jueves, 5 de mayo de 2016

Tres traductores que conversan (II)

Segnda parte de la conversación entre Julio Trujillo, Jaime Moreno Villarreal y Fabio Morábito, publicada en el dossier de febrero de la revista Letras Libres, dedicado a la traducción.


viene de ayer



Reescribir en otro idioma (II)

jt: ¿Han leído versiones de su propia obra en otro idioma?

fm: Desgraciadamente no puedo apreciar una traducción de mis textos al inglés o al francés porque mi conocimiento de esas lenguas es bastante rudimentario. Pero sí lo puedo apreciar en italiano. Una vez se me ocurrió por juego traducir un texto mío que se llama Caja de herramientas al italiano. Lo traduje y se lo mostré a una traductora, quien me dijo: “Está muy bien. Todo es correcto. Ahora, si quieres, yo te lo traduzco.” Pasó entonces algo muy curioso. Su traducción era mejor porque era más libre que la mía. A pesar de ser el autor, no me atreví a tomarme ciertas libertades necesarias. Esas pequeñas traiciones que ella, como una traductora muy sensible y experimentada, había cometido, le daban otra respiración al texto. La libertad que había tenido como autor desapareció por completo en mi función de traductor. Son dos cosas distintas. Existe una sensación de extrañamiento, un poco metafísica. “¿Yo he escrito eso? No me reconozco en ninguna palabra.”
¿Qué significa ser traducido? Luego de una especie de rechazo inicial (“ese no soy yo”), de lo que se trata es de aceptar que hubo una metamorfosis que además depende de otra persona. Por eso entiendo la reacción de Mark Strand, que debe ser probablemente la de la mayoría de los escritores, cuando se da cuenta de que el traductor es confiable. Dice: “Haz de este texto lo que puedas hacer.” Frente a un texto propio una vez que se ha publicado, soy otro lector.

jt: ¿El autor está demasiado involucrado como para poder traducirse o tú mismo acotas tus propias libertades?

jmv: No he tenido la experiencia de traducirme, pero sí he tenido la experiencia del extrañamiento, por ejemplo, al sentir que el traductor es más elegante que yo al escribir, lo que me hace preguntarme: “¿Soy elegante? ¿Por qué buscó el traductor este estilo elegante?” No me había dado cuenta de que podría ser esa la impresión que daba. Me he topado también con traductores que no son muy duchos en la lengua española, a los cuales hay que hacerles acotaciones. En esas acotaciones me doy cuenta de que en mi forma de escribir hay muchos localismos, que no estoy escribiendo para el mundo. Esa idea común de que cuando uno escribe un libro este ya tiene vida propia, yo la aplicaría a la traducción. Una traducción debe tener vida propia.

fm: Cuando te pregunta un traductor: “En esta línea, ¿qué quiso decir?”, uno descubre cosas que originalmente no quería decir. Uno se alarma porque dice: “Debería ser más riguroso con lo que escribo. Debería saber perfectamente qué es lo que quise decir con esa frase.” Un traductor que es también un lector acucioso dice: “Esto podría interpretarse de este modo.” Al principio uno responde: “No, no entendiste”, para luego darse cuenta de que esas otras interpretaciones son muy plausibles, que uno ha echado a andar un barco al agua y este se tambalea y cruje. Es ahí donde comienza realmente la vida del libro, gracias a un traductor que nos hace ver cómo su lectura es tan distinta a la nuestra a pesar de que él quiere ser lo más fiel posible.

jt: El traductor es el primer disparador de las interpretaciones. Si yo enseñara traducción, cosa que nunca he hecho, la teoría no sería parte de la cátedra, sin dejar de lado que hay muy buena bibliografía sobre la traducción.

fm: Conozco poco esa bibliografía. Hay un libro muy bueno de Umberto Eco que se llama Decir casi lo mismo, las reflexiones de un traductor. Habla de la cocina del traductor y de todos los problemas que él ha ido encontrando. Luego los clasifica: problemas de sentido, problemas que dependen de cuestiones culturales o de género lingüístico. Es un espléndido manual para un traductor, porque son los problemas a los que se enfrenta al momento de traducir. No niego que existan libros sobre teoría de la traducción muy estimulantes, pero dudo de que lo sean al grado de que puedan mejorar a alguien como traductor.

jmv: Recuerdo sobre todo el libro de George Steiner que tradujo Adolfo Castañón, Después de Babel. He leído otras cosas en francés, pero tampoco es un tema que me interese particularmente. Quizás hay una especie de temor. No pertenezco a ninguna asociación de traductores, no me considero un traductor profesional, no me gustaría meterme en ese mundo, ni en el territorio académico de la traducción. Digo temor porque mal que bien tengo cierta libertad que quizá metiéndome más en una especie de gremio haría que me diera cuenta de que hago muchas barbaridades. Concibo la traducción como una cuestión muy hedonista.

fm: Claro. Habría que hacer una división entre los traductores profesionales, los que viven de la traducción, y los traductores ocasionales, que suelen ser muchos. Creo que si algo caracteriza a nuestra generación es que prácticamente todos hemos traducido. Para muestra está la antología de traducciones que publicó Tedi López Mills:Traslaciones. Poetas traductores 1939-1959. Somos traductores ocasionales, no profesionales. No sé si hay una diferencia, sospecho que sí. Un traductor profesional, como traduce lo que le piden, seguramente homogeneiza un poco todos los estilos. Eso es distinto a quien dice: “Quiero traducir a Henry James porque lo tengo en la cabeza desde hace veinte años y yo sé qué quiere decir Henry James.” Esto último no es garantía de nada, pero al menos va a ser una traducción diferente a la que haría un traductor profesional.

jt: Al principio hablábamos de De Chirico, que escribió en francés y luego se tradujo al italiano. Pienso en muchos otros, como Nabokov, cuya lengua materna es el ruso pero escribe Lolita en inglés. Tu caso en particular, Fabio, es el de quien escribe en una lengua que no es la materna. ¿Hay un proceso implícito de traducción, o es algo que se da de manera completamente natural?

fm: La lengua materna de algún modo siempre está presente. No puedo estar seguro de que cuando escribo una frase en español la lengua materna no esté haciendo ruido por abajo. A veces cometo errores, escribo italianismos, sobre todo en las preposiciones. Pero a lo mejor la invasión del idioma materno es más fuerte, psíquica, y determina mis elecciones no solamente de palabras sino quizás temáticas. Solo se puede escribir dentro de un intenso monolingüismo. Puedes tener conciencia de una multiplicidad de lenguas, pero tienes que calzarte totalmente en un solo idioma para escuchar con más atención todas las resonancias que produce lo que escribes. En mi caso no podría garantizar que el italiano como lengua materna no esté erosionando y determinando elecciones, “estorbando”...

jt: Steiner dice que escribe con demonios en francés, en inglés y en alemán participando en el momento de la escritura: ¡qué clase de experiencia poética será esa! Se educó en las tres lenguas y la influencia sobre su escritura debe ser muy interesante.

jmv: Steiner es un ejemplo muy peculiar de plurilingüismo. Yo estudié en una escuela bilingüe en inglés, y no puedo decir que sea bilingüe. Me hago entender, pero no tengo la competencia de un hablante nativo del inglés, lo mismo me sucede con el francés, a pesar de que lo estudié mucho tiempo. En México tenemos también ejemplos de plurilingüismo, como Juan Almela y Ernesto de la Peña. Son personas que se animaban a traducir de lenguas muy diversas y lejanas con la ayuda de la gramática y los diccionarios.

fm: Jaime, ¿qué tanto te influyeron otras traducciones de Mallarmé?

jmv: Leí muchas otras traducciones, sobre todo de "Un tiro de dados jamás abolirá el azar". De "Variaciones sobre un tema" había muy pocas que revisar. Es un libro que tuvo una vida muy peculiar porque Mallarmé nunca lo llegó a concebir como un libro terminado, sino que era un proyecto que iba reelaborando. Algunos de los pasajes que escribió para ese libro no quedaron en la obra completa porque él los desechó antes y, sin embargo, fueron traducidos al español.

fm: En el caso de Un tiro de dados, ¿no te molestaban las traducciones previas?

jmv: No, fueron de gran utilidad. Sobre todo para ver por dónde no debía seguir. Pude ver las enormes equivocaciones que había en otras traducciones pero también los grandes aciertos. Del prólogo a Un tiro de dados, una parte importante del poema porque lo explica, encontré una excelente traducción, pero que tenía dos o tres errores garrafales. Intenté entonces la mía superando esos errorcitos. Esto de dar un paso más en relación a las versiones previas queda muy claro en mi versión del título. El poema se solía traducir como "Un golpe de dados" o "Una tirada de dados", hay tres o cuatro títulos distintos. Pero para mí no lograban alcanzar la fuerza sonora del francés:Un coup de dés. “Coup” es “golpe”, pero también tiene el sentido de “tirada”. Decidí ponerle "Un tiro de dados", que no es muy preciso, pero que me daba esa idea de golpe...

fm: En cambio yo disfrutaba enormemente encontrarme de pronto con las metidas de pata de los traductores de Montale. Y me daba bronca cuando daba con un hallazgo que sabía que era insuperable. Me enfrenté a una disyuntiva: “Plagiarlo o resignarme a mi versión. Si lo plagio, es demasiado bueno como para que crean que a dos traductores se les ocurrió lo mismo. Tendré que resignarme a mi versión, que es inferior, para evitar el plagio.” Afortunadamente abundaban torpezas y errores. Llega un momento en el que también tienes que plantearte, si encuentras que algo está muy bien traducido, ¿para qué volverlo a hacer? Si un poema ya está muy bien traducido y tú no puedes aportar algo mejor, vale la pena simplemente decir: “Aquí puse una coma que a nadie se le había ocurrido ponerla, o un adjetivo.” Hay que enfrentar el hecho de que hay una cierta perfección que puede asentarse en tu época, y que es un poco vano tratar de superarla.

jt: Hay autores que se dejan traducir con relativa facilidad, como Cavafis o Pessoa. Parece que es muy difícil “traicionarlos”, ya que siempre suenan a Pessoa, siempre suenan a Cavafis, a pesar del nivel del traductor. Hay traductores que imponen su peso lingüístico al autor traducido. Recuerdo una traducción de Borges de Virginia Woolf en donde ella suena totalmente a Borges. ¿Esto es malo o bueno? Montale debe sonar a Montale, no a Morábito, y Mallarmé no debe sonar a Jaime Moreno Villarreal, sino a algo que parezca Mallarmé. ¿Qué tanto se debe imponer una subjetividad frente a su autor? ¿O más bien el traductor debe reducirse y anularse totalmente frente al autor?

jmv: Es imposible anularse. Está por un lado la inventiva del traductor; por el otro, el afán de hacer comprensible el texto. Hay textos que son fácilmente comprensibles y otros no. Uno se entiende primero con el autor, ya sea desde el texto o a través de la correspondencia, de modo directo. En este proceso se puede llegar a perder afecto por ciertas características del autor. Cuando uno se da cuenta de que el texto en su lengua original tiene defectos, uno puede añadir y tratar de componer, hacer una pequeña talacha. Sin percatarse de que en ese momento ya está desviando hacia la claridad algo que originalmente no era claro. Uno se impone como autor a otro autor para darle cierta cohesión o claridad que, se supone, no tiene el texto. Todo lo demás sería un abuso.

fm: Solemos pensar que el traductor, en la medida en que también es un autor, va a dejar su huella estilística en el texto. En efecto, es imposible que eso no ocurra. Aunque prefiero pensar que, en el momento en que traducimos, dejamos de ser el autor que somos. Como traductores debemos abrirnos a una serie de tradiciones, de retóricas de otros autores que rodean a nuestro autor o que nos rodean a nosotros. La traducción es un gran acto de escucha, de amplificación. Finalmente nos permite también salirnos de nosotros mismos para dejar de ser ese autor que en todo lo que escribe en primera persona deja definitivamente una huella estilística muy reconocible. Creo que hay una metamorfosis real. Nos transformamos en una especie de larva, de vehículo de cosas más líquidas, más plásticas, que nos impide que impongamos nuestra huella estilística de una manera definitiva. Por eso es cierto que quizás en traducciones de Borges encontremos la presencia de Borges, pero quizás en menor medida de lo que suponemos. Lo decimos porque estamos frente a un traductor tan memorable que hace decir: “Esto suena a Borges.” La traducción es ante todo una apertura.

jt: Jaime ha señalado que el primer trabajo del traductor es el de lector. Pero hay textos que son ambiguos. El traductor tiene entonces que elegir entre las varias posibilidades de un texto, vedando la posibilidad de las tres o cuatro opciones existentes. ¿Cómo elegir? ¿Cómo saber que no estás dejando fuera un conjunto polisémico?

jmv: Ser traductor te hace un poco filólogo. Te encuentras con un texto que es ambiguo, o más que ambiguo, polisémico, como dices, y tienes que ir hilando, quizá no únicamente por un solo sentido, sino hilando varios, y eso tienes que expresarlo de manera económica. No lo vas a analizar, sino que lo vas a sugerir, vas a descubrir esos caminos. A veces ocurre que no eres consciente de la ambigüedad, entonces eliges la versión más cercana a la literalidad. Es muy gratificante traducir de lenguas romances, porque compartimos muchos lazos y a veces la otra lengua nos propone elementos que no vamos a encontrar inmediatamente pero que encontramos en un tercer nivel.

fm: De acuerdo. Acabas de señalar algo muy delicado de la traducción. Toda traducción empobrece el original. Porque, efectivamente, hay que elegir, siempre hay que elegir. En muchas exégesis que consulté para mi traducción de Montale me di cuenta de que el traductor académico dejaba un verso abierto. Pero como traductor no podía quedarme con esa definición, tenía que dar una solución textual, porque soy productor de un texto. Muchas veces tuve que escoger un camino que sabía que empobrecía. Creo que tenemos que aceptar eso.

jt: ¿Qué torpezas van a encontrar los lectores futuros de sus versiones de Mallarmé y Montale? ¿Han seguido revisando y encontrando fallas?

jmv: Sometí a revisión la primera versión de Un tiro de dados y publiqué una segunda bastante diferente. Me gustan muchas de las soluciones nuevas que propongo, pero mi primera versión me parece muy acabada y bien hecha. En Ditoria hicieron un libro muy hermoso.

fm: Cuando acababa de entrar a imprenta la traducción de Montale descubrí un error terrible: en un verso había escrito todo lo contrario de lo que decía Montale. Entonces le escribí inmediatamente a Nicanor Vélez, el editor, que me dijo: “No te preocupes, eso quiere decir que es una buena traducción. Tuviste que tener esa.”
Es deseable, y seguramente va a ocurrir, que otros traductores mexicanos se animen con Un tiro de dados, como va a haber otras traducciones al español de la poesía de Montale. Lo que seguramente va a cambiar, más que corregir o mejorar tal poema o tal verso, es distinto: otra mirada y, sobre todo, otro ritmo. Es el caso de la traducción que hice del Aminta de Torcuato Tasso. Juan de Jáuregui, su primer traductor y único hasta que llegué a molestar, hizo una traducción maravillosa, pero obviamente fechada. Es un poema que ya pedía a gritos, después de cuatro o cinco siglos, una nueva lectura. ¿Qué cambió? La estilística, la visión, el ritmo, el tiempo de los nuevos traductores. Probablemente dentro de diez o quince años nuestras traducciones hayan envejecido y alguien diga entonces: “Están bien, están correctas, pero falta otra respiración.”

jt: Será mucho antes que después, porque la lengua se está transformando a una velocidad de vértigo.

fm: La traducción es un ejercicio perpetuo, no autoritario ni definitivo.


1 comentario:

  1. Muchas gracias por compartir esta entrevista, tan cercana a nuestras experiencias y vivencias. Comparto casi en un todo los conceptos vertidos, excepto dos:
    1. Si un traductor profesional hace honor a su adjetivo, no tiene por qué homogeneizar a los distintos autores.
    2. "Toda traducción empobrece el original"... bueno, hasta en los mejores partidos algunos centros caen en la tribuna.

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