El pasado 23 de septiembre, Daniel Gigena publicó en el diario La Nación, de Buenos Aires, la noticia de la muerte del escritor, traductor y editor Christian Kupchik, con la oleada de manifestaciones de tristeza y cariño consiguientes.
lunes, 25 de septiembre de 2023
En la muerte de Christian Kupchik
martes, 14 de septiembre de 2021
Tove Jansson está a punto de ser publicada por tercera vez en la Argentina, traducida por Christian Kupchik
El pasado 7 de septiembre, Julieta Grosso publicó en el sitio de TELAM una nota sobre la escritora finlandesa Tove Jansson (foto), presente con varios libros en el catálogo de la editorial argentina Compañía Naviera Ilimitada. En la bajada se lee: “La creadora de ‘Los Mumin’ reaparece en nuestro país con la traducción y publicación de una tríada de novelas que capturan por su catálogo de personajes huraños o indolentes que se camuflan con el gélido paisaje del norte escandinavo. Consultados por Télam, sus editores en Argentina y el traductor de su obra reconstruyen su vida y el fenómeno literario detrás de su obra”.
Tove Jansson, la famosa
ilustradora infantil que retorna como narradora de novelas inquietantes
Artista visual e ícono queer, la finlandesa Tove Jansson (1914-2001) iluminó centenares de infancias con ”Los Mumin” –la saga de trolls escandinavos que fue traducida a más de 50 lenguas y generó una viñeta diaria por casi dos décadas– y reaparece ahora en la Argentina a través de El libro del verano, La verdad increíble y la inminente Fair Play, una tríada de novelas que capturan por su catálogo de personajes huraños o indolentes que se camuflan con el gélido paisaje del norte escandinavo y desatan lecturas sobre la condición maleable de la verdad o la rigidez de las estructuras religiosas del protestantismo.
Para descubrir el desencanto o la soledad que se acumula detrás de una trayectoria resonante no siempre hace falta hurgar en biografías o archivos periodísticos. La ficción funciona en muchos casos como un espacio maleable para alojar vocaciones frustradas o ajustar cuentas con el pasado, a veces a partir de procedimientos sutiles como el que pone en juego Tove Jansson, a quien es difícil no asociar con el personaje de Anna en “La verdad increíble”, una famosa ilustradora de libros infantiles que vive recluida en una pequeña isla para preservar algo de la naturaleza indómita que el éxito pretende disciplinar con contratos cuantiosos y buenos modales.
En esta historia, que se publicó hace unos meses en la Argentina, la autora parece escurrir algunas de las contradicciones que le dejó su fama como autora de historias para niños, tan avasallante por momentos que, como su alter ego en la novela, se apartó para manejar el asedio de editores y lectores a la distancia, así como se resignó a que su reconocimiento no vendría por el lado de una impactante obra artística sino por sus aportes al imaginario infantil.
Jansson fue una mujer adelantada a su tiempo. Nacida en 1914 en Helsinki, hija de artistas, suecoparlantes –una minoría en Finalndia–, se crió en una casa en la que su padre, escultor, y su madre, diseñadora gráfica, montaban fiestas constantes y no se sometían a ninguna regla social. De ahí que ella pronto escribiera en su diario: “Quiero ser una salvaje, no una artista”.
La creatividad era la norma en el espacio doméstico de esta familia, que pasaba los veranos en el archipiélago de Pellinki, donde pintaba, cortaba madera, esculpía y construía refugios. Años más tarde, en la isla de Klovharu la autora recreó esa sensación de libertad de su niñez: allí montó una cabaña y junto a su compañera, la artista gráfica finlandesa Tuulikki Pietilä, pasó largas temporadas en un terreno dominado por tormentas y ventarrones interminables.
En pleno despegue de su vocación artística, el campo de la ilustración se transformó en una ocupación arrolladora a partir de la de su saga ”Los Mumin”, una comunidad de cándidos hipopótamos blancos que surgieron como un recreo fugaz al escenario sórdido y sin rumbo que imponía la Segunda Guerra Mundial. Pero la persistencia del fenómeno desbordó el período bélico y la serie infantil alternó entre distintos formatos hasta convertir a Tove en la autora finlandesa más leída, merecedora de distinciones como el premio Hans Christian Andersenn –el Nobel infantil– por el conjunto de su obra y el Gran Premio de la Academia Sueca.
La fulgurante labor como caricaturista e ilustradora no sólo sombreó los deseos
de sobresalir como artista visual: también escamoteó la fuerza del universo
narrativo difundido tardíamente en algunos de los países donde ”Los Mumin” se perpetuaron por generaciones a
través libros, historietas, películas animadas y todo tipo de merchandising. En la
Argentina, por caso, esa tarea de hallazgo y rescate corrió por cuenta del
sello independiente Compañía Naviera Ilimitada, que hace dos años encaró la
apuesta de dar a conocer la obra literaria de la escritora a partir del
lanzamiento de una trilogía que entregará su último eslabón en diciembre
próximo.
El punto de partida fue la publicación de El libro del verano, un libro que narra el atípico vínculo entre una abuela y su nieta durante la estación más cálida del paisaje finlandés. Una relación que escapa a los estereotipos melosos de este tipo de parentesco: no hay sobreprotección ni excesivo cariño y la constatación de que transitan extremos opuestos de la vida –una crece mientras la otra declina– las funde de un extraño modo.
La visceralidad de la relación se filtra en los intercambios más azarosos, como
cuando ambas nadan y mientras la abuela descubre que ha perdido su dentadura la
nena pregunta cuándo morirá, a lo que la mujer contesta: “Pronto. Pero no es
asunto tuyo”. El resto de los intercambios fluye en una secuencia sin
cronologías precisas que pone en foco la presencia impactante de la naturaleza
a través de descripciones o apuntes sobre el mar, los animales o la luz.
¿Cómo fue la trastienda que permitió empezar a desovillar esta obra que para otros mapas editoriales es todavía un hallazgo pendiente? ”En 2017, estábamos trabajando en los preparativos de la editorial, aún no habíamos publicado ningún libro, cuando escuchamos el nombre de Tove Jansson por primera vez. Lo primero que supimos de ella fue que era la creadora de los Mumin, esos personajes infantiles que parecen hipopótamos, pero son trols del bosque. Que cuentan con decenas de libros e historietas, películas animadas, parque temático y todo tipo de merchandising”, cuenta Andrés Beláustegui, editor de Compañía Naviera Ilimitada.
“Leímos El
libro del verano. Buscamos y leímos en inglés el resto de sus libros. No
podíamos creer que una autora de semejante calidad hubiera pasado desapercibida
tanto tiempo. Solo explicable, quizá, por su monumental éxito como ilustradora
y autora de libros infantiles. Aunque ni así. ¡Queríamos
contratar todo! Obviamente no podíamos tanto. Nos costó mucho resignarnos a
nuestras posibilidades. Sabíamos que no es habitual encontrar un autor tan
bueno, con tanta obra y que apenas haya sido traducida”, apunta.
El plus del plan de rescate que lleva
adelante el sello fundado por Beláustegui y Claudia Arce es que incluyó una
traducción autóctona a cargo del escritor Christian Kupchik, con saberes
acreditados en la lengua sueca: vivió quince años en Suecia, donde
estudió filología nórdica en la Universidad de Estocolmo, y sigue en contacto
con esa cultura no sólo a través de su pasión por toda la literatura escandinava
–muy en particular su poesía– sino también por sus dos hijos mayores, que
residen allí. “Toda la obra de Tove Jansson me resulta subyugante, por la
crudeza con la que interviene en la psicología de los personajes. Son mundos
plenos de matices, donde nada termina por ser lo que parece, con una intensidad
dramática y una plasticidad singular”, dice a Télam.
“En el caso de El
libro del verano, por ejemplo, resulta conmovedora la relación entra esa
abuela y Sofía, la pequeña nieta, porque se escapa de los clichés clásicos de
ese tipo de vínculos: por momentos la abuela es Sofía y en otros Sofía es la
abuela. La intensidad dramática de sus respectivos descubrimientos fluye con
cierta naturalidad, al punto de que no importa quién es la protagonista de lo
que se narra, sino lo que se cuenta, la narración en sí misma”, apunta.
Kupchik indica que el
proceso de traducción fue fascinante, en más de un sentido. “No hay que olvidar que Tove
Jansson en realidad fue una autora finlandesa, pero que perteneció a la minoría
sueco-parlante. Esta minoría tuvo un rol fundamental en la cultura nórdica, al
punto que muchos de sus representantes (Edith Södergrand, Elmer Diktonius,
Gunnar Björling) renovaron a comienzos del siglo XX la literatura sueca
introduciendo el modernismo. La lengua finlandesa nada tiene que ver con el
sueco -ni siquiera es indoeuropea-, de modo que sus autores son como habitantes
de dos mundos, parecidos pero diferentes”, explica.
“El trabajo de Tove con la lengua es excepcional:
sabe cómo definir situaciones apenas con un adjetivo o incluso, un silencio –acota
el escritor–. Por momentos resultó todo un desafío tomar elecciones a la hora
de trasladar al castellano una descripción, en particular aplicada a la
naturaleza: basta con pensar que los finlandeses tienen más de veinte formas
para definir cómo cae la nieve y su estado. En sueco no es igual, pero los
matices y las formas prevalecen –en particular todo lo que se relaciona con el
mundo náutico, las orografías, las percepciones de lo natural, la intensidad de
las tormentas, etc”.
Hace unos meses, el sello lanzó el segundo libro de Jansson, La verdad increíble, una historia ambientada bajo el paralizante frío nórdico que utiliza el contrapunto entre dos mujeres de temperamento opuesto –Anna, la amable ilustradora de libros infantiles, y Katri, una mujer indolente y antisociable que debe mantener a su hermano menor– para instalar algunas reflexiones en torno a la verdad como una construcción, un relato adulterado que alguien pone en marcha para colonizar los territorios –mentales y geográficos– de otro.
¿Qué lugar ocupa estas derivas sobre la
relación entre verdad y ficción en el pensamiento de Tove? El texto
data de hace más de una década pero el planteo es de una vigencia
incuestionable en muchos de los libros que se han publicado recientemente. “Lo
que la autora pone de relieve aquí no sólo es la condición maleable de la
verdad, sino el criterio de doble moral que actúa, determina y limita las
conductas en estas sociedades. Algo que estuvo presente a lo largo de toda su
producción, comenzando por la simpática familia de los Mumis –aun cuando estaba
dirigida a niños- y que se extendió a su obra narrativa. La matriz de ello hay
que buscarlas en la rigidez de las estructuras religiosas del protestantismo”,
indica Kupchik.
Tanto en El libro del verano como en La
verdad increíble, la naturaleza y el paisaje tienen un rol decisivo. Se
podría inferir incluso que hay un vínculo o una relación de causalidad entre el
carácter huraño y solitario de algunos personajes centrales y ese paisaje que
por momentos adquiere un matiz hostil. “Sí, la naturaleza juega un rol
esencial, tan protagónico como las vicisitudes de los humanos, sino más”, acota
Kupchik.
“En el mundo nórdico las estaciones –donde otoño y
primavera son simples rito de paso- juegan como un factor decisivo en la
constitución perceptiva y psicológica de sus habitantes. Incluso el tiempo es
absorbido de forma distinta: mientras en la temporada invernal, castigada por
una oscuridad uniforme, las horas, los días y los meses transcurren con una
lentitud exacerbada, inalterable, estoica, el período estival se destaca por
ser fugaz, luminoso, ilusorio. Aparecen criaturas vegetales o animales
insospechadas, los sentidos se abren a la sorpresa”, señala el traductor.
La cartografía de La verdad increíble está
delimitada por las inclemencias del clima y un bosque fantasma que dibuja
geometrías fantasmagóricas –gracias a ellas, el personaje de Katri logra su
objetivo de mudarse con su hermano a la codiciada casa de la ilustradora, en
apariencia para atenuar su soledad-mientras que a diferencia de la atmósfera
más bucólica de El libro del verano
aquí la narración avanza bajo un ritmo de thriller atípico en el que la intriga
no está dada tanto por los episodios sino por las interpretaciones antagónicas
que hacen de las situaciones las protagonistas.
“Es casi la contracara de El verano... en muchos sentidos. Un historia que transcurre en
invierno y dónde todo es más oscuro y filoso. Nos pareció que estos dos libros
presentaban a Tove de la mejor forma. En sus paisajes, en sus intereses, en sus
modos”, define Beláustegui.
Para diciembre, el sello tiene previsto
el lanzamiento de la tercera novela de la escritora, Fair Play (Juego
limpio), centrada en la vida de Jonna y Mari, una pareja singular de dos
mujeres grandes que trabajan como artistas. “Después del luminoso, cándido y
profundo El libro del verano, y el
oscuro, filoso y ambiguo La verdad
increíble, nos pareció que la mejor forma de continuar era Juego limpio. Una novela con capítulos
breves, casi autónomos. Otra vez una relación entre dos mujeres, en este caso
que son pares, compañeras, que comparten la vida. De alguna forma, este libro,
profundiza y amplía los intereses y preocupaciones de Tove”, anticipa Beláustegui.
“Más allá de las peripecias que hacen a la
relación, Tove vuelve aquí sobre mucho de los temas que la obsesión: cómo se
manifiesta la cercanía con el otro, las limitaciones del tiempo, las
posibilidades del arte y la cultura, su posición en la vida cotidiana – refiere Kupchik–. A diferencia de los libros
anteriores, aquí podemos seguir a las protagonistas ubicadas en escenarios por
fuera del mundo nórdico (Estados Unidos, México, el sur de Europa…) Aunque
por supuesto, el archipiélago –físico y sentimental- lo domina todo”, concluye.