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lunes, 24 de marzo de 2025

Plagios: la lentitud de la ley

Elisa Silió
, el pasado 18 de marzo, publicó un interesante artículo en el diario El País, de Madrid, a propósito de los plagios académicos. En su bajada se lee: "Los infractores son castigados con la anulación total o parcial de sus tesis u obras, pero los afectados pierden dinero en abogados y son ninguneados por las universidades culpables del delito".

El desamparo de las víctimas de plagio académico: “Copiar sale muy barato”

Plagiar una tesis, un trabajo fin de máster o un libro está perseguido por la ley en España. Los infractores ven anulados total o parcialmente sus títulos u obras y en ocasiones tienen que compensar con cientos de euros a los afectados, pero estos siempre se quedan con una sensación más agria que dulce. El Instituto Autor, creado por la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) en 2005, ha analizado 11 casos comprendidos entre 2000 y 2024 que han transcendido y llegado al Tribunal Supremo o a audiencias provinciales, pero hay otros solventados con dictámenes de consejos consultivos autonómicos, juzgados mercantiles o por la propia publicación. En 2019, por ejemplo, la editorial Elsevier retiró un estudio de Juan Corchado, hoy rector de Salamanca, y tres colaboradores por plagiar un trabajo de fin de máster.

Los casos recogidos en este reportaje responden al mismo patrón: las copias académicas se han descubierto por internet, los culpables no han pedido perdón salvo en un caso, los miembros del tribunal no aplicaron herramientas de detección de plagios ―cuando deberían―, sus universidades no se han implicado en el proceso legal pese a copiarse una obra de su repositorio o las universidades infractoras no han informado de todos los trámites a los agraviados, que pierden dinero pagando abogados aunque venzan en los tribunales. Una suma de despropósitos que lleva a los damnificados a sentirse indefensos.

Ana Torrecilla: “¿Por qué el plagio prescribe?”
En 2012 el Tribunal Supremo determinó que existe propiedad intelectual en un texto “por la forma literaria o artística de su expresión” y no por “los descubrimientos, contenido y esfuerzo de su autor”; y en base a este juicio, fallan los tribunales. Ana Torrecilla, profesora de Historia en un castillo-instituto en Cuéllar (Segovia), encontró en 2021 el plagio de su tesis doctoral en una plataforma de intercambio de apuntes y resúmenes. No contento con fusilar Los macella en la Hispania Romana: estudio arquitéctónico, funcional y simbólico (Universidad Autónoma de Madrid, 2007), el alumno ―inconsciente del delito intelectual― subió su trabajo fin de máster (TFM) a Studocu.com. “Yo sigo mirando lo que va saliendo de bibliografía para estar al día”, cuenta la plagiada. “Todo, todo, todo está copiado. Ese chico no ha movido el trasero del ordenador, cuando yo me he recorrido media España, he hecho las fotos, los gráficos son míos, los dibujos de plantas [de edificios] son míos... A veces cambió una palabra y transformó el sentido de lo que yo decía”.

Torrecilla habló con Studocu.com, que retiró el TFM, y escribió al tutor del trabajo, que se excusó. La primera versión, le relató el profesor de la Universidad de Valencia, estaba llena de errores y la de segunda convocatoria se corrigió a toda prisa a pocos días de la defensa. “Lo que no entiendo es por qué no pasaron la herramienta antiplagio”, reflexiona la arqueóloga. El tutor se comprometió a dar parte a la dirección del máster y al rectorado, “pero transcurrieron dos años y no pasaba nada. Pensé: me están tomando el pelo”. Habló entonces con un abogado de Valladolid que le explicó que no podía denunciar por daño económico, pero sí por daños morales. En el rectorado le informaron de que en diciembre de 2023 una comisión de la UV iba a fallar sobre el caso, pero no ha logrado saber más.

Con estos mimbres, en enero de 2024 Torrecilla decidió ir a juicio. “Primero tuve que contratar a un detective privado para saber dónde vivía el chico y poder ponerle la denuncia. Luego tener un procurador en Valencia, hacer fotocopias de mi tesis...”, relata. El defraudador reconoció el plagio y el abogado le recomendó que llegase a un pacto. “Me iba a costar que el abogado fuese a Valencia, lo mismo se declaraba insolvente...”. Así que aceptó 2.000 euros, cuando ha invertido en el juicio 2.139 euros. “He puesto 139 euros de mi bolsillo. En este país plagiar sale muy barato”.

Torrecilla se pregunta: “si los derechos de autor caducan 70 años después de su muerte, ¿por qué el plagio prescribe a los cuatro años?”. El juzgado de lo mercantil en el que presentó la demanda acaba de fallar que se anule el título de máster, al igual que se pronunció en el mismo sentido en septiembre el Consell Jurídic Consultiu valenciano. De este trámite se ha enterado por este diario.

Inma Ponsatí: una doble victoria amarga
La ley de propiedad intelectual protege de los derechos morales desde dos perspectivas: la acción de cesación (anulando el texto e impidiendo que se vuelva a plagiar) y la acción de indemnización de daños y perjuicios. Inma Ponsatí, ahora profesora jubilada del Conservatorio de Música de Girona, logró esa doble victoria. Defendió en 2011 su tesis sobre educación musical en la Autónoma de Barcelona por puro placer, no pensando en una carrera académica. Siete años más tarde se quedó atónita al colgar un investigador un artículo de una doctora por la Universidad de Valladolid (UVA) que copiaba palabra por palabra su tesis. Descubrió entonces que la había calcado 104 fragmentos de su trabajo en su propia tesis y más párrafos en otras 10 artículos posteriores.

Ponsatí denunció en un tribunal de Girona tras no llegar a un acuerdo extrajudicial, pues la infractora negó el plagio. No quería que el caso quedase impune, pero no podía pedir la anulación de la tesis entera, porque no era suficiente copia. En 2023 la Audiencia Provincial de Girona le dio la razón por segunda y última vez y la condenó a corregir esos párrafos ―algunos, por su gran extensión, los suprimió― y a pagarle 2.694 euros por daños económicos y otros 3.000 por morales. Tres de sus artículos fueron retractados sin dejar rastro con una notificación en la revista y en otros siete aparece una nota. En el repositorio de la UVA está colgada la tesis con una nota de la resolución judicial que apenas se ve.

La plagiadora argumentó que se hallaba en indefensión jurídica porque desconocía el catalán ―el idioma en el que estaba redactada la tesis calcada― despertando la hilaridad de los tres jueces: “Si alguna vulneración a su derecho de defensa se produjo (cosa que no acertamos ni a intuir), sería atribuible a su desidia o negligencia”. La autora leyó otra tesis en la Universidad del País Vasco y enseña en la Universidad de Salamanca. Copiar no le ha pasado factura. Incluso ha dirigido una tesis ―se leyó en 2021 con el proceso judicial en marcha― y participado en el tribunal de otra en 2022, al mes siguiente de haber sido condenada por un juzgado.

Erla Mariela Morales: “Faltan protocolos para saber denunciar”
Cuando en 2017 Erla Mariela Morales, profesora de la Universidad de Salamanca, descubrió el plagio de su tesis sobre informática y didáctica se lo comunicó al rectorado que le explicó que no podía tomar medidas contra un fraude de otra institución. Por su parte, el director de la tesis fraudulenta le presentó sus disculpas y le adelantó que se tomarían medidas. Y ahora, una vez que el pasado diciembre la Universidad de Vigo ha cancelado a la boliviana Raquel Ivonné Jalil Angulo su tesis plagiada ―Morales supo de esta noticia por este diario― la profesora de la USAL ha decidido acudir a la justicia y aspira a contar con el respaldo legal de su universidad.

Por lo pronto Vigo, que no da señales desde que hace seis años le pidiese detalles de su caso, ha retirado la tesis de su repositorio. “Faltan protocolos para saber denunciar. Hay una clara indefensión”, se lamenta. La Universidad de Santiago confirmó a EL PAÍS, por otra parte, que Jalil Angulo no había cursado allí otros cursos de doctorado, pese a jactarse de ello en sus currículums. La exdoctora boliviana, que no ha contestado a este diario y que pertenece a la Academia Panamericana de Ingeniería, no ha quitado ninguno de sus doctorados de su perfil en Linkedin.

Tetyana Nizhelovska: “¡No esperas que te roben en tu cara!”
La pesadilla de Tetyana Nizhelovska no ha terminado. Hace un mes en redes el plagiador la tachó de “mezquina y sinvergüenza”. En 2016 esta ucrania terminó su máster en la Universidad de Valencia con matrícula de honor, gracias a un trabajo final (TFM) sobre la escritora Lesya Ukrainka, compatriota, y se fue a un congreso en Cádiz de hispanistas de su país. Su intención era hacer contactos y de resultas terminó cruzándose en 2019 correos con el historiador y editor español José Andrés Alvaro Ocáriz, conocido de uno de los catedráticos presentes. Supuestamente, él buscaba bibliografía sobre esta notable figura de la literatura porque quería “promover la cultura” de Ucrania. Ahora Tetyana se siente “ingenua” pero ya no “avergonzada”, porque le hizo llegar su TFM ―sobre lo que versaría también su tesis―. Le dije: “Puedes citar mi trabajo, que está registrado”. Cada día se arrepiente.

Estando aislada en Kazajistán por la pandemia ―era profesora de español allí― se alarmó en 2020 al descubrir que Alvaro Ocáriz había publicado el libro Lesya Ukrainka, el alma de Ucrania en una editorial de su propiedad. “Entré un poco en pánico. ¿Qué ha pasado?”. Se descargó el libro en su ebook y se confirmó el plagio. “Me pasé una semana llorando. ¡No esperas que te roben en tu cara!”. En las páginas del libro estaban sus traducciones de textos y “gran parte” de las conclusiones del TFM.

La Universidad de Valencia concluyó que no podía actuar, porque el plagiador no era del centro académico así que, con la ayuda de su tutor, contactó con un despacho especializado en derechos de autor. Después de recibir un burofax, Alvaro Ocáriz se comprometió a retirar la obra. “Y mientras, hacía un montón de entrevistas en España y Ucrania, le daban una medalla de honor en la Embajada de Ucrania… Ahora lo cuento tranquila, porque ya lo tengo trabajado”. Más de un año después denunció a Alvaro Ocáriz: había cambiadoel contenido, pero ni la ISBN (Número Internacional Normalizado de Libros, en sus siglas en inglés) ni la portada. Para hacerlo tuvo que contratar a un perito que desde Ucrania ―donde Rusia había empezado a bombardear― cotejó los textos. Un juez estimó que la primera versión era un plagio, pero en la segunda no, y que Alvaro Ocáriz debía compensarle con 3.000 euros por daños morales, pero no la retirada del libro. “¡Y yo no sé qué versión está vendiendo!”, se queja. Su recurso a la sentencia no tuvo éxito. El autor “no ha puesto en su blog, como decía la sentencia, que la primera versión de su libro era un plagio”, se lamenta Nizhelovska . “Ni ha publicado, como tenía que hacer, una disculpa en el periódico ucranio Pravda”. Por eso sus abogados van a solicitar que se ejecute la sentencia. Y el plagiador, que no ha contestado a este diario, sigue de bolos con el libro: este marzo ha pronunciado una conferencia en Logroño sobre la literata.

José Antonio Aguilar: “Hay incentivos para que las víctimas no denuncien”
A veces hay que irse muy atrás para encontrar el plagio. En el caso de José Antonio Aguilar Rivera, profesor investigador en la división de Estudios Políticos del CIDE (Centro de Investigación y Docencia Económicas) de México, perseguirlo ha sido especialmente tortuoso. En 2001 publicó el libro El manto liberal. Los poderes de emergencia en México (1821-1876) en la editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), y en 2017 comprobó que un compatriota había calcado 53 de sus páginas en una tesis defendida en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) ―el 20% del total― y en un libro publicado por la Suprema Corte de Justicia de México.

Aguilar Rivera tuvo que esperar hasta 2021 para que el Consejo Consultivo de Madrid recomendase a la universidad retirar el doctorado y el proceso legal se ha demorado en México hasta 2024. Asegura que, aunque se dirigió formalmente en numerosas ocasiones al rectorado de la UAM, este dejó de explicarle la fase del procedimiento abierto por plagio: “Me parece de una irresponsabilidad institucional monumental que no se dignaran a reconocerme como alguien que tenía derecho a saber qué ocurría”. Por EL PAÍS ha sabido del dictamen del consejo y fue el propio plagiador quien le confesó de pasada en uno de los correos electrónicos que le habían retirado el título de doctor.

En el dictamen consultivo, algo muy poco habitual, el director de tesis se disculpa: “La conclusión de esta tesis doctoral se produjo en un momento en el que vencían los plazos para su presentación, lo que hizo que su finalización se precipitara, y que lo acelerado de su fase final ayudó a la comisión del fraude”. En cambio, un miembro del tribunal defendió la “novedad” y al autor del plagio, pese a ese 20% calcado.

El plagio tuvo su propio devenir judicial en México, donde se había publicado el libro original. “Fue kafkiano. La Suprema Corte de Justicia, que había publicado el plagio, decidió denunciarnos al plagiario y mí, con el argumento de que no sabía quién era el responsable del plagio”, narra Aguilar. “Cuando había una década de diferencia entre un texto y el otro. Tuve la necesidad de defenderme en la instancia de derechos de autor. Eso configura una serie de incentivos para que las víctimas de este delito no denuncien”, se lamenta.

La Corte denunció luego al plagiario por lo penal, pero Aguilar no quiso seguir esa vía por lo que el culpable salió impune. “Lo único que quería era una disculpa pública, que no ha existido. En las escasas comunicaciones privadas que tuve con el infractor, daba una explicación absolutamente ridícula; que le había dado a un corrector de estilo su tesis y que había sido el responsable... Eso abría una ventana a saber lo que había ocurrido: que probablemente el trabajo había sido comisionado a un tercero, responsable de haber hecho el plagio”. Aguilar publicó un artículo novelado en la revista Nexos sobre su pesadilla. El plagiador es un abogado con una breve y abrupta carrera en la política mexicana.

Nota de la autora: No consta en el texto el nombre de todos los plagiadores porque en la sentencia o resolución del consejo consultivo no aparece el nombre real o el título de la obra, salvo en un caso.

lunes, 16 de julio de 2018

Aunque se ría, el plagiario Arturo Pérez Reverte es cada vez más una caricatura de sí mismo

No es Karlos Arguiñano
El 12 de julio pasado, sin firma, El País, de Madrid, publicó el siguiente artículo que ilustra una vez sobre la risible personalidad del plagiario Arturo Pérez-Reverte, un tipo prepotente y patético al que, por alguna curiosa razón, los malos diarios le siguen prestando atención.

Arturo Pérez-Reverte dejará la RAE si se cambia
la redacción de la Constitución por un lenguaje inclusivo

"Tiene usted mi palabra". Breve y directa ha sido la respuesta del escritor y académico Arturo Pérez-Reverte a los comentarios de un usuario de Twitter que aseguraba que dejaría la Real Academia Española (RAE) si se cambiaba el lenguaje de la Constitución por uno inclusivo. El creador del capitán Alatriste ocupa en la actualidad el sillón T de la institución.

"Es un intento de domesticar la RAE. Cederán los académicos, tras intentar suertes de esgrima desganada, algún bizantinismo apolillado. Solo Arturo Pérez-Reverte, el viejo león, marchará dando un sonoro portazo. País de cobardes", aseguraba el tuitero en este hilo. Contactado por este diario, Pérez-Reverte ha ratificado su posición y no ha querido hacer más comentarios, informa Juan Carlos Galindo.

La vicepresidenta Carmen Calvo ha pedido esta semana a los académicos de la lengua un informe que determine si la Constitución está redactada en un lenguaje que refleje por igual la realidad de hombres y mujeres y qué fórmulas podrían modificarlo en caso de que no sea así. 

Durante una comparecencia ante la Comisión de Igualdad en el Congreso de los Diputados el pasado martes, en la que ha explicado las líneas generales de su departamento, Calvo apuntó que "en cuanto" este informe esté terminado lo llevará ante dicha comisión y también a la comisión constitucional. Según ha manifestado, este estudio es "independiente" al análisis del contenido de la Carta Magna y de abordar una reforma constitucional. 

Calvo sostiene que la redacción de la Constitución en masculino "se corresponde" con una sociedad de "hace 40 años" y cree que "hablar en masculino" traslada al cerebro solamente "imágenes masculinas". En este sentido, ha recordado en la toma de posesión de los ministros y ministras del Gobierno de Pedro Sánchez a muchas de ellas les "costó trabajo prometer como ministros" precisamente porque son mujeres.





viernes, 23 de febrero de 2018

La española Carlota Pérez-Reverte Mañas plagió traducción de Alfredo Michel Modenessi

Como lo ha demostrado el caso de la reciente retraducción de Georges Perec realizado por la española Mercedes Cebrián para la editorial Impedimenta, sospechada de haberse inspirado en la realizada por la traductora también española Yolanda Morató, resulta muy difícil –y oneroso– demostrar palmariamente un plagio.

Sin embargo, el mexicano Alfredo Michel Modenessi (foto), prestigioso catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, parece haberlo logrado. Reputado especialista en Shakespeare, acaba de denunciar el uso indebido de su traducción de The Comedy of Errors, de William Shakespeare, intitulada La comedia de los enredos (2012), por parte de Carlota Pérez-Reverte Mañas –hija del escritor del mismo apellido, historiadora y arqueóloga subacuática y máster en Gestión de Empresas Culturales– para hacer una “versión” y adaptación con idéntico título, escenificada en múltiples ocasiones en España entre 2016 y 2017, bajo la dirección de Alberto Castrillo Ferrer. 

Según él mismo informa al blog del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, la traducción de Modenessi fue utilizada sin previo aviso ni solicitud y, lógicamente, sin su autorización ni la de Espasa, casa editorial en la que fue publicada en 2012.

Todo puede leerse con sumo detalle en la página Los enredos de un plagio (https://enredos-plagiados.webnode.mx/), donde no queda lugar a dudas del proceder de Carlota Pérez-Reverte Mañas.

Según pudo saberse, no sería ésta la primera vez que alguien con el apellido Pérez-Reverte se dedica a plagiar a alguien (ver, en este mismo blog, la entrada correspondiente al 18 de julio de 2013). O sea que de tal palo, tal astilla, mañas agregadas.

Por último, ¿quién carajo se creen estos cosos para actuar con tal descaro y aparente impunidad? ¿O suponen que nadie se va a dar cuenta? Tal vez deberían seguir pergeñando esas novelas horribles que les publica Alfaguara o simplemente continuar recorriendo el fondo de océanos silenciosos, dejando de sumar indecencia a la falta de talento. Dicho esto con todo respeto, claro.

martes, 8 de noviembre de 2016

Más de los impresentables Rico y Pérez Reverte

Fernando Alfón publicó la siguiente columna de opinión en el diario Contexto. Nos permitimos publicarla porque continúa discutiendo aquello que los miembros de la RAE (principalmente Francisco Rico y el plagiario con cara de pie plano Arturo Pérez Reverte) transformaron en un marasmo, Para mayor contexto, ver entradas del 25 y 26 de octubre pasado. 

La visibilización de la mujer y de la RAE

Si prescribe hace política; si no prescribe, igual. Este es el dilema en el que quedó atrapada la Real Academia Española frente al problema de la visibilización de la mujer en la lengua. Entre sus miembros había un pacto de silencio hasta que su prohombre, Ignacio Bosque, lo rompió en marzo de 2012, cuando decidió escribir un informe al respecto y explicitar una posición. «No creemos que tenga sentido forzar las estructuras lingüísticas para que constituyan un espejo de la realidad [...]», rezaba su conclusión. Es un nosotros el que habla, porque son varios académicos quienes lo suscriben.

A Bosque le llama la atención que muchas personas crean que los significados de las palabras se deciden en asambleas de notables, «y que se negocian y se promulgan como las leyes». Este informe, cuanto menos, abona esta creencia, y llama la atención que Bosque no lo advierta. Llevaba por título «Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer», y entre las deducciones acertadas, dice que el indefinido omne(del latín hominem) se usaba, ya desde el castellano medieval, con el sentido de «uno» o «cualquiera» y que eso se cristalizó en un proceso llamado gramaticalización. Si se cristalizara la idea de que hombre ya no representa la totalidad de la especie humana, ¿por qué la RAE debería intervenir para que esa gramaticalización no se produzca?

El pasado 2 de octubre, en XL Semanal, Arturo Pérez-Reverte quiso enfatizar más la iniciativa de Bosque y reclamó mayor intervención pública de la RAE, tildando a algunos de sus compañeros de «acomplejados y timoratos». Ignoro a quiénes se refería, pero uno se sintió aludido y le respondió. El 14 de octubre, en El País, el cervantista y académico de número Francisco Rico dijo que pronunciarse frente a los desdoblamientos del tipo «todos y todas» se trataba de una cuestión política en la que la RAE «no tiene por qué entremeterse»; es decir, no tiene que considerar ni mucho menos aceptarlos. También creyó oportuno recordar que «la institución se limita a registrar en su Gramática» la realidad del idioma. La aseveración de que se «limita a registrar»fue como si la subrayara.

La cosa habría quedado ahí si Rico no hubiese agregado que el que los invita a meterse en política es nada menos que «el alatristemente célebre productor de bestsellers». Obviemos el infortunio del adverbio y vayamos directo al sustantivo: productor de bestsellers. Todos estos calificativos sobrarían si no fuera que nos permitenescuchar, de boca de los protagonistas, la cuestión académica de fondo: el dinero. ¿El dinero? ¿Qué tiene que ver el dinero con el «todos y todas»? Lo pudimos averiguar unos días más tarde(18 de octubre, El País) en la respuesta de Pérez-Reverte, al acusar a Rico de creerse el dueño de Cervantes. Don Arturo quiso hacer su versión abreviada del Quijote —una edición «de forma desinteresada y cediendo todos los derechos editoriales a la RAE»— a partir de la célebre edición establecida por Rico, quien no se mostró tan altruista y reclamó su tajada. El abreviador le dijo «que no había derechos a cobrar por parte de nadie, que se trataba de aportar ingresos a la Academia». Rico se negó. Mirá vos, lector, dónde arrancó la discusión y hasta dónde llegó: hasta el bolsillo. Pérez-Reverte cree que, en verdad, Rico sale de repente con una «biliosa virulencia» contra él por este asuntillo de las regalías.

Hay quienes dudan de la inteligencia de don Arturo, porque lo encuentran muy interesado en demostrarla en cada una de sus intervenciones públicas. En este duelo, al menos,se dio un tiro en la pata. La RAE ha sabido representar muy bien el papel de neutralidad política; el prestigio que infunde en quienes la respetan descansa en ese aspecto de imparcialidad. Rico lo comprende bien, y acaso su premeditado silencio no sea más que una defensa de la riqueza que logró con él. Si la RAE comenzara a «dar por saco», como quiere el autor de Alatriste, y comenzara a llamar «pusilánimes a los que lo son, y estúpidos a quienes creen que por meter la cabeza en un agujero no se les queda el culo al aire» es probable que, ¡ay!, además del culo,terminen por mostrar la jeta. Don Arturo comparte con Rico la superstición de que la RAE desempeña una actividad científica, pero, a diferencia de aquel, parece no advertir que, después de los pronunciamientos públicos, vienen los desenmascaramientos, cuyo último capítulo es la pulverización de la corporación como institución descriptiva de la lengua. Si la RAE se decidiera a confesar que su tarea de fondo es influir en el curso del idioma español —un curso cada vez menos natural—, debería volver a llamar a su Diccionario «de autoridades», y agregarle de subtítulo, «de las autoridades que solo ejercen influencia sobre nosotros». Eso sería, además de honesto, mejor para todos, y también para ella, que podría rearmar su prestigio a partir del único tesoro legítimo que ostenta: el sesgo español.

martes, 25 de octubre de 2016

Dos académicos pequeños pequeños

Pérez Reverte y Francisco Rico cuando se querían

Tanto denostarlo y al final, El País,  el pasquín ése que se publica en España, es una fuente inagotable de risa. En la siguiente secuencia, los lectores podrán comprobar la altura con la que discuten el atildado profesor Francisco Rico y el plagiario con cara de pie plano Arturo Pérez Reverte, ambos académicos, lo que permite medir la altura de los debates del  establishment intelectual español. Aparentemente, todo empezó con una columna de Pérez Reverte que estaba en sintonía con un artículo de Jesús Ruiz Mantilla, que también se reproduce.

Los académicos y las académicas
discuten sobre el sexismo lingüístico

(El País, 12 de octubre) No es que quite el sueño este caso específico, si no que en aras de una corrección política o de apoyar a colectivos que dicen sentirse discriminados, se propongan usos de género diferenciados: compañeros y compañeras; candidatos y candidatas... La cuestión entre los académicos es candente: ¿deben entrar como institución en una creciente tendencia pública alimentada por movimientos políticos y sociales o deben mantenerse al margen?

Hace cuatro años, el lingüista y académico Ignacio Bosque publicó un informe, firmado por todos los miembros de la RAE, titulado Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer. Desde entonces, el debate no ha cesado. En la calle, en las instituciones y, dicen, en menor intensidad pero a veces con virulencia, dentro de la misma institución. Un artículo firmado por el escritor y también académico Arturo Pérez-Reverte el 2 de octubre en su sección Patente de Corso, del XL Semanal, lo ponía de manifiesto e invitaba a no permanecer pasivos ante las peticiones “de amparo ante unas normas que pueden obligar a los profesores, en clase, a utilizar el ridículo desdoblamiento de género”.

Le respondió en una carta abierta un compañero de la institución, el filólogo Juan Gil, quien le dijo que la RAE no es “el Constitucional” y no puede dar “amparo a nadie”. “La cuestión que se debate es política, y la respuesta, si es que se le debe dar respuesta, debe ser asimismo política”, añadía.

Frente a quienes desean llevar la discusión al campo de la esfera pública están los que se centran en un debate lingüístico. Bosque insiste: “Con el pasado informe queríamos dejar clara nuestra postura, pero sabíamos perfectamente que no se resolvería el asunto. Más cuando algunos se empeñan en llevarlo al plano político. Simplemente digo que, antes de pasar al mismo, antes de saber en qué campos o situaciones se producen discursos sexistas frente a los que todos estamos en contra, por supuesto, hay que entrar en los detalles lingüísticos”.

Para empezar, la estructura de las lenguas románicas. Todas utilizan el masculino plural como genérico para ambos sexos. Por motivos atávicos, patriarcales, antropológicos… Los que se quieran esgrimir, pero así es. ¿A qué precio se puede cambiar ese uso que se ha convertido desde hace siglos en natural? A un precio político, creen muchos de los que observan con preocupación que se quiera revertir de una forma impuesta y un tanto artificial. “Va a ser imposible. Si alguien intenta así forzar la lengua está abocado al fracaso”, advierte Pedro Álvarez de Miranda, miembro de la RAE, filólogo, lexicógrafo y catedrático de la Autónoma de Madrid.

El debate dentro de la academia se centra en responder ante ciertas iniciativas públicas –sobre todo una promovida por la Junta de Andalucía en varios ámbitos— enviando cartas de recomendación o no ante determinadas propuestas. Pero entre sus miembros existen diferentes sensibilidades, dentro del consenso que supuso el informe elaborado por Bosque. Aunque no existan discrepancias dramáticas, apuntan, sí se presentan matices.

Estructuras fósiles
La filóloga Inés Fernández-Ordóñez, la más joven de los miembros de la institución, los pone de manifiesto: “Existen numerosos colectivos que consideran al masculino un modo no inclusivo. Entre ellos, algunos proponen soluciones que no coinciden con los usos clásicos del español. Por ejemplo, utilizar un término neutro como profesorado en vez de los profesores”. Y prosigue: “Es difícil. En las lenguas, una vez que una estructura se fosiliza no es fácilmente reversible. En ciertos contextos, yo no usaría la diferenciación candidatos y candidatas, pero no por eso desde la RAE debemos censurarlo”.

Inés Fernández-Ordóñez se muestra partidaria de abrazar y no rechazar: “Las estructuras lingüísticas son heredadas y no se pueden cambiar por decreto. A dichos colectivos se les ha hecho ver que la estructura de nuestra lengua funciona así, pero proponen cambiarla y, es más, lo practican. Deben ser respetados. La lengua supone cambio permanente y lo mismo que si antes no se podía convivir fuera del matrimonio y hoy solo el 20% de la población se casa, debemos mostrarnos abiertos”.

¿Tantos como para que se abandone el masculino como uso genérico? “No ha pasado y no creo que vaya a pasar”, apunta la filóloga. “Pero, lo mismo que en los últimos años, en pos del panhispanismo, desde la academia se han aceptado como válidos usos de cada país de habla hispana, debemos permanecer atentos y abiertos a todo cambio”.


Las académicas y los académicos

(EL PAÍS, 12 de octubre), Jesús Ruiz Mantilla da cuenta del enésimo episodio en “la más que civil batalla” (diría Juan de Mena) de quienes rechazan por sexista el uso natural y espontáneo del castellano y se empecinan en introducir especificaciones tan artificiales, tan insensatas como “nosotros y nosotras”.

La cosa arranca ahora de una pieza publicada en la prensa y en la Red, en la que Arturo Pérez-Reverte embiste contra los miembros de la Academia que se negaron a hacer suya la petición que unos supuestos profesores le habían enderezado a él a título personal: se trataría de pedir amparo (?) frente a la sugerencia surgida en la Junta de Andalucía de imponer en las aulas los “todos y todas”, “los madrileños y las madrileñas” y demás prevaricaciones por el

Aunque con obvia base lingüística, una cuestión política, en la que la Real Academia Española (RAE) no tiene por qué entremeterse, por más que nunca sobre recordar por quien sea cuál es la realidad del idioma que la institución se limita a registrar en su Gramática. Ahora bien, es el caso que el alatristemente célebre productor de best sellers no deja de incurrir a su modo en “el ridículo desdoblamiento de género” que con razón denuncia. Cito a la letra: “En la RAE —escribe— hay de todo. Gente noble y valiente y gente que no lo es. Académicos hombres y mujeres de altísimo nivel, y también, como en todas partes, algún tonto del ciruelo y alguna talibancita tonta de la pepitilla”. (Gloso en latín el último sustantivo: pudienda muliebris.) En ese contexto, advertimos que el primer “gente” es un rodeo del mismo tipo que “la ciudadanía” para evitar “los ciudadanos” y que en seguida viene el palmario desdoblamiento “hombres y mujeres”.

Con todo, le sigue otro aun más pintoresca y penosamente sexista. Podía haber hablado de académicos tontos y talibanes, pero le parece preferible discriminar soezmente: “tonto del ciruelo” y “talibancita tonta de la pepitilla”. Pero nótese que “alguno” tiene ahí un valor genérico, inespecífico, funcionando de hecho como un ambiguo plural: “alguno” no quita que haya más de uno, casi lo postula. A falta de cualquier precisión de nombres, no sé cómo habrán recibido el maltrato los miembros de la docta casa, y en especial todas las dignísimas señoras académicas, de la veterana Margarita Salas a la novel Clara Janés.

La conclusión, en palabras del propio Reverte: “Hay académicos que dan lustre a la RAE, y otros a los que la RAE da lustre”.


Paco Rico, autor del Quijote

(El País, 18 de octubre) El profesor Paco Rico, conspicuo cervantista y académico de la RAE (personaje que aparece, por cierto, con expreso agrado por su parte, en mi novela Hombres buenos), publicó hace poco un artículo en EL PAÍS, que a algunos lectores y amigos, e incluso a mí, sorprendió sobremanera. No por la confusa sintaxis y ortografía del texto ni por citar mal en latín pudienda muliebris en vez de pudendum muliebre o pudenda muliebria (extremos ambos inexplicables en alguien de la enorme, casi desaforada, talla intelectual del profesor), sino por la biliosa virulencia con la que se pronunciaba sobre mi persona. Y más sorprendente aún, habiendo tenido como tuvimos Paco Rico y yo, en otro tiempo, una razonable amistad y un mutuo y público respeto, con flores mutuas y comentarios elogiosos hacia el trabajo de cada cual, salvando las naturales distancias, incluido algún artículo firmado y publicado por Rico, también en EL PAÍS, donde elogiaba con entusiasmo (espero que sincero en ese momento, pues nadie se lo pidió por mi parte) las novelas del capitán Alatriste; para alguna de las cuales, por cierto, escribió incluso un magnífico soneto, publicado en El puente de los asesinos, séptimo volumen de la serie. Ése que empieza: "No picaré en el cebo de la vida / turbio nombre que Dios puso a la muerte...".

De ahí la sorpresa de propios y extraños, como digo, ante el texto irrespetuoso y agresivo, venenoso incluso (acabo de confirmar la acepción exacta de venenosoen nuestro diccionario de la RAE), con que en la sección de Cultura de este diario se descolgó el otro día nuestro más destacado cervantista contra el arriba firmante; quien, de pronto, en insólita pirueta de gustos y afectos, se le antojabaalatristemente célebre (feliz hallazgo, debo reconocerlo) escritor de bestsellers. El pretexto aparente, que lo confuso del texto, insisto, no permitía deslindar con nitidez, era un artículo mío titulado No siempre limpia y da esplendor, publicado en otro lugar, sobre ciertas actitudes pasivas de la RAE que personalmente desapruebo, y que también Paco Rico, al menos hasta ahora y delante de mí, ha desaprobado toda su vida. En ese artículo, por supuesto, yo no mencionaba ningún nombre, y mucho menos el del profesor; que, sin embargo, se creyó en el deber de afear públicamente forma y contenido de mi texto. O, para ser más exacto, de apoyarse en mi texto para ajustar cuentas. Para subirse, como apunta el viejo dicho, en los trenes baratos.

Y es aquí donde parece oportuno que mencione, para dar claridad al asunto, un suceso todavía reciente que tal vez ilumine el misterio. Hace dos años, de forma desinteresada y cediendo todos los derechos editoriales a la RAE, hice, con la muy valiosa colaboración del excelente filólogo Carlos Domínguez Cintas (que participó, también, en la conocida y soberbia edición de El Quijote anotada por los colaboradores de Paco Rico), una versión del texto cervantino adaptada para uso escolar, aligerada de ciertos pasajes, relatos y digresiones. Mi intención natural era utilizar para ese Quijotillo académico el texto tan magníficamente fijado por el profesor y su equipo, y así se lo dije. Sin embargo, y para mi estupefacción, Paco Rico me preguntó qué pasaba con sus derechos de autor. Le dije que no había derechos a cobrar por parte de nadie, que se trataba de aportar ingresos a la Academia, y él se negó. "Ya hablaremos", dijo. Hasta hoy. Decidí, por tanto, mandarlo a paseo y utilizar el texto de nuestra edición cervantina de 1780, con su agradable aroma dieciochesco, enriqueciéndolo con los bocetos originales de las ilustraciones que acompañaron aquella edición. El éxito fue enorme, nuestro Quijotillo ha vendido hasta la fecha unos 80.000 ejemplares, y los derechos de traducción han sido adquiridos por varios editores extranjeros, produciendo unos modestos ingresos que a la RAE le vienen muy bien, habida cuenta del vergonzoso abandono económico en que la tienen las altas instituciones del Estado.

En lo que acabo de contar radican, lamentablemente, las principales claves del asunto. Desde que el Quijotillo académico vio la luz, Paco Rico se embarcó ante terceros, cada vez que tuvo ocasión, en una ácida campaña de desprestigio de la obrita y de quienes la alumbraron. Cualquier pretexto lo caza al vuelo. Cosa comprensible, por otra parte, habida cuenta de que el profesor, que asiste a muy pocos plenos de la Academia y sólo atiende en ella a lo que le conviene al bolsillo, ha hecho de su famoso texto cervantino, reeditado una docena de veces en distintos lugares con distintos patrocinadores y nunca gratis et amore, que yo sepa, un rentable medio de vida. Nada tengo que objetar a eso, pues cada cual se busca las lentejas como puede. Unos publicamos novelas con más o menos fortuna y otros manosean Quijotes sin rubor y a destajo. Pero en el caso de Paco Rico, en mi opinión, eso ha terminado por hacerle creer que posee una especie de derecho exclusivo, o de propiedad intelectual, sobre las palabras Cervantes y Quijote. Y lleva fatal el intrusismo de quienes, aunque sea sin cobrar y para beneficio de la Academia, dentro o fuera de ella, interfieren en su negocio. Aunque, en este caso, la palabra exacta debe ir en plural: negocios. Quizá en otro artículo, más adelante, si es que el profesor Rico me anima a ello, pueda extenderme con espantables y jamás imaginados detalles sobre el asunto.

lunes, 9 de febrero de 2015

La última porquería pergeñada por Pérez Reverte y la Real Academia atenta contra Cervantes

Es sabida la tirria que le provoca al Administrador de este blog la cara de pie plano de Augusto Pérez Reverte y las bazofias que escribe. Sin embargo, para eliminar cualquier argumento que invoque a cuestiones nacionales, en la oportunidad ha privilegiado que lo critique un español. Publicada por David Becerra, en El Confidencial, de Madrid, el 26 de enero pasado, se ocupa de desplumar al ilustre ganso quien la ha emprendido contra el pobre Cervantes.

Arturo Manostijeras:
El Quijote de Pérez-Reverte, a examen


«–Metafísico estáis / –Es que no como», le responde Rocinante a Babieca en el diálogo que mantienen los dos caballos en uno de los sonetos que ocupan el pórtico del Quijote de 1605. Metafísico está también el nuevo Quijote que publica la RAE, en coedición con Santillana, adaptado para uso escolar por el novelista Arturo Pérez-Reverte.

Se comprueba al observar la delgadez de su lomo –del libro, no del rocín–, tras haber expulsado de su cuerpo el exceso de retórica, de tramas paralelas, de alusiones intertextuales, para descubrir «a los lectores –afirma la RAE– la esencia del clásico de la literatura universal». Las más de mil páginas que sumaban los dos libros originales, publicados en 1605 y 1615 respectivamente, se quedan en poco más de quinientas en esta nueva edición. La esencia –concepto sin duda metafísico– de este clásico universal parece ser la mitad de su materia. Por supuesto, el soneto mencionado no ha sobrevivido a la poda.

La RAE defiende que este nuevo Quijote «ha sido posible gracias a una cuidadosa labor de poda de los episodios secundarios y las digresiones que hacían complejo el texto para uso escolar». Se trata de una versión, añaden, «que elimina las historias paralelas para facilitar una lectura rigurosa, limpia y sin obstáculos de la peripecia del ingenioso hidalgo y su escudero». Pero ¿cómo se ha desarrollado, en verdad, esta labor de poda?

En primer lugar, hay que señalar que el Quijote de Reverte no es honesto y además carece de rigor académico. Huelga decir que esta no es la primera edición recortada ni adaptada del Quijote para uso escolar o dirigida a un público no especializado, pero lo que distingue la realizada por Reverte de aquellas que le precedieron es que, en la que hoy nos ocupa, no se indica –y ahí su falta de honestidad– qué partes han sido recortadas por el autor de Alatriste, qué fragmentos de los que han sobrevivido a la poda han sido reescritos por la pluma de Reverte, o qué palabras han sido traducidas a un lenguaje más comprensible para nuestros jóvenes lectores de hoy.

Se han introducido cambios, pero no se han anotado. Las formas son sin duda criminales: no solo se manipula el texto sino que además se borran las huellas. Flaco favor le hace esta edición al estudiante que, a partir de este libro, quiera acudir a las partes amputadas en una versión íntegra de la novela de Cervantes; no las encontrará, porque no sabrá cuáles son. Si bien se querían eliminar obstáculos, se han puesto algunos nuevos.

Sin rigor ni criterios
La falta de rigor, que también señalábamos, se localiza en la ausencia de una definición clara de los criterios que se han seguido para llevar a cabo esta adaptación. El Quijote de Reverte no solo no le ofrece al lector los criterios adoptados, sino que además, a juzgar por la incoherencia que se aprecia en la adaptación, tampoco parece tenerlos demasiado definidos quien se ha encargado de la adaptación y la poda.

Los cambios introducidos en el texto no mantienen una coherencia a lo largo de sus páginas. Aunque se dijo que esta edición del Quijote iba a modernizar el lenguaje, lo cierto es que apenas ha sido retocada la lengua de CervanteSobre la adaptación, se observa que los cambios introducidos en el texto no mantienen una coherencia a lo largo de sus páginas. Aunque se dijo que esta edición del Quijote iba a modernizar el lenguaje, lo cierto es que apenas ha sido retocada la lengua de Cervantes –lo cual es una magnífica noticia, pero evidencia la primera incoherencia entre el proyecto y su resultado definitivo.

Se actualiza la ortografía según las últimas normas de la Academia (se cae la tilde de los pronombres demostrativos, del adverbio «solo», de las palabras con diptongo como «guion» o de las formas verbales con pronombres enclíticos como «cansose»), pero perviven formas propias del español clásico como «mesmo», «priesa» o contracciones en desuso como «deste» o «della». Conviven asimismo en el texto formas verbales tal y como se encontraban en el original («pagalle») con otras que han sido actualizadas («menearlo»).

El Quijote de Reverte acata las normas de la última Ortografía, pero se olvida de las anteriores, lo que provoca que nos encontremos ante un texto artificial, a mitad del camino entre el respeto al original y su modernización. Este titubeo convierte el Quijote de Reverte en un texto que ni se adapta al español actual ni sirve para conocer, de primera mano, el español de los tiempos de Cervantes.
   
Lo mismo ocurre con aquellas palabras que, por su difícil comprensión para los y las estudiantes de hoy, se han modificado. Tampoco hay un criterio claro ni mayor coherencia que en el apartado anterior. Son muy pocas las palabras que se «traducen» a la lengua de hoy. De nuevo celebramos que así sea, pero este hecho acaso no justifique el sueldo del adaptador, que ha cambiado más bien poco y, de nuevo, con su indecisión, se queda a mitad del camino. Sustituye por ejemplo «fisga» por «burla», «vestiglos» por «monstruos», «parasismo» por «desmayo» o «esqueros» por «bolsas», pero mantiene otras de igual o mayor dificultad para un estudiante de bachillerato, como «raridad», que podría haberse traducido por «desgaste», o «adelantado» por «gobernador», por citar solo dos ejemplos).

Lo que otras ediciones han resuelto con notas al pie, cuya función es glosar palabras que no forman parte del lexicón del alumnado, con este texto, que se presenta limpio y sin notas, el estudiante tendrá ciertamente dificultad para alcanzar una comprensión total del texto (que es lo que se perseguía con esta edición).

Sorprende, asimismo, la falta de decisión en algunos momentos. Es el caso del uso de la cursiva para llamar la atención al lector sobre construcciones que, si bien se parecen a otras más actuales, no significaban entonces lo mismo que ahora. Sucede cuando Cervantes habla –y Reverte lo subraya– de «dos mujeres mozas, destas que llaman del partido». Claro que no eran del Partido Comunista –como parece temer Reverte que confunda el estudiante– sino prostitutas, y por ello, aunque sin explicarlo, subraya el sintagma mediante el uso de la cursiva, acaso para que el estudiante levante la mano y le pregunte al profesor qué cosa es «una mujer del partido».

Lo curioso es que este recurso no vuelve a emplearlo Reverte a lo largo de las quinientas páginas de su Quijote, ni siquiera cuando podría inferir el novelista que un estudiante medio no iba a entender que significa «morirse de vergüenza» aquello de «fue de manera que don Quijote vino a correrse».  Dicho lo cual, no podemos sino concluir que es una adaptación con más titubeos que certezas.

Poda indiscriminada
En cuanto a la poda, hay que diferenciar el empleo que se hace de la tijera en el Quijote de 1605 y en el de 1615. Como se sabe, las tramas secundarias están más presentes en el primer Quijote, si bien en el de 1615 también es posible, aunque en menor medida, toparse con esos «obstáculos». Este dato es importante, pues modifica el método de la poda. En el primer Quijote se emplea el corte grueso, eliminando de un solo golpe de tijera una gran cantidad de páginas, incluso capítulos enteros.

El Quijote de Reverte amputa sin anestesia los capítulos XI, XII, XVIII y XIV (donde se cuenta la historia de Grisóstomo y la pastora Marcela, y donde además don Quijote declama su famoso discurso sobre la Edad de Oro); los capítulos XXIII y XXIV (donde se cuenta lo que les sucede en Sierra Morena y la primera parte de la historia de Cardenio); medio capítulo del XXVII y el capítulo XXVIII entero (donde se cuenta la historia de Cardenio y de Dorotea); los capítulos XXXII, XXXIII, XXXIV (donde encuentran el libro del Curioso impertinente); últimas páginas del capítulo XXXV, el capítulo XXXVI completo y las primeras páginas del XXXVII (en los cuales se da continuación a la historia del Curioso impertinente y se cuenta la historia de Zoraida); los capítulos XXXIX, XL, XLI, XLII y la mitad del XLIII (que cuenta la historia del cautivo y la historia de doña Clara y don Luis); y finalmente los capítulos XLIX, L y LI (que recogen la discusión entre don Quijote y el canónigo sobre Historia y ficción, la historia del cabrero Eugenio y la historia de Leandra).

Don Quijote y Sancho.
En el Quijote de 1615 la tarea se le complica, pues hay menos tramas secundarias. Si del Quijote de 1605 se eliminan 17 capítulos completos, del segundo libro apenas desaparecen 9: los capítulos XVIII, XIX, XX, XXI y una parte del XXII (donde se cuentan las bodas de Camacho); el capítulo XXXIII (que habla de la «sabrosa plática» entre Sancho y la duquesa); el capítulo XLVI (que incluye el discurso de los amores de Altisidora); y los capítulos LIV, LV y LVI (protagonizado por Sancho y el morisco Ricote, y donde se cuenta la batalla entre don Quijote y el lacayo Tosilos).

Con tan pocos capítulos que eliminar en bloque, Reverte resuelve la situación mediante un corte menos grueso, eliminando algunos párrafos que considera superfluos, trozos de diálogos donde don Quijote se explaya en demasía, algunas páginas seguidas –hasta diez en algunos casos–, e incluso, cosa apenas realizada en la primera parte, Reverte resume algunos fragmentos –en algunas líneas, nunca más de un párrafo– de su puño y letra, donde el autor de Alatriste trata de emular el estilo cervantino.

Estos cortes, menos bruscos, siguen un mismo patrón: se eliminan las referencias intertextuales, como las constantes alusiones de don Quijote a lasnovelas de caballería que ha leído y en las que se inspira; se eliminan versos de los poemas que se recitan en el libro, por parecerles demasiado largos a Pérez-Reverte; se borra casi toda alusión a Cide Hamete Benengeli, el autor «real» (en el plano de la ficción) del libro sobre don Quijote, impidiendo al joven lector que trabaje el componente meta-literario de la novela cervantina –acaso uno de sus recursos más interesantes– del que se sirve Cervantes  para difuminar la línea entre la realidad y la ficción.

Asimismo se recortan los títulos de los capítulos, eliminando partes como «y otros acontecimiento famosos que...», por razones obvias: esas otras historias han sido amputadas en esta edición del Quijote. Estos cortes, aunque menores, tienen el mismo impacto sobre el lector que aquellos en los que se eliminaban en bloque capítulos enteros. Entre ellos destaca, por ejemplo, el modo en que Reverte recorta el capítulo VI, referido al escrutinio, donde el cura y el barbero comentan aquellos libros que, por mentirosos y por haber hecho enloquecer al protagonista, destinarán a la hoguera. No solo la riqueza intertextual del episodio queda eliminada, sino la profunda reflexión sobre la concepción del «valor» literario en la época de Cervantes (la sacralización de la verdad frente a las mentiras de la ficción).


Reverte, el censor
Otras recortes no exentos de interés son aquellos en los que Reverte parece actuar como un auténtico censor. Borra frases que pudieran herir la sensibilidad del lector actual, como pueden ser aquellas de contenido racista. Reverte, acaso con la buena intención de que los jóvenes no utilicen este clásico de las letras hispanas para legitimar sus comportamientos racistas, y tal vez buscando contribuir, con su gesto, a una mal entendida Educación para la Ciudadanía, elimina comentarios que estigmatizan a «moros», «negros» y «judíos».

Por ejemplo, cuando se descubre, en el capítulo IX de la primera parte, que quien escribió elQuijote, en la ficción, no fue sino un «autor arábigo», se dice –y se borra en la edición de Reverte– que es «muy propio de los de aquella nación ser mentirosos».

También en la primera parte, en los capítulos XXIX y XXXI, mientras Sancho y don Quijote especulan sobre su futuro reino, Sancho dice –y Reverte borra– que espera cargar de Micomicón vasallos negros para después venderlos en España. Ya en el Quijote de 1615, Sancho reconoce, en el capítulo VIII, que «al ser enemigo mortal, como lo soy, de los judíos, debían los historiadores tener misericordia de mí». Una censura que, además, nos impide reconocer la realidad histórica de España, configurada por la convivencia, a veces tensa, entre moros, judíos y cristianos.  

Pero, además de impedirle al lector que conozca el Quijote de forma completa, ¿qué implicaciones tiene esta adaptación y poda de Reverte y de la RAE?

Supone deshistorizar el género «novela». Es bien sabido que la novela no es un género literario que nace con sus propias normas y sus códigos ya establecidos, sino que se va construyendo históricamente, desde finales del siglo XIV hasta la actualidad.

El Quijote, aunque suele decirse de forma algo tautológica que es la primera «novela moderna», al reunir en su haber muchos de elementos con los que se definirá el género, en realidad muestra cómo el género «novela» todavía no está hecho, muestra cómo el género se está haciendo y se está experimentando con él. Sus constantes titubeos y sus tramas paralelas es un síntoma de ello. Aunque Cervantes concibió el Quijote como una obra de entretenimiento –creía que sería con El Persiles, su obra más clásica, más acorde con los altos gustos literarios de su época, con la que alcanzaría la posteridad– lo cierto es que la novela terminó trascendiendo la voluntad de su autor y se convirtió en otra cosa: el Quijote es una novela de entretenimiento y algo más.

Ese «algo más», lo que le da valor y convierte en clásico al Quijote, es lo que desaparece de esta edición de Arturo Pérez-Reverte. Ese «algo más» es lo que nos permite observar cómo el género «novela» se va construyendo históricamente. Al podar ese «algo más», quizá el joven lector pueda leer el Quijote –e incluso disfrutarlo– como quien lee una obra de entretenimiento. Pero se habrá perdido muchas otras cosas, quizá la «esencia» de este clásico universal que perseguía la RAE con esta edición, pero que no ha encontrado al confundir la cantidad con la calidad. Porque, tras la poda, han convertido la novela de Cervantes en simplemente eso: una novela de entretenimiento. Como las de Reverte.

Es razonable que la RAE se preocupe por quienes no han leído el Quijote y trabaje para eliminar obstáculos, para hacérselo más sencillo al futurible lector, porque quizá sea grave salir del instituto sin haber leído el Quijote; pero más grave aún es creer haberlo leído y no saber quién es la pastora Marcela.


miércoles, 17 de diciembre de 2014

El lobbysta Pérez Reverte; un Arguiñano petiso

Después de haberse pavoneado en el lobby del Hotel Hilton de Guadalajara durante su reciente y prácticamente inadvertida visita a la FIL, el plagiario Arturo Pérez-Reverte vuelve al lobby, pero esta vez a favor de la Real Academia Española. Ahora lloriquea ante la Agencia EFE –declaraciones que se reproducen en El Ideal Gallego.com, de España–, porque el Estado no abre sus arcas a la vetusta institución y porque Rajoy no visita a los académicos, esos abnegados “amigos” de América, según el curioso punto de vista del esta especie de Karlos Arguiñano petiso.

"El Estado ha abandonado a la Real Academia Española"

El escritor y académico Arturo Pérez-Reverte ha asegurado hoy que el Estado "ha abandonado" a la Real Academia Española y "está incumpliendo la obligación" que tiene de respaldar el trabajo de esta institución, vital para mantener la unidad de un idioma que hablan 500 millones de personas.

"Creo que el Estado está cometiendo un error gravísimo con la Academia", decía hoy con rotundidad Pérez-Reverte durante la presentación de la edición escolar del Quijote que han publicado la RAE y Santillana, adaptada por el autor de La Reina del Sur.

Las críticas al Gobierno de Pérez-Reverte, que participó en la presentación junto con el secretario de la RAE, Darío Villanueva, se producen después de que la asignación estatal a la Academia haya disminuido un sesenta por ciento en los últimos cinco años, lo que ha contribuido al déficit actual que tiene esta institución y a su difícil situación económica.

Esas afirmaciones tienen lugar también dos días antes de que la Academia elija director, y, como hubo alguna pregunta sobre qué puede pasar el jueves, Pérez-Reverte dijo con claridad que ve "necesario un cambio en la dirección" de la RAE.

Darío Villanueva, la persona que podría suceder a José Manuel Blecua, el actual director, si consigue el jueves los votos necesarios, fue hoy muy prudente y se limitó a decir que él se siente "con fuerza para hacer lo que la Academia" le pida, como ha hecho hasta ahora.

Villanueva indicó que las elecciones de cargos en la RAE constituyen "un proceso absolutamente natural, nada traumático", y no es necesario presentar candidaturas, algo a tener en cuenta en "un país bronco" como es España.

"Todos somos candidatos, y los compañeros eligen a quien en cada momento consideran la persona más idónea. No hay candidaturas, no hay campañas electorales", señaló el actual secretario de la RAE.

Pérez-Reverte aprovechó la ocasión para criticar "el abandono" que padece la Academia por parte del Estado y recordó que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no ha visitado la RAE en los años que lleva en la Moncloa.

"La RAE no consiste en cuatro amiguetes que se reúnen cada semana, sino que es un complejo sistema que mantiene el vínculo diplomático con América, e incluso cuando los gobiernos españoles le han vuelto la espalda a América, la Academia ha sido siempre vínculo de unión y de fraternidad y de lealtad entre unos y otros", dijo el novelista murciano.
Conseguir que a 500 millones de hispanohablantes puedan serles útiles obras como el "Diccionario", la "Gramática" y la "Ortografía" "no es fácil. Es fruto de un trabajo complejo y laborioso que requiere una diplomacia extraordinaria y una finura extrema", añadió.

La Real Academia Española "es un asunto de Estado y algunos gobiernos lo han entendido así, porque saben que la RAE es una plataforma de entendimiento con América", subrayó el autor de "El tango de la Guardia Vieja".

Los trabajos de la Academia requieren una estructura compleja de lingüistas y expertos, "y todo eso cuesta dinero". Y los recursos de la RAE son "muy limitados", dijo Pérez-Reverte, antes de insistir en que él, como académico, se siente "abandonado por el Estado".