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jueves, 19 de octubre de 2023

"Ahora se valora más la calidad de su escritura"

El pasado 18 de octubre, Pablo León publicó en El País, de Madrid, una nota en la que la traductora española Itziar Hernández Rodilla (foto) habla de Virginia Woolf, a quien tradujo, y de su aparente renacimiento en España.

Sexualidad, ironía y clase social: por qué una inteligencia artificial no soportaría a una Virgina Woolf

La vida de la traductora Itziar Hernández Rodilla (Bilbao, 1976) se cruzó con la de Virginia Woolf en 2017. “Fue un encargo de la editorial Akal. Había trabajado con ellos en otros proyectos y me llamaron para traducir toda la obra de Virginia Woolf”, recuerda la también profesora de la Universidad Complutense de Madrid. Allí, imparte traducción general del alemán; literaria del inglés; y jurídica del italiano. Esas son las tres lenguas con las que trabaja, aunque también maneja el francés y algo de griego moderno. Recientemente, Hernández Rodilla ha quedado finalista en unos premios pioneros de traducción de cómics, convocados por Huescómic, con la novela gráfica Girlsplanning de Katja Klengel (Roca).

-Virginia Woolf escribió nueve novelas; decenas de relatos; cientos de ensayos y un voluminoso diario. ¿Cuántos ha traducido?
-Por el momento, cuatro novelas, un relato y dos ensayos. Acabo de terminar los cuentos de la señora Dalloway [La señora Dalloway recibe para Cátedra] y, además de Las Olas [para Akal], estoy trabajando en una colección de ensayos que he seleccionado en torno a la figura de la escritora.

-¿Es difícil traducirla?
-Sí, es una mujer que escoge las palabras con precisión y aplica un ritmo endemoniado. Tras mucho leerla y documentarme, se hace un poco más fácil; esa sensación a veces me preocupa por si se me escapa algo. Entonces, reviso de nuevo. Aunque he hecho camino con la señora, no me termino de fiar.

-Casi forma parte del Círculo de Bloomsbury.
-Del círculo no, pero sí de la Virginia Woolf Society de Gran Bretaña [que cumple cuarto de siglo este año]. Es curioso lo que ocurre con Woolf: todo el mundo siempre ha sabido quién es, pero se ha tenido una imagen de ella algo anticuada, casi decimonónica ―cuando era una mujer avanzada a su tiempo, una moderna―. En los setenta se convirtió en icono del feminismo con Un cuarto propio y parecía que no había nada más.

¿La considera feminista?
Aunque ella no era activista sufragista, colaboró con el movimiento, que en ese momento no demandaba el voto universal, sino para las mujeres de cierta clase. Por otro lado, es consciente de que cuando habla de mujeres, piensa en las que tienen dinero. Se implica en la educación de las proletarias, pero enseguida se centra en editar y escribir. Podríamos decir que es feminista y clasista.

Sin embargo, también habla sobre mujeres pobres.
Sí, reflexiona sobre qué habrían hecho esas mujeres si hubiesen tenido recursos: ella es adinerada, pero se esfuerza por salir de ese marco. Aunque no siempre le sale bien: en Al faro narra los días de limpieza de una casa y celebra el mérito de las limpiadoras que mantienen la propiedad viva. A la vez, se pregunta cómo no se aburren de cotillear, de trabajar o de pensar en qué hacer de comida. Tiene esa ambigüedad. Quiere ser buena, pero le cuesta.

¿Asistimos a un reboot de Woolf?
Aunque siempre ha formado parte de la alta literatura, ahora se valora más la calidad de su escritura. Es una excelente ensayista. Además, la novela contemporánea se basa mucho en algo que ella ejecutó de manera ejemplar: la novela psicológica. En el siglo XIX, una novela contaba lo que hacían o decían los personajes, pero no lo que pensaban. Ella ―el Círculo― empezó a hacerlo.

Tuvo que ser muy rompedor.
Sin duda. Pero no solo eso: también la autoficción se relaciona con Virginia Woolf. E incluso hay críticos que la vinculan con el boom latinoamericano. En "El Aleph", de Borges, hay un pasaje, que es claramente Orlando. Ella pone una semilla que germina más tarde. Actualmente, hay cierto aire de redescubrimiento que comienza con la novela de Michael Cunningham ―y después la película― Las horas. También ha ayudado que sus derechos de autora prescribieran en 2021 y que no haya que pagar a sus herederos. A ello se ha sumado la censura: el reciente veto a la representación de Orlando [cancelada por el Ayuntamiento del pueblo madrileño de Valdemorillo, gobernado por PP y Vox, al considerarla una obra LGTBI].

¿Cree que Orlando es LGTBI?
Para mí, es la más feminista de todas sus obras: Orlando demuestra que no hay diferencias ―de pensamiento, miedos, inquietudes…― entre hombres y mujeres más allá de la ropa; es decir, de lo superficial, lo social. No es más que la historia de una mujer que quiere hacer lo que le dé la gana y vestirse como le dé la gana. Entiendo el simbolismo y la complicidad con el colectivo LGTBI con esta historia, pues la autora prescinde del género para referirse a las personas. Sería una obra no binaria, ¡ves cómo es moderna!

¿Y lesbiana o bisexual?
Esto es aventurarse: si tuviera que decir algo, diría que ella y su marido eran más asexuales que otra cosa. En ese matrimonio había, desde muy pronto, un acuerdo para no acostarse. Su íntima amiga Vita [Sackville-West] contó que habían tenido relaciones en dos ocasiones. Leyendo la correspondencia entre ellas, nunca he encontrado nada más allá de una relación muy estrecha y cercana. ¿Se acostaron? No lo sé. Creo que Virginia Woolf tenía problemas para tener relaciones sexuales completas.

Uno de los usos masivos de las inteligencias artificiales es para traducir, ¿qué se pierde ahí?
Lo primero, derechos de autor. No me gusta llamarlo inteligencia artificial porque es más bien un tipo de plagio. La IA funciona con textos que ya existen, que tienen derechos y que no están pagando. Además, se pierde la sensibilidad humana. Una IA no capta la ironía ni es capaz de seguir el ritmo, por lo que no podría traducir a Virginia Woolf; no la soportaría.

lunes, 10 de julio de 2023

Virginia Woolf y las dificultades de la sociedad española para dejar atrás el siempre presente franquismo que la rige

Cerramos la semana pasada, hablando de la ola de censura que, tanto en los Estados Unidos como en España, está sufriendo la obra de Virginia Woolf. Luego, el pasado 8 de julio, Peio H. Riaño publicó un artículo en elDiario.es, de España, que compara la censura ejercida por el franquismo contra Orlando, de Virginia Woolf, con la que actualmente ejerce el Ayuntamiento de Madrid, en manos del PP, y Vox con la misma obra. En la bajada se lee: "En julio de 1944 la dictadura prohibió la distribución de 1.000 ejemplares importados desde Argentina y no fue hasta el año 1978 cuando se publicó sin censuras la obra cancelada ahora por el PP de Valdemorillo".

El franquismo censuró Orlando de Virginia Woolf 80 años antes que el PP y Vox

Entre 1943 y 1947 la dictadura franquista recibió 13 peticiones de publicación de siete títulos de la obra de la escritora Virginia Woolf, que trataron de hacerse un hueco entre la población española tras el reciente fallecimiento de la autora británica, en 1941. El director general de Propaganda permitió a los españoles leer Fin de viaje (1915), Flush (1933), La señora Dalloway (1925), Los años (1937), El cuarto de Jacob (1922), La casa encantada, Tres guineas (1938), Hojas sueltas, Noche y día y La muerte de una polilla. Pero Orlando (1928), no. Del aluvión para difundir la obra de la autora británica, el franquismo rechazó únicamente la publicación de Orlando, tal y como acaba de ejecutar el PP en Valdemorillo contra una adaptación teatral de la novela en la que Woolf trataba temas tabúes en el momento de su publicación, hace casi un siglo.

La homosexualidad, la sexualidad femenina y la artificialidad de los papeles asignados por el género fueron demasiado para la inquisición franquista. Orlando nunca dejó de ser la misma persona después de convertirse en mujer y al PP de Alberto Núñez Feijóo esto le pareció inapropiado, casi ocho décadas después de ser prohibida por la censura de la dictadura. Las pruebas se conservan en la Sección de Cultura del inmenso Archivo General de la Administración (AGA), en Alcalá de Henares, junto a las decenas de miles de expedientes de la censura fascista con la que se condicionó el pensamiento de la ciudadanía entre 1938 y 1983, último año de actividad del organismo censor. En estos almacenes de memoria se encuentra el informe que acabó con la posibilidad de importar la traducción al castellano que había realizado Jorge Luis Borges y Leonor Acevedo, en 1937, nueve años después de haber sido publicada Orlando.

Woolf dedicó este libro a su amante, la aristócrata poeta Vita Sackville-West, que vestía como hombre. En 2008 la académica Leah Leone realizó una revisión crítica de la traducción de Borges, en la que confirmó lo que el propio escritor había adelantado: había puesto mucho de su parte. Leone concluye que la crítica al patriarcado que realizó Woolf quedó arrinconada por la traducción de Borges. “La popularidad de la traducción de Borges es inquietante ya que al analizar el proyecto se revela la neutralización o hasta el sabotaje de los elementos del género que han hecho de Orlando un texto fundamental de los estudios feministas y queer”, indica el estudio de Leone.

Doble censura
“A lo largo de la traducción hallamos el privilegio de lo masculino, la atenuación de pasajes chocantes y algunos cambios radicales que parecen manifestaciones concretas de la propia opinión de Borges”, explica la autora. El autor argentino manifestó sus posturas conservadoras y eliminó palabras y frases completas, además de alterar pronombres. “Borges introdujo afirmaciones explícitamente contrarias a las de Woolf”, sentencia Leone. Esta versión se sigue usando en reediciones contemporáneas.

A pesar del boicot a los presupuestos de Woolf, la traducción y censura de Borges no fue suficiente para el franquismo. La petición de importación de 1.000 ejemplares está fechada el 24 de julio de 1944 y firmada por Manuel Borrás de Quadras, director gerente de Casa del Libro, nombre con el que los dueños tuvieron que rebautizar por imperativo franquista a la librería Catalònia, fundada en 1924. No recuperó el nombre original hasta finales de 1976 y fue adquirida en 1998 por el grupo Bertelsmann hasta que cerró en enero de 2013.

Borrás de Quadras pedía permiso para importar un millar de ejemplares de la novela publicada por la Editorial Sudamericana. Dos semanas más tarde, el 8 de agosto de 1944, la autoridad suspendió la petición de Casa del Libro para vender en el establecimiento ejemplares de la novela inédita en España. Antes del rechazo de Orlando, el librero pidió permiso esa misma semana para traer ejemplares de Al faro y La señora Dalloway, de la misma editorial. Todas las peticiones fueron aceptadas a lo largo de ese año. Y con un año de retraso, en diciembre de 1945, aprobaron la comercialización de La señora Dalloway.

La editorial Sudamericana, que recogió las labores iniciadas por la editorial Sur, fue fundada en 1939 por el catalán Rafael Vehils, que convenció a una parte de la élite argentina para financiar el proyecto. En América había divisas y papel, además de acceso al comercio continental y europeo. Pero las diferencias ideológicas en la cúpula empresarial, entre argentinos y españoles, no tardaron en aparecer. Así lo recordaba Victoria Ocampo, la principal inversora del proyecto, en sus memorias. Las posturas cercanas al franquismo de la parte catalana de la empresa chocaron con el talante antifranquista de Ocampo. La situación se resolvió de manera favorable a Antonio López Llausàs, hasta ese momento gerente de la editorial y director desde 1939 de Sudamericana, papel que ejerció desde Buenos Aires. López Llausás había fundado con Manuel Borràs de Quadras y Josep Maria Cruzet la mencionada librería Catalònia, que en 1944 aspiraba a vender las traducciones de Virginia Woolf en la posguerra española.

Suspendida sin argumentos
En los expedientes que se conservan en el AGA no se adjuntan los argumentos en contra de Orlando. Simplemente aparece el lapicero rojo del censor para expresar su decisión, tajante: “Suspendida”. Y la fecha: 8-8-44. Un año más tarde, en los últimos días de 1945, la Delegación Nacional de Propaganda cambia de parecer y autoriza la importación de algunos ejemplares de Orlando, en la traducción de Borges. De los 1.000 que había solicitado Manuel Borrás de Quadras un año antes, ahora pide permiso para unos escasos 200 ejemplares. El 6 de febrero de 1946 le autorizan la venta insignificante de la obra prohibida. Era una nueva forma de censura.

La primera vez que Orlando sale a las librerías españolas sin censura sucede muchos años más tarde, en 1978. Es gracias a la petición que hace Ignacio Javier Pérez Diez, de la editorial Edhasa (fundada en 1946 por López Llausàs), que reclama ante la Dirección General del Libro y Bibliotecas del Ministerio de Cultura una tirada amplia, de 5.000 ejemplares. En el informe, redactado tres años después de la muerte del dictador, se reconoce que Virginia Woolf “está considerada como un ”clásico“ dentro de la literatura inglesa contemporánea”.

“La novela que nos ocupa, Orlando, es una de sus más grandes obras, escrita a principio de los años treinta, nos va relatando la historia, a través de tres siglos, de un atractivo y misterioso muchacho, que en los años veinte reencarna en una bella y hermosa mujer. Esta novela ya es conocida del lector español”, asegura el informe censor en democracia. Conclusión: “No impugnable”, en el año 1978. En 2023, en Valdemorillo, sí ha sido impugnada como en 1944.

La derecha contra Woolf
El 7 de septiembre de 1945 el editor José Janés, catalán de 32 años muy interesado en introducir la literatura inglesa al mercado en castellano, pidió permiso para publicar El cuarto de Jacob, la tercera novela de Woolf, para la que reclamaba una tirada de 3.000 ejemplares. El 17 de septiembre de 1945, el Director General de Propaganda responde a la petición de autorización de la publicación de la obra que podrá publicar el título siempre y cuando “suprima lo indicado en la página 90”. El ejemplar censurado no se conserva en el AGA y no podemos comprobar las tachaduras del censor.

El director general de Propaganda avisa que si quiere la tarjeta de autorización definitiva, antes de publicarlo tendrá que presentar las galeradas con las supresiones hechas para confirmar el recorte. Muchos de estos libros siguen publicándose con los tajos ejecutados por la censura franquista. Unos días antes de la comunicación del máximo responsable de la Propaganda franquista, el censor le había entregado su informe tras la lectura del libro de Woolf.

Jesús Miralles firma el 13 de septiembre de 1945 muchas otras propuestas de eliminación, hasta en cuatro páginas. Y después de indicar que no atacaba al dogma, ni a la moral, la Iglesia o a las instituciones del Régimen, responde que el importante texto modernista —con el que Woolf rompe con las convenciones de sus dos primeras novelas— tiene un “escaso” valor literario. Y pasa a observar: “Intrascendente relato de la vida de un escéptico joven inglés contado desde el punto de vista mental de la autora sin desviaciones que pasen de lo reglado”.

Las olas (1931) también padeció el ataque de la censura, primero con la prohibición en 1953 y, luego, en 1957 padeció una doble lectura. Al primer censor le pareció correcta. Pero el siguiente informe es negativo e impidió la publicación de la novela e indició tachaduras hasta en 29 páginas. El censor reconoció su valor literario, pero no recomendó la publicación. “Es sumamente difícil resumir el espíritu de este libro; es una novela fuera de serie, a veces amargamente existencialista, a veces romántica, en todo caso rezumante de una rara sensualidad, oscura, ininteligible […] De indudable calidad literaria, pero a mi juicio un engendro que no puede autorizarse”, puede leerse en el informe conservado por el AGA. En este caso sí se incluye una copia de la galerada que presentó Janés al Servicio de Censura.

La prohibición contra Las olas se levantó en 1972, cuando habían pasado seis años de la entrada en vigor de la nueva Ley de Prensa e Imprenta (BOE del 19 de marzo de 1966). La norma relajó las prohibiciones y un año después de su publicación permitió la llegada a las librerías españolas del fundamental ensayo Una habitación propia (1929). Esto dice el censor en su informe: “Se trata de una especie de novela narrativa en torno a las condiciones históricas por las que ha pasado la evolución social de la mujer, señaladamente como escritora de novelas, y lo que necesita para conseguir su emancipación: independencia económica y personal. Nada particular”. El franquismo autorizó a Seix Barral la publicación del libro, con traducción de Laura Pujol y una tirada inicial de 4.000 ejemplares.

viernes, 7 de julio de 2023

Ahora se la agarran con Virginia Woolf

Al faro se publicará con un  ‘descargo de responsabilidad’ en los Estados Unidos mientras que en España se vetó la representación teatral de la novela Orlando”. Esta es la bajada de la nota referida a la censura que se pretende ejercer sobre obras de Virgina Woolf, firmada por Daniel Gigena, en el diario La Nación, de Buenos Aires, el pasado 4 de julio.

La corrección política y la censura atacan de nuevo: esta vez, la víctima es Virginia Woolf

La corrección política y la censura atacan de nuevo, esta vez en Estados Unidos y en España, respectivamente. Días atrás, la editorial Vintage informó que la clásica novela Al faro, de Virginia Woolf, se publicará con un “descargo de responsabilidad” en el que los editores estadounidenses advertirán al público que las opiniones de los personajes reflejan las “actitudes de la época”. En clave semiautobiográfica, en Al faro la reconocida escritora británica narra las historias de los viajes de la familia Ramsay a su casa de veraneo en la isla de Skye en Escocia; en su infancia y adolescencia, Woolf y su familia veraneaban en St. Ives, en Cornualles, en una casa familiar con vista a la playa de Porthminster y al faro de Godrevy.

En Al faro, quinta novela de Woolf, uno de los personajes (Charles Tansley) predica que las mujeres no saben escribir ni pintar (ni controlar sus emociones), lo que afecta la frágil subjetividad de Lily Briscoe, joven protagonista protegida por la bondadosa señora Ramsay (su esposo, el señor Ramsay, es un filósofo tiránico). Los personajes también hacen consideraciones que pueden resultar antipáticas sobre la organización social del Reino Unido (en ese entonces, los años 1920, un imperio sin la menor dosis de autocrítica). La edición de Vintage estará precedida por una nota editorial que explica que la decisión de imprimir la novela en su forma original no representa un “respaldo” a las “representaciones culturales o el lenguaje” de la artista.

“Las tensiones de clase y de género aparecen en la novela –dice la profesora Martina López Casanova a La Nación–. Pero eso no significa que el libro sea sexista, clasista o aporofóbico. Es no entender qué hace la autora con eso, que entrecruza lo cultural, lo social y lo político con lo íntimo; incluso lo más íntimo, porque su propia subjetividad como escritora está involucrada, con ese pensamiento interior inglés y modernista de la época que muestra el modo en que esto talla en los personajes. Woolf tiene una gran sutileza para trabajar con estos planos de un modo emocionante, sin necesidad de hacer una denuncia”. Para López Casanova, esta decisión editorial confunde los puntos de vista de los personajes con el que puede adjudicarse a la novela. “El libro no está diciendo lo mismo que dicen los personajes que, por otro lado, no son chatos ni unívocos”.

“Esto que sucede con Al faro y Vintage, propiedad de Penguin Random House, ya sucedió con Agatha Christie y Ernest Hemingway, aunque en esos casos llegaron más lejos: se corregía la traducción –remarca la escritora Ariana Harwicz a La Nación–. Es algo de lo que los filósofos se van a reír mucho dentro de cincuenta o cien años. Se va a mirar a estos editores como cómplices y colaboradores, y agregaría como traidores. Nietzsche decía que había que juzgar a los artistas como criminales; ya que estamos en la época del juzgamiento, creo que la historia va a juzgar a estos editores como traidores al arte y deberían rendir cuentas”. Para la autora de Matate, amor, se viven tiempos malsanos para el arte y los artistas. “Habíamos abandonado los años en que se perseguía a Baudelaire por sus poemas, a Flaubert por Madame Bovary,y en que el Vaticano juzgaba a Pasolini por sus novelas. Pero se vuelve con fuerza en este siglo, donde se judicializa el arte”.


En los museos europeos, recuerda Harwicz, también se ponen en práctica estas advertencias a los espectadores sensibles. “Es extraño porque esto pasa en sociedades democráticas, no teocráticas –señala–. Antes, el aparato censor tenía su lógica en los regímenes fascistas, pero ahora, en épocas de diversidad y multicuralismo como la actual, sucede por marketing. En la glorificación de la diversidad, se condena el pasado, sin ninguna crítica sobre el presente. El absurdo es que estamos hablando de arte”. Las novelas de Harwicz se han traducido a varios idiomas, excepto Degenerado, protagonizada por un pedófilo acusado de violar y asesinar a una niña. “Lo que molesta es el contenido”, deduce la autora.

 

Contra Orlando

En España, por otro lado, el Ayuntamiento de Valdemorillo (Madrid), gobernado por el Partido Popular y Vox, se vetó la representación teatral de la obra Orlando, basada en la novela de Virginia Woolf que tradujo (y alabó) Jorge Luis Borges. Según la compañía Teatro Defondo, se trata de un “veto ideológico” porque en la obra se reivindican el feminismo y el movimiento LGBTIQ. El protagonista de Orlando cambia de sexo a lo largo de los siglos (el hecho de pertenecer al “sexo débil” a partir del siglo XVIII le trae no pocos inconvenientes). La antiiniciativa corrió por parte de la Concejalía de Cultura de Valdemorillo, a cargo de Victoria Amparo Gil Movellán, de Vox.

 

La Asociación de Autoras y Autores de Teatro de España, que reúne a centenares de dramaturgos, y la Asociación Colegial de Escritores manifestaron “su más enérgico rechazo” a la suspensión de la versión escénica de la novela de Woolf escrita por la dramaturga Vanessa Martínez, que recibió numerosos premios y elogios. El actor y productor de la pieza teatral, Pablo Huetos, en una carta abierta al alcalde de Valdemorillo (Santiago Villena) le solicita que ponga freno “a aquellas otras prácticas de una minoría que intenta destruir la convivencia en este Estado plural en el que vivimos”.


Desde el Ayuntamiento alegaron que la suspensión de la obra no se hizo por razones ideológicas sino económicas, “puesto que tenemos un presupuesto prorrogado y no hay dinero para ciertas actividades, como también ocurre con el cine de verano, que no va a realizarse tampoco”.

viernes, 24 de marzo de 2023

Borges, traductor y censor de Virginia Woolf

Orlando, una biografía, escrito por Virginia Woolf en 1927, es una sátira al género de biografías, una crítica social a la sociedad inglesa y al machismo imperante. El protagonista, Orlando, vive por 500 años una vida de aristócrata y diplomático, pero de un día para otro se vuelve una mujer. Mientras a él le parece un fenómeno normal, sufre los prejuicios de género. Borges tradujo el texto nueve años después de ser publicado, pero decidió cambiar frases, pronombres e incluso omitió frases completas.” Esto dice la bajada de la nota publicada por la periodista chilena Lissette Fossa, el pasado 28 de febrero, en el periódico digital Interferencia.

Otra polémica traducción literaria: Cuando Borges tocó el 'Orlando' de Virginia Woolf


Debates y hasta reacciones de otros escritores es lo que ha generado el anuncio de la editorial inglesa Puffin Books (sello infantil de Penguin) de modificar algunas palabras- como “gordo”, “feo” y el género de algunos personajes- en los libros de Ronald Dahl, autor fallecido de clásicos infantiles como Charly y la Fábrica de Chocolates y Matilda, entre otros.

El anuncio generó una gran controversia en Reino Unido, donde muchos se quejaron de que esta acción estaba alterando la intención original del autor, que sería una forma de censura y que eliminar ciertas palabras no cambiará la intención original del autor. Finalmente, la editorial tuvo que recular y anunciar que editará y lanzará al mercado la versión original de los libros de Dahl y la versión con las alteraciones.

La editorial que edita los libros del autor en español, Santillana, salió de inmediato descartar aplicar el mismo criterio y aclaró que mantendrá las traducciones como están.

Sin embargo, no es primera vez que la traducción y los cambios en los procesos de edición de un libro generan controversia.

Ya hace unos días, en redes sociales la booktoker mexicana @nenamounstro recordaba una de las traducciones más polémicas del inglés al español de un escritor que sólo en los últimos años los académicos se han atrevido a criticar: la traducción de Orlando, una biografía de la autora Virginia Woolf, realizada por Jorge Luis Borges.

Y aunque se ha hablado en medios de comunicación de que Dahl sería víctima de una extrema “corrección política” frente a términos que en el tiempo en que fueron escritos no parecían ser ofensivos, lo de Borges pecaría de lo contrario. El estilo conservador y los prejuicios machistas y homofóbicos del autor- propios también de su época-, habrían terminado modificando el sentido de una de las obras más importantes de Woolf.

La traducción de Orlando a Borges fue encargada por la escritora e intelectual Victoria Ocampo y fue realizada por el escritor en 1937, nueve años después de haber sido publicada originalmente.

El libro trata de Orlando y de su vida de más de 500 años, y es una crítica y parodia de la autora a los formatos de biografía, muy de moda por esos años, pero también a la sociedad inglesa y su historia. Al mismo tiempo, la obra fue transgresora por su temática de género y como uno de los títulos que se consideran de las primeras novelas feministas, e incluso, queer, al cuestionar todos los roles de géneros. Esto, porque Orlando no sólo pasa de un país a otro y busca desarrollar su ingenio literario, sino también porque pasa de ser hombre a mujer. Así, naturalmente, un día se despierta siendo una mujer y Orlando no parece impresionado en lo absoluto. Lo que sí lo impacta es que el trato hacia él cambia: ya no tendría derecho a tener propiedad y sus intereses románticos serían cuestionados, así como también su capacidad intelectual.

Woolf dedicó este libro a su amante, la aristocrática poeta Vita Sackville-West, quien habituaba a vestir como hombre y con quien tuvo una intensa relación.

Aunque hay estudios de inicios de los 90 que ya venían realizando esta crítica sobre la traducción de Orlando, quien la desarrolló con profundidad fue la académica Leah Leone, en un ensayo publicado por la revista Variaciones Borges, de la Universidad de Pittsburgh en 2008.

La autora del texto comienza explicando que la traducción de Borges fue esencial para impulsar la escena posterior de escritores latinoamericanos que adoptaron el realismo mágico y la narrativa fantástica. La traducción fue elogiada por años, ya que como el mismo Borges explicaba, llevaba mucho de la pluma de su traductor. Pero la autora afirma que la intención de Woolf de realizar una crítica a la sociedad patriarcal y a los roles de género, queda en segundo plano con la traducción de Borges.

“La popularidad de la traducción de Borges es inquietante ya que al analizar el proyecto se revela la neutralización o hasta el sabotaje, en varios niveles textuales, de precisamente estos elementos del género que han hecho de Orlando un texto fundamental de los estudios feministas y queer”, indica el ensayo.

Leone indica que Borges, por ejemplo, cambió pronombres personales y posesivos que estaban en femenino, para pasarlos al masculino, y que privilegió en el texto un narrador masculino, llegando incluso a omitir frases completas del libro.

“A lo largo de la traducción, hallamos el privilegio de lo masculino, la atenuación de pasajes chocantes y algunos cambios radicales que parecen manifestaciones concretas de la propia opinión de Borges”, comenta Leone.

Son varios los ejemplos de la ensayista: la comparación, en la traducción de las mujeres con los niños y no niñas; los cambios del pronombre “her” (suyo, en femenino), por el masculino ("his"), así también el "she" en inglés, que muchas veces pasa a omitirse o cambiarse por "he" (él, en español; además de omisiones de palabras y frases completas.

“En algunas instancias, las omisiones y cambios que Borges introdujo a la traducción formaron afirmaciones explícitamente contrarias a las de Woolf. Por ejemplo, cuando Orlando quiere deshacerse del Archiduque Enrique, ella divisa un juego con el que le pueda fastidiar. Cuando la aristócrata hace trampa, el Archiduque queda abismado: “To love a woman who cheated at play was, he said, impossible. Here he broke down completely. Happily, he said, recovering slightly, there were no witnesses. She was, after all, only a woman”. Enrique le tiene compasión, el hecho de que Orlando sea sólo una mujer atenúa su decepción. Como es nada más que una niña grande, uno no puede exigir que siga las reglas del juego. Con omitir una sola palabra, Borges cambia radicalmente la fuerza irónica de la concesión del Archiduque: “Imposible, dijo, amar una tramposa. Al llegar ahí se desarmó. Por suerte, dijo, recobrándose un poco, no había testigos. Al fin, ella era una mujer”. Con la traducción de Borges, se entiende que, por ser mujer, no es sorprendente que Orlando hiciera trampa, ya que se presume que todas las mujeres tienden a eso”, explica el ensayo.

Y Whitman
La autora, además, da ejemplos de que estos sesgos que muestra Borges en la traducción de Woolf vuelven a repetirse con respecto a los poemas que tradujo de Walt Whitman, quien escribió varios de sus poemas sobre sus relaciones con hombres. En varios casos, Borges simplemente no tradujo algunos poemas claramente homoeróticos.

“Cuando tradujo el poemario, Borges hizo una selección limitada de los poemas que quería incluir. Del libro Calamus —reconocido por sus poemas dedicados abiertamente al amor homosexual— Borges omite varios poemas de contenido homoerótico, por ejemplo Of the terrible doubt of appearances, City of orgies, We two boys together clinging o To a stranger. Como apunta Balderston, Borges no excluye a When I heard at the close of day (“Cuando supe al declinar el día”), un poema explícitamente homoerótico. Sin embargo, así como en la traducción de Orlando, el traductor se aprovecha de los pronombres sintéticos, esta vez para nunca escribir la palabra yo en asociación con el homoerotismo”, afirma Leone.

La autora concluye que lo mejor para la obra y el lector de Woolf, sería aplicar a la traducción de Borges aclaraciones a pie de página que muestren el texto original o una traducción alternativa, más acotada a una más textual.

En un artículo de Página 12, el medio argentino destacó el análisis de Leone que se hace a la traducción de Borges, relevando el impulso feminista de Woolf en su obra Orlando.

En 2011 los académicos de la Universidad de Córdoba, Guillermo Badenes y Josefina Coisson reafirmaron la crítica de Leone en un artículo titulado ‘Borges y Orlando. La manipulación antes del manipulacionismo’.

“No es extraño que al leer a Borges traductor se lea en muchas ocasiones sólo a Borges. En el caso de su traducción de la novela Orlando, el lector hispanohablante a veces no logra acceder a la autora del original. Por su estilo, por su personalidad, por su persona, se podría afirmar que poco hizo Borges para trasuntar a Woolf. Sus logros son infinitos, como así también el carácter personal que le imprimió a la apropiación de su obra traducida, reescrituras sesgadas por su visión del mundo que lo rodeaba”, consigna el artículo.

“Para que la estandarización no se convierta en la principal manera de silenciar, la traducción debe erigirse como un puente por el cual puedan cruzar nuestras ideas y no como un arma para acallar las propias ideas que debe transmitir”, concluyen en el texto

 

 

 

jueves, 11 de febrero de 2021

Nuevas ediciones argentinas de Virginia Woolf: una vieja tradición

El pasado 29 de enero, Emilia Racciatti publicó en la agencia TELAM, la siguiente nota a propósito de la actualidad de Virginia Woolf. En su bajada se lee: El inmenso universo de las obras de la escritora británica es reactualizada con nuevas ediciones y algunos de los responsables de esas traducciones y publicaciones dialogaron con Télam”. 

La audacia del universo de Virginia Woolf se reedita a través de cartas, ensayos y cuentos

La audacia de Virginia Woolf (1882-1941) para hablar de su tiempo histórico y generar una voz disruptiva en el campo cultural, a través de ensayos, novelas o cuentos es reactualizada en el último tiempo con nuevas ediciones de su obra y algunos de los responsables de esas traducciones y publicaciones dialogaron con Télam sobre las huellas del universo de la autora en las formas de producir cultura vigentes.

Una nueva edición de Tres guineas, el ensayo que escribió como respuesta a la pregunta de un abogado acerca cómo evitar la guerra, y por otro lado, sus cuentos y relatos reunidos en un único libro, bajo el título Cuentos completos, son el aporte de Ediciones Godot a esta cadena de nuevos trabajos sobre la autora inglesa de la que en marzo se cumplen 80 años de su muerte.

Laura García, la responsable de traducir Tres guineas, aseguró que “más allá de la labor de investigación –es un libro cargado de datos, estadísticas y referencias muy específicas de la sociedad británica de esos años–, lo más desafiante fue hacer sentir el tono de Virginia Woolf, su voz, que en este trabajo es muy particular”.

“A diferencia de Un cuarto propio (un libro hermano en muchos sentidos), donde hay tiempo de pensar, imaginar y explorar posibilidades, Tres guineas está escrito con mucha urgencia, mucha rabia y con una gran amargura ante la visión del porvenir. Es un libro lleno de emoción y rigurosidad a la vez, donde la verdad no pasa por la impostura de una voz objetiva y serena, sino que atraviesa el cuerpo y estremece todos los cimientos”, advirtió.

Carolina Orloff es investigadora y traductora argentina radicada en Edimburgo, fundadora del sello Charco Press que busca difundir la literatura latinoamericana, y en diálogo con Télam indicó que el trabajo de traducción de los Cuentos Completos fue “un viaje enriquecedor al máximo y también un reencuentro con el castellano”.

Para la editora, en estos cuentos “se destaca no solo la audacia sino también la inteligencia que tenía desde muy joven”, ya que en esta colección hay escritos de ella a los 20 años.

“Es alguien que se lanzó a la escritura con convicción desde una edad muy temprana. Desde los 18, 19 estaba escribiendo para su círculo, que era en sí acomodado en términos socioeconómicos, con un acceso al arte y a la cultura muy cercano, muy cotidiano. A esa edad ya era miembro de un movimiento por el derecho de las mujeres. Todo eso se mete en la Virginia que se pone a escribir entre dos guerras mundiales”, repasó Orloff.

La tarea de traducción de Cuentos Completos también estuvo a cargo de Micaela Ortelli, quien dice haber impreso los papeles y los llevó “durante mucho tiempo de un lado a otro”.

“Se me hizo largo porque todo era largo: las oraciones, las ideas, los razonamientos, las descripciones. Hasta los cuentos cortos eran largos”, afirmó.

Otra de las publicaciones recientes que permite acercarse al mundo de Virginia Woolf es Leer y reseñar, un libro que llega a las librerías por trabajo de edición y traducción de Eric Schierloh, responsable del sello Barba de Abejas, que la define como “una escritora de vanguardia que además fue editora artesanal en la Hogarth Press. Este trabajo (concretamente, la edición, la composición tipográfica y la impresión en una minerva a palanca y luego en otra a pedal) le permitió formarse una conciencia especial respecto de las condiciones materiales de la escritura, la lectura y la publicación de libros”.

Schierloh adelantó que acaba de traducir y publicará este año Sobre la artesanía, mientras que el año que viene hará lo mismo “con los fragmentos de sus diarios que giran en torno a la edición y la impresión artesanales”.

¿Dónde reside la vigencia de la autora de La señora Dalloway? Para el escritor y editor, “tiene que ver con la consciencia respecto de las condiciones materiales (de ahí el cuarto propio), además claro de su evidente interés en lo emancipatorio (el feminismo, la edición respecto del sistema industrial de publicación, la escritura respecto de la literatura o la novelería clásica, etc). La modernidad de su prosa se condice con ciertas búsquedas también 'modernas' y recurrentes a lo largo de sus ensayos”.

A través de la editorial Rara Avis, se difunde Victoria Ocampo - Virginia Woolf. Correspondencia, un trabajo editado y prologado por Manuela Barral, traducido por Virginia Higa y Juan Javier Negri, en el que se puede leer el intercambio entre las dos escritoras luego de conocerse en 1934 en Londres en una muestra del fotógrafo Man Ray.

Barral llegó a esta correspondencia porque su investigación doctoral es sobre Victoria Ocampo y señaló que un aspecto que le llamó la atención, “aunque va más allá de su carácter de escritoras, es ver a Victoria y Virginia como agentes culturales, su punto de vista editorial”.

Por ejemplo, “en este intercambio es posible rastrear la decisión de publicar Un cuarto propio en español: Virginia le sugiere a Victoria que empiece la traducción de sus obras por ahí”, resaltó.

Encontrarse con estas cartas revisadas y traducidas por Victoria “mucho tiempo después de que Woolf las hubiera recibido” modificó en Barral su forma de leer a la gestora de Sur.

En el prólogo se explaya sobre ese aspecto y consigna que esas tachaduras y correcciones posteriores la hicieron pensar que “Victoria usa las cartas como un espacio híbrido para desplegar desde la intimidad una figura pública” y al organizar la compilación decidió incorporar los manuscritos, precisamente, “para mostrar la rareza de las cartas duplicadas. También fue por el fetiche del original, claro; pero sobre todo porque permitía cotejar diferencias en los facsímiles y exhibir cómo Victoria se lee a sí misma, se traduce y se edita. Está constantemente construyendo su imagen autoral”.

La investigadora sostuvo que Virginia Woolf se transformó en un punto de referencia para Victoria Ocampo y apuntó que “Correspondencia muestra el desarrollo de esa relación” y cómo la autora de Orlando: una biografía” le habló “en estas cartas sobre la escasez de autobiografías escritas por mujeres. En algún sentido ese es el puntapié para que Ocampo escriba la suya. Y –subraya– hay más: Victoria también es una apasionada lectora y crítica literaria de Woolf, por eso me parecía importante reeditar su ensayo Virginia Woolf en su diario y mostrar también este punto de vista”.

“La propia Ocampo se ocupa de establecer esa idea vincular en sus Testimonios, en su Autobiografía y en Virginia Woolf en su diario, donde busca asociarse a Virginia como amiga y admiradora. La trayectoria intelectual de Victoria está atravesada por Virginia: el primer volumen de sus Testimonios de 1935 empieza con la 'Carta a Virginia Woolf' y en 1977, en su discurso de aceptación a la Academia Argentina de Letras, una Victoria octogenaria también vuelve a ella. Es un vínculo apasionante que ha recibido –y seguirá recibiendo– lecturas y opiniones”, repasó Barral en el intercambio con Télam.

Al momento de resaltar la vigencia de Woolf, no dudó en destacar “la originalidad de ciertas tramas, por ejemplo en Orlando; en su modernidad narrativa, cuando despliega la técnica del fluir de la conciencia a la par que Joyce; en su afilada capacidad de denuncia y de sutil ironía”.

“A la luz de las reediciones actuales es posible dimensionar cuán pionera fue Victoria Ocampo. Es ella la primera que decide traducir al español a Virginia Woolf hacia 1935 a través de su editorial Sur. Para exhibir esto la Correspondencia incluye un listado con las traducciones de Woolf, para contextualizar la importancia del aporte de Ocampo al difundirla”, enfatizó.

lunes, 11 de agosto de 2014

Inéditos de Virginia Woolf en castellano, que acaban de ser publicados

Miguel Ángel Martínez-Cabeza acaba de traducir y publicar los ensayos incluidos en Atardecer en Sussex y otros escritos, que reúne trabajos inéditos en castellano de Virginia Woolf. Publicados por Abada Editores, de España, el 6 de agosto pasado, Juan Carlos Talavera dio cuenta de la obra en Excelsior, de México, y conversó con el traductor. 


La faceta más íntima y compacta de Virginia Woolf

CIUDAD DE MÉXICO, 6 de agosto.- Traducen y publican, por primera vez al español, 15 artículos y ensayos de la narradora inglesa Virginia Woolf (1882-1941) en el libro Atardecer en Sussex y otros escritos, donde aborda temas como la pintura y algunos viajes por España y Estados Unidos.

El volumen, publicado por Abada Editores, recién llega a México y, en entrevista con Excélsior, el traductor Miguel Ángel Martínez-Cabeza explica que éste ofrece un recorrido por la faceta más íntima de la narradora y ensayista, en la que se pueden apreciar los ejercicios de escritura más compacta que Woolf realizó a lo largo de su vida.

Atardecer en Sussex y otros escritos incluye 15 textos más, que habían permanecido dispersos, en los que Woolf escribe sobre música y sus viajes por Europa. “Aunque lo más importante es cómo Virginia Woolf mantiene su esencia como narradora y muestra la capacidad que tiene para trascender el momento; y es posible apreciar cómo la autora se aleja de la perspectiva académica para acercarse más al lector”, explica.

Vía telefónica desde España, el traductor considera que se debe resaltar que en estos textos existe una visión literaria, pero no evocadora de la autora, pues ella misma criticaba esa especie de “viajera sentimental”, pues aseguraba que es muy fácil tomar un elemento del paisaje, darle vueltas y hacerlo atractivo al lector. “Lo cierto es que ella no se detuvo a hacer eso”.

Sobre la idea de cómo nació este libro, Martínez-Cabeza comenta que el objetivo era compilar los 15 inéditos en español y reunirlos con otros 15 textos ya publicados, pero muy difíciles de encontrar, para así reunir esos otros temas de Woolf, como la pintura, la música y los lugares.

De los inéditos destaca “Prefacio a Pinturas recientes de Vanessa Bell”, quien era su hermana, “Exposición conmemorativa de Roger Fry”, “Norteamérica”, donde nunca ha estado, “El momento: una noche de verano” (póstumo); y otros que podrían ser ubicados entre los mejores que escribió, como “La Royal Academy”, “Dibujos y retratos”, “Extranjeros en Londres”, “El château y la vida en el campo”, “La casa de Lyme” y “Reflexiones de una puesta de Sol”.

Lo cierto es que a lo largo de esta compilación de escritos, que se ubican entre 1904 y 1947, se mantiene la esencia literaria de la escritora, “al mostrar un elemento común muy marcado: su posición cercana frente al lector. Recordemos que ella no tuvo formación universitaria, aunque no hizo otra cosa en su vida que leer y escribir”.

Así que la autora inglesa adoptó una perspectiva poco académica y esa idea la llevó a sus escritos sobre música y pintura. Y ella, que escribió con tanta fuerza, sensibilidad y con esa vena literaria, recrea en estos escritos imágenes muy interesantes, como en la Royal Academy, donde inventa una escena de teatro en la que participan los personajes de las pinturas, explica.

Una de las curiosidades del volumen es el pequeño artículo “A España”, donde se ve claramente que era muy poco viajera, pues sólo le gustaba montarse en tren por Inglaterra y pasear en la costa de Cornwall, donde vivió de niña. Entonces, al llegar a España… lo pasó fatal, desde su llegada en barco a Lisboa y el terrible viaje en tren, añade.

Otro elemento interesante en estos escritos de Woolf, señala Miguel Ángel Martínez, es que enfatiza lo que ella no quiere hacer en su escritura, y lo que no quiere era hacer ensayos de viaje donde utilizara el modelo que utilizaba Henry James, quien era amigo de la familia. Incluso hay otro texto, La viajera sentimental, donde Woolf dice que es muy fácil tomar un elemento del paisaje, darle vuelta y hacerlo atractivo al lector.

Así que éste es un volumen muy variado, que al mismo tiempo tiene ese elemento común, y esa visión de la viajera a quien no le gustaba hablar del viaje, indica. No olvides que Woolf fue una viajera con muy poca simpatía por el tema. Pero al mismo tiempo fue capaz de abordarlo con esa faceta literaria y totalmente contundente que se percibe en toda su literatura, agrega.

Otro texto muy evocador es el que da nombre al volumen “Atardecer en Sussex”..., donde se puede apreciar el  desdoblamiento que ella hace de sí misma. “Así que ella viaja en el coche y al mismo tiempo sucede un diálogo entre tres Virginia Woolf, donde aparece ella, ella misma y la otra Virginia, con esa visión de la perspectiva del que observa, asegura.

Es interesante que ese texto dé título al volumen. Primero por lo inglés y luego porque no crea una expectativa, que desde mi punto de vista sería confusa, el de presentar a la Virginia viajera, concluye.


EXTRANJEROS EN LONDRES
(Fragmento del ensayo que habla sobre los distintos  tipos de viajeros)

Todo aquel que escribe algo, por poco que sea, escribe un diario de impresiones cuando viaja al extranjero. La escena es tan nueva, tan original, y está dispuesta con tanto encanto, como a propósito para ser contemplada y puesta por escrito, que los dedos se curvan alrededor de una pluma imaginaria y los labios pronuncian las palabras instintivamente. Sería agradable pensar que esta costumbre no es del todo banal; y la buena disposición con que leemos las impresiones sobre nosotros escritas por extranjeros da buenos motivos para la esperanza. No hace falta ser profundo,  comparar situaciones ni predecir el futuro para resultar interesante; todo lo que se requiere de uno es que mire de verdad y que describa tan cuidadosamente como sea posible. El don está casi obsoleto entre los nacionales de una edad respetable por la misma razón que raras veces encontramos a alguien de mediana edad capaz de describir la forma del cubo del carbón. Oxford Street, Kensington Gardens, Piccadilly —los meros nombres de estos lugares provocan tantos ecos, su vista se confunde tanto con una multitud de otras vistas, que un londinense que se sentara a describirlos podría terminar con un ensayo sobre el gobierno de los partidos o una disertación sobre la inmortalidad del alma—. Las impresiones de Huard y Rutari constituyen una lectura excelente porque tienen cierto distanciamiento; vemos nuestra superficie como si fuera en un espejo improvisado, y sin embargo la imagen refleja los colores de una serie de idiosincracias individuales y nacionales que la llenan en otro sentido de sugerencias para nosotros. La base de la representación es la misma en ambos casos. Todos los viajeros profieren exclamaciones por la extensión de Londres, su bullicio, sus multitudes, sus contradicciones. Al escucharlos uno podría pensar que París es un pueblecito pulcro o Berlín un centro de cultura provincial, como Leeds. Todos recorren sus calles perplejos y entusiasmados ante los incontables tipos de personas que fluyen a raudales por los estrechos canales, siempre en movimiento, siempre cambiantes y creando un alboroto continuado. Todos se maravillan con la destreza de los chicos de los periódicos y con la majestuosidad de los policías. Visitan la City, la Torre, Greenwich y se muestran sensibles, como sólo pueden hacer los extranjeros, a los encarcelamientos y ejecuciones que tuvieron lugar allí. «Êtes-vous bien sûr», le preguntó Huard al guardia de la Torre, «qu’aucun fantôme n’erre ici la nuit, traînant ses chaînes et murmurant ses plaintes?». «Completamente seguro, señor», le contestó el buen hombre; y la mayoría estaríamos de acuerdo con él. Citan los ensayos de Lamb que han leído y los  artículos del Spectator, recuerdan lo que el doctor Johnson decía sobre Charing Cross, e imaginan cuántos personajes distinguidos han caminado por donde pasamos ahora.