El 2
de enero de este año, el escritor Carlos
María Domínguez publicó el siguiente comentario sobre La marca del editor,
libro de Roberto Calasso publicado
el año pasado por Anagrama y recién distribuido en el Río de la Plata. Fue en El Cultural, suplemento
del diario uruguayo El País.
Escenario incierto
En este escenario llega el libro de Roberto Calasso, La
marca del editor, título que adelanta la relevancia, también la
defensa, de un rol que amenaza desaparecer. Calasso nació en Florencia en 1941,
en una culta y adinerada familia de la Toscana , es autor de una novela y una docena de
ensayos literarios sobre la cultura europea y oriental (Las bodas de Cadmo y Armonía,
libro que dibuja una visión polifónica de la mitología griega, es su obra más
popular), y fue uno de los fundadores de la prestigiosa editorial Adelphi en
1962, sello que preside desde 1999. Su nuevo libro reúne conferencias y
artículos sobre la historia de Adelphi y su aporte fundamental a la cultura
europea, retratos de destacados editores como Giulio Einaudi, Luciano Foà,
Peter Suhrkamp, Roger Straus, y varios polémicos ensayos sobre los cambios en
la industria del libro. Es un caballero de la edición, en el sentido más llano
en que la expresión puede ser trasladada de las antiguas cortes al prestigio
letrado, y en gran parte responsable de la difusión de los escritores de la Mitteleuropa —Italia
es el único país, afirma, donde el austríaco Joseph Roth no es confundido con
Philip Roth—, de la obra de Joseph Brodsky, Wittgenstein, Simenon, Canetti,
muchos tratados esotéricos orientales, Borges y un número selectivo de
escritores contemporáneos.
Formando públicos
Su visión es la de un editor orgulloso de sus colecciones, a las
que adjudica el valor de una obra no menos articulada y ambiciosa que la de un
autor, en sintonía o paralelo con las de otros colegas que difundieron la
literatura durante el siglo XX. Hombres que fundaron una vocación a caballo del
placer de la lectura y los negocios, sin la ambición de hacerse ricos ni de
fracasar, pese a los riesgos que siempre corre la publicación de un título. En
estas páginas Calasso enfatiza el valor del editor que selecciona los libros
que importan y los difunde en una colección destinada a ganar la complicidad de
sus lectores sobre un elemento básico: no desilusionarlos. El modelo implica
una clara identificación del sello, la atención sobre las tapas, que para Calasso
deben trasladar el espíritu del texto a una imagen armónica con el resto de la
colección, y la conquista del interés de un lector que se guía por la garantía
de la editorial aunque no conozca al autor. Así funcionaron las editoriales más
importantes en la formación del público, sobre su capacidad de hacer leer
determinados libros y autores. Este es el esquema que comienza a abandonarse y
Calasso cree que sobrevivirá, pese a los predicadores del nuevo día. Pero
reconoce que la decisión de continuar enfrenta no pocas dificultades.
Su discusión con un artículo de Kevin Kelly publicado en el New York Times Magazine es
especialmente fértil. En diciembre de 2004 Google anunció que había escaneado
los libros de cinco grandes bibliotecas públicas en su camino a construir "la biblioteca universal". Afirma Kelly en su
artículo que desde las tablillas sumerias a estos días, la humanidad habría
publicado no menos de treinta y dos millones de libros. Como la migración de la
letra a los bits digitales
se ha topado con demoras prácticas, inventaron en Suiza un robot que escanea
las páginas mientras las pasa, a un ritmo de mil páginas por hora. La utopía de
reunir los libros de la humanidad está en marcha bajo la misma lógica vincular
de los tag y los link que
proliferan en la web. Actualmente hay alrededor de cien mil millones de páginas
en la red, y como cada página contiene una promedio de diez links existen
un trillón de conexiones. A ellas se integran los libros "que dejarán de ser una isla". Esta cruzada
contra la soledad del libro es uno de los focos de discordia para Calasso, dado
que en nombre de una pretendida democratización la operación no rechaza
títulos, pero tampoco jerarquiza —ni por criterios de calidad, ni por
colecciones, ni por portadas, editoriales o autores—, y desdibuja toda la
finalidad editorial.
El supuesto nuevo
rey
En el medio
de la disputa se encuentra Amazon y su guerra de precios y ganancias con la
editorial Hachette en Estados Unidos. Amazon ya controla el 90% del mercado del
libro electrónico, pero se ha extendido con rapidez en los países que no tienen
un precio único de venta para el libro, y con su política de rebajas y entregas
a domicilio, luego de hacer desaparecer a las librerías independientes,
acorrala a las grandes cadenas libreras y a las editoriales. Del otro lado de
la red, los cambios también han sido notorios. A partir de los años ochenta
ingresaron a la industria fondos de inversión y los grandes grupos de
comunicación incorporaron el libro a su área de ocio y entretenimiento,
exigiéndole una rentabilidad similar a la de otros productos. La primera
consecuencia es que en pocos años importantes editoriales dilapidaron el
prestigio conquistado y sustituyeron a los editores por gerentes de marketing.
Señala Calasso que inevitablemente fracasan unos tras otros, porque el sector
nunca recogió los márgenes de ganancia que se le exigen. La proliferación de
títulos acompaña la crisis del sector: se venden cada vez menos ejemplares de
cada libro, de modo que la abundancia de la oferta ha superado la demanda y las
grandes editoriales solo pueden crecer mediante la compra de otros sellos para
vender más productos con la misma estructura económica y financiera. La
compensación más buscada es el best seller que rompa la medianía
de las ventas, como lo fue la saga de Harry Potter o de Cincuenta sombras de Grey,
pero hasta ahora no han encontrado el modo de garantizar el éxito de venta
entre los lectores, menos previsibles que el público de otras áreas del
entretenimiento.
Un paso más oscuro y revelador es el de las plataformas de venta
en internet, que han comenzado a vender sus sitios, ya dotados con información
sobre decenas de miles de lectores que eligen y comentan sus libros. El
supuesto nuevo rey es el lector, al que la industria abastece de todas las
materias de su interés, desde un tratado de filosofía hasta cómo alegrar a un
gato. Pero su reinado coincide con el de los best seller, y su corte de aspirantes a best seller, lo que supone el definitivo abandono de la
formación cultural del público, del fatigoso y aventurero trabajo de varias
generaciones de editores. Luego de la pérdida de la hegemonía de la literatura
en el mercado del libro, la era de los prestigios editoriales parece llegar a
su fin.
Pero en algunos países han nacido pequeñas editoriales
independientes que dan circulación a la literatura aprovechando nichos
reducidos, más o menos sustentables. A estos problemas Calasso responde con un
libro que transita por el testimonio de un erudito y su experiencia como
editor. Se suma, así, a la discusión sobre la transición del libro hacia un
nuevo escenario que, por ahora, es incierto.
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