martes, 14 de noviembre de 2017

Una versión española del canon (12) y (13)

Despacio, sin estridencias, discretamente y con un tesón extraordinario, la poeta y traductora Silvia Camerotto (Lomas de Zamora, Pcia. de Buenos Aires, 1959), tanto por el alcance de sus elecciones como por la calidad de sus versiones, se ha ido convirtiendo en una de las más consecuentes traductoras de poesía de la Argentina. Tanto en su blog De Sibilas y Pitias (http://desibilasypitias.blogspot.com.ar/) como en su reciente sitio web (https://caligrama59.wixsite.com/silviacamerotto) ha ido publicando sus versiones de Emily Dickinson, Christina Georgina Rossetti, Robert Browning, Edna St. Vincent Millay, Ezra Pound, T. S. Eliot, Edwin Arlington Robinson, Carl Sandburg, D. H. Lawrence, William Carlos Williams (de quien prepara una edición de Paterson), Wallace Stevens, Amy Lowell,  Basil Bunting, Charles Causley, Dylan Thomas, Elizabeth Bishop, Sylvia Plath, Adrienne Rich, Raymond Carver, Audre Lorde, Edwin Brock, Charles Wright, Billy Collins, Anne Carson, William Wadsworth, Jude Nutter, Ron Padgett, Sam Shepard, Mark Strand, Tiffany Atkinson y, muchos más (la lista es realmente asombrosa), dando a conocer nuevas versiones de poemas ya traducidos así como poemas nunca antes vertidos al castellano. Su última libro de poemas publicado es La Grosse Fuge (Buenos Aires, Ediciones del Dock, 2012). 

Nec spe nec metu

¿Es España acaso ruta y destino del español? No. Pero ella se ve a sí misma como la única y verdadera manifestación del activo cultural hispanohablante. Cualquier iniciativa de promoción y difusión es avara y centralizadora. Un hecho de usura que deriva del miedo.

Han publicado una lista en la que la traducción no es patente de todos los hispanohablantes. Una lista que defrauda los intereses verdaderos de la lengua y de los usos de la lengua. Que defrauda, no por menos, al genio creador latinoamericano, que impulsa –sobre todo y más que ninguna otra cosa- la discriminación lingüística.

No resulta inaudito que España ejerza su latrocinio o monopolio, ni que desconozca olímpicamente los factores de riqueza intelectual que aportan todos y cada uno de los hablantes y de las comunidades que hablan el español lejos de la ex madre patria. Tampoco es inaudito que ignore adrede el trabajo de los traductores no españoles.

La manipulación tiene un valor económico que pareciera reportar beneficios a los únicos y aparentes dueños del idioma: los españoles de España.

Ni listas como esta, ni el hecho de que editoriales como Cátedra manejen los derechos exclusivos de publicación en español en Argentina y quizá en otros países hispanohablantes son novedad. Lo peor es la complicidad entre España y los otros monopolios que le ceden los derechos.

El canon referido no es nada más soberbia, sino también temor a enfrentar las amenazas de otras áreas lingüísticas.

¿De qué temor hablamos? Del temor a ser superados y sobrepasados. De temor a la pérdida de la hegemonía apostando a una política unificadora, pero con el pie encima. Una política que ejerce lo peor de la globalización. Una bajeza, en fin.

Y lo hacen, como diría Pound “sin dignidad, ni tragedia […] obstructores del conocimiento, obstructores de la distribución”.


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Traductor de Andréiev, Afanásiev, Bulgákov, Chejov, Dostoievski, Tólstoi, Turguéniev, Vigotski, Zamiatín, Lenin y Trotski, entre otros autores, Alejandro González (Buenos Aires, 1973) ganó en 2014 el 1er. Premio en el II Premio Internacional de Traducción Read Russia, Instituto de Traducción de Rusia, por El doble. Dos versiones: 1846 y 1866, de Fiódor Dostoievski. Licenciado en Sociología (UBA), realizó estudios de posgrado en la Facultad de Filología de la Universidad de Petrozavodsk, Rusia. Eslavista, investigador y traductor científico-literario, actualmente enseña en la Universidad Nacional de San Martín, donde forma parte del programa Lectura Mundi.

h) incluidas en esta clasificación

Hace años que dejé de creer en todo listado no ligado directamente a una necesidad específica (productos a comprar en el supermercado, documentos a reunir para un trámite burocrático,medicamentos a adquirir en una farmacia, objetos a llevar/traer en un viaje) y de admirar boba y culposamente las infatigables listas de libros, películas, discos, destinos turísticos, automóviles, mujeres más hermosas de Hollywood y frutas y verduras que sí y casi siempre no he leído, visto, escuchado, visitado, conducido, amado, probado ni jamás haré.

Acaso por eso la lista que nos llega desde ACEtt no me inquieta. En lo personal, no oigo tambores de guerra tras esa abúlica iniciativa de un periódico que, como tal, debe llenar espacios a como dé lugar para sus en muchos casos abúlicos lectores.

Dicho esto, no deja de entristecerme el empobrecedor provincialismo que ha guiado la selección y la falta de voluntad de trascender lo español a la hora de pensar el patrimonio cultural en lengua castellana.

Por lo que hace al listado (a todo listado) y los criterios de clasificación, no me queda sino remitir a los lectores al idioma analítico de John Wilkins e invitara los colegas a reflexionar si no convendría ir desechando esa práctica tan darwinista, autocomplaciente e innecesaria.






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