Las siguientes apostillas, acompañan la nota central de Guido Carelli Lynch publicada en Ñ el sábado 19 de octubre y reproducida en este blog en la entrada de ayer. Como podrá apreciarse, plantean diferentes visiones sobre el problema de la lengua y las pretensiones de supremacía sobre la misma.
José Luis Moure:
“Contra
los fantasmas inducidos”
Es el nuevo presidente de la Academia Argentina
de Letras (AAL), una institución que nació en 1931 “asociada” a la Real Academia
Española, pero que a fines del siglo pasado cambió su estatus a
“correspondiente”. José Luis Moure –de él se trata– no pierde las formas, pero
tampoco es amigo de la corrección política. “El carácter de correspondiente
parecería colocar a la academia (argentina) en cierta situación de mayor
dependencia de la que tenía. Explícitamente nadie admite tal cosa, pero
entonces ¿por qué y para qué se cambió la calificación? No tengo una respuesta
clara para eso”, asegura en su despacho de la calle Bustamente, en la sede de la AAL.
–¿Son asimétricas la RAE y el resto de las
academias americanas?
–En la corporación española ha
habido un cambio en el sentido de admitir públicamente que todas las academias
americanas de la lengua están con ella en un plano de igualdad. Objetivamente,
me parece que los hechos no son así. La circunstancia histórica de que la Real Academia
Española tenga 300 años explica algo de esto.
–Usted ha lamentado la
dificultad para incorporar argentinismos al diccionario de la RAE.
–Se incorporan muy pocos y no
encuentro razones para que no se incorporen todos, con la debida indicación del
alcance y el registro al que corresponden. Si estamos hablando de un
diccionario total empleado por la veintena de naciones que hablamos ese idioma,
todo debería estar allí. Eso llevaría a un diccionario de proporciones
gigantescas, porque lo mismo que uno puede pedir para la Argentina , lo podría
reclamar cualquiera de los otros países, con lo cual construiríamos un
diccionario que por su volumen resultaría casi inmanejable. Pero honestamente
me parece una inconsecuencia que la
RAE seleccione nuestro vocabulario e incluya en el Diccionario regionalismos peninsulares minúsculos y deja
fuera términos empleados por millones de hablantes. Se trata de una
discriminación que no está claramente explicada.
–En lo personal, ¿qué
fantasmas lo preocupan con respecto al idioma?
–Absolutamente ninguno. Si un
organismo vivo (como es la lengua), de acuerdo a lo que dice el propio
Instituto Cervantes, está llegando a los 500 millones de hablantes y nos dicen
que es el segundo en el número de hablantes nativos ¿de qué temor estamos
hablando? Se habla también de la defensa del idioma, lo que me parece una
contradicción difícilmente zanjable. ¿Cómo se puede hablar de la defensa de un
idioma que tiene 500 millones de hablantes? Yo nunca he oído ese tipo de
alarmas referido a un idioma como el inglés, que se habla en todo el mundo, en
todas las variedades y registros, y que no tiene ninguna academia ni centro
rector; y nunca he oído hablar de que corra peligro. Yo creo que ese sí es un
fantasma inducido, con el propósito de que se puedan llevar adelante ciertos planes
de unificación del idioma, que considero absolutamente ajenos a la lingüística.
–Esa es la política
panhispánica: ¿a usted no le parece practicable?
–No soy enemigo del
panhispanismo, simplemente creo que es una campaña que no va a ninguna parte.
Tengo la impresión de que se trata de una empresa que se va a ir debilitando,
porque no tiene qué cosa construir. Los hablantes en nuestros países van a
seguir hablando sus modalidades y en la medida en que sean conscientes y deseen
pertenecer a un mundo cultural común, lo que llamamos mundo hispanoamericano,
la lengua va a tener la unidad que tuvo desde siempre. Cualquiera de nosotros
tiene idea de que está hablando castellano, no lo pone en duda. Si hubiese
algún peligro, se hablaría de esto hasta con un cierto temor.
Víctor García de la Concha :
“No tratamos de
hacer las Américas”
Doce años al frente de la Real Academia
Española desgastan a cualquiera. Bajo su mandato se presentaron una nueva Gramática y una nueva Ortografía, dos trabajos conjuntos
entre la Real Academia
y las veintiún asociaciones de la Lengua Española , fruto –en sus palabras– de una
política lingüística “panhispánica”. A sus 78 años, Víctor García de la Concha creyó que ya le
había llegado la hora de descansar, pero Mariano Rajoy lo convocó para dirigir
el bastión de diplomacia cultural más potente de habla hispana. “El gran
proyecto por el que yo dirijo el Institituto Cervantes después de haber
dirigido la Academia
es para iberoamericanizarlo”, explica solícito por teléfono desde Madrid.
–¿Qué significa
iberoamericanizar el Instituto Cervantes?
–El Cervantes nació como un
impulso del gobierno de España y de todos los partidos políticos pues echábamos
en falta un centro, una entidad, una institución que se encargara de la
promoción, de la difusión, del estudio del español y de las culturas hispánicas.
En un momento el Cervantes se extendió por Europa, el norte de Africa, Estados
Unidos y Brasil, pero ahora quiere que todos los países iberoamericanos lo
sientan como una cosa suya. Y por tanto –en pie de igualdad, como hemos hecho
con las academias– tratamos que las instituciones de los distintos países
participen en los grandes objetivos del Instituto Cervantes. Y la presentación
de este proyecto también será objeto de tratamiento en el Congreso de Panamá.
–Se ha criticado en el
pasado la pretensión del Cervantes de estandarizar a su favor los exámenes de
español como lengua extranjera.
–Bastante más de la mitad de
la cultura que se proyecta – música, teatro, cine– en los ochenta y siete
Cervantes que hay en los cuarenta y cuatro países del mundo en estos momentos,
es latinoamericana. Desde hace años, no desde que soy director. Evidentemente
en cada país hispanohablante se enseñará la variedad del español que allí se
habla y se escribe, que se habla porque en escritura las diferencias son tanto
menores. Cada uno va a seguir haciendo lo que está haciendo. Si nos ponemos de
acuerdo en cuáles son los parámetros que debe tener, sabremos qué diploma tiene
valor.
–La política panhispánica
es vista desde América como una nueva estrategia de expansión española.
–No tratamos con ello de ir a
América o de hacer las Américas. Hemos firmado con el gobierno de México un
acuerdo mediante el cual les cedemos todos los centros Cervantes para que
proyecten en ellos la cultura mexicana y el gobierno mexicano nos cede a su vez
sus centros en todo el mundo para lo mismo. Además, en los 14 centros mexicanos
en Estados Unidos vamos a realizar actividades conjuntas, para enseñar la
cultura y la lengua española con todas sus variedades. Del mismo modo, en el
Cervantes de Madrid hay un centro de estudios mexicanos que naturalmente va a
proyectar toda su cultura. Hemos firmado acuerdos lingüísticos y estamos
negociando con Colombia, Chile y Perú. De tal manera que en el edificio de
Cervantes en Madrid todas estas variedades americanas buscan su propio espacio
físico de expansión.
–Cómo juzgó la carta “Por
la soberanía idiomática” que firmaron escritores y académicos argentinos?
–No me sorprende porque
conozco al núcleo que lo impulsa. Es una actitud respetable pero es
contradictorio desde el título, porque nosotros desde España no estamos
reclamando ninguna soberanía idiomática. Si alguien la reclama, es su línea
programática y su responsabilidad. Lo que sí hay es una inteligencia poco
rigurosa.
Fernando Vallejo: “Nosotros
somos el idioma”
Las diferencias entre el español de América y el de España se aumentan cada día. Cada día estamos más alejados nosotros de ellos. En general son diferencias de vocabulario y pronunciación. Como nosotros somos 21 países y ellos uno solo, diré que el español es el hispanoamericano y no el peninsular. España es una provincia anómala del idioma, de la que podemos olvidarnos, a ver si consumamos así nuestra independencia de ellos, que nunca ha sido completa.
La Real Academia y las asociaciones de la lengua de cada país no cuentan para nada, podrían no existir.En cuanto al Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, que va para la vigésima segunda edición, es acientífico, católico, monárquico, mezquino. Es un diccionario casi siempre equivocado de lo que es propio de los países hispanoamericanos. La palabra "americanismo" debe desaparecer porque nosotros somos el idioma. La que tenemos que introducir entonces es "españolismo" para designar lo que es propio de España, o sea lo anómalo.
Sergio Ramírez: “En
lo anómalo está la creatividad”
Las academias lo que hacen es certificar que las palabras y
los giros del lenguaje son moneda corriente en la calle, o en la literatura. No
se trata de una policía del idioma, sino de una entidad que “limpia, fija y da
esplendor”. La lengua es algo vivo, que se mueve sin permiso de nadie, muta,
inventa, traspasa fronteras, y se nutre de otras lenguas.
Las nuevas reglas ortográficas no se
impusieron a nadie, simplemente han buscado la economía en la expresión, y la
gente las ha aceptado porque tienen sentido, aunque a mí se me dificulte el
cambio, pero la fuerza de la costumbre es muy poderosa. Si algo hemos ganado es
que el español que se habla en la península y en América tienen ahora pie de
igualdad.
Antes, frente a la Real Academia en
tiempos del franquismo, había una categoría bastarda de americanismos, y lo
legítimo era lo “castizo”. Eso se acabó. Hoy hay “peninsularismos” y todas las
maneras de hablar el español son legítimas. Todos nuestros países son
provincias anómalas del idioma, y en lo anómalo está la creatividad.
Mínimo comentario sobre un detalle de lo que dice José Luis Moure: Un diccionario castellano que recogiera todos los regionalismos se parecería en parte al maravilloso Oxford English Dictionary, de casi veinte tomos; un diccionario al que uno acude pocas veces, pero está allí cuando hace falta. Como bien dice él, un diccionario que recoge regionalismos aragoneses ¿por qué no va a recoger regionalismos colombianos o chilenos? El castellano se merece un diccionario así.
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