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jueves, 3 de febrero de 2022

" La ortografía en sí no es más que 'un código convencional'"

El pasado 17 de enero, Gabriela Mayer publicó una nota en InfoBAE cultura a propósito de la ortografía en tiempos digitales. Según se pregunta en la bajada, “¿Cómo inciden las nuevas tecnologías en la ortografía? ¿Cuáles son los errores ortográficos más frecuentes? En diálogo con InfoBAE Cultura, una serie de especialistas revelan cuáles son las consultas más usuales y las más desopilantes”.

Ortografía, errores y dudas, 
¿se escribe peor que antes?

Gabriel García Márquez pidió jubilar la ortografía, “terror del ser humano desde la cuna”, en su célebre discurso pronunciado en Zacatecas. “Enterremos las haches rupestres, firmemos un tratado de límites entre la ge y la jota, y pongamos más uso de razón en los acentos escritos, que al fin y al cabo nadie ha de leer lagrima donde diga lágrima ni confundirá revólver con revolver”, reclamó el premio Nobel de Literatura.

Unos años atrás, el periodista y escritor Álex Grijelmo opinaba en El País: “Quien tiene un problema de ortografía no sufre solamente ese problema. Los errores con la puntuación o las letras van siempre asociados a una deficiente expresión sintáctica y a un vocabulario pobre. La ortografía es el mercurio que sirve para señalar la fiebre. Se podrán abolir las haches y las tildes, como propuso García Márquez, pero no por romper el termómetro bajará la temperatura”.

Santiago Kalinowski puntualiza en entrevista con Infobae Cultura que la ortografía en sí no es más que “un código convencional”. Y cita el ejemplo de Roberto Arlt, “quien escribía de manera brillante con errores de ortografía”. Sin embargo, aclara que la buena ortografía “viene de la frecuentación de los textos, que hace que las personas sean más competentes en la lectura y la escritura. De modo que no suele darse el caso de una persona que escriba muy bien, con mucha claridad y capacidad de síntesis, y tenga muchos errores de ortografía”.

Entretanto, las normas ortográficas, lejos de disfrutar de su jubilación, interactúan en escenarios que presentan nuevas complejidades. Desde las redes sociales a las aplicaciones de mensajería instantánea, donde reina una profusión de emoticones y abreviaturas. Lejos de los tiempos de la imprenta, cuando la escritura debía superar muchos filtros antes de su circulación pública, las palabras escritas se multiplican a toda velocidad.

El director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas (DILyF) de la Academia Argentina de Letras señala que, “lo que los hablantes hicieron toda la vida oralmente, a partir de la irrupción de las nuevas tecnologías lo están haciendo por escrito. Es decir, es necesario poder tener por escrito una conversación vulgar, una conversación coloquial, una conversación neutra y una conversación formal. No solo neutro-formal como era antes, cuando había que ir a la imprenta. Hoy la escritura que tiene circulación pública abarca todo el abanico y esa es la gran novedad que introducen las redes sociales”.

El lingüista y lexicógrafo especifica que no porque alguien utilice “una ortografía no canónica en el WhatsApp tiene mala ortografía. Va a ir variando su codificación ortográfica de acuerdo con el contexto en el que está escribiendo. La persona que es competente sabe que no puede usar la ortografía de WhatsApp en el examen de la universidad o en el currículum”.

“Cuando uno ve ‘casa’ escrito con ‘k’ en un chat, no es que esa persona no conoce la ortografía de ‘casa’, porque no hay palabra más fácil de escribir. No hay ningún conflicto ahí, no es que se equivocó. Lo que hizo fue alterar, intervenir la ortografía”, para adoptar un registro informal. Y agrega que el hablante tiene muchos recursos: el tono de voz, la expresión, la cara, las cejas. “Esa necesidad que antes estaba limitada cuando la escritura pública debía ir a la imprenta, ahora se volvió una necesidad comunicativa por escrito”.

Kalinowski explica que entonces “aparecen nuevos códigos ortográficos, aparece una codificación ortográfica”. “Todos sabemos lo que significa poner llorar con ‘sh’, tiene un valor expresivo. Hay un matiz comunicativo que aparece cuando uno interviene la ortografía. Entonces ese código intervenido empieza a ser compartido por los hablantes y resulta mucho más eficaz”.

Por lo tanto, “la misma persona que a la mañana da una conferencia, a la tarde habla con su jefe y a la noche se enoja con el árbitro es capaz de cambiar su registro en esas distintas situaciones comunicativas sin ningún problema. Consecuentemente, si una persona escribe un contrato a la mañana, una nota para el consorcio a la tarde y después escribe un tuit y chatea con los amigos, puede ir usando distintos códigos ortográficos que sean adecuados a esas distintas situaciones de enunciación”.

InfoBAE Cultura también dialogó con Laura Rajchman, de @policía.de.la.ortografia, y con Natalia Imperiali, de @lacorrectoraok, creadoras respectivamente de estas cuentas de Instagram que detectan errores ortográficos y brindan recomendaciones para evitarlos. “Me hacen mal los errores de gramática y de ortografía”, se presenta Rajchman en su cuenta con más de 45.000 seguidores; mientras que Imperiali alienta a sus casi 20.000 followers: “escribir bien es fácil”.

Respecto de las nuevas tecnologías, Rajchman –traductora e intérprete de inglés y correctora de español– considera: “Creo que la comunicación por WhatsApp muchas veces no ayuda, porque la gente tiende a abreviar mucho todas las palabras. Además, el corrector del celular también nos juega en contra muchas veces. Por ejemplo, cada vez que quiero escribir ´mi casa´, el corrector me cambia ese mi y le agrega una tilde. Y, a veces, estamos muy apurados y no llegamos a releer lo que escribimos antes de enviarlo”.

Imperiali, traductora de inglés, correctora y docente, matiza: “Por un lado, ahora leemos y escribimos más que nunca. Por el otro, es cierto que la inmediatez nos ‘obliga’ a descuidar un poco la lengua. Son las nuevas reglas del juego y no creo que haya que indignarse, esa es una guerra perdida. Sí me parece importante saber en qué contextos hay que prestar más atención a lo que escribimos (un trabajo para la facultad, un mail de trabajo), además de tener curiosidad y ganas de aprender siempre. Eso solo ya es un montón”.

Dudas frecuentes, dudas insólitas: Del Scrabble a la milanesa y el flan
La Academia Argentina de Letras (AAL) ofrece el Servicio de Consultas a cargo de los lexicógrafos que integran el DILyF, tanto por teléfono como a través de un formulario online, para colaborar en la resolución de dificultades con las que suelen tropezar los hablantes.

Antes de la pandemia se recibían unas 2.000 consultas telefónicas anuales, detalla Kalinowksi. “Las consultas por correo electrónico rondan las 600 anuales. A diferencia de lo que predomina en las telefónicas, las consultas por escrito suelen requerir la elaboración de un informe más largo y complejo”.

Y destaca que, “por razones históricas, la ortografía y la corrección lingüística en general tienen un rol social muy importante en la manera en que se evalúan las personas y sus aptitudes. Por eso hay tanto escándalo si algún político comete un error de ortografía”.

El público que recurre al servicio de consultas es diverso. “Hay gente que ayuda a los hijos a hacer la tarea, hay hijos haciendo la tarea, gente que llama porque tiene una disputa en el Scrabble. También sucede que hay gente que se interesa muchísimo en esos temas y quiere que básicamente trabajemos de contestar sus preguntas, lo cual tampoco es el espíritu del servicio”. Y el lingüista aclara: “No es un lugar donde uno manda un texto y se lo devuelven corregido. Para eso hay que pagar un corrector, que es un profesional que se dedica a eso y hay muchísimos excelentemente formados en la Argentina”.

Rajchman, de @policia.de.la.ortografia, cuenta que le envían todo tipo de consultas. “Desde cómo se conjugan ciertos verbos hasta gente que quiere que revise algunos textos que se están por tatuar y quieren asegurarse de que estén bien escritos. También me llegan preguntas sobre tildes”.

“A veces me escribe una seguidora y me dice que hizo una apuesta con su novio sobre cómo se escribe algo y que soy la única que los puede ayudar a ver quién tiene la razón”. Entre las preguntas graciosas que le formularon, cita la siguiente: “Si digo ‘me comí una milanesa seguido de un flan’, ¿qué comí primero? ¿La milanesa o el flan?” Una duda que resolvió respondiendo: “Me comí una milanesa seguida (la milanesa) de un flan. Primero la milanesa y después el flan”.

Inicialmente Rajchman utilizaba un blog y Facebook. “Ahora la única (red) que uso es Instagram porque encontré muy buena interacción con la gente. Me sorprendió que tanta gente estuviera interesada en mi contenido. Lo empecé como algo para mí porque me hacía mal ver tantos errores, pero nunca me imaginé que iba a tener la cantidad de seguidores que tengo”.

Imperiali también recibe todo tipo de consultas, aunque le llegan más dudas relacionadas con la gramática que con la ortografía. @lacorrectoraok –asimismo está en Facebook, Twitter y LinkedIn– comenta que, aunque desarrolla más actividad en Instagram, “en todas las redes tuvo buena recepción”.

“Me sorprendió mucho porque no sabía que había tanto interés en el estudio de la lengua. Jamás me imaginé que iba a llegar a casi veinte mil seguidores…” Y apunta: “No me gusta la exposición en general, me da nervios pensar que tantas personas van a leer mis publicaciones. Igualmente, recibo siempre tanta buena onda que me dan ganas de seguir”.

Tildes, mayúsculas, puntuación & cía.
Kalinowski destaca que el español es relativamente transparente y su ortografía es bastante cercana a la pronunciación. “De modo que al mismo tiempo que es una enorme ayuda, trae aparejadas algunas trampas, porque hay momentos donde la pronunciación no ayuda, por ejemplo, para poner la hache. Entonces, como no suena, por ahí la olvidamos, sobre todo si está en el medio de una palabra, como ‘rehusarse’, ‘trashumancia’”.

Y el lingüista agrega que más o menos el 95 por ciento de los hablantes de español no distingue en la pronunciación la zeta, la ese y la ce ante “e” o “i”, a partir de lo cual también se generan muchos errores.

Otras faltas muy frecuentes se relacionan con el uso de las comas. “Algunas requieren cierto conocimiento sintáctico para saber dónde van, para no separar el sujeto del predicado. Uno tiene que tener conciencia acerca de cuáles son las estructuras que forman la frase y eso trae muchas dudas y suele ser fuente de muchas consultas también”.

Asimismo percibe “bastante ansiedad” respecto de las mayúsculas. “Hay muchas que son protocolares o de respeto. En general las recomendaciones que hace la ortografía de la Real Academia Española tienden a bajar lo más posible las mayúsculas, tratar de hacer que seamos menos ‘mayusculeros’”, señala el director del DILyF.

Kalinowski recuerda que la Ortografía de la lengua española (2010) recomienda suprimir ciertas tildes, pero hay mucha gente que se resiste. Entre ellos el miembro de la RAE Arturo Pérez-Reverte, quien no dudó en tuitear: “Sólo opino que no estoy solo cuando escribo sólo con tilde, lo que hago sin complejos cada vez que lo necesito; algo que, como escritor profesional que soy, me ocurre a menudo. A mí me enterrarán con las tildes puestas, demostrativos pronominales incluidos, que ésa es otra”.

Entre los errores más comunes, detalla Rajchman, de @policia.de.la.ortografia, “la mayoría de la gente dice y escribe ‘hubieron’ y ‘habían’ en lugar de ‘hubo’ y ‘había’”. “Uno de los errores gramaticales que escucho más seguido es el condicional mal conjugado. Cuando dicen ‘Si sería más joven…’ en vez de ‘Si fuera o fuese más joven…’”.

“Otro es la conjugación del verbo apretar. Mucha gente no sabe que debe decirse ‘yo aprieto’ y dicen ‘yo apreto’. Ahora está muy de moda decir ‘la primer dosis’ y la forma correcta es ‘la primera dosis’. Siempre que el sustantivo sea femenino, debe decirse primera o tercera. También hay una gran tendencia a escribir algunos monosílabos con tilde, como vio, dio, vi, fue y ninguno de ellos debe escribirse con tilde”, agrega.

Desde @lacorrectoraok, Imperiali afirma que se cometen muchos errores, “pero tampoco todas las personas pueden ser expertas en ortografía. Si no, no existiría la profesión del corrector. Es habitual confundir símbolos y abreviaturas, por ejemplo, decir las 18 hs., cuando lo correcto es 18 h, sin plural ni punto. También es común pluralizar las siglas (las ONGs, lo correcto es las ONG). El uso de prefijos suele generar dudas. También es frecuente encontrar errores de acentuación, pero algunas reglas han cambiado en el último tiempo, así que es entendible. Y la puntuación es un tema aparte, pero, bueno, la realidad también es que es menos fácil de lo que parece”.

En Signos de civilización. Cómo la puntuación cambió la historia, que acaba de publicar Ediciones Godot, el académico noruego Bård Borch Michalsen propone que, en pos de una buena comunicación, “se deben aprovechar al máximo las posibilidades que ofrecen los signos de puntuación: el reflejo a partir de un punto y coma, la reorientación cuidadosa y momentánea de una coma, la maravilla de un signo de interrogación, la expectativa generada por los dos puntos, la emoción que provoca un signo de exclamación, y, por último, la conclusión del punto”.

¿Se cometen más errores de ortografía que antes?
Kalinowski se muestra cauto ante esta pregunta y cree que se trata más bien de una percepción. “Es un poco difícil hablar de evolución diacrónica en la ortografía y en la corrección por escrito en general. No son muchos los estudios longitudinales que se han hecho, es decir, a lo largo de mucho tiempo, que permitan establecer eso con algún grado de certeza”.

“Lo que circula generalmente es la idea de que siempre se habla y se escribe peor y es una percepción que suele no tener nada que ver con la realidad y las prácticas de escritura en general”, aclara el director del DILyF.

Y menciona un estudio que se hizo a lo largo de 100 años, “que está en un podcast de dos lingüistas, que se llama lingthusiasm. Ellas citan un estudio longitudinal de un siglo que analiza la escritura, la ortografía, de los ensayos de ingreso a la universidad de 1910 hasta 2010″. Según Kalinowksi, esos resultados no reflejan en absoluto que se cometan más errores de ortografía que antes. “De hecho, hacia 2010, los ensayos son diez veces más largos y por lo tanto muchísimos más complejos y exigentes que lo que se pedía a principios del siglo XX”.

El lingüista subraya que lo que sucede es que “se está codificando una ortografía diferente para que las cosas tengan el aire de ser coloquiales, que uno, al leer algo en un tuit o en un chat, ya sienta que es una conversación como podría tener en la calle con un amigo. Poner todos los puntos, las tildes y las comas en un chat lo hace ver como excesivamente formal para el contexto donde está, de modo que los hablantes crearon nuevos códigos, muchas veces violando las reglas tradicionales de la ortografía, para crear ese registro de informalidad por escrito”.

A la pregunta de si los argentinos incurrimos en más errores que otros hispanohablantes, Kalinowski observa: “La ortografía finalmente es una gimnasia, que se va perfeccionando en la medida que uno se ejercita en eso, es decir leyendo y escribiendo mucho. No hay ninguna razón por la cual a priori un país deba tener peor ortografía que otro, a menos que haya un gran abandono de la lectura y la escritura, un colapso de las instituciones educativas, lo cual es un análisis para que haga alguien que se dedica a temas de educación”.

Imperiali, de @lacorrectoraok, considera que “es posible que la enseñanza de la ortografía ahora sea menos ‘estricta’”. “Mi abuela, por ejemplo, tiene grabadas algunas reglas a fuego. Pero no por eso me animaría a afirmar que ahora se cometen más errores. No me dedico a la investigación, así que sería irresponsable de mi parte decir que en Argentina cometemos más o menos errores. Suele haber una tendencia a creer que acá todo es peor, pero a mí no me consta”.

“De todas maneras, con total sinceridad, los errores de ortografía no me preocupan tanto como los problemas de comprensión de textos y escritura. Cada vez recibo más consultas por estas cuestiones y me parecen mucho más graves que confundir un símbolo con una abreviatura, por ejemplo”, opina.

Y desde @policia.de.la.ortografia, Rajchman cree “que se cometen más errores que antes porque la gente lee menos”. Y agrega: “Uruguay y Argentina son los únicos países hispanohablantes en los que viví, así que no sabría decirte de otros países. Una diferencia que encontré entre esos dos países es que en la Argentina muchísima gente dice ‘Voy de mi abuela’, entiendo que viene del italiano, pero no es correcto en español. En Uruguay no es común ese error”.

Autocorrectores: ¿aliados… o enemigos?
¿Y en qué medida los autocorrectores pueden salir al rescate de nuestra ortografía o, al menos, convertirse en herramientas útiles?

Según explica Kalinowski, pese a que se trata de una herramienta fundamental, “muchas veces nosotros sabemos más que el corrector. Y muchas veces sabemos más que el Diccionario de la lengua española, que a veces pone palabras en el diccionario como si fuesen generales y las usan solo los españoles”, como por ejemplo el verbo “abroncar”.

Por eso, propone recurrir “a los instrumentos sabiendo que uno es un hablante perfectamente competente de la lengua y que muchas veces el instrumento puede saber más, pero muchas veces uno puede saber más que el instrumento”.

El director del DILyF menciona el autocorrector de Google, “pésimo para establecer la concordancia”. “Nunca sabe con qué está concordando el adjetivo y el verbo, entonces uno no le puede hacer caso. Muchas veces uno va al Diccionario de la lengua española pensando que todo el saber está del lado del diccionario y el diccionario se equivoca mucho. En principio, porque los que lo escriben son hablantes de una sola variedad del español”.

Para Kalinowski, el gran problema que suele enfrentar la lengua es que, como “todos somos hablantes perfectamente competentes, nos hace pensar que somos también especialistas en lingüística y eso es completamente diferente. Una cosa es saber manejar el auto y otra es saber dónde está el carburador. Una cosa es ser usuario de la lengua y otra es saber lingüística. Esa separación en los debates lingüísticos suele estar borrada. La gente piensa que, por ser hablante, ya sabe lingüística, lo cual no es así”.

jueves, 11 de noviembre de 2021

En la Academia Argentina de Letras ya no hay ni para los sandwichitos de miga de sus reuniones

Alicia María Zorrilla, directora de la AAL








La nota, sin firma, salió publicada en el diario La Nación, el pasado 10 de noviembre, y recogida por alertaurbana.com. En ella se habla de la ruinosa condición en la que se encuentra el edificio de la Academia Argentina de Letras, una institución tan vetusta como la mayoría de sus miembros en lo que a las letras se refiere, pero que guarda cierta importancia en lo que respecta a sus trabajos filológicos y lexicográficos. Por otra parte, como otras academias nacionales, acumula un enorme atraso en los salarios de sus empleados.

“Se cae a pedazos”. Denuncian desinversión en la Academia Argentina de Letras

Suenan las alarmas en la Academia Argentina de Letras (AAL) cuyas instalaciones, en Sánchez de Bustamante 2663 –el Palacio Errázuriz, declarado monumento histórico nacional–, “se caen a pedazos” por falta de inversión. Esas fueron las palabras del lingüista Santiago Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la AAL, institución que desde 2019 preside la profesora Alicia María Zorrilla. Por ley, las Academias Nacionales dependen del Ministerio de Educación.

Además, desde 2018 los empleados de la AAL y de las otras Academias Nacionales no reciben los aumentos correspondientes a la Administración Pública: hasta hoy percibieron un 77% versus el 121% otorgado en general (incluyendo un 5% ya estipulado para enero de 2022), al que se le agregan alrededor de siete sumas no remunerativas por importes que varían entre los dos mil y los cinco mil pesos. Es decir que los trabajadores de las Academias recibieron un 44% menos que el resto de la Administración Pública Nacional. En 2018, el presupuesto de la AAL fue de $ 1.110.562; en 2021, alcanza los $ 2.008.808. Un gran porcentaje se destina a sueldos.

“Hemos tenido reuniones con el ministro de Educación anterior, doctor Nicolás Trotta, pero no logramos que los aumentos otorgados se equipararan a los de cualquier empleado público –dice la presidenta de la AAL a La Nación–. El argumento es que no los reconocen como empleados públicos, como siempre se los consideró. Esta situación sigue perjudicando profundamente los sueldos, muy bajos, por supuesto y, por ende, el ánimo de los empleados, quienes, a pesar de todo, siguieron trabajando con la vocación de siempre. Esta conducta los enaltece y habla de su eticidad”.

En la AAL trabajan veinte personas, entre lingüistas, lexicógrafos, bibliotecarios y personal administrativo y de mantenimiento. “Hace poco, la Comisión de Asesoramiento Jurídico, constituida por cuatro académicos de número, redactó una carta que firmé y envié al nuevo ministro, licenciado Jaime Perczyk, pero aún no he recibido respuesta”, agrega Zorrilla. Luego del cambio de autoridades en Educación, la AAL volvió a pedir aumento en sus partidas pero no obtuvo respuesta. Este año, el dinero reservado a gastos apenas supera los 162.000 pesos.

Desde el Ministerio de Educación informaron que ignoraban lo que se había acordado con Trotta y que solamente sabían que se había otorgado un aumento del 40% en dos cuotas, luego de una nota publicada en febrero en este diario. Las fuentes ministeriales recordaron que estaban en la cartera de Educación hacía poco más de un mes. Tampoco hubo respuestas sobre la partida de gastos, insuficiente para compras de insumos y arreglos en el edificio.

 

En un informe preparado por Inés Bosch, jefa de Presidencia y Relaciones Institucionales de la AAL, se detalla la situación de sueldos y gastos. “Durante más de cuarenta años la AAL recibió los aumentos que se otorgaban a la Administración Pública Nacional –se lee en el documento dado a conocer a este diario y que está en manos de Perczyk–. En la misma situación están todas las Academias incluidas en la ley de Academias. A partir de 2018 quedaron afuera de esos aumentos, sin mediar ninguna explicación. El modo en que se actualizaban esas partidas ya es un derecho adquirido que se está vulnerando”. En 2018, los ministros de Educación fueron Esteban Bullrich y, a partir de septiembre, Alejandro Finocchiaro. Grieta mediante, la crisis continuó y se agrava.

viernes, 27 de septiembre de 2019

Beatriz Sarlo y Santiago Kalinowski discuten

Beatriz Sarlo

Los días 2, 3 y 4 de agosto de este año tuvo lugar una nueva edición de la Feria de Editores, que, como siempre convocan los editores Víctor Malumián y Hernán López Winne

Santiago Kalinowski
Además de las actividades propias de los feriantes, hubo una serie de charlas y debates. Entre ellas, una mesa con Beatriz Sarlo y Santiago Kalinowski, director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras. Su título “La lengua en disputa” tuvo que ver con la entonces candente cuestión del llamado “lenguaje inclusivo”. Por su relevancia, se ofrece a continuación el video de esa jornada:


martes, 27 de agosto de 2019

En realidad, todo esto me sagrapa el calimestrol


El pasado 3 de agosto, en el diario La Nación, de Buenos Aires, Josefina Vaquero publicó la siguiente nota, donde se da cuenta de los dichos de Cristina Kirchner durante diversos actos de campaña previos a las PASO. Por distintas razones, en cada uno de ellos desenterró de la noche de los tiempos expresiones propias de su generación que, por su uso claramente popular, llamaron la atención de la prensa bisoña.
Pindonga, Cuchuflito y Cadorna.
Cuando la lengua informal 
se mete en la campaña

El tema está desde hace algunos días en boca de todos. La semana pasada, durante la presentación en Mar del Plata de su libro, Sinceramente, la expresidenta Cristina Kirchner utilizó las palabras “pindonga” y “cuchuflito” para referirse a las segundas marcas que aparecen en los supermercados y, según presumió, en las casas particulares, a raíz de la crisis de consumo: “Durante nuestra gestión, los supermercados rebosaban de mercaderías de primera marca –señaló–. Ahora aparecen y proliferan marcas que nadie conoce: La Pindonga, El Cuchuflito. Hasta te venden productos que dicen, en lugar de leche, producto lácteo que contiene leche”.

Hay que decir que no fue del todo original. Diez años atrás, unos meses antes de asumir el poder, el expresidente uruguayo José “Pepe” Mujica, durante un acto de campaña, dijo: “No den pelota a los que dicen: 'Qué horrible que está el mundo' y que estamos poco menos que postrados. ¡Pindonga!”.
Casi nada es casual en los discursos políticos. Buscar informalidad y empatía con una audiencia muy amplia, con palabras que en el curso del tiempo cobran sentidos cambiantes, tiene también su precio
Para el escritor y crítico literario Martín Kohan, “no es nada sorpresivo ni inusual el uso de estas palabras. Hay toda una tradición de campechanía en el discurso político, a veces con giros populares o, como en este caso, un juego con palabras anacrónicas, muy de otra época. Podemos considerar si acierta o no el gesto y el tono. Un ejemplo de torpeza sería el de Sergio Massa tragándose las eses a propósito; no terminó de constituirse y ya estaba siendo parodiado”.
Lo que es seguro es que toda ocasión puede transformarse en una buena excusa para echar mano de aquellos viejos y olvidados amigos, los diccionarios. El Inventario general de insultos, del español Pancracio Celdrán, define “pindonga” junto a “pingo” y “pingajo”. De uso figurado, viene del verbo latino de segunda conjugación pendeo, pendespendere: colgar, estar colgado del aire, estar pendiente. También: depender de–, pender. Estar indeciso, dudoso, vacilar, ser incierto. De ahí “mujer callejera”, de vida “alocada”, algo que, claro, se consideraba propio de hombres y no de mujeres. Celdrán ejemplifica con un fragmento de Leandro Fernández de Moratín, en su traducción de La escuela de los maridos, de Molière: “Pero ¿cuál es más admirable, el descaro de la pindonga o la frescura de este insensato?”. Y la escritora gallega Emilia Pardo Bazán escribe en su novela Insolación: “¿Hase visto hato de pindongas...? ¡No dejarán comer en paz a las personas decentes...!”. Se usa también para expresar negativa absoluta, como decir “¡Ni medio!” –este sería el uso de Mujica–, y de ahí viene también “pindonguear”: deambular ocioso, callejear sin rumbo ni propósito.

Oscar Conde, autor del Diccionario etimológico del lunfardo, define su uso porteño: “'Pindonga' en la década del 60 designaba al pene y era bastante grosera. Pero luego se suavizó y existe en la expresión '¡la pindonga!', que expresa admiración o asombro. La unión con el sustantivo marca es bastante habitual, en alusión a un producto de mala calidad. Como también usamos así otros lunfardismos que designan al pene: 'verga', 'garcha' o 'garompa'“.

El Diccionario de la lengua de la Argentina de la Academia Argentina de Letras define a “cuchuflito” como “objeto o parte de un objeto de pequeño tamaño, cuyo nombre se desconoce”, y ejemplifica: “Se me rompió el cuchuflito donde va la manguera del retorno en el radiador”. El “cuchuflito” es lo que todos buscamos en la ferretería. Fue también el nombre de un personaje interpretado por el actor Juan Díaz, un muñeco en el Telecómicos del humorista Aldo Cammarotta a comienzos de la década del 60. “A partir de allí entró al lunfardo como sustantivo para designar a una persona de aspecto débil, muy flaca, y con el tiempo comenzó a aplicarse a personas o cosas insignificantes”, agrega Conde. El uso de ambas ha ido cambiando a lo largo de los años y su semántica se ha suavizado. En su origen resuenan los órganos sexuales: “'Cuchuflito' se parece mucho a 'cachufla', 'cachufleta', 'cuchufla' y 'cuchufleta', modos de llamar al órgano genital femenino. El sentido de 'pindonga' nace del cruce entre la voz española 'pindonga' (prostituta) y el lunfardo 'poronga'“, explica.

La causa de la elección que CFK hizo de dos términos anacrónicos puede ser muy simple: una cuestión generacional. Leonor Acuña, especialista en Historia de la Lengua (UBA), señala que se trata de dos palabras que se cargan de significado dependiendo del contexto en que se utilicen. “Yo uso 'pindonga' y uso 'cuchuflito', y tengo la misma edad de Cristina”. Matías Soich, doctor en Lingüística y licenciado en Filosofía (UBA), señala que ambas palabras forman parte de un cronolecto, una variable lingüística asociada a cierta edad. Y agrega que si bien es claro que la presentación de Sinceramente constituye un acto político, se trata de una situación comunicativa en que se mezclan el registro formal y el informal. “Dijo también 'un cacho de pan' o 'estar para atriqui'. Las palabras tienen diferentes matices y con ellas se intenta mitigar o, en este caso, no mencionar una marca concreta. Se generaliza y se enfatiza la menor calidad de los productos de esas marcas, con el diminutivo o con el sufijo –onga, que puede tener un valor peyorativo o afectivo. Es parte de una estrategia discursiva”. Santiago Kalinowski, lingüista y lexicógrafo, destaca la sonoridad expresiva de los términos y su característica enfática y eufemística. “'Pindonga' es fuerte porque remite al pene, pero sería intercambiable con 'pirulo' y ya se entiende la idea de algo indeterminado”.

Algunos días después, durante un acto en Mendoza, la expresidenta sumó “Cadorna” a la lista, justamente porque su hijo Máximo Kirchner le dijo que ese término era más actual. Según el Diccionario de la lengua de la Argentina, “Cadorna” viene del general italiano Luigi Cadorna, “personaje con el que se alude a una persona indeterminada, por lo común con el propósito de realzar la imposibilidad de un hecho”. Para Conde, estos sustantivos están presentes en el habla de los argentinos aún hoy, pero en personas de mediana edad para arriba. “La variante que fracasa casi siempre es cuando los políticos pretenden actuar el discurso de los jóvenes”, suma Kohan, “cada vez que alguno dice 'como dicen los chicos ahora' usan a continuación una frase que hace veinte años que no se usa más. En el caso de Cristina, el gesto fue doble: un registro más informal, popular, pero también anacrónico. Me parece que eso fue buscado, no quiso decir algo actual y se le escaparon dos términos de 1950. El registro que a ella no le sale es el del humor, entonces si hubo un paso en falso es el del propósito de la comicidad, y no el de la improvisación. Cuando improvisa, es sólida, pero pisa en falso cuando quiere ser cómica: hay gente que tiene gracia y gente que no. Ella lo que tiene es una ironía inteligente, por lo tanto despectiva, que irrita”. Y aclara: “La ironía no es necesariamente del orden de la complejidad, pero pone en juego dos registros: interpela al interlocutor en un gesto de entendimiento, y él puede entrar en ese pacto o puede decir: '¿Y esta quién se cree que es?'”.

miércoles, 24 de julio de 2019

Una reunión de palabras que se usan acá

La Academia Argentina de Letras acaba de publicar, a través de la editorial Colihue, el Diccionario de la lengua de la Argentina, un trabajo de años que actualiza las palabras regionales de nuestro país. ‘Re’, ‘manso’ y ‘abarajar’ son algunos ejemplos”: así dice la bajada de la nota que, la semana pasada, Luciano Sáliche publicó en Cultura InfoBAE.

Un diccionario para conocer
todos los secretos del habla de los argentinos

Hay una frase que se le atribuye a Anatole France que dice: “Un diccionario es un universo en orden alfabético”. Para quienes nacieron y vivieron un buen rato del otro lado de la línea que separa el mundo analógico del digital sabe el poderío que condensan los diccionarios ampulosos. Perderse entre sus páginas es un viaje que ni Google ni Wikipedia, ni siquiera el añejo Encarta, comprenden. Un universo. Eso es lo que cabe allí dentro: la infinitud del lenguaje.

Pero, ¿para qué sirve un diccionario? El objetivo es normalizar una lengua, establecerla, cazarla en el vuelo de la oralidad y ponerla en el papel, entre dos tapas duras, para que todos podamos estudiarla. Argentina –como todo país, aunque quizás con más intensidad– tiene una complejidad etnográfica bifurca a su población en miles de dialectos. Pero todo confluye en nuestra lengua, casi caprichosamente, en el idioma argentino.

NUESTRO GRAN DICCIONARIO REGIONAL
La editorial Colihue acaba de publicar el Diccionario de la lengua de la Argentina, un trabajo de la Academia Argentina de Letras. Allí se materializan una serie de expresiones que, por algún motivo, no fueron incluidas en los diccionarios anteriores, pero que mantienen una vigencia fundamental. “Es un diccionario de las palabras regionales de la Argentina”, explica Santiago Kalinowski (foto), jefe del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras, en diálogo con Infobae Cultura. Esto significa que hay un especial interés por el habla de las distintos regiones del país. 

“Acá se reúnen las palabras que no son en general del español, pero que se usan en Argentina”, dice este académico en referencia al mestizaje con lenguas indígenas y con otros idiomas que no están dentro de la formalidad. El prólogo de este libro lo escribió el presidente de la Academia Argentina de Letras, José Luis Moure, y allí dice: “Del total de las 9141 acepciones que contiene la presente edición, solo 3357 llevan una marca de registro coloquial, vulgar, jergal, lunfardesco, rural, etc.”

En 2008, Argentina realizó su último diccionario general: Diccionario del habla de los argentinos, que publicó la editorial Emecé. Hoy sería imposible hacer, explica Kalinowski, porque no están los recursos. Mientras lo esperamos existe este complejo e interesantísimo libro que tiene más de 700 páginas. “Un diccionario general arranca en 40 mil palabras, este tiene seis mil”, comenta y agrega: “Siempre fue una de las funciones de la Academia Argentina de Letras, como cualquier academia nacional, hacer un diccionario regional. Todo este trabajo en España no podrían hacerlo, no tienen la manera de conocer todas estas palabras. Por eso el nuestro es un trabajo complementario el que hacemos”.

LO NOVEDOSO
Cuando Infobae Cultura le pregunta cuáles son las palabras más novedosas que incorporaron, el académico explica de antemano: “Hay un tema con lo novedoso. El otro día pusimos una palabra que nos traía muchas dudas, que es el adverbio recién, en el sentido que algo que se demora, 'recién mañana'. Ese uso es nuestro, esa es la más nueva incorporación, porque se hizo el jueves, pero la palabra es mucho más antigua. El hecho que se la incorpore ahora no quiere decir que sea algo nuevo en los hablantes”.

Y continúa: “Pusimos la palabra re, pero que tendría que haber estado en 2008 y en 2003, cuando ya tenía uso y estaba muy asentada. Por alguna razón esto se demoró, se la consideró efímera, pero ingresó en 2019. Esas demoras son las más significativas. Quizás parecía algo juvenil, pero ya no lo es. Simbólicamente es muy importante”.

La introducción del Diccionario, firmada por el Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filosóficas, se lee: “Entre las más notables [novedades], vuelve más consistente el lenguaje definicional, suprime eufemismos en definiciones de contenido sexual, que oscurecían el sentido o sugerían algún tipo de condena (…), incorpora disidencias femeninas en numerosas artículos que carecían de ella, con el consiguiente aumento de las definiciones que empiezan con 'persona' en lugar de 'hombre', amplía información etimológica e incorpora casi una treintena de nuevos recursos lexicográficos”.

CUATRO EJEMPLOS
re (Del prefijo re-). adj, coloq. U. para intensificar determinadas cualidades del sustantivo que modifica. U. siempre antepuesto. “Es un desafío enorme. Son personajes muy complejos. La verdad que interpretar a Ladislao Gutiérrez es un honor, un re orgullo”.

abarajar. tr. coloq. Sujetar, detener rápidamente un objeto en el aire. “Se le cayó la pieza de puntilla a la dependienta y el dueño, al ver que la abarajaba antes de tocar el suelo, dijo con su lengua, 'qué suerte pa' las de Miguens'“.

asado, da. adl. Cuyo. coloq. Dicho de una persona: exhausto, harto, fastidiado, en pésimas condiciones físicas y mentales. “estoy asado con los ruidos que hacen los plásticos de las puertas. ¿Es habitual o es un problema de mi auto?”.

manso, sa. adj. Cuyo y Centro. coloq. U. para intensificar determinadas cualidades del sustantivo que modifica. U. antepuesto. “Los bicivoladores 2 yo la vi y tiene una onda muy Karate Kid así que ojo que se pueden pegar manso embole”.

TRABAJO LEXICOGRÁFICO
Una vez por mes, los integrantes de la Comisión de la Lengua de la Academia se reúnen e intercambian sus últimos descubrimientos. “El diccionario se actualiza permanente”, explica. Por eso, ya hay palabras que aquí no están pero que esperan salir a la luz cuando se reedite o se actualice este libro. “Después, cuándo se publica en un formato libro depende más de las alternativas de la industria editorial, o de la cuestión de los contratos e intereses de las editoriales. En esta edición tuvimos dificultades para conseguir editorial, pero finalmente Colihue aceptó”, agrega.

Este diccionario es el resultado de diez años de trabajo. Explican los académicos que las redes sociales les sirvieron de gran ayuda para “pescar” palabras. Twitter sobre todo, donde predomina la lengua coloquial y acepciones juveniles que escapan de todo corset formal. Otro corpus que sirvió de fuente es el Corpe XXI de la Real Academia Española.

“La Academia Española –cuenta Santiago Kalinowski– es quien tiene a su cargo hacer un diccionario de todas las palabras incluyendo un buen porcentaje de las regionales del español. Este diccionario, el que acabamos de publicar, es un interés y es un proyecto que está pensado desde el origen como una división de tareas. Y eso tiene algunas beneficios, como que la lexicografía regional es más accesible, se hace con menos gente. No es un diccionario argentino aunque aspira a hacerlo, pero es un muy buen diccionario”.

¿Y PARA QUÉ SIRVE UN DICCIONARIO ASÍ?
Kalinowski asegura que los usos de este diccionario son diversos. “Este diccionario tiene muchos usos, es diacrónico, relevó muchísima literatura argentina, mucha del siglo XIX, incluso anterior. Hay un uso importante para el que lee gauchesca, a Mansilla. Este diccionario va a encontrar muchas palabras que le servirán”, comienza diciendo, y agrega: “Otro importante es para el que no es de esta regió. Aquí tiene un lugar para entender palabras que escucha y no comprende”.

Las palabras regionales, más del uso vulgar y oral, son igual de importantes que las formales, esas que se usan en los medios y las instituciones públicas. “Existe una idea de que estas palabras regionales son incorrectas, no sirven. Pero un diccionario tiene la capacidad y el potencial de comunicar la idea contraria: todo idioma tiene palabras que comparte, pero que después está el uso regional. Ese potencial es muy importante”, agrega.

“En este diccionario es un modo en que se normaliza la lengua”. Se refiere a la institucionalización de ciertas acepciones. Esa es su función, y la necesidad del lenguaje. “El diccionario tiene que registrar el repertorio léxico de una comunidad”, concluye el académico, categórico, del otro lado del teléfono, en este breve pero esclarecedor diálogo con Infobae Cultura.

martes, 24 de julio de 2018

"La lengua (en su morfología) no es fácil de cambiar"

Santiago Kalinowski (foto) es el director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la Academia Argentina de Letras. En un reciente debate en el Canal de la Ciudad, expuso sus puntos de vista sobre el llamado “lenguaje inclusivo”. En su boletín, la AAL recogió sus palabras y, a la vez, ofreció el vínculo con la entrada de youtube de esa emisión. Todo se transcribe a continuación.


“Esto aún no es un fenómeno lingüístico”

El director del Departamento de Investigaciones Lingüísticas y Filológicas de la AAL (DILyF), Santiago Kalinowski, fue parte de una reciente emisión del programa “Hoy Nos Toca a la Mañana”, que conducen Diego Morán, Jason Mayne y Mariana Merlo de lunes a viernes de 10 a 12 por el Canal de la Ciudad.

Junto a Lisa Kerner (foto), directora de la Casa Brandon, el Dr. Kalinowski fue invitado al estudio para hablar del lenguaje inclusivo y si es un fenómeno que llegó para quedarse. Dando a conocer que la Academia ha recibido últimamente muchas consultas acerca del tema de la comunidad en general y de los medios en particular, el director del DILyF dijo que “son fórmulas que buscan la intervención del discurso público en el contexto de una lucha política, con el objetivo de echar luz sobre una situación de desigualdad en la sociedad” y que provocan toma de conciencia en las personas.

Sobre el uso de la “e” para instalar el género neutro en palabras que, de acuerdo a la gramática española, llevan “o” y son de masculino genérico, Kalinowski afirmó que “son recursos discursivos extraordinariamente potentes que están al servicio de la corrección de una injusticia”. Aunque, advirtió, “está claro que esto todavía no es un fenómeno lingüístico (un cambio en el uso de la lengua que se da inconscientemente). Y lo ves en la vacilación: aparece una fórmula, después se cambia por otra. Lo que refleja que es un esfuerzo consciente de intervención del discurso público. Pertenece al ámbito de la retórica, porque busca un efecto en el auditorio y busca modificar la realidad […]. El ámbito de circulación del lenguaje inclusivo es la lengua en su estado público y en ámbitos sociales muy restringidos. Cuando uno está en la intimidad de la casa, vuelve a usar la gramática”.

Sobre la no pronunciación oficial de la Academia Argentina de Letras sobre el asunto, aclaró: “Es preferible lo que hizo la Academia Argentina de Letras, una institución que entiende en temas lingüísticos, de no pronunciarse por un tema que es esencialmente la formulación discursiva que asume una lucha política. Intervenir en esto, aunque sea con argumentos lingüísticos, sería intervenir políticamente”.

En un intento de alertar sobre lo difícil que será que esto se transforme en un cambio lingüístico real, Kalinowski dijo: La lengua (en su morfología) no es fácil de cambiar. Desde el punto de vista de los cambios necesarios en la reestructuración del género gramatical, esto es de una dimensión que no tiene comparación. Significaría generar morfología, modificar toda la estructura de pronombres y tocar la semántica y reglas gramaticales que ya están instaladas mentalmente en todos los hablantes […]. Para que algo se interiorice y se codifique como gramática es el algo que tiene que ocurrir en el flujo de cambio y de adaptación de una lengua que tiene 500 millones de hablantes”.

El siguiente vínculo lleva al video del programa en cuestión:
https://www.youtube.com/watch?v=ZDbh32epMj4&t=0s&index=24&list=PLLCEZP5bI-uRkWwJ_N4bzf87K8uuCRWw2