miércoles, 31 de marzo de 2021

Dante censurado por su traductora neerlandesa

 

A la censura retrospectiva de Agatha Christie, la frustrada traducción de la acaso prescindible Amanda Gorman, a las recomendaciones de cancelar a Shakespeare, se suma ahora el recorte de la traductora belga Lies Lavrijsen a la aparición de Mahoma en la Divina Comedia, para no ofender a los musulmanes.

La escritora argentina Adriana Harcwiz, residente en Francia, fue quien nos envió la noticia publicada en Le Courrier International. En paralelo, escribió en su Twitter: "Le llegó el turno a La Divina Comedia!! Traducida al holandés en "un estilo más accesible" y sin el profeta Mahoma en el Infierno, como corrección preventiva. ¿Para cuándo la retraducción de Céline prosionista? ¿Para cuándo un Marqués de Sade deconstruido y militante feminista?" Con todo, ya en 2012 existía un antecedente, cuando la organización Gherush 92 pedía que ésa y otras obras clásicas fueran censuradas. Para más datos, puede consultarse: 

https://www.levante-emv.com/cultura/2012/04/01/censurar-dante-locura-correccion-politica-12993776.html


En la nueva traducción neerlandesa de Dante, el nombre de Mahoma desapareció

El Infierno, de Dante, acaba de aparecer en neerlandés en una nueva traducción. El estilo fue adaptado para ser más accesible, principalmente a los jóvenes, y se llevaron a cabo algunos cortes. Así, el pasaje en el que figura el profeta Mahoma fue levemente modificado "para no herir inútilmente". Esa decisión suscita polémica, tanto más porque no se llevó a cabo a partir de ningún medido por parte de los musulmanes.

El punto de partida fue un programa difundido el sábado 20 de marzo en la estación belga Radio 1. Entre los invitados estaba Lies Lavrijsen, traductora literaria que había ido a presentar De Hel (El Infierno), una nueva traducción de la obra de Dante para la casa editorial neerlandesa Blossom Books.

Ese texto poética que data del siglo XIV (el primero en ser escrito en italiano vulgar) fue adaptado para hacerlo más agradable y accesible, principalmente para los jóvenes. La traductora belga hizo "una magnífica traducción de la primera parte de la Divina Comedia, como si Dante fuera un slamer de los siglos XIII (y XIV), indica Radio 1 sobre su sitio.

Como les describió Lies Lavrijsen a los oyentes, en ese relato, Dante penetra en el Infierno, allí explora los nueve círculos concéntricos y conoce a numerosas personas, ente las cuales hay figuras históricas, allí asignadas y sometidas a suplicios en razón de sus pecados más o menos graves. En el octavo círculo, el poeta conoce al profeta Mahoma, castigado "porque al difundir su religión, habría sembrado la discordia en la Tierra", reporta De Standaard, pero ese pasaje fue parcialmente cortado en el texto.

martes, 30 de marzo de 2021

Las librerías, que perciben entre el 35 y el 40% del precio de tapa de los libros (o sea, bastante más que los autores) tuvieron un año difícil

El pasado 23 de marzo, la agencia TELAM publicó sin firma un artículo que refleja la encuesta que la Cámara Argentina del Libro (CAL) realizó con 140 librerías de toda la Argentina.

Las librerías vieron caer las ventas hasta 50% pero capitalizaron el comercio on line

Las librerías de todo el país enfrentaron la pandemia, los efectos del aislamiento y el distanciamiento social con una caída de las ventas generalizada que en algunos casos llegó al 50%, aunque lograron reconfigurarse a partir de las posibilidades que ofrecen los nuevos canales de venta electrónicos, según una encuesta desarrollada por la Comisión de Comercio Interior de la Cámara Argentina del Libro (CAL).

El estudio se realizó a través de una encuesta enviada por correo electrónico a 140 librerías de todo el país que tomó en cuenta el período comprendido entre diciembre de 2019 y octubre de 2020 y apuntó a conocer las reacciones que tuvieron los distintos actores del sector frente a la pandemia y cómo hicieron para enfrentar las restricciones a la circulación a través de las alternativas de comercio que generaron las distintas etapas de aislamiento y distanciamiento social.

Según la encuesta, la caída de ventas fue generalizada y osciló en rango del 26% al 50%, aunque las librerías virtuales sintieron mucho menos ese descenso abrupto de la venta que afectó de lleno a aquellas librerías que solo tenían local a la calle.

“Al igual que en otras industrias y comercios, las librerías tuvieron que permanecer cerradas un largo tiempo. Por ejemplo, las dos cadenas más importantes tienen sus locales en shoppings o en avenidas que vieron restringida totalmente su circulación”, analiza Juan Pablo Pampin, coordinador de la Comisión de Comercio Interior, vicepresidente de CAL y responsable del estudio.

Pampín remarca también que los libros durante las crisis son un consumo de segundo o tercer orden: ”Los consumidores, al ver comprometidos sus ingresos, lo primero que deja de lado son los consumos que consideraban de menor importancia”.

De los negocios que respondieron el formulario, el 40% se encuentra en la Ciudad Autonóma de Buenos Aires y en el Gran Buenos Aires, seguido por las librerías del centro del país. De ese total relevado, el 51% cuenta con una librería on-line, de las cuales el 32% la abrió durante la pandemia. Fue ese cambio de modalidad el que las llevó a publicitar y generar más estrategias para redes sociales y así apuntalar el negocio. Las redes más usadas son Facebook (88%), Instagram (80%) y Whatsapp (78%) para las librerías con local a la calle, e Instagram (100%), Whatsapp (92%) y Facebook (85%) para las virtuales.

El comercio electrónico en 2020 pasó a representar casi el 40% de la facturación de las librerías, lo que implicó un incremento del 144% respecto a las operaciones de de ese tipo durante 2019. En esa misma línea, Mercado Libre también aumentó su participación en las ventas: pasó de 7% al 17%.

Al respecto, Pampin destaca que la pandemia implicó tanto para los libreros como para los lectores un cambio de percepción sobre los costos: ”Todos aprendimos que enviar las cosas cuesta dinero y que, más allá de lo que paguemos, tenemos que esperarlas. En Buenos Aires, estábamos muy mal acostumbrados a que los envíos se hacían de modo gratuito y rápido, porque sino nos corríamos al local más cercano. Todos asimilamos ese aprendizaje que todos tuvimos que asimilar ante la imposibilidad de poder salir de nuestras casas y definitivamente vino para quedarse”, vaticina. Y aclara, además, que en la industria del libro el costo logístico es muy alto en relación al precio del producto: un libro promedio y del tamaño de un celular vale $950 y un “envío cercano” no vale menos de $300.

Las librerías con un único local tuvieron, además, dificultades para solventar los alquileres, los sueldos y los servicios. A pesar de eso, no disminuyó la cantidad de empleados que tienen. Pampin cree que esto se debe a que la mayoría de las librerías que respondieron la encuesta son librerías medianas y pequeñas, en gran mayoría atendidas por sus dueños y por familiares directos. “El de librero es realmente un oficio muy noble y de mucha transmisión de conocimientos que se va dando naturalmente de generación en generación, cuesta mucho tiempo formar un buen librero”, sostiene el vicepresidente de CAL.

Para descargar el informeclick acá.

lunes, 29 de marzo de 2021

Agentes literarios: para los novelistas, un mal necesario. No así para la literatura artística




El pasado 21 de marzo, Ana Clara Pérez Cotten publicó en la página de la agencia TELAM un artículo a propósito del papel que cumplen los agentes literarios en la actualidad. Se completa con algunas opiniones de editores.

Agentes literarios, entre la complicidad con los autores y los vínculos complejos con las editoriales

Intermediarios entre los autores y los editores, a veces, y confidentes o consejeros, otras, los agentes literarios son parte de la cadena de producción, participan en la conversación creativa que implica la edición de un libro, se especializan en el arte complejo de tallar la imagen de los autores y de impulsar giros en una trayectoria ascendente, como ocurrió con la escritora Louise Glück, cuyo agente apostó a un cambio drástico de sello para obtener mayores ganancias luego de la visibilidad que le dio el Nobel de Literatura.

La figura del agente forma parte de una rica tradición inaugurada por la española Carmen Balcells –que tuvo un rol decisivo en la proyección literaria del escritor colombiano Gabriel García Márquez– pero que a lo largo del tiempo ha dado lugar también a intervenciones más controvertidas, como la que recientemente protagonizó el estadounidense Andy Wylie cuando alentó a Glück a abandonar el sello Pre-textos, que había apostado a ella cuando era una ignota poeta, por un contrato más ventajoso en la editorial Visor.

Según las prácticas afianzadas del mercado editorial, los riesgos los corren los sellos independientes mientras que los grandes conglomerados aparecen cuando una obra o su autor han sorteado el anonimato para situarse en el umbral de un probable éxito de ventas, una lógica que en este caso evaporó la lealtad hacia el editor que apostó sostenidamente a Glück y alentó al agente de la poeta, Andrew “El Chacal” Wyle, a buscar una nueva casa editora al mejor postor, que resultó ser Visor.

Si bien en la Argentina el rol aparece diluido porque es asumido por otros actores de la cadena, muchos escritores recurren a los servicios de profesionales que, con sede en Europa o Estados Unidos, se dedican a asesorarlos, a representarlos y negociar sus derechos. “El agente es elegido por el escritor para ocuparse de la mejor difusión de su obra. Dependiendo de qué agente y qué escritor, hasta donde llega el alcance de esa relación, desde comentar ideas hasta conseguir que sus novelas lleguen a las librerías, y si es posible, al cine o la televisión”, define en diálogo con Télam Guillermo “Willie” Schavelzon, exlibrero, exeditor y fundador de la agencia literaria Schavelzon-Graham, que desde Barcelona representa la obra un centenar de autores, entre los que se encuentran Claudia Piñeiro, Martín Kohan, Gioconda Belli, Ricardo Piglia y María O'Donnell.

Para Pau Centellas, presidente de la Asociación de Agencias Literarias de España y agente en la agencia Silvia Bastos, lo más complejo es hacer coincidir los intereses de los autores con los de los editores. “O dicho de otro modo: convencer a los editores de la conveniencia para su editorial de publicar la obra de un autor”. Acepta que, si el autor se lo pide, la participación del agente enriquece al proceso: “Hay obras que han cambiado considerablemente tras la lectura de un agente. Dicho esto: el mérito es únicamente del autor, pues también es suya la potestad de aceptar o rechazar las sugerencias o comentarios que le hace el agente”.

“Un agente tiene que tener visión estratégica y saber anticiparse un poco. Una carrera literaria se construye de a poco y con cada libro; hay que saber proyectar a futuro”, considera María Lynch, fundadora de la reconocida agencia Casanovas & Lynch en Barcelona, que representa a Mariana Enríquez, María Gainza, Pola Oloixarac, Martín Caparrós y Federico Andahazi.

Para Lynch, el agente forma parte del primer eslabón en el proceso creativo: ”Es quien escucha por primera vez la idea o proyecto de un libro y acompaña durante el proceso de escritura. También es el primer lector, y esa primera lectura es muy delicada porque todas las expectativas están puestas en ella”. La participación de esta agente literaria en el proceso depende del autor.

“En algunos casos leo varias versiones de un manuscrito y acompaño la edición. En otros, apenas sugiero cambios; a veces participo en la planificación previa a la escritura, otras sugiero títulos, cubiertas...”, apunta.

Sandra Pareja es una de las agentes de Massie & McQuilkin, con sede en Nueva York, pero hasta 2020 trabajó en Casanovas & Lynch. “Llevaban a muchos autores argentinos y me ocupaba de los derechos al extranjero. María Sonia Cristoff fue la primera autora que fiché. Encontré uno de sus textos en una antología chilena y también me atrajo su perfil más secreto. Devoré toda su obra en cuestión de días porque era sólida y siempre interesante. Mi segundo fichaje fue Roque Larraquy, siendo 'La comemadre' un libro viral entre mis amigos lectores”, cuenta Pareja.

Desde Massie & McQuilkin, representa a Pablo Katchadjian y Mariana Travacio. ”Por estos cuatro autores siento una profunda admiración y estoy convencida de que dejarán huella en la historia de la literatura argentina y en el mundo que la lee”, sostiene. Le gusta sentir que estimula la creatividad de los autores, que los apoya y acompaña.

“Creo que, en la época digital, más que el tamaño del mercado, pesan las distancias geográficas. Por lo menos hasta el año pasado, un agente viajaba mucho. Estar lejos es muy costoso, en dólares y en esfuerzo”, arriesga Schavelzon pero remarca que una agencia también requiere de ciertas condiciones macroeconómicas para su desarrollo. “Argentina necesita más lectores. Mejor dicho: que la gente pueda comprar más libros. Todo lo demás puede estar en cualquier parte. Hoy importa poco dónde está geográficamente una agencia, lo que importa es su mirada internacional, su saber leer, su saber hacer, y como decía antes, poder hacer”.

En los últimos años, las editoriales han explorado cómo asistir a los autores que no tienen agente. Si bien muchas veces las oficinas que desde la editorial representan al escritor no funcionan porque niegan la contradicción de intereses entre las partes, los protagonistas advierten que, como con todo en la vida, la cuestión es más compleja.

“Hace falta una figura del agente más local, dentro de la editorial o que los representen desde afuera. Que busquen lugares y nuevos contratos para la literatura argentina”, reconoce Paola Lucantis, editora de ficción desde 2015 del sello Tusquets, y coincide con que esa ausencia se debe a que es un trabajo que requiere de una gran inversión de tiempo y dinero.

Lucantis cuenta que, en la práctica, los editores muchas veces hacen un acompañamiento y derivan las cuestiones administrativas y contables a la oficina regional correspondiente. “Después de la publicación de 'Las malas', recibí distintos países por la obra de consultas de editores de Camila Sosa Villada y algunos finalmente llegaron a contratar los derechos y otros compraron los derechos para la producción audiovisual”, relata. Otras veces son los scouts (cazatalentos), los traductores y otros editores los que identifican un catálogo y ubican al editor para ver cómo publicarlos.

Con la experiencia de los años y sin subestimar su oficio, Schavelzon coincide en que en la práctica los roles suelen superponerse. “Las grandes editoriales tienen en sus equipos a editoras y editores inquietos, que muchas veces engañan a sus propios jefes, que son financieros, porque quieren publicar libros de calidad. Y lo logran. Navegando entre literatura y mercado sigue habiendo lugar”.

Para Maximiliano Papandrea, fundador y editor del sello Sigilo, el triángulo autor-agente-editor está en pleno proceso de cambio. Al esquema ortodoxo (cuando un autor recurre a un agente) y al de la editorial que asume y ejerce el derecho de traducción, se suma ”el modelo asociativo” en el que las editoriales se relacionan con agencias. “Tenemos una asociación con la agencia Indent y cuando contratamos un autor sin agente, los representa Sigilo en sociedad con Indent. Cobramos el mismo porcentaje que pediría una agencia, pero lo repartimos entre las dos partes”, cuenta Papandrea. Indent tiene sede en Nueva York y representa a muchos de los autores de la nueva camada latinoamericana: Luis Chaves, Guadalupe Nettel, Luis Sagasti, Pedro Mairal y Eduardo Halfon.

Ese esquema de representación fue el que usaron para que los derechos de traducción de Cometierra de Dolores Reyes se vendieran a Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, Polonia, Turquía, Suiza, Grecia, Noruega, Brasil y Portugal.

Más allá de las configuraciones que asuma el triángulo, Papandrea cree que hay algo en la esencia misma aquello que se intercambia, los libros, que hace que las fronteras se disuelvan: puede tardar más, pero los buenos libros siempre están circulando.

viernes, 26 de marzo de 2021

El silencio de la AATI: el que calla, otorga

En la entrada del pasado 8 de marzo, reflexionábamos en este blog a propósito de la metodología a la que recurre la Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes (AATI) para imaginar una tarifa mínima para la traducción literaria en nuestro medio.

Decíamos, entre otras cosas, que la cifra a la que se llegaba reflejaba lo que las editoriales estaban dispuestas a pagar y no lo que debieran pagar. También, que, pese a la sugerencia de que ésa debía ser la tarifa mínima de referencia, las editoriales la tomaban como máxima y que, cuando se las cuestionaba, se escudaban en que la AATI proponía eso, no queriendo advertir que hay una diferencia sustancial entre lo mínimo y lo justo. Por su parte, la institución nada dice respecto de ese abuso.

De lo dicho, también se desprende que la AATI (a diferencia de la española ACETT, que, en más de una oportunidad fue puesta como su modelo), si bien asesora a sus socios sobre contratos y brinda asesoría jurídica ante conflictos entre traductores y editoriales, no denuncia las malas prácticas (pagos por debajo de la tarifa mínima, demoras en la realización de esos pagos, etc.), con lo cual, su  "defensa" de los traductores literarios se limita a cuestiones tan discretas que, puede decirse, asumen la calidad de secretas. 

Desde la publicación de esas líneas, no hubo respuesta alguna ni tentativa de justificación. La política de la AATI parece consistir en esquivar las críticas y dejar todo como está, acaso especulando con que la memoria del escándalo, al menos en la Argentina, suele ser breve. 

De hecho, en el  tiempo transcurrido, hubo nuevos índices oficiales de inflación, pero las "tarifas mínimas de referencia" de la AATI para la traducción literaria siguen siendo las mismas y equivalen a casi un tercio de lo que ganan los traductores literarios de la región, aun cuando el precio de tapa de los libros sea prácticamente el mismo de un país a otro.

Off the record, la respuesta suele ser la misma: en la medida que haya más traductores literarios asociados a la AATI, habrá una base estadística mayor para poder dirimir cuestiones de  tarifas. Cabe entonces preguntarse por qué la AATI, con independencia de lo que respondan sus socios en los cuestionarios ad hoc, no sale a buscar otras referencias, contentándose con los "valores del mercado", que son los impuestos por las editoriales.  

¿No va siendo entonces hora de que los traductores literarios nos preguntemos qué representatividad tiene la AATI y para qué  sirve? Luego, su manera discreta de proceder, ¿no atenta seriamente contra nuestros intereses? ¿No será que en ese comportamiento timorato hay algo así como una estrategia? ¿No se tratará de que, más que interesarse en los abusos sufridos por los traductores literarios, a la AATI le interesa vivir en armonía con las editoriales, las cuales le dan entidad porque eso las beneficia, en lugar de defender realmente a los traductores?    

Jorge Fondebrider

jueves, 25 de marzo de 2021

Los rigores de la vida silvestre

El 12 de febrero pasado, Roberto Rueda Monreal, traductor literario, politólogo y escritor mexicano, publicó en El sol del México, la siguiente entrevista con Claudia Cabrera, traductora de Bambi, una vida en el bosque, del autor austríaco Felix Salten, libro para adultos sobre el que se inspiró Walt Disney para la película Bambi.


Bambi, entre el bosque y él

Aunque es considerada la película más oscura y seria de Disney, se queda corta en relación con lo que se plantea en el libro. De acuerdo con su traductora, Felix Salten describe de manera naturalista y sin romanticismo alguno la vida de los animales en el bosque.

El tema salió en un desayuno entre traductores literarios, en pleno trajín gremial, a propósito de las primeras películas que uno vio en la vida, por no decir la primera.

Se mencionaron varias que Disney habría sacado hace mil años. Y fue en ese momento cuando se me vino a la mente de manera muy natural. Estaba por completo en el olvido, pero lo recordé como si hubiese ocurrido un día antes de ese desayuno. Mi hermano Polo había juntado un dinerito y, sin más, se dispuso a llevarme por primera vez al cine, sorprendiéndome. ¿La película? ¡Bambi! (Disney, 1942).

La identificación con el personaje fue brutal. Para mi niño de entonces, de tan sólo seis años de edad, ver a un crío de venado, un cervatillo, siendo arrojado al mundo cruel y salvaje luego de que desalmados cazadores le han dado muerte a su protectora madre, fue de un impacto tremendo. Una identificación brutal, ya les decía.

Lo recuerdo muy bien. Por muchos y larguísimos días entendí el contexto crudo y violento en el que vivía a través de Bambi, la película, sólo que, en mi caso, ni en mi casa, ni en mi calle, ni en mi colonia hubo ningún venado Príncipe del Bosque que me hiciera más placentera la transición hacia la madurez. Pero esa es otra historia.

Regresando a la reunión en el mencionado desayuno, antes bien, me sorprendió agradablemente saber que la vicepresidenta de Ametli (Asociación Mexicana de Traductores Literarios), Claudia Cabrera, es la traductora literaria de Bambi, una vida en el bosque, la historia original, la del austriaco Felix Salten (que, a su vez, no es en absoluto la de la versión cinematográfica norteamericana, con cuya trama, que no se desarrolla en ningún bosque europeo sino en uno de Virginia, yo crecí).

Así las cosas, me entusiasmó de inmediato la idea de una entrevista, a la cual amablemente accede al Premio Bellas Artes de Traducción Literaria “Margarita Michelena”.

Le cuento una anécdota –introductoria sobre la película, y he ahí que comienzo con cuestiones.

–¿De verdad es muy diferente la historia de la película a la del libro de Felix Salten?
–De entrada, quiero decir que me entusiasmó la posibilidad de traducir un cuento que tan buena acogida tuvo como película en nuestro país, que era ya un clásico. Además, me abrió las puertas a la traducción de literatura infantil y juvenil, en la que nunca había incursionado. Sin embargo, conforme fui avanzando en la lectura, me di cuenta de que el libro, escrito en 1923 por el austriaco Felix Salten, poco tenía que ver con la película, y que no necesariamente podía considerársele como un libro infantil. Para empezar, es mucho más sanguinario y cruel que la filmación de Disney. También mucho más filosófico y reflexivo.

–¿A qué te refieres?
–A que Bambi, aunque es considerada la película más oscura y seria de Disney, se queda corta en relación con lo que se plantea en el libro. En su relato, Salten, cazador apasionado, nos describe de manera naturalista y sin romanticismo alguno la vida de los animales en el bosque. Aunque el libro empieza en verano, cuando la naturaleza está en plenitud y la vida y el alimento abundan, conforme va pasando el tiempo y llega el invierno, la comida escasea y los animales empiezan a pasar hambre y miseria: "La gran penuria, que parecía no tener fin, propagaba una gran amargura y brutalidad. Contravenía la práctica, socavaba la conciencia, aniquilaba las buenas costumbres y los buenos modales y destruía la confianza. Ya no había clemencia, ni paz ni consideración". Así se nos narra sin ambages cómo las cornejas matan "de la manera más cruel" al hijo del conejo, cómo la ardilla es herida de muerte por la marta y rematada por las urracas y cómo el zorro despedaza al faisán. También somos testigos de la destrucción propagada por Él, nombre genérico que los animales le dan al hombre.

–Sin embargo, hay algo peculiar con este Él en realidad, ¿cierto?
–Así es. Él rige como un dios todopoderoso por encima de los animales, los caza sin piedad –también a la madre de Bambi–, es dueño de su vida y de su muerte, y ellos sienten por Él un terror reverencial, puesto que no comprenden de dónde vienen su fuerza aniquiladora y su poder. En largas disquisiciones de talante casi religioso los animales tratan de explicárselo, sin obtener ninguna respuesta. El único que sabe que Él no es omnipotente es el Viejo, el padre de Bambi. Entre todas las enseñanzas que le deja a su hijo, ésta será la lección de vida más importante.

Para ser un cuento sobre "el bosque, los animalitos y las plantitas", Bambi, una vida en el bosque aborda pasajes harto filosóficos y profundos.
–¡Absolutamente! En otro pasaje, por ejemplo, el que anuncia la llegada del invierno, somos testigos del tristísimo diálogo entre dos hojas a punto de caer de un árbol. En una charla gentil y conmovedora las hojas se lamentan de su muerte inminente y se preguntan qué hay "allá abajo", la incierta dirección en la que han ido desapareciendo poco a poco todas sus hermanas. Sin mencionar ni una sola vez a la muerte, este pequeño capítulo constituye una hermosa metáfora sobre nuestro destino ineludible.

La muerte sin ser nunca pronunciada. ¡Qué duro y qué hermoso al mismo tiempo!

A pesar de la crudeza con que está escrito y de los duros temas que trata, Bambi, una vida en el bosque es uno de los textos más hermosos que he traducido. Está escrito en una bellísima prosa lírica, de una riqueza léxica enorme y gozosa, que produce un gran placer tanto al leerlo como al traducirlo.

–¿Preparaste un proyecto de traducción? Es decir, ¿cómo llega este reto literario a tus manos?
–Fue un encargo que me llegó por parte de Gimena Romero, artista textil mexicana, quien estuvo un tiempo viviendo en Barcelona y había estado trabajando con la editorial española Thule. El editor José Díaz le pidió que ilustrara la versión del libro en español y ella, quien sabe que yo soy traductora de alemán, sugirió que la traducción la hiciera yo.

Los proyectos de este tipo suelen implicar todo un reto, una serie de observaciones previas o de ciertas restricciones editoriales, a veces muy desligadas del trabajo profesional de la traducción. ¿Te sucedió algo así con este?

Como bien dices, fue todo un reto, sí. Esto representó un reto particular para la traducción puesto que, al ser un libro cuyo mercado principal iba a ser España, tenía que estar escrito en español castellano y no en la variante mexicana, que es la mía. Normalmente no accedo al pedido de las editoriales mexicanas que me solicitan que escriba mis traducciones en español "neutro", eufemismo usado para decir que el traductor debe prescindir de toda marca regional o que las escriba en el español de España, para que los libros se vendan mejor en ese país. Me niego porque me parece que, igual que todo autor hispanoparlante escribe por descontado en su propia variante, sea cual sea su país de origen, también todo traductor debe poder hacer lo mismo.

miércoles, 24 de marzo de 2021

¡Chiques, chiques: nuevo gadget inclusivo!


La noticia se publicó sin firma, el pasado 11 de febrero, en el diario mexicano Excelsior. Allí se lee en la bajada: “La Ibero y la U. de Valencia presentan esta herramienta en la redacción de textos; puede detectar palabras no inclusivas y dar sugerencias para sustituirlas”.

Lanzan CaDi, el primer traductor de lenguaje inclusivo

Con el objetivo de construir sociedades más igualitarias y con una perspectiva de género desde las aulas universitarias, fue presentado el primer traductor inclusivo, CaDi.

Ante la Red Universitaria de Géneros, Equidad y Diversidad Sexual (Rugeds), la doctora investigadora de la Universidad de Valencia, Capitolina Díaz, desveló este software que fue elaborado en coordinación de la Universidad Iberoamericana para apoyar a los estudiantes a redactar textos con un lenguaje inclusivo.

De acuerdo con la Ibero, la académica explicó que el software “nos ayuda, nos alerta, cuando tenemos una palabra que no es inclusiva y ofrece sugerencias para sustituirla”.

Este traductor, indicó la doctora Capitolina Díaz fue elaborado con base en todos los diccionarios incluyentes que el equipo de desarrollo conoce, entre los que destacan Guía para la revisión del lenguaje desde la perspectiva de género de Mercedes Bengoechea; y la Guía para el uso no sexista del lenguaje, en la Universidad Autónoma de Barcelona de Heura Marçal, Fiona Kelso y Mercè Nogués.

Así como En masculino y en femenino. Las profesiones de la A la Z de Eulalia Lledó Cunill; Lengua y discurso sexista de María Luisa Calero Vaquera; Herramientas para el uso del lenguaje no sexista de la Universidad de Sevilla; y las recomendaciones de la UNESCO (1999).

A continuación se presenta el paso a paso para la utilización de CaDi:

1. Visitar CaDi (DA CLICK AQUÍ)

2. Al entrar, hay una ventana en donde se pega el texto a revisar

3. Para saber si la redacción es incluyente, se da clic en el botón ‘comprobar texto’

4. Debajo de esa ventana, aparecerá una nueva que indica el texto sugerido

5. Pone en rojo aquellas palabras que podrían ser excluyentes, lo cual ayuda a reflexionar

6. Aparecen en azul las palabras sugeridas

7. En caso de que la palabra no guste, se puede dar clic en sugerencias y aparecen nuevas con las que también es posible reemplazar a las que se marcaron como no incluyentes

8. También está la opción de sugerir una corrección. Estas palabras ayudarán a las personas que están detrás del software

La académica de la Universidad de Valencia añadió que a las máximas casas de estudio “se les pide utilizar, promover y hacer oficial el uso incluyente y no sexista del lenguaje, tanto en las comunicaciones institucionales como en los discursos cotidianos de las comunidades académica, estudiantil y administrativa”.

Agregó que otra exigencia es la redacción en femenino de todos los títulos profesionales que se entregan a las mujeres.

martes, 23 de marzo de 2021

Los cuentos completos de Clarice Lispector

El pasado 17 de marzo, Mónica López Ocón publicó el siguiente artículo en el diario Tiempo Argentino. Trata sobre la edición de los cuentos completos de Clarice Lispector que, con traducción de Paula Abramo, publicó el FCE de México en 2020.




Los cuentos completos de Clarice Lispector ya están en las librerías de Argentina

En 2020 se cumplieron 100 años del nacimiento de Clarice Lispector, considerada una de las mayores voces de la literatura brasileña del siglo XX. Pero los festejos trascendieron las fronteras porque esta mujer, cuyo aspecto se acercaba más al de una diva de Hollywood que al de una escritora, cautivó a lectores de diversas latitudes. No solo es la autora más leída en Brasil, sino también la más traducida. Para dar cuenta de su trascendencia local y su proyección internacional basta con decir que solo hay dos autores que tienen un día dedicado a ellos en todo el mundo. Uno es James Joyce con el Bloomsday y la otra es Clarice.

En Argentina, es la editorial Corregidor la que ha publicado la mayor parte de sus textos desde el año 1977 en adelante y la que sigue incorporando de manera continua nuevos títulos. Ahora se suma la posibilidad de leer sus cuentos completos publicados por el Fondo de Cultura Económica con traducción de Paula Abramo y prefacio y organización del crítico e historiador norteamericano Benjamín Moser, que también es autor de una biografía de la autora con la que en 2016 ganó el Premio Itamaraty de Diplomacia Cultural, concedido por el Ministerio de Relaciones de Brasil, y de otra de Susan Sontag por la que se hizo acreedor nada menos que del Pulitzer de Biografía en 2020.

Por su parte, Paula Abramo, nacida en México, lleva traducidos del portugués al español más de 40 libros. Estudió Letras Clásicas en la Universidad Nacional de México y es, además de traductora, poeta.

Este volumen de cuentos con nueva traducción es fundamental para adentrarse en la narrativa breve la autora. Apareció en 2020 en México como parte de las celebraciones que tuvieron lugar en diversos países al cumplirse 100 años del nacimiento de la autora el 10 de diciembre y ahora es distribuido en toda América Latina.

Según lo señala Moser en el prefacio, “este libro, en muchos aspectos, no tiene precedentes. La totalidad de los cuentos de Clarice no se había reunido en un solo volumen en ningún idioma, ni siquiera en portugués, sino que se publicó en inglés, en 2015, en Estados Unidos y en Reino Unido. Este libro incluye un capítulo de `Cartas a Hermenegardo`, que descubrí en un archivo. La obra, fuera de lo común, ofrece nuevas evidencias del Spinoza al que la autora leyó cuando era estudiante, una influencia que seguiría teniendo resonancias en ella durante el resto de su vida.”

Y agrega: “Por emocionantes que sean estos descubrimientos bibliográficos para el investigador o el biógrafo, algo mucho más sorprendente se manifiesta cuando estos cuentos se observan en su totalidad. Es un hecho cuya importancia histórica no habría notado ni siquiera la autora misma, ya que no puede verse sino en retrospectiva. Y su fuerza sería considerablemente menor si se tratara de una expresión ideológica, y no de una consecuencia natural de la experiencia de la autora.” Moser se refiere a la forma en que sus relatos breves dan cuenta, como si se tratara de un espejo, de la trayectoria vital de la autora: cuando Claricce es una mujer joven de una belleza inusual, sus personajes lo reflejan. Del mismo modo, cuando su cuerpo comienza a sufrir los ultrajes de la edad y más tarde, los estragos del cáncer, enfermedad de la que murió a los 57 años, sus personajes están en sintonía con este proceso de deterioro. “Por eso, concluye, Esta obra es el registro de toda la vida de una mujer escrito a lo largo de toda la vida de esta mujer.”

Es realmente una rareza, según lo señala Moser, que Clarice haya logrado escribir una obra tan extensa, en un momento en que se veía como muy natural que las mujeres se ocuparan más de atender su casa que de quitarle tiempo a lo que se suponía que eran obligaciones femeninas, para dedicarse a escribir, lo que sin duda era un privilegio que solo tenían los hombres. El autor del prefacio cita al respecto un ensayo de Tilli Olsen de 1962, Silence in Literatura, en el que el que consigna que, en ese momento, solo un escritor de cada doce era mujer.

Sus personajes luchan contra los prejuicios que pesan sobre la mujer y que condicionan el lugar que ocupa en la sociedad. Por eso la producción de la autora que, por sus riquezas se ofrece a múltiples lecturas, ha sido leída también en clave feminista. La propia Virginia Woolf, con quien se la comparado en muchas ocasiones, pocas veces figuraba en los libros de texto de habla inglesa. Según afirma Moser, a Clarice la comparación no le gustaba porque consideraba que su par se había rendido, había dejado de luchar a favor de la causa femenina, cuando la mujer tiene “el terrible deber es ir hasta el fin”. Por eso, por sus cuentos circulan mujeres cuya voz ha sido silenciada por la sociedad.

Moser también ve en ellos un eco del misticismo judío. Hay que recordar que la autora provenía de una familia judía establecida en Ucrania -donde ella nació en 1920- que emigró a Brasil para salvar su vida continuamente amenazada por el antisemitismo reinante.

Si la escritura de Lispector que se ha manifiestado en novelas, cuentos, crónicas y cartas es singular, también ha sido singular su vida que no le ahorró amarguras. Durante la Primera Guerra Mundial su madre fue violada y contrajo sífilis. En ese momento se creía que un nuevo embarazo tenía un efecto sanador sobre esa enfermedad. De esa creencia errónea nació Clarice. Su aparición en el mundo, sin embargo, no curó la enfermedad de su madre que murió diez años después, un hecho que la llenó de culpa a pesar de no tener la más mínima responsabilidad en él.

Clarice se llamaba entonces Chaya Pinjasovna Lispector. Su familia se estableció en Maceió, pero al cumplir ella cinco años, se trasladó a Recife. A los 14, en plena efervescencia adolescente de Clarice, su núcleo familiar se mudó a Río de Janeiro. Las trazas de su lengua materna estaban en ella, pero sin embargo se aferró al portugués para comenzar a escribir muy joven sus primeras historias.

Mucho después se casaría con un diplomático y viajaría por todo el mundo. Su nomadismo de esa época fue también un nomadismo lingüístico que quizá marcó su obra de un modo singular, razón por la cual suele calificársela como inclasificable. En sus cuentos se encuentran todas las características que ha desarrollado en el resto de los géneros que abordó. Su forma única de escribir, su carisma y su deslumbrante belleza la convirtieron en una leyenda literaria. Pero detrás de ese personaje exótico que ha generado su propia mitología, hay una escritora excepcional, una “rara” cuyos textos nunca terminan de agotar su sentido sino, que por el contrario, siempre ofrecen nuevas formas de abordaje.

lunes, 22 de marzo de 2021

La lógica de las liberías medianas y pequeñas


Ya se ha hablado en este blog a propósito de la campaña de marketing montada alrededor del libro que, con la firma –probablemente no con la escritura– del ex presidente de Argentina, se distribuyó en las últimas semanas en el país (ver entrada del 16 de marzo de este año). Se hablaba allí de un falso escándalo, cuya base estaba en las condiciones de venta a las que las grandes multinacionales someten a las pequeñas librerías. Acaso por ello, el pasado 19 de marzo, con firma de Milena Heinrich, la agencia TELAM publicó el siguiente artículo a propósito del funcionamiento de las librerías independientes. En su bajada se lee: “La polémica alrededor de la decisión de algunas librerías de no vender Primer tiempo, vino a recordar que una librería independiente por tradición, por interés propio o por cantidad de metros cuadrados hace un recorte, una curaduría artesanal de los libros que elige vender. Télam dialogó con distintos libreros para conocer cómo arman ese catálogo y cuáles son las ventajas de poder elegir qué libros vender”.

Pequeñas y medianas librerías: una oferta con equilibrio entre lo artesanal y lo comercial

En el foco de atención desde hace unos días por las decisiones curatoriales de sus catálogos y en algunos casos impugnadas frente a sus posicionamientos públicos, las pequeñas y medianas librerías pusieron en el tapete el valor diferencial de este tipo de comercios, impulsados por una dinámica que combina la selección de sus dueños en relación con las demandas de sus clientes y el caudal de novedades, sobre un trasfondo netamente cultural: difundir el libro, la literatura y el pensamiento.

El discurso de la supuesta cancelación que derivó del anuncio de un manojo de librerías que anticiparon su decisión de no vender Primer tiempo, el libro que acaba de publicar el expresidente Mauricio Macri, tomó ribetes insólitos, de la campaña al monotema desproporcionado. Pero también expuso la enunciación que implica decidir un catálogo de venta: una librería independiente por tradición, por interés propio o por cantidad de metros cuadrados hace un recorte, una curaduría artesanal de los libros que elige vender. Todo no entra y la singularidad hace a la idiosincrasia.

Es que a diferencia de la esfera de comercios desvinculados de las industrias culturales este rubro tiene un origen más de apego que mercantil, aunque una cosa no quita la otra. No se puede sobrevivir sin ventas y las librerías lo saben porque están atravesando severas dificultades con un 2020 que registró en algunos meses facturación cero, más una caída del consumo que se disparó hace cinco años, junto a los aumentos de servicios. Desde La Red del Libro se calcula que con los cierres quedaron no más de 1000 librerías en pie de las casi 1600 que integraban la oferta del sector.

“Nadie abre una librería con un fin meramente mercantilista. Para hacer plata hay negocios más rentables. Mismo las grandes cadenas comenzaron con una pequeña librería. En mi caso, la elección del catálogo fue mutando porque inicialmente solo quería libros que me gustaran y con el tiempo fui sumando los que me pedía el barrio, como la sección infantil que no pensaba tener y hoy es lo que más vendo”, dice Federico de la librería Mendel, ubicada en el barrio porteño de Palermo.

Como advierte la librera Carolina Silbergleit, de Mandrágora, en el barrio porteño de Villa Crespo, si bien este tipo de comercios se rigen “con reglas distintas a las grandes cadenas, no hay un criterio uniforme”. Algunas se enfocan en dar lugar a proyectos similares y atender a temáticas de género, disidencias y feminismo como Mandrágora, o La Coop que es un colectivo de editoriales independientes; mientras otras apuestan por un abanico representativo del sector o se orientan a las ciencias sociales como Caburé, pero en todas prima la razón de ser de la profesión: sugerir, recomendar, invitar con nuevas lecturas.

En este sentido, Carlos Morón, que hace 42 años está al frente de Casa del Sol junto a su compañera Vicky, una librería ubicada en la zona sur de la provincia de Buenos Aires, reconoce una doble función: “una comercial y otra cultural que van de la mano. Todos los libreros hemos dejado muchas cosas en el camino porque nos apasiona esta profesión. Sin ninguna duda, tener una librería de barrio es muy particular y tenemos que abastecer los libros que requieren nuestros lectores pero también sugerir y promover la lectura, que es nuestra función principal”.

Para Silbergleit “por lo general el público que se acerca viene con una búsqueda que es afín a los materiales que ofrecemos” pero cuando eso no ocurre se implementan otros mecanismos para dar con el libro. “De ninguna manera vamos a decidir qué lee o no lee alguien. Tampoco es que sostenemos, no somos una biblioteca y es nuestro medio de vida. Yo elijo qué libros conforman mi catálogo formalmente pero después hay un montón que me piden y los encargo. Sí obviamente intercambiamos lecturas, sugerimos, pero en última instancia no decidimos qué lee la gente”.

En opinión del librero Daniel Bucciarelli, de Librería Superior de Río Cuarto “la elección del catálogo es resultado de la interacción entre el librero y los lectores. Por ejemplo, hace unos años en la Feria del Libro un youtuber sobrepasó ampliamente al Premio Nobel que nos visitaba ese año. En este caso el librero podría optar por no incluirlo en su catálogo por un posicionamiento estético debido a su escaso o nulo valor literario pero otra postura es incluirlo no sólo por un interés comercial sino por respeto a los miles de jóvenes interesados en leerlo”.

“Cuando me inicié como librero, hace algo más de treinta años, aprendí rápidamente la importancia de no juzgar las preferencias y aceptar que se puede pensar distinto y que hay que respetar las diferencias de opinión. La promoción del libro y la lectura no debe tener condicionamientos”, agrega el responsable de la librería cordobesa, que también ofrece presentaciones, entrevistas y otras actividades.

¿Qué variables pesan a la hora de definir la composición de la oferta y en qué medida la elección de determinados títulos o temáticas pesa sobre la decisión de excluir otros? En el caso de Mandrágora “el catálogo es móvil” pero “una premisa es dar visibilidad y trabajar con editoriales independientes porque creemos que es coherente con nuestra propuesta de ser una librería independiente trabajar con proyectos que también lo son”, así como también “tener materiales que nos gustan, en un sentido amplio. Materiales que nos parecen interesantes, materiales que hemos leído o que leeríamos. Nuestro trabajo es personalizado, artesanal y establecemos vínculos con las personas que vienen a comprar”.

“Nuestro valor diferencial -dice por su parte el responsable de Mendel- es que podés encontrar algunos libros que no encontrás en las grandes superficies. Y ahí es donde reside la importancia del catálogo. Es totalmente respetable que alguien decida no vender algún libro. Simplemente porque el autor le cae mal o porque en una cena le volcó el vino. Una cosa es censurar y otra muy distinta dejar que otras librerías vendan esos libros que no tenés ganas de vender. No todos los restaurantes tienen el mismo menú”.

En esa línea ejemplifica sus decisiones la librería Caburé, ubicada en San Telmo, cuyo enfoque se concentra “en las ciencias sociales y en la filosofía, entonces el catálogo está construido desde allí, con un interés por el pensamiento argentino y latinoamericano. Las editoriales que centralizan nuestro catálogo son aquellas que privilegian esas temáticas, siempre desde una perspectiva emancipatoria”, como explica Luciano Guiñazú, uno de los socios junto a Matías Rodeiro, Leonardo Costaneto y Alejandro Boverio.

Guiñazú explica que conciben a la librería como una “comunidad de lectores pero también de escritores. En última instancia: como una comunidad de pensamiento. Por eso, al margen de ofrecer libros al público, generamos cantidad de reuniones, presentaciones y jornadas culturales que persiguen el fin de darle espacio y lugar a esa comunidad. A ello se suman los talleres muy direccionados al perfil que tiene la librería, los que empezamos este año los dictan Horacio González, Daniel Santoro, Alejandro Boverio y Florencia Abadi”, cuenta.

“Nos gusta pensar que somos una librería 'de editoriales' y que nos especializamos en edición independiente latinoamericana. Pensamos la curaduría de nuestro catálogo desde la idea de que los libros no son sucesos aislados, sino que forman parte de un sistema mayor que ayuda a darles sentido”, define Hernán Brignardello de La Coop, que nuclea a varios sellos independientes.

“Creemos que esa también es una buena forma de orientar a los lectores y lectoras: del mismo modo que se puede elegir el libro de un autor o autora porque nos interesan sus enfoques estéticos, éticos o políticos, también se puede optar por leer el catálogo de una editorial”, explica.

Por eso define su trabajo “en un porcentaje bastante amplio” como ”una tarea militante” porque “abogamos por la circulación de libros que no logran tener presencia en los anaqueles de muchas librerías”, lo que “no quiere decir que no busquemos ganar dinero con lo que hacemos, porque necesitamos que nuestro proyecto subsista y, en la medida de lo posible, se expanda. Pero creemos que la mejor manera de hacerlo es siendo fieles a nuestra idea de que hay una enorme producción literaria independiente o alternativa que no siempre tiene una circulación lo suficientemente extensa, y nuestra intención es ampliarla lo más posible”.

Morón, que además integra la Red del Libro, sostiene que una llave para reconocer el perfil de la librería está en las vidrieras y en lo que exhibe: “Las librerías podemos decir a través de nuestras vidrieras qué es lo que queremos y qué es lo que pensamos de la cultura. Cada librería tiene su perfil y eso es muy fácil de ver: no todas son iguales, todas se caracterizan por algo en especial. Los libreros somos muy cuidadosos con nuestras vidrieras porque ahí está la selección del catálogo y los temas que presentamos”.

Y algo similar piensa el responsable de Mendel, para quien “cada librería tiene muy clara su identidad aunque pocas veces sabe explicarla. La identidad es lo que muestra la vidriera, las mesas, los libreros, la forma de comunicar. No creo que tenga mucho que ver con los libros en particular sino cómo forman un todo. La identidad de una gran superficie es muy visible, desde el tipo de iluminación hasta el tamaño de las pilas de bestsellers”.

viernes, 19 de marzo de 2021

Algo más sobre Amanda Gorman

En este blog ya nos hemos dedicado al caso de la joven poeta estadounidense Amanda Gorman y la impugnación a sus traductores al neerlandés y al catalán por motivos de una mala entendida corrección política (ver entradas del 9 y 12 de marzo pasados). Andrés Ehrenhaus, con argumentos sólidos, vuelve hoy a la cuestión.

De raza, traductor.
Un comentario a los comentarios sobre el caso Gorman

El traductor, ¿nace o se hace? A la luz de los últimos eventos asociados a la traducción de textos altamente identitarios, daría la sensación de que hay que nacer, no sólo traductor, sino dotado de ciertas peculariedades para poder traducir según qué cosas. En términos de comunicación se le llama a esto discriminación positiva: te discriminamos para bien, para tu bien, para que tus hándicaps sociales sean tus virtudes traductivas, para visibilizar el valor de tu supuesta debilidad. Lo débil es fuerte y viceversa. Etc. Gracias, dice el traductor handicapeado, pero, ¿traduciré mejor o distinto por ser negro/blanco, bajo/alto, ciego/mudo, zurdo/diestro? No, no traducirás mejor ni distinto, traducirás igual de mal que todos los traductores del mundo. Podemos dignificar tus supuestos hándicaps pero no librarte de la condena inherente a la traducción. De esa condena no se libra nadie, por peculiar que sea. Peculiar se nace, traductor se trabaja y se asume con entereza. Puede decirse que, de todos tus karmas, el de traductor es el único que no se puede discriminar positivamente.

Todo lo cual viene a cuento del caso Amanda Gorman, sobre el que no voy a extenderme pues ya se habló de él hace apenas unos días en este mismo blog, y que ha vuelto a ocupar espacio en los medios a raíz de la discriminación positiva de quien iba a traducir parte de su obra al catalán. Si en el caso de su traductora al neerlandés el problema es que no era negra, aquí la inconveniencia era triple: el traductor al catalán ni es negra ni mujer ni activista. Más allá del hecho de que el concepto de “activista” pueda considerarse un hándicap o una peculiaridad minoritaria, las otras dos son francamente insoslayables. Hasta aquí, ninguna objeción… legal. Puesto que la autora o sus derechohabientes o sus fans o whatever están vivitos y coleando, pueden plantear o incluso exigir (simbólicamente, en el caso de los fans) como condición del contrato de traducción que quien lo suscriba sea así o asá y a quien no le guste pues que no traduzca y listo.

¿Por qué ninguna objeción? Porque el contrato de traducción es (o debería ser) un acuerdo privado entre partes que se reconocen mutuamente la capacidad de aceptar o rechazar todas o algunas de sus cláusulas antes de suscribirlo; un contrato, además, inscrito en la ética laboral-comercial y no, al menos no necesariamente, en la lógica literaria. Por fortuna o desgracia, la literatura suele quedar fuera del acuerdo, aún a pesar de que el objeto del mismo es la génesis de una obra literaria derivada pero nueva.Así, pues, no se pueden esgrimir objeciones legales, salvo las que correspondieren al acuerdo suscrito (por ejemplo, al hecho de haber ejercido un supuesto derecho de veto fuera de término o no previamente pactado), pero sí –y acá es donde empieza la verdadera polémica– culturales, políticas y, sobre todo, literarias o, si se quiere, estéticas. Voy a saltarme a la torera las dos primeras categorías, que volverán, lo sé, y en especial la política, porque todo vuelve (no hacer política es hacerla), y me voy a tratar de ceñir a la tercera.

Banalizando la genial intuición benjaminiana, diríamos que ningún texto alcanza su completud hasta que no ha sido traducido por quien y como sea y zanjaríamos en un periquete la cuestión, pero aún así quedaría abierta la rendija de la discriminación suadisán positiva y volveríamos a fojas cero. O sea, por ejemplo, a que esa completud se la otorgara obligadamente alguien pícnico, ovolactovegetariano y con rulos. Porque lo que la editorial del texto original y los partidarios de esa discriminación no se niegan a la traducción en sí sino a no añadirle al producto-texto (en el soporte que sea) el valor simbólico o ideológico de una traducción hecha por alguien de características raciales, sociales y de género similares a las de la autora. El texto es, en este caso, subsidiario; lo que importa es su puesta en escena comercial, no necesariamente orquestada para vender más ejemplares o ganar más dinero sino para privilegiar sus peculariedades metaliterarias e imbuirlas de un valor del que, por sí solo, no goza. El problema de esta maniobra trascendental es que acaba devolviendo al propio texto a un terreno por demás viscoso y equívoco: la insistencia en la persona de la autora como arquetipo de un tipo de creación que exigiría la clonación de ese arquetipo en todas las etapas generativas induce al público, a los lectores, a los receptores finales, a participar de una amnesia conceptual peligrosa y empobrecedora.

No hace falta leer obra sesudas de crítica literaria, semiótica o sociología de la comunicación para entender que todo texto está habitado por una sucesión de personas desdobladas que representan la pantomima de la ficción autoral. Grosso modo, el autor físico se encomienda a la persona del narrador, que a su vez (y sobre todo en los textos poéticos o autorreferenciales) se desdobla en la persona de sí mismo o del autor como personajes que, también a su vez, actúan para un tercero, tan ficticio como ellos pero sin el cual el acto creativo no existiría. Amanda Gorman, así, está tan lejos de su poema, leído ante ¿el mundo? en la ceremonia de asunción del nuevo presidente estadounidense como quienes la escuchaban e incluso, a medida que lo iba recitando, más lejos aún que ellos. El poema no sólo ya no era del todo suyo (es decir, de la Amanda Gorman de piel y huesos) sino que había trascendido la persona del lector (o del auditorio) implícito y cobraba forma en cabeza de los receptores reales, circunstanciales, azarosos, aburridos, encantados, etc.

De ahí que ninguna discriminación, por positiva que sea, logrará más que añadir otra capa de personas desdobladas al nuevo texto que es la traducción. Y de ahí que la imposición o sugerencia de clonar el arquetipo de la autora en la persona de sus traductores no tenga la menor incidencia en la calidad, precisión o fidelidad de esas traducciones, ni garantice otra cosa que la visibilización de ese vago arquetipo (mujer joven, negra, activista) como valor ideológico per se. Ni Gorman ni su editorial o sus agentes o asesores o compañeros de militancia están hablando de traducción ni, por supuesto, de literatura; hablan de su tendencia a dejar que la ideología se enseñoree de la política, que es nuestro mago de Oz actual. Y quien dice ideología dice idealismo, narcisista si se me apura. Ya se ve, la política siempre vuelve al lugar del crimen.

Hago un último inciso incorrectísimo. Resulta muy curioso que casi nadie haya tenido el arrojo o la inconciencia de ir más allá del asunto simbólico o ético y se haya detenido a analizar el poema que leyó Gorman. Desde diversas perspectivas: la política, la técnica, la estética, la histórica… El poema en sí es un bodrio, dicho esto con todas las letras, lleno de los peores lugares comunes del discursismo americanista y orlado de rimas fáciles y retruécanos trillados, ingenuos, forzados, que ni siquiera el fraseo sinuoso y delicado o la calculada teatralidad de Gorman logran engalanar. Si eso es slam, yo me llamo Rosa Luxemburgo. Si le hubieran puesto la voz y la imagen de Biden o de Kamala Harris, nos habríamos dormido al instante; pero no, la que peroraba ahí, con admirable entereza y saber estar, era una joven poeta laureada de piel oscura y entrañable delgadez, matándonos suavemente con su sonrisa, para parafrasear a la gran Roberta Flack. En esa sonrisa había más militancia y activismo que en todo el poema, una suerte de versión ligeramente indignada del Star-Spangled Banner. A mí, sinceramente, la parafernalia ideológica estadounidense me la trae al pairo, y más si se disfraza de la sal de la tierra. ¿Dónde está el arte silvestre y amargo de los pobres en ese texto plano? Cualquier rapero callejero tiene más swing que Amanda. Pero no se puede decir, o no se debe decir, o a nadie le conviene decirlo, so pena de recibir un chirlo ideológico del tamaño de un B-52. Lo cual me apena doblemente: una, por la pusilanimidad general y genérica de los intelectuales; otra, por la ocasión perdida por Amanda Gorman. Si yo fuera su traductora, negra, joven, activista (del bien, imagino), no podría resistir la tentación de infringir la regla de oro de la traducción profesional: nunca mejores el texto original, por más que el propio texto te lo pida a gritos.

jueves, 18 de marzo de 2021

No acepten trabajar para Le Monde Diplomatique, edición cono sur, publicación de doble moral


Algunos datos suplementarios para entender mejor la situación de los traductores de Le Monde Diplomatique, edición cono sur:

Desde agosto de 2020, cobran $ 99 las 100 palabras, y con el aumento del 30% que lograron con la medida de fuerza, a partir de marzo de 2021 cobran $ 129 pesos. Esta cifra, traducida a un millar de palabras, está por debajo de la miserable tarifa que propone la AATI para traducciones editoriales.

Los pagos de la primera quincena de cada mes se cobran entre 50 o 60 días después.

Hasta ahora, el interlocutor que tuvieron fue el periodista José Natanson, director de la publicación, quien escribe sesudos artículos sobre la precarización laboral: https://www.eldiplo.org/236-el-modelo-es-la-precarizacion/el-precariado/

La publicación, que es una franquicia adquirida por el Grupo Insud, de Silvia Gold y Hugo Sigman, supone ubicarse a la izquierda de otras publicaciones políticas.



miércoles, 17 de marzo de 2021

Otra forma de la estupidez triunfa en los Estados Unidos: William Shakespeare cancelado

Omar Genovese
, en un artículo que publicó el pasado 13 de marzo en el diario Perfil, añade nuevos datos que ilustran el avance del falso progresismo sobre la cultura. Hoy es el turno de William Shakespeare, “lleno de ideas problemáticas y obsoletas”

Los riesgos de la corrección política

 

La corriente contemporánea de cancelación cultural en habla inglesa mantiene su vigencia por caminos diversos. Hace un año fueron atacadas las esculturas, hace poco aparecieron pedidos de eliminar caricaturas como Pepe Le Pew y Speedy González. Desde enero de este año ocurre otro movimiento, centrado en la reinterpretación de las obras literarias en función a la educación, más precisamente la enseñanza de la lengua inglesa en Estados Unidos. El detonante es el artículo “Enseñar o no enseñar: ¿Shakespeare sigue siendo relevante para los estudiantes de hoy?”, de la profesora Amanda MacGregor, publicado en el School Library Journal. La autora afirma: “Las obras de Shakespeare están llenas de ideas problemáticas y obsoletas, con mucha misoginia, racismo, homofobia, clasismo, antisemitismo…”.

 

MacGregor, para reforzar su crítica, reproduce también opiniones de distintos educadores en literatura y lengua respecto al poeta muerto hace más de 400 años: “Shakespeare fue una herramienta utilizada para ‘civilizar’ a los negros y morenos en el imperio de Inglaterra. Como parte de los esfuerzos colonizadores de los británicos en la India imperial, se construyeron los primeros planes de estudio de literatura inglesa, y las obras de Shakespeare fueron fundamentales para ese nuevo plan de estudios.”

Sobre enseñar con Romeo y Julieta, otro afirma que lo hace “a través de la lente del desarrollo del cerebro adolescente con un lado del análisis de masculinidad tóxica”; con la misma pieza, una docente dice: “Después de leer sobre una mujer llamada Laura Bates que enseñó Shakespeare a los presos, me inspiré para centrarme más en la violencia dentro de Romeo y Julieta”.

Al llegar a Hamlet, Adriana Adame reconoce que trae especialistas a sus clases para hablar sobre “qué hacer con el dolor y las formas de evitar que se vuelvan vertiginosas cuando se enfrentan a situaciones estresantes”.

Y si la respuesta es que se trata de un autor universal, argumentan: “Necesitamos desafiar la blancura de [esa] declaración: la idea de que los valores dominantes son o deberían ser ‘universales’ es dañina”.

Todos estos conceptos retroalimentan y multiplican un movimiento en redes sociales titulado #DisruptTexts (https://disrupttexts.org), en el que participan docentes “despiertos”, que acuerdan con esta forma de limpiar la enseñanza de un canon que consideran obsoleto ante un alumnado sin representación. De hecho, las estadísticas expresan una realidad en este sentido.

En una encuesta del Departamento de Educación (2018), 79,3% de los maestros de escuelas públicas son blancos, 9,3% hispanos, 6,7% son negros o afroamericanos y 2,1% asiáticos. Ya en educación superior, el estudio de Brookings Institution (2017) encontró que el 80% de los profesores de inglés en universidades públicas son blancos, 9% negros, 6% asiáticos y 4% hispanos. Por último, de los 378 doctorados en literatura inglesa otorgados en 2019, 7 fueron afroamericanos, 19 hispanos/latinos, 15 asiáticos y 286 candidatos blancos.

Conservadores y liberales estallaron con distintos niveles de indignación ante la posible cancelación del bardo genial. Y los maestros rebeldes no cesan: “Romeo es más un acosador que un novio perfecto”.

Puede que esta corriente llegue a la Argentina, y que se estudie la obra de Sarmiento desde su negritud negada (bajo el despectivo término mulato) y cómo la misma ofició de motor en sus políticas educativas.

martes, 16 de marzo de 2021

Una campaña de marketing sobre falso escándalo

 

El pasado 12 de marzo, Luciano Sáliche publicó la siguiente nota en InfoBAE Cultura. Al leerla, uno advierte que poco importa en definitiva lo que haya escrito el semianalfabeto gangoso que fuera presidente de Argentina  Lo interesante, en todo caso, es la política que tienen las multinacionales –en este caso, el Grupo Planeta– para con las pequeñas librerías de barrio y las condiciones a las que las somete. Sin embargo, los medios, montados en la posibilidad de crear un escándalo –que, convengamos, mucho tiene de campaña publicitaria–, apelan en sus títulares a cuestiones de índole política e ideológica, como si tuvieran algo que ver con el caso. 

Por qué algunas librerías no van a vender el libro de Macri


La primera tirada de Primer tiempo, el libro de Mauricio Macri, que funciona no solo como “crónica política”, sino también como su reinserción en la coyuntura, fue de 25 mil ejemplares. Hoy se lanzó la preventa y fue un verdadero éxito comercial: se agotó en un par de horas. Planeta, la editorial que publica el libro, ya mandó a reimprimir 30 mil más. “La velocidad de la preventa es un termómetro de lo que será la venta total”, le dicen a Infobae Cultura desde la editorial. Son números que necesariamente tienen como referencia a Sinceramente, el bestseller de Cristina Fernández de Kirchner que rompió récords en 2019, publicado por el otro gran grupo editorial y la competencia de Planeta: Penguin Random House, bajo su sello Sudamericana. Quien rompió el mantra celebratorio fue Cecilia Fanti, escritora y dueña de la librería Céspedes, que escribió Twitter: “Qué libre se siente poder decir ‘Por favor no nos envíen ese libro, pues no lo pondremos a la venta’”.

 

Luego desarrolló su planteo: “Esto es algo que hacemos todos los meses. Cuando envían una grilla, la devolvemos en cero, y cuando mandan un único título, lo pedimos en particular. El gasto logístico de la editorial y el gasto en tiempo y trabajo administrativo que nos ahorramos redunda en beneficio para todes. ¿Por qué? Porque somos una librería de barrio, pequeña y literaria. Consideramos que no hay nada que actualice ni sea más actual que la literatura. A eso nos dedicamos. A cruzar libros y lectores. A aportar nuestro conocimiento en el nacimiento y cultivo de ese gusto. A que ese libro viva para siempre sin volverse obsoleto en una librería. A mirar catálogos en detalle y encontrar libros olvidados en depósitos para traerlos a las mesas. A reclamar reediciones de libros fundamentales de la literatura que están agotados. Para todo lo demás existen Mastercard, Mercado Libre y las grandes superficies”.

 

Por su parte, Rubén Acosta, de la librería En el viento, dice, en diálogo con Infobae Cultura: “No es una cuestión ideológica, sino netamente comercial”. Y agrega: “El problema es la no relación de las librerías independientes con el Grupo Planeta, que no nos abre cuentas”. El punto de inflexión es junio de 2020, cuando se aliaron Planeta y Mercado Libre. En medio de la cuarentena, cuando las librerías estaban cerradas, el grupo editorial abrió un canal de venta directa en la plataforma de Marcos Galperín, que aún continúa. Las librerías tienen dos formas de vender los libros de Planeta: a consignación o “en firme”. A consignación es la forma tradicional que manejan todas las editoriales: recibís una cantidad de ejemplares y a los meses rendís cuenta de lo vendido, pero “Planeta no le abre cuentas en consignación a librerías pequeñas”. Y hacerlo “en firme” significa recibir un catálogo de novedades y comprar los libros a una distribuidora para venderlos en el local.

 

La industria editorial tiene su ley de precio único, eso significa que el “precio de tapa”, el que paga el lector, es siempre el mismo. Comprando en consignación, explica Acosta, la ganancia de las librerías es del 40% del valor del libro, pero “comprando ‘en firme’ el margen decrece al 25%, y si el cliente lo paga con tarjeta, baja al 15%”. Agrega: “Planeta lo que hace es depreciar a las librerías chicas. Desde que existen las cadenas privilegiaron las ventas ahí, y es lógico, porque tienen mayor llegada. Pero el hecho de que abran un canal de venta minorista a las librerías pequeñas nos perjudicó. Si un lector me pide el libro de Macri, se lo conseguiré. Dentro de este marco de pandemia y recesión, cada uno decide dónde apuesta el dinero, que es mínimo. La política de la librería es que le devolvemos la confianza a los que sí confían en nosotros. La prioridad siempre van a hacer las editoriales que quieren trabajar con nosotros.”, sostiene el librero de En el viento.

 

En esa misma línea, Martin Latorraca de Sudestada —librería ubicada en el Microcentro porteño, que también tiene su propia editorial y su revista— le dice a Infobae Cultura: “Nuestra librería no es una librería convencional, es la librería oficial de la revista y de la editorial Sudestada. No tenemos mercadería de Planeta y Random. En todo caso, de las novedades que nos mandan en el catálogo, elegimos”. Latorraca sostiene que no vender el libro de Macri “es una decisión editorial y también una decisión comercial”. “Como compramos ‘en firme’, tenemos que elegir. Por ejemplo, en nuestra librería no vas a encontrar libros ni de Majul, ni de Fernández Díaz. Son libros que no nos interesa tener, más que nada porque nuestros lectores no vienen a buscar esos libros. Como en la editorial publicamos los libros que nos gustaría leer, en la librería vendemos los libros que nos gustaría tener. Para lo demás están las cadenas”, agrega.

 

A poco de hablar con Infobae, la cuenta de Twitter de la librería fue más allá en sus declaraciones y justificó con un hilo de tuits su decisión. El primer tuit fue acompañado de la imagen violenta en la que se ve el libro y un tomatazo que da de lleno en la cara del ex presidente. “En Librería Sudestada elegimos qué vender y qué no. Desde hace 20 años elegimos el camino de la autogestión, somos de la escuela de #OsvaldoBayer, de #FabiánPolosecki, de las #Madres y #AbuelasdePlazadeMayo.”

 

“La política no es un juego de primeros y segundos tiempos, es mejorar las condiciones de vida de la gente que en nuestro país bajo el Gobierno de Macri llegó al 50 por ciento de pobreza. El país de los Macri es un país para pocos, un modelo que arruinó a miles de comercios y emprendimientos y cooperativas por falta de apoyo, que pensó que con la inédita y millonaria deuda usurera del FMI iba a poder seguir jugando a la política. No tienen nada que aportar. No vamos a difundir sus mensajes de mentira y pose pro. Con ellos no tenemos nada que ver, no cuenten con nosotros”, señalaron.

 

Aunque no tiene alianza con Mercado Libre como Planeta, el otro gran grupo editorial, Penguin Random House, también se niega a abrirle cuentas en consignación a librerías de barrio. Así lo cuenta Rubén Acosta: Random es diferente. En su página, cuando ingresás tus datos, te manda a comprar el libro a la librería de tu barrio. No tiene canal de venta minorista, como sí tiene Planeta. Aunque hay una particularidad: las librerías que aparecen en esa página como recomendadas son las que tienen cuenta con ellos. Es decir, a Random también hay que comprarle ‘en firme’. No nos queda otra opción”.

 

Ya sea por una decisión ideológica o comercial, son varias las librerías que no van a vender el libro. Otras, como Hernández, Arcadia, Guadalquivir y De la Mancha, lo venderán, pero no lo pondrán en la vidriera. Sandro Barrella de librería Norte, habló con Infobae Cultura: “Estamos en un terreno absurdo de rencillas y polémicas permanentes. Con lo de SarloCarlos Díaz, un gran editor y una gran persona, Soledad Quereilhac y el gobernador Kicillof, por ejemplo” dijo en referencia al episodio de “la vacuna por debajo de la mesa”. “Todo es un radio pasillo constante y agotador en Argentina. Y me temo que el libro de Macri puede abonar un capítulo más”, reflexionó. Luego manifestó la posición de la librería Norte: “Nosotros lo venderemos. No es Mi lucha de Hitler... ese es un límite. Esto no tiene nada que ver con lo que yo opine de Macri y de su construcción política. Esto es una librería. Después, sobre Macri estarán las urnas, en el caso de que quiera volver a postularse”.

 

En ese sentido, siempre aparece la pregunta por la censura. ¿Las librerías pequeñas tienen la responsabilidad de vender todos los libros, incluso los que, como el de Macri, puede conseguirse en cualquier librería de cadena, pero sobre todo en Mercado Libre? Algunas voces en las redes sociales cuestionaron e ironizaron sobre estas decisiones, como el escritor Andrés Hatum, que dijo: “Voy a empezar a ir a las librerías y preguntar si tienen el libro de Mauricio Macri. Si no lo tienen, voy a preguntar el porqué. Si lo censuran, meto en las redes el nombre de los censuradores, y hago campaña en contra de esas librerías. Ya me parezco a los pibis de La Cámpora”. Otro autor, Osvaldo Bazán, tuiteó que “lo interesante de la curaduría de los libreros”, a la que más adelante llamó “curaduría fascista” es “que se excluyen de vender algo que todavía ni vieron. Hablame de prejuicio”.

 

Hoy, Mauricio Macri, desde su cuenta de Twitter, anunció “muy contento” que Primer tiempo salía a la preventa. “Desde hoy en Mercado Libre”, escribió y etiquetó al dueño de la plataforma de venta online, Marcos Galperín. En junio de 2020, cuando se concretó la alianza entre Mercado Libre y Planeta, hubo un gran debate. Para la mayoría del sector editorial, esa unión perjudicaba a las librerías. En ese entonces, editores, libreros y especialistas conversaron con Infobae Cultura y plantearon, en medio del escenario apocalíptico que proponía los inicios de la pandemia, una fuerte necesidad de organizar mejor el sector. “O es el Far West y cada uno hace lo que se le canta o pensamos todos juntos cuáles son las mejores reglas de juego para que a todos nos vaya bien”, había dicho el editor de Siglo XXI Carlos Díaz. “Debemos pensar cuidadosamente qué tipo de mercado editorial queremos construir y aprender de las experiencias en otros países”, dijo entonces Víctor Malumián, de Ediciones Godot.