El 7 de enero pasado, un periodista anónimo de Clarín glosó de manera más bien pedorra
una nota francamente pedorra de la revista National
Geographic, donde se habla de la librería Ateneo Grand Splendid, de Buenos
Aires, como la más linda del mundo. Y es posible que el edificio sea notable,
pero, de ahí a imaginar que “lindo” es sinónimo de “bueno” hay un abismo que ni
siquiera la filosofía griega clásica puede salvar. De hecho, se trata de la
nave insignia de la cadena de más de 40 librerías Yenny-El Ateneo, propiedad
del Grupo Ihlsa. que, a través de las marcas Yenny, El Ateneo, Tematika.com y
Editorial El Ateneo se constituye como el operador líder en de venta de libros
de la Argentina (al menos así se publicitan a sí mismos). Su característica fundamental –igualmente compartida por las
liberías Cúspide, del Grupo Clarín– es dedicarse a la venta de libros
recientes, y prácticamente nunca apostar a la construcción de un catálogo. Para ello, cuentan con vendedores de buena presencia que, en razón de su incultura, se ven obligados
a recurrir a las computadoras para saber de qué libros les hablan los clientes.
El Ateneo Grand Splendid
señalada como la librería más linda del
mundo
“Ésta es la librería más linda del mundo”, dice el título que
publica la famosa revista National
Geographic. Y abunda: “La iluminación es suave, con acentos que muestran lo
mejor de la artesanía de principios del siglo XX. Las conversaciones son
silenciosas, como en una gran biblioteca; sin embargo el espacio es
tan cálido y acogedor que el café, en la parte de atrás de la sala cavernosa,
está lleno de clientes que leen y beben capuchinos y submarinos de chocolate.
Usted ha entrado a la librería Ateneo Grand Splendid”.
Situada en Santa Fe y Callao la librería, dice el artículo “frecuentemente
es citada en los blogs como la más linda del mundo”. Y, agrega, Brian Clark
Howard, el redactor, “pueden no estar equivocados”.
El artículo del National
Geographic cuenta que el edificio fue inaugurado en 1919 como teatro. Por
allí pasaron cantantes como Roberto Firpo (que le dedicó un tango) y hasta
Carlos Gardel.
Allí, también, se hacen innumerables presentaciones de
libros. La visitaron Rosa Montero y José Saramago entre muchos otros
escritores.
“El café –sueña el redactor– está ubicado en lo que
fue el escenario, así que uno puede imaginar su nombre escrito en neón mientras
se sumerge en la pastelería”.
El National
Geographic aconseja a los viajeros visitar el lugar y señala “los
magníficos frescos en el techo y el estilo latino”. La cúpula fue realizada por
Nazareno Orlandi en 1919, como una celebración de la paz, tras la Primera
Guerra mundial. El frente tiene una marquesina de estilo griego con
cariátides que sostienen los balcones de granito gris, hombres agobiados por el
peso.
Fue sede de Radio Splendid y de la
discográfica El Nacional Odeón a partir 1926. Salvo el período 1964-1973,
cuando volvió a ser teatro, se convirtió en uno de los cines más importantes de
la ciudad y, tal vez, el más bello. Lleno de historias y mística, logró
resistir varias crisis pero no pudo competir con las grandes cadenas y cerró en
2000, con futuro incierto. Pero sólo unos meses más la cadena El Ateneo decidió
instalar allí la librería más grande de América latina: 2.000 metros cuadrados.
La librería abrió, como tal, en
diciembre de 2000. Para transformar el antiguo teatro (y cine) hubo que
nivelar el suelo y restaurar la cúpula. Los numerosos palcos fueron usados
para instalar salitas de lectura con sillones y mesas. El agregado moderno
fueron dos escaleras mecánicas hacia el subsuelo.
Allí donde antes se ubicaban los
camarines se ubicó el sector de literatura infantil.
Es lugar para café, para turismo,
para presentaciones y encuentros. Y para encontrarse con unos doscientos
cincuenta mil libros, todos juntos. Y darse una panzada.
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