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lunes, 25 de septiembre de 2023

En la muerte de Christian Kupchik



El pasado 23 de septiembre, Daniel Gigena publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, la noticia de la muerte del escritor, traductor y editor Christian Kupchik, con la oleada de manifestaciones de tristeza y cariño consiguientes.

A los 68 años murió el escritor, traductor y “editor de raza” Christian Kupchik

Gran congoja causó en el ambiente cultural la noticia de la muerte del escritor, editor y traductor Christian Kupchik (Buenos Aires, 1954). Falleció ayer a la madrugada, a los 68 años; tenía cáncer. En 2022, había sido homenajeado a sala llena en la Feria de Editores, donde se le entregó el premio a la trayectoria editorial. “Escritores y editores vivimos envueltos en un laberinto de palabras, buscando como si fuéramos alquimistas la eterna juventud”, dijo en esa ocasión.

“Fue un maestro y un ejemplo”, sintetizó el editor Víctor Malumian ayer a la tarde. Después de la muerte de Luis Chitarroni, en mayo, la Argentina pierde a otro inigualable hacedor de cultura. Este sábado, de 10 a 13, será despedido por familiares, amigos y colegas en Casa Córdoba (avenida Córdoba 3677).

Kupchik vivió en París, Barcelona, Montevideo y Estocolmo, donde cursó estudios de Filología Nórdica y se desempeñó como editor en Bonniers Förlag entre 1987 y 1992. Hacía poco había viajado a Suecia, donde viven dos de sus hijos.

En la Argentina, cofundó el sello Paradiso, dirigió colecciones en Paidós y creó con su amigo, el escritor Jorge Consiglio, la refinada y excéntrica editorial Leteo, donde se publicaron libros de Fernando Pessoa, Raymond Queneau y Hjalmar Söderberg, y de autores argentinos como Valeria Tentoni, Mariana Docampo, Camila Sadi, Pedro B. Rey, Natalia Gelós y Lucas Margarit. Tradujo al español a Honoré de Balzac, August Strindberg, Henrik Ibsen, Georges Perec, el Nobel de Literatura 2011 Tomas Tranströmer y Tove Jansson. Era un editor riguroso, que controlaba desde la calidad de las traducciones hasta los últimos detalles gráficos.

“Cuando nació Leteo, la premisa de Christian Kupchick era generar una editorial-río que proteja de la raíz de lo efímero; donde los libros aporten una memoria nueva del presente y el porvenir -escribió Consiglio en su página de Facebook-. Gracias Christian por ser el maestro que fuiste. Te vamos a extrañar, te vamos a recordar en cada uno de los libros que editaste, tradujiste y escribiste”.

Rindió tributo a su experiencia nómade al fundar la revista cultural Siwa, especializada en “literatura geográfica”, con Salvador Gargiulo y Héctor Roque Pitt. “Tratamos de disipar o hacer más laxo el límite entre lo ensayístico y lo ficcional, entre lo real y lo imaginario -dijo a La Nación-. En este sentido, definimos la idea de ‘literatura geográfica’ como el más adecuado a nuestros propósitos: la literatura aporta su dosis de ficción y la geografía, su dosis ensayística. En esa coyuntura, Siwa busca un territorio propio”. Fundó la editorial Club Burton, dedicada a la literatura de viajes.

Publicó varios libros de poesía, el volumen de relatos Fuera de lugar y el prólogo y las notas de Arquitectura del cielo, de Emanuel Swedenborg. Seleccionó y prologó, además, los textos de los libros de viaje El camino de las damas. Escritoras viajeras. De la mística a la pasión, La ruta argentina. El país contado por viajeros y escritores, En busca de Cathay. Travesías por los enigmas de la ruta de la seda y Las huellas del río. Historias, misterios y aventuras en las grandes vías fluviales. Integró el equipo de la revista literaria V de Vian y colaboró en varios medios gráficos.

En Todos estos años de gente. Encuentros con escritores notables, la editorial Modesto Rimba reunió trece entrevistas de Kupchik a reconocidos escritores (de John Updike a Nélida Piñón, y de Susan Sontag a Jorge Luis Borges), producto de su trabajo como periodista. En 2017, Buenos Aires Poetry publicó el poemario Los colores de la vigilia; en 2022, la editorial Omashu lanzó el relato El Señor de los Faros, y Dualidad, los relatos de Pranzalanz.

“Mi casa está sembrada con los libros que Christian Kupchik nos aconsejaba, porque era un lector fenomenal; también con los que traducía, porque fue un gran traductor -dice el escritor y sociólogo Pablo Alabarces a La Nación-. Pero también con los que editaba, porque fue un editor formidable, tan cuidadoso como creativo: los libros de Leteo son objetos tan deliciosos como textos tan sorpresivos. Y con los que escribía, porque nada de la literatura le era ajeno: narrador original, poeta amoroso, periodista cultural de los que descubren, más que de los que celebran. Pero, además, era un tipo indescriptible, amante y cultor de las cosas bellas de la vida: su familia, el buen beber y el mejor comer, la conversación, la música, el fútbol, los viajes. Nuestra charla pasaba de la política a la poesía y de allí a Chacarita, sin suturas. Cosechó una unanimidad escasa: absolutamente todo el mundo lo amaba. Fue mi editor, mi amigo y mi hermano, y estaría muy enojado de que el dolor no me deje escribir una línea. Por donde pasaba, sembraba amor y admiración, y por eso estamos todos atravesados por una tristeza infinita”.

“Pertenecía a una generación de editores de raza, con una formación cultísima, literaria, con otro tipo de trabajo del que se hace actualmente -dice la editora y cantante Gaby Comte-. Era una joya rara, no tenía nada de ego, con una sabiduría y un sentido del humor increíbles; es tremendo porque no ha dejado herencia”. Kupchik dejó varios proyectos en marcha, que sus amigos y compañeros -¿no es este el mejor homenaje?- llevarán a buen puerto.

martes, 14 de septiembre de 2021

Tove Jansson está a punto de ser publicada por tercera vez en la Argentina, traducida por Christian Kupchik

El pasado 7 de septiembre, Julieta Grosso publicó en el sitio de TELAM una nota sobre la escritora finlandesa Tove Jansson (foto), presente con varios libros en el catálogo de la editorial argentina Compañía Naviera Ilimitada. En la bajada se lee: “La creadora de ‘Los Mumin’ reaparece en nuestro país con la traducción y publicación de una tríada de novelas que capturan por su catálogo de personajes huraños o indolentes que se camuflan con el gélido paisaje del norte escandinavo. Consultados por Télam, sus editores en Argentina y el traductor de su obra reconstruyen su vida y el fenómeno literario detrás de su obra”. 

Tove Jansson, la famosa ilustradora infantil que retorna como narradora de novelas inquietantes

Artista visual e ícono queer, la finlandesa Tove Jansson (1914-2001) iluminó centenares de infancias con ”Los Mumin” –la saga de trolls escandinavos que fue traducida a más de 50 lenguas y generó una viñeta diaria por casi dos décadas– y reaparece ahora en la Argentina a través de El libro del verano, La verdad increíble y la inminente Fair Play, una tríada de novelas que capturan por su catálogo de personajes huraños o indolentes que se camuflan con el gélido paisaje del norte escandinavo y desatan lecturas sobre la condición maleable de la verdad o la rigidez de las estructuras religiosas del protestantismo.

Para descubrir el desencanto o la soledad que se acumula detrás de una trayectoria resonante no siempre hace falta hurgar en biografías o archivos periodísticos. La ficción funciona en muchos casos como un espacio maleable para alojar vocaciones frustradas o ajustar cuentas con el pasado, a veces a partir de procedimientos sutiles como el que pone en juego Tove Jansson, a quien es difícil no asociar con el personaje de Anna en “La verdad increíble”, una famosa ilustradora de libros infantiles que vive recluida en una pequeña isla para preservar algo de la naturaleza indómita que el éxito pretende disciplinar con contratos cuantiosos y buenos modales.

En esta historia, que se publicó hace unos meses en la Argentina, la autora parece escurrir algunas de las contradicciones que le dejó su fama como autora de historias para niños, tan avasallante por momentos que, como su alter ego en la novela, se apartó para manejar el asedio de editores y lectores a la distancia, así como se resignó a que su reconocimiento no vendría por el lado de una impactante obra artística sino por sus aportes al imaginario infantil.

Jansson fue una mujer adelantada a su tiempo. Nacida en 1914 en Helsinki, hija de artistas, suecoparlantes –una minoría en Finalndia–, se crió en una casa en la que su padre, escultor, y su madre, diseñadora gráfica, montaban fiestas constantes y no se sometían a ninguna regla social. De ahí que ella pronto escribiera en su diario: “Quiero ser una salvaje, no una artista”.

La creatividad era la norma en el espacio doméstico de esta familia, que pasaba los veranos en el archipiélago de Pellinki, donde pintaba, cortaba madera, esculpía y construía refugios. Años más tarde, en la isla de Klovharu la autora recreó esa sensación de libertad de su niñez: allí montó una cabaña y junto a su compañera, la artista gráfica finlandesa Tuulikki Pietilä, pasó largas temporadas en un terreno dominado por tormentas y ventarrones interminables.

En pleno despegue de su vocación artística, el campo de la ilustración se transformó en una ocupación arrolladora a partir de la de su saga ”Los Mumin”, una comunidad de cándidos hipopótamos blancos que surgieron como un recreo fugaz al escenario sórdido y sin rumbo que imponía la Segunda Guerra Mundial. Pero la persistencia del fenómeno desbordó el período bélico y la serie infantil alternó entre distintos formatos hasta convertir a Tove en la autora finlandesa más leída, merecedora de distinciones como el premio Hans Christian Andersenn –el Nobel infantil– por el conjunto de su obra y el Gran Premio de la Academia Sueca.

La fulgurante labor como caricaturista e ilustradora no sólo sombreó los deseos de sobresalir como artista visual: también escamoteó la fuerza del universo narrativo difundido tardíamente en algunos de los países donde ”Los Mumin” se perpetuaron por generaciones a través libros, historietas, películas animadas y todo tipo de merchandising. En la Argentina, por caso, esa tarea de hallazgo y rescate corrió por cuenta del sello independiente Compañía Naviera Ilimitada, que hace dos años encaró la apuesta de dar a conocer la obra literaria de la escritora a partir del lanzamiento de una trilogía que entregará su último eslabón en diciembre próximo.

El punto de partida fue la publicación de El libro del verano, un libro que narra el atípico vínculo entre una abuela y su nieta durante la estación más cálida del paisaje finlandés. Una relación que escapa a los estereotipos melosos de este tipo de parentesco: no hay sobreprotección ni excesivo cariño y la constatación de que transitan extremos opuestos de la vida –una crece mientras la otra declina– las funde de un extraño modo.

La visceralidad de la relación se filtra en los intercambios más azarosos, como cuando ambas nadan y mientras la abuela descubre que ha perdido su dentadura la nena pregunta cuándo morirá, a lo que la mujer contesta: “Pronto. Pero no es asunto tuyo”. El resto de los intercambios fluye en una secuencia sin cronologías precisas que pone en foco la presencia impactante de la naturaleza a través de descripciones o apuntes sobre el mar, los animales o la luz.

¿Cómo fue la trastienda que permitió empezar a desovillar esta obra que para otros mapas editoriales es todavía un hallazgo pendiente? ”En 2017, estábamos trabajando en los preparativos de la editorial, aún no habíamos publicado ningún libro, cuando escuchamos el nombre de Tove Jansson por primera vez. Lo primero que supimos de ella fue que era la creadora de los Mumin, esos personajes infantiles que parecen hipopótamos, pero son trols del bosque. Que cuentan con decenas de libros e historietas, películas animadas, parque temático y todo tipo de merchandising”, cuenta Andrés Beláustegui, editor de Compañía Naviera Ilimitada.

“Leímos El libro del verano. Buscamos y leímos en inglés el resto de sus libros. No podíamos creer que una autora de semejante calidad hubiera pasado desapercibida tanto tiempo. Solo explicable, quizá, por su monumental éxito como ilustradora y autora de libros infantiles. Aunque ni así. ¡Queríamos contratar todo! Obviamente no podíamos tanto. Nos costó mucho resignarnos a nuestras posibilidades. Sabíamos que no es habitual encontrar un autor tan bueno, con tanta obra y que apenas haya sido traducida”, apunta.

El plus del plan de rescate que lleva adelante el sello fundado por Beláustegui y Claudia Arce es que incluyó una traducción autóctona a cargo del escritor Christian Kupchik, con saberes acreditados en la lengua sueca: vivió quince años en Suecia, donde estudió filología nórdica en la Universidad de Estocolmo, y sigue en contacto con esa cultura no sólo a través de su pasión por toda la literatura escandinava –muy en particular su poesía– sino también por sus dos hijos mayores, que residen allí. “Toda la obra de Tove Jansson me resulta subyugante, por la crudeza con la que interviene en la psicología de los personajes. Son mundos plenos de matices, donde nada termina por ser lo que parece, con una intensidad dramática y una plasticidad singular”, dice a Télam.

“En el caso de El libro del verano, por ejemplo, resulta conmovedora la relación entra esa abuela y Sofía, la pequeña nieta, porque se escapa de los clichés clásicos de ese tipo de vínculos: por momentos la abuela es Sofía y en otros Sofía es la abuela. La intensidad dramática de sus respectivos descubrimientos fluye con cierta naturalidad, al punto de que no importa quién es la protagonista de lo que se narra, sino lo que se cuenta, la narración en sí misma”, apunta.

Kupchik indica que el proceso de traducción fue fascinante, en más de un sentido. “No hay que olvidar que Tove Jansson en realidad fue una autora finlandesa, pero que perteneció a la minoría sueco-parlante. Esta minoría tuvo un rol fundamental en la cultura nórdica, al punto que muchos de sus representantes (Edith Södergrand, Elmer Diktonius, Gunnar Björling) renovaron a comienzos del siglo XX la literatura sueca introduciendo el modernismo. La lengua finlandesa nada tiene que ver con el sueco -ni siquiera es indoeuropea-, de modo que sus autores son como habitantes de dos mundos, parecidos pero diferentes”, explica.

“El trabajo de Tove con la lengua es excepcional: sabe cómo definir situaciones apenas con un adjetivo o incluso, un silencio –acota el escritor–. Por momentos resultó todo un desafío tomar elecciones a la hora de trasladar al castellano una descripción, en particular aplicada a la naturaleza: basta con pensar que los finlandeses tienen más de veinte formas para definir cómo cae la nieve y su estado. En sueco no es igual, pero los matices y las formas prevalecen –en particular todo lo que se relaciona con el mundo náutico, las orografías, las percepciones de lo natural, la intensidad de las tormentas, etc”.

Hace unos meses, el sello lanzó el segundo libro de Jansson, La verdad increíble, una historia ambientada bajo el paralizante frío nórdico que utiliza el contrapunto entre dos mujeres de temperamento opuesto –Anna, la amable ilustradora de libros infantiles, y Katri, una mujer indolente y antisociable que debe mantener a su hermano menor– para instalar algunas reflexiones en torno a la verdad como una construcción, un relato adulterado que alguien pone en marcha para colonizar los territorios –mentales y geográficos– de otro.

¿Qué lugar ocupa estas derivas sobre la relación entre verdad y ficción en el pensamiento de Tove? El texto data de hace más de una década pero el planteo es de una vigencia incuestionable en muchos de los libros que se han publicado recientemente. “Lo que la autora pone de relieve aquí no sólo es la condición maleable de la verdad, sino el criterio de doble moral que actúa, determina y limita las conductas en estas sociedades. Algo que estuvo presente a lo largo de toda su producción, comenzando por la simpática familia de los Mumis –aun cuando estaba dirigida a niños- y que se extendió a su obra narrativa. La matriz de ello hay que buscarlas en la rigidez de las estructuras religiosas del protestantismo”, indica Kupchik.

Tanto en El libro del verano como en La verdad increíble, la naturaleza y el paisaje tienen un rol decisivo. Se podría inferir incluso que hay un vínculo o una relación de causalidad entre el carácter huraño y solitario de algunos personajes centrales y ese paisaje que por momentos adquiere un matiz hostil. “Sí, la naturaleza juega un rol esencial, tan protagónico como las vicisitudes de los humanos, sino más”, acota Kupchik.

“En el mundo nórdico las estaciones –donde otoño y primavera son simples rito de paso- juegan como un factor decisivo en la constitución perceptiva y psicológica de sus habitantes. Incluso el tiempo es absorbido de forma distinta: mientras en la temporada invernal, castigada por una oscuridad uniforme, las horas, los días y los meses transcurren con una lentitud exacerbada, inalterable, estoica, el período estival se destaca por ser fugaz, luminoso, ilusorio. Aparecen criaturas vegetales o animales insospechadas, los sentidos se abren a la sorpresa”, señala el traductor.

La cartografía de La verdad increíble está delimitada por las inclemencias del clima y un bosque fantasma que dibuja geometrías fantasmagóricas –gracias a ellas, el personaje de Katri logra su objetivo de mudarse con su hermano a la codiciada casa de la ilustradora, en apariencia para atenuar su soledad-mientras que a diferencia de la atmósfera más bucólica de El libro del verano aquí la narración avanza bajo un ritmo de thriller atípico en el que la intriga no está dada tanto por los episodios sino por las interpretaciones antagónicas que hacen de las situaciones las protagonistas.

“Es casi la contracara de El verano... en muchos sentidos. Un historia que transcurre en invierno y dónde todo es más oscuro y filoso. Nos pareció que estos dos libros presentaban a Tove de la mejor forma. En sus paisajes, en sus intereses, en sus modos”, define Beláustegui.

Para diciembre, el sello tiene previsto el lanzamiento de la tercera novela de la escritora, Fair Play (Juego limpio), centrada en la vida de Jonna y Mari, una pareja singular de dos mujeres grandes que trabajan como artistas. “Después del luminoso, cándido y profundo El libro del verano, y el oscuro, filoso y ambiguo La verdad increíble, nos pareció que la mejor forma de continuar era Juego limpio. Una novela con capítulos breves, casi autónomos. Otra vez una relación entre dos mujeres, en este caso que son pares, compañeras, que comparten la vida. De alguna forma, este libro, profundiza y amplía los intereses y preocupaciones de Tove”, anticipa Beláustegui.

“Más allá de las peripecias que hacen a la relación, Tove vuelve aquí sobre mucho de los temas que la obsesión: cómo se manifiesta la cercanía con el otro, las limitaciones del tiempo, las posibilidades del arte y la cultura, su posición en la vida cotidiana – refiere Kupchik–. A diferencia de los libros anteriores, aquí podemos seguir a las protagonistas ubicadas en escenarios por fuera del mundo nórdico (Estados Unidos, México, el sur de Europa…) Aunque por supuesto, el archipiélago –físico y sentimental- lo domina todo”, concluye.