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martes, 19 de abril de 2022

"La traducción es una tarea profesional de la mayor relevancia"

El pasado 7 de enero, el politólogo y traductor literario Roberto Rueda Monreal publicó en El Sol de México una entrevista con el poeta, editor, gestor, promotor cultural y traductor del portugués mexicano Eduardo Langagne (foto).

La traducción colaboró en la construcción de la Nación

El universo literario mexicano suele tener sus rarezas. Mientras que, por un lado, es muy común que escritores, poetas y autores presenten o anuncien con bombo y platillo traducciones de sus obras de manera muy natural, como un enorme signo más de prestigio; que traductores literarios presuman su faceta como escritores, poetas o autores suele ser visto con recelo o como un gran signo de egolatría y enorme pretensión.

Quizás por eso, me pareció más que justo tener una entrevista con Eduardo Langagne, un gran creador conocido tanto por sus obras como por sus traducciones literarias, sobre todo del portugués.

–Tengo entendido que algo interesante sucedió contigo en Europa, ¿qué nos puedes compartir?
–Hace un año, en plena pandemia, se publicó en España mi traducción de la primera novela de Joaquim Maria Machado de Assis, titulada Resurrección. Fue elegida para ello por un máster de edición de la Universidad Autónoma de Madrid.

–Fenómeno bastante raro, ¡una traducción literaria mexicana en España!
–Así es. El volumen se imprimió en Salamanca en 2020 y su impresión me resultó francamente estimulante, pues el grupo editor y sus coordinadores consideraron “que la traducción mexicana enriquece la novela y puede transmitir una leve sensación de extrañamiento al lector de España que matice el proceso de lectura”. El serio ejercicio profesional de los editores decidió mantener prácticamente idéntica mi versión de esa primera novela del clásico brasileño, impulsor de la Academia Brasileira das Letras.
Resurrección, con mi trabajo traductor, se había ya publicado en 2015 por la Universidad Veracruzana. En su momento le propuse la novela a un conocedor de las literaturas del mundo, como Sergio Pitol, quien, en su condición de director editorial de la Universidad Veracruzana, la aceptó para ser incluida en la colección Biblioteca del estudiante universitario.

–¿Quiénes se interesaron primero en México en la obra de Machado de Assis?
–Machado de Assis interesó a intelectuales nuestros como Antonio Alatorre, por ejemplo. Al considerarlo esencial en comparación con nuestros autores de lengua española del XIX y más aún, con el desarrollo de nuestra literatura durante el siglo XX, Alatorre se propuso traducir Memorias póstumas de Blas Cubas, otra de las novelas del prolífico autor brasileño. La primera edición del libro apareció en 1951 en la Biblioteca Americana, del Fondo de Cultura Económica (FCE). Es una de las primeras traducciones. El volumen cuenta con una participación de Lúcia Miguel Pereira, la principal biógrafa de Machado de Assis. Alatorre muestra que “aunque el romanticismo imperaba en las obras de su época, Machado de Assis ya se había despojado de él y limpiado de hipérboles y de exaltación de la naturaleza: sabía reprimirse y ser preciso y dar mayor valor a las reacciones psicológicas de sus personajes que al cuadro en que se movían”.

–Tú también has traducido otras obras del autor de Quincas Borba.
–Así es. De hecho, posteriormente a mi traducción de la novela Resurrección, en 2017 tuve oportunidad de traducir los Primeros Cuentos de Machado de Assis, que publicó la UNAM gracias a la intervención de Rosa Beltrán.

–A grandes rasgos, ¿quién fue Machado de Assis?
–Joaquim Maria Machado de Assis fue un huérfano que, a sus veintiún años, alrededor de 1860, ya era redactor en el Diario do Rio de Janeiro, el diario más popular de la ciudad. En 1869, a sus treinta, se casó con la hermana de su amigo el poeta Faustino Xavier de Novais, a pesar de las objeciones de alguna parte de la familia de ella por ser mulato. Con Carolina, que era portuguesa y blanca, como su madre, vivió casado casi treinta y cinco años, hasta la muerte de ella en 1904.
Su formación autodidacta le hizo aprender francés desde muy joven y le permitió traducir de esa lengua. Aprendió inglés después de los cuarenta años; estudió alemán y estudiaba griego en los últimos años de su vida, que concilió con problemas y padecimientos arrastrados a lo largo de su existencia, como tartamudez y epilepsia.
La traducción de las obras del narrador también poeta y ensayista, está ampliándose en nuestros países de América Latina. Hay que considerar que Machado de Assis es considerado uno de los grandes maestros del realismo y el primer gran cuentista latinoamericano. Personajes del cine, como Woody Allen, por ejemplo, han confesado su admiración por la lectura de Machado de Assis. Susan Sontag, por su parte, escribe que es “uno de los mejores escritores del siglo XIX y el mejor de América Latina”.

–Ya que hablas de la traducción de sus obras, ¿qué puedes decir acerca de los retos o los problemas de traducir a semejante autor?
–De las dificultades de traducir de una lengua tan engañosamente cercana podemos recordar que durante mucho tiempo las ortografías del portugués peninsular y las del portugués africano fueron diferentes entre sí y también distintas a la del portugués de Brasil, que tuvo un desarrollo tal vez más amplio. El portugués de África, Asia y Oceanía estuvo desde sus primeros años cercanamente homologado con el de Portugal. Hay que tener en cuenta que la lengua fue diseminada en los cinco continentes a partir del siglo XV por los navegantes portugueses.
Uno de los mayores problemas en el establecimiento de los textos escritos en el XIX es la puntuación. Si bien los originales brasileños optan por una política a medio camino entre el respeto a la escritura original de autores clásicos –como la del propio Machado de Assis– y las normas actualizadas, en mi traducción intento mantener al máximo el ritmo de la prosa machadiana manteniendo o suprimiendo algunos puntos y coma o comas que en el español fluido de nuestros días podrían ya no tener sitio.
Para el traductor, aún con las dificultades o diferencias que una obra del XIX vuelta a editar presenta con respecto a su siglo, las ediciones consultadas como fuente original no contienen demasiados ajustes ni diferencias entre sí, pues afortunadamente –muchos años después de las primeras– se prepararon nuevas impresiones bajo el cuidado del propio Machado de Assis y él mismo revisó adecuadamente cada una, aplicando en rara ocasión algún pequeño cambio. Mi interés por actualizar y arriesgar una versión no se da sólo por atender al dictado que nos recuerda la necesidad de que cada generación cuente con sus propias traducciones –y por ende con nuevas reflexiones– sino porque la obra del brasileño posee una vigencia que vale la pena volver a poner en suerte en las lecturas del siglo XXI.

–¿Por qué es importante la traducción literaria o, sencillamente, la traducción como tal?
–La traducción literaria ofrece la posibilidad de conocer la creación en otras lenguas, épocas, geografías. Nuestra rica tradición en español se ensanchó con los trabajos de Fray Luis de León, cuya actividad traductora lo hizo caer preso debido a la severidad religiosa de su época. Ya desde entonces, Fray Luis sugería que las traducciones debían parecer escritas en la propia lengua a la que habían sido trasladadas.
En nuestra geografía, desde la contribución de doña Marina, Malintzin, para interpretar dos de las lenguas originarias que se expresaban en estas tierras, podemos constatar que la traducción colaboró en la construcción de la Nación, en su más rico, plural y diverso significado.

–Al traductor y su oficio se les asocia con la soledad. ¿Crees que el trabajo en equipo, solidario u organizado sea importante en estos tiempos?
–La traducción es una tarea profesional de la mayor relevancia, es por eso que me ha resultado inapreciable ser miembro de la Asociación Mexicana de Traductores Literarios, Ametli. Hace pocas semanas, por ejemplo, The Society of Authors del Reino Unido, afín a Ametli, lanzó una campaña e invitó a los autores a pedir a sus editoriales que el crédito del traductor aparezca en la portada de sus libros. Al igual que tú, yo firmé mi adhesión a la carta porque me parece justo: hay que estimar además que el crédito que se otorga al traductor es simultáneamente una responsiva.
La carta de los colegas ingleses agrega que “gracias a los traductores tenemos acceso a las literaturas del mundo, del pasado y del presente", por lo que deben ser adecuadamente reconocidos, celebrados y recompensados”.

–¿Qué te ofrece ser traductor literario y escritor?
–Trabajar simultáneamente en la traducción literaria y en la creación ofrece una lectura múltiple y complementaria. Hace apenas unos días, en octubre de 2021, por ejemplo, apareció Infinito día, libro de poemas de mi autoría publicado por la Universidad Autónoma de Nuevo León. Se celebró una presentación durante el Festival Internacional de Literatura Sonora 2021 y haremos algunas presentaciones más, incluida una el pasado noviembre, durante la III Feria Internacional del libro de Tuxtla Gutiérrez, en Chiapas.

jueves, 25 de marzo de 2021

Los rigores de la vida silvestre

El 12 de febrero pasado, Roberto Rueda Monreal, traductor literario, politólogo y escritor mexicano, publicó en El sol del México, la siguiente entrevista con Claudia Cabrera, traductora de Bambi, una vida en el bosque, del autor austríaco Felix Salten, libro para adultos sobre el que se inspiró Walt Disney para la película Bambi.


Bambi, entre el bosque y él

Aunque es considerada la película más oscura y seria de Disney, se queda corta en relación con lo que se plantea en el libro. De acuerdo con su traductora, Felix Salten describe de manera naturalista y sin romanticismo alguno la vida de los animales en el bosque.

El tema salió en un desayuno entre traductores literarios, en pleno trajín gremial, a propósito de las primeras películas que uno vio en la vida, por no decir la primera.

Se mencionaron varias que Disney habría sacado hace mil años. Y fue en ese momento cuando se me vino a la mente de manera muy natural. Estaba por completo en el olvido, pero lo recordé como si hubiese ocurrido un día antes de ese desayuno. Mi hermano Polo había juntado un dinerito y, sin más, se dispuso a llevarme por primera vez al cine, sorprendiéndome. ¿La película? ¡Bambi! (Disney, 1942).

La identificación con el personaje fue brutal. Para mi niño de entonces, de tan sólo seis años de edad, ver a un crío de venado, un cervatillo, siendo arrojado al mundo cruel y salvaje luego de que desalmados cazadores le han dado muerte a su protectora madre, fue de un impacto tremendo. Una identificación brutal, ya les decía.

Lo recuerdo muy bien. Por muchos y larguísimos días entendí el contexto crudo y violento en el que vivía a través de Bambi, la película, sólo que, en mi caso, ni en mi casa, ni en mi calle, ni en mi colonia hubo ningún venado Príncipe del Bosque que me hiciera más placentera la transición hacia la madurez. Pero esa es otra historia.

Regresando a la reunión en el mencionado desayuno, antes bien, me sorprendió agradablemente saber que la vicepresidenta de Ametli (Asociación Mexicana de Traductores Literarios), Claudia Cabrera, es la traductora literaria de Bambi, una vida en el bosque, la historia original, la del austriaco Felix Salten (que, a su vez, no es en absoluto la de la versión cinematográfica norteamericana, con cuya trama, que no se desarrolla en ningún bosque europeo sino en uno de Virginia, yo crecí).

Así las cosas, me entusiasmó de inmediato la idea de una entrevista, a la cual amablemente accede al Premio Bellas Artes de Traducción Literaria “Margarita Michelena”.

Le cuento una anécdota –introductoria sobre la película, y he ahí que comienzo con cuestiones.

–¿De verdad es muy diferente la historia de la película a la del libro de Felix Salten?
–De entrada, quiero decir que me entusiasmó la posibilidad de traducir un cuento que tan buena acogida tuvo como película en nuestro país, que era ya un clásico. Además, me abrió las puertas a la traducción de literatura infantil y juvenil, en la que nunca había incursionado. Sin embargo, conforme fui avanzando en la lectura, me di cuenta de que el libro, escrito en 1923 por el austriaco Felix Salten, poco tenía que ver con la película, y que no necesariamente podía considerársele como un libro infantil. Para empezar, es mucho más sanguinario y cruel que la filmación de Disney. También mucho más filosófico y reflexivo.

–¿A qué te refieres?
–A que Bambi, aunque es considerada la película más oscura y seria de Disney, se queda corta en relación con lo que se plantea en el libro. En su relato, Salten, cazador apasionado, nos describe de manera naturalista y sin romanticismo alguno la vida de los animales en el bosque. Aunque el libro empieza en verano, cuando la naturaleza está en plenitud y la vida y el alimento abundan, conforme va pasando el tiempo y llega el invierno, la comida escasea y los animales empiezan a pasar hambre y miseria: "La gran penuria, que parecía no tener fin, propagaba una gran amargura y brutalidad. Contravenía la práctica, socavaba la conciencia, aniquilaba las buenas costumbres y los buenos modales y destruía la confianza. Ya no había clemencia, ni paz ni consideración". Así se nos narra sin ambages cómo las cornejas matan "de la manera más cruel" al hijo del conejo, cómo la ardilla es herida de muerte por la marta y rematada por las urracas y cómo el zorro despedaza al faisán. También somos testigos de la destrucción propagada por Él, nombre genérico que los animales le dan al hombre.

–Sin embargo, hay algo peculiar con este Él en realidad, ¿cierto?
–Así es. Él rige como un dios todopoderoso por encima de los animales, los caza sin piedad –también a la madre de Bambi–, es dueño de su vida y de su muerte, y ellos sienten por Él un terror reverencial, puesto que no comprenden de dónde vienen su fuerza aniquiladora y su poder. En largas disquisiciones de talante casi religioso los animales tratan de explicárselo, sin obtener ninguna respuesta. El único que sabe que Él no es omnipotente es el Viejo, el padre de Bambi. Entre todas las enseñanzas que le deja a su hijo, ésta será la lección de vida más importante.

Para ser un cuento sobre "el bosque, los animalitos y las plantitas", Bambi, una vida en el bosque aborda pasajes harto filosóficos y profundos.
–¡Absolutamente! En otro pasaje, por ejemplo, el que anuncia la llegada del invierno, somos testigos del tristísimo diálogo entre dos hojas a punto de caer de un árbol. En una charla gentil y conmovedora las hojas se lamentan de su muerte inminente y se preguntan qué hay "allá abajo", la incierta dirección en la que han ido desapareciendo poco a poco todas sus hermanas. Sin mencionar ni una sola vez a la muerte, este pequeño capítulo constituye una hermosa metáfora sobre nuestro destino ineludible.

La muerte sin ser nunca pronunciada. ¡Qué duro y qué hermoso al mismo tiempo!

A pesar de la crudeza con que está escrito y de los duros temas que trata, Bambi, una vida en el bosque es uno de los textos más hermosos que he traducido. Está escrito en una bellísima prosa lírica, de una riqueza léxica enorme y gozosa, que produce un gran placer tanto al leerlo como al traducirlo.

–¿Preparaste un proyecto de traducción? Es decir, ¿cómo llega este reto literario a tus manos?
–Fue un encargo que me llegó por parte de Gimena Romero, artista textil mexicana, quien estuvo un tiempo viviendo en Barcelona y había estado trabajando con la editorial española Thule. El editor José Díaz le pidió que ilustrara la versión del libro en español y ella, quien sabe que yo soy traductora de alemán, sugirió que la traducción la hiciera yo.

Los proyectos de este tipo suelen implicar todo un reto, una serie de observaciones previas o de ciertas restricciones editoriales, a veces muy desligadas del trabajo profesional de la traducción. ¿Te sucedió algo así con este?

Como bien dices, fue todo un reto, sí. Esto representó un reto particular para la traducción puesto que, al ser un libro cuyo mercado principal iba a ser España, tenía que estar escrito en español castellano y no en la variante mexicana, que es la mía. Normalmente no accedo al pedido de las editoriales mexicanas que me solicitan que escriba mis traducciones en español "neutro", eufemismo usado para decir que el traductor debe prescindir de toda marca regional o que las escriba en el español de España, para que los libros se vendan mejor en ese país. Me niego porque me parece que, igual que todo autor hispanoparlante escribe por descontado en su propia variante, sea cual sea su país de origen, también todo traductor debe poder hacer lo mismo.