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viernes, 12 de diciembre de 2014

Los chanchullos de la RAE, Planeta y compañía: no se puede ser blando con estos cretinos


Gregorio Morán (FOTO. Enrique Villariño)
El 2 de diciembre pasado, Carlos Prieto publicó en  El Confidencial la siguiente nota que tiene por objeto, una vez más, la aparición del libro de Gregorio Morán, censurado por Planeta y finalmente publicado por Akal (cfr. las entradas sobre este mismo tema del 9 y 22 de octubre pasados).

Morán destruye el prestigio de la RAE

Cuenta la leyenda que don Ramón María del Valle-Inclán meaba en la puerta de la Real Academia Española (RAE) cada vez pasaba por ahí. Lo recordó este martes Gregorio Morán en un desayuno de prensa para presentar El cura y los mandarines, libro que censuró Planeta/Crítica por sus críticas a la RAE y que llegará en unos días a las librerías de la mano de Akal. 

La anécdota sirve para ilustrar la tesis sostenida por Morán en el capítulo del ensayo dedicado a la RAE (¡Todos académicos!) que se le indigestó a Planeta: hubo un tiempo en el que la intelectualidad renegaba de la RAE, convertida ahora, según Morán, en un club de prestigio en el que hay tortas por entrar.

No parece haber nada querellable en el capítulo maldito. Lo que sí hay, y esto podría explicar las reticencias de Planeta, es un relato político demoledor sobre la RAE convertida en abrevadero político/cultural.

Pese a que en las últimas semanas han circulado todo tipo de locos rumores sobre el contenido del capítulo, se hablaba de afirmaciones calumniosas relativas a la vida personal de Víctor García de la Concha (ex director de la RAE y actual director del Cervantes), no parece haber nada querellable en las 14 páginas del capítulo. Salvo que consideremos, claro, que ejercer la crítica cultural con la escopeta cargada es merecedor de reprimenda y castigo… Porque lo que sí hay en el capítulo maldito, y esto podría explicar las reticencias de Planeta, es un relato político demoledor sobre la RAE convertida en abrevadero político/cultural.  

El capítulo arranca narrando la travesía de la RAE por el desierto cultural del franquismo. Cuenta Morán, por ejemplo, que Franco tenía a la RAE “sujeta y bien atada”. Con la llegada de la democracia, la institución aumentó su prestigio cultural, lo que no cambiaron fueron sus estrechas relaciones con los poderes públicos.

“La RAE no sólo no se fue soltando de los viejos poderes del Estado y del Gobierno, para cuya financiación les era imprescindibles, sino que se ató con mayor vigor a los nuevos. La Fundación Pro-RAE fue contando entre sus principales benefactores a Telefónica, Endesa, BBVA, Grupo Santander, Prisa y Planeta, entre otros. Sólo quien consigue editar cada nueva versión del Diccionario de la RAE sabe que se hará rico”, escribe el periodista.

Morán ha dicho que nunca se planteó censurar el capítulo sobre la RAE porque era fundamental para entender el libro. Y lo que es porque uno de los objetivos de El cura y los mandarines es, según Morán, explicar la evolución del intelectual español: de la beligerante cultura de los sesenta a los palmeros del poder de la democracia. O los nuevos trepas culturales

Cambios de chaqueta
Todo un viaje ideológico que el periodista resumió este martes con su habitual contundencia: “Fueron progresistas en los sesenta, moderados en los setenta, conservadores en los ochenta y reaccionarios en los noventa”.

El cambio de postura hacia la RAE vendría a ser una metáfora de todo aquello: “Dos filólogas expertas en el tema –Silvia Senz y Montserrat Alberte– calificaron a la RAE de ‘entidad tradicionalmente nepótica, machista, prepotente, nacionalista, conservadora, católica y clasista’ Así fue siempre antes de Franco, con Franco y después de Franco. Lo que sí cambió fue la actitud del nuevo mandarinato hacia ella”, escribe el periodista.

La Academia, la RAE, se convirtió en un objeto crematístico sin la más mínima deriva o inclinación intelectual“. Pensar que Unamuno,Valle-Inclán, Ortega y Gasset, Juan Ramón Jiménez y toda la generación de la República consideraban la Academia como variantes diversas de los ‘putrefactos’ –expresión de García Lorca– y ahora resultaba que el mandarinato que se codeaba con el poder y hasta hacía como si lo detentara, se volcaba por entrar en el club de la RAE. La novedad resultaba algo de todo punto provocadora, inquietante, casi incongruente. La Academia, la RAE, se convirtió en un objeto crematístico, sin la más mínima deriva o inclinación intelectual”, añade en el libro.

Morán pone como ejemplo de la deriva de la RAE la entrada en la misma de dos célebres periodistas: Cebrián y Ansón. “Pero cuando llegó en 1996-1998 el tándem de plumas ilustres, enemigos y cómplices al mismo tiempo, un condensado del más equívoco periodismo –Juan Luis Cebrián y Luis María Ansón, por más que como mal menor este último sabía escribir– la escena alcanzó el paroxismo: los directores de El País y ABC se concedían el derecho a formar parte del mandarinato… Para entonces ya todo estaba dispuesto para la consolidación de un mandarinato sin fisuras. Los periodistas, o eran institucionales, o no eran nada”.

Veto a María Moliner
Entre la jugosa descripción de la fontanería político/cultural de la RAE que ofrece el capítulo, destaca el veto de Camilo José Cela a María Moliner, que impidió que la gran filóloga española se convirtiera en la primera mujer en entrar en la RAE a principios de los años setenta. Cela escribió lo siguiente al filólogo Rafael Lapesa, que quería a Moliner en la RAE, en 1970: “La ocasión de María Moliner, mejor dicho la ocasión de la primer mujer académica creo que es mejor producirla en tiempos de menos barullo”.

Dos años después, Lapesa lo intentó de nuevo, pero volvió a toparse con el muro de don Camilo: “A María Moliner, no; en ningún caso”, escribió el autor de La colmena, “muñidor principal de la RAE desde que entrara en 1957”, según Morán.  A finales de los setenta hubo un nuevo intento de ingresar a la filóloga, pero entonces, según Morán, “María Moliner les mandó literalmente a tomar por culo –todos eran hombres entonces y la perspectiva no estaba descaminada”.

Víctor García de la Concha no es el único gestor de la RAE criticado en El cura y los mandarines. Fernando Lázaro Carreter (director entre 1992-1998) también se lleva lo suyo. Lázaro Carreter tenía lo que los castizos llaman ‘una jeta de cemento armado’; intelectual, por supuesto. Atentos a esta anécdota pop sobre el prestigioso académico y filólogo. “Lázaro Carreter, académico de la lengua desde 1972, lo sabía todo de cómo hacer dinero. A él se deben –y a sus ‘negros’ especialmente- textos pedagógicos casi obligatorios durante el bachillerato franquista. También, en una faceta oculta y bastante menos conocida, pero suculenta económicamente hablando, los engendros de guiones cinematográficos que representaba el actor cómico Paco Martínez Soria y sus astracanadas sobre ‘la ciudad no es para mí’ y otras menudencias que don Fernando, el académico, firmaba como Fernando Ángel Lozano. Tenía lo que los castizos llaman ‘una jeta de cemento armado’; intelectual, por supuesto”, zanja Morán.

Hemeroteca traicionera
El capítulo finaliza con una breve biografía de Víctor García de la Concha, en la que Morán tira de hemeroteca para recordar algunos episodios poco edificantes: “A él le debemos una de las más desvergonzadas declaraciones cuando empezaba a subir la cucaña de la RAE; ya nada le arredraba. El 16 de abril de 1978, fíjense en la fecha, con la UCD de Suárez y Martín Villa triunfantes y aún en el horizonte una Constitución no muy definida, don Víctor García de la Concha hace una declaración que conmueve como un esperpento: ‘Yo tengo que asegurar que la censura en la posguerra apenas existió, salvo la eclesiástica’”.

Morán concluye lo siguiente sobre el actual director del Instituto Cervantes: “Los gobiernos pasan, los hombre como él quedan. Son los representantes intelectuales de los nuevos tiempos. Se adaptan a todo y han ido borrando todos y cada uno de los recuerdos ominosos de otra época. Dormirán bien y asegurarán, con la mano en el corazón, que no se arrepienten de nada”.

jueves, 23 de octubre de 2014

Lara confiesa: “No es miedo a Víctor García de la Concha, sino respeto a una persona vinculada a esta casa en muchos proyectos editoriales”.

De izquierda a derecha, García de la Concha, José María Fernández Sosa Faro
y Manuel Lara,todos con ponchito porque hacía frío. 

El jueves 9 de octubre pasado, este blog publicó un artículo aparecido en El Confidencial, de España, que, con firma de Carlos Prieto, contaba que  El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de los Letrados. Cultura y política en España, 1962-1996, del escritor y periodista Gregorio Morán había sido censurado por Manuel Lara, el presidente del Grupo Planeta, impidiéndose la publicación del volumen en el sello Crítica. Entre otras cosas, se decía que, de los muchos títeres que el libro dejaba sin cabeza, algunos resultaban incómodos para los intereses de Lara.

E1 18 de octubre pasado, el mismo Gregorio Morán reveló en una columna reproducida de Caffe Regio las razones de la prohibición: aquél a quien le iban a pisar los juanetes era nada menos que Víctor García de la Concha, ex presidente de la RAE y actual director del Instituto Cervantes. Revelado ese dato, todo se vuelve mucho más sucio y lo que ya olía a podrido en el Grupo Planeta, ahora es hedor confirmado.

“Las malditas 11 páginas”

Tardé diez años en escribir un libro. Tiene un título largo, o por mejor decir tres, que ayudan a entender lo que va dentro: El cura y los mandarines. Historia no oficial del Bosque de los Letrados. Cultura y política en España, 1962-1996. Contratado por el grupo editorial Planeta tenía prevista su publicación en la primera quincena de octubre, aunque el texto original estaba en sus manos desde noviembre del 2013. Todo parecía marchar bien, por más que no se tratara de un libro al uso, ni por su volumen -casi 700 páginas- ni por su contenido: la trayectoria de la inteligencia española desde el franquismo hasta el final del felipismo.

Después de cumplir los deberes, que consisten en corregir lo que en términos de edición se denominan “primeras pruebas”, incluso unas “segundas”, tras sortear las variadas y hasta divertidas objeciones del llamado pomposamente “departamento jurídico“, que al menos en mi caso se refiere a un individuo que responde al nombre de Gabino Sintes, que para mayor singularidad se ocupa también de los “derechos de autor”, lo que a mi entender debería llenarnos de inquietud -censor y defensor de los derechos del escritor, diría que son incompatibles-. Pero en este caso se fueron superando. Poca cosa, aunque engorrosa, dada la endeblez del letrado, que era capaz de escandalizarse porque al ínclito don Juan March, antigua leyenda de la delincuencia financiera, se le llamara “pirata”, cuando la misma editorial había publicado su biografía, El último pirata del Mediterráneo.

La edición siguió su curso con una hermosa portada que imprimió primorosamente y a la que acompañaba un texto que por no ser mío sino de la casa editora merece la pena ser copiado. Siempre me he abstenido de hacer las solapas o las contraportadas de mis libros porque no me corresponde y uno se arriesga a hacer un ejercicio de vanidades amparándose en el anonimato. Cualquier profesional del gremio sabe distinguir cuando es el autor quien escribe lo que corresponde a la editorial, se nota en el tono y sobre todo en el error de confundir lo que es importante para nosotros y lo que puede resultar interesante para el lector. El texto redactado e impreso por Editorial Crítica (Planeta) decía así: “Gregorio Morán nos ofrece en este ambicioso libro una historia de la cultura española, y de sus protagonistas, entre 1962 y 1996, precedido de una introducción acerca de sus orígenes en los años cuarenta. La figura del ‘cura’, Jesús Aguirre, actúa como un hilo conductor, pero la realidad es que la abundancia de los ‘mandarines’ -novelistas, políticos, profesores, pintores, músicos…- que pueblan este retablo de figuras y figurones lo desborda por completo. Nos hallamos así ante una historia intelectual de España, seria y documentada, escrita con un sentido crítico y una sinceridad que consigue que los intentos anteriores en este terreno nos parezcan insustanciales. No hay duda de que la obra de Morán va a escandalizar por la dureza de sus juicios, y que va a provocar muchos debates y algunas indignaciones, pero la verdad es que, a partir de ahora, ninguna reflexión sobre la cultura española en la segunda mitad del siglo XX podrá prescindir de referirse a este libro”.

Hete aquí que la editorial consideró que bien podría “prescindir” si no del libro al menos de algunas páginas. Y así fue como el martes, 16 de septiembre, se me planteó taxativamente que o retiraba el penúltimo capítulo -exactamente 11 páginas- o el libro no se publicaba. En 35 años de trabajo, en campo tan minado como es el mundo editorial, no he quitado ni una página y así lo expliqué, añadiendo que, por demás, el capítulo era “una viga maestra” y no podía prescindir de ella. Las gentes de la industria editorial son tan chuscas que alguien llegó a argumentar que tratándose de un texto de casi 700 páginas, retirar 11 carecía de importancia.

¿De qué se trataba? El capítulo de “las malditas 11 páginas”, por utilizar la expresión del presidente del grupo Planeta, José Manuel Lara, se titula “¡Todos Académicos!” y se refiere, como es fácil suponer, a la singular trayectoria de la Real Academia de la Lengua, la RAE, y muy especialmente al periodo que tuvo en Lázaro Carreter y Víctor García de la Concha su mayores conseguidores. Y resulta que hoy día Víctor García de la Concha, director del Instituto Cervantes, ¡ay madre mía!, es un auténtico proveedor del mundo editorial y quien, por su experiencia de probado manipulador, el que facilita materiales tan significativos como los productos del castellano dirigidos al mundo entero, empezando por el diccionario de la RAE -más de 400.000 ejemplares, en primera edición-, el negocio editorial por excelencia, que anteayer publicó Planeta.

No conozco personalmente a Víctor García de la Concha, ni ganas, pero sí sé de sus andanzas desde que yo llevaba pantalón corto en Oviedo y él ejercía de magistral, sin serlo, de la catedral de Oviedo, personaje evocador de La Regenta de Clarín. Asturiano de Villaviciosa, cura resuelto a superar una infancia dura, con una historia que hubiera podido escribir Galdós y que ahora nos resulta de otra época; fascista medular, sacerdote rebotado, casado con una de sus feligresas, profesor, trepador siempre, ignorante absoluto y probado, como explico en apenas dos paginitas debeladoras de ese inefable capítulo penúltimo, tan denostado por los encargados del negocio de la cultura. ¡Once malditas páginas!

Todo me da en pensar que alguien le hizo llegar a “Don Víctor” las páginas de “¡Todos Académicos!”, en las que quedaba retratado y él les puso entre la espada y la pared. Y entonces ocurrió lo que Don Vito Corleone convirtió en lema recurridísimo: “No se trata nada personal, son sencillamente negocios”. Cuando yo le señalé al jefe, José Manuel Lara, la singularidad de que hace 35 años era posible que una editorial como la suya le echara un pulso al presidente del Gobierno, que no otra cosa era publicar la biografía de Adolfo Suárez en octubre de 1979, me respondió en hombre del presente, porque los herederos apenas recuerdan los vestigios del pasado, mientras luchan por mantenerse son capaces de todo, incluso de equivocarse porque les ciega el presente y no aspiran a futuro alguno. “No es miedo a Víctor García de la Concha, sino respeto a una persona vinculada a esta casa en muchos proyectos editoriales”.

La censura del business, del negocio, es tan implacable como la política. Por eso no deja de hacer mucha gracia, es un decir, que los nuevos editores o las editoriales bisoñas, pero con lógica ambición de poder, te planteen el enorme interés que tienen en publicarte. ¡Pero no sin antes leer el manuscrito! No quieren entender que si entregas un manuscrito sin contrato estás vendido. Lo aseguro yo, un veterano con muchos años de oficio. Yo no compro a ciegas, dicen ellos; pero los autores no tenemos por qué entregar el producto de nuestro trabajo para que ellos evalúen lo que les interesa. Son como jugadores con ventaja que te hacen el favor de leerte, como quien te mira la dentadura y calibra lo que puedes empujar en la piedra de su modesto molino. ¡Pero de dónde ha salido esta generación de logreros!

En apenas un mes, lo confieso, he pasado de autor veterano a ganado de excepción que debe exhibirse en la feria. ¡A ver qué sabe hacer! Ya no tengo edad para soportar impasible las imposturas de un gremio llamado a la quiebra. Pero queda como experiencia personal, casi generacional, que estamos más predestinados que el Titanic y que, por si fuera poca la broca, no tenemos ni una orquesta que nos asuma en su suerte y nos amenice el final.

Vivimos tiempos jodidos porque nuestra generación, así, en general, se ha vuelto golfa y hemos de buscar algo digno por debajo de los 30, y como he tratado de explicar en El cura y los mandarines, cuando frisábamos por esa edad no nos cabía en la cabeza que algún día “los nuestros” defenderían la censura, asumirían la corrupción y se sentirían cómodos en la estupidez.


jueves, 9 de octubre de 2014

El Grupo Planeta con olor a podrido

La noticia es del día de ayer y fue publicada por Carlos Prieto, en El Confidencial, de España. Aquí se habla de un claro acto de censura ejercido contra el periodista y escritor Gregorio Morán (Oviedo, 1947), autor de El cura y los mandarines, un libro que iba a publicar Manuel Lara, mandamás de Planeta, a través de su sello Crítica, y que, por no aceptar eliminar ciertos nombres y hechos, ha quedado sin editorial.


Planeta censura el libro de Gregorio Morán
sobre la casta cultural española

El ensayo se llama El cura y los mandarines, lo ha escrito Gregorio Morán y es una historia sobre los vínculos entre la cultura y la política española entre 1962 y 1996. Hoy tenía que haberlo puesto en circulación la editorial Crítica, del grupo Planeta, y tenía todas las papeletas para convertirse en uno de los ensayos culturales del año: Gregorio Morán, periodista crítico de referencia, culminaba así una carrera dedicada a investigar la fontanería del poder en nuestro país. Pero no será así, al menos en el sello de José Manuel Lara, así lo ha confirmado la editorial a este periódico a pesar de estar anunciado el lanzamiento desde hace meses.

Crítica se ha negado a publicar el ensayo sin purgar, a lo que Morán se ha opuesto. Conclusión: Morán cobrará el adelanto estipulado y buscará otra editorial, en un acuerdo de divorcio con una cláusula de confidencialidad que quizás no permita hablar a Morán sobre el asunto, como confirman a El Confidencial fuentes próximas al escritor asturiano. La censura convierte El cura y los mandarines en un libro maldito y legendario

Los editores de Crítica pidieron hace unas semanas a Morán que purgara una capítulo de once páginas del manuscrito en el que se hacían referencias críticas a la trayectoria de Víctor García de la Concha y su paso por la Real Academia Española (RAE), y donde también se mencionaba a otros académicos de la institución como Luis María Ansón y Juan Luis Cebrián. Pero Gregorio Morán se resistió y rechazó de manera tajante esta posibilidad. Fuentes del entorno de Morán confirman que el dedicado a los académicos es uno de los muchos capítulos "calientes" del ensayo.

Si bien los comentarios de Morán sobre la RAE podrían haber sido la gota que colmara el vaso de la paciencia de sus editores, el libro en su totalidad ha sido un quebradero de cabeza para Crítica desde que la editorial recibió el original, que iba a enervar a una buena parte del grupo dominante político y cultural español. Aunque el ensayo reparte mandobles a personajes más relevantes que De la Conchaactual director del Instituto Cervantes, no es menos cierto que los lucrativos acuerdos comerciales entre el mundo RAE y Planeta son conocidos por todos, incluido la publicación de ese best seller llamado Diccionario de la Lengua Española, cuya nueva edición, por cierto, está al caer.  

Planeta: "No es censura"
“Llevo luchando por publicar este libro desde hace meses, porquees un libro espléndido. Pero el departamento jurídico ha hecho un informe de tres páginas en el que deja claro todos los motivos de demandas, explica Carmen Esteban, directora editorial de Crítica, a este periódico, desde Fráncfort. “No podemos asumir esos riegos, según el departamento jurídico. Hay descalificaciones personales porque sí…

No ha habido vocación de censura. Se le pidió al autor que rectificara, pero él se negó a pulir nada”, añade. “No es censura, era un libro denunciable y el responsable es el editor. Hay muchas intromisiones en el honor”, dice. El libro estaba contratado desde hace diez años. De hecho, la editora asegura que el libro que se contrató era otro, pero que llegó éste. “Un libro espléndido, pero impublicable porque nos habrían cosido a demandas”, repite. 

Abuso sobre abuso
La ironía del asunto es que El cura y los mandarines es un repaso a las mezquindades y los abusos de poder de la cultura española de la segunda mitad del siglo XX. Así que su censura vendría ser un extraño caso de profecía autocumplida. Qué mejor manera de certificar las tesis del libro que censurándolo, y qué mejor forma de promocionarlo que impidiendo su publicación (podría pensar un cínico).

En efecto, curiosa manera de silenciar un libro que logrando que toda España se entere en los próximos días de su existencia por haber sido boicoteado."En Planeta han perdido los papeles. Es un caso claro de incompetencia e impunidad", confirman a este periódico fuentes conocedoras del conflicto.

Estamos ante un atropello cultural o el penúltimo capítulo de una serie de episodios vergonzantes de la cultura española. Si Morán decide algún día ampliar el objeto de estudio de su libro hasta el siglo XXI, no tendrá que escribir el epílogo: ya lo han hecho sus censores por él.  

La demostración de que a Crítica/Planeta se le ha ido este asunto de las manos, es que acaba de aparecer en los kioscos el número de octubre de la revista Leer… con una entrevista a Morán sobre El cura y los mandarines, realizada antes de que estallara el quilombo y cuando aún se pensaba que Crítica publicaría el libro a principios de octubre. El titular de la entrevista ya avisa del tono del ensayo frustrado: “Este es el libro más duro y brutal de todos los que he escrito”, lo que dicho en boca de Morán, conocido por sus andanadas críticas, suena para hacerse caca en los pantalones (que es lo que parece que les ha ocurrido a algunos en el grupo Planeta). Y más: “Es un ajuste de cuentas con mi generación… Por eso es posible que este libro no exista, que no salga en los papeles”, afirma Morán profetizando la que se le podía venir encima.

Otra joyita de la entrevista de Leer sobre César Alonso de los Rios: “Es uno de los que cruza todo el ciclo español entero: sale de un seminario de un pueblo de Valladolid y va directamente al Frente de Liberación Popular (FLP); de ahí al PCE, donde tiene una activa participación; luego pasa al PSOE a ser nada menos que la mano izquierda de Solana en Cultura, y de ahí al PP, extrema derecha, además no la facción más moderada”.

Y otra más referida a los capítulos en los que habla de Camilo José Cela: “No creo que haya en la Historia de la Literatura Española desde Quevedo, un trepa con tanto talento para trepar”.

Resumiendo: Morán ha decidió escarbar en la memoria histórica del país y poner a cada uno en su sitio.  

Más errores del grupo editorial: El cura y los mandarines sigue disponible para comprar en las principales páginas de comercio electrónico de libros (Amazon, FNAC y Casa del Libro), pese a que Planeta/Crítica ha retirado la ficha del ensayo de su página web y, por tanto, el libro oficialmente no existe. ¿Qué va a pasar con los lectores que han comprado el ensayo en preventa?

Si los editores del grupo Planeta pensaban que podían controlar a un personaje como Morán estaban equivocados. A estas alturas de su carrera, tras varias décadas escribiendo a la contra y resistiendo a no pocas presiones y censuras, Morán no sólo ha demostrado que siempre dispara con bala, sino que la autocensura no va con él. Ejemplos de esta actitud hay muchos. Recuerden su biografía crítica de Adolfo Suárez, publicada en el punto álgido de su presidencia y en medio de una ensordecedora polémica, y que Planeta (sí, Planeta) convirtió en best seller durante la Transición. Por no hablar de sus tres décadas de críticas inmisericordes a Jordi Pujol en su clásico artículo de los sábados en La Vanguardia.

Planeta, de hecho, había publicado hasta ahora varios de los ensayos más conflictivos de Morán, de Miseria y grandeza del Partido Comunista de España a Los españoles que dejaron de serlo. Repetimos: hasta ahora. ¿Qué está pasando?

Ahora la otra gran cuestión es la siguiente: ¿Se atreverá algún otro gran grupo editorial a publicar el ensayo o preferián mirar hacia otro lado? "Apostaría a que hay pocas posibilidades de que una editorial grande se atreva con esto", zanjan fuentes cercanas a Morán.