"Termina el encuentro de académicos del español. Se discutió sobre el libro y hubo visiones pesimistas sobre lo digital. Se sintió la falta de jóvenes y de mujeres." Esto escribía en su crónica, publicada por Ñ digital el día 24 de octubre pasado, Guido Carelli Lynch.
Congreso de la Lengua :
mucho ruido y
veremos cuántas nueces
Es un lugar de encuentro. De eso
se trata, ni más ni menos, el Congreso de la Lengua Española ,
cuya sexta edición concluyó ayer en Panamá. Esa condición alberga su potencial
y también sus limitaciones. “Los congresos de la lengua nunca son importantes
desde el punto de vista científico, es un congreso que reúne gente vinculada al
idioma, instituciones, editoriales y como elemento para poner la lengua en el
tapete sirve, pero no busques nada más”, explicaba José Luis Moure, presidente
de la Academia
Argentina de Letras y uno de los 220 invitados de 30 países a
esta ceremonia.
No va a haber ni descubrimientos
ni ponencias. No es ese el fuerte de los Congresos de la Lengua. “En este se puso
mucho énfasis en el libro y en lo tecnológico, entonces el tema lingüístico y
los problemas de la lengua se pierden un poco. Porque somos expertos, cuando
somos, nada más que en lenguas”, dijo Moure en la antesala del acto de
clausura. Un rato antes, Víctor García de la Concha –el director del Instituto Cervantes, que
fue titular durante 12 años de la Real Academia Española (RAE)– había intentado
convencerlo de la necesidad de firmar acuerdos de cooperación con la Argentina Para eso
ha servido también este Congreso.
Dos centenares de –en su enorme
mayoría– expertos en lengua española discutieron durante tres días sobre el
libro y sus soportes, un tema en el que
no son especialistas. En el encuentro que llevaba como lema El español en el
libro y en el que se escucharon largas y ocurrentes exposiciones sobre derechos
de autor, nadie mencionó los problemas de distribución que existen en el
mercado del libro en español –que manejan multinacionales de origen español– y
que impiden que estos países puedan compartir su literatura.
Faltaron en este congreso voces
disonantes y grandes debates. Afuera sobran.
La mayoría de las veces sólo se
escucharon argumentos a favor de la cultura de papel, que ojalá dure para
siempre, pero casi nadie entregó visiones optimistas sobre los soportes
digitales.
García de la Concha recordó ayer otra
vez el legado de la edición de Rosario, donde “el pueblo tomó el Congreso”.
Pues bien, aquí no hubo pueblo. Además de los participantes, los asistentes
fueron casi exclusivamente los 1200 docentes panameños invitados. “Aquí hay una
marca nueva: el maravilloso grupo de profesores. Nunca en ningún congreso los
paneles estuvieron tan concurridos, con una asistencia fervorosa”, dijo el
titular del Cervantes y por supuesto se ganó el aplauso de los maestros.
Se veían caras cansada. No sólo
por la noche agitada, sino por la cantidad de paneles en 72 horas. “Nos
equivocamos en hacerlo tan intenso. Todo el mundo se ha ido un poco con la
lengua afuera. Habrá que volver al modelo de los congresos de Zacatecas o
Rosario, de 6 días. Si no, es físicamente imposible”, reconocía el director de la RAE , José Manuel Blecua.
El Congreso sirvió también como
corolario de los festejos por el tricentenario de la Real Academia
Española. En palabras de Blecua, la
RAE ha renacido de las cenizas como el Ave Fénix. “Tiene un
espíritu tan juvenil que nadie diría que tiene 300 años”, decía. Juventud
precisamente fue lo que le escaseó entre los asistentes. “Me trajeron para
bajar el promedio de edad”, bromeaba el periodista y crítico mexicano Rafael
Lemus, de 36 años.
La misma falta de juventud se
siente entre los académicos de la
RAE. ¿Faltan jóvenes? “Claro que sí, esperemos que se vayan
incorporando y también mujeres especialistas, si no acabamos siendo todos
vejestorios”, reconocía Blecua, de 74 años. La ausencia de mujeres es una de
las mayores críticas que recibe la institución. Y otra está vinculada a que el
director de la RAE
es además –por estatuto– presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española
(ASALE), que reúne a 22 academias, de las cuales 20 son americanas y una de
Filipinas. “Todos los estatutos se pueden cambiar, pero eso no le otorgaría
ningún dinamismo en sí mismo a la
ASALE.
Lo que cambiaría sería el sistema
de financiación, porque ahora nos financia el Ministerio de Educación de
España”, advertía Blecua. Ahora, que terminó el Congreso, comenzarán aquí las
sesiones de la institución que agrupa a las veintidós academias
iberoamericanas.
El Congreso tuvo gusto a poco,
pero quizás sea sólo una cuestión de perspectiva. “Un congreso no trasciende en
el momento que ocurre, sino después. Lo que se siembra aquí se va cosechando a
lo largo de los 2 o 3 años”, afirma el escritor panameño Juan David Morgan. La
esperanza es lo único que pierde.
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