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viernes, 15 de junio de 2018

La diputada Carrió, ¿es tonta, estúpida o imbécil?


A partir de hoy, y con la frecuencia que sea posible, este blog va a incorporar una nueva sección en la que los traductores puedan reflexionar sobre algún tema referido al oficio, a la lengua y sus usos, y al mundo editorial en general. Esta nueva serie de columnas de opinión se abre con el texto que sigue, firmado por el Administrador del blog. Tiene por objeto señalar el frecuente error de suponer que el Diccionario de la Real Academia es el único que tiene todas las definiciones y respuestas posibles, agotando de ese modo el léxico de la lengua castellana. Apunta igualmente a demostrar el error en el que se cae cuando se lo considera “autoridad” y la gravedad de incurrir en ese error cuando se tienen responsabilidades dentro del Estado.

No lean el diccionario 
de la Real Academia Española

En un artículo de la lingüista española Elena Álvarez Mellado (Madrid, 1987) que, con el título “El mito de las palabras que no están en la RAE”, fue publicado en eldiario.es, se lee: “Nos han educado para creer que la RAE es el tao. De hecho, hablamos de El Diccionario como si solo hubiera uno, cuando existen multitud de ellos, algunos notablemente más explicativos o actualizados que el de la RAE. Pero la RAE es mucha institución y nos parece que de alguna manera el suyo es la fuente oficial, el oráculo de Delfos al que consultar para poner fin a las discusiones de sobremesa. El RAE seal of approval valida o condena definitivamente. Si una palabra no aparece en el diccionario de la RAE, será que está defectuosa por algo. Será que está mal.

Álvarez Mellado continúa: “Pero el caso es que la labor lexicográfica (esto es, el noble arte de hacer diccionarios) no funciona así. Las palabras no pertenecen a la RAE ni a los diccionarios, pertenecen a los hablantes. Los hablantes crean, producen, inventan palabras, y los diccionarios las recogen. Nunca al revés. Todas las palabras que aparecen hoy en el diccionario fueron acuñadas en algún momento y estuvieron fuera. Aun así, tenemos tan interiorizada la idea de que es el diccionario el que crea la lengua que decimos alegremente que una palabra no existe cuando no la encontramos en el diccionario”.

En este punto, Álvarez Mellado cita a Javier López Facal, Doctor en Filología Griega por la Universidad Complutense de Madrid y profesor de investigación del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de España, quien es además el autor de La presunta autoridad de los diccionarios (2010). Allí se lee: “Si alguien va por el campo, ve una hierba, consulta un libro de botánica y no viene, no se le ocurre decir que esa hierba no existe, sino que esa hierba no está en su libro de botánica. Nadie puede decir a un hispanoparlante “esta palabra no existe”. Se puede decir que no está en el diccionario… pero la culpa no la tengo yo por usar la palabra sino el diccionario por no reflejar bien el léxico. Mucha gente cree que el diccionario de la RAE es como los mandamientos de la ley mosaica y que si los incumples vas al infierno’.”

 

Tal vez parezca excesivo, pero todo este largo preámbulo sirve para contextualizar la presunta idoneidad intelectual de la diputada Lilita Carrió, líder de la Coalición Cívica,  quien el 8 de noviembre de 2017, trató a los diputados Margarita Stolbizer y Federico Masso, ambos de Libres del Sur y contrarios a su proyecto de donación de alimentos, de estúpidos. Frente a las críticas de las que fue objeto, twiteó lo siguiente: “Estúpido/da es una persona necia o falta de inteligencia. Lean el diccionario de la Real Academia Española. No es un insulto”. Y efectivamente ésa es la definición de ese diccionario al que la diputada Carrió alude como principio de autoridad.

 

El DRAE presenta la siguiente sinonimia para la palabra “estúpido”: “tonto, imbécil”. Ahora bien, cuando se busca la definición de “tonto” en el mismo diccionario uno encuentra diversas acepciones. Importan acá la primera y la tercera: “Dicho de una persona falta o escasa de entendimiento o de razón” y “Dicho de una persona que padece una deficiencia mental”. Y respecto de la palabra “imbécil” se lee claramente: “Tonto o falto de inteligencia”, sólo que acá, se añade que se trata de un insulto. Habría entonces algo así como una gradación que, de menor a mayor, comprendería las palabras “tonto”, “estúpido” e “imbécil” para designar a aquellos que son necios o faltos de inteligencia. Pero como las lenguas son sistemas que no se limitan a los signos ortográficos habría que agregar también otras posibilidades semánticas, así como la entonación que, convengamos, no es la misma cuando se tilda a alguien de “tonto”, de “estúpido” y de “imbécil”.

 

Si ejemplificáramos esto mismo con la mismísima diputada Carrió, bien podríamos decir que cuando supone que el DRAE es el non plus ultra de la lengua castellana es tonta. Pero cuando se plantea a sí misma como la última defensa de la moral republicana es estúpida. Ahora bien, cuando se niega a despenalizar la práctica del aborto y condenar a miles de mujeres a un verdadero calvario por el solo hecho de ser pobres es, cuanto menos, imbécil (y eso, con una calificación benévola). ¿Se ve la gradación que se esconde detrás de la sinonimia? Para ser del todo claro, al entender todos estos adjetivos, por cierto nada simpáticos, de manera uniforme y pasteurizada, la diputada Carrió demuestra ser tonta, si no estúpida o imbécil. Considerando su manejo de la lengua, si alguna vez por una remota casualidad lee estas palabras, no habrá motivo para que se sienta ofendida.


viernes, 16 de marzo de 2018

Ya no hay de qué asombrarse: Darío Villanueva, el director de la RAE sospechado de ponerse al servicio de los ricos para modificar el diccionario



Haciendo un poco de historia, recordemos aquí que John Lyly (Lilly o Lylie) nació en. 1553 o 1554  y murió en 1606. Fue un escritor, poeta, dramaturgo y cortesano inglés, conocido durante su vida por sus libros Euphues: la anatomía del ingenio (1578) y Euphues y su Inglaterra (1580), aunque tal vez se lo recuerde más por sus obras de teatro. Tenía un estilo literario amanerado que es expresión de barroco literario inglés, en el que las cosas se decían de manera complicada, apelando a los eufemismos.

En inglés, euphemism se define en estos términos: “palabra o expresión suave o indirecta con la que se sustituye otra que se considera demasiado dura o contundente al referirse a algo desagradable o vergonzoso”.

Algunos diccionarios de la lengua castellana se inclinan por esta otra definición: “palabra o expresión más suave o decorosa con que se sustituye otra considerada tabú, de mal gusto, grosera o demasiado franca”. E ilustran la definición con el siguiente ejemplo: “‘trasero’ es un eufemismo de ‘culo’”.

La definición castellana de esta misma palabra, ofrecida por el basurero de palabras de la RAE se acerca más al estilo barroco de John Lyly y dice así: “manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura o malsonante”.

Ya en otras entradas de este blog, nos hemos ocupado en el pasado de los eufemismos y del absurdo esfuerzo de ocultar a los ciegos detrás de los no videntes, a los discapacitados detrás de aquéllos que tienen capacidades especiales, etc. También dijimos que la corrección política era un intento ridículo de tapar el sol con la mano, cuando todos sabemos que el sol sigue allí.

Pero ya que hablamos del basurero de palabras de la RAE, tal vez valga la pena hablar del basurero en jefe, lo que es decir de Darío Villanueva (foto).

En el suelto que sigue, publicado el pasado 11 de marzo por el diario La Vanguardia, de Barcelona, se lee que el tipo éste “se ha comprometido con al Círculo Fortuny a ‘buscar una definición mejor” de la palabra ‘lujo’, vista por las empresas de alta gama como ‘negativa’”.

Se trata, claro, de una noticia del todo escandalosa y sin precedentes. A tal punto que El Español, El Periódico, El Mundo El Diario (como puede leerse en los links al final de la nota) también se ocuparon del asunto, algo de lo que nos hemos enterado gracias a numerosos mails de traductores españoles, mexicanos, peruanos, colombianos y argentinos, todos escandalizados por la enormidad de lo reflejado por la prensa.

Tres conclusiones: la primera, tal parece que la RAE empieza a definir palabras llave en mano, según lo que necesiten los usuarios que puedan darse el lujo de pagar por definiciones más acordes con sus necesidades; la segunda, es que Darío Villanueva, delante de los todopoderosos de España, demuestra su verdadera naturaleza de lacayo (aunque algunos pensarán que aquí se comporta más bien como un pordiosero); la tercera es que los chistes de gallegos a veces se quedan cortos, afirmación que, es cierto, no es políticamente correcta.


La RAE se compromete ante los empresarios
a modificar la definición de “lujo”

El Círculo Fortuny, asociación española representante de las empresas e industrias de alta gama españolas, ha pedido a la Real Academia Española (RAE) que modifique la definición de la palabra “lujo”, ya que la que existe “curiosamente es bastante negativa” y se puede “mejorar”. Según ha explicado su presidente, Carlos Falcó, el director de la RAE, Darío Villanueva, se ha comprometido a “buscar una definición mejor”.

La RAE define la palabra como “demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo. Abundancia de cosas no necesarias. Todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo”. Carlos Falcó, marqués de Griñón, ha explicado a EFE que en el diccionario la palabra “lujo” tiene que ver con “algo reservado a los ricos y que, de alguna manera, es ocioso y no sirve para nada”.

“Yo creo que cabe una definición mejor”, ha señalado Carlos Falcó, que se ha referido a las tres acepciones de esta palabra que existen en el diccionario de la RAE: la primera, “demasía en el adorno, en la pompa y en el regalo”; la segunda, “abundancia de cosas no necesarias”, y la tercera, “todo aquello que supera los medios normales de alguien para conseguirlo”.

Este asunto se trató en una reunión que celebró el comité del Círculo Fortuny, que desembocó en un compromiso entre el presidente de honor de esta asociación, Enrique Loewe, y el director de la RAE, Darío Villanueva, de “buscar una definición mejor; y están en ello”. Sin embargo, “esto lleva su tiempo”, ya que “las cosas de las academias son lentas”, teniendo en cuenta que “cualquier definición nueva tienen que aprobarla las academias hispanoamericanas”.

Aunque “hay que dejar que los expertos trabajen”, para Falcó, el lujo tiene que ver más por ejemplo con una experiencia que vivió el pasado diciembre con su hija mayor, Xandra Falcó, a la que hacía tiempo que no veía y con quien, en un día soleado, cocinó con el primer aceite de su cosecha delante de su casa una tortilla de patatas. “Esto es un lujo y hay que mantener esta definición”.

El marqués de Griñón considera que la palabra lujo debería estar relacionada con “algo singular, donde participe la emoción”, que “busque de alguna manera la cultura y que dé la sensación de que sea algo irrepetible”.


Nota:
Quien quiera chequear la veracidad de esta increíble noticia puede hacerlo en

http://www.lavanguardia.com/economia/20180311/441444412468/rae-compromete-empresarios-modificar-definicion-lujo.html utm_campaign=botones_sociales&utm_source=facebook&utm_medium=social)

https://www.elespanol.com/cultura/20180312/rae-compromete-empresarios-modificar-definicion-lujo/291471289_0.html


ttps://www.elperiodico.com/es/extra/20180312/loewe-grinon-rae-cambiar-definicion-lujo-6684069


http://www.elmundo.es/cultura/2018/03/12/5aa683ab22601d965a8b464b.html

https://www.eldiario.es/zonacritica/RAE-lujo-definir_6_749335088.html