La noticia de una edición local
de Macunaíma, el héroe sin ningún
carácter, del escritor brasileño Mário
de Andrade debería ocupar mucho espacio en los diarios argentinos, tal es
la importancia de la obra. Supongamos que, por el momento, los periodistas
culturales están distraídos ocupándose de las novedades de Planeta y Penguin
Random House y que no tuvieron tiempo para comentar esta maravilla,
magníficamente traducía por Julieta
Benedetto (foto), para la editorial Mansalva. Por esa razón, y a modo de
modestísima reparación, conversamos con ella sobre su trabajo, lo cual puede
leerse a continuación.
"Reir y pensar al mismo tiempo"
–¿Cómo
te enteraste de la existencia de Mário
de Andrade? ¿Qué te interesó de él para querer traducirlo?
–Mi primer contacto con la obra
de Mário de Andrade fue en 2018, con la rapsodia Macunaíma, el héroe sin ningún carácter, lectura recomendada por la
gran lectora, escritora y traductora Silvia Cobelo; y me asombró cual espanto no saber nada,
teniendo ya tanto contacto con la literatura y cultura brasileña. Me maravilló
la poética que despliega en esta obra, el estilo fluido de un relato que
encadena una seguidilla de cuentos, mitos, leyendas, historias documentadas que
son un disparate, Mário era un erudito de avanzada.Y su humor satírico, sexual,
amoral.A veces de un lirismo emocionante y que por momentos parece un videojuego
–por ejemplo, en el viaje de regreso a su pago junto a los hermanos:
“Ni bien pisó la playa apareció un monstruo frente
a él. Era el bicho Pondê, un jurucutu, esa lechuza del río Solimões que de
noche se convertía en gente y comía a los caminantes. Pero Macunaíma agarró una
flecha que tenía en la punta la cabeza chata de la hormiga santa llamada curupê
y ni hizo puntería, acertó que fue una belleza. El bicho Pondê explotó
volviéndose lechuza. Más adelante después de atravesar una llanura, cuando subía
por un espigón lleno de rocas se topó con el Monstruo hombre-mono Mapinguari
que anda en la selva haciéndole mal a las jóvenes. El monstruo agarró a
Macunaíma pero el héroe sacó su toaquiçu afuera y se lo mostró a Mapinguari.
–¡No se confunda, compañero!
El monstruo se rió y lo dejó pasar”.
Y sigue, va a la casa dela
anaconda yacumana Oibe, buscando un lugar en tierra firme para dormir lejos de
las hormigas, pero a escondidas se come el corazón que Oibê estaba asando, y ésta
para asustarlo se disfraza de fantasma y lo persigue en broma. Durante la
persecución el héroe pasa por grutas habitadas por personajes inverosímiles (pero
históricos) un árbol se convierte en princesa, vomita en el río la víscera (que
se convierte en camalote), y huye río abajo con la princesa, mientras la
anaconda que era un hombre lobo despide por la boca una mariposa azul,el “alma de un hombre presa en
el cuerpo del lobo por artes del Carrapatu miedoso que vive en la gruta del río
Iporanga” y sigue, sigue–.
Otro punto de interés fue la
cosmología amazónica. La obra en un plano se articula a partir de estas
leyendas. Los personajes se convierten en constelaciones –Macunaíma en la Osa
Mayor, Iriqui en las Pléyades–, y en estrellas –Ci en la Beta Centauri–, en
meteoritos y cometas. También están los orígenes de la luna –Capei–, de la Cruz
del Sur –que es el Padre del Muitu–; la historia de la Sol, la estrella Vei, y
sus tres hijas de luz;para nombrar algunos.
Y no menos atractivo me resultó
el mundo moderno que despliega con toda intensidad cuando el héroe llega a San
Pablo, que es el lugar donde Mário de Andrade nació y vivió toda su vida. Allí
todo es máquina. Y los hombres no la dominan y ella tampoco, “hay empate”, dice
el héroe después de reflexionar mirando la ciudad desde la terraza de un
rascacielos. Entonces convierte a su hermano Jiguê en la máquina teléfono y
pide langostas y francesas.
La rapsodia se desarrolla en el
vasto territorio de América del Sur en una disparada madre que va desde las
Guyanas hasta Mendoza, siempre con un perseguidor y un perseguido y “¡piernas
para que te quiero!”. Mário de Andrade nos presenta un héroe panamericano y
desgeografizado, eso me gustó muchísimo.
La profundidad de esta rapsodia
se despliega con el tiempo, después de la lectura –y relecturas que valen la
gracia–, y lleva a pensar las raíces que compartimos con otras culturas que
cohabitan estas tierras, todas siempre ricas. El legado etnográfico de esta
obra tiene un valor incalculable. Me interesó también indagar por qué Mário de
Andrade, uno de los autores más importantes de la literatura brasileña, es aún
tan desconocido por acá. Mário era mulato y gay, humillaciones y marginación
fueron corrientes en su vida, murió joven, con 52 años en 1945, y sigue en las sombras
porque aún hoy, a 77 años de su muerte, su obra genera debates, críticas y
rechazos antagónicos–tanto por parte de la derecha acérrima, que intentó
censurarlo en 2020 por contener “lenguaje inapropiado para la juventud”, como
de parte de algunos grupos indigenistas, que consideran la rapsodia como un
retrato, algo que no es cierto–. Mário de Andrade trabajó hasta su muerte en
esta novela, en la que nos dejó un legado invaluable que continúa creciendo,
porque sabe a futuro.Creo importante que su trabajo llegue a más lectores.
–Entiendo
que existe una versión previa de Macunaíma. ¿En qué se diferencia de la tuya?
–El trabajo de edición y
traducción que llevé adelante es particular, ya que repuse fragmentos de la
primera edición –que fueron suprimidos por el autor a partir de la segunda–,
pero conservando otras modificaciones que Mário realizó con los años. Fue gracias
a la asesoría de Silvia Cobelo y consultoría de Gonzalo Aguilar –quienes
acompañaron todo el proceso y me dieron acceso a mucha información– que pude
tomar ésta y otras decisiones relevantes.
Una diferencia importante es la
incorporación del glosario–al estilo de la Edición Crítica coordinada por Telê
Ancona Lopez, publicada por Archivos Unesco, fuente de este trabajo–. A medida
que avanzaba en la investigación que acompañó toda la traducción, Silvia Cobelo
me alentó para llevar un registro minucioso del proceso de trabajo, así la
primera versión fue anotada, y luego, las notas se convirtieron en un anexo, para
no interrumpir la lectura. El glosario da cuenta del trabajo etnográfico y
archivístico del autor, y fue El Roterio de Macunaíma, de Manuel Calvacanti Proença
la mayor fuente de consulta, pero también tesis sobre la obra, notas para la
traducción en inglés que hizo Mário de Andrade –que están en la Edición Crítica–,
y otras búsquedas personales.
En un plano más literario, esta
traducción es rioplatense, o quizá más acertado es decir litoraleña, que es de
donde vengo. La lírica de nuestro litoral comparte mucho de la exuberancia animal
vegetal estelar, el manto verde que es la Mata Atlantica cubre nuestras
fronteras y nos orilla. Pero no es sólo eso, Raúl Antelo también plantea que la
Patagonia y el Amazonas son espejos, riquezas que conforman lo nacional de
ambos países, y que a su vez,son zonas diezmadas por la explotación,
extranjerizadas, expropiadas, y me resulta interesante este pensamiento de
inversiones que nos amplia las formas de pensarnos. Rita Lenira de Freitas
Bittencourt –en el libro “Un guión de extimidad, Ensayos sobre la obra de Raúl
Antelo”. Coordinado por Diana Klinger y Mario Cámara– lo explica mejor:
“Antelo
apunta un engaño de Mário de Andrade al afirmar que “no existe para el
argentino el problema patagónico como tampoco existe para la gente el problema
amazónico”. El crítico entiende que, claramente, en el reverso de los trazados
territoriales las dos regiones la Amazonía brasileña y la Patagonia argentina
serían, paradojalmente, espacios primordiales e indiciales “de la ley, del
nombre, del Estado”.
En mi trabajo existe la intención
de conocer nuestro continente y sobre todo nuestros contenidos culturales e
históricos. Y en esta obra fui encontrando con sorpresa y alegría, en las
leyendas, mitos y refranes populares múltiples fuentes de nutrición para nuestras
historias y relatos contemporáneos; ejemplos, la leyenda de Naipi –que es una
versión de la historia de las Cataratas del Iguazú–; la invención del truco,
del futbol, del auto, de las plagas; la historia de la frase “tarde piaste”,
entre otras curiosidades de nuestra vida contemporánea.
La lectura crítica que hizo Raúl
Antelo, quien observó que mi primera versión era muy literal y ceñida al texto
original, me ayudó a cambiar muchas cosas, pero lo más arriesgado para mí fue
cambiar un par de fragmentos de
canciones populares, no para domesticar la versión pero sí para entablar la
afectividad que la rapsodia sugiere en algunos pasajes, entonces,por ejemplo,
me animé a hacer una versión libre de la primera estrofa de “La vaca estudiosa”,
de María Elena Walsh y reemplazar la canción que canta el héroe mientras hamaca
al gigante antes de que caiga en la olla de fideos y muera, por el juego
“Martín Pescador ¿me dejará pasar? Pasará, pasará,¡pero el último quedará!”.
–¿Cuáles
son las principales dificultades te presentó la traducción? ¿Podrías
detallarlas?
–En el Prólogo, Notas de
traducción, hago mención a 2 términos Brincar y Mato Virgem. También la carta a
las icamiabas fue difícil para mí como lectora y como traductora. Necesité
mucha ayuda, ya que está escrita al estilo de los cronistas del siglo XVI,
mientras que la rapsodia tiene un estilo oral, coloquial.
Algo complejo pero que hice con
mucho placer fue realizar investigaciones de nombres científicos y vulgares de
flora, fauna, accidentes y referencias geográficas, comidas y bebidas
regionales, y expresiones desusadas incluso en Brasil. Esta obra es de difícil
lectura hasta para los brasileños, pero aún así entretenida.
–¿Qué
sentido tiene publicar hoy, en Argentina, este libro?
–Cuando me preguntan por el
sentido que tiene publicar Macunaíma, me interesa remitirme a las palabras del
propio autor, en un prefacio que no publicó con las ediciones que hizo en vida,
dice que no hay que buscar símbolos o sentidos más allá de la diversión, que
esta obra fue escrita durante unas vacaciones acostado en una hamaca paraguaya
comiendo cajú. En principio es un libro lleno de aventuras e historias, nutre
nuestra imaginación y nos da la posibilidad de conocer más la región que
habitamos. Hace reír y pensar al mismo tiempo en los sentidos de las cosas.
Recomendación para lectores aventureros que se dejan llevar, embarquen en esta
lectura. que ofrece muchas travesías impensadas, y brinda tantas historias para
contar.
El sentido podría ser el de la
filosofía andina, que plantea el futuro atrás, que avanzamos mirando al pasado.