Como es sabido para los lectores habituales de este blog, Andrés Ehrenhaus vive en Barcelona desde hace más de cuarenta años. Sin embargo, viene periódicamente a la Argentina y trae las novedades de allá, porque, además de ser uno de los traductores argentinos más activos de España, es escritor y conoce a sus pares españoles. Hay que decir que, al cabo de cada viaje (que por supuesto incluye varios asados y picados con jugadores siempre más jóvenes que él), vuelve a España con las novedades de acá y las difunde entre sus amigos y conocidos. Ese trajín, y su relación con la Librería Calders de Barcelona, terminó en la organización de una Semana del Libro Argentino, que este año cumplió los primeros cinco de existencia. Y dado que la ciudad invitada a la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires fue Barcelona, pareció oportuno realizar un resumen de lo ocurrido en esta quinta edición. Lo que sigue, entonces, son sus comentarios y conclusiones.
Un
zapallo en el desierto
Amplio
resumen de la 5ª edición
Todos
los años desde hace 5, la semana de mayo en la que caiga el 25 alberga en el
tiempo lo que la Librería Calders de Barcelona en el espacio: un encuentro con
el libro argentino. El encuentro, a diferencia del de Ducasse, no es fortuito
aunque muchas instancias se empeñen en verlo tan improbable como el de una
máquina de coser y un paraguas. El encuentro se parece, més aviat, a un zapallo en el desierto. Como sabemos desde bien
chicos, todo zapallo o carbassa puede
devenir carroza de princesa, si las condiciones están dadas. ¿Y lo están en
Barcelona? Como decía ese gallego avant
la lettre que era Heráclito de Éfeso, lo están y no lo están. Lo están
porque el hecho-ahí ocurre con meridiana puntualidad y variedad de contenidos e
invitados; y no lo están porque la prensa, las instituciones, los intelectuales
y el público local en general pasan olímpicamente de la cita.
Tanto
más notable es ese pasar olímpico cuanto que esta edición del encuentro estaba
dedicada a poner sobre la mesa de disección la presencia de Barcelona como
ciudad invitada en la Feria del Libro de Buenos Aires. Las riendas de ese
envite estaban, estuvieron en manos de un ser bicéfalo: el Ajuntament de Barcelona (en su área más libresca y cultural) y el
Institut Ramon Llull de Promoció de la
llengua i cultura catalanes, que fue, de las dos cabezas, la más cabezuda.
¿Por qué así, siendo el Llull una institución de ámbito nacional catalán y la
ciudad invitada una ciudad? La respuesta debe buscarse en los entresijos de la
complicada política local, atravesada por asuntos que, si bien tienen su
fundamento e incluso su origen en cuestiones de lengua y cultura, no
necesariamente tienden a dirimirlas sino, vet
a saber perquè, a embalsamarlas. Poniéndolo en términos muy toscos y
volviendo a Heráclito, Catalunya es y
no es España, y Espanya
quiere/desquiere a Cataluña. Y en eso estamos apolillados desde 1714.
Impregnados
de esta realidad insoslayable, los voluntaristas y voluntariosos fogoneros de
las Semanas del libro argentino en la Calders ponemos lo que hay que poner cada
mayo para que lo argento resuene con el eco modesto de un zapallo en el fértil
desierto de la indiferencia local. Sí, esta frase tampoco es fortuita. La
verdad es que estem fins el gorro. Tal
es así que cada año nos preguntamos si vale la pena el esfuerzo; y cada año nos
respondemos que sí, que vale la pena, aunque sólo sea porque los encuentros son
estimulantes, ricos, sorprendentes, reveladores, amenos, únicos y diversos.
Porque en el horizonte de sucesos de la Semana convergen, polemizan, leen,
cuentan, se escuchan, se conocen o reencuentran toda clase de personas
relacionadas con la producción, difusión o lectura de libros argentinos en
España y viceversa. Porque la independencia es total y la libertad de crítica y
pensamiento más totales aún. Y porque nos dolería mucho perder un espacio así,
sostenido a pulmón y seso, como empanada de pobre. Perder espacios abiertos de
intercambio intelectual sería contribuir al tedio y la catatonia que ya nos aletargan
las piernas.
Pero
no podemos quejarnos en absoluto. Este año, por ejemplo, el Consulado argentino
en Barcelona nos obsequió con tres cajas de delicioso malbec y refrescante
cabernet blanc. He aquí un hito, por no decir un hit. Y las tradicionales empanadas
del Laurel son cualquier cosa menos pobres: a este lado del charco no las hay
mejores. También es maravilloso el público, fiel hasta en la inconstancia. Y
los participantes, que se lo dejan todo en cada charla. De hecho, los
participantes son nuestra gran baza, nuestro capital intelectual más preciado,
nuestra caja de Pandora y, por qué no decirlo, nuestro premio. Además, el
modelo íntimo de los encuentros desata y destapa una complicidad que cataliza
aún más el intercambio. Todos nos sentimos en casa. En casa se conversa mejor.
Incluso cuando la gente abarrota la librería, nuestro ánimo es casolà; pero no engañemos a nadie: la
mayoría de las charlas se nutren de una audiencia escogida y tenaz. A esos
agraciados los esperan jugosas empanadas finales.
Decíamos
que esta edición quiso ocuparse de la ida y la vuelta de la expedición
metonímica de Barcelona a la Feria del Libro de Buenos Aires. Aprovechamos a
tal fin la circunstancia de que Isabel Sucunza, librera de la Calders y un alma
máter de la Semana argenta, formó parte de la delegación barcelonesa y de que
yo mismo, servidor de ustedes, anduve por la Feria promocionando por mi cuenta
y riesgo un libro propio y así pudimos recabar información, comentarios y
sensaciones in situ, tanto de visitantes ultramarinos como de ciudadanos locales,
y hacernos una idea personal del magno evento. Ya de vuelta, y compactando la
semana maya en tres jornadas, propusimos tres mesas de encuentro:
#losquenofueron, #loquesevendió, #losquefueron. En la primera participaron
varios de los cuentistas compilados por Tatiana Goransky en el libro Barcelona-Buenos Aires, Once mil kilómetros
(Trampa Ediciones, Barcelona 2019) que no entraron en la desigual convocatoria
por motivos de índole incierta. En esta mesa se habló de las dificultades y
alegrías de habitar ámbitos y lenguas que no son exactamente las nuestras y de
cómo ese corrimiento afecta la literatura de cada cual; nada que decir de la
Feria (porque no habían ido, obvio) y poco de la organización. Nobleza obliga.
La
segunda mesa fue, quizás, la más interesante y, como suele ocurrir, la más
desatendida. Curioso, porque había autoridades, agentes, editores entre los
participantes. También es cierto que llovía, o había llovido el día anterior o
llovería al siguiente. Como plato fuerte del menú, la directora de l'àrea
de literatura i pensament del Institut Ramon Llull tuvo ocasión de
explicar los más y los menos de la presencia catalana en la Feria (cabe decir
acá que los responsables municipales de cultura/literatura también estaban
convocados, aunque prefirieron declinar nuestra invitación). La valoración
oficial del Llull es por demás positiva, sobre optimista incluso. Ahí va en
catalán –para que practiquen, traductores– lo que se puede leer en su web bajo
el título de “Barcelona seduce en la FIL de Buenos Aires”:
Les diferents activitats literàries celebrades a
l’auditori de l’estand deBarcelona –un espai de 200 metres quadrats que ha
acumulat elogis pel seu disseny i funcionalitat– han atret 2.000 persones,
xifra que representa una ocupació mitjana del 75%. El programa de Barcelona
ciutat literària ha permès mostrar a Buenos Aires la literatura que es
fa avui a Barcelona. En especial, les noves veus emergents de la ciutat. I ho
ha fet de la mà de 32 escriptors i il·lustradors i 32 escriptores i
il·lustradores.
En paral·lel a les xerrades, homenatges i diàlegs
d’escriptors que s’han celebrat a l’auditori, per la llibreria de l’estand hi
han passat milers de visitants. Aquest espai ha comptat amb 10.000 exemplars
constituïts per 600 títols diferents provinents de 40 editorials. Els autors
més venuts han estat Héctor Lozano (Cuando fuimos los peripatéticos),
Paula Bonet (La sed, Roedores i Qué hacer cuando en la
pantalla aparece the end) i Mercè Rodoreda (Jardín junto al mar, La
plaza del diamante i La calle de las camelias). Destacar
que s’han esgotat els 40 diccionaris de català que han viatjat fins a Buenos
Aires. Tots els llibres que no s’han venut es donaran a les biblioteques de la capital
argentina. Al llarg d’aquests dies també s’ha desplegat un ambiciós
programa professional amb l’objectiu de promocionar els autors de la ciutat,
potenciar les traduccions al castellà d’originals catalans i donar suport a les
editorials barcelonines per millorar i tenir distribució a l’Argentina i a la
resta de Llatinoamèrica. En aquest sentit destacar que més de 30 editorials
catalanes han participat de les jornades professionals de la Feria del Libro i
que s’han realitzat 60 reunions amb editors argentins.
Etc. Fuera cual fuese el correlato con la realidad, lo
cierto es que la directiva del Llull disculpó de antemano los posibles errores
de las instituciones a cargo con un curioso y paradójico argumento: si acaso
hubo errores (y a buen seguro los hubo), para ellos era esencial que no se
debieran nunca a cuestiones de índole política sino siempre a pifias
involuntarias hechas en nombre de la cultura, la lengua, la literatura, el
arte. ¿Ingenuidad programática? ¿Cola de paja institucional? ¿Busque usted el
pleonasmo oculto? Porque pocas cosas son más políticas que la lengua y la
cultura, ¿verdad?, salvo, quizás, la ilusión de apoliticidad. De nuevo, la
clave de esta paradoja es interna y tiene más que ver con la difícil relación
entre Ajuntament de Barcelona y Generalitat de Catalunya y el
[des]equilibrio de competencias, y no con la casi inexistente relación de lo
catalán-hoy con lo argentino-ahí. Una lectura rápida del párrafo citado da
buena cuenta de los supuestos logros de la misión apolítica: el stand en
cifras, bastante bajas en relación a la circulación básica de público de la
FIL, incluso en un año de vacas famélicas como éste; la paridad de género (32
vs. 32); las ventas de libros, sin cifras ni valoración cualitativa, y de los
40 diccionarios con que venía pertrechada la expedición (wow!); y la
potenciación del programa de extraducción, también sin cifras (se vendieron 2
obras, y ni siquiera en esta feria sino en la anterior, la de Guadalajara).
Respecto de este último punto destaca la absoluta ignorancia por parte de la
delegación visitante de la contraparte local en la promoción y apoyo de
extraducciones, el Programa Sur. Destaca pero no sorprende: ellos fueron a verse,
no a vernos. Y se vieron.
En la tercera y última mesa, la de #losquefueron, había
de todo pero en porciones cortas–para qué exagerar. De
los cuatro invitados, dos eran muy críticos, uno crítico con reservas y
condescendiente el restante. Al menos, de partida. Muy pronto se desmontaron
los argumentos triunfalistas y la visión endogámica de una delegación tan
nutrida como encantada de conocerse. Tampoco era difícil. Quien más quien menos
contó pormenores y desaciertos, encuentros y desencuentros, servidumbres y
consuelos. La mayoría coincidió en un aspecto crucial: esa megadelegación de
32+32 se sintió, salvo casos aislados e idiosincráticos (Silvia Pérez Cruz, por
ejemplo, fue a cantar para su público, que lo tiene; Pilar Rahola fue a hacer
bardo en los medios, que la bancan), intrínsecamente desaprovechada. Las
charlas eran desparejas –lo que contrasta con la obsesión llullística de
emparejar las charlas– y a veces inoportunamente programadas (Xavi Ayén, el
autor de Aquellos años del boom, vio
su audiencia reducida prácticamente a la nada al coincidir con la presentación
del libro de CFK), y casi nunca se relacionaba in situ al ponente con sus libros.
Pero la crítica más feroz recayó en el antes, no en el
durante o el después. Porque muchos de los que fueron, habían sido llamados
antes para asesorar a los funcionarios, cosa que hicieron con entusiasmo y
abundancia de información y contactos. No en vano viven, vivimos en Barcelona y
alrededores muchos argentinos y desde hace muchos años, así como muchos
catalanes que mantienen una intensa relación con Buenos Aires y Argentina, de
modo que había mucho material del que echar mano; por decirlo en términos
empresariales, recursos humanos no faltaban, en ninguna de las dos orillas. Sin
embargo, se desaprovecharon o se aprovecharon torpe e ineficazmente, se
desoyeron las propuestas, se ignoraron las conexiones reales, activas,
productivas. Como muestra, un betún: existe un genuino interés en las
universidades argentinas por la literatura y la lengua catalanas, y un
conocimiento más profundo del que a simple vista podría suponerse; no obstante,
las instancias organizativas de la delegación desecharon todos los contactos
académicos propuestos por considerarlos apriorísticamente soporíferos,
presuponiendo que la vitalidad universitaria argentina es equivalente a la
abulia de la española y, por extensión, catalana. Así, paradójicamente una vez
más, el comportamiento que desde Catalunya se le afea al estado central opresor
(esa imposición poscolonial de roles basados siempre en la realidad interna y
nunca en la observación e internalización del Otro) es el mismo que se aplica
en tierras ultramarinas cuando a quienes les toca visitar la Indias es a los
catalanes.
El corolario de la mesa que cerró la Semana queda patente
una de las frases que resonaron entre las pacientes paredes de la librería Calders:
“¡Vinieron a mostrar sus espejitos de colores en un país donde hasta el último
indio sabe quién es Lacan!”. No les interesó si el Programa Sur ni los investigadores
argentinos de lo catalán ni las numerosas editoriales íntegramente
independientes que rodeaban el stand de Barcelona (del que no hemos dicho nada,
porque mucho más indigno era el argentino en la Feria del Libro de Bogotá) ni
la recepción real del público local ni la historia viva del trasiego entre
Buenos Aires y Barcelona, sobre todo a partir del golpe militar de 1976 y los
años negros de la dictadura. Fueron, vieron, vendieron (poco). Ni siquiera se
enteraron de que a su invitada más mediática, la ya mencionada Rahola, alguien
del público le gritó cuando aventó en la Feria su crítica política a que se
hiciera uso político de la Feria (en referencia a la presentación del libro de
la también citada CFK): “¡Dale, gallega, volvé a Madrid!” [sic]. Y el Llull habla de seducción y éxito…
Seducción y éxito clamoroso que obtuvieron, en cambio,
las empanadas y el vino con que la Semana agasajó a los concurrentes, con la
promesa de que, el año que viene, volveremos a poner el hombro para mantener
vivito y coleando nuestro zapallo en el desierto. Visca la Setmana del Llibre Argentí a la Calders!
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