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viernes, 12 de mayo de 2017

¿Y si consideráramos una institución específica para los traductores literarios? ¿Por qué no?

Coro del Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires



Ahora, el Colegio de Traductores Públicos
de la Ciudad de Buenos Aires

En entradas anteriores (23 de marzo, y 17 y 21 de abril de este año) ya nos hemos referido a la AATI y a su pretensión de querer asumir la representación de los traductores literarios, conjuntamente con la que de hecho ejerce en los casos de los traductores científico-técnicos y los intérpretes. Asimismo, hemos demostrado palmariamente que la exigencia de titulación para ser socio pleno de dicha institución está reñida con los valores que la AATI dice defender: por un lado, en la redacción del texto del proyecto de ley de traducción, no plantea la diplomatura como un requerimiento para definir qué es un traductor, pero, por el otro, y ya en el seno de la institución, divide a sus socios entre plenos y adherentes en función de ese requerimiento. Así, teniendo socios de primera y de segunda no hace otra cosa más que desmentir su fachada democrática.

Veamos ahora dónde está parado respecto de estas cuestiones el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires (CTPCBA) Según su página  institucional, “es una entidad de derecho público no estatal, reconocida por el Estado. Fue creado por la Ley Nacional N.° 20 305, el 25 de abril de 1973, para regir el gobierno y el control de la matrícula profesional, y llevar su registro en los distintos idiomas. Es un consejo profesional autónomo, con independencia académica, institucional y económica, cuyas actividades incluyen, entre otras, las siguientes:
- Promover, difundir y representar la tarea del traductor público
- Otorgar y administrar la matrícula profesional
- Establecer las normas de la ética profesional
- Fiscalizar el estricto cumplimiento de la profesión.
- Organizar cursos y actividades para la permanente capacitación de los matriculados.
- Elevar al Poder Judicial la nómina de los traductores inscriptos como peritos auxiliares de la justicia”.

Entre las muchas funciones que se atribuye están las de “oponerse por todos los medios legales al ejercicio ilegal de la profesión y, especialmente, hacer cumplir sin limitaciones los art. 2º y 4º de la citada ley, intimando el cese inmediato de las actividades o iniciando acciones contra quienes:1) Ejerzan la profesión sin poseer título habilitante, conforme con dicha ley o teniéndolo no estuvieran inscriptos en la Matrícula o ésta se hubiere cancelado y hasta tanto no haya sido rehabilitada la inscripción; 2) Ofrecieren servicios profesionales inherentes a los traductores públicos o se arrogaran títulos que configuraran confusión o falsedad del ejercicio profesional que pudieran hacer creer al público en general que se encuentran dirigiendo su demanda de servicios, directamente, a traductores públicos debidamente habilitados, debiendo obtenerse previamente, para cumplir este inciso, la sanción de la norma legal correspondiente”.

Por supuesto que hay muchas otras cosas, pero con lo dicho basta para saber que los traductores públicos, para ser así considerados, deben realizar estudios específicos en relación con la especificidad de su trabajo. Luego viene la matriculación, lo que implica  pagar periódicamente a la institución para que ésta los considere sus miembros. Y dado que la traducción pública es la rama de la traducción que más y mejor se paga, hay un excedente que le permite al Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires comprar inmuebles y desarrollar un número importante de actividades que exceden el marco específico de la traducción pública. Entre otras, un congreso anual dedicado a diversos aspectos de… la traducción literaria. O para decirlo más claramente, son ingenieros que se visten de arquitectos o bioquímicos que pretenden ejercer la medicina. 

Dado que los traductores literarios en ningún momento se plantean a sí mismos como traductores públicos, ¿por qué los traductores públicos, cuya rama de la profesión no parece compatible con los problemas y desafíos que plantea la literatura, se meten donde no corresponde? Básicamente, porque tienen dinero para gastar. Luego, porque la traducción literaria es la parte más sexy del mundo de la traducción, ya que es la que mejor se puede presentar ante la sociedad. Dicho de otro modo y con todo el respeto del caso, resulta a ojos vista de la opinión pública mucho más interesante una conferencia sobre Borges que una sobre Financial Accounting, Introducción a la Propiedad Industrial, Análisis Comparativo del Sistema de Quiebras entre la Argentina y los Estados Unidos, o sobre otros aspectos técnicos ligados a contratos, documentos de identidad y afines.

La paradoja quiere que, dado el dinero que tiene, el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires puede invitar a grandes personalidades del mundo de traducción literaria a que participen en esos simposios. Muchos de los invitados, a diferencia del público –que, por supuesto, paga su entrada para escuchar–, no tienen título habilitante como traductores. De hecho, Borges ni siquiera tuvo título universitario del tipo que fuere. Y es así como una institución que no tiene un vínculo real con el mundo literario, dinero mediante, se arroga un derecho que no le corresponde. La pertinencia de esas actividades, sería equivalente a que el Club de Traductores Literarios de Buenos Aires, el SPET o incluso la AATI organizaran, por su cuenta, cursos, simposios o congresos de traducción legal. Dicho de otro modo, los neurólogos no organizan congresos de podología.

Ahora bien, que el Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires se maneje de ese modo es problema de ellos. Cada cual sabrá qué hacer a la hora de participar o no en sus actividades. De hecho, si además de simposios sobre Cortázar quieren dictar cursos de cocina o de expresión corporal, o incluso tener un coro, están en su derecho, pero de ningún modo podrá tomarse a esa institución seriamente a los efectos de la traducción literaria porque, así como no fue constituida para la cocina, la expresión corporal el canto coral y todo lo demás, tampoco tiene por objeto la traducción literaria.

Dicho lo cual, ¿no sería ésta la hora de empezar a pensar, al margen de la AATI y del CTPCBA, en una institución específica para los traductores literarios? ¿Qué sentido tiene tolerar el maltrato o considerar promesas que nunca se cumplen? ¿Para qué abonar con nuestra presencia el prestigio de instituciones que no nos respetan?


Jorge Fondebrider    

jueves, 21 de abril de 2016

Al consejo directivo del Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires (CTPCBA)



Buenos Aires, 19 de abril de 2016

De nuestra mayor consideración


Los integrantes del grupo de traductores que impulsamos el proyecto de Ley de DTyFT queremos hacerles llegar nuestra más efusiva enhorabuena por el acierto en la elección de profesionales de la talla de Miguel Sáenz, Bente Christensen, Chris Durban o Cristina Macía como invitados especiales al VI Congreso Latinoamericano de Traducción e Interpretación que Uds. organizan, así como por el tratamiento que les otorgan en tanto traductores por mérito propio.

Especialmente significativo es el caso de Miguel Sáenz, que en su nombramiento como miembro de la Real Academia de la Lengua Española reivindicó el hecho de ser el primer académico que es traductor puro. No cabe duda de que Sáenz, abogado (y aviador militar) de formación, debe su excelencia traductora a su dilatada experiencia profesional en este campo antes que a la posesión de un título acreditativo específico. Miguel Sáenz es en este sentido el paradigma del self-made translator, ya que ha desplegado su oficio tanto en organismos internacionales del tenor de la ONU y la OMC, como en la arena editorial, vertiendo al español las obras de la flor y nata de la literatura alemana. Su rigor, atrevimiento y plasticidad son, sin duda, un ejemplo para las nuevas generaciones de profesionales.

Celebramos, pues, este hecho, no sólo por el interés que la intervención de Sáenz, Christensen, Durban, Macía y muchos otros pueda suscitar, sino por el valor simbólico que su presencia en el VI Congreso comporta, pues pone de manifiesto una de las principales tesis de nuestro proyecto de ley, cual es la validez e idoneidad de muchos traductores profesionales más allá de su formación específica, hecho que no solo se refleja en la realidad de la práctica profesional de la traducción editorial sino también, ahora, en gestos como el que los honra al invitarlos.

Es para nosotros motivo de redoblada alegría y sincero agradecimiento que una institución señera en la defensa de los intereses profesionales de los traductores públicos como el ilustre CTPCBA muestre manifiestas señales de apertura y acercamiento a los genuinos intereses de sus colegas autorales, y reciba a traductores no titulados con todos los honores del caso, reconociendo así la amplia variedad y las sensibles particularidades que caracterizan el ejercicio de la traducción.

Al amparo de este gesto que los honra, nos ponemos a su disposición para todo aquello que contribuya a fortalecer los vínculos entre los distintos sectores de la profesión y, sin otro particular, nos despedimos de Uds. deseándoles el mayor de los éxitos en la celebración del VI Congreso.

Por el grupo impulsor del proyecto de LDTYFT*

Alejandro Ariel González, traductor, premio Read Russia 2014, Presidente de la Sociedad Argentina Dostoievski, docente en las Maestrías de Estudios Literarios y Literaturas Comparadas (UBA).

Pablo Ingberg, escritor, traductor (80 libros), docente de traducción, Lic. en Letras, premios Teatro del Mundo y Konex-Diploma al Mérito, socio AATI.


Federico Ciamberlini, estudiante de Traductorado técnico-científico y literario, Centro de Estudiantes de la ENSLV Sofía E. Broquen de Spangenberg.

Guido M. Bindi, estudiante de Traductorado Técnico Científico y Literario, presidente del Centro de Estudiantes de la ENSLV Sofía E. Broquen de Spangenberg.


Laura Rodríguez O'Dwyer, traductora, docente en la Universidad Nacional del Comahue y socia de la AATI.


Lucila Cordone, traductora, docente Lenguas Vivas "Juan Ramón Fernández" y "Sofía B. de Spangenberg". Socia AATI.


Andrés Ehrenhaus, traductor, docente Universitat Pompeu Fabra, Barcelona, España, socio AATI.


Julia Benseñor, traductora literaria y técnico científica, traductora pública, 3er Premio a la Traducción Científico-Técnica del Conosur 2001-2002, ex docente Lenguas Vivas Juan R. Fernández, co-fundadora del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires.

Silvina Rotemberg, Licenciada en Letras y traductora docente en Lenguas Vivas "Juan Ramón Fernández".


Martina Fernández Polcuch, traductora e intérprete, Licenciada en Letras y docente en IESLV "Juan Ramón Fernández". Socia AATI.


Jorge Fondebrider, poeta, ensayista y traductor, fundador del Club de Traductores Literarios de Buenos Aires.


Gabriela Verónica Comte, Licenciada en Letras UBA, Editora.


Márgara Averbach. Dra. en Letras por la UBA, Traductora literaria, Lenguas Vivas JR Fernández. Profesora de literatura de los Estados Unidos en Filosofía y Letras UBA, y escritora.


Estela Consigli, Traductora literaria y técnico-científica. Socia AATI.


Camila Nijensohn, Licenciada en Letras, Traductora, Docente de traducción en el Lenguas Vivas "Juan Ramón Fernández", socia AATI.


Américo Cristófalo, traductor, editor.


Federico Gianotti, traductor, intérprete.


Ana Margarita Moreno, traductora literaria y técnico científica, IES en Lenguas Vivas J.R. Fernández.


Mercedes Ferrari, estudiante de traducción, IES en Lenguas Vivas JRF.


Matías Battistón, traductor público, científico-técnico y literario, docente en la Universidad de Belgrano, socio AATI.


Gabriela Villalba, Traductora Literaria y Técnico-Científica en Francés (LLVV), Profesora en Letras (UBA), Docente de Traducción (LLVV), investigadora en Estudios de Traducción, socia AATI.


Georgina Fraser, traductora Literaria y Técnico-Científica en Francés (LLVV JRF), Docente de Traducción (LLVV JRF), socia AATI.


Agrupación Malas Lenguas, conducción del Centro de estudiantes del terciario del Lenguas Vivas J.R. Fernández.


Mariana Dimópulos, escritora, traductora, docente de Teoría de la Traducción en la UBA.


Griselda Mársico, traductora, docente del IES en Lenguas Vivas "Juan R. Fernández", coordinadora del Seminario Permanente de Estudios de Traducción (SPET), socia AATI.

Laura Fólica, traductora (IES Lenguas Vivas), licenciada en Ciencias de la Comunicación (UBA), personal docente-investigador Universitat Pompeu Fabra, socia AATI.


Silvia Camerotto, poeta, docente, traductora y correctora.


Patricia Labastié, traductora técnico-científica y literaria, docente del Inst. "Instituto Belgrano" de Rosario, presidente del Colegio de Traductores de la Provincia de Santa Fe, Segunda Circunscripción.


Elena Cristina Marengo, Lic. en Computación Científica, Profesora de Traducción Científico-Técnica II, IES en Lenguas Vivas JRF, Directora de la Maestría en Traducción de la UB (2008-2012). 2º Premio Panhispánico de Traducción Especializada en 2008.


Silvia Villegas, traductora en alemán e inglés, docente en el IES en Lenguas Vivas "J. R. Fernández".


Marcelo Cohen. Escritor y traductor. Director de la colección “Shakespeare por escritores”, traducción de las obras completas de William Shakespeare, editorial Norma. Traductor de más de 120 libros para editoriales de toda Iberoamérica.


Alejandra Obermeier, traductora y profesora en alemán egresada del IES en Lenguas Vivas JRF.


Cristina Piña, traductora (150 obras), poeta, profesora Universidad Nacional de Mar del Plata, premios Teatro del Mundo y Konex, destacada en Traducción ALIJA; beca de traducción del Ministerio de Cultura de Francia.

Juana Nicolaou, traductora técnico-científica y literaria ENSLV "Sofía E. Broquen de Spangenberg", docente, socia AATI.


Alejandra Rogante, Traductora Técnico-Científica y Literaria en Inglés, Traductora Pública, docente y coordinadora académica de la ENS en Lenguas Vivas Sofía Broquen de Spangenberg, 1.° Premio a la Traducción Científico-Técnica del Cono Sur 2001-2002.


Sandra Lauría, traductora literaria y técnico-científica (ENSLV “Sofía Broquen de Spangenberg”) y licenciada en Ciencias Antropológicas (FFyL, UBA).


María Laura Ramos, Traductora Técnico-Científica y Literaria en Inglés, Docente del IES Fernández, ENS Spangenberg y UMSA, Socia AATI

Lucila Stefanescu, traductora técnico-científica y literaria “Sofía E. Broquen de Spangenberg”.

Paula Grosman, Traductora, docente de traducción en el IES en LV “JRF”.

María Graciela Tellechea, Traductora Técnico-Científica y Literaria (LLVV) y docente en FFyL (UBA).

Cecilia Ibarguren, Traductora literaria y técnico-científica (ENSLV “Sofía Broquen de Spangenberg”), Traductora pública (UB).

Ian Barnett, Traductor y agente literario.

Natalia Lobo, Traductora pública de alemán, Profesora de Traducción periodística, Facultad de Lenguas (UNC). 



* El Proyecto de Ley de Traductores y Fomento a la Traducción es una iniciativa para mejorar las condiciones laborales de los traductores de material sujeto a derechos de autor en la Argentina. Ha recibido la adhesión expresa de numerosas organizaciones e instituciones nacionales -como la AATI (Asociación Argentina de Traductores e Intérpretes), la SADE (Sociedad Argentina de Escritores), y la Comisión de Justicia del Colegio Público de Abogados de la Capital Federal-, e internacionales -como la FIT (Federación Internacional de Traductores), el CEATL (Consejo Europeo de Asociaciones de Traductores Literarios) y PEN-, así como de renombradas figuras en el ámbito de la traducción, la cultura y la docencia. Para una lista completa de los adherentes al proyecto, pueden consultar el blog oficial 
[http://leydetraduccionautoral.blogspot.com.ar/].

sábado, 10 de octubre de 2015

Para que reflexionen los amigos del CTPCBA

Según un reciente comunicado del Colegio de Traductores Públicos de la Ciudad de Buenos Aires (CTPCBA), su Consejo Directivo “ha tomado conocimiento de que durante el mes de septiembre del corriente año se presentó un proyecto de ley titulado DERECHOS DE LOS TRADUCTORES Y FOMENTO DE LA TRADUCCIÓN e impulsado por cinco legisladores, en cuya elaboración han participado algunas personas que se dedican a la traducción”.

Plantear las cosas así es de una absoluta mala fe ya que esas “personas que se dedican a la traducción” han traducido, por caso, la totalidad de la obra de Shakespeare, u obras de Walt Whitman, James Joyce, Scott Fitzgerald, Walter Benjamin, Theodor Adorno, etc. Algunas de ellas se formaron en instituciones dedicadas a la enseñanza de la  traducción; otras, en la práctica activa; y unas y otras se dedican a la enseñanza en instituciones del país y del exterior. Dicho de otro modo, o el CTPCBA se informó mal o está informando deliberadamente mal porque, aquí y en la China, “los que se dedican a la traducción” se llaman traductores.

Llama la atención que las autoridades de una institución que se aboca fundamentalmente a la traducción legal y pública se sienta molesta porque los traductores que se dedican a las letras, a la filosofía y a las ciencias sociales pretendan una ley que los ampare y defienda.

Y no deja de sorprender que una institución que, tal vez porque no da plata, sólo de manera cosmética recurre a la traducción literaria para mostrarse sexy ponga el grito en el cielo cuando los traductores literarios buscan un instrumento para reglamentar la profesión y defenderse de los excesos del mundo editorial. Cuanto más cuando el CTBCBA organiza congresos donde, por ejemplo, se analiza la labor de Jorge Luis Borges como traductor. 

Borges, como Victoria Ocampo, José Bianco, J. R. Wilcock, León Mirlas, Horacio Armani, Jaime Rest, Estela y Patricio Canto, José Aricó, Enrique Pezzoni y tantos otros traductores anónimos, jamás tuvieron diploma alguno que acreditara su condición de egresados de una escuela de traducción y sin embargo, se cuentan entre los mejores que dio la Argentina a la lengua castellana. Y para las estadísticas, ninguno de ellos fue parte del CTPCBA.  

Ese sólo argumento ya serviría para echar por tierra las pretensiones de una institución que se arroga un derecho que no le corresponde, intentando decidir quién es traductor en la Argentina y quién, por ausencia de títulos y colegiaturas, no lo es.

Según entiendo, hay un error de base: la traducción pública es un tipo de traducción y acaso requiera un estudio específico y una posterior colegiatura para su ejercicio. Ningún traductor literario se va a oponer a eso. Pero todo indica que las autoridades del CTPCBA, por el mero trámite de no querer nombrar como traductores a quienes ejercen la  traducción literaria sin poseer “título habilitante” se otorgan un derecho que no les corresponde. Dicho de otro modo, es algo así como pretender tapar el sol con la mano.

Seamos claros: la traducción literaria es otro tipo de traducción distinta de la legal. Así como la traducción científica y técnica, la de medios audiovisuales o la interpretación requieren saberes específicos no contemplados en la formación de los traductores públicos, la traducción literaria adquiere los suyos según su propia agenda.. Y aquí no se dice que una especie es mejor que otra, sino que cada una está sujeta a circunstancias propias y, por lo tanto exige distintos tipos de saberes. No todos se obtienen en una academia ni en un curso arancelado.

La única respuesta posible habrá que buscarla quizás en otro lado. ¿Una extraña idea de lo que es la democracia? ¿Cierta voluntad de poder? ¿El temor a perder prebendas? ¿Una disminución en la asistencia de las actividades pagas? ¿Algún otro negocio en ciernes?  Habrá que estar atentos.

Tal vez sea más lógico leer con detenimiento el proyecto de ley y decidir si se ajusta a nuestras necesidades o no. Nadie pretende que les guste a los muy respetables traductores de contratos, partidas de nacimiento y pasaportes quienes, por cierto, ganan mucho más dinero con diez páginas de un código que nosotros traduciendo a Homero, Virgilio, Dante y Flaubert. Acaso esta ley no les sirva a nuestros colegas, pero seguramente sí nos sirve a los traductores de libros.

El Administrador