Jorge
Consiglio,
poeta y narrador, fue uno de los integrantes de la delegación oficial enviada
al Salon du Livre de París. Se le pidió una suerte de balance de la experiencia
para este blog.
El Salón del
libro tuvo aciertos
y oportunidades de mejora
Empiezo por
lo bueno:
1) Los integrantes de las mesas, por lo general, representaban estéticas
diferentes, en muchos casos opuestas. Este hecho favoreció el contrapunto de opiniones
y permitió abordajes poliédricos de los temas en cuestión. 2) La asistencia de
público a las mesas fue masiva en todos los casos. El auditorio (en su mayoría
franceses, pero también muchos argentinos residentes en Francia) se mostró
activo y curioso. 3) Las traductoras simultáneas fueron muy efectivas. Ofrecieron
al auditorio una síntesis precisa –y muy fidedigna− de las exposiciones de los
panelistas. 4) El stand de Argentina (que tenía la forma de una síntesis de
Moebius) fue muy funcional. Tenía dos zonas de cortesía, un gran salón de
exposición con buena cantidad de libros y un salón auditorio de excelente
capacidad y acústica para lo que es una feria. Es para destacar también el
mural de Rep sobre Cortázar y las fotos de Sara Facio. Además, el stand ocupaba
un lugar central en el salón y contó con muy buena circulación de público
durante todo el evento.
Las
oportunidades de mejora: 1) En las mesas (fue mi experiencia), no hubo
demasiado tiempo para el debate. Cada panelista exponía su punto de acuerdo a
la pregunta disparadora, pero no había demasiado tiempo para el intercambio de
opiniones. 2) Fue muy pobre el intercambio con los escritores franceses. Si
bien estuvieron presentes en las mesas, creo que no hubo un verdadero cruce. 3)
No hubo ninguna actividad dedicada al teatro. El foco estuvo puesto en la
narrativa y muy lateralmente en la poesía. 4) Las actividades fueron muchas y,
en algunos casos, se superpusieron. Hubiera sido interesante, tener algún tipo
de reporte (a cargo de un periodista especializado) que relevara las charlas y
ofreciera una síntesis de los hechos.
Por su parte, Miguel Petrecca, poeta, periodista y traductor argentino residente
en París, prefirió destacar una actividad realizada en el stand de Gallimard, planteada por fuera de los intereses de la
delegación oficial. En ella, participaron Marie-Claude
Char y Marta Aguirre,
respectivamente viudas de los poetas René Char y Raúl Gustavo Aguirre, quienes,
conjuntamente con Magdalena Cámpora
y Gustavo Guerrero (este último
director del la sección de autores de lengua castellana de Gallimard)
presentaron la correspondencia entre ambos poetas, recientemente publicada en
Francia.
Una mesa de
poetas
Prefiero
no hablar en general, porque tampoco vi tanto, sino destacar específicamente
una actividad: la presentación de la correspondencia entre René Char y Raúl Gustavo
Aguirre, recientemente editada por Gallimard. En la mesa estaban las viudas de
ambos poetas (Marta Aguirre y Marie-Claude Char), Magadelana Cámpora (que fue
quien propició el encuentro), una especialista en la revista Poesía Buenos Aires y Gustavo Guerrero
de Gallimard. Fue muy lindo escuchar a Marta Aguirre recordar su primera visita
a Europa junto con su marido, que venía carteándose con René Char desde hacía
ya algunos años, sin que nadie lo supiera. Marta contó emocionada que había sido
una de las mejores experiencias de su vida y recordó cómo René Char le regaló
una rosa que sacó de su jardín (rosa que todavía conserva, según agregó).
Después recitó de memoria un poema de su esposo.
Finalmente, Inés Garland, otra de las invitadas al Salon du
Livre,.brinda, a pedido de este blog sus impresiones de lo que vivió y de lo
que vio durante esos días.
Las vidrieras de
las librerías decoradas con libros
Argentinos
¿Quién más, en el avión
esperaba preguntas difíciles en las entrevistas que habría en París? Las
semanas previas hacían pensar en la necesidad de tomar posturas o inventar
discursos evasivos, inteligentes –porque no es cuestión de ir al Salón de París
a hacer papelones, y en la imaginación
los jueces son implacables. La circulación por los pasillos del avión no daba
la sensación de conflicto, pero los diarios habían dicho, ¿no habían dicho los
diarios? No sé si habrá habido tensiones, posiciones, cuchicheos en las mesas
de desayuno del Hotel Bedford o en los pasillos de la feria. Yo lo que sí sé es
que París tenía las vidrieras de las librerías decoradas con libros argentinos,
títulos en francés con los nombres de mis vecinos en vidrieras míticas del otro
lado del océano. Y que en un mismo espacio andábamos nosotros con Victor Hugo,
Dumas y Proust por nombrar algunos de los monstruos sagrados. La editora de
L’École des Loisirs (la editorial que publicó Pierre contre Cisseaux, o sea Piedra,
papel o tijera, o sea mi novela) fabricó una foto: Proust, Victor Hugo,
Dumas, Garland en el mismo estante. Ya sé que podría haberla armado yo en una
librería en Buenos Aires, pero convengamos en que no es lo mismo. No fue así
nomás para mí estar en la vidriera de L’Écume de Pages, trae ecos de
importancia. Está bien cada tanto sentirse importante. El cachetazo de la
mortalidad y esas otras vivencias llega igual, y soñar un rato por estar
caminando las mismas calles que la legión romana y todos los que vinieron
después no es para nada despreciable. También está la experiencia de comer en
el As de Falafel, recomendación de Fondebrider que me toma examen a ver si hice
los deberes, si caminé los recorridos minuciosos que me dictó, si miré las
vidrieras de las librerías que me recomendó y, sí, fui al museo de Cluny a
visitar a la dama del Unicornio y estuve frente a la ruina medieval
y me senté en las sillitas alrededor de la fuente con Claudia Piñeyro y Eduardo
Saccheri y tomé té de menta en la mezquita de París con Liliana Bodoc y otra
vez Claudia, los gorriones volaban bajo
el techo abovedado. Y dejé que se me fugara la vista por las perspectivas
larguísimas, por el Sena con las barcazas. También fui a la Biblioteca Nacional
de París, la nueva que parece haber llegado desde el futuro con sus explanadas
de madera y sus esquinas de edificios que imitan cuatro libros abiertos.
En la Feria nos topábamos los unos
con los otros por los pasillos. En el stand argentino estaba el mural de Rep
con su homenaje a Cortázar, y Rep andaba subido a escaleras con los pinceles
pintándole los ojos de celeste a Julio que él dibujó con esos ojos celestes,
separados, enormes; Cortázar atado al cordón umbilical de su madre flotando por
primera vez en el espacio del mundo, de guayabera y sandalias en Cuba, fumando
de traje, las fechas, los hitos de su vida que inspiraron los dibujos. Bajo el
mural nos agolpamos para saludar a la presidenta, bajo el mural hubo
entrevistas varias de a ratos y de a ratos gente que se cansaba de caminar y se
sentaba en el living blanco a descansar. Mucha gente en el Salón, mucha gente
en las charlas en el stand Argentino
y en los otros espacios dedicados a las mesas redondas.
Nunca se vendieron tantos
libros de un país visitante, dijo la FNAC. Toda esa gente que visitaba el Salón
parecía muy consciente de que la
Argentina era el país invitado. Más consciente que los que de
este lado del océano se quedaron con la sensación de conflicto que se instaló
en los primeros tiempos. ¿O seré yo? Estuvimos en L’Express, en las radios, en las vidrieras, como dije. Era para
alegrarse. Yo me alegré.
París es ella y las imágenes
de ella misma, los ojos que la miraron antes, las palabras que la describieron,
los cuadros que la pintaron, los artistas de todos los tiempos que la vivieron,
la sufrieron, la amaron. Es imposible sustraerse de ese vértigo de
asociaciones. En París podemos ser generosos y acercarnos los unos a los otros,
los escritores salidos de sus cuevas para jugar. Debe haber habido varios Paris
entre nosotros. Había ¿o me pareció a mí? una tregua en las cosas para disfrutar del regalo de estar ahí.
En París la primavera recién
empezaba. Los cerezos en flor y los brotes nuevos brillaban al sol. En París,
una ciudad habitualmente gris, esa semana hubo cielo azul. Si me pongo muy
Argentina, capaz que me creo que fuimos nosotros los que les llevamos a los
franceses el cielo de nuestro país. Le
quedaba muy lindo nuestro sol a París.
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