me
imprime en otro país, aquel que publica algunos de mis autores en otra región.
Cómo trabajar con, sin desdibujarse sino resaltándonos mutuamente, para seguir
existiendo.
A la
par de las asociaciones puntuales, me parece que hay que seguir apuntalando el
papel de las librerías hoy. Tanto las cadenas como las librerías independientes
–cada una con sus características- son todavía los lugares por excelencia donde
nuestros libros están disponibles. Las librerías, en ese sentido, deben ser
pensadas como un modo de organizar un mercado y no simplemente como un lugar de
expendio de libros. Cómo queremos organizar este mercado es una de las
preguntas que tenemos que seguir haciéndonos, para no estar todo el tiempo
corriendo detrás de... (detrás de lo que dicta el mercado, lo que dictan las
nuevas tecnologías, las reglas que imponen los grandes grupos y conglomerados
empresariales).
Del
mismo modo, las ferias del libro (tanto las pequeñas, locales, como las regionales
o internacionales) tienen un rol importantísimo y no aprovechado todavía en su
totalidad. Las ferias son uno de los lugares privilegiados donde pueden
comenzar estas alianzas que mencionaba, estos intercambios, descubrimientos de
catálogos; donde se pueden apuntalar las relaciones
editores-libreros-distribuidores. Y son un lugar donde se puede seguir
trabajando en la creación y profundización de lazos entre editores, libreros y
periodistas culturales. Y los periodistas son clave en este entramado del que estoy
hablando. Son quienes pueden hacer saber qué hay del otro lado de las fronteras
y avivar el interés por otros textos. Este asunto debería ser parte de las
agendas de los suplementos culturales, de diarios y revistas, así como también
la interrogación sobre los modos de legitimación vigentes.
En
definitiva, tenemos que seguir apropiándonos de las antiguas rutas latinoamericanas,
pero sin voluntarismos. Hay que seguir trabajando en el “tendido” de redes
afines entre editores, libreros y críticos latinoamericanos, que sean capaces
de sostener y potenciar el trabajo de los escritores y editoriales locales. Y,
por supuesto, esto debería ser también “una cuestión de estado”: literalmente,
debería incumbirles a cada uno de nuestros países estos temas y cada uno de
nuestros estados debería ser capaz de generar políticas productivas y de largo
plazo.
Por
el momento, seguimos trabajando en el tendido de redes entre países y en múltiples
maneras diversas, creativas, novedosas de que nuestros libros lleguen a los lectores
hispanoparlantes.
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