El 19 de noviembre pasado, Guillermo Piro publicó en
el diario Perfil la siguiente columna
a propósito de la concordancia de sustantivos y adjetivos, que hará las
delicias de todos y todas, o de todas y todos, lo que no es lo mismo, pero es igual.
Manteles y sillas blancas
Desde hace semanas se está discutiendo en Francia
sobre la “escritura inclusiva” y una regla gramatical que muchas personas
proponen superar y otras defienden. La regla, válida también en español, está
resumida en la frase le masculin
l’emporte sur le féminin, es decir, “el masculino prevalece sobre el
femenino”. En nuestra lengua, la gramática también prevé que cuando en una
frase un adjetivo se aplica a dos o más sustantivos se deben seguir dos reglas:
si los sustantivos son todos masculinos o todos femeninos, el adjetivo mantiene
el mismo género y se declina al plural, y si los sustantivos son de distinto
género, el adjetivo se declina al masculino plural.
La
edición francesa de Slate publicó un
divertido artículo de Titiou Lecoq en el que cuenta que cuando cursaba la escuela primaria y le fue explicada la regla de la
prevalencia del masculino, todas las niñas protestaron, mientras que los niños
aplaudían: “Habían entendido perfectamente lo que estaba en juego y que la
ilustración del libro decía claramente. Las chicas habíamos perdido”. La
ilustración a la que se refiere Lecoq era, efectivamente, elocuente: un niño tirando
de la soga con la sola ayuda de un perrito vencía a tres niñas que tiraban del
extremo opuesto. El maestro trató de calmarlos diciendo que se trataba de una
mera regla gramatical, pero los chicos comenzaron a canturrear algo así como
“nosotros somos más fuertes”. “Pero nosotras –sigue Lecoq– veíamos que la regla
nos estaba diciendo otra cosa: que los chicos habían ganado. Y los chicos
habían entendido exactamente lo mismo”.
Se trata de una regla que no siempre existió
en la lengua francesa. Hasta el siglo XVII prevalecía la concordancia por
proximidad: el adjetivo asume el género del sustantivo más cercano. Fue después
que se la reemplazó por la regla de la superioridad del masculino.
Algunos días atrás, más de trescientos
docentes apoyados por un centenar de intelectuales firmaron un manifiesto en el
que declaran que de ahora en adelante enseñarán ignorando la regla de la
prevalencia del masculino. Los motivos son tres: 1) la regla de prevalencia es
reciente en la historia de la lengua y no tiene utilidad alguna; 2) el objetivo
de los promotores de la regla de prevalencia no era lingüístico sino político:
la nueva fórmula fue usada para afirmar el orden de los valores que debían
fundar la República francesa, un orden que “les negó a las mujeres los derechos
políticos hasta 1944”; 3) la repetición de esta fórmula a niños y niñas induce
a que ambos realicen representaciones mentales que llevan a aceptar el dominio
de un sexo sobre otro.
La Academia Francesa –fundada en 1635 por el
cardenal Richelieu, que dicta las reglas sobre cuestiones lingüísticas y que
admitió por primera vez a una mujer entre sus miembros en 1980– reaccionó
enfáticamente con una declaración firmada unánimemente por sus cuarenta
miembros: la propuesta inclusiva de la lengua francesa es una “aberración” y
pone “en peligro de muerte a la lengua francesa”.
Muchas personas hacen notar que la regla de
proximidad es mucho más simple, más lógica y más fácil de enseñar. La ventaja
de esta regla es además que quien la entiende como un duro golpe a la identidad
nacional siempre podrá escribir, en vez de “los manteles y las sillas son
blancas”, “las sillas y los manteles son blancos”.
Nota bene: esta columna fue escrita según las reglas de la escritura inclusiva. Si nadie se dio cuenta, tanto mejor. Significa que es posible no excluir a nadie sin provocar por eso un desbaratamiento lingüístico que ponga en peligro de muerte a la lengua española.
Nota bene: esta columna fue escrita según las reglas de la escritura inclusiva. Si nadie se dio cuenta, tanto mejor. Significa que es posible no excluir a nadie sin provocar por eso un desbaratamiento lingüístico que ponga en peligro de muerte a la lengua española.
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