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viernes, 15 de agosto de 2025

La historia de Chile como invitado en Frankfurt, o cómo hacer difícil lo fácil

"La participación de Chile como Invitado de Honor en la feria literaria más relevante del mundo partió con el pie izquierdo, al rechazar la invitación para 2025, para luego retractarse, firmando su asistencia finalmente para 2027. Hoy el país será el protagonista de esa edición de la cita. Sin embargo, su puesto más relevante, el de director ejecutivo, ha sido declarado desierto." Es lo que dice de la bajada del artículo firmado por Constanza Moncada, publicado en el diario La Tercera, de Chile, el pasado 13 de agosto.

El nuevo tropiezo de Chile en su camino a la Feria del Libro de Frankfurt: aún no hay Dirección Ejecutiva

Un nuevo traspié sufre la participación de Chile en la importante Feria del Libro de Frankfurt 2027, el mayor evento literario a nivel global: aún no hay dirección ejecutiva, pese a que los plazos ya se cumplieron para contar con ese puesto.

Chile es el Invitado de Honor en la 79° versión del evento, que se realizará de 6 al 10 de octubre de ese año. “A través de los cielos de la literatura” es el lema que sostiene participación del país. Será la cuarta nación latinoamericana como invitada, luego de las presentaciones de México (1992), Brasil (1994 y 2013) y Argentina (2010).

La presencia del país en la instancia es organizada por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, a través del Consejo Nacional del Libro y la Lectura (CNLL), que depende de la Subsecretaría de las Culturas.

Desde la Secretaría Ejecutiva del Consejo, confirmaron a Culto la ausencia de una Dirección Ejecutiva, el rol más relevante para enlazar la industria chilena con todos los requerimientos del evento. ¿La razón? El concurso público para dicho cargo fue declarado desierto.

“Se generó un proceso de postulación y selección para el cargo de ‘comisario’, no obstante, las postulaciones recibidas no cumplieron con los requisitos para finalizar satisfactoriamente el proceso”, indicaron.

La española Marifé Boix-García, vicepresidenta de la Feria del Libro de Frankfurt, confirma la información a este medio. “Sabemos que hubo un proceso en el que ninguno de los postulantes cumplió con la nota mínima para pasar a entrevista y que, por lo tanto, quedó desierto; ahora se están evaluando los siguientes pasos de parte del Mincap“, explicó.

Los requisitos eran los siguientes: título profesional de una carrera de al menos 10 semestres, preferentemente en Ciencias Sociales, Administración o Ingeniería, y manejo del inglés y el alemán.

La postulación estuvo abierta desde el 4 al 11 de junio de este año. En el sitio de Empleos Públicos ya no figura la vacante, ni siquiera como concurso finalizado.

Desde la Subsecretaría afirman que nuevamente se abrirá este concurso, cuando la cuenta regresiva para Frankfurt sigue avanzando. “Se generará un nuevo mecanismo para completar el cargo”, indicaron.

La oferta no es menor. Quien asuma este puesto ganará cerca de 2 millones 800 mil pesos con un contrato de honorarios.

Dentro de sus funciones debe coordinar, planificar, supervisar y evaluar “las actividades comprometidas en el contrato de participación. Además, deberá enfocarse en posicionar el sector editorial chileno mediante estrategias de profesionalización e internacionalización, generando espacios formativos, acciones de visibilización de autores/as y editoriales, y fortaleciendo redes que contribuyan al desarrollo del mercado editorial chileno”, según consigna el sitio de Frankfurt 2027 del Ministerio.

Marifé Boix-García hace énfasis en que el rol de la Dirección Ejecutiva es sumamente relevante, pero que su ausencia no ha detenido el trabajo. “Estamos avanzando con otros temas, también importantes, como son, por un lado, la elaboración una lista de títulos chilenos que se están evaluando por parte de expertos alemanes para crear una lista de libros recomendados para la traducción a la lengua alemana. Por otro lado, con la planificación de actividades para el segundo semestre de este año, incluido el despliegue en la próxima feria de Frankfurt a mitad de octubre”, dice.

Desde la Secretaría del Consejo del Libro y la Lectura, también hacen hincapié en la continuidad del trabajo, a través de diversas acciones. “Una de las más importantes es el proceso para generar una ‘lista corta’ de títulos priorizados para su promoción y eventual comercialización en el mercado de lengua alemana (Alemania, Austria y Suiza), por parte de una comisión de expertos designados por la organización de la feria. Este llamado se hizo durante el mes de mayo a editoriales y agentes, recibiendo más de 100 títulos, los que ya están siendo revisados por los expertos”, explicaron.

Añadieron que se avanza en otros llamados para nuevos catálogos. Asimismo, se está trabajando en traer al país a editores alemanes, “para que conozcan el sector editorial y puedan generar intercambios, de modo de fortalecer la presencia de Chile de cara al 2027″.

También, informan que “están trabajando con la delegación que nos representará el 2027″.

Controversias previas
El camino de Chile a Frankfurt ha sido pedregoso. En junio de 2023, el Ministerio de las Culturas, encabezado por el exjefe de la cartera Jaime de Aguirre, rechazó la invitación, argumentando razones presupuestarias y que las prioridades de la industria eran otras. En concreto, Chile, como país invitado, debía desembolsar $8.000 millones para financiar su participación.

La decisión fue desmentida casi de inmediato por el presidente Gabriel Boric. “Esta decisión no pasó por mí, ni me fue comunicada oportunamente, y yo le manifesté al ministro De Aguirre mi discrepancia, porque considero que gastar en Culturas es una tremenda inversión, no un gasto, esta no es plata que se tira a la basura”, dijo el mandatario.

La decisión provocó reacciones negativas en el mundo editorial chileno, ya que la feria impulsa internacionalmente el mercado editorial, al ser escenario de importantes acuerdos en la industria, como la traducción y comercialización en otros mercados de obras nacionales.

Fue el 1 de diciembre de 2023, que la actual ministra Carolina Arredondo firmó el documento que confirma la participación de Chile como invitado de honor.

El camino ya suma hitos. Uno de ellos fue la realización de CONTEC en Santiago, el encuentro que la Feria del Libro de Frankfurt desarrolla en América Latina. Este se desarrolló en el Centro Cultural La Moneda y reunió a más de 30 ponentes de Europa, Chile y otros países de América Latina que compartieron ideas y experiencias sobre las tendencias actuales de la industria editorial.


jueves, 29 de mayo de 2025

Chile invitado a la Feria de Frankfurt

"La española Marifé Boix García se apresta para viajar a Chile, donde formará parte de la segunda edición del Contec, un encuentro profesional que forma parte del camino para Frankfurt 2027, donde Chile será el país invitado de honor. Acá habla sobre cómo ha sido la preparación del país, las expectativas, los desafíos de la industria del libro y los efectos de la Inteligencia Artificial en el mundo editorial." Esto dice la bajada del artículo publicado por Pablo Retamal L., en el diario La Tercera, de Chile, el pasado 24 de mayo.

Vicepresidenta de la Feria del Libro de Frankfurt: “Chile ha ganado tiempo y eso será positivo para su participación”

Por estos días, la agenda de la española Marifé Boix García está a tope. Como Vicepresidenta para el Sur de Europa y América Latina de la Feria del Libro de Frankfurt, se apresta a viajar a nuestro país, donde formará parte de la segunda edición del Contec Chile, un encuentro profesional coorganizado entre la entidad germana y el Ministerio de las culturas. Este evento se realizará entre el 28 y 30 de mayo, en el marco de la próxima Furia del Libro de invierno.

La instancia reunirá a los principales agentes literarios y gremios editoriales nacionales con sus pares de Alemania, Reino Unido, Dinamarca, Estados Unidos, Francia, Brasil, México, India, Egipto y América Latina, quienes vendrán a conocer y establecer lazos con la industria local, con la finalidad de difundirla en el extranjero. Es parte de las actividades programadas con miras a la participación de Chile como país invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt 2027. En ese contexto, Boix se dio tiempo para atender a Culto vía Zoom.

Usted viene al Contec, encuentro con editores de Chile y el mundo, ¿qué es lo que se busca generar en esta actividad?
Por un lado, tenemos la parte de la conferencia del encuentro Contec, que ahí lo que se trata es de llevar temas relacionados con el mundo editorial, como la profesionalización de la industria editorial, la distribución y el marketing digital o temas relacionados con la inteligencia de datos, etcétera. Y luego, lo que ya son los editores, eso ya viene vinculado realmente a lo que es el invitado de honor, porque este año es el más importante de todos: hay que vender derechos de libros chilenos ahora. La idea es que luego esos libros sean traducidos. Los contratos de derechos de traducción siempre incluyen una cláusula que generalmente habla de 18 meses hasta el momento de publicación. La idea es que el 2027 ya tengamos libros chilenos traducidos a otras lenguas, entonces hay que trabajar desde antes en eso. Ese es uno de los objetivos importantes en el contexto de este viaje de editores, que está organizado por el MINCAP y también por Dirac y nosotros obviamente apoyamos con alguno que otro contacto si es necesario.

¿Qué factores principales influyeron en la decisión de seleccionar a Chile como País Invitado de Honor para la Feria del Libro de Frankfurt 2027?
Por un lado, desde lo que podíamos observar en la Feria de Frankfurt, vimos que la parte gubernamental en Chile funciona muy bien. Hay un diálogo muy bueno y también un gran apoyo de cara al sector editorial. Por otro lado, hay un factor importante para la feria que siempre intentamos focalizar hacia ciertos mercados, regiones, lenguas, etcétera. Entonces, intentamos que cada tantos años haya algún país latinoamericano, asiático, europeo, etcétera. Entonces, que haya ahí un círculo que no sea demasiado centrado en una sola región. Como sabrás, Chile estaba previsto primero para el 2025, antes de eso habíamos tenido tres países europeos seguidos, entonces para nosotros era importante decir nos vamos a otra región un poco más alejada, para de esa manera también tener ahí otra biodiversidad interesante para los editores que participan en la feria de Frankfurt. Y bueno, Chile dijo que no en esa ocasión y por eso nos fuimos al otro extremo e invitamos a Filipinas. Después, invitamos a un país que estuviera un poco más céntrico desde el punto de vista europeo, como es la República Checa para el año que viene y, después volvimos a Chile. Con ello, volvimos a América Latina.

Cuando se realizó ese cambio de fecha para la participación de Chile, ¿les generó algún tipo de problema?
La verdad que en el momento sí, porque le tuvimos que dar mucha prisa a Filipinas, que llevaba mucho tiempo esperando que le dijéramos que sí, pero nos estábamos manteniendo a la espera porque teníamos la expectativa de que fuera Chile quien participara. En el momento que Chile se retiró, a Filipinas le quedaba poco tiempo. Ahora, pensado desde el punto de vista de hoy, Chile ha ganado tiempo y supongo que eso será positivo para el resultado posterior. Lo único que cambia en este panorama es que será otro gobierno el que estará a cargo del proyecto cuando se efectúe la Feria del 2027. No será el mismo que está ahora en el poder. Eso sí que cambia, pero lo demás, yo creo que si nos centramos en lo que es la industria editorial, no debería ser problema, porque eso es independiente del gobierno de turno. Y tampoco creo que cambien tanto las cosas porque los editores y los buenos autores seguirán siendo los mismos, independiente de algún otro contenido que quiera presentar un gobierno o no.

¿Cuáles han sido los mayores desafíos que han enfrentado en la coordinación de un evento de esta magnitud con un país tan distante geográficamente?
Sí, la verdad es que eso es un poco complicado, porque cuando se trata de viajar a ciertos países, de nuestro lado o de esos países a Frankfurt, Alemania, se complican un poco las cosas. No se tiene la continuidad que, por ejemplo, tenemos con el director del proyecto de la República Checa, que cada par de semanas está en Frankfurt y vuelve a hablar con todo el mundo directa y presencialmente. Pero yo creo que lo más importante es tener claros los objetivos y tener las reuniones que se deben organizar a tiempo. A nivel de trabajo, yo creo que lo más importante es estar bien alienados y entenderse bien. O sea, no hay problema. El desafío más bien, es entre las personas que quizás no se conozcan todavía. Ahí el desplazamiento es más complejo porque un viaje a Chile no son un par de horas, sino ya se tienen que planificar los tiempos de otra forma, y eso va a requerir alguno que otro esfuerzo.

¿Qué expectativas tienen en la Feria respecto al impacto que la presencia de Chile generará en el público y la industria editorial internacional?
La expectativa que tenemos es que se den a conocer otros escritores y escritoras que, de momento, no son tan conocidos y conocidas aún. Siempre que un país, una región, se presenta con su literatura y cultura, también da frutos en los otros países cercanos. Yo creo que si se presenta a Chile como invitado de honor, seguro que también habrá una buena repercusión para sus vecinos latinoamericanos que estarán en la feria, y eso automáticamente genera otro interés por parte del público, sobre todo de los profesionales.

¿Se conoce la literatura chilena en Europa?, ¿qué se está leyendo?
Pues algunos escritores sí se conocen, como Nona Fernández, Alejandro Zambra, María José Ferrada, hay muchos libros que sí se leen y están traducidos al alemán. Tampoco es que empiecen a trabajar ahora. O sea, la Dirac ha hecho mucho trabajo en los últimos años y todos los años ha traído también alguno que otro escritor a la feria, no solo a la de Frankfurt, sino también a festivales literarios, donde han estado presentes diferentes escritores chilenos.

En otro aspecto, ¿Le teme a la Inteligencia Artificial y sus efectos en la industria de Libro?
Yo creo que la Inteligencia Artificial es un tema que está cambiando tan rápido, que lo que dice un día, dos días más tarde puede cambiar. Pienso que es algo que hay que aprender a manejar. Hay que aprender a usar conscientemente esas herramientas que a lo mejor nos pueden ayudar y agilizar algunos procesos, pero yo personalmente soy muy cuidadosa en su uso. Para traducir alguna cosa, uso la herramienta, pero corrijo. Me pongo a ver lo que he traducido, y lo que traduzco lo hago a una lengua que más o menos domino, para poder ver si realmente es lo que yo he querido traducir o no. Entonces, es como una ayuda pero no para tomarlo tal cual y usarlo sin alguna reflexión adicional o sin un criterio original. Y hay cosas que, desde mi punto de vista, no se pueden dejar solo en manos de la Inteligencia Artificial. Por ejemplo, la traducción literaria yo no la pasaría por Inteligencia Artificial, tampoco el diseño de una cubierta. Para eso estimo demasiado a los ilustradores y el trabajo que hacen ahí las personas. Eso es algo que hay que cuidar, y por mucho que se aprenda, que se meta esa información en una máquina, el resultado no puede ser igual.

¿Cuáles cree que son los desafíos para llegar a nuevas audiencias, encantar a nuevos lectores considerando la competencia en relación al tiempo que dedican las personas a las series y el streaming?
Bueno, al final siempre se trata de compartir historias. Y lo importante, sobre todo pensando en los diferentes públicos y en las diferentes edades de esos públicos, es pensar dónde están los lectores, o los oyentes, o los que prefieran novela gráfica, por ejemplo. Si yo puedo transmitir un libro de Juan Rulfo en novela gráfica, pues que bien sea. A lo mejor en otro momento la misma persona lee algún libro de ese mismo escritor. O ahora, por ejemplo, el gran éxito que está teniendo El eternauta, pues ya tuvo su éxito como novela gráfica, pero si ahora a través de otro medio vuelve a ganar terreno, se vuelve a ganar público. Mucha gente tomará el libro después de ver la serie. Yo creo que hay un entrelazado entre los diferentes formatos, y es interesante trabajar en ello. De lo que estoy convencida es que hay que ir a donde está el público, y hay que producir en ese formato y ofrecerlo en la plataforma donde se encuentre el público. Y, obviamente, mantener las librerías es súper importante, eso también es algo que hay que cuidar porque ser librero es una profesión.

¿Cómo ve el futuro de la Feria del Libro de Frankfurt y su rol en el panorama editorial mundial?
Yo lo veo positivo. La Feria del Libro de Frankfurt es enorme y todos los años decimos que hay que volver a inventarla. O sea, ya estamos pensando en la feria del 2026. Es posible que la feria vaya evolucionando en dirección hacia un festival en paralelo, pero nunca dejando de lado la parte profesional que sigue siendo la más importante a nivel histórico de la feria. Y eso es algo que lo tenemos muy claro y que lo seguimos cuidando: tenemos el centro de agentes literarios más grande del mundo. Es el corazón de la feria, el que mueve todo ese tema de derechos literarios y de traducción. Entonces, yo la veo muy diversa, es una feria de ferias, de muchas ferias distintas, de contenidos distintos, de comunidades distintas que todas se encuentran alrededor de una fecha, en un lugar, pero que hay que cuidarla, desarrollarla, etcétera.


viernes, 7 de febrero de 2025

Otro negocio: Bolaño vuelto a traducir al inglés

El pasado 9 de enero, Pablo Retamal N., publicó en el diario La Tercera, de Chile, una nota referida a las nuevas traducciones de Roberto Bolaño al inglés. En su bajada se lee: "Desde el 2024, el sello editorial Picador está publicando la obra del escritor chileno en los Estados Unidos. En ese mercado, acaban de llegar en inglés los volúmenes Amuleto (1999), El gaucho insufrible (2003) y Monsieur Pain (1999). Se proyecta que sus dos obras cumbres -Los detectives salvajes y 2666- lleguen a librerías en los inviernos boreales de 2027 y 2028, respectivamente".

Distant Star: Roberto Bolaño y la nueva vida de sus libros en inglés

Hasta el año pasado, los libros de Roberto Bolaño en Estados Unidos se encontraban bajo el catálogo de Penguin Press. Sin embargo, en 2024 Mitzi Angel, presidenta y editora del grupo editorial Farrar, Straus & Giroux y sus sellos editoriales (que a su vez son parte del grupo editorial Macmillan, uno de los más grandes de ese país) adquirió los derechos para la edición impresa y electrónica en Norteamérica del escritor chileno a través de Sarah Chalfant, de la agencia Wylie (sí, la del polémico agente literario Andrew Wyle, conocido como “el Chacal”). Es por ello, que a contar del verano boreal del 2024, es el sello Picador el que comenzó a reeditar el catálogo de Bolaño en el país del tío Sam, en inglés.

“Es genial acercar a la gente el mundo de Bolaño, porque creo que una de las cosas que encuentro es que te vuelves adicto a él, sientes una especie de curiosidad interminable en relación con él -dijo Angel al sitio Publisher Weekly-. Sin duda, para cualquiera que esté fascinado por lo espeluznante de los libros y por su capacidad para escribir tan escalofriantemente bien sobre el mal, a mí me pareció que sus libros, a veces, eran bastante aterradores, de una manera que es muy poco común”.

En la primera entrega, el sello publicó los volúmenes Nocturno de Chile, The Return (que contiene en una sola edición los libros de cuentos Llamadas Telefónicas y Putas asesinas) y el inclasificable Amberes. Ahora, en este mes de enero es el turno de otros tres libros: Amuleto (1999), El gaucho insufrible (2003) y Monsieur Pain (1999).

Respecto al primero, responde a un ejercicio habitual en Roberto Bolaño: el diálogo con su propia literatura, la intertextualidad. Así como Estrella distante (1996) resultó ser un spin-off del último capítulo de La literatura nazi en América (1996), Amuleto (1999) lo fue de Los detectives salvajes (1998). En esta novela breve, leemos la historia de la poeta uruguaya Auxilio Lacouture, una mujer de alrededor de cuarenta años, alta, delgada y amante de la poesía y el teatro, quien se hace llamar a sí misma “la amiga de todos los mexicanos” pues conoce a todos los jóvenes poetas que pululan en el Café Quito, entre ellos Arturo Belano y Ulises Lima.En concreto, Auxilio relata una experiencia traumática. El 18 de septiembre de 1968, en el contexto del Movimiento de 1968 en México, el ejército invade la Ciudad Universitaria de la Universidad Nacional Autónoma de México, apresando a todos sus funcionarios, académicos y estudiantes. Ella, rápida, se oculta en un baño de la Facultad de Filosofía y Letras, y permanece escondida durante trece días sin que nadie se percate de su presencia. En ese transcurrir reflexiona sobre su estancia en México, y lo que le espera al país en el futuro. Además, va recordando episodios de su propia vida.

Respecto a El gaucho insufrible, podemos comentar que se trató del primer libro póstumo de Bolaño, publicado poco después de su muerte en 2003. En rigor, es un libro mixto, pues en la primera parte hay cinco relatos, y en la segunda, dos conferencias: "Literatura + enfermedad = enfermedad" y "Los mitos de Chtulhu". Para algunos, no es su mejor obra, Jorge Volpi llegó a decir que este era uno de los libros “irregulares” del autor.

El caso de Monsieur Pain (1999) es especial. Fue la primera novela de Bolaño, publicada originalmente en 1984 con el título La senda de los elefantes, y fue financiada gracias al Premio Félix Urabayen del Ayuntamiento de Toledo. Por entonces, Bolaño era un escritor absolutamente desconocido y no tenía contrato con editoriales, por lo que participar en concursos literarios de provincias españolas era su modo de costearse no solo sus libros, sino su propia vida. Desde este libro comenzó a pensarse más como un narrador antes que un poeta. En 1999, ya trabajando con la casa catalana Anagrama, esta decidió reeditar el libro con el nuevo título de Monsieur Pain. Acá, recrea los últimos días del poeta peruano César Vallejo y cómo un médico alternativo -Pierre Pain- intenta salvar la vida del vate, quien se encuentra con fiebre y un hipo descontrolado.

El resto del catálogo de Bolaño, irá apareciendo en Estados Unidos a través del tiempo. Se espera que para el otoño boreal de este 2025 aparezcan un volumen de Relatos póstumos, La pista de hielo y Una novelita lumpen. Además, para los inviernos boreales de 2027 y 2028 están contempladas las publicaciones de Los detectives salvajes y 2666, respectivamente por el 20 aniversario de las primeras traducciones al inglés de esos títulos.

viernes, 20 de diciembre de 2024

Más sobre la presente versión de la Furia del Libro


Nuevamente el diario chileno La Tercera, de Chile, se ocupa de La Furia del Libro, que, actualmente, se desarrolla en las instalaciones del GAM, en Santiago de Chile. En este caso, lo hace a través de una nota de Pablo Retamal L, publicada el pasado 18 de diciembre, donde habla Simón Ergas, el director del evento.

Cómo viene la Furia del Libro 2024: la traducción literaria como eje

Este fin de semana, vuelve un clásico del mundo editorial chileno, La Furia del Libro. Y su director, el escritor y editor Simón Ergas, suena entusiasta y optimista al teléfono con Culto. Como todos los años, la Furia tiene un punto de vista particular, esta vez, estará orientada hacia la industria de las traducciones.

“En términos de programaciones este año, organizamos un pequeño seminario sobre el oficio de la traducción. La Furia como festival literario junta harto público con lecturas y presentaciones, y quisimos armar esto pensando en los colegas en la industria, en los autores, editores, autores que les puede interesar el tema”.

La jornada se llamará Traducción literaria y edición independiente, que incluye un ciclo de conversatorios, y otras actividades. “Presentaciones de investigaciones respecto a la traducción como práctica cultural, su desarrollo en Chile en los últimos 100 años, un panorama crítico de las traductoras mujeres activas en el país, así como una revisión del estado de la traducción en la industria editorial, junto a presentaciones de libros recientemente traducidos y editados en Chile”, destacan en el sitio web del festival, junto con el detalle de lo que se realizará.

Esta mirada a la traducción tiene que ver con el modo en que se prepara la industria nacional de cara a la participación en la feria del Libro de Frankfurt 2027 con Chile como país invitado de honor. “Este año se ha ido avanzado. Primero estuvo el CONTEC, que se hizo a mitad de año, que fue la primera instancia de relacionamiento más o menos oficial con la feria y con el mercado chileno, después fue una gran delegación de chilenos a Frankfurt este año, y se ha estado moviendo bastante el tema de las traducciones de chilenos hacia afuera, y al final Frankfurt también nos pone una meta de llegar con muchos autores exportables a la feria en el 2027″.

Volviendo a la Furia, quizás la mayor novedad estará dada por la Librería de la Furia, que tendrá un sector en el GAM. Ergas explica las razones de esta iniciativa. “Uno de los problemas que hemos tenido en nuestra versión de verano es que en Chile hay demasiadas editoriales independientes, lo cual es muy bueno porque abre una variedad en el catálogo nacional, ya no cabemos todos en el GAM. Por eso abrimos la versión de invierno en Estación Mapocho. Pienso que entran 114 mesones en el GAM y tengo 250 postulaciones. Es súper triste porque quedan afuera editoriales emblemáticas, grandes, conocidas que de repente se demoran un poco más en postular, o editoriales emergentes nuevas que no llegaron a tiempo. Ha sido molesto porque hay muchas editoriales qDe ahí a que la Furia trabajó esta instancia de una librería. “Van a ser un grupo de mesones, de stands igual que los demás pero con algún distintivo. La organización, es decir nosotros, recibimos libros de editoriales como consignación como una librería, no les cobramos por participar, con eso le estamos dando la oportunidad al menos a veintidós editoriales que quedaron fuera para tener sus libros”.

Además, aprovechando las instalaciones del GAM, Ergas comenta que se exhibirán dos películas: Dipolo Fase II, de José Luis Sepúlveda y Carolina Adriazola; y Muertes y Maravillas, de Diego Soto, inspirada en los poemas de Jorge Teillier. Asimismo, destaca la presencia de la escritora argentina María Moreno en la inauguración de la Furia, este jueves. “Va a hacer una lectura en el día inaugural y luego tendrá otras actividades”, comenta Ergas.

La Furia del Libro edición verano 2024 funcionará desde el jueves 19 al domingo 22 de diciembre en el Centro Cultural GAM. Tendrá 166 editoriales nacionales y 25 editoriales provenientes de Argentina, España, Perú y Colombia.

jueves, 19 de diciembre de 2024

Por segunda vez en el año, los chilenos, furiosos

Desde el jueves 19 al domingo 22 de diciembre de 2024, tendrá lugar la segunda edición de estre año de La Furia del Libro, la tradicional feria de editores independientes de Chile, que esta vez se celebrará en el Centro GAM, del barrio de Lastarria. Lo que sigue es la información suministrada por el diario La Tercera, de Santiago de Chile, en su edición del pasado 10 de diciembre.

Escritoras invitadas y más de 160 editoriales: La Furia del Libro tendrá su versión de fin de año en el GAM

Más de 60 mil personas fueron parte de los 15 años de La Furia del Libro en su versión de invierno en el Centro Cultural Estación Mapocho y ahora, para cerrar el año, ―en vísperas de Navidad― la reconocida feria vuelve a Centro GAM con 166 editoriales nacionales y 25 editoriales provenientes de Argentina, España, Perú y Colombia.

Además de libros, La Furia del Libro se caracteriza por mantener una programación variada en torno a la literatura y este año vendrá con más de 40 actividades entre presentaciones, lanzamientos, conversatorios y la clásica Lectura Furiosa invita a los asistentes a leer a micrófono abierto parte de sus creaciones.

Una de las novedades de esta versión será la inauguración de La Librería de La Furia, una tienda de libros propia que reunirá editoriales independientes de diferentes tipos, iniciativa que busca aumentar aún más la oferta editorial.

“La Furia de verano es la versión más clásica de nuestra feria de editoriales independientes y con esta serán catorce versiones realizadas en el Centro GAM. Cada año hacemos lo posible por contar con la mayor cantidad de editoriales dentro de lo que el espacio nos permite, a fin de apoyar la enorme e imparable diversidad de libros que se están produciendo en nuestro país. Los invitamos a visitar y recorrer los pasillos de esta feria previa a Navidad, y este año a visitar también nuestra Librería de La Furia, proyecto que se suma para seguir visibilizando la multiplicidad de libros sorprendentes y de todas las temáticas que se están editando en Chile”, destaca Simón Ergas, director de La Furia del Libro.

Premios y actividades literarias en La Furia del Libro
El jueves 19 de diciembre a las 19:00 horas se realizará la inauguración de esta versión de la feria, la que se posiciona como uno de los grandes hitos de La Furia por la premiación a la escritora argentina María Moreno, autora de libros como La comuna de Buenos Aires, El affair Skeffington, Teoría de la noche, entre otros, quien será reconocida con el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas otorgado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio.

Otra de las autoras invitadas a participar en esta versión será la poeta Roxana Miranda Rupailaf (Osorno), quien presentará su libro Sángrate agua, de la Editorial UV. También llegarán a esta versión de La Furia del Libro, la escritora peruana Kathy Serrano y Ricardo Sumalavia, quienes participarán en un conversatorio con la escritora chilena Nona Fernández y Emersson Pérez.

Además, se desarrollará una jornada para especialistas del mundo editorial, llamada: Traducción literaria y edición independiente, que incluye un ciclo de conversatorios, con presentaciones de investigaciones respecto a la traducción como práctica cultural, su desarrollo en Chile en los últimos 100 años, un panoráma crítico de las traductoras mujeres activas en el país, así como una revisión del estado de la traducción en la industria editorial, junto a presentaciones de libros recientemente traducidos y editados en Chile.

Dentro de los lanzamientos y conversatorios destacados se llevará a cabo el lanzamiento de la novela gráfica Operación siglo XX. El atentado contra Augusto Pinochet, de LOM Ediciones; el conversatorio La ansiedad y el gonfoterio: ¿cómo editar libros de divulgación científica en Chile?, organizado por Ediciones Liebre y La Pollera Ediciones; el conversatorio La Ley versus Los Tres: rivales según la prensa, organizado por La Piedra Redonda Ediciones; el lanzamiento del libro de Nuevas Plumas en conjunto con Berrinche Ediciones, moderado por Juan Pablo Meneses, y más de 40 actividades gratuitas las que prontamente estarán publicadas en www.lafuriadellibro.com.

jueves, 3 de agosto de 2023

Paulo Slachevsky resume lo que la dictadura le hizo al libro y a los lectores en Chile

LOM es una de las principales editoriales independientes de Latinoamérica. Con más de tres décadas de existencia y un catálogo vivo de 2500 títulos, cumple en Chile, un país donde el libro todavía es un objeto suntuario, un papel fundamental. Su co-fundador es Paulo Slachevsky, quien, con su esposa Silvia Aguilera, ha participado en cuanto foro pueda imaginarse, manteniendo una coherencia ejemplar. En el siguiente artículo, publicado en El Mostrador, el pasado 31 de julio, revisa lo ocurrido en su país tanto con el libro y la lectura durante los cincuenta años transcurridos desde el golpe de Estado de Pinochet. 

El libro y la lectura en Chile a cincuenta años del golpe civil-militar

La cultura, el libro y la lectura no son temas sectoriales, de tercer orden, tienen que ver con el desarrollo del conjunto de la sociedad, con la comunidad país que queremos proyectar, con la posibilidad de hacer y transformar nuestras vidas. Tiene que ver con la posibilidad de romper el cepo del modelo exportador extractivista que nos domina, como también de la desigualdad estructural imperante. Su rol es también neurálgico en la calidad de la democracia que tenemos. Llevamos 50 años en que más que sujetos históricos, el modelo ha promovido ovejas consumidoras, temerosas y acríticas. Eso lo instaló la dictadura y lo mantuvo la postdictadura. Creo que sería tiempo de impulsar un real cambio en la materia.

La fractura que marcó a nuestro país a sangre y fuego aquel 11 de septiembre de 1973, también transformó profundamente el mundo del libro y la relación de gran parte de la población con este objeto y la lectura a largo plazo. Para la historia del libro y la lectura, así como también para el campo editorial, el golpe civil-militar y los años de dictadura implican claramente un quiebre en su continuidad histórica, lo que nos obliga a abordar los periodos separadamente, con un antes y un después del golpe.

La crueldad y brutalidad del golpe, cargada de actos simbólicos, da claramente cuenta que este está intrínsecamente vinculado a las masivas y reiteradas violaciones de derechos humanos de los años de la dictadura, los que constituyen crímenes de lesa humanidad. Para la política y lo social, el bombardeo de La Moneda fue sin duda el acto fundacional de lo que se venía. Un acto desmesurado, que no tenía ninguna relación ni proporción con la defensa que allí ejercía el presidente con el GAP y cercanos. El brutal asesinato de Víctor Jara y los auto de fe cumplían para la cultura un rol similar.

No es casualidad que algunos fotógrafos presenciaran, el 23 de septiembre de 1973, en Diagonal Paraguay esquina Lira, cómo los militares quemaban libros en plena vía pública. Se convocó, se avisó a la prensa. El fotógrafo holandés Koen Wessing, entre otros, captó esas instantáneas del Farenheit de la dictadura.

También se informó del hecho en las páginas internas de El Mercurio y La Tercera, junto a una breve reseña que mencionaba la muerte de Pablo Neruda, se cuenta en “Apagón cultural, el libro bajo dictadura” (Manuel Sepúlveda, Jorge Montealegre, Rafael Chavarría, Asterión, 2017).

En esos días fueron muchos los libros de bibliotecas lanzados al fuego directamente por la represión. La misma suerte sufrieron miles de libros, quemados por sus propios lectores. Como dan cuenta testimonios, en los allanamientos los militares preguntaban por las bibliotecas; cuando las había, por el contenido de estas podían identificar las ideas de quienes habitaban en el domicilio. El terror se impuso por el fuego. El miedo transformó las páginas en combustible para las llamas. Fueron estos actos constitutivos que replicaban, a su modo, cual libreto de una obra de teatro, los crímenes de instalación de los nazis. Primero el incendio del Reichstag, después el autodafé del 10 de mayo de 1933, las ceremonias con antorchas y la instalación de los campos de concentración.

El mismo IVA, tema que cruza el ámbito del libro durante toda la postdictadura, no aparece en cualquier momento. A fines del año 1976, cuando desaparecía el historiador Fernando Ortiz, autor de “La historia del movimiento obrero en Chile”, se decidía aplicar el IVA al libro. No es una casualidad. Ese mismo año, antes de ser asesinado en Washington, Orlando Letelier vinculaba la represión política con la libertad económica para los más privilegiados, como “dos caras de una misma moneda”.

Como señala Naomi Klein en el prólogo al libro Orlando Letelier: el que lo advirtió (Lom ediciones, 2011): “La junta no tenía dos proyectos separados y compartimentados: un visionario experimento de transformación económica y un siniestro sistema de torturas y terror. Había solamente un proyecto en el cual el terror era el instrumento central para la transformación en libre mercado”.

No se trataba sólo de terminar con un gobierno, cabe recordar que adelantaron el golpe para que el presidente Salvador Allende no alcanzara a convocar a un plebiscito el 11 de septiembre. Buscaban aniquilar la voluntad y el nivel organizativo que habían alcanzado en Chile los sectores populares. Y para ello era necesario abolir la difusión de todo pensamiento crítico, terminar abruptamente con el proceso de concientización política que habían alcanzado los sectores obreros y campesinos a lo largo del siglo XX.

Por eso también la censura, la que se instaló a través de diversas vías desde el mismo 11 de septiembre de 1973. Un ejemplo de ello es el Bando número 107 de la jefatura de zona en estado de emergencia de la zona metropolitana del 11 de marzo de 1977, que exigía autorización previa para la “fundación, edición, comercialización, de cualquier forma de nuevos diarios, revistas y periódicos, e impresos en general”, como también para la “importación y comercialización de toda clase de libros, de diarios, revistas e impresos e general”, práctica que siguió hasta el año 1983 a través de un artículo transitorio de la constitución del 80.

Así, el IVA al libro en Chile, la censura, como el cierre de carreras universitarias, de editoriales, librerías, revistas y periódicos, suman a la prisión, tortura, asesinato y exilio de muchas y muchos creadores e intelectuales, profundizando el reino de sangre y fuego que se instala en el país y en el espacio cultural, relegando al libro y a la cultura a los sectores más privilegiados.

Durante los años de dictadura, repetidamente se vieron en la televisión y la prensa las imágenes de los allanamientos donde se agrupaba libros y armas, como pruebas irrefutables de “la subversión”. Ello fue forjando en la práctica, la estigmatización del libro a través de la violencia simbólica, un imaginario que rompió totalmente con la relación que durante la república se había generado entre las y los ciudadanos y el libro, de lo que da cuenta Bernardo Subercaseaux en La historia del libro en Chile (LOM ediciones, 2010). Así, se fue instalando un profundo quiebre en la relación de la ciudadanía con el libro, que hasta la fecha no se ha revertido en los sectores populares.

Entre 1973 y 1990 se mantuvo vivo un espacio relacionado con la edición oficial; en los primeros años de la dictadura, en torno a la Editora Nacional Gabriela Mistral, que dirigió un general retirado, la que de manera muy disminuida buscó emular la hazaña de editorial Quimantú durante la Unidad Popular. El año 1976 la empresa se privatizó, y posteriormente sus máquinas fueron rematadas. También con libros de propaganda y manipulación, como El libro blanco del cambio de gobierno en Chile.

Se mantuvieron igualmente algunas publicaciones en el ámbito universitario, las que tenían un margen de movimiento muy limitado, dominando la censura y la autocensura. Qué más se podía pedir en universidades donde reinaban los rectores delegados. La edición comercial se mantuvo, ya que hoy como ayer, “lo central es el negocio”, aunque la precariedad de todo el ecosistema no le posibilitaba “brillar” como lo hacen hoy las multinacionales del libro. Y, por supuesto, estaba la edición comprometida, o al menos abierta a las voces críticas, muy semejante a lo que hoy llamaríamos la edición independiente.

De los oscuros años 70, después del golpe, no se puede dejar de recordar el trabajo de Pineda Libros, editorial Aconcagua y Nascimento, entre otras. Algunas de ellas tenían ya una significativa trayectoria previa y, a veces, lograron continuidad en la década siguiente.

De la década de los 80, Editorial Sin fronteras, Editorial Cesoc, Editorial Cuarto Propio, Ediciones Pehuén, Editorial Cuatro Vientos, Ediciones Documentas, Ediciones de Obsidiana, Ediciones Manieristas, Mosquito, Pomaire, Galinost, Del Maitén, Ergo Sum, Lar, Cerro Huelén, Tragaluz, Emisión, Ornitorrinco, Minga, entre otras.

La precariedad en la producción, difusión y comercialización, la autocensura y un constante sentimiento de peligro reinante en los ámbitos de oposición a la dictadura, marcaron el quehacer de esos años. Aun así, cada una con su catálogo contribuyó a mantener viva la creación local. Ediciones Ganymedes, por ejemplo, dirigida por David Turkeltaub, entre 1977 y 1987, publicó muchas obras significativas de nuestra literatura, como Mal de amor de Oscar Hahn, obra censurada en su momento; A partir de Manhattan de Enrique Lihn, Sermones y prédicas del Cristo de Elqui de Nicanor Parra, y Virus de Gonzalo Millán.

Para muchas y muchos, el libro fue también un objeto de resistencia. Era cuestión de atreverse a leer en una micro, por ejemplo, tomando la precaución muchas veces de cubrir correctamente las portadas. La sobrecubierta en papel de regalo o Kraft permitía circular con la obra con cierta tranquilidad.

La lectura clandestina fue una práctica común durante todos esos años de terror. Obras prohibidas, o susceptibles de serlo, circulaban así de mano en mano. También los libros servían para transmitir información “encriptada”, ya sea para indicar el lugar de un punto de encuentro de carácter político, o bien un mensaje mayor. Las sobrecubiertas en tapa dura, fueron también lugares posibles donde transportar información sensible, como informes políticos, mensajes clandestinos o microfilms. Pero por más bellas y significativas que son esas prácticas resistentes de lectoras, bibliotecarios, editoras y escritores, ya no tenían la masividad de los años anteriores, ese vínculo había sido cercenado, por lo que había desaparecido la promesa cultural democratizadora que buscaba estar en cada casa y cada rincón del país la posibilidad de ensanchar el mundo y la vida, proyecto cuya máxima expresión fue sin duda editorial Quimantú.

A los 50 años del golpe civil-militar, uno no deja de sorprenderse de cuánto y cómo marcó ese sello de horror y exclusión y de qué manera sigue influyendo en los más diversos ámbitos en esta sociedad chilena del siglo XXI. Así lo vemos en la relación que parte significativa de la ciudadanía tiene con la lectura y el libro.

En la larga postdictadura sin duda hay importantes cambios, como la Ley del Libro de 1993, la multiplicación de bibliotecas, los fondos concursables, la Política Nacional de la Lectura y del Libro desde el 2015, entre otros. También hemos sido testigos de cómo han surgido nuevas generaciones de escritoras y escritores, de ilustradores, así como de editoriales independientes, librerías y ferias.

Sin embargo, en este nuevo escenario no se logró revertir ese brutal corte entre el mundo popular y el libro. La marca de sangre y fuego que dejó instalada en las mentes la dictadura, como el modelo de mercado neoliberal que reina en nuestra sociedad, con significativos procesos de concentración donde domina el colonialismo cultural, no han sido enfrentados con la claridad y energía necesaria para reparar el daño y reconstruir una nueva relación.

Tampoco se ha terminado con las censuras o auto censuras en las bibliotecas públicas y escolares, ni en los programas educativos. La misma tecno-utopía reinante, que por sobre todo valora la conexión digital, relega las prácticas lectoras a un rol secundario, limitando el desarrollo de las capacidades reflexivas, críticas y creativas, dejándonos como país en un rol de receptor y consumidor de la producción intelectual y tecnológica de los países del Norte.

Es evidente que gran parte de la clase política no se interesó en cambiar realmente las cosas: ni la institucionalidad ni el modelo económico; tampoco en hacer justicia y reparación; menos aún tomarse en serio la importancia del quehacer cultural y del libro en particular, ámbitos que fundamentalmente quedaron entregados a las lógicas del mercado.

En la cultura como en el libro, parte significativa de los avances que se han logrado en todos estos años vienen desde abajo, por la presión, por la creatividad, por la tenacidad de las y los actores del ámbito cultural, como la asociación Editoriales de Chile.

Lamentablemente, si eso no se acompaña con cambios en las instituciones, en la educación y en las políticas públicas, difícilmente esas transformaciones se logran instalar con cierta igualdad y densidad en toda la sociedad. Es claramente lo que ocurre con el libro y la lectura.

Es motivo de alegría, no cabe duda, que, en abril de este año, el mismo presidente lanzara en La Moneda la nueva Política Nacional de la Lectura, el Libro y Bibliotecas (PNLLB). Pero si esto no va más allá del gesto simbólico y no se acompaña de una rápida implementación y de una real voluntad política de poner al libro, la lectura y las bibliotecas en un lugar más central en nuestra sociedad, con presupuestos relevantes en educación y cultura articulados con la PNLLB, no habrá impacto significativo, y se seguirán abordando los temas del libro y la lectura como un asunto sectorial.

Nos parece que es tiempo de impulsar una profunda transformación en el quehacer público y ciudadano en torno al libro y la cultura, apostando por una real democracia cultural, donde se trabaje para que todas y todos seamos sujetos culturales, y se potencien las habilidades para la reflexión, el pensamiento crítico y creativo, la capacidad para debatir y asumir que la convivencia societal es posible alentando la discusión y asumiendo las diferencias.

Se hace necesario desactivar ese falso consenso para poner en práctica el disenso que nos permita escuchar y construir en y con la diferencia. Hay que multiplicar y reforzar espacios de encuentro locales y territoriales, así también instancias como el Observatorio del Libro y la Lectura de la Universidad de Chile, y coloquios como el organizado por Letras de Chile, “Literatura y dictadura a 50 años del golpe militar”, abriéndose a reflexionar en torno a estos temas.

Es hora de pensar como país a mediano y largo plazo, salir de la obnubilada dependencia neoliberal como de la domesticación y acomodo con los diktat de la prensa conservadora y del gran empresariado, instigadores de aquel 11 de septiembre y cómplices civiles y activos de los crímenes de la dictadura.

Es fundamental liberarnos del colonialismo cultural y sus multinacionales de la cultura, de la educación y del entretenimiento, que transforma todo en mercancía, margina la producción intelectual propia, bloquea una verdadera apropiación de la producción cultural en los territorios y limita todo el potencial liberador y creador de la cultura y la educación. Hay que revertir las lógicas de isla que hacen que cada acción, medida o política se trabaje de manera aislada, impidiendo todo efecto multiplicador. Se requiere más de una vuelta de tuerca, apostando articuladamente a un proyecto país, con significativas políticas públicas, y a la vez un fuerte impulso del tejido de base en el campo cultural que potencie toda la fuerza creativa de la cultura, del libro y la lectura.

La cultura, el libro y la lectura no son temas sectoriales, de tercer orden, tienen que ver con el desarrollo del conjunto de la sociedad, con la comunidad país que queremos proyectar, con la posibilidad de hacer y transformar nuestras vidas. Tiene que ver con la posibilidad de romper el cepo del modelo exportador extractivista que nos domina, como también de la desigualdad estructural imperante. Su rol es también neurálgico en la calidad de la democracia que tenemos. Llevamos 50 años en que más que sujetos históricos, el modelo ha promovido ovejas consumidoras, temerosas y acríticas. Eso lo instaló la dictadura y lo mantuvo la postdictadura. Creo que sería tiempo de impulsar un real cambio en la materia.

viernes, 23 de junio de 2023

Chile y Frankfurt: un poco de sentido común



Con un sentido común ausente en la entrada de ayer, el escritor y editor chileno Daniel Rojas Pachas describe en su página de Facebook una realidad del todo diferente de la que imagina para su país Sebatián Gómez Matus.

Informarse y aterrizar en la realidad

Frente a la noticia de Chile rechazando ser el invitado de honor el 2025 en Frankfurt, quiero señalar un par de puntos que enfocan el asunto más allá de populismos, memes, el insulto al vuelo al gobierno y la posición siempre grandilocuente y poco realista del chileno, de creer que su situación como país es comparable a naciones con industrias del libro consolidadas como España o Francia. Chile maquilla mucho las cosas y esta decisión, mala, buena o lo que quieran creer, lo que hace es poner en evidencia la mascarada nacional, la fachada de cartón. Ante el informe reciente de la cámara chilena sobre la producción nacional con 8200 libros (títulos) el año pasado, o sea registrados, con todos los requisitos de ley para entrar al mercado del libro, ojo libros con tirajes por debajo de los 500 ejemplares, en verdad creen que Chile podría llenar siquiera un hangar con libros. Porque eso son los espacios en Frankfurt. Además Frankfurt es una feria de negocios, de venta de derechos más que una feria de presentaciones. Sin duda si Chile llegara a participar como invitado de honor (no como expositor, eso lo hace todos lo años) lo que se montaría sería el catálogo de Planeta de Libros, que de hecho es la que domina la producción nacional. En Chile el agente es una figura casi desconocida. No que sea inexistente, pero si reducida. El gran porcentaje de autores negocia directamente con los sellos y sean sinceros, los derechos de autor, el grueso de sellos, chicos y medianos los pagan con ejemplares. No somos esa gran industria que se pretende. España el año pasado tenía dos salones gigantes. En Chile hay problemas para que los libros circulen fuera de Santiago, o sea en las provincias extremas de su propio territorio. Que hace pensar que podrán en tres años cruzar de un continente a otro con buques llenos de libros. Inevitablemente la diversidad quedaría fuera y terminarían llenando la comitiva con expositores de vino, gastronomía y periodistas, músicos y anexos al libro. No digo que la industría chilena esté en pañales hay muchos profesionales calificados e hitos y voces, no sólo Neruda e Isabel Allende tienen la atención de los lectores europeos. Existen traducciones y autores contemporáneos que son leídos. Chile además todos los años expone en ferias internacionales con comitivas, pero de ahí a encabezar la feria hay un gran salto. Lo que se debe potenciar son esas instancias internacionales de forma gradual y el libro y su perfeccionamiento, no el circo que rodea el asunto. Francamente no creo que en dos o tres años se pueda lograr una muestra a la altura del espacio, menos con la inestabilidad política y económica que el país viene atravezando desde el 2019 (Bueno y desde muchos años antes, pero ese no es el centro del asunto). Creo que hace falta una autocrítica a las falencias de la industria nacional y revisar la realidad del país en todas sus dimensiones con atención a la desconexión de las provincias, saliendo por un segundo de los entusiasmos y las camarillas de la capital. Revisen el link que pongo en los comentarios con los números de España, en relación a su participación el año pasado. 70000 títulos editados el 2022 y vean los tirajes y la inversión que ese país viene haciendo históricamente en su industria cultural. Esto no es cosa de levantarse un día y creerse un tigre cuando se es en realidad un gato (ojo no tengo nada en contra de los gatos). Chile no tiene esos números. No significa esto que nunca los tendrá o que no existe el potencial, pero es eso potencial. Las ilusiones y las buenas intenciones no son suficientes. Mejor informarse un poco y aterrizar la realidad.

jueves, 22 de junio de 2023

El gobierno chileno acusado por prudente



Ser "invitado de honor" en las ferias del libro del mundo entero cuesta mucho dinero. Por caso, tanto Frankfurt como Guadalajara, acaso las más visibles y, supuestamente, redituables para los intereses de difusión de un país, implican el desembolso de varios millones de dólares: hay que pagar por el stand, que debe ser más importante que el de todos los otros participantes; hay que llevar funcionarios y escritores; hay que organizar eventos en paralelo, etc., etc., etc. Por eso, ser invitado es un lujo que no todos pueden permitirse. De hecho, países con una riquísima tradición literaria, como Irlanda (que tiene cuatro premios Nobel de literatura), jamás han participado en esos foros.

El caso de Chile, un país que tiene sólo 100 librerías y donde los libros pagan I.V.A., transformándose las más de las veces en artículos suntuarios, resulta paradigmático y, como no podía ser de otra forma, la política metió la cola. Ya ocurrió hace unos años, cuando la nación trasandina fue invitada de honor en Guadalajara y la curaduría del evento quedó en manos de petimetres incapaces de considerar toda la edición chilena y todos los escritores y no solamente a los amigos. Hoy, por razones opuestas, las cosas son peores. Considérese nada más que el actual gobierno chileno, incluso desde mucho antes de asumir, viene soportando una andanada de munición gruesa por parte de la oposición de derecha, que no ha dudado en mentir, tergiversar y estigmatizar cada simple iniciativa propuesta por la actual administración.

No debe entonces sorprender el siguiente artículo, publicado por el poeta y "editor profesional indendiente" (así se presenta) Sebastián Gómez Matus en El Ágora, de Chile, donde se queja amargamente de que su país no haya aceptado ser invitado de honor en la feria de Frankfurt (a la que, con ligereza califica como "el mayor evento literario del mundo", cuando es apenas un acontecimiento comercial vinculado al mundo del libro) porque Chile se excusa señalando que, antes de hacer tamaño desembolso, prefiere darle prioridad al ecosistema del libro y la lectura.

Chile rechazó ser el invitado de honor en la Feria del Libro de Frankfurt

En el mundo del libro todos saben que la feria de Frankfurt es el mayor evento literario del mundo, sobre todo por las consecuencias positivas para los autores en términos de contratos de traducción y, por supuesto, para el país y la imagen que intenta proyectar en el mundo de las letras, que dentro del territorio nacional presenta una grave crisis de calidad y de probidad en términos de política cultural.

Hace años, si acaso no desde sus orígenes, que el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, en particular el sector del Libro y la Lectura, viene haciendo agua. No solo por la forma de hacer una política cultural de la lectura y el libro, que intenta responder a un vacío cultural inmenso que busca llenarse con medidas de producción, como si los escritores produjeran obras y no las escribieran. La lógica de una política cultural, amparada en el antiguo y archicriticado concepto de industria cultural, es una lógica que ha probado ser fallida hace muchos años, pero sigue siendo rentable para ciertos agentes culturales y la sospechosa raza de los mediadores o gestores.

En particular con este gobierno, en el mundo del libro ha habido varios escándalos que trascendieron a la luz pública. Pero rechazar ser el invitado de honor de la Feria del Libro de Frankfurt, es un privilegio que ningún país se había arrogado antes. Seguramente los alemanes no dan crédito y menos los autores que ven la retirada de todo un mundo de lectores, como por ejemplo los coreanos, que están poniendo sus ojos en las letras nacionales. La decisión fue comunicada por la embajadora de Chile en Alemania, Magdalena Atria, al director de la Feria, Jürgen Boos, aduciendo falta de recursos y de personal.

La respuesta del Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio, fue la siguiente: “Chile asistirá a la Feria del Libro de Frankfurt como participante, no como invitado de honor. La decisión obedece a priorizar los recursos a fortalecer el ecosistema del libro y la lectura en Chile, con el objetivo de retomar la tradición de una Feria Internacional del Libro en nuestro país”.

Al margen del argumento económico, en un comunicado interno del Ministerio de RREE se habló de un argumento político que fue emitido en agosto del año pasado: “Para las misiones interesadas en postular se prestará especial atención a proyectos culturales que tengan como eje la memoria, la solidaridad y la sensibilización a los 50 años del Golpe de Estado”, señala uno de los párrafos de un instructivo enviado por parte de la Cancillería a las embajadas de Chile en el extranjero. Así, la feria alemana habría sido desestimada dentro los prioridades oficiales.

Tras el comunicado de la embajadora al director de la Feria de Frankfurt, el ministro Jaime de Aguirre comentó: “Se consideraron motivos presupuestarios, ya que ser invitado de honor en esa feria significa una gran inversión, que acorde al lineamiento de austeridad, enfocaremos en gasto público para una iniciativa de alcance internacional en Chile que permita volver a posicionar a nuestro país como espacio de reconocimiento mundial en esta área”.

Cabe recordar que tras haber firmado una carta de intenciones en Chile, de que el gobierno haya pedido el año 2025 en específico, de haber obtenido la venia de parte de Presidencia y de Hacienda, los alemanes no entienden cómo un país se da el lujo de rechazar una invitación tal. Es una decisión única en la historia de de esa feria y los principales afectados son escritores y escritoras, que tendrán que seguir alimentando formularios de becas y financiamientos estatales que precarizan el trabajo y el oficio de escritor, al margen de que el sistema produce una literatura de muy baja calidad.

Solo un dato del país vecino, cuya literatura comparada a la nuestra le lleva mucho por delante, dado que acá la literatura no se discute, y si acaso se hace, se discute en términos ideológicos previo a los valores literarios que pudiera o no tener una obra. La tendencia es a la baja. Argentina fue invitada de honor en el 2010. Se tradujeron más de 1.210 obras de alrededor de 400 autores argentinos, a 45 lenguas, en 50 países. Recordemos que en Argentina no hay fondos de cultura y sí hay un campo laboral para que tanto escritores como escritoras le tomen el peso al oficio. Sería interesante ver cómo reaccionan los autores frente a esta decisión.

viernes, 8 de abril de 2022

"Mientras más lejos voy del cono sur, más insegura me pongo con el español"

El pasado 16 de febrero, Pablo Retamal N.  publicó en La Tercera, de Chile, una entrevista con la traductora estadounidense Megan McDowell, a propósito de la traducción de una novela del autor trasandino Alejandro Zambra. En la bajada se lee: “Desde esta semana en Estados Unidos se encuentra la última novela de Alejandro Zambra, Poeta chileno, traducida al inglés. Quien realizó el trabajo de llevar el libro al público anglo fue la oriunda de Kentucky, que vive en Santiago desde 2004 y también ha trabajado con Mariana Enriquez, Samanta Schweblin y Lina Meruane. ¿Cómo se logra traducir un libro tan cargado de chilenidad? Aquí McDowell responde”.

Megan McDowell y la traducción de Poeta chileno, una conversación continua

Desde ayer, en los escaparates de las librerías de Estados Unidos, los lectores se pueden encontrar con Poeta chileno, la última novela de Alejandro Zambra ya en idioma inglés vía Viking. Detrás de esa traducción está Megan McDowell, quien ha traducido todos los libros del maipucino.

Nacida en Kentucky, Estados Unidos, McDowell de algún modo ha hincado los dientes de su trabajo de traducción en autoras y autores latinoamericanos. Junto a Zambra, también ha traducido a Mariana Enriquez, Samanta Schweblin y Lina Meruane. Vive en Chile desde 2004, en Santiago.

Poeta chileno es una novela que contiene mucha chilenidad. ¿Cómo fue el proceso de traducirlo? McDowell lo explica a Culto. “En general, hay que tener en cuenta que un angloparlante va a experimentar esa chilenidad de forma distinta que un lector chileno. Eso no significa que algo se haya perdido necesariamente, sino que ha cambiado, y hay distintas maneras de experimentar un libro. Además, no creo que deberíamos subestimar a los lectores –que algo resulta nuevo o desconocido no quiere decir que vaya a ser imposible de asimilar–. Esas son como reglas generales al momento de traducir”.

“Con Poeta chileno específicamente, es más complicado, porque el libro interroga esa identidad nacional, y ese cuestionamiento se va a leer diferente dentro de Chile que fuera. Además, esa ‘invisibilidad’ que solemos pedir de una traducción, que –en mi caso– se lea como si se hubiera escrito en inglés, no es posible, porque el lenguaje mismo juega un papel importante como rasgo cultural y nacional”, añade Megan.

En este sentido, McDowell rescata a uno de los personajes del libro. “Es muy importante el personaje de Pru, quien actúa como interlocutora y está activamente persiguiendo esa pregunta ¿qué es la chilenidad?, ¿qué se siente ser un poeta chileno? A través de su experiencia y sus entrevistas, podemos escuchar a los chilenos explicando la chilenidad a una extranjera, que nos dice mucho sobre ellos como personajes además de sobre la identidad nacional”.

–Sobre el personaje de Pru, ¿te comentó Alejandro si acaso fuiste la inspiración? porque tienen una biografía muy similar.
–Yo no soy Pru, pero creo que de alguna forma sí. Alejandro vivía en Estados Unidos, entonces conocía ese mundo. Yo nunca he vivido en Nueva York, que es el mundo de Pru. Él me hacía preguntas. En la novela, hay un recuerdo que tiene Pru, cuando está caminando con sus padres en Carolina del Norte, ese es un recuerdo mío, no con mis padres, yo viví en Carolina del Norte y le describí ese lugar. Hay cosas chicas así, pero yo me identifico con la experiencia de ella, de hablar español, de conocer ese mundo literario pero no ser parte.

McDowell cree que de alguna manera, Poeta chileno marca un cierto giro en la carrera de Zambra: “Formas de volver a casa fue el libro que consagró el concepto de ‘Literatura de los hijos’, y se trataba (para generalizar demasiado) de interrogar a la generación anterior, de contar una historia histórica/política desde la perspectiva personal/familiar. de los que lo heredaron. Se trataba de cuestionar ideas heredadas de culpa e inocencia, y del silencio que reinaba en el ámbito personal y público en Chile, el silencio de la complicidad, del miedo, del ocultamiento”.

Poeta chileno me parece que marca un giro, un giro de la mirada desde esa complicada herencia hacia la siguiente generación –agrega McDowell–. El personaje de Gonzalo encarna una especie de fracaso de una generación, pero de alguna manera ese fracaso no es un fracaso sin esperanza, es un fracaso digno. Nos quedamos con la sensación de que la generación de Vicente va a poder hacer mejor las cosas, que las preguntas que están haciendo están más cerca de las preguntas correctas. Si observas las actitudes de Gonzalo y Vicente hacia la educación, verás que ambos trataron de frustrar las expectativas y abrirse camino como poetas, pero el concepto de Gonzalo sobre las opciones que se abrían para él era limitado, su idea de rebeldía todavía era bastante conservador. La negativa de Vicente a ir a la universidad puede parecer imprudente y temeraria, pero es valiente de una manera que Gonzalo no podía imaginar”.

La traductora también señala que la educación es otro concepto clave en la obra de Zambra. “También puedes ver un cambio allí: mira Facsímil vs. Poeta chileno. Ambos resaltan una preocupación por el estado quebrado de la educación en Chile, y ambos son extremadamente divertidos. Pero la perspectiva en Facsímil es mucho más brutal y pesimista –más guiada por una perspectiva de Gonzalo– mientras que Poeta Chileno se atreve a ser cautelosamente optimista al mirar hacia la generación de Vicente”.

–Ya has traducido antes a Alejandro, ¿Cómo suelen trabajar?
Sí, este es el sexto libro que he traducido de él, ya llevamos casi 15 años trabajando juntos. Empezó siendo alguien a quien escribía mails muy tímidos para hacerle preguntas sobre sus textos, las menos posible para no molestarle. Ahora es uno de mis mejores amigos, alguien a quien quiero y admiro mucho. El proceso de traducción se ha vuelto cada vez más colaborativo. Ahora (me enorgullece decir) Alejandro me manda borradores y versiones previas de sus textos, y pide mi opinión. Y mientras voy traduciendo hago lo mismo, con Poeta chileno, por ejemplo, cuando corregía mi borrador le mandaba cada capítulo con mis dudas, y él leía y respondía. Todo el proceso es como una conversación continua. Hago todas las preguntas que se me ocurren, muchas veces solo por curiosidad.

–¿Has notado una evolución en tu proceso como traductora?
–En general, mi proceso para realizar una traducción ha cambiado con el tiempo, sí. Involucra más roles –no solo traductora, sino también escritora cuando es necesario– como con Facsímil o con los poemas en Poeta chileno, cosas que no se pueden traducir “literalmente”. También editora –paso mucho, mucho tiempo leyendo y releyendo la traducción y puliendo el inglés–. La transferencia de un idioma al otro es solo la primera fase.

–Vives en Chile desde hace años, ¿sientes que el castellano de acá de alguna forma se “coló” en la traducción?
–Yo no tengo problema con dejar ciertas palabras en español, muchas veces palabras “chilenas” como pololo o cuico, y las explico dentro del texto, lo que se llama un stealth gloss en inglés. También hay una cuestión de ritmo, el español que tengo en mi cabeza es el chileno, porque aprendí aquí y vivo aquí. En un principio, me sentía más cómoda traduciendo un libro chileno. Ahora con el tiempo me acomodé con el argentino también. Pero mientras más lejos voy del cono sur, más insegura me pongo con el español.

McDowell apunta que en el proceso, hubo palabras con las que tuvo que lidiar. “Con Poeta chileno era necesario hablar sobre el idioma, como con la palabra padrastro. Yo ya tenía esa impresión de que era una ‘mala palabra’ porque en Chile, me fijé que cada vez que hablaba de mi madrastra o mi padrastro, la gente me decía: ‘Megan, no hay que decir eso, tienes que decir ‘la mujer de mi papá’'. Y yo me preguntaba por qué, si hay una palabra que nombra esa relación. Para decir eso en inglés la palabra es stepfather y no tiene esa mala connotación, entonces había que explicar que en español la palabra padrastro significa directamente ‘mal padre’”.

–¿Es Poeta chileno tu libro favorito de Zambra?
–Sí. Pero también cada libro de él que he traducido ha sido mi favorito en el momento.

–¿Consideras que en estos tiempos es más rápido que a un autor(a) de Latinoamérica se le traduzca al inglés?
–Sí. Hay más editoriales independientes, muchas enfocadas en la literatura mundial y en la traducción contemporánea. En el pasado, hace dos generaciones, quizás, un escritor tenía que ser consagrado para llegar a ser traducido. Hoy en día no es así, las personas que traducen ya no son tan académicos y la traducción no pasa mayormente dentro de las universidades. Eso tiene que ver con el éxito de escritores como Knausgård, Ferrante, Bolaño, y más recientemente, del español, los Zambra, Schweblin, Enriquez, etc (mis ejemplos son libros que traduje yo pero hay más, por supuesto, como Valeria Luiselli, Fernanda Melchor, muchos más). Eso cambió las expectativas de las editoriales, incluso de las grandes. Hoy, editoriales como Simon & Schuster o New Direction están buscando los próximos Ferrante. Quieren descubrir escritores antes que se vuelvan más conocidos.

–¿Y crees que se ha valorizado más el rol de las y los traductores?
–Ha existido un cambio también en los lectores. Antes existía esta idea de que los lectores no querían leer traducciones, por eso siempre se escondía el nombre del traductor y no se quería que se supiera que el libro venía de otro país. Era un círculo vicioso, pero ahora se está abriendo. Los lectores están buscando la traducción, en eso han influido los premios, como el Booker, que desde el 2015 se comparte con el traductor.

–¿En qué te encuentras trabajando ahora?
–Estoy terminando las correcciones de Nuestra parte de la noche de Mariana Enriquez. Después termino de traducir el nuevo libro de Carlos Fonseca, Austral. Después me vuelco a Diez, de Juan Emar, que fue comprado por New Directions.

jueves, 1 de julio de 2021

"La idea de las literaturas nacionales es complicada"

El pasado 27 de junio, Ana Clara Pérez Cotten publicó en el sitio de la agencia TELAM la siguiente entrevista con Megan McDowell. En la bajada se lee: “La traductora norteamericana está radicada en Chile y trabaja con  gran parte de la nueva generación de escritores latinoamericanos, entre ellas las argentinas y multipremiadas Samanta Schweblin y Mariana Enriquez. En los últimos años, quedó nominada tres veces para el Booker Prize, que reconoce a la par a los escritores y a los autores. ¿Hay un nuevo boom en la literatura de nuestro continente?”

“Hay que confiar en los lectores porque son capaces de vivir con algo de ambigüedad”



Norteamericana pero radicada en Chile, tradujo –además de las mencionadas Enriquez y Schweblin– la obra de Alejandro Zambra y Lina Meruane, posibilitando así que aquellos libros cruzaran las fronteras. ”Me cae bien la capacidad que tienen de experimentar sin tomarse demasiado en serio y sin perder de vista lo fundamental de contar una historia: cautivar al lector y hacer que se involucre en una narración ajena”, define al corpus de autores que traduce.

Defensora de una concepción de la traducción más cercana a la interpretación que a la de una operación de equivalencias, los cuentos que traduce McDowell aparecen en The New Yorker o en The Paris Review desde hace años. Ganó el premio English PEN y el Valle-Inclán y quedó nominada tres veces para el Booker Prize, que reconoce a la par a los escritores y a los autores.

Zambra fue el primer autor latinoamericano que tradujo. Leyó Bonsai mientras cursaba su magister en traducción en Texas y le escribió para pedirle permiso para encarar la traducción, pero cómo ya estaba encaminado ese trabajo, el escritor chileno le mandó La vida privada de los árboles. En 2011, la editorial Open Letter aceptó la traducción de McDowell y la publicó con el título The private lives of trees. Con Zambra inauguró también una política de trabajo: acompaña a los autores a lo largo de los años, sigue y acompaña la obra.

Radicada en el barrio de Nuñoa, en Santiago de Chile, pasó la pandemia traduciendo dos libros largos mimados por los lectores latinoamericanos durante los meses de encierro y aislamiento: Poeta chileno, de Zambra, y Nuestra parte de la noche de Enriquez. “El tatuaje, una rayuela, es por el libro de Cortázar, que fue muy importante para mí. Me lo hice en un viaje a Buenos Aires hace muchos años. Mi hermana gemela tiene uno parecido”, cuenta sobre cómo tradujo aquella experiencia literaria en una marca en su cuerpo.

–¿Te considerás “especialista” en literatura latinoamericana?
– Soy un poco reacia al término “especialista” porque soy muy consciente de todo lo que no sé. Me siento más cómoda traduciendo la literatura latinoamericana, eso sí. En particular la de Chile y Argentina, y mientras más lejos vamos del sur, más insegura me pongo. Traduzco a autores latinoamericanos porque vivo aquí, y el español que tengo en mi cabeza es chileno porque aprendí aquí. Ahora tengo unos dejos argentinos, mexicanos, colombianos. También son los escritores que me interesan, en su mayoría, aunque no todos.

–Tradujiste la obra de Mariana Enriquez, Alejandro Zambra, Lina Meruane y Samanta Schweblin, entre otros. Eso te debe dar un panorama del estado actual de la literatura latinoamericana. ¿Cuál es tu evaluación?
–Es una pregunta difícil de responder porque siento que cada uno de ellos tiene un proyecto diferente y aprecio ese carácter único. Creo que la idea de las literaturas nacionales es complicada, y si hablamos de una literatura latinoamericana, la clasificación se vuelve tan amplia que quizás es insensible. Solo puedo decir que lo que me gusta a mí de los escritores que traduzco es su capacidad de sorprender. No soy una persona que quiere leer cosas que me confirmen las ideas sobre lo que es una historia y cómo se cuenta, prefiero leer libros que me sorprenden a cada nivel: de la palabra, la frase, la forma, la trama.

–Cómo llegás a los autores que traducís? Pareciera haber cierta curaduría...
–Es una combinación. A veces hay alguno que sé que quiero traducir, y busco editorial activamente. Otras veces, es la editorial la que me ofrece el proyecto. Tengo una política: una vez que empiezo a trabajar con un escritor, sigo traduciendo sus libros. Eso significa que hoy en día los nuevos libros de mis escritores me mantienen ocupada, y es difícil tomar nuevos proyectos, aunque me gustaría y pienso hacerlo. Cuando estaba empezando mi carrera, tenía que ser más activa en buscar. Siempre está orbitando la pregunta de cuánto debería explicar. Mariana trabaja mucho con las leyendas y mitologías del litoral, como sucede en los cuentos “El aljibe” o “Telaraña” en Las cosas que perdimos en el fuego y también en Nuestra parte de la noche. Mi política, en general, es contraria a los pies de página y cosas así. Entonces a veces suelo explicar mínimamente dentro del texto si puedo. O no explico. Al traducir, hay que confiar en los lectores, no necesitan ser mimados, que les den todo en bandeja, porque son capaces de vivir con algo de ambigüedad. Hay que pensar siempre en la experiencia de lectura. Otras veces, hay que trabajar más algunas cuestiones del lenguaje.

–Durante aquella charla hubo una breve performance del cuento “El aljibe” y al terminar definiste a la traducción “como un arte de interpretación, como la actuación”. ¿En qué se basa ese arte? ¿Cómo lo mejoraste con la experiencia?
–Sí, es un arte de interpretación. Tal como sucede con la actuación, se empieza con una obra escrita y el trabajo consiste en descifrar y canalizar las voces en ese texto. Un actor lo hace con su voz, un traductor lo hace con las palabras de otro idioma. Es útil pensarlo así porque mucha gente suele pensar en la traducción cómo una operación de equivalencias, que esto es la traducción de lo otro, pero con literatura no es así. Tal como un músico empieza con una pieza construida de notas y la hace suya, un traductor hace lo mismo con un libro. Con el tiempo, gracias a trabajar con tantos escritores tan buenos, es que un escritor como Alejandro o Samanta siempre sabe porqué está ahí cada una de sus palabras. Yo tengo que hacer lo mismo, interrogar cada palabra, cada frase. No puedo decirme “bueno, esto se traduce así y punto” sin entender qué está haciendo esa frase justo ahí. La traducción es un constante proceso de tomar decisiones: ¿Es esta la mejor palabra? ¿Cuáles otras palabras podrían funcionar? ¿Cuáles son todas las resonancias que tiene esta idea en español y cómo las puedo recrear en inglés? Una termina pensando sistemáticamente en el lenguaje. Tengo ideas muy arraigadas acerca de los adjetivos y las preposiciones, pienso mucho en las palabras chicas que suelen pasar desapercibidas. También hay que sentir la música y el ritmo de las palabras, los silencios.

–A partir de los premios y las traducciones, a veces pareciera que asistimos a una suerte de “segundo boom” de la literatura latinoamericana en el mundo. ¿Coincidís con esto? ¿Por qué crees que, en los últimos años, los autores latinoamericanos son tan bien recibidos por los lectores de otras latitudes?
–Mientras más hablamos de un nuevo boom, más real va a ser ese boom porque el llamado Boom Latinoamericano fue un fenómeno de marketing también, una forma de hablar de un grupo pequeño de escritores –muy buenos, eso sí– que dejó a muchos otros afuera. No creo que los escritores de hoy puedan ser clasificados bajo ningunas características comunes como los del Boom: la literatura latinoamericana es amplia y variada. Pero sí pienso que los lectores de hoy son más abiertos a la traducción en general y no piden que los libros coincidan con una idea preconcebida de lo que deberían ser. Hay una corriente contemporánea que va hacia la inclusión, que quizás tiene que ver con la globalización y la híper-conexión (y sí, claro que hay otra corriente opuesta que conduce a la xenofobia y la exclusión). Creo que los lectores anglos, algunos, un sub-grupo creciente, tienen curiosidad y quieren saber qué está pasando más allá de las fronteras nacionales. También es obra de las editoriales, muchas veces las independientes, que se interesan en la traducción en general. En español, hay iniciativas de promoción que han ayudado bastante, como los listados del Bogotá 39, de Granta, o el Programa Sur en Argentina. Esas listas siempre son controversiales, pero sin duda ayudan a orientar a los editores en otros idiomas.