Hoy, el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires reanuda sus actividades, dando comienzo al décimo primer año de su existencia.
Con el correr del tiempo, el campo de intereses que lo anima se ha ido ampliando. A las cuestiones relacionadas con la traducción literaria a secas se sumó la preocupación por el estado de la(s) lengua(s), y a esto último, el funcionamiento del mundo editorial, que es el ámbito habitual de trabajo de los traductores literarios. No puede ser de otra manera porque, en general, la traducción literaria se hace de una lengua ajena a la propia y porque además no se traduce en abstracto, sino necesariamente para editoriales.
Hemos comprobado, a lo largo de todos estos años, que estas ideas no suelen estar presentes en las currícula de los profesorados de lengua, lo cual genera una serie de confusiones en los jóvenes traductores que muchas veces no tienen la menor idea de a cuál de las muchas variantes de la lengua propia traducen.
Tampoco saben cómo funciona el mercado editorial porque sus profesores generalmente son profesores de traducción y no necesariamente traductores. Nadie les dice a esos estudiantes, por ejemplo, que con un título de traductor no se consigue trabajo de traductor literario porque eso, precisamente, es lo último que les interesa a los editores. En síntesis, la lógica de la traducción literaria como oficio nada tiene que ver con la de la traducción legal, la científico-técnica y mucho menos con la interpretación.
Entonces, así como cada una de las variedades mencionadas (a las que podrían sumarse otras, como los estudios de traducción o la traductología) se desarrollan en sus ámbitos correspondientes, la traducción literaria tiene el suyo e implica saberes que exceden las reflexiones de Walter Benjamin sobre el oficio de traducir, las nuevas tecnologías en la producción de instrumental científico y medicamentos, y el uso de determinadas claves para no perder palabra en un discurso que hay que interpretar.
Con todo, a la hora de las ferias del libro, las conferencias académicas y los congresos, no se habla de estas cosas, sino de Borges como traductor y de otros temas afines porque, lamentablemente para los que efectivamente se dedican todo el año a traducir libros, la traducción literaria es más sexy que la traducción legal, la científico-técnica y los problemas de la interpretación. El público, cuando existe, se siente más a gusto oyendo hablar de Borges que de pasaportes o cefalosporinas
Nuestras reuniones mensuales en la Biblioteca del Goethe Institut de Buenos Aires han reflejado estas cuestiones. Otro tanto puede decirse de los materiales publicados en este blog, sean originales o tomados de la prensa mundial. Y en paralelo, nos hemos ocupado de poner en claro quién es quién en este pequeño mundo que, como el de los dentistas, los carpinteros o los abogados, tiene sus más y sus menos, sus héroes y sus canallas. A los primeros los hemos honrado; a los segundos, los hemos puesto en evidencia. Es lo que vinimos haciendo y lo vamos a hacer en el año que empieza.
Jorge Fondebrider
No hay comentarios:
Publicar un comentario