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miércoles, 12 de septiembre de 2012

No hay idioma sin préstamos

Leonardo Bruni (1370-1444)
El 13 de septiembre de 2000,  Anthony Pym publicó en El Trujamán la siguiente columna. Como podrá leerse, es posible que los temas de los que trata la crítica no hayan cambiado demasiado.

Cómo criticar una traducción
sin saber la lengua de origen

A Alonso de Cartagena, converso sabio, jurista y diplomata, obispo de Burgos, no le gustaba la traducción latina de Aristóteles que había realizado el florentino Leonardo Bruni en 1418. En 1430 escribió su primera crítica de la obra; Bruni le contestó antes de 1436; Cartagena replicó; Bruni contestó de nuevo en 1437. En fin, una disputa larga.

¿De qué hablan los disputantes? Cuatro temas:

Bruni opina que se debe traducir lo que dice Aristóteles; Cartagena piensa que es mejor traducir lo que hubiera debido decir el griego.

Bruni no quiere que una traducción del griego tenga palabras griegas; Cartagena argumenta que los términos griegos son tecnicismos que hay que mantener.

Para Bruni, hay que ser filósofo para juzgar la filosofía; para Cartagena, juzgar es tarea del jurista, sea cual fuera el campo de discurso.

Bruni insiste en que no se puede evaluar una traducción sin dominar la lengua de origen; Cartagena opina de lo contrario, ya que él, Cartagena, no sabe griego.

En términos históricos, gana Bruni. No obstante, Cartagena tiene los mejores argumentos:

Insiste en que la confrontación no es entre el griego y el latín, sino entre la nueva traducción y las antiguas, de modo que se trate de latín vs. latín, y todo latinista pueda opinar.

Demuestra que el latín debe mucho al griego, que no hay idioma sin préstamos, y, por lo tanto, hay que aceptar los términos griegos.

Desconstruye el discurso de Bruni para demostrar hasta qué punto depende de la autoridad de Aristóteles. Sin embargo, dice Cartagena, Aristóteles no exprime la razón porque tiene autoridad; le acordamos autoridad porque es conforme a nuestra razón. De ahí que podemos juzgar al filósofo y traducirlo según nuestra razón y no según la letra del texto.

Y Cartagena sabe que la razón es «común a todas las naciones, aunque se exprime en lenguas diversas». Porque a ser de otro modo, ¿cómo sería posible traducir de un idioma extranjero?

Al final del debate los dos principales se saludan como buenos amigos, probablemente unidos por sus compartidos intereses comerciales: los conversos de Burgos vendían lana a los tejedores de Florencia.

Alexander Birkenmajer, ‘Der Streit des Alonso von Cartagena mit Leonardo Bruni Aretino’, Vermischte Untersuchungen zur Geschichte  der mittelalterlichen Philosophie (= Beiträge zur Geschichte der Philosophie
des Mittelalters
, Band 20, Heft 5), Münster: Aschendorff, 1922, 129-236.

miércoles, 27 de enero de 2010

¡Cuidado con los viajes de ida!



El miércoles 9 de febrero de 2000, Anthony Pym publicó una de sus columnas históricas en El Trujamán. La misma se reproduce a continuación.


Cuando trasladar significa "traducir"

Se sabe que en el curso del siglo XIV la forma traduc- (traducción, traductor, etc.) aparece en la lengua castellana para sustituir a algunos sentidos de traslad- (trasladación, trasladador, etc.), y que dicho cambio proviene del latín de Leonardo Bruni Aretino (en la ilustración de esta entrada).

Ahora bien, a finales del mismo siglo tenemos los glosarios de Nebrija, uno latín-castellano (1492), otro castellano-latín (c. 1495). ¿Qué términos utiliza Nebrija para la traducción?

Si viajamos del latín al castellano sólo tropezamos con transfer-transfero, por trasladar») e interpret-Interpres: traslador de lenguas»), y nada o poco tienen que ver con traducción los sentidos de traduco (‘trespassar’, ‘acusar’) y verto (‘girar alguna cosa’).

Sin embargo, si vamos del castellano al latín con el otro diccionario, encontramos toda la innovación traductológica de traduc-, en castellano como en latín: «Traduzir: traduco, interpretur», «Traducion: traductio, interpretatio», «Traduzir de vna lengua en otra: uerto», junto a los viejos sentidos de traslad- (e.g. «Trasladador: translator, interpres»).

Parece que la ida del latín al castellano era más controlada, más conservadora, que la vuelta. De todos modos, los glosarios ni se traducen, ni se trasladan.

jueves, 15 de octubre de 2009

La cultura hispánica, ¿era solamente española?


Anthony Pym (nacido en Perth, Australia) se doctoró en sociología en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales. Se desempeña como profesor de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Ha trabajado sobre sociología de la traducción y sobre relaciones interculturales. Publicó Translation and Text Transfer (1992), Epistemological Problems in Translation and its Teaching (1993), Pour une ethique du traducteur (1997), Method in Translation History (1998) y Exploring Translation Theories( 2009), entre otros. Como editor ha publicado los volúmenes L'Internationalit litteraire (1988), Mites australians (1990) y Les formations en traduction et interpretation. Essai de recensement mondial (1995, con Monique Caminade). El siguiente texto fue publicado por El Trujamán el 16 de abril de 1999.

El traductor como extranjero profesional

Aceptamos que había mucha actividad traductora en la Hispania de los siglos XII y XIII. ¿Significa eso mayor grandeza internacional para lo hispánico?

Consideremos la procedencia de algunos de los traductores nombrados en los documentos: Adelardus de Bada (de Bath, Inglaterra), Hermannus Dalmata (de Carintia, formado en Chartres), Plato Tiburtinus (de Tívoli, Italia), Robertus Ketenensis (de Chester o Kent, Inglaterra), Rudolfus Brugensis (de Brujas, Flandes), Girardus Cremonensis (de Cremona, Italia), Hermannus Alemannus (de Alemania), Michael Scotus (de Escocia). Y los arzobispos toledanos iniciadores de muchas de las traducciones del s. XII eran franceses. Es más, la internacionalidad continuó en las actividades traductoras del s. XIII, como bien lo indica la dedicación del Libro de la Ochava esfera (1276) al rey Alfonso X, él mismo medio germano: ‘Et en los otros saberes hubo por ayuntadores a maestre Joan de Mesina, et a maetre Joan de Cremona, et a Yahuda [...] et a Samuel’. O sea, dos italianos y dos judíos.

Así era la cultura hispana.