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viernes, 11 de mayo de 2018

Enrique Redel, editor y dueño de Impedimenta: el mismo barro, pero de este lado del charco


El editor y abogado Enrique Redel, director de la editorial española Impedimenta, pasó por la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires. Por lo menos, fue entrevistado dos veces por distintos medios. Por un lado, la poeta y narradora Valeria Tentoni conversó con él para el blog de Eterna Cadencia; por otro, participó de una charla colectiva para Cultura InfoBAE, con el periodista Diego Rojas, conjuntamente con Santiago Tobón, editor de Sexo Piso de España, y con Silvia Salgado, de Nórdica.

En la charla con Tentoni, titulada “La buena literatura es la expresión de una insatisfacción”, cuando se le pregunta cómo selecciona a los traductores y qué valor le dan a su trabajo en Impedimenta, responde: “Lo primero que hay que decir es que son todas traducciones directas. Aquella traducción de Cărtărescu de la que hablé fue una traducción indirecta del alemán, y eso se notaba mucho; había partes que se perdían, partes que se interpretaban de manera diferente. Ahora con él trabaja la traductora Marian Ochoa de Eribe, que es una traductora que está entre las mejores en nuestra lengua. Logra darle una altura y una fuerza a los textos de Cărtărescu que hacen que sea emocionante. No es una traductora todavía premiada, porque no está en los círculos de poder de los traductores; es una profesora de instituto en Bilbao, que es una excelente narradora también. Y ahí tuvimos suerte. Luego, tenemos otros muy buenos traductores, pero creo que como Marian Ochoa no existe nadie. Es alguien que es capaz de transmitir esa sensibilidad, al punto de que conoce a Cărtărescu casi mejor que él mismo. En Impedimenta no hay ninguna traducción indirecta. Del japonés, del polaco... Del checo, Patricia Gonzalo de Jesús, maravillosa, increíble; del estonio, Consuelo Rubio Alcover, la única traductora del estonio. Yo nunca contrato un traductor al que no le guste la obra. Necesito que haya esa especie de plus. Las traducciones indirectas son poco honestas, porque ahora mismo existen buenos traductores en cualquier idioma, entonces ¿qué ocurre? Que traducir del inglés, del francés o de cualquier idioma más usual es más barato. Aparte de que se pierde parte del sentido, es una traducción como de prestado. Creemos además que es lo correcto, porque si no es una falta de respeto al lector”.

Otro dato interesante de esa misma entrevista es cuando Tentoni le pregunta a Redel si se le da por escribir: “Se me da bien redactar, pero no soy escritor. Escribí un par de cuentos, plagiados completamente, de Georges Perec, por ejemplo”.

En cuanto a la nota de Diego Rojas, titulada “Editoriales españolas independientes: cómo es el trabajo artesanal para conquistar lectores a ambos lados del Atlántico”, en un momento de la charla el periodista pregunta: “¿Cómo se maneja en España esta relación de la cadena de producción del libro?”. A lo que Redel responde: “Todas las partes tienen su servidumbre pero también su privilegio. Si se ahorran los derechos de autor o se ahorra en pagar al traductor o al ilustrador, se está jugando con ese equilibrio. Si alguna editorial lo hace, el resto de los miembros del campo editorial los debería penalizar. La librería debería ser consciente de que no puede hacer trampas, así como la prensa, como las editoriales, Conozco muchos autores que cuando empiezan dicen: ‘Hombre, que esta editorial me va a publicar, ¿por qué cobrarles?’ y yo les digo: ‘Nunca hagas eso, tienes que cobrar por tu trabajo, como yo por el mío’. Los autores, como los traductores e ilustradores, son los eslabones más frágiles de la cadena. Si se establecen buenas prácticas la cuestión se clarificará y no dependerá de un editor más listo o más pícaro la ruptura de ese equilibrio”.

Todo lo que se lee estaría muy bien, si no existiera el antecedente de lo sucedido con la  traducción de Me acuerdo, de Georges Perec, publicada por Impedimenta en versión de Mercedes Cebrián, de la cual, hasta el día de hoy, existen severas sospechas de plagio en relación con la traducción previa de Yolanda Morató. Y el punto es que Redel, luego de plantear la posibilidad de que ACEtt de España, entidad que reúne a los traductores de la Península, llevara a cabo una comparación para juzgar si había o no plagio, a pedido de Cebrián se echó atrás, sembrando de dudas la validez de esa traducción y la seriedad de su editorial. Más todavía, cuando la lectura, ya no del texto, sino del prólogo de Morató revela que muchas de las ideas allí expuestas fueron usadas posteriormente en el texto de contratapa de la edición de Cebrián. Como la práctica de escribir solapas y contratapas no compete a los traductores, pero sí a los editores, cabe la posibilidad de que el mismo Redel haya sido autor de ese segundo plagio.

Nada de eso ha sido probado hasta la fecha por lo oneroso que es comenzar un juicio por plagio en España, pero toda la secuencia de acusaciones y sospechas, con sus respectivas idas y venidas, y la opinión de varios intelectuales españoles, puede ser leída en este mismo blog, en las entradas correspondientes a los días 9, 19 y 26 de febrero, y 5 y 6 de marzo de 2017. Con esa luz, las palabras del Redel cobran otro color y se ven sujetas a una interpretación que, generosamente, podríamos calificar de ambigua. Y en la medida que esta situación –que de ninguna manera cae en el olvido– siga sin aclararse, sus dichos no se ven respaldados por la seriedad que acaso les correspondería; algo que él mismo, de tener voluntad de hacerlo, podría remediar. De no hacerlo, se hace muy difícil creerle y las dudas que pesan sobre lo que Impedimenta le ofrece a los lectores persisten.

lunes, 6 de marzo de 2017

Mercedes Cebrián, Enrique Redel y ACEtt muy lejos de que nos olvidemos de ellos

Para desgracia de la traductora Mercedes Cebrián, del editor y abogado Enrique Redel (y de su editorial Impedimenta) y de las autoridades de ACEtt, el escándalo creado por el presunto plagio a la traducción de Yolanda Morató de Me acuerdo, de Georges Perec,  está lejos de haberse terminado. A las casi 800 entradas diarias españolas a este blog hay que sumar otras tantas de Latinoamérica, con la consiguiente identificación de los implicados y con una clara diferenciación de los distintos modos de proceder. Ya se sabe que unos buscan embarrar la cancha y lograr un rápido olvido para volver a la foto insignificante en el diario El Pais, de Madrid (logro menor si los hay); otros, en el mejor estilo Pilatos, se lavan las manos y se desentienden de sus obligaciones, y la perjudicada espera que sus pares se manifiesten ya que todo indica que se le ha tendido una trampa.  Cada cual se hará cargo de la parte que le toca y la mancha, en todo caso, quedará instalada de por vida ya que Cebrián se niega a ser examinada fuera de unos tribunales que le exigen a Morató varios miles de euros para empezar con la pericia, Redel ha dado marcha atrás respecto de su propio pedido de mediación a ACEtt y ésta se ha negado a defender a Morató, escudándose en una falsa imparcialidad incluso a costa de las buenas prácticas que dice defender . Ahora bien, como explica Andrés Ehrenhaus en el texto que sigue, toda esta mugre nos salpica a todos y eso no es justo. Por eso mismo, pedimos una vez más a los colegas peninsulares que se manifiesten y que no sigan amparando, con un silencio cada vez más ominoso, actitudes reñidas con la ética, que carecen de toda justificación.

El cuerno por los toros

Nuestra profesión está llena de sorpresas. Algunas son pequeñas, otras inmensas, unas deliciosas y otras indigestas. En la comunidad de los traductores que trabajamos para la industria editorial española, una comunidad menos numerosa que determinante para esa industria y los procesos culturales y económicos que de ella se derivan, finalmente todo se sabe, todo se filtra, todo sedimenta. Lo cual rima con… Pero no, eso ahora no viene a cuenta. Como suele ocurrir desde que el mundo es mundo, la comunicación humana es imparable e implacable, pero también se oxida y es inexacta, hiperbólica, sinuosa, frágil. Los traductores somos humanos, ergo etc. Cuando algo sale tímidamente a la luz, la luz misma lo oxida. Esa oxidación genera una capa de herrumbre, de orín y moho que, lejos de hacer que ese algo desaparezca, lo agiganta y pudre a la vez. Sí, estamos hablando de la traducción de no recuerdo qué obra. Ah, sí, ya me acuerdo. De esa.

Hasta hace poco vivíamos sin saberlo, ahora lo sabemos. No voy a repetir los detalles, que están vertidos hasta en la prensa, ese gran diseminador de esporas de toda clase. En resumen: una editorial española que rima con afrenta es sospechada de publicar (en 2017, hace dos lunas) una traducción de Je me souviens, un divertimento de Perec, que copia o plagia o se sirve en demasía de la traducción de otra edición española bastante cercana en el tiempo (2006). Hasta ahí, la sorpresa no es mayúscula: estas cosas pasan, incluso a menudo. La traducción pura, incontaminada, es prácticamente imposible (e indeseable) y en todas se perciben rasgos de otras, a sabiendas o no, e incluso a pesar de que en puridad el traductor no conozca o no haya leído las anteriores. Eso era así antes de Benjamin y casi se ha vuelto dogma después: cada una de las traducciones de un texto ya estaban en el original, pues son inherentes a su condición e inseparables de él, etc. Nadie hace una traducción del todo nueva, pero todos hacemos una nueva traducción, etc. Y todas se parecen; si no se parecieran, no serían traducciones de una misma cosa. Se parecen, sí. Pero no son iguales. Si fueran iguales no pertenecerían a dos personas distintas. Ojo: que la broma de Borges no nuble algunas cabecitas. Donde hay copia hay copia, le guste o no al amigo de Menard.

Aquí, además, la cosa se complica poco a poco: las dos traductoras se conocen, ambas tradujeron a Perec antes y participaron en eventos ad hoc juntas y por separado; ambas trabajan o trabajaron para la editorial sospechada; ambas son socias de la misma asociación española de traductores. O sea, imposible que la una no supiera que la otra había traducido el mismo libro diez años antes, imposible que no lo haya tenido entre las manos, imposible que el editor no haya considerado la eventualidad de publicar la primera traducción, etc. Más aún cuando, en declaraciones posteriores de ambos, editor y traductora sospechados, se ha esgrimido el argumento definitivo de que en un libro así, como el de Perec, es también imposible que las dos traducciones no se confluyan, incluso demasiado. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Demasiado cuánto es? Si acá no hay algo raro, que venga algún sofista y me lo explique.

Pero no nos derramemos. Lo que todos (sí, ¡todos!) queremos saber es si el plagio existe y si el editor y la traductora sospechados son reos de lesa patria o están libres de todo delito. Porque el plagio es, para quienes cacareamos a favor de los derechos de autor –y para la ley–, un delito. Entre los que cacareamos, la asociación de traductores a la que ambas profesionales pertenecen es uno de los coros más canoros que conozco. Hay ahí voces muy atipladas, es bonito de oír. Pero cantar cantamos todos. Otra cosa es cuando hay que coser al cuerno por los toros.

La comunidad de los traductores que trabajamos para la industria editorial española suele ser diligente y apresurada cuando se trata de enseñar la piel surcada de cicatrices simbólicas provocadas por los agravios reales de esa misma industria, de sus clientes y de sus superiores. No se nos quiere, apenas se nos ve, nos pagan poco, mal y tarde, cocoricó. No se nos ocurre que parte de ese mal proviene de nosotros mismos, del modo en que nosotros nos imaginamos, de cómo nos presentamos ante el ojo tuerto de la sociedad: endebles, castigados, condenados a que un águila nos coma el hígado cada fin de mes. Tan débiles somos que cualquier crítica, cualquier consideración, cualquier comentario nos viene mal. El argumento es inmejorable: no me digas nada que me voy a poner peor. Por ejemplo, no me digas que he plagiado. O sea, no me lo digas. Probarlo es ya un agravio tal que ni siquiera está en el imaginario. ¿Un traductor yendo contra otro? ¡Qué mal compañero! Eso jamás: protejámonos. Somos endebles.

Y un carajo. Seremos endebles mientras no seamos capaces de objetivar las cuestiones básicas que tienen que ver con nuestra actividad, y el plagio o copia de una traducción ajena es una de ellas. Es endeble y abunda en la endeblés general una asociación incapaz de tomar cartas efectivas en el asunto. Es endeble un editor que echa humo sobre la cosa, como si todos viviéramos en la caverna tallando tablillas de cera. Es endeble el colega que calla de frente y habla con nocturnidad. Es endeble la cultura que ignora todo cuanto implique un paso a un lado u otro del mainstream de la siesta intelectual. Acá hay una acusación, se sospecha de que dos agentes culturales de cierto capital simbólico han cometido un delito que las leyes que nos defienden persiguen. ¿Y aún así seguimos jugando como si la cosa no fuera con nosotros?

Esas sí son sorpresas grandes, e indigestas. Es imprescindible que sepamos enfrentarnos a lo real con la misma energía y entusiasmo con que cacareamos nuestras metáforas. Yo sí quiero saber si la nueva traducción de Me acuerdo es un plagio o no lo es. Porque acá no hay “dependes” que valgan, acá hay que poner lo que cada uno tenga guardado en el cajón de la decencia profesional.

Si esa asociación –se llama ACEtt– no puede, quiere o debe tomar cartas en el asunto, hagámoslo quienes no estamos tan atados a la fantasía prometeica. Si la mentada editorial –se llama Impedimenta– no puede, quiere o debe actuar con el compromiso y la seriedad que se le suponen a un transmisor cultural, hagámoslo quienes no preferimos que el tiempo y la desmemoria disipen las sospechas. Si la traductora sospechada de copiar a conciencia la traducción de su colega no quiere, puede o debe demostrar que la acusación es absurda, hagámoslo quienes creemos que persistir en la duda es persistir en la endeblez de nuestra profesión. Ya no es cuestión de si gana la supuesta plagiada –Morató – o gana Cebrián –la supuesta plagiaria–, sino de si ganamos o perdemos todos con ellas. Y ambas ganarán si esto se aclara, tenga razón finalmente quien la tenga. Cebrián porque descansará, Morató porque se sentirá escuchada –sea cual sea la conclusión.

Pero esa conclusión no parece acercarse, sino todo lo contrario. Cebrián e Impedimenta se opusieron en segunda instancia al conato de arbitrio imparcial auspiciado por ACEtt y emplazaron a Morató a denunciarlos judicialmente si tantas ganas tiene. ACEtt se inhibió, Cebrián bajó la persiana e Impedimenta trató de lavar un poco la fachada con alguna nota silvestre. Y la pelota quedó en el tejado de Morató. La pelota se llama seis mil euros, que es lo que cuesta en España, por lo bajo, la peritación legal de un presunto plagio. Ahí está trazado el umbral de la decencia profesional. Sin embargo, ambas ediciones circulan no solo por España sino (quizás la de Impedimenta aún no físicamente) por buena parte de Latinoamérica. Y los lectores y, sobre todo, los traductores profesionales de esos otros países de habla castellana también tienen derecho a saber si lo que están por leer es copia o no de una traducción anterior. Aún más cuando la noticia y la polémica subsiguiente ha trascendido las fronteras y ha llegado a Argentina, por ejemplo, cuyo medio cultural es muy sensible a lo que ocurre al otro lado del Atlántico. No sé si en Latinoamérica la peritación es más o menos cara que en España, pero ello no es óbice para que eso que todos esperábamos, el estudio y la conclusión de un tribunal arbitral imparcial y objetivo –no necesariamente judicial pero sí académico e ímprobo– se lleve a cabo con garantías de rigor en cualquiera de esos países. Al fin y al cabo, y si la Panhispanidad no es un buzón vendido por quincuagésima vez en una esquina, que sea española o americana la conclusión no es lo importante, ¿verdad?, al menos en términos de higiene autoral.

O tomamos al cuerno por los toros ahora o, cuando ya nadie se acuerde de Morató, Cebrián, ACEtt o Impedimenta, un estudiante de posdoc con una beca en la Universidad de Whatever publicará un sesudo trabajo de 1400 páginas donde se describirá con todo lujo de detalles como el plagio era nomás un plagio… o no. Y la comunidad de traductores habrá perdido otra ocasión más de mostrarse digna y firme más allá de metonimias y metáforas.

domingo, 5 de marzo de 2017

El escándalo Cebrián-Redel-Impedimenta-Perec y el dilema de los objetores de conciencia de ACEtt

No está claro quién es Juan Palomo; Hay quien supone que detrás del seudonimo se esconde un hombre y quien piensa que se trata de una mujer. Lo cierto es que en su blog La Papelera, en El Cultural, suele decir lo que otros no dicen. Y acá, en la edición del 27 de febrero pasado, se ha ocupado por segunda vez del escándalo Cebrián-Redel-Impedimenta-Perec, que por omisión salpica también a ACEtt.

De La papelera


Mercedes Cebrian
Entre la denuncia y el silencio cómplice hay un buen techo. ¿A qué espera la ACE Traductores para establecer de manera profesional y definitiva si  ha plagiado o no la versión de Yolanda Morató de Me acuerdo de Georges Perec? Porque las dos pertenecen a la Asociación, aunque una sea mediática y la otra, no.

domingo, 26 de febrero de 2017

Sí, sí, pero no : Perec / Impedimenta



Luego de que Enrique Redel pidiera una mediación a ACEtt para determinar si la traducción de Me acuerdo, de Perec, de Mercedes Cebrian es o no un plagio de la de Yolanda Morató, el editor de Impedimenta y la  traductora cuestionados se negaron repentinamente a continuar con la comparación que ellos mismos propusieron y ACEtt, curiosamente, dio por terminada su intervención en el asunto, dejando absolutamente desamparada a Yolanda Morató. Todo esto debe darles que pensar a los traductores asociados a esa institución. En cuanto a Redel y Cebrian, perdieron una buena oportunidad para demostrar su honestidad. Sus razones nunca fueron públicas. El que calla, otorga. 

Lo que sigue es lo que Yolanda Morató publicó en su Facebook al enterarse de todas estas fealdades.

Naturalmente 

Hace una semana, Enrique Redel, director editorial de Impedimenta, pidió a la Asociación Colegial de Traductores que mediara con un arbitraje en el caso Me acuerdo, de Perec.

La asociación me lo comunicó y de inmediato acepté encantada ya que, por fin, iba a poder solucionarse el caso. Se nos pidió que cada una de las partes escogiera árbitros, que fueran traductores del francés y que pudieran actuar de manera independiente. Debo agradecer, en mi caso, la disposición para ejercer esta tarea a Adolfo García Ortega (gran editor y traductor de Larbaud, entre otros muchos autores) y a Martín Caparrós (una de las voces más representativas de la literatura actual en español y traductor de autores como Voltaire).

Ayer la asociación me comunicó que por expresa petición de la traductora Mercedes Cebrián se retiraba la mediación y el arbitraje. Pedí que lo hicieran público, para que quedara claro quiénes no quieren solucionarlo y la asociación me informó de que no podían hacer ningún comunicado al respecto.

Así que volvemos al principio: una traductora que quiere que el silencio se trague el asunto y su editor, el mismo que dice en público que tiende la mano, primero pide un arbitraje y cuando ve que la otra parte lo acepta, se raja. Eso sí, sigue manteniendo que su edición es completamente original, pese a todo lo ya demostrado.

Naturalmente, me he dado de baja de la asociación.
Naturalmente, vuelve a quedar patente quién miente aquí.
Naturalmente, que la traductora no rebata ni una sola palabra es muy sospechoso.


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domingo, 19 de febrero de 2017

El escándalo Impedimenta / Perec



Como se suele decir en estos casos, interrumpimos la pausa dominical y, a la espera de seguir mañana con las noticias desde Looren, volvemos al escándalo que ha creado la nueva traducción de Me acuerdo, de Georges Perec, de Mercedes Cebrián,  acaso inspirada en la que hace diez años realizara Yolanda Morató para la editorial Berenice.

Hay dos noticias nuevas. 

1) La primera es la publicación de una nota de Xaime Martínez (Oviedo, 1993), un periodista bisoño, que también escribe poesía, en en medio digital Playground, el 17 de febrero pasado, donde se pregunta en el colmo de la estupidez, si “es imposible traducir dos veces (exactamente) el mismo libro”.

Allí, luego de justificar la calidad de traductora de Mercedes Cebrián amparándola bajo el dudoso paraguas de un premio (y bastaría recordar el Premio Nacional de traducción, oportunamente concedido a José Luis Reina Palazón para minimizar el valor de muchos de los premios otorgados en España a la traducción), Martínez repite, sin cuestionar, las declaraciones que le hace Enrique Redel, editor de Impedimenta: “las acusaciones de Morató y los artículos que las siguieron son ‘un mecanismo de creación de polémica’ ”. Cabe aquí entonces preguntarse si no es ése uno de los objetivos de todo editor de literatura que se precie. Redel, dueño de una editorial “progresista” debería alegrarse, siempre y cuando estuviese dispuesto a responder públicamente a las duras imputaciones recibidas por el volumen que presentó con bombos y platillos. (y recordemos, al principio y antes de que se corrigiera, en el sitio de Impedimenta se presentaba la nueva traducción como realizada desde el inglés, lo que acaso explicaría algunas cosas...). Y para no hacer de Mercedes Cebrián el chivo expiatorio de todo este dislate, Redel debería aclarar cuál fue su intervención como editor y en base a qué se sirvió sin más del título del prólogo de Morató para promocionar el libro de Impedimenta desde la contracubierta.

Luego del elogio de Cebrián, a quien se presenta como poeta y traductora, y de no discutir los dichos de Redel, Martínez se refiere a Morató a quien nombra apenas como traductora, ignorando que es una brillante investigadora que realizó parte de su doctorado en Harvard, también poeta (para mayores datos, publicada en la respetada colección La Veleta, Comares) y ampliamente respetada fuera de España. Esos datos, para honrar a la profesión que ha elegido, debería haberlos buscado, sin limitarse a seguir la agenda propuesta por medios como El País y otros, siempre a la pesca de caras bonitas.

La nota, a la que cabría calificar de francamente pelotuda, concluye así: “Ahora bien, quedará al juicio de los lectores determinar si esto es una desafortunada casualidad, un ejemplo de mala praxis editorial o una inevitable convergencia.

¿Desafortunada casualidad?” “¿Mala praxis?” “¿Inevitable convergencia?” Podría sugerirse, ya que estamos, si el artículo no es un ejemplo de “falta de profesionalidad”, “mal periodismo cultural”, o de “lameculismo agudo”.

La nota completa puede leerse en
http://www.playgroundmag.net/cultura/books/polemica-perec_0_1921607846.html


2) La segunda es un comunicado de ACE Traductores, de España, hecho público el 18 de febrero pasado.

Comunicado sobre la nueva traducción de "Me acuerdo", de Georges Perec

En relación con las noticias aparecidas en distintos medios digitales, relativas a un posible plagio de una traducción de "Me acuerdo", de Georges Perec, obra de una de nuestras asociadas, publicada además en una editorial firmante de nuestro contrato tipo, la junta de ACE Traductores quiere hacer pública su enorme preocupación por este asunto, que afecta a la raíz misma de la propiedad intelectual de nuestras obras.

Como siempre, los servicios jurídicos de ACE Traductores están a disposición de todos los socios. Esperamos que el fondo del asunto pueda sustanciarse cuanto antes por la vía que sea necesaria. En su caso, ACE Traductores se reserva tomar todas las medidas que juzgue oportunas.


La junta de ACE Traductores

(en la actualidad, constituida por Carlos Fortea, Vicente Fernández González, Ana Herrera Ferrer, Paula Aguiriano Aizpurua, Amelia Ros García, Pilar González Rodríguez, Teresa Lanero Ladrón de Guevara, Violeta Sánchez Esteban, Claudia Toda Castán)