Misterio en Twin Peaks
viernes, 13 de octubre de 2023
"Algunas de las claves necesarias para entender el porqué del saludable desplazamiento de la literatura nacional en los últimos años"
lunes, 10 de julio de 2023
Virginia Woolf y las dificultades de la sociedad española para dejar atrás el siempre presente franquismo que la rige
miércoles, 31 de mayo de 2023
Otra perspectiva de la reciente enciclopedia sobre Borges coordinada por Jorge Schwartz
“Erudita y entretenida, Borges babilónico. Una enciclopedia es la gran compilación de Jorge Schwartz que reúne citas de autores como Piglia, Sarlo, Balderston y Cozarinsky. Lo desmenuza aquí Gonzalo Aguilar.” Eso es lo que dice la bajada de la reseña publicada en el diario La Nación, de Buenos Aires, el pasado 19 de mayo, a propósito de la enciclopedia comentada por Magdalena Cámpora, en este blog, el 23 de mayo de este año.
Borges: panóptico de un saqueador
genial
Además, cómo no recordar la disparatada enciclopedia china de Otras inquisiciones que revela el carácter nominalista y arbitrario de toda clasificación o el raro adjetivo que le dedica en “Tlön”, donde habla de “cierta enciclopedia pirática”, como si la rapiña y el saqueo fueran parte de su propia naturaleza. Género del paroxismo intelectual, Borges vio en él la aspiración a un orden que al tiempo que reconoce el caos, intenta vana y bellamente domesticarlo.
Fue tan importante el lugar que las enciclopedias tuvieron en su obra y en su vida, que su figura, previsiblemente, desató toda una serie de enciclopedias que van desde las que exploran aspectos particulares (como Borges libros y lecturas de Laura Rosato y Germán Álvarez) a las que se proponen anotar toda su obra, como los índices del sitio Borges Center de la Universidad de Pittsburgh, dirigido por Daniel Balderston.
Entre esos emprendimientos, Borges babilónico. Una enciclopedia, dirigido por Jorge Schwartz, tendrá sin dudas un lugar de privilegio por ser, al mismo tiempo, apabullante, erudito y entretenido. Borges, en el diario de Bioy, decía que era un error considerar a las enciclopedias “como obras de consulta y no como obras de lectura”.
Borges babilónico sigue este camino y usa el género enciclopedia, con su orden alfabético y su ambición informativa, como un Caballo de Troya: sigue sus reglas, pero ofrece algo más. Con una estructura similar, después de la presentación de rigor (lugar y año de nacimiento, obras más importantes), las entradas arriesgan una interpretación personal llegando a veces a constituirse como verdaderos ensayos.
La primera edición de Borges babilónico tuvo lugar en Brasil en 2017 y nació porque la traducción al portugués de la obra del autor argentino no permitía las notas al pie o el aparato crítico. Jorge Schwartz decidió entonces encarar esta aventura temeraria.
La edición argentina amplía la brasileña y suma nuevos colaboradores, llegando a 75, la mayoría investigadores que provienen del área académica y escriben sobre temas que conocen muy bien. Entre otros, Patricia Artundo escribe sobre revistas y artistas de vanguardia, Daniel Balderston sobre la sexualidad, David Oubiña sobre cine, Lucas Margarit sobre literatura en inglés, Claudia Fernández y Martín Greco sobre literatura italiana, e investigadores jóvenes brasileños sobre los más diversos temas (mi aporte es sobre la censura y Bustos Domecq, ese genio incomprendido).
Pero la diferencia con la edición brasileña no es solo cuantitativa; las nuevas entradas incorporadas muestran un giro que se ha dado en los recientes años en los estudios borgianos: después de una infinidad de lecturas textuales, se percibe un interés sobre los modos de vida, sus opciones políticas (entrada sobre nazifascismo), su relación con la sexualidad (entradas sobre homofobia y censura), y su producción marginal que no entró en las Obras completas y que está en la bibliografía complementaria: Textos recobrados, el Borges de su amigo Bioy y otros descubrimientos recientes.
Así, el título que está tomado de Julio Cortázar adquiere mayor sentido: no es el Borges babélico (la ciudad de la confusión de lenguas y de la pretensión del conocimiento absoluto) sino babilónico, el lugar de la disipación y las pasiones. Aunque babilónico no parezca un atributo muy borgiano, pese a su relato “La lotería en Babilonia”, cada vez son más las elucubraciones sobre el Borges cotidiano e íntimo que van desde películas a las memorias de Estela Canto y la reciente novela Si de Aníbal Jarkowski.
En una lectura azarosa y a los saltos (la única que el género soporta y estimula), Borges babilónico ofrece entradas excepcionales y hallazgos diversos. En “Borges de Bioy”, por ejemplo, Isabel Stratta despliega una escritura precisa (“ráfagas de crítica literaria instantánea”, “conservadurismo pedestre”, “trastienda creativa”) y ensaya respuestas a diversas preguntas: ¿sabía Borges que Bioy estaba registrando las conversaciones que tenían? ¿Qué cambios se producen en la mirada de Bioy sobre su amigo con el paso de los años? ¿Qué “gérmenes de ficciones futuras” se encuentran en las conversaciones?
Otra felicidad que depara el volumen son las entradas sobre literatura francesa redactadas por Magdalena Cámpora. Desmitificadoras, recurren a materiales poco conocidos (sobre todo las conferencias dictadas en instituciones francesas) y discuten con lecturas como las de Jacques Rancière y lugares comunes sobre la supuesta francofobia borgiana. Hay entradas previsibles como la de Flaubert o Voltaire, otras más inesperadas (Rimbaud y Diderot) y ausencias llamativas, como las de Roger Caillois. (La enciclopedia está, como no podía ser de otra manera, repleta de omisiones u olvidos, pero el efecto es estimulante, conduciendo la lectura a un sistema de remisiones infinitas).
La relación con la literatura francesa que Cámpora define como “ambivalente” deja de serlo en la entrada sobre Rimbaud, quien aparece como su contrafigura. Desde muy joven Borges encontró a Rimbaud “aburrido” (grave injuria), pero a lo largo de los años le sirvió para oponerle un tipo de visionario (Blake, Swedenborg) que no rechazaron “los goces peculiares de la sintaxis” (es decir, que se mantuvieron en la literatura y no se entregaron, como Rimbaud, “a la política y al comercio”). Al ser confrontado con un autor central del canon occidental pero al que se refiere en contadas ocasiones, las entradas de literatura francesa trazan un perfil inesperado de Borges.
Otro acierto son las miradas que no omiten la interpretación personal ni la confesión. Edgardo Cozarinsky participa con tres colaboraciones sobre Santiago Dabove, Macedonio Fernández y Victoria Ocampo. Sobre la directora de Sur escribe: “Ante esta mujer hermosa, apasionada, generosa, siempre sentí una admiración más fuerte que cualquier desacuerdo puntual sobre gustos u opiniones”. La opinión no configura un desliz sino la libertad con que los escritores intervienen en la enciclopedia.
Quien llega más lejos es Ricardo Piglia con “Memoria”, ensayo en el que
actualiza la pregunta de Walter Benjamin sobre la crisis de la narración. Si en
Benjamin la crisis se vinculaba al trauma de la guerra, en Piglia su disolución
se debe a la captura por parte del Estado de la memoria. Borges aparece, en
esta hipótesis, acompañado de la narrativa norteamericana contemporánea (Thomas
Pynchon, William Gibson, Philip Dick) y hasta de personajes de la galería del
cómic y el cine como el Joker interpretado por Jack Nicholson.
Hasta El proceso de Kafka, en la entrada de Piglia, se transforma de una novela sobre la justicia en un “proceso a la memoria”. Aunque el texto está tomado de su libro Formas breves, la enciclopedia lo dota de nuevos sentidos: ser interpretado bajo la nómina “memoria”, referir a otras entradas en una red de referencias cruzadas y, sobre todo, subrayar su inestabilidad genérica, entre el relato ficcional, el ensayo de autor y la descripción informativa. Otro hallazgo son la cantidad de entradas referidas al mundo árabe y musulmán´; sorprende por su cantidad.
El autor Jorge Schwartz, ensayista argentino hace tiempo radicado en Brasil, fue el director del museo Lasar Segall, curador de muestras emblemáticas como Brasil 1920-1950 y autor de libros clave sobre Horacio Coppola, Oliverio Girondo y Oswald de Andrade. Schwartz ya había hecho un libro de consulta obligatoria sobre los manifiestos de vanguardia (Vanguardias latinoamericanas: textos programáticos y críticos); y con Borges babilónico logra lo mismo.
No es la primera enciclopedia sobre Borges, hay muchas más, pero esta
tiene la característica de incluir a varios de los críticos más importantes de
su obra provenientes del área universitaria: Beatriz Sarlo, Daniel Balderston,
Ricardo Piglia, Michel Lafon, Carlos García, Emir Rodríguez Monegal, Annick Louis,
Ivan Almeida, Saúl Sosnowski, además de incorporar a críticos brasileños de
reconocida trayectoria en su país como Leyla Perrone-Moisés, João Adolfo
Hansen, Eneida Maria de Souza y Davi Arrigucci. La cuidada edición de Fondo de
Cultura lleva el paroxismo de las enciclopedias al límite: contiene una lista y
un índice de colaboradores, una bibliografía, un índice de entradas y otro de
nombres citados.
De todos los artículos de la enciclopedia tal vez el más curioso sea el de “Borges, Jorge Luis”. La entrada reproduce la inventada por el propio Borges cuando, en la edición de las Obras completas de 1974, imagina su destino póstumo en “una Enciclopedia Sudamericana que se publicará en Santiago de Chile, el año 2074” y que evoca su obra, su fama y “ciertas incurables limitaciones”. Es como si el mundo existiera para terminar en una enciclopedia y que su forma de ordenar las cosas fuese una de las mejores para acceder al conocimiento. Frente a la realidad babilónica que nos agobia, ahí está la apuesta de Borges, enciclopédico y babilónico, tal vez no menos monstruosa.
martes, 23 de mayo de 2023
"Una historia de la lectura, en Borges: el Babilónico propone ese camino y recrea una biblioteca"
[1] Investigadora independiente del CONICET, profesora titular de Literatura francesa en la Universidad Católica Argentina y en la Universidad del Salvador y doctora en Literatura comparada por la Universidad de la Sorbonne (Paris IV). Actualmente investiga las transformaciones editoriales, la historia de la lectura y los usos ideológicos de la literatura francesa en la Argentina del siglo XX, así como las relaciones entre Borges, el francés y la literatura francesa.
lunes, 15 de mayo de 2023
Habla el traductor bengalí de Jorge Luis Borges
viernes, 24 de marzo de 2023
Borges, traductor y censor de Virginia Woolf
“Orlando, una biografía, escrito por Virginia Woolf en 1927, es una sátira al género de biografías, una crítica social a la sociedad inglesa y al machismo imperante. El protagonista, Orlando, vive por 500 años una vida de aristócrata y diplomático, pero de un día para otro se vuelve una mujer. Mientras a él le parece un fenómeno normal, sufre los prejuicios de género. Borges tradujo el texto nueve años después de ser publicado, pero decidió cambiar frases, pronombres e incluso omitió frases completas.” Esto dice la bajada de la nota publicada por la periodista chilena Lissette Fossa, el pasado 28 de febrero, en el periódico digital Interferencia.
Otra polémica traducción literaria: Cuando Borges tocó el 'Orlando' de Virginia Woolf
viernes, 17 de febrero de 2023
Cuando las traducciones mejoran al original
El pasado 27 de enero, Javier Lorca (foto) publicó en la contratapa Página 12 el siguiente texto, que reproducimos a continuación. Es uno de esos artículos que justifican la lectura de los diarios.
Las traiciones
sutiles
En el ensayo “Un poeta desconocido” (1941), el escritor Paul Valéry propuso al ignoto monje André de Compans (1605-1680) como “uno de los más perfectos poetas de Francia” por su traducción del castellano al francés del Cántico espiritual de Juan de Yepes Álvarez, más conocido como San Juan de la Cruz: “Hizo una suerte de obra maestra elaborando unos poemas cuya sustancia no es de él –escribió Valéry–. Casi me atrevería a decir que el mérito de llevar a cabo tan felizmente una obra semejante es más grande (desde luego es más raro) que el del autor, dueño absoluto y libre de sus medios”.
Algunos años antes se había señalado algo parecido pero a propósito de una traducción al castellano de poemas de… Paul Valéry. En su prólogo a El cementerio marino en versión de Néstor Ibarra, Jorge Luis Borges abogó por desacralizar el texto original, sostuvo que en literatura “no puede haber sino borradores”, que las traducciones son documentos de esas vicisitudes y que “el concepto de texto definitivo no corresponde sino a la religión o al cansancio”. Luego, le propuso al lector “saturarse de la estrofa quinta en el texto español, hasta sentir que el verso original de Néstor Ibarra: 'La pérdida en rumor de la ribera' es inaccesible, y que su imitación por Valéry: 'Le changement des rives en rumeur', no acierta a devolver íntegramente todo el sabor latino. Sostener con demasiada fe lo contrario, es renegar de la ideología de Valéry por el hombre temporal que la formuló”. De la superchería del original deviene (es inexorable) la del autor; la obra de arte y su valor estético prevalecen.
Los primeros párrafos del prólogo de Borges al Cementerio marino son idénticos a los párrafos iniciales de su ensayo “Las versiones homéricas” (ahí está, además, el germen de “Pierre Menard, autor del Quijote”). Ambos textos se publicaron en 1932 pero, curiosamente, el prefacio a Valéry apareció sólo en francés y recién 45 años después en castellano. Según recordó el escritor José Bianco, Néstor Ibarra tradujo para la misma edición bilingüe tanto Le cimetière marin (del francés al castellano) como el prólogo de Borges (del castellano al francés). Ibarra, que se convertiría en uno de los introductores de Borges en Francia, incluso hizo algunos cambios en el prefacio: por ejemplo, reemplazó a Cervantes y Don Quijote por Virgilio y La Eneida (así seguía figurando hasta hace poco en las Oeuvres complètes publicadas por Gallimard, donde también se afirmaba que el prólogo había sido escrito por Borges en francés).
Quizá con amor a la simetría, el mismo Pepe Bianco contó que al menos una vez prefirió una traducción a su original y que fue, justamente, aquella versión de Ibarra del prólogo de Borges: “He leído esas páginas muchas veces en francés, hasta que por fin este año (1975) las he leído en Prólogos, libro en el cual aparecen por primera vez en español –relató–. ¿Necesito decirlo? El original español se me antoja menos terso, menos discreto y persuasivo, me recuerda menos a un determinado Borges, al Borges que prefiero, que la traducción francesa”.
Además de escritor y secretario de redacción de la revista Sur, Bianco fue un reconocido traductor. Tradujo a Stendhal, Samuel Beckett, Roland Barthes, T. S. Eliot, también a Paul Valéry. Entre las versiones pioneras en castellano de Henry James están las suyas y gracias a él la novela The turn of the screw no es conocida como “La vuelta del torno” ni “El giro del tornillo” (títulos dignos de una ferretería, diría Juan Villoro), sino como Otra vuelta de tuerca. En la década de 1960 fue, junto con Rodolfo Walsh, responsable de las primeras traducciones al castellano de Ambrose Bierce, el extraordinario cuentista norteamericano. Su versión del relato “Uno de los desaparecidos” podría integrar una precaria lista de traducciones que “superan” al original (una lista siempre provisoria, esclava del gusto de la época y el capricho del lector).
El relato de Bierce está en la serie conocida como Cuentos de soldados y civiles y transcurre en la Guerra de Secesión de los Estados Unidos. Al soldado Jerome Searing se le ordena dejar las trincheras y explorar la posición del ejército confederado. Tras avistar al enemigo a distancia desde un monte, decide disparar. Apunta con su rifle, prepara el gatillo y, en ese momento, un cañonazo estalla cerca de él. Cuando se recupera, se encuentra atrapado entre escombros, inmovilizado, con su propio rifle gatillado a centímetros de su cabeza, apuntándole a la cara. Pronto el pánico lo domina, sabe que en cualquier momento, al menor movimiento, la bala lo destrozará. Intenta todo pero fracasa y, entonces, después de una espera que siente interminable, decide acabar con la tortura, decide presionar él mismo el gatillo. Lo hace, pero la detonación no se produce. El arma ya se había disparado antes, cuando lo derribó el cañonazo. De todas maneras, el efecto es el mismo: el soldado muere aterrorizado. Esa es la primera parte del cuento. En la segunda parte, Bierce vuelve atrás y narra cómo, desde la trinchera, el soldado Adrian Searing oye a las 6 y 18 minutos una explosión (el cañonazo) y, poco después, recibe la orden de encabezar otra expedición, en la misma dirección que emprendió su hermano. A las 6.40 encuentran el cadáver.
¿Qué hizo Bianco en su versión? Dividió en dos la segunda parte del cuento original e intercaló un primer fragmento (el cañonazo, el anuncio de la nueva expedición) dentro de la narración principal. El otro fragmento lo dejó al final del texto. Así, el lector percibe dos aspectos de la historia en paralelo y sabe con antelación que se prepara una expedición para buscar al soldado. El lector sabe algo que el personaje ignora (la definición de suspenso, según Alfred Hitchcock), sabe que si el soldado resiste un poco más, vivirá.
La sutil traición de Bianco al texto original inscribió a un relato de 1888 en las estrategias narrativas del siglo XX, de las que el propio Bierce fue precursor. La generación adicional de suspenso en el cuento, esa expectativa finalmente frustrada, no habría disgustado a Bitter Bierce, que nunca se caracterizó por el exceso de optimismo. En su Diccionario del Diablo dejó definiciones como la siguiente: “Futuro: Período en que nuestros asuntos prosperan, nuestros amigos son sinceros y nuestra felicidad está garantizada”.