Zabaloy y su traducción, con la estatua de Joyce en St. Stephen's Green |
Por
alguna razón, que ya linda con la coquetería, Marcelo Zabaloy, el traductor
argentino de Ulises y de la versión
completa de Finnegans Wake se la pasa
diciendo que es un outsider y que los
traductores profesionales lo ignoran, razón que, a su vez, lo lleva a ignorarlos. Lo cierto es que, desde
2015 a la fecha, aparece directa o
indirectamente en 16 entradas distintas de este blog –muchísimo más que ningún otro traductor–, fue invitado a presentar
su versión del Ulises en la Biblioteca Nacional, en el marco de la celebración que hizo el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires por los 70 años de la
aparición de la primera edición en castellano –la de Salas Subirat– y fue
presentado a Laszlo Erdelyi, director del suplemento de cultura del diario El País, de Montevideo, quien le dedicó
nada menos que un número entero, tapa incluida y caricatura de Ombú, el mejor dibujante y caricaturista del Uruguay. Convengamos que o ésta es una manera muy extraña de ser "ignorado" o Zabaloy espera algo más que no queda del todo claro, sobre todo, porque, contrariamente a lo que él supone, ya recibió una enorme atención y su
labor, una gran cobertura así como múltiples elogios (más algunas críticas, como no
podía ser de otra manera). Así planteadas las cosas, volvemos a publicar una
nueva entrevista –otra más– con el traductor de Bahía Blanca, está vez a cargo de Julián
Doyle. Salió publicada en el último número de The Southern Cross, el periódico de la comunidad irlandesa
argentina, y se reproduce acá por gentileza del autor y de Guillermo MacLoughlin, director del periódico.
“Los presos
dicen que leen la Biblia para ser mejores. Deberían leer Ulises”
Espíritu
amateur. Provocador sin provocar.
Toda una vida reparando computadoras y haciendo los tendidos de cables de redes
de datos. Toda una vida leyendo como hobby.
Bahía Blanca. “No tengo pose de escritor ni de traductor. Si a mí me gusta una
palabra, la pongo”. Una traducción del Finnegans
Wake, un libro aún más desafiante que el Ulises, con diez revisiones antes de entregar el texto definitivo. “Te
podrás imaginar cómo me ha quedado el cerebro. No hay argumento, no hay una
historia que puedas relatar, es una misma historia contada una infinita
cantidad de veces. Y en una línea, donde hay diez palabras, cuatro de ellas no
existen. No están en los diccionarios. Estás obligado a crear neologismos”.
El
autor de la traducción al castellano rioplatense de dos de las obras
fundamentales de James Joyce, tiene seis hijos, anda por los 60 años, una vida made in Bahía Blanca, ex jugador de
rugby, y se autodefine como un buscavidas.
A
72 años de la primera traducción al español del Ulises, realizada por el argentino J. Salas Subirat, que también
era alguien excéntrico del mundo literario: su mundo era el de la venta de
seguros. Gracias al reciente libro de Lucas Petersen sobre la vida de Salas
Subirat se supo mucho más sobre una figura ignota e ignorada por el ambiente de
los libros. Algo similar le ocurre a Zabaloy, aunque con algunas diferencias de
escala. “En el año 1961 yo tenía cinco años. No era habitual que los chicos
estudiaran inglés, pero a mi no me costaba, me gustó, se me hizo como un
caramelo”.
Recuerda
el momento en que, una vez terminada la traducción, su señora le preguntó por
qué no buscaba editor. “Yo no sabía, porque por ahí algo te da mucho placer
hacerlo y para otro es una porquería. Además estaba muy deprimido. Entonces un
domingo a la mañana empecé a escribir por email
a las editoriales que encontré en una lista. Adjuntaba el capítulo 15, Circe,
el que transcurre en el burdel a medianoche, para mostrar que la cosa iba en
serio. Escribí a todas las editoriales en Argentina, México, España. Pero nada.
Ni una respuesta. La Asociación James Joyce de Bahía Blanca no pareció interesarse
en absoluto; la editorial Ediuns, de la Universidad Nacional del Sur, dijo que
no tenía gente para evaluarlo y que si quería podía editarla a mi exclusivo
cargo, sin revisar el texto; los diarios y revistas literarias argentinas
tampoco se interesaron.
Pero
en febrero de 2010, seis meses después, recibió una llamada en Bahía Blanca. “¿El
señor Zabaloy? Buenos días, le habla Edgardo Russo”. Trabajaron juntos
hasta el 2012, capítulo tras capítulo. “Mientras tanto, como yo necesitaba mi
droga, me puse a traducir el Finnegans
Wake. En el 2012 tenía el 70% hecho”.
El
irlandés Declan Kiberd, autor de la introducción al Ulises más vendida del mundo anglosajón (el de Penguin Classics)
contó que Joyce amaría esto, “porque él escribió el Ulises pensando en gente como Zabaloy. Lo hizo para porteros, para
guardas de tren, personas con oficios comunes o trabajos mecánicos. Él con el Ulises estaba celebrando a la gente
común, a la mujer común. Es realmente un privilegio que el Ulises esté siendo
traducido por gente que no proviene del mundo literario. Casi todo el libro se
nutre del discurso y el habla común de la gente de la calle”.
Si
Dublín desapareciera de la faz de la tierra, podría reconstruirse entera a
partir de las páginas de mi novela, se jactó James Joyce. Hay solo cuatro
traducciones del Ulises al español:
dos argentinas y dos españolas. La primera de Salas Subirat, la segunda del
español José María Valverde (1976), la tercera de los españoles García Tortosa
y Venegas (1999), y la última de Zabaloy (2015). “La primera lectura del Ulises me llevó seis meses, o algo así,
porque leía despacio, en la cama con el diccionario en la panza, y eso requiere
paciencia. Desde el primer párrafo me sentí perplejo y cautivado. El famoso
monólogo de Molly Bloom me llevó un mes o un poco más”.
Para
el Ulises, Zabaloy se rodeó de un
equipo de expertos, comenzando por su editor, el ya fallecido Edgardo Russo, a
los que se sumarían los especialistas Teresa Arijón, Anne Gatschet y Eugenio
Conchez, en la traducción y revisión del texto y la redacción de las sumamente
pertinentes notas explicativas; se agrega, al final, una tabla comparativa
entre las ediciones inglesas, y una francesa, consultadas, pensada sobre todo
para los especialistas, y una lista de personajes, útil, ésta sí, para el
lector perdido en la selva joyceana. Desde todo punto de vista, una edición
cuidada y confiable.
En
cuanto a Finnegans Wake Joyce lo
publicó en 1939, diecisiete años después de la primera edición del Ulises y dos años antes de su muerte en
1941. La novela, una gigantesca epifanía, arranca con la historia de Finnegan,
un albañil que se cae de un andamio y resucita (o se despierta) gracias a unas
gotas de whiskey para reencarnarse en el personaje central de la obra: H.C.
Earwicker. “En distintos momentos incorpora oraciones e incluso párrafos
enteros en 70 idiomas”. Aunque hay traducciones parciales, como la de Víctor
Pozanco, de 1993, o la de Francisco García Tortosa, de 1992, esta es la primera
traducción al español íntegra del libro.
A
650 kilómetros de Buenos Aires, Zabaloy responde los mails de TSC:
–¿Cómo es la vida en Bahía Blanca, cómo
es tu vida en Bahía Blanca, la ciudad cambió mucho en estos años?
–Nací
y viví acá toda la vida. Trabajo con uno de
mis hijos en su agencia de viajes un poco en casa y un poco en la oficina. Los martes voy a la Unión de
Rugby y el jueves cocino en el club para la subcomisión. Los sábados voy a ver a la Primera y a
veces los infantiles o los juveniles. En
los ratos libres traduzco algo que me guste, sin encargos por lo general. No
quiero trabajar de traductor. Soy un
aficionado. Los traductores son maltratados por las editoriales y yo no tengo
ningún interés en dejarme maltratar. Traduje este año El atentado de Sarajevo (Georges Perec) para El Cuenco de Plata pero
solo porque adoro a Perec.
–¿Cambió mucho
tu estilo de vida después del Ulises, fue un antes y un después para vos?
–Después
de leer y traducir el Ulises cambian
muchas cosas en el interior de una persona pero no me cambió el estilo de
vida. Tuve la necesidad de seguir con
algo que le diera sentido al tiempo libre. Y empecé a leer y traducir Finnegans Wake.
–¿Cómo te sentís cuando leés en las
entrevistas que te hicieron cosas como: “No es escritor ni traductor
profesional. Ni siquiera es profesor de literatura.”?
–Tienen
razón. La figura del outsider no me
molesta. Y es genuina. Toco de oído y ni siquiera soy un profesor de
literatura. Leo desde que tengo memoria. Escribo y no publico porque el pudor
me frena. Traduzco porque me apasiona hacerlo.
–Me pasa seguido
encontrar traducciones al español de
libros que me interesan y no poder leerlos por tanto español madrileño presente
en el texto. Se complica aún más cuando se trata de ficción.
–Lo
que me interesa por lo general lo leo en inglés o en francés. Gracias a Dios, Vladimir
Nabokov se auto-tradujo (su hijo y él). Cada lechón en su teta. Los españoles se mofan de los argentinos y viceversa. No me da la talla
para criticar a nadie.
–¿Cómo fue tu infancia, tu familia viene
de la inmigración o no hay conexión con ese tipo de historias de puerto y
campo?
–Mi
infancia son recuerdos de un patio en calle Alsina y un huerto claro donde
madura un limonero. Mis abuelos maternos eran hijos de vascos y franceses
escapados del hambre. Nada original. Mis abuelos paternos, uno nieto de alguien
impreciso de Aquitania o el país vasco francés y otra nieta de suecos. Es
decir, producto netamente argentino. Pero sí, claro, todos inmigrantes. Mi
vieja nació en Coronel Pringles y vivió en el campo hasta que se casó. Hice la
primaria y la secundaria en escuelas públicas y después estudié dos años de
abogacía en la UCA. En 1976 murió mi viejo y volví a casa. Después me casé.
–Dijiste en
varias notas que en Ulises está prácticamente todo, que es un libro
que te hace mejor persona sin ser de autoayuda.
–Es
cierto que está todo. Los presos dicen que leen la Biblia para ser mejores.
Deberían leer Ulises. El tiempo no se
siente. Es posible que se acelere y acorte penas. De todo tipo. En todos los sentidos de la
palabra pena. Y en todos los sentidos de la palabra tipo.
–La cuestión dela infidelidad está muy
presente en Ulises y más que nunca en
la sociedad actual con sus redes sociales, etc. ¿Cuál es tu visión de este
punto en la historia de Joyce y también en paralelo con nuestra sociedad?
–La
carta que Bloom recibe en su casilla de correo de parte de una tal Martha
Crawford está dirigida a Henry Flower, su apodo. La trampa matrimonial se
ajusta a los tiempos que corren. De las palomas mensajeras a la carta con lápiz
labial en beso al incitante mensaje de Whatsapp,
la esencia no ha cambiado. Hay una urgencia que apaciguar y por el medio más
discreto. La tecnología que se inventó para la guerra termina usándose
para los amores clandestinos. A Bloom, víctima
y victimario, no le pareció tan
terrible. A Molly, menos. A Joyce, menos que menos. No voy a llevarles la
contra.
–¿Para quien
nunca leyó nada de Joyce, le conviene arrancar por Ulises o por algo menos extenso?
–Describo
mi experiencia. Primero leí un cuento de Dublineses, “Counterparts”, que me encantó. Muchos años después leí todo Dubliners, una maravilla. Después
vino el retrato del artista adolescente. Y mucho después Ulises.
–¿Encontraste un
método para trabajar? En una nota decías que le dedicabas diez horas por día de
lunes a lunes!
–Es
cierto. Encontrar el método quiere decir encontrarle el gusto a la cosa. Ver que es posible. Que hay un modo de escribir una frase complicada en otro idioma y escribirla en castellano sin quitarle la
complicación original. Y que quede linda. Que sea agradable de oír. Y entonces
cuando leía en voz alta lo escrito y me gustaba había encontrado el método.
Y
también es cierto que le dediqué a las correcciones de Ulises entre diez y doce horas diarias durante un año. Leíamos por
Skype con Edgardo Russo y nos reíamos
como locos. Fue un placer exquisito y lamento muchísimo que se hayan terminado dos
cosas: la vida de Edgardo y la traducción del Ulises.
Es
difícil de creer que algún tipo haga esto por nada. Pero no era por nada. Era
para que el Ulises se publicara y
para ese entonces ya tenía un contrato con El Cuenco. No podría haberse hecho
de otra forma. Por otra parte en 2012 ya había decidido retirarme del trabajo
de cableados. Había sufrido dos infartos y mi hijo me propuso que lo ayudara
con su agencia. Tenía tiempo y la subsistencia asegurada.
A
Finnegans Wake le dediqué mucho más
tiempo. De los siete años que me llevó traducirlo, cuatro fueron a tiempo completo.
Salvo los días que estuve de viaje, el resto los pasé traduciendo, de la mañana
a la noche incluso sábados y domingos. La ayuda de Eugenio Conchez en Ulises y sobre todo en Finnegans
Wake trasciende lo humano. Eugenio es una maravilla de persona. Un fulano
irrepetible. No hay quien le llegue a los talones en el arte de revisar. Es
implacable.
–“Juro por lo
más sagrado que jamás espié ninguna de las traducciones al castellano”. No me
queda claro si aún hoy no has leído ninguna edición al castellano de Ulises o quisiste decir que en el momento de
traducirlo no las tuviste en cuenta?
–No
leí ninguna traducción al castellano del Ulises,
ni antes, ni durante, ni después de traducirlo. Sí leí y tuve siempre delante la traducción al francés
de Auguste Morel y Valéry Larbaud.
–Salas subirat:“Una
obra difícil de entender en inglés tenía forzosamente que desanimar a los
traductores. Pero traducir es el modo más atento de leer, y el deseo de leer
atentamente es responsable de la presente versión”.
–Nada
más cierto. Sin saber nada de Salas Subirat y sin tener la más mínima intención de traducir el Ulises y que alguien lo publicara hice lo que él hizo. Empecé traducir para entenderlo mejor.
–¿Cuál
fue el principal obstáculo que te encontraste
a la hora de traducir Ulises?
–Las
primeras hojas de Oxen of the Sun, una génesis de la literatura
inglesa.
–El traductor Matias Battiston decía que tuvo que
viajar a Dublin para poder terminar su libro sobre James Stephens, caminar por
las calles que nombraba el libro, por los lugares, etc. Como una forma de
pesquisar detalles circunstanciales y biográficos que quería incluir.
–Había
terminado la primera lectura de Ulises
cuando fui a Irlanda por primera vez. Apenas estuve un día caminando por Dublín.
Después fui varias veces más pero siempre con grupos así que no tuve mucho
tiempo libre. Estuve en Sandycove, en la Torre Martello, etc. Me sirvió todo lo que había leído antes y durante la traducción.
Las visitas a Dublín me provocaron nostalgia de cosas jamás vividas.
–En relación a Finnegans Wake, cómo fue la gestación del libro, tuvo la
mística que has contado acerca de tu aproximación a Ulises o lo tomaste más como un “encargo”?
–No
hubo ni podría haber habido encargo alguno. ¿Quién encargaría algo así a un outsider? Finnegans Wake, su traducción a lo largo de siete años y sus doce
lecturas en voz alta, solo en mi biblioteca, han dejado una huella y en Bahía
Blanca hay quienes lo notan y cruzan de vereda cuando me ven. Con Finnegans Wake encontré el método y me
hice amigo de Hervé Michel. Este genio ignorado fue mi guía.Y los muchísimo
ensayos y libros que leí mientras traducía. Me pasé un mes entero en la BNF en
Paris leyendo todo lo que pude sobre la gestación de FW. Esto fue sin beca, por supuesto. Así le encontré la vuelta.
Todo fue un goce sublime.
–Hay algo que
sobrevuela en todas las notas que leí sobre vos, que es el nivel de
corporativimo de los traductores profesionales y de la literatura argentina
vista como un ambiente cerrado o sesgado.
–Está bien que así sea. Los literatos y los
académicos hacen lo suyo. Cuidan la quinta. No tengo ningún reproche. Son, para
mí, mundos ignotos. Ellos me ignoran y yo me divierto ignorándolos. A mí no me
da la talla para mito. Salas Subirat fue un héroe absoluto. Me avergüenza que
me comparen con él. No tiene sentido. Más allá del honor que me hacen.
–¿Mantuviste
contacto con alguien de la comunidad irlandesa en Bahía Blanca?
–La Asociación James Joyce de Bahía Blanca me invitó
el año pasado a dar una charla en un salón enorme de la Municipalidad. Ellos pusieron
mucho entusiasmo en la difusión. Una bella soprano cantó “Love's old sweetsong”.
Lo pasamos muy lindo aun con poca gente.
–Por
último, que enseñanzas te dejó el rugby, crees que sirvieron para darte fuerza
a la hora de cambiar de rumbo en un momento de tu vida?
–Soy
dirigente del club El Nacional y de la Union de Rugby del Sur. El rugby me dio
casi todas las oportunidades que tuve para ir acomodándome en la vida. Por el
rugby mantuve vivo mi interés por los idiomas del rugby, el francés y el
inglés. Por el rugby conocí muchos países. Sin dudas ambas traducciones son
producto directo del rugby.