Despacio, sin estridencias,
discretamente y con un tesón extraordinario, la poeta y traductora Silvia Camerotto (Lomas de Zamora, Pcia. de Buenos Aires, 1959),
tanto por el alcance de sus elecciones como por la calidad de sus versiones, se
ha ido convirtiendo en una de las más consecuentes traductoras de poesía de la
Argentina. Tanto en su blog De Sibilas y Pitias (http://desibilasypitias.blogspot.com.ar/)
como en su reciente sitio web (https://caligrama59. wixsite.com/silviacamerotto) ha
ido publicando sus versiones de Emily Dickinson, Christina
Georgina Rossetti, Robert
Browning, Edna St. Vincent Millay, Ezra
Pound, T. S. Eliot, Edwin Arlington Robinson, Carl
Sandburg, D. H. Lawrence, William Carlos Williams (de quien prepara una edición
de Paterson), Wallace Stevens, Amy
Lowell, Basil Bunting, Charles Causley, Dylan Thomas, Elizabeth Bishop, Sylvia Plath, Adrienne Rich, Raymond Carver, Audre Lorde, Edwin Brock, Charles Wright, Billy
Collins, Anne Carson, William Wadsworth, Jude
Nutter, Ron Padgett, Sam Shepard, Mark Strand, Tiffany
Atkinson y, muchos más (la lista es realmente asombrosa), dando a conocer
nuevas versiones de poemas ya traducidos así como poemas nunca antes vertidos
al castellano. Su última libro de poemas publicado es La Grosse Fuge (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2012).
Nec spe nec metu
¿Es España acaso ruta y destino
del español? No. Pero ella se ve a sí misma como la única y verdadera
manifestación del activo cultural hispanohablante. Cualquier iniciativa de promoción
y difusión es avara y centralizadora. Un hecho de usura que deriva del miedo.
Han publicado una lista en la
que la traducción no es patente de todos los hispanohablantes. Una lista que
defrauda los intereses verdaderos de la lengua y de los usos de la lengua. Que
defrauda, no por menos, al genio creador latinoamericano, que impulsa –sobre
todo y más que ninguna otra cosa- la discriminación lingüística.
No resulta inaudito que España
ejerza su latrocinio o monopolio, ni que desconozca olímpicamente los factores
de riqueza intelectual que aportan todos y cada uno de los hablantes y de las
comunidades que hablan el español lejos de la ex madre patria. Tampoco es
inaudito que ignore adrede el trabajo de los traductores no españoles.
La manipulación tiene un valor
económico que pareciera reportar beneficios a los únicos y aparentes dueños del
idioma: los españoles de España.
Ni listas como esta, ni el
hecho de que editoriales como Cátedra manejen los derechos exclusivos de
publicación en español en Argentina y quizá en otros países hispanohablantes
son novedad. Lo peor es la complicidad entre España y los otros monopolios que
le ceden los derechos.
El canon referido no es nada
más soberbia, sino también temor a enfrentar las amenazas de otras áreas
lingüísticas.
¿De qué temor hablamos? Del
temor a ser superados y sobrepasados. De temor a la pérdida de la hegemonía
apostando a una política unificadora, pero con el pie encima. Una política que
ejerce lo peor de la globalización. Una bajeza, en fin.
Y lo hacen, como diría Pound “sin
dignidad, ni tragedia […] obstructores del conocimiento, obstructores de la
distribución”.
--.--
Traductor de
Andréiev, Afanásiev, Bulgákov, Chejov, Dostoievski, Tólstoi, Turguéniev,
Vigotski, Zamiatín, Lenin y Trotski, entre otros autores, Alejandro González (Buenos Aires, 1973) ganó en 2014 el 1er. Premio en el II Premio
Internacional de Traducción Read Russia, Instituto de Traducción de Rusia, por
El doble. Dos versiones: 1846 y 1866, de Fiódor Dostoievski. Licenciado en Sociología (UBA), realizó
estudios de posgrado en la Facultad de Filología de la Universidad de
Petrozavodsk, Rusia. Eslavista, investigador y traductor científico-literario, actualmente enseña en la Universidad
Nacional de San Martín, donde forma
parte del programa Lectura Mundi.
h) incluidas en esta clasificación
Hace años que dejé de creer en todo listado no ligado directamente a una
necesidad específica (productos a comprar en el supermercado, documentos a
reunir para un trámite burocrático,medicamentos a adquirir en una farmacia, objetos
a llevar/traer en un viaje) y de admirar boba y culposamente las infatigables
listas de libros, películas, discos, destinos turísticos, automóviles, mujeres más
hermosas de Hollywood y frutas y verduras que sí y casi siempre no he leído,
visto, escuchado, visitado, conducido, amado, probado ni jamás haré.
Acaso por eso la lista que nos llega desde ACEtt no me inquieta. En lo
personal, no oigo tambores de guerra tras esa abúlica iniciativa de un
periódico que, como tal, debe llenar espacios a como dé lugar para sus –en
muchos casos– abúlicos lectores.
Dicho esto, no deja de entristecerme el empobrecedor provincialismo que ha
guiado la selección y la falta de voluntad de trascender lo español a la hora
de pensar el patrimonio cultural en lengua castellana.
Por lo que hace al listado (a todo listado) y los criterios de
clasificación, no me queda sino remitir a los lectores al idioma analítico de
John Wilkins e invitara los colegas a reflexionar si no convendría ir desechando
esa práctica tan darwinista, autocomplaciente e innecesaria.
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