“El
director de la Academia Argentina de Letras explicó por qué en el próximo
Congreso Internacional de la Lengua, que se realizará en Córdoba, el lenguaje
inclusivo no tendrá una presencia estelar en los debates: ‘Históricamente, los
cambios lingüísticos se han producido de abajo hacia arriba, es decir, los
impone la gente o el uso y no un grupo determinado’.” Tal es la bajada de la
entrevista realizada por la agencia TELAM a José
Luis Mouré, presidente de la Academia Argentina de Letras, reproducido el
29 de enero pasado por Cultura InfoBAE.
“Ningún grupo minoritario se puede arrogar
el derecho de cambiar unilateralmente una lengua”
A pesar de su fuerte impronta en los medios y las
redes sociales, el lenguaje inclusivo no tendrá una presencia estelar en los debates que
integrarán la próxima edición del Congreso Internacional de la Lengua que se
realizará en Córdoba, motivada por el hecho de que esta modalidad es impulsada
por un grupo minoritario “que no debe arrogarse el derecho de cambiar
unilateralmente una lengua hablada por 500 millones de personas”, según analiza José Luis Moure, director de la
Academia Argentina de Letras.
–¿Cómo se posiciona la Academia
de la Lengua frente al lenguaje inclusivo, que para algunos es una herramienta
para acelerar el cambio social y para otros por el contrario la convierte en
una jerga en minoría?
–Es un tema
complejo porque el lenguaje inclusivo es un fenómeno que pretende generar un
cambio social a partir de un cambio sustancial en la morfología y gramática de
la lengua. El español es hablado por 500 millones de hablantes: ningún grupo humano
minoritario se puede arrogar el derecho de cambiar unilateralmente una lengua porque
previamente sería necesario que todos nos pusiésemos de acuerdo acerca de lo
que hay que cambiar.
Y agrega: “Históricamente,
los cambios lingüísticos se han producido de abajo hacia arriba, es decir, los
impone la gente o el uso y no un grupo determinado. Cada uno de los cambios en
la lengua han sido resultados de siglos de evolución. Que haya una 'A' o una
'O' no es una cosa arbitraria que haya que suplir fácilmente por una 'E'. Si
tomamos como ejemplo el motor de un auto, esta operación de reemplazo equivale
a poner un fierrito determinado que puede llegar a descomponer el conjunto. La
lengua es un sistema y no se pueden introducir los cambios que a una minoría le
parezcan”.
–Los defensores del lenguaje inclusivo sostienen que
reproduce estructuras atávicas que a la luz de las nuevas perspectivas de
género es necesario erradicar…
–Las estructuras atávicas son la historia de la lengua. No
podemos ir contra eso. Una lengua que se ha desarrollado a través de mil años
no tiene más remedio que ir actualizándose a través del tiempo. Creo que el
error fundamental está en suponer que ese cambio en la lengua va a fundamentar
un cambio en la conducta.
Me parece magnífico todo movimiento social que implique una reivindicación de cualquier naturaleza pero tiene que hacerse desde los lugares en que corresponda y no intentando violentar un sistema que hoy no admite esa intervención. Probablemente esto se va a diluir en el tiempo. Por otra parte, este cambio está alentado por un sector minoritario, un sector ilustrado de la clase media que propone un cambio para todo el mundo hispanoparlante. La lengua tiene otros recursos para lograr que no se invisibilice el género.
–¿Qué ocurre con la penetración cada vez mayor, sobre
todo a partir de la incidencia de contenidos televisivos, de expresiones
vinculadas al español neutro? ¿El español de cada región se deforma o se
enriquece con estas incorporaciones?
–Estos
procesos son los que se han manifestado siempre en la historia de todas las
lenguas. La diferencia sustancial que tiene el español respecto de otras
lenguas es la cantidad de países en las que se habla. Cada uno de ellos política
y culturalmente autónomos, que podrían optar por tener variedades propias y
distintas. Sin embargo, con gran inteligencia histórica, el mundo
hispanoamericano ha optado por mantener la misma lengua.
Para Moure “el
purismo puede ser a veces una suerte de enfermedad de la cultura por cuanto
supone la existencia de variedades que no tienen que estar contaminadas por
otras variedades. Yo creo que el idioma se enriquece permanentemente con el
intercambio y no se empobrece. La idea de un español que no debe contaminarse
con extranjerismos es un absurdo lingüístico porque la historia misma del
idioma está hecha del influjo de otras lenguas. No vamos a renunciar nunca a
nuestras formas naturales de expresión y al mismo tiempo tenemos que aprovechar
la posibilidad de conocer otras formas y hasta usarlas”.
“Las lenguas
están para comunicarse, de la mejor manera posible, intentar tutelar el español
exento de impurezas que puedan estar maculándolo, puedan estar deformándolo, es
un miedo inútil. El idioma se encarga de filtrar, de que algunas palabras duren
un tiempo y luego desaparezcan”, finalizó.
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