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martes, 18 de junio de 2024

"Cada vez más distanciado del inglés y de la cultura que representa”

Como ampliación al artículo publicado ayer, una nota de la agencia EFE, luego reproducida por Infobae Cultura, el pasado 17 de junio, donde J. M. Coetzee vuelve a reflexionar sobre la traducción y explica sus deseos de borrar de sus textos toda marca que remita a la cultura inglesa. Según el texto de la bajada, "El Nobel sudafricano, que recibió el título de Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia, reflexionó sobre las lenguas, las traducciones y se preguntó si “toda escritura tiene que pertenecer a algún lugar".

Coetzee se distancia de idioma inglés y de “la cultura que representa” por pertenecer a un “antiguo colonizador”

El escritor sudafricano John Maxwell Coetzee, ganador del Premio Nobel de Literatura en 2003, aseguró este lunes que, a pesar de haber creado toda su obra en inglés, se siente “cada vez más distanciado” de esa lengua y “de la cultura que representa”. Coetzee, que este lunes recibió el título de Doctor Honoris Causa por la española Universidad de Murcia (sureste), reflexionó sobre la posibilidad de que un libro y su traducción puedan ser equiparables, sin distinguir el original del traducido.

La Universidad de Murcia, con esta distinción, reconoce su brillante trayectoria y su contribución a las letras con una obra que trasciende los límites tradicionales de los géneros literarios, según defendió su padrino en la ceremonia, el profesor José Carlos Miralles Maldonado, catedrático de Filología Clásica, y se convierte en la primera universidad española que le otorga esa distinción.

Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) hizo una reflexión sobre el papel que juegan las lenguas en el desarrollo de la persona y destacó cómo en el continente africano “la lengua de la educación, los negocios y el gobierno es, por lo general, un idioma heredado de un antiguo colonizador, normalmente el inglés o el francés”, que difiere de la lengua materna. Él mismo experimentó esa realidad en su propia familia, donde en casa se hablaba el neerlandés y el alemán, que eran las lenguas maternas de sus abuelos, y el inglés “en el mercado”.

Aunque domina ese idioma, del que ha sido profesor y en el que ha escrito toda su obra literaria, aseguró que cada vez siente más que sus libros “no ‘pertenecen’ a la lengua inglesa ni a su cultura”, como tampoco pertenecen, por ejemplo, a la lengua ni a la cultura francesa las traducciones que de ellos se hacen al francés. “A medida que envejezco, me encuentro cada vez más distanciado del inglés y de la cultura que representa”, insistió, y se preguntó si es cierto que “toda escritura tiene que pertenecer a algún lugar”.

Para contestar a esa cuestión, el autor de En medio de ninguna parte, Desgracia o Elisabet Costello, entre otras, relató cómo hizo un experimento junto a la traductora que habitualmente lleva su obra al español, Mariana Dimópulos, cuando publicó su novela corta The Pole. Entre ambos, revisaron tanto el original como la traducción para tratar de borrar “todas las huellas de pensamiento específicamente inglés, de modo que al final no pudiéramos detectar cuál era el texto original y cuál la traducción”.

El experimento, aseguró, “fracasó”, puesto que el resto de traducciones se hicieron a partir de la obra en inglés y The Pole, como el resto de sus novelas, siempre se consideró escrita en esa lengua originalmente, pero Coetzee valoró que, a nivel conceptual, ese experimento dio lugar a reflexionar sobre si es posible que la traducción de un libro pueda llegar a ser mejor que la obra original.

lunes, 17 de junio de 2024

"Me pregunto si una traducción tiene que ser inferior al original"

"El autor sudafricano será investido este lunes Doctor Honoris Causa por la Universidad de Murcia, en un reconocimiento a su carrera literaria como el que la Academia Sueca le tributó en 2003 al concederle el Nobel". Tal es la bajada de la entrevista que Pascal Vera realizara con J. M. Coetzee, publicada el 16 de junio pasado por el diario La Opinión de Murcia. Allí, entre otros temas Coetzee se refiere a la traducción. 

"El Quijote trazó una línea de demarcación entre el romance y la novela que se ha mantenido hasta nuestros días"

Aun residiendo desde hace más de veinte años en Australia, a 10.000 kilómetros de su país de origen, nunca se ha sentido John Maxwell Coetzee alejado de su Sudáfrica natal, país en el que nació hace 84 años y en el que se desarrolla buena parte de su obra. En torno a aquella tierra y sus gentes gira su narrativa. Y también, desde luego, de la problemática del apartheid, un tema vergonzoso que concitó la repulsa mundial y del que hizo el escritor un tema recurrente en su ya ingente producción literaria. De hecho, cuando en 2003 le concedieron al premio Nobel de Literatura, la Academia Sueca hizo constar que se le otorgaba por «la brillantez a la hora de analizar la sociedad sudafricana», y reconoció que «su obra está fuertemente marcada por la época del apartheid, lo que, lejos de darle carácter local, la convierte en universal».

Su repulsa a cualquier tipo de racismo convierte su vida y su obra en la de un ciudadano solidario y, como se suele decir, ‘del mundo’. Enamorado de la obra de Dostoievsky, Kafka y Pirandello, y sobre todo, del Quijote –una novela que califica de «asombrosa» por el momento tan temprano de la historia en la que está escrita–, aboga por seleccionar cuidadosamente nuestras lecturas, dado lo breve de nuestras vidas.

Luchador infatigable contra la censura, califica la tauromaquia como una «matanza ritualizada» –«¿qué otra cosa son los toros si no?»– y asegura no entender por qué el ser humano descuartiza y come animales muertos.

La soledad, el aislamiento, la vejez, la muerte… son a menudo los temas de las novelas de este escritor que posee en vida el marchamo de clásico y que mañana será investido por la Universidad de Murcia nuevo Doctor Honoris Causa, en una ceremonia en la que actuará como padrino José Carlos Miralles Maldonado, catedrático en el Departamento de Filología Clásica de la Facultad de Letras de la UMU.

Afirma que leer en traducción será siempre una experiencia de segunda mano, sobre todo cuando el original ha sido elaborado con sumo cuidado, pero leer la traducción de una gran obra literaria siempre va a ser mejor que no leerla, ¿no?
Me pregunto si una traducción tiene que ser inferior al original. Si es cierto que la traducción es habitualmente inferior, es porque el escritor del original pone más cuidado y atención –y también pasión– que el traductor. En el caso de mi novela más reciente, El polaco (2022), mi intención era que la traducción al español no fuera en absoluto inferior al original, y colaboré con mi traductora para conseguir este fin. Además, puedo señalar también que las traducciones al alemán de mis novelas recientes, realizadas por Reinhild Boehnke, son, en mi opinión, tan buenas como las originales.

También afirma, con total ironía, que, después de mucha práctica, escribe buenas frases en inglés. ¿Es la experiencia requisito indispensable para la excelencia?
Por excelencia supongo que se refiere a la excelencia como novelista. No: hay muchos novelistas buenos e incluso excelentes cuyo repertorio estilístico es limitado o que no tienen buen oído (es decir, que son sordos al potencial rítmico o musical de la prosa) o cuya prosa tiene otros puntos débiles. Los puntos fuertes de estos escritores residen en otra parte: en la composición dramática, en la perspicacia psicológica, etc.

Ha asegurado en más de una ocasión que lamenta que el inglés se haya apoderado del mundo.
No me opongo al uso del inglés como lingua franca en la diplomacia, el comercio o el turismo. A lo que sí me opongo es a la extinción de las llamadas ‘lenguas menores’ en favor del inglés. Me desagrada especialmente el efecto que el dominio mundial del inglés tiene en los países anglófonos, donde fomenta la creencia de que es necesario dominar una sola lengua, es decir, el inglés.

Le quiero preguntar también por su opinión sobre la tauromaquia, ya que ha calificado las corridas de todos como «una matanza ritualizada».
Las corridas de toros son obviamente una matanza ritualizada, ¿qué otra cosa son si no?

En los últimos tiempos he leído cosas suyas hablando con crudeza de lo que nos permitimos hacer con los animales los seres humanos para alimentarnos.
En cuanto a la alimentación, sigo al filósofo griego Plutarco: «Me parece extraño que los seres humanos descuarticen los cadáveres de los animales y se los coman».

Usted es muy crítico también con la censura, con ese afán por parte del poder por silenciar distintos aspectos que no casan con su credo.
Mi libro sobre el tema de la censura fue escrito en los años ochenta. En él hablo de los efectos de la censura del Estado en la literatura, que considero deplorables. Desde entonces, los regímenes de censura literaria han desaparecido más o menos en todo el mundo, como consecuencia de la menguante importancia de las obras literarias en la vida pública. Reconozco que esta opinión puede ser demasiado optimista, ya que en Estados Unidos existe un movimiento reaccionario que pretende impedir el acceso de los niños a escritos ‘radicales’ sobre raza y género. Esperemos que este movimiento sea efímero.

Usted ha afirmado que Don Quijote es la novela más importante de todos los tiempos. ¿Podría decirnos qué es lo que la hace tan importante?
Es notable que, de forma tan temprana en la historia de la novela, surgiera un autor que identificó y exploró con la mayor claridad y poder el gran tema subyacente del género: la desilusión o la ruptura de la ilusión. Cervantes trazó en el Quijote una línea de demarcación entre el romance (el género de la ilusión, o en el lenguaje de Cervantes, del «encantamiento») y la novela, una línea de demarcación que se ha mantenido hasta nuestros días.

lunes, 24 de julio de 2023

"Los poderes en la industria editorial se negaron"

El pasado 3 de julio, Sergio C. Fanjul publicó en el diario madrileño El País un artículo referido a la charla que el escritor sudafricano J. M. Coetzee y su traductora argentina Mariana Dimópulos tuvieron en el Museo del Prado, en razón de la residencia del primero en la institución. La bajada dice: "El escritor sudafricano es el primer autor, dentro de un nuevo ciclo, que está pasando tres semanas en la pinacoteca para escribir sobre la relación entre pintura y literatura".

El Nobel Coetzee se traslada al Museo del Prado: “Es imposible traducir imágenes en palabras”

En la pantalla se proyecta el cuadro San Jerónimo leyendo una carta (1627-29), de Georges de La Tour. En el lienzo San Jerónimo, vestido de rojo, se abisma sobre un papel, absorto, mientras sujeta los anteojos en la mano. Estamos intentando traducir esta imagen a palabras en un artículo periodístico y esa es precisamente la pregunta que se hace el escritor J. M. Coetzee. ¿Es posible traducir una imagen a palabras, a un bloque de texto? “La respuesta es no. Se puede encontrar una forma sustitutiva, pero no traducirla”, dice. Antes se ha proyectado el célebre cuadro sobre la construcción de la torre de Babel, de Brueguel el Viejo, tan utilizado en el sector literario. Así que ahora Coetzee se pregunta. “¿Se ha librado la imagen de la maldición de Babel?”. Y se responde: “No lo creo, la imagen puede ser más falsa que la palabra”.

El premio Nobel sudafricano de 83 años, muy bien llevados, mantuvo este jueves una charla en el Museo del Prado sobre las relaciones entre la literatura y la pintura con su traductora al español, la filósofa y escritora argentina Mariana Dimópulos. Antes de comenzar, Coetzee tuvo la cortesía de dar los agradecimientos en un español de difícil traducción, ya que estamos con el tema, pero esforzado: prometió más y mejor a la próxima. La conversación fue extraña, porque fue una conversación leída, cada uno de los contertulios repitiendo las frases que llevaban impresas en un papel, lo que dio cierta sensación de ortopedia. El evento se celebraba para inaugurar el proyecto Escribir el Prado, con la colaboración de la Fundación Loewe, y transcurrió como una especie de lección de filosofía del lenguaje que recordaba a las divagaciones de Ludwig Wittgenstein o a los experimentos literarios de Georges Perec. Una de las discusiones trató sobre la posibilidad de escribir la mirada del retrato del papa Inocencio X de Velázquez. Conclusión: también es imposible.

“Necesitamos las palabras para entender las imágenes”, dijo Dimópulos. La prueba es el propio museo, donde necesitamos como mínimo las cartelas para saber lo que estamos viendo (y aunque los textos museísticos muchas veces, sobre todo en el arte contemporáneo, no sean de fácil lectura). “Las imágenes dominan cada vez más nuestro mundo, lo que puede dar a entender que las imágenes son igual de importantes que las palabras. Nuestro cerebro, de hecho, traduce constantemente entre palabras e imágenes, pero no sabemos cómo”. Coetzee quiso añadir una tercera variable a la práctica literaria: no son solo palabra e imágenes. Es también la música, la música de las frases.

El invitado confesó que se siente incómodo en idiomas que no tienen fórmulas de trato de respeto, como usted (en ingles you no diferencia entre tú y usted). Y observó algo curioso: en las historias escritas podemos saber cuando se pasa de la distancia a la intimidad, cuando se pasa del usted al yo, entre dos personajes. Pero en inglés eso no se especifica. “Quien traduce eso al español”, dijo Coetzee, “tiene que conocer bajo la superficie de la vida de los personajes, incluso más de lo que los conoce el autor, de modo que hace una aportación semiautoral”.

También contó que quería que ninguna traducción de su última novela, El polaco (Hilo de Ariadna), fuese inferior a su original en inglés. Y que, “como dueño de los derechos de autor”, pidió que todas las traducciones manasen de la traducción en español. “Pero los poderes en la industria editorial se negaron, porque es como un artículo de fe que se debe traducir del original”. A Coetzee no le cabe duda de que si este libro se hubiera escrito en una lengua “menor, por ejemplo, el albanés”, las editoriales no hubieran tenido problema en traducir del inglés. “Se hubieran saltado sus principios. ¿Por qué? Porque el inglés es, tal vez, la lengua más importante en este momento. Fui el perdedor en ese combate. Es de lamentar”.

Residencia en el Prado
Imagínese disponer de tres semanas para perderse en la contemplación de las colecciones del Museo del Prado. Si Andy Warhol se jactó de ver el museo en unos minutos, Coetzee, residente en Adelaida, Australia, se afinca en Madrid durante 21 días para “interpelar desde la imaginación narrativa” las colecciones del Museo, según informa la institución. A partir de esta estancia escribirá un texto, el primero de una colección publicada en la revista Granta que se centrará en explorar esos vínculos entre la escritura y las artes plásticas. Un buen entretenimiento cultural podrá ser, durante los siguientes días, visitar el museo para ver si uno se cruza, además de con la princesa Margarita Teresa de Austria y las meninas, con el Nobel sudafricano. Coetzee es el autor seleccionado para inaugurar el proyecto, con Valerie Miles, editora de Granta, como asesora literaria, que invitará a escritores de prestigio internacional a sumergirse en esta experiencia.

En la presentación, el exministro Javier Solana, presidente del patronato del Prado, le auguró muchas dificultades a la hora de traducir a palabras este museo. “Es una tarea compleja”, sentenció. Describió a Coetzee como un autor duro, difícil de leer, aunque de su gusto. “Casi siempre encuentro algo que tiene que ver con la vida de verdad. Creo que es un hombre que cree en el género humano. También en sus desgracias, pero con la convicción de que podemos elevarnos y dejar de sufrir en algunos momentos. De que podemos ser felices”.


lunes, 17 de octubre de 2022

Ya es costumbre: la última novela de J. M. Coetzee, publicada en castellano antes que en inglés

El pasado 3 de octubre, Adriana Lorusso publicó en la revista Noticias –donde es editora de cultura– una breve entrevista con J. M. Coetzee, a propósito de su última novela, publicada primero en castellano antes que en inglés. Según la bajada, “El escritor sudafricano ya publicó tres libros en castellano, en Buenos Aires, antes que en el mundo”.

Breve entrevista con el Nobel y una novela casi argentina

Él, Witold, es un pianista polaco que viaja por el mundo interpretando a Chopin. Ella, Beatriz, es una mujer de mediana edad, rica, miembro de una sociedad de beneficencia. Su encuentro en Barcelona será el comienzo de un romance, cruzado por los malentendidos y las traducciones incorrectas. Un amor maduro, hecho de distancia y reticencia, de entregas y rechazos que resulta mucho más profundo de lo que sus protagonistas hubieran podido imaginar. En El Polaco, el premio Nobel sudafricano, John Maxwell Coetzee, construye una historia deliciosa sobre la seducción y los relatos paralelos que se cruzan en un encuentro amoroso. Una narración ligera, con gran sentido del humor, pero tan profunda como para dejar plantada en los lectores la pregunta sobre la ficción y la verdad de los sentimientos que nos atraviesan.

La gran curiosidad de esta novela es que sale al mundo, por primera vez, en español; editada por un sello local, El Hilo de Ariadna. Y no es el primer título de Coetzee que ve la luz entre nosotros. “Mis tres libros más recientes han sido publicados en la antes que en el mundo de habla inglesa –explica vía mail a Noticias el escritor–. A través de este esquema de publicación, así como por mi asociación con la Universidad de San Martín (adonde estuvo a cargo de la Cátedra Coetzee, Literaturas del Sur), he ganado un número de lectores fieles y perceptivos en la Argentina, que conocen muy bien mi trabajo”.

Nacido en Ciudad del Cabo en 1940, Coetzee se crió entre Sudáfrica y los Estados Unidos. En los dos países fue profesor de Literatura, actividad que hoy continua ejerciendo en Australia, su país de residencia.

–¿Le preocupa lo que la traducción hace de sus libros?
–Hay teóricos que afirman que la traducción siempre es inadecuada, que el texto traducido siempre tiene un deficit comparado con el original. En mi opinión, este presunto déficit varía de un caso a otro. El déficit puede ser más grande, por ejemplo, en la poesía; pero en el tipo de prosa que yo escribo creo que la diferencia entre el original y la traducción, en manos de un buen traductor, puede ser más pequeña o directamente no existir. Hay muchos idiomas en los que trabajo muy cerca de mis traductores y creo que las versiones que producen no son, de ningún modo, inferiores al original.

–Beatriz en El Polaco es seducida por el deseo de Witold. El retrato de su reticencia es central en la novela. ¿Podemos leer allí una reflexión sobre cómo nos contamos el amor?
–Como todos sabemos, nuestras vidas eróticas nunca son simples. Los sentimientos de Beatriz hacia el hombre que se enamoró de ella son complejos, eso es lo que el libro intenta explorar.

–¿Qué tienen de usted Beatriz y Witold?
–Al crear una obra de ficción, muchas veces el autor puede aprovechar su experiencia del mundo. Algunas características de los personajes que habitan la ficción pueden ser tomadas o aún robadas de personas cuyos caminos han cruzado los del autor. En definitiva, las energías que animan a esos personajes vienen de adentro del escritor.

viernes, 31 de mayo de 2019

El Nobel que se pasó al castellano


El escritor sudafricano J.M. Coetzee (Ciudad del Cabo, 1940) pasa largas temporadas en la Argentina, donde realiza actividades en la Universidad de San Martín (allí creo una cátedra Sur–Sur, a la que visitan diversos escritores australianos, neocelandeses, sudafricanos, etc) y participa activamente en la selección de escritores becados por el MALBA. Sin embargo, las cosas van todavía más allá de esto. En la bajada de la entrevista que le realizó Verónica Abdalá, publicada el 29 de mayo pasado en el diario Clarín, se lee: “El escritor escribe en inglés pero una argentina traduce sus libros y ésa se considera la versión original. Aquí explica el porqué y habla de La muerte de Jesús, su última novela, que sale a principios de junio”.

La revolución de J.M. Coetzee,


En lo que él mismo define a Clarín como “el final de su carrera”, el Nobel sudafricano John Maxwell Coetzee elige hacer una última y definitiva apuesta literaria, que es estética pero a la vez política: adopta el español como el idioma del que nacen sus ficciones, que posteriormente se traducen a los demás idiomas, inclusive el inglés. Escribe en inglés, pero hace traducir sus textos y pone la versión en castellano como la lengua madre de sus escritos. Su idilio con este idioma nace de un convencimiento que es al mismo tiempo existencial y filosófico: el inglés se ha apoderado del mundo e impone una perspectiva que, en su opinión, se traduce en una suerte de tiranía ideológica, alejada de una visión plural. Eso es puntualmente, lo que lo lleva a distanciarse.      

“Tengo reservas hacia el inglés a nivel filosófico y político. Estar incluido en un idioma es estar imbuído en su visión del mundo, y cada vez me distancio más de la visión del mundo que propone el idioma inglés”, explica el escritor, cuya lengua de origen es el áfrikans y que el 1° de junio publica en la Argentina su nueva novela, La muerte de Jesús. De los Estados Unidos, donde estudió en su juventud como migrante, se mantiene alejado desde la presidencia de Bush hijo. 

Hace unos años que el poder creciente del inglés lo inquieta y ya no está dispuesto a fomentar su avance "como lengua imperialista global". Esa es la razón por la que –como ya hizo con su anterior libro de relatos, Siete cuentos morales–, prefiere lanzar su nueva obra en castellano. Para eso trabaja con una traductora  argentina, Elena Marengo –Directora de la Maestría en Traducción de la Universidad de Belgrano– exige que no se modifique esa versión en ninguna de sus ediciones. Lo que la primera vez pudo leerse como una declaración de intenciones –la adopción del castellano como la lengua de origen de sus libros–, ahora se confirma como una definición de principios. 

Esta vez, el libro será coeditado por su editora argentina, María Soledad Costantini, de la editorial El hilo de Ariadna y por Penguin Random House.

Con La muerte de Jesús, Coetzee –novelista, lingüista, filólogo y matemático, que en 2006 se naturalizó ciudadano de Australia, país donde vive– cerrará una trilogía que arrancó en 2013 con La infancia de Jesús y siguió en 2017 con Los días de Jesús en la escuela

En el primero de estos libros, la lengua española ya cumplía una importante función, aunque desde la trama: un hombre y un niño –David– llegan a una tierra extraña, y descubren que en ella se habla ese idioma y no el inglés. Entonces experimentan lo que la mayoría de inmigrantes: van a tener que adquirir esa nueva lengua "para poder sobrevivir, para preguntar direcciones o buscar empleo, para comprar y vender, para confesar o hacer el amor", en palabras de Coetzee.  

“No hay ningún motivo para que mis libros tengan que salir en inglés”, sostiene ahora el autor. “Primero –explica a Clarín– porque el tipo de inglés que escribo hoy en día, al final de mi carrera, es bastante abstracto y, para emplear una metáfora, desarraigado. Se traduce fácilmente a otros idiomas. Cuando miro la traducción al alemán de uno de mis libros, por ejemplo, no detecto nada 'faltante': no se ha perdido nada en la transición del original en inglés a la traducción al alemán. Segundo, lo digo porque no debo ninguna lealtad particular a las industrias editoriales del mundo de habla inglesa, las industrias basadas en Londres y Nueva York. Mi conjetura es que en el mundo de habla inglesa se me considera como un escritor extranjero con un nombre que suena extranjero, como representante de lo que llaman ‘literatura mundial’. 

Y agrega: “No tengo el tiempo ni el espacio para explorar la difusión del inglés como la lengua de facto de los negocios en todo el mundo y, cada vez más, como la lengua de facto de la academia. Permítanme decir simplemente que, si bien no soy hostil a la idea de lingua franca(NdeR: aquella lengua que tácitamente se adopta como lengua común de entendimiento entre personas que hablan idiomas distintos), el hecho es que cada idioma lleva dentro de sí una cierta visión del mundo, una visión del mundo que sus hablantes nativos dan por sentado: el mundo es como 'El mundo' les parece a través del prisma de su lengua materna. Por razones tanto filosóficas como políticas, estoy a favor de una pluralidad de idiomas y una pluralidad de opiniones del mundo en disputa.”

David, el protagonista del libro a través del  que el Nobel vuelve a mirar el mundo, a esta altura de la trilogía tiene diez años. Es un chico que ha abandonado voluntariamente a sus padres putativos para irse a vivir a un orfanato, y además admira al Quijote. También caerá presa de una enfermedad misteriosa.

“Era rápido mentalmente y hábil con los pies: eso es lo que tú entiendes por excepcional", describe otro de los personajes de esta ficción. "Yo supe que él no pertenecía a este mundo; lo supe desde el momento mismo en que puse mis ojos sobre él. Era como esos pájaros –no recuerdo ahora su nombre– que muy de vez en cuando descienden del cielo para que los meros seres terrestres los veamos, y luego levantan vuelo otra vez para continuar su eterno peregrinar”. 

–¿Cómo es el vínculo del personaje con El Quijote? 
–Cabe decir que David es un fanático de El Quijote. También es posible decir que, habiendo leído El Quijote, a su manera, no ve ninguna razón por la que deba leer cualquier otro libro. A este respecto, sería como aquellas personas que leen la Biblia o el Corán y encuentran suficiente para todas sus necesidades”.

–¿Y el suyo? ¿Qué tiene que ver Cervantes con Coetzee?
–Su gran libro me parece único en el sentido de que inaugura una nueva forma literaria, la novela y, en el mismo movimiento, concluye esa forma al eclipsar a todos sus imitadores y sucesores. No estoy solo entre los escritores en venerar a El Quijote.  

–¿Existe algún tipo de parecido entre este niño, que decide abandonar a su familia, y Elizabeth Costello, ese personaje es un posible alter ego femenino suyo? Ella también manifiesta una aparente dificultad para adaptarse al mundo y expresar pensamientos y emociones que otros no formularían.
–Quizás, David es ciertamente un niño provocador. Aunque me divierte que pienses en Elizabeth Costello como mi alter ego femenino,no me considero un personaje que adopte una actitud provocadora hacia el mundo. Si Elizabeth Costello descendiera del reino donde los personajes de ficción tienen su existencia y entrara en nuestro mundo, no me vería a mí como un personaje de mucho interés. Si ella me incluyera en uno de sus libros yo sería como un personaje secundario, alguien que no se enfrenta al mundo con suficiente rudeza o provocación para ser un héroe.

–¿Hay algo autobiográfico en esta trilogía de Jesús?
–No son en ningún sentido autobiográficos. O mejor dicho, permítame calificar esa afirmación. Son autobiográficos solo en el sentido de que al crear una obra de ficción, el escritor necesariamente recurre a recuerdos y fantasías que no son accesibles para la mente consciente. Si los libros son autobiográficos, lo son inconscientemente