El
18 de noviembre pasado, en su columna del diario Perfil, de Buenos Aires, Damián
Tabarovsky toma como excusa el
último libro de Sylvia Molloy y
reflexiona sobre “la malicia”, aparentemente una de las destrezas argentinas.
Citas maliciosas
Los mejores momentos de Citas de lectura, de Sylvia Molloy,
recientemente editado por Ampersand en la colección Lectores, son los que pone
en juego una cierta malicia. Lo hace con elegancia, evidentemente con humor,
pero también con una leve maldad cariñosa, que logra pasajes notables. Por
ejemplo, en la página 41, en la que describe su primer encuentro con José
Bianco –de quien se haría gran amiga– en la redacción de Sur, situación que
implicó también su primer encuentro con Victoria Ocampo. Molloy estaba siendo
recibida por Bianco, en el momento justo en que irrumpió Ocampo (“como valkiria
malhumorada”) en el escritorio del propio Bianco, acusándolo, a los gritos, por
la desaparición de un libro de Jean Giono que se había hecho enviar desde París
y que hacía tiempo debía haber llegado. Ocampo le dijo a Bianco: “Usted me lo
ha robado y se lo voy a contar a su madre”, ante lo cual, irónico, Bianco
respondió: “A quién se le ocurre leer a Giono”. Luego Bianco le señaló
que estaba atendiendo a Molloy, y entonces Ocampo agregó: “Me importa un carajo
la señorita” y salió dando un portazo. El encuentro con Bianco prosiguió como
si nada, y Molloy termina rematando con un pensamiento: “No me atreví a decirle
que a mí tampoco se me había ocurrido leer a Giono”.
O en la página 56, un recuerdo con la otra Ocampo, con Silvina,
a quien describe con admiración. Molloy le cuenta que acaba de escribir su
primera novela, y Ocampo le pregunta por el título: “En breve cárcel, le dije
(…) ‘No me gusta’, fue el dictamen. Molesta le contesté que a mí sí me gustaba
(…) era una cita de Quevedo”. Entonces Ocampo empieza a retroceder, y le
pregunta nuevamente por el título. Molloy se lo repite secamente, y Ocampo
exclama: (“como aliviada”) “Ay, yo había entendido En breve cán cer”. Y luego
Molloy remata con otra situación en la que tampoco se animó a hablar: “Tampoco
me atreví a preguntarle cómo se imaginaba una novela que se titulara En breve
cáncer (¿Acaso como un anuncio de un acontecimiento, como se anuncia un
espectáculo, por ejemplo: ‘En breve: cáncer’)?”. Hay otros pasajes con igual
tono, pero dejo aquí para no glosar todo el libro, que además es breve.
La malicia forma parte de una gran tradición literaria argentina
(y seguramente de otras partes), que incluye maravillosos momentos, en un arco
que va de los textos de Mansilla al Borges de Bioy Casares. Malicia doble este
último: la de Bioy al escribir el diario, la de Borges al actuarla. Borges
encarna en sí mismo la malicia literaria toda entera. Todavía no entiendo por
qué a nadie se le ocurrió compilar un libro con todas las ironías maliciosas de
Borges (aunque lo intuyo: implicaría exponerse a María Kodama y a su ejército
de abogados).
Volviendo a Molloy, Citas... incluye también una muy bella lectura de la relación amorosa (o no) entre Madame Arnoux y Frédéric Moreau, en La educación sentimental, de Flaubert. Flaubert hizo de la malicia una parte central de su proyecto literario. Su Dictionnaire des idées reçues es majestuoso en ese sentido. A mí me gustan especialmente sus entradas breves, de no más de una oración cargada de ironía, como “Almirante: siempre valiente”, o “Padres: (…) ocultarlos cuando no son ricos”, o “Fusilar: más noble que guillotinar”, o “Wagner: cuando se escucha hablar de él hay que hacer bromas sobre la música del futuro.”
Volviendo a Molloy, Citas... incluye también una muy bella lectura de la relación amorosa (o no) entre Madame Arnoux y Frédéric Moreau, en La educación sentimental, de Flaubert. Flaubert hizo de la malicia una parte central de su proyecto literario. Su Dictionnaire des idées reçues es majestuoso en ese sentido. A mí me gustan especialmente sus entradas breves, de no más de una oración cargada de ironía, como “Almirante: siempre valiente”, o “Padres: (…) ocultarlos cuando no son ricos”, o “Fusilar: más noble que guillotinar”, o “Wagner: cuando se escucha hablar de él hay que hacer bromas sobre la música del futuro.”
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