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lunes, 23 de mayo de 2022

“La relación con el dinero siempre es incierta"


El pasado 20 de mayo, sin firma, apareció la siguiente nota en el sitio de la agencia TELAM, donde nuevamente se reclama una relación más justa entre editoriales y escritores. En la bajada se lee: “Enzo Maqueira, vocal de la comisión de Prensa y Acciones de la agrupación de escritores, reflexionó sobre el reconocimiento económico que deben tener los escritores frente a diversas tareas en las que deben trabajar y que pocas veces reciben los honorarios que les corresponden”. Asimismo, la nota deja constancia de las opiniones del narrador Jorge Consiglio.

Ecos de la Feria del Libro: crece el debate sobre la profesionalización del oficio de escritor

El reconocimiento económico hacia los escritores por hacer un prólogo, la contratapa de un libro o presentarse en eventos literarios, se reaviva en estos días como un debate urgente y actual a partir de distintas manifestaciones que tuvieron lugar en la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, como la difusión un tarifario presentado por la Unión de Escritores y Escritoras para que los autores puedan recibir una retribución ecuánime por su trabajo o el discurso de apertura de Guillermo Saccomanno, quien manifestó haber cobrado por primera vez por esa actividad y disparó críticas a la industria cultural y al rol de los editores.

La idea de que la creación de productos culturales, como los libros, está reñido con el dinero, y la falta de conciencia de que, como decía Roberto Arlt, el escritor es un trabajador y como tal merece una retribución justa por su trabajo, son algunos de los factores que tallan este panorama, agravado más aún, en tiempos críticos como el actual, debido a la guerra entre Rusia y Ucrania que pone en jaque las economías del mundo, lo que hace que la situación “sea crítica”, señala Enzo Maqueira, vocal de la comisión de Prensa y Acciones de la agrupación de escritores.

“La industria editorial está organizada de tal modo que quienes generamos los textos -que dan trabajo, negocios y ganancias- somos los que siempre menos cobramos o no cobramos nada”, afirma Maqueira, quien afirma que los autores dan “origen a una industria, y por eso tenemos que recibir nuestra paga justa y equitativa”.

El escritor sostiene, en diálogo con Télam, que “muchas veces con esta idea de que hacemos cultura, que es arte o un bien para la humanidad, no nos queremos manchar con el dinero, o los que se aprovechan de eso que no quieren que nos manchemos, pero la verdad es que, como dijo Saccomanno, el 'chino' no se paga con prestigio, ni con arte, ni con cultura”.

En ese esquema de producción de la industria del libro, Maqueira explica que “escribir un libro (novela, ensayo, libro de historia o infantil), puede llevar tres, cuatro, cinco años”, luego se envía a una editorial “que paga el papel”, y en ese engranaje intervienen “un corrector, correctora, diseñador, diseñadora, ilustrador y además se le paga a una librería. Hay un librero, un distribuidor que cobra, un periodista que tal vez cobra por reseñar el libro; todos cobran contra entrega de su trabajo, pero a los autores y autoras en el mejor de los casos nos dan un adelanto por presuntas ventas”.

En el circuito de venta, el autor recibe “un 10 por ciento por cada libro vendido, mientras que la editorial se lleva un 20 por ciento, la librería un 40 y la distribuidora un 30 y en todos los casos tenemos que esperar que se venda el libro para cobrar, y además nos pagan cada seis meses”, precisa y agrega que ese panorama se agrava aún más “en un país, como Argentina, debido a la inflación que tenemos, por lo que si cobramos a los seis meses, el precio de tapa ya se te devaluó”.

“La relación con el dinero siempre es incierta, por lo menos en mi caso”, dice a Télam el escritor Jorge Consiglio y admite: “No sé qué cobrar, porque internalicé esa cuestión de que hay algo vocacional en esta tarea que uno hace”, por eso considera que la posibilidad de “que haya un nomenclador nos va a servir para posicionarnos frente a un evento transaccional que es el trabajo”.

De acuerdo al tarifario presentado, por la escritura de un prólogo de cuatro páginas, el escritor deberá cobrar 8 mil pesos; por un informe de lectura de un libro de doscientas veinte páginas, 50 mil pesos; la corrección ortotipográfica y de estilo tendrá un valor desde 200 pesos por cada mil caracteres. Estos valores son los indicados en el caso de que quien contrate sea una institución; para los particulares las cifras son menores, explica Maqueira.

Si un medio o una editorial solicita un cuento corto, de no más de tres páginas, los autores pueden cobrar 7 mil pesos como mínimo; la reseña de un libro en un suplemento cultural, alrededor de 3 mil. El tarifario fija también el importe a cobrar para escritoras y escritores que trabajen como ghostwriters, una actividad muy frecuente en el colectivo: el importe fijado es de alrededor de 600 pesos para la investigación y posterior redacción de un libro de unas ciento cincuenta páginas, señala el autor de “Hágase usted mismo” e “Historias de putas”.

Los prólogos, contratapas o presentaciones en ferias, ”en el 90 por ciento de los casos se hacen gratuitamente, te lo piden de onda”, dice Maqueira y señala que “cuando una editorial te pide un prólogo es porque considera que tu prólogo va a ser un argumento de venta más, entonces la pregunta es por qué no cobro por ese trabajo en el que invertí tiempo, conocimiento, puse en juego mi nombre, y sin embargo la industria editorial está habituada a que esos trabajos se hagan de manera gratuita”.

La presentación del tarifario durante la Feria del Libro ”tiene que ver con nuestro rol en la industria del libro, pero también con cambiar culturalmente ese rol: muchas veces nuestros compañeros no se sienten trabajadores o creen que si piden una paga por un prólogo, contratapa o cuento que les publican, son menos artistas, intelectuales o prestigiosos”, sostiene Maqueira.

El autor insiste en que “hay una idea alrededor de todo eso que hay que desterrar, y nos pareció que la feria del libro como gran tribuna que es, tribuna política también, era el mejor lugar para buscar a escritoras y escritores que debían conocer que estamos armando este tarifario y también a editores para que supieran que a partir de ahora vamos a tratar de cambiar las cosas y tener reglas de juego mas claras y mas justas”.

“El tarifario es una herramienta, y es mucho mas fácil ahora decir cobro de acuerdo al tarifario de la Unión de Escritores y Escritoras. Queremos que sea claro y recibir la paga que nos corresponde”, afirma.

En otros tiempos, “la literatura era un terreno para unos pocos privilegiados que se dedicaban a escribir periódicamente, como Bioy Casares, las hermanas Ocampo, Mujica Láinez, escritores de clases altas, pero eso cambió mucho en las últimas décadas, porque las clases medias empezaron también a escribir. Roberto Arlt hablaba mucho del trabajo de escribir, el trabajo de los artistas, era un laburante”, dice Maqueira dando un contexto a la situación.

“Hoy escribe gente de todas las clases sociales y entonces hay mayor conciencia de clase. Además se da un fenómeno: el mayor boom de ventas sucede con escritoras que vienen de espacios de invisibilidad, escritoras trans, del conurbano, gente que va a querer que le paguen correctamente porque necesita ese dinero para vivir”, acotó.

Respecto de la relación de los escritores con los editores, Maqueira “lo calificó de “vínculo de mucha tensión”, al explicar que “un escritor necesita del editor para visibilizarse, y un editor del escritor para darle vida a su negocio. El tema es que si voy a una reunión de editores y pregunto quienes viven de sus libros, es probable que el 90 por ciento levante la mano, si hago lo mismo en reunión de escritores, es probable que levante la mano un diez o 20 por ciento como mucho. Entonces ahí hay un problema”.

Los editores “tienen un negocio que aunque no funcione del todo bien y las ganancias no sean exorbitantes no deja de ser una industria con locales, empleados, e inversión y distribución. Entonces ¿por qué los autores somos la primera variable de ajuste con solo el 10 por ciento?”, se pregunta y afirma: “si somos recursos humanos que nos paguen de acuerdo al trabajo, si somos socios no quiero ser estafado”.

Sobre esta cuestión, Consiglio opina que “es cierto que el 10 por ciento parece poco”, al explicar que en su caso, publica “en editoriales medianas o chicas, no en corporaciones, con lo cual mi relación con los editores es más próxima, siento que hay un respaldo y un amparo, me siento bien en las casas que publico. Por ejemplo, en Eterna Cadencia y en Conejo, una editorial mediana y una chica en Argentina y son absolutamente puntuales con las liquidaciones, cada seis meses. Y, con Charco Press, afuera, pasa exactamente lo mismo”.

Por otra parte, el autor de Sodio reconoce que la publicación “da una visibilidad, un movimiento” que genera “trabajo subsidiario que uno tiene en cuenta a la hora de publicar”.

En este esquema de reclamos, Maqueira agrega que junto a los autores están “luchando por una ley del libro y una jubilación para escritores para que haya un trato más ecuánime entre las partes”.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Tres escritores hablan de traducciones


Jorge Consiglio, Erika Martínez y Miguel Vitagliano tienen en común el hecho de ser escritores. Ninguno de los tres traduce, pero, desde luego, leen traducciones. Por eso ayer fueron invitados al Club de Traductores Literarios de Buenos Aires para comentar qué es lo que buscan al leer textos traducidos y en qué medida estos pueden o no formar parte de la literatura nacional.

Quien desee ver y oír la charla que tuvo lugar, puede hacerlo en
http://www.ustream.tv/recorded/72748171


Jorge Consiglio (Argentina, 1962) es licenciado en Letras por la Universidad de Buenos Aires. Publicó cuatro novelas: El bien (2003, Premio Nuevos Narradores de Editorial Opera Prima de España), Gramática de la sombra (2007, Tercer Premio Municipal de Novela), Pequeñas intenciones (2011, Segundo Premio Nacional de Novela) y Hospital Posadas (2015, Eterna Cadencia); los volúmenes de relatos: Marrakech (1999) y El otro lado (2009), y cuatro libros de poesía. En la actualidad, colabora en el Suplemento Cultura del diario Perfil y en la revista de cultura ADN del diario La Nación.

Erika Martínez (España, 1979) es autora de Color carne (Pre-Textos, 2009), que obtuvo el Premio de Poesía Joven Radio Nacional de España. Su segundo libro de poemas, El falso techo (Pre-Textos, 2013), fue escogido como uno de los cinco mejores del año en El Cultural y fue nominado al Premio de la Crítica. Es también autora del libro de aforismos Lenguaraz (Pre-Textos, 2011).

Miguel Vitagliano (Argentina, 1961) ha publicado las novelas Posdata para las flores (1991), El niño-perro (1993), Cielo suelto (1998), Vuelo triunfal (2003), Golpe de aire (2004), La educación de los sentidos (2006), Cuarteto para autos viejos (2008), El otro de mí (2010) y Tratado sobre las manos (2013). En 1996 recibió en la ciudad Berlín el Premio Anna Seghers, distinción con la que la fundación homónima distingue anualmente la obra de un escritor latinoamericano, por su novela Los ojos así (1996). Publicó también Lecturas críticas sobre la narrativa argentina (Prociencia, Conicet, 1997), Papeles para una novela (2010), Fondo blanco (2013) y, en coautoría, El terror y la gloria. La vida, el fútbol y la política en la Argentina del Mundial del 78 (1998). Es profesor de Teoría Literaria en la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA. Integra la comisión directiva de la maestría en Estudios Literarios de la UBA. En 2015 fue profesor invitado en la Université de Pau et des Pays de l'Adour, Francia. Desde 2010 colabora activamente de la revista-blog Escritores del Mundo.
  





viernes, 18 de abril de 2014

El Salon du Livre de París 2014 (3)

Jorge Consiglio, poeta y narrador, fue uno de los integrantes de la delegación oficial enviada al Salon du Livre de París. Se le pidió una suerte de balance de la experiencia para este blog.

El Salón del libro tuvo aciertos 
y oportunidades de mejora

Empiezo por lo bueno: 1) Los integrantes de las mesas, por lo general, representaban estéticas diferentes, en muchos casos opuestas. Este hecho favoreció el contrapunto de opiniones y permitió abordajes poliédricos de los temas en cuestión. 2) La asistencia de público a las mesas fue masiva en todos los casos. El auditorio (en su mayoría franceses, pero también muchos argentinos residentes en Francia) se mostró activo y curioso. 3) Las traductoras simultáneas fueron muy efectivas. Ofrecieron al auditorio una síntesis precisa –y muy fidedigna− de las exposiciones de los panelistas. 4) El stand de Argentina (que tenía la forma de una síntesis de Moebius) fue muy funcional. Tenía dos zonas de cortesía, un gran salón de exposición con buena cantidad de libros y un salón auditorio de excelente capacidad y acústica para lo que es una feria. Es para destacar también el mural de Rep sobre Cortázar y las fotos de Sara Facio. Además, el stand ocupaba un lugar central en el salón y contó con muy buena circulación de público durante todo el evento.  

Las oportunidades de mejora: 1) En las mesas (fue mi experiencia), no hubo demasiado tiempo para el debate. Cada panelista exponía su punto de acuerdo a la pregunta disparadora, pero no había demasiado tiempo para el intercambio de opiniones. 2) Fue muy pobre el intercambio con los escritores franceses. Si bien estuvieron presentes en las mesas, creo que no hubo un verdadero cruce. 3) No hubo ninguna actividad dedicada al teatro. El foco estuvo puesto en la narrativa y muy lateralmente en la poesía. 4) Las actividades fueron muchas y, en algunos casos, se superpusieron. Hubiera sido interesante, tener algún tipo de reporte (a cargo de un periodista especializado) que relevara las charlas y ofreciera una síntesis de los hechos.


Por su parte, Miguel Petrecca, poeta, periodista y traductor argentino residente en París, prefirió destacar una actividad realizada en el stand de Gallimard, planteada por fuera de los intereses de la delegación oficial. En ella, participaron Marie-Claude Char y Marta Aguirre, respectivamente viudas de los poetas René Char y Raúl Gustavo Aguirre, quienes, conjuntamente con Magdalena Cámpora y Gustavo Guerrero (este último director del la sección de autores de lengua castellana de Gallimard) presentaron la correspondencia entre ambos poetas, recientemente publicada en Francia.

Una mesa de poetas
 Prefiero no hablar en general, porque tampoco vi tanto, sino destacar específicamente una actividad: la presentación de la correspondencia entre René Char y Raúl Gustavo Aguirre, recientemente editada por Gallimard. En la mesa estaban las viudas de ambos poetas (Marta Aguirre y Marie-Claude Char), Magadelana Cámpora (que fue quien propició el encuentro), una especialista en la revista Poesía Buenos Aires y Gustavo Guerrero de Gallimard. Fue muy lindo escuchar a Marta Aguirre recordar su primera visita a Europa junto con su marido, que venía carteándose con René Char desde hacía ya algunos años, sin que nadie lo supiera. Marta contó emocionada que había sido una de las mejores experiencias de su vida y recordó cómo René Char le regaló una rosa que sacó de su jardín (rosa que todavía conserva, según agregó). Después recitó de memoria un poema de su esposo. 


Finalmente, Inés Garland, otra de las invitadas al Salon du Livre,.brinda, a pedido de este blog sus impresiones de lo que vivió y de lo que vio durante esos días.

Las vidrieras de las librerías decoradas con libros  Argentinos

¿Quién más, en el avión esperaba preguntas difíciles en las entrevistas que habría en París? Las semanas previas hacían pensar en la necesidad de tomar posturas o inventar discursos evasivos, inteligentes –porque no es cuestión de ir al Salón de París a  hacer papelones, y en la imaginación los jueces son implacables. La circulación por los pasillos del avión no daba la sensación de conflicto, pero los diarios habían dicho, ¿no habían dicho los diarios? No sé si habrá habido tensiones, posiciones, cuchicheos en las mesas de desayuno del Hotel Bedford o en los pasillos de la feria. Yo lo que sí sé es que París tenía las vidrieras de las librerías decoradas con libros argentinos, títulos en francés con los nombres de mis vecinos en vidrieras míticas del otro lado del océano. Y que en un mismo espacio andábamos nosotros con Victor Hugo, Dumas y Proust por nombrar algunos de los monstruos sagrados. La editora de L’École des Loisirs (la editorial que publicó Pierre contre Cisseaux, o sea Piedra, papel o tijera, o sea mi novela) fabricó una foto: Proust, Victor Hugo, Dumas, Garland en el mismo estante. Ya sé que podría haberla armado yo en una librería en Buenos Aires, pero convengamos en que no es lo mismo. No fue así nomás para mí estar en la vidriera de L’Écume de Pages, trae ecos de importancia. Está bien cada tanto sentirse importante. El cachetazo de la mortalidad y esas otras vivencias llega igual, y soñar un rato por estar caminando las mismas calles que la legión romana y todos los que vinieron después no es para nada despreciable. También está la experiencia de comer en el As de Falafel, recomendación de Fondebrider que me toma examen a ver si hice los deberes, si caminé los recorridos minuciosos que me dictó, si miré las vidrieras de las librerías que me recomendó y, sí, fui al museo de Cluny a visitar a  la dama del  Unicornio y estuve frente a la ruina medieval y me senté en las sillitas alrededor de la fuente con Claudia Piñeyro y Eduardo Saccheri y tomé té de menta en la mezquita de París con Liliana Bodoc y otra vez Claudia, los gorriones volaban  bajo el techo abovedado. Y dejé que se me fugara la vista por las perspectivas larguísimas, por el Sena con las barcazas. También fui a la Biblioteca Nacional de París, la nueva que parece haber llegado desde el futuro con sus explanadas de madera y sus esquinas de edificios que imitan cuatro libros abiertos.

En la Feria nos topábamos los unos con los otros por los pasillos. En el stand argentino estaba el mural de Rep con su homenaje a Cortázar, y Rep andaba subido a escaleras con los pinceles pintándole los ojos de celeste a Julio que él dibujó con esos ojos celestes, separados, enormes; Cortázar atado al cordón umbilical de su madre flotando por primera vez en el espacio del mundo, de guayabera y sandalias en Cuba, fumando de traje, las fechas, los hitos de su vida que inspiraron los dibujos. Bajo el mural nos agolpamos para saludar a la presidenta, bajo el mural hubo entrevistas varias de a ratos y de a ratos gente que se cansaba de caminar y se sentaba en el living blanco a descansar. Mucha gente en el Salón, mucha gente en las charlas en el stand Argentino y en los otros espacios dedicados a las mesas redondas.

Nunca se vendieron tantos libros de un país visitante, dijo la FNAC. Toda esa gente que visitaba el Salón parecía muy consciente de que la Argentina era el país invitado. Más consciente que los que de este lado del océano se quedaron con la sensación de conflicto que se instaló en los primeros tiempos. ¿O seré yo? Estuvimos en L’Express, en las radios, en las vidrieras, como dije. Era para alegrarse. Yo me alegré.

París es ella y las imágenes de ella misma, los ojos que la miraron antes, las palabras que la describieron, los cuadros que la pintaron, los artistas de todos los tiempos que la vivieron, la sufrieron, la amaron. Es imposible sustraerse de ese vértigo de asociaciones. En París podemos ser generosos y acercarnos los unos a los otros, los escritores salidos de sus cuevas para jugar. Debe haber habido varios Paris entre nosotros. Había ¿o me pareció a mí? una tregua en las cosas  para disfrutar del regalo de estar ahí.

En París la primavera recién empezaba. Los cerezos en flor y los brotes nuevos brillaban al sol. En París, una ciudad habitualmente gris, esa semana hubo cielo azul. Si me pongo muy Argentina, capaz que me creo que fuimos nosotros los que les llevamos a los franceses el cielo de nuestro país.  Le quedaba muy lindo nuestro sol a París.

martes, 31 de julio de 2012

Fabio Morábito: "La invención no existe"

El viernes 27 de julio de este año, el escritor Jorge Consiglio entrevistó para La Nación, de Buenos Aires, a Fabio Morábito, próximo visitante, invitado por el Festival Internacional de Literatura de la ciudad, este año dedicado a México. Con la inteligencia a la que nos tiene acostumbrados, Morábito respondió a una última pregunta vinculada con su labor de traductor de poesía italiana  (Eugenio Morábito, Patrizia Cavalli, entre otros). Esa respuesta se transcribe a continuación.

Una respuesta sobre traducción

–¿En qué medida su actividad como traductor le ha proporcionado herramientas para su propia ficción?
–La traducción proporciona humildad, como decía mi maestro Tomás Segovia. Y la humildad, sobre todo la humildad de escucha, es una excelente herramienta para escribir, pues al fin y al cabo uno escribe escarbando, no construyendo, es decir, se escribe como si el cuento o el poema ya estuvieran ahí, completos y enterrados, y sólo hay que sacarlos a luz. La escritura es una persecución, un ir en pos de algo que el escritor siente como algo preexistente. La invención no existe; existe el descubrimiento o, mejor dicho, el develamiento, y la traducción es el arte de develar, de levantar el velo, de ir trayendo a la luz lo que permanece oculto. Cuando escribimos, estamos traduciendo, abriendo un surco para acomodar palabras que no nos pertenecen