viernes, 29 de mayo de 2020

Lo que pasa en Colombia: un desastre agravado

El presente artículo, firmado por Javier Morales C., apareció el pasado 22 de mayo en la revista Cerosetenta, de la Universidad de Los Andes, Colombia. En él se da cuenta de la situación generada por la Cámara Colombiana del Libro a partir de los despidos de varios integrantes de la dirección cultural de la Feria Internacional del Libro de Bogotá (FILBo), la reacción de varios editores independientes y la crisis que atraviesa la industria editorial colombiana, ahora agravada por la pandemia. Como en el caso de la Argentina, México y Chile, se trata de un desastre de impredecibles consecuencias.

El gremio editorial no es inmune a la pandemia

El viernes 15 de mayo, cinco editoriales independientes renunciaron a hacer parte de la Cámara Colombiana del Libro –el gremio nacional que agrupa a las editoriales y libreros–. Los editores de Laguna Libros, Babel, Cataplum, La Diligencia y Tragaluz escribieron, en una carta dirigida a Enrique González Villa, presidente ejecutivo de la Cámara, que “La mayoría de editoriales independientes del país no están afiliadas a la Cámara Colombiana del Libro y las pocas que sí, no están representadas por un gremio que privilegia los intereses comerciales […] sobre los contenidos culturales”.

Las editoriales tomaron esta determinación después de que la Cámara Colombiana del Libro anunciara el despido (y tal vez la eliminación de los cargos) de la directora cultural de la feria y de la coordinadora de programación infantil y juvenil. Estos miembros del equipo son quienes están encargados de organizar y promover eventos culturales que acerquen a la gente al libro, y que habían logrado una buena gestión al organizar una programación virtual que reemplazó a la Feria presencial debido a la pandemia.

La carta de renuncia cuestiona que la Cámara promueva una campaña de microfinanciación a librerías mientras despide empleados. También, enumera otras alternativas que pudieron considerar antes de tomar esa decisión: “renegociación de salarios, vacaciones anticipadas, entre otras alternativas que sugiere el Ministerio de Trabajo y que nosotros mismos estamos poniendo en práctica en nuestras empresas”. Y recalcan: “No es un buen ejemplo el que le está dando la Cámara al sector”.

Las razones de esta división dentro del gremio vienen de tiempo atrás y quedaron al descubierto ante la imposibilidad de hacer una Feria del Libro presencial, según contó a Cerosetenta Felipe González, editor y fundador de Laguna Libros:

“De todas maneras había cosas que venían mal pero el hecho de que la FILBo funcionara, juntaba a todo el mundo y estaba por encima de las diferencias que ya existían”, dice. “Sí había muchos desencuentros y era muy recurrente la sensación de que desde el equipo directivo de la Cámara no había una comprensión del sector independiente”.

La FILBo imposible
Todo comenzó el 12 de marzo. Una semana después de que se reportó el primer caso positivo de COVID-19 en el país, la Cámara del Libro anunció que aplazaba la Feria ante la decisión de la Alcaldía de Bogotá de prohibir eventos con más de 500 personas para prevenir posibles contagios. La FILBo era un imposible; solo el año pasado reunió más de 605 mil asistentes en Corferias.

Ese mismo día, en una entrevista en Blu Radio, Enrique González Villa, presidente de la Cámara del Libro, reveló que la Feria ya andaba coja: escritores invitados de los países nórdicos (invitados de honor en esta edición) habían cancelado su asistencia porque tenían restricciones para salir de sus países. La suspensión entonces parecía razonable aunque significara dejar en duda un evento que iba a reunir más de 160 mil títulos, por lo menos 500 expositores y unos 180 escritores confirmados.

El 24 de marzo entró a regir el decreto de aislamiento preventivo obligatorio en todo el territorio nacional. Las librerías y bibliotecas cerraron y los lectores se quedaron en sus casas. Por eso, optaron por lanzar la FILBo en Casa para que, a pesar de las circunstancias, el 2020 no quedara sin la feria de literatura más grande e importante del país.

Una vez terminada la FILBo en Casa, la Cámara aseguró que hubo un total de 133 actividades realizadas a través de distintas plataformas en las que participaron cerca de 2 millones de personas. Además, y según el reporte, habría contado con la participación de 200 escritores en actividades culturales que alcanzaron a unas 53 mil personas. Y destacaron, por ejemplo, la lectura en cadena de Historia oficial del amor de Ricardo Silva Romero, que se extendió hasta el pasado 20 de mayo a través de Instagram.

Entre las otras actividades estuvieron los Clubes de Lectura, un espacio en donde autores, editores y libreros acompañaron en varias sesiones la lectura de un libro, y que hasta el 6 de mayo contó con más de 1.800 participantes; asimismo el lanzamiento de la campaña de microfinanciación Adopta una Librería, que a través de la plataforma Vaki recauda fondos para las librerías.

Resultados virtuales
 “La FILBo en Casa fue una decisión que se tomó en medio de la pandemia pensando en ayudar a activar la venta de libros a domicilio y a través de una vitrina virtual”, contó a Cerosetenta Olga Naranjo, exdirectora Cultural de la FILBo. “El interés era no dejar de apoyar al gremio en términos de la misionalidad de la Feria, que es apoyar la cultura y vender libros”.

Para algunas editoriales esa meta se cumplió. “Sentimos que los resultados son mucho más positivos que negativos. Nuestra gran bandera es trabajar en red y juntos por la misma causa que es la circulación del libro en Colombia”, le dijo a Cerosetenta María Elvira Jaramillo, directora de comunicaciones de la editorial Siglo del Hombre que este año ganó el concurso para ser la Librería Nórdica, es decir, la librería oficial del pabellón del país invitado de honor para esta edición de la Feria y que, por la pandemia, tuvo que ser virtual.

Para el momento en que se anunció la suspensión de la Feria, Siglo del Hombre tenía ya unas 20 toneladas de libros destinados a esa librería, según Jaramillo. Con la FILBo en Casa no tuvieron la vitrina que ofrece el pabellón principal de la feria, in situ, visitado por unas 50 mil personas que, sin embargo, continuaron trabajando en estrategias que les permitieron tener visibilidad durante la coyuntura: actualmente siguen siendo la Librería Nórdica y trabajan con estrategias en redes sociales en conjunto con las embajadas de los países nórdicos para posicionar a los autores, con cuyos títulos llevaron a cabo el Club de Lectura Tierras Nórdicas.

“Esos son nuestros eventos, de los que nos sentimos muy orgullosos de haber trabajado con la Cámara y que han tenido un impacto positivo en nuestros lectores”, dijo Jaramillo.

A otras editoriales independientes, en cambio, no les fue tan bien con las iniciativas que promovió la FILBo en Casa. Particularmente con la Vitrina Virtual, un catálogo en línea de la Feria que permite a los lectores entrar en contacto con las editoriales para hacer compras y que estará disponible hasta mediados de junio. Según la Cámara, por lo menos 115 expositores subieron sus catálogos, lo que sumó más de 2 mil títulos disponibles. Sin embargo, algunos expositores se quejaron de que la herramienta no les ayudó a facilitar ese proceso de vender sus libros.

“Lo que hicieron fue coger una plataforma que tenía Corferias, que yo creo que es la misma que utilizan para vender maquinaria pesada, o cabezas de ganado o artesanías”, dice Felipe González, editor y fundador de Laguna Libros. “Cada expositor podía subir veinte títulos, que desde ahí ya es una ridiculez. Ni siquiera había los campos para meter título y autor, entonces si alguien busca un autor lo más probable es que no le aparezca”.

Ante esta queja, la Cámara aclaró a Cerosetenta que esta plataforma no es transaccional ni una tienda en línea, sino un canal de intermediación a través del cual se pueden hacer las compras contactando a los expositores.

Sin embargo, son notorias las dificultades para hacer búsquedas efectivas en la Vitrina Virtual. Este punto llama la atención cuando hace parte de un intenso debate mundial sobre cómo la industria editorial y las librerías van a repensarse en lo digital, no solo luego de la pandemia sino con la sombra constante de grandes superficies como Amazon que de a poco va haciendo entrada a nuestro continente.

“¿Hasta cuándo seguiremos pensando con esa noción de que el libro digital canibaliza al libro de papel o que la librería e-commerce canibaliza al libro físico y a la librería de venta tradicional?”, pregunta en una charla en su canal de YouTube el argentino Daniel Benchimol, especialista en publicaciones y director del Proyecto451, una empresa que asesora editoriales en la transformación hacia los nuevos soportes y las nuevas tecnologías en el mercado editorial. La respuesta que da es contundente: dejemos que el lector decida. […] En definitiva, lo que necesitamos son lectores”.

“Yo no era tan amigo de abrir la tienda en línea a través de La Diligencia Libros, pero en esta coyuntura [de la pandemia] tener esa tienda ha sido para nosotros una bendición y sigue siendo una plataforma de diálogo con los libreros, porque por ahí hacen sus pedidos y facilita los procesos”, cuenta Felipe González. “El gran hueco que tenemos nosotros en este momento es el de la FILBo, porque gracias a nuestra tienda [en línea] no hemos dejado de vender y más o menos nos hemos mantenido, incluso puede que, sin contar la Feria, hayamos crecido”.

González cree que la situación pudo haber sido peor. “Nosotros teníamos 8 novedades para feria, una coedición y 8 reimpresiones. Afortunadamente no habíamos mandado nada a imprenta porque también habría sido muy duro que nos hubieran alcanzado a facturar”, dice.

Por eso, en últimas, este critica la decisión de la Cámara del Libro de mantener las fechas de la FILBo “solo por un asunto simbólico”, en lugar de hacer un evento virtual mucho más robusto y mejor organizado en términos de catalogación y venta de libros en línea en cualquier otro momento. “La FILBo en Casa fue una decisión innecesaria”, remata.

El factor fundamental: los despidos
En medio de una coyuntura global, la Cámara Colombiana del Libro tomó una decisión que terminó por alterar los nervios de las editoriales independientes. El 30 de abril, a través de una llamada telefónica y sin que hubiera finalizado la Feria, la dirección de la Cámara despidió a Juana Silva, coordinadora de Contenido Infantil y Juvenil, y a Olga Naranjo, directora Cultural de la FILBo. A ambos cargos les compete la parte misional de la Cámara, dedicada a generar convenios con otras entidades pero también de establecer esa valiosa interacción entre los libros y sus lectores, a través de eventos culturales. Y esto en cuanto a altos cargos porque el total de despidos en el equipo ronda las 8 personas.

Fueron “medidas para enfrentar la crisis”, explicó en una entrevista Enrique González, presidente ejecutivo de la Cámara Colombiana del Libro. “La cancelación de la Feria Internacional del Libro de Bogotá en 2020 ocasionó un déficit presupuestal en la Cámara Colombiana del Libro, que obligó a sus directivas a tomar decisiones de carácter administrativo para solventar los gastos propios de la entidad”. Y agregó que estos despidos: “le permitirán a la entidad continuar adelante en este segundo semestre, entretanto se definen las fechas de la próxima feria y otras actividades”. Cerosetenta buscó una declaración oficial de la Cámara y su presidente, Enrique González Villa, sobre estos despidos y las renuncias de las editoriales pero al momento de publicar esta nota no obtuvimos respuesta.

Olga Naranjo reconoce la crisis económica por la que atraviesa la Cámara: “buena parte de lo que recoge la Cámara viene de la Feria”, dice. “Entonces ellos empiezan a anunciar una crisis económica al no poder hacer la FILBo y ante la evidencia de que la FILBo presencial no se hace este año ni tampoco se sabe en qué época del año entrante se pueda hacer”.

“El problema es que se toma una decisión de prescindir de empleados en ciertos cargos para disminuir la pérdida que pueda tener la Cámara”, agrega. “Yo no entiendo por qué la Cámara decide ahorrar gastos en lo que es su parte misional más importante, que son los contenidos culturales. Es una decisión tremendamente equivocada de la Cámara, de su parte misional y de lo que le está diciendo al sector”.

Un cuestionamiento que encuentra respaldo y explicación en el primer párrafo de la carta de renuncia de las editoriales independientes: “Si algo puede hacer la Cámara por el gremio en estos momentos es desde el trabajo en el área de contenidos. Sin FILBo y sin área de contenidos, solo queda un cascarón vacío”.

La decisión también aviva serias preocupaciones en quienes han hecho parte de anteriores procesos de gestión cultural dentro de la Cámara en años pasados porque el área de contenidos culturales de la Cámara es el puente entre editores y el público que asiste a la feria.

“Si se elimina la Dirección Cultural y solo queda una Coordinación lo que se termina haciendo es que los contenidos de la Feria van a depender enteramente de las editoriales y a cada editorial lo que le interesa es promocionar sus propios libros; es decir, se pierde la idea de diálogos que proponía la Feria”, dice Giuseppe Caputo, escritor y quien ocupó el cargo de director Cultural de la FILBo entre 2015 y 2018. Y agrega: “La decisión me parece doblemente equivocada porque justamente la programación cultural también trae recursos [a la Feria]”.

Cultura recortada en la pandemia
No es nuevo que la cultura sea la primera cabeza que rueda cuando hay una crisis económica en un grupo editorial. Cuando Publicaciones Semana, por ejemplo, decidió reducir costos apenas se asomaba la pandemia, lo primero que hizo fue despedir al equipo de su revista cultural Arcadia.

“Las transformaciones que está viviendo el mundo editorial son muy complejas y vienen desde hace décadas, no son de ahora”, dice Germán Rey, periodista, docente y experto en industrias culturales.

En un informe del CERLALC, se exponen algunas cifras contundentes sobre el mercado editorial en Colombia en la última década, como que había retrocedido en un 19%, que entre el 2008 y el 2016 la caída real del mercado fue del 4,3% y que “el mercado colombiano permanece estable, a pesar del crecimiento económico del país”. Es decir, no importa cuánto crezca la economía del país, la industria editorial no logra crecer a la par.

Según Rey, en estos últimos años la industria se ha visto impactada por la aparición de nuevas tecnologías “que han remodelado el paisaje de lo que conocíamos como la industria editorial”. No obstante, resalta que el sector cuenta con una cadena productiva y de valor bien establecida que va desde el creador hasta los intermediarios en la venta de los libros.

Pero el contexto de la pandemia puso a prueba esa cadena productiva, como lo está haciendo con otros muchos sectores de la economía. Resulta paradójico que la gente en estas circunstancias quiera leer más pero que las cadenas de distribución de libros independientes no alcancen a estar a la altura de esa demanda.

“Cuando sucede que la vida normal se retira como si fueran las olas del mar– empieza uno a ver un tipo de vida que de otro modo no podría haber visto”, reflexiona Rey. “Yo me he sorprendido de cómo es de frágil la economía mundial, cómo un mes hace deslizar el aparato económico de un planeta, y entonces se habla de que hay que ‘reactivar la economía’. En ese sentido yo me he opuesto a que se hable de ‘reactivación cultural’, la cultura no necesita reactivarse, necesita apoyarse, necesita mecenazgos, necesita buenas políticas, necesita personas entrenadas en el manejo de la gestión cultural; pero la cultura siempre está viva. Puede tener riesgos y en efecto los tiene, pero la cultura es mucho más rica y activa que la propia economía”.

Resulta desconcertante entonces que la cultura se mantenga en la primera línea de sacrificio cuando las circunstancias son desfavorables en lo económico. Una pregunta que queda abierta para la Cámara y, de paso, para todo el sector de la cultura en el país.

“A mí me pareció que el director de la Cámara y otras personas reaccionaron muy bien y muy rápidamente a un fenómeno que nadie había previsto”, opina el profesor Rey. “Sin embargo, toda situación que afecte a aquellas personas que se han comprometido con una tarea cultural es una situación que debe mirarse con el mayor cuidado y, por supuesto, es una tragedia para la dinámica cultural de este país”.

Esta situación es, en general, un mal síntoma para un gremio que suele ser reconocido como el más unido en la industria cultural del país. Es también un golpe para la Cámara, cuya misión es “representar y defender los intereses de editores, libreros y distribuidores”, en este caso, de uno de los sectores igualmente más golpeados por la crisis económica desatada por la pandemia.

jueves, 28 de mayo de 2020

Lo que está pasando con el libro chileno


Paula Valles y Andrés Gómez Bravo publicaron el pasado 3 de abril, en La Tercera, de Chile, un informe sobre el estado de la industria editorial trasandina. La bajada sintetiza los alcances de la catástrofe, en un país donde el libro es todavía un artículo suntuario: “Con librerías cerradas y lanzamientos cancelados, la industria editorial enfrenta un escenario de pérdidas. Mientras reducen su plan de publicaciones, se vuelcan a la edición digital. El gremio pedirá ayuda al Estado” Si bien la noticia es anterior a las que publicamos en días previos sobre México, hoy, en Chile, las cosas están peor que a principios de abril. 
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El mundo del libro en estado de emergencia
A fines de marzo, la Estación Mapocho sería sede de una nueva feria del libro. Una vinculada a la contingencia y que esperaba convocar a los interesados en el debate constitucional, la primera Feria Constituyente. La muestra reuniría venta y presentaciones de libros, conferencias y mesas redondas en torno al plebiscito. Pero la epidemia que golpea al mundo en estos días obligó a cancelar la feria.

Con más de un millón de personas en cuarentena en el país, la lectura se presenta como una de las actividades más favorecidas por el aislamiento social. Pero para la industria editorial local, que depende casi exclusivamente de la venta de libros físicos, la epidemia ha significado una emergencia.

Con librerías y canales de distribución cerrados, el sector se enfrenta a un escenario con rasgos de crisis. “Al igual que para cualquier sector, la emergencia ha sido un impacto tremendo para nosotros”, dice Josefina Alemparte, del grupo Planeta. “Efectivamente, se habla mucho de que el confinamiento es un espacio para la lectura y sin duda lo es, pero, paralelamente, con la mayoría de las librerías cerradas y la gente en sus casas, la operación comercial se ha visto tremendamente perjudicada”.

El diagnóstico es ampliamente compartido en el sector, si bien aún no cuentan con cifras al respecto. La preocupación se acrecienta por lo imprevisible del escenario. “En relación con la industria, naturalmente que sufrirá -como todo negocio- en los meses venideros. Esperamos poder retomar con fuerza en junio o julio, si las condiciones lo permiten”, dice Melanie Josch, directora editorial del grupo Penguin Random House.

“El cierre de la casi totalidad de las librerías genera un impacto inmediato en la circulación del libro”, subraya Silvia Aguilera, de editorial Lom, “así también todos los otros circuitos de ventas se vieron afectados y las ventas radicalmente disminuidas. El sector está detenido”. como un mes que podría levantar las cifras y los ánimos en el gremio. El estallido de octubre afectó las ventas, cambió la agenda y presionó para suspender actividades, entre ellas la Feria del Libro de Santiago.

El mes pasado las librerías alcanzaron a funcionar dos semanas cuando el virus llegó al país. Presentaciones y charlas comenzaron a ser canceladas, entre ellas la visita del escritor americano Teju Cole, invitado al ciclo La Ciudad y las Palabras de la UC. Ya con cuarentena declarada, el escenario se volvió más complejo: novedades en torno al estallido como Sobre la marcha, de Patricio Fernández, o La casa de todos y todas, de Patricio Zapata, y novelas como El amante indeciso, de Ernesto Ayala, y Gente en las sombras, de Jaime Collyer, tuvieron una vida breve en vitrinas.

“Tuvimos un año 2019 de muy bajas ventas, con un fin de año complejo, con librerías cerradas y horarios cortados”, recuerda Eduardo Castillo, presidente de la Cámara Chilena del Libro. “Empezamos a soñar con este año y se nos vino esta pandemia. Vamos a tener consecuencias económicas durísimas. Es difícil dimensionar hoy cuál será el impacto final, porque aún no se ve la luz al final del túnel. Puede significar cierres de microempresas, pérdidas de puestos de trabajo, todo el ecosistema del libro se ve afectado”, agrega. 

Cambio de planes
Si el coronavirus ha remecido el comercio en el mundo, también desdibujó los planes de las editoriales. Para enfrentar la emergencia, muchas de ellas alterarán el ritmo de sus publicaciones. “Los lanzamientos están suspendidos y el plan editorial del año se ha movido a fechas tan inciertas como el tiempo de superación de la pandemia”, dice Arturo Infante, director del sello Catalonia.
En Random House ya decidieron introducir cambios: “Por esta razón tendremos que posponer planes y reducir la oferta de novedades durante estos meses”, cuenta Melanie Josch.

En Planeta, ajustaron el plan editorial en un 20%. “Muchos libros los hemos retrasado para el 2021, dado que asumimos que abril y mayo serán meses difíciles en los que tendremos que evaluar el lanzamiento de novedades. En España se han postergado muchas de las apuestas que teníamos programadas para el primer semestre, por lo que las importaciones también se retrasarán”.
Como dice Galo Gigliotto, de ediciones Usach, “el foco de atención se desplazó totalmente a un tema que nadie tenía considerado y que es la crisis sanitaria”. La editorial estaba organizando la Feria Constituyente y disponía de varios libros en torno al movimiento social. Por lo pronto, decidió publicar La Constitución Comentada, donde 32 autores comentan la Carta de 1980, solo en digital.

En la situación actual, acota Infante, “la única estrategia posible es potenciar el comercio electrónico y el formato digital”.

E.Books
La redes sociales, la web y las plataformas para clientes son hoy el principal canal de comunicación de las editoriales. Del mismo modo, prestan apoyo a las librerías que hacen venta online y están fortaleciendo la venta de ebooks y audiolibros. En Random lanzaron la campaña #YoMeQuedoEnCasaLeyendo (www.yomequedoencasaleyendo.cl), en la que participan 25 autores, a través de conversaciones por streaming. Esta semana inauguró el ciclo el escritor Pablo Simonetti. A su vez, en Planeta ofrecen presentaciones, talleres y charlas para acompañar a los lectores, y promueven el ebook.

Si bien la venta de publicaciones digitales nunca ha sido significativa en el país, los editores creen que ahora podría incrementarse.

En el caso de sellos de menor envergadura, la epidemia puede sentirse con más fuerza. Por ejemplo, puede frustrar las aspiraciones de un editor emergente, como Guido Arroyo, de Alquimia: “Este era nuestro año más ambicioso. Íbamos a publicar 19 títulos, más dos reimpresiones, distribuyendo en Chile y Argentina. Y el primer costalazo es que obviamente se retrasaron nuestras novedades y las pospusimos”.

En ediciones Overol editaron ¿Qué nos ha dado con Kafka?, un volumen de artículos de Enrique Lihn, pero no lograron distribuirlo.

Todos estiman que las ventas decaerán irremediablemente. “La estructura de la industria del libro en Chile no está en condiciones de sostener una paralización de meses; lamentablemente tendremos pérdidas significativas en la cadena, las librerías son el hilo más delgado y seguramente ahí veremos las pérdidas más irreversibles”, dice Arturo Infante.

En vista de ello, la Cámara Chilena del Libro prepara una solicitud que presentarán al Ministerio de Cultura. “Estamos trabajando en una propuesta de apoyo para el sector, que apunta a conseguir ayuda con inyecciones de recursos directas, porque creemos que el sector del libro debe ser apoyado de manera específica para no retroceder en lo que hemos logrado”, afirma Eduardo Castillo.

“Si no hay medidas concretas para el sector en general, y para el libro en particular, esto se tornará extremadamente difícil. La resistencia tendrá que ser colectiva”, concluye Silvia Aguilera.


miércoles, 27 de mayo de 2020

Más sobre la situación del libro mexicano


El mismo 11 de mayo, Juan Luis Ramos firma una nota en El Sol de México, reproducida en El Sol de San Luis, de San Luis Potosí, donde también se ocupa de la crisis del sector. La bajada, que vincula el problema con el cierre de las librerías, señala que “Hasta antes del brote de la pandemia y el confinamiento social en México, 96 por ciento de las ventas de la industria se realizaba en librerías”.

Entre 60 y 70 sellos editoriales, en riesgo de quiebra

El cierre de establecimientos y la crisis económica causada por la pandemia del coronavirus Covid-19 agravan la difícil situación que ya enfrentaba la industria editorial, lo que pone en riesgo de quiebra a entre 60 y 70 sellos.

Se trata de empresas de todos tamaños, desde pequeñas, medianas e incluso grandes, dijo a El Sol de México el presidente de la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem), Juan Luis Arzoz.

“Hay varias en riesgo de desaparecer al no tener ventas y ser frágiles en sus finanzas. Incluso las editoriales no tan pequeñas la están pasando mal”, señaló el directivo en entrevista telefónica.

Arzoz comentó que el principal problema al que se enfrenta la industria es el cierre de librerías, cuya actividad no se considera como actividad esencial.

Hasta antes del brote de la pandemia y el confinamiento social en México, 96 por ciento de las ventas de la industria se realizaba en librerías.

Según datos de la Caniem, en la semana 17 del año (la penúltima de abril) las ventas de libros se desplomaron 50 por ciento a tasa anual, mientras que en comparación con la primera semana de 2020 la caída fue de alrededor de 20 por ciento.

“La caída es dramática. Entre enero, febrero y principios de marzo había un crecimiento de cinco por ciento en las ventas de libros, lo cual es bueno para un mercado estable como el de México. Pero a mediados de marzo se dio el golpe”, comentó Arzoz.

En el acumulado de los cuatro primeros meses del año, la comercialización de libros había disminuido 11 por ciento respecto al mismo periodo de 2019, según datos de Nielsen Bookscan México.

De acuerdo con datos de la compañía de medición de ventas de libros, que registra las operaciones en más de mil 700 puntos en México, a partir del cierre de las tiendas se han dejado de comercializar 200 mil ejemplares cada semana.

La crisis ha provocado que editoriales como Penguin Random House cancelen la publicación de novedades.

Roberto Banchik, director general del sello para México y Centroamérica, comentó que de un promedio de 60 a 70 novedades que se publicaban al mes pasaron a cero en abril y mayo.

El directivo apuntó que la preocupación principal de la mayoría de las editoriales ha sido proteger el empleo y el salario de sus colaboradores.

“Para algunos es más complicado que para otros, y no depende del tamaño de la editorial sino del flujo de efectivo que tenían en caja antes de la crisis”, explicó.

Ese elemento, el efectivo en caja, dijo, será la diferencia entre las editoriales que sobrevivan y las que vayan a la quiebra a causa de la pandemia.

Tal como sucede en otras industrias, la gran mayoría de las 260 editoriales afiliadas a la Caniem son empresas pequeñas y medianas.

Eduardo Rabasa, miembro del Consejo Editorial de Sexto Piso, contó que para esta empresa ha sido complicado “hacer malabares” para mantener los puestos de trabajo y salarios de su nómina.

La cancelación de ferias y eventos literarios planeados para estos meses ha provocado que los ingresos de la editorial se corten de tajo entre 80 y 90 por ciento.

Además, subrayó el riesgo de que con la contracción de la economía y la pérdida de millones de empleos que se espera para este año, la venta de libros continúe a la baja al menos este año y se precarice aún más la economía del sector.

“El libro no es un bien de primera necesidad. Como todo bien cultural no es algo que la gente va a correr a comprar. Las editoriales medianas y pequeñas vivimos al día (…) Nos las estamos viendo negras porque no tenemos ahorros, es muy difícil pensar en una cultura de ahorros en esta industria”, comentó.

En el caso de Sexto Piso se han pospuesto al menos entre ocho y 10 lanzamientos que tenían previstos para estos meses, pero la cifra se puede ampliar si la contingencia se extiende.

Sin embargo, Rabasa destacó la comprensión por parte de algunos proveedores y de autores que han comprendido el retraso en pagos y en publicaciones.

martes, 26 de mayo de 2020

La situación del libro independiente en México


Publicada por Jesús Alejo Santiago el pasado 11 de mayo, en el diario mexicano Milenio, la siguiente nota da cuenta de la situación de las editoriales independientes de México durante la pandemia.

Crisis permamente de las editoriales independientes

Ante el llamado público de los sellos Era, Almadía y Sexto Piso para recibir donaciones que les permitan sobrevivir en tiempos de contingencia sanitaria, algunas otras editoriales independientes llamaron a establecer un diálogo más unido, en el que todos estén representados y, en especial, se reconozcan los problemas cotidianos que enfrenta el sector.

Después de reconocer las dificultades de vivir de la edición en este país, “porque hay muy pocas librerías”, Diego Rabasa, de Sexto Piso, aseguró que las editoriales que se unieron alrededor de la donadora se dedican al trabajo editorial al 100 por ciento y “no es tan fácil ponerlas a hibernar”.

Cuando es un proyecto alternativo, afirma, “lo que puede pasar es que retrases una publicación, pero en este caso, no, porque tenemos estructuras administrativas, costos operativos y deudas de producción que provienen de la exigencia de mantener un flujo corriente”.

Ricardo Sánchez, director de Textofilia Ediciones, aseguró que la ventaja que tienen los independientes es que están acostumbrados a vivir en la crisis constante. “Todo el tiempo nos estamos enfrentando a diferentes retos para estar presentes en el mercado y sobrevivir como empresa”.

Editor de Cuadrivio, Héctor Baca llamó a que cualquier tipo de iniciativa termine por ser inclusiva, por involucrar al mayor número de sellos editoriales, a fin de lograr una incidencia en las decisiones que se puedan tomar al respecto.

“Cada editorial es libre de hacer lo que mejor le convenga. Creo que el solicitar ayuda siempre tiene un arma de dos filos: es bueno que los lectores se involucren con las editoriales, pero cuando se hace pensando en tres de las editoriales y se excluya al resto me parece algo de mal gusto, pareciera que sólo ellos existen en el mapa de la literatura independiente”.

Al respecto, Diego Rabasa adelantó que una segunda etapa del programa de colaboración entre Era, Sexto Piso y Almadía busca incorporar otros sellos para las iniciativas que ya se empiezan a plantear, “pero necesitábamos desarrollar un ejercicio sustancial, de reacción rápida, porque las cosas estaban muy dramáticas”.

Para Jacobo Zanella y Mauricio Sánchez, editores de Gris Tormenta, resulta muy llamativo que las entidades estatales no hayan presentado un plan de ayuda a las editoriales, a pesar del reconocimiento de que la producción literaria y editorial “ejerce un poder vital en el mundo y lo vemos ahora más que nunca”.

Situación cultural de urgencia

Jacobo Zanella y Mauricio Sánchez afirman que “los gobiernos rescatan empresas o bancos en situaciones menos alarmantes que esta. Es increíble que en un momento así de grave las editoriales literarias tengan que hacer todo lo posible por salvarse a sí mismas del naufragio que se vislumbra. Realmente nos habla de una situación cultural de urgencia, de una inestabilidad extrema”.

lunes, 25 de mayo de 2020

Borges en francés, para festejar el 25 de Mayo




En 1983, Jorge Luis Borges estuvo en París y, en el marco de ese viaje, dio una conferencia en francés sobre la poesía, en el College de France, invitado por el poeta Yves Bonnefoy.

La charla, a la que asistieron grandes personajes de la cultura francesa (como Henri Michaux o Raymond Aron, entre muchos otros), finalizó con una ronda de preguntas del público, que Borges contestó con gracia y su característica velocidad, a pesar de que entonces tenía casi 84 años.


Todo fue filmado por Alain Jaubert y Francois Luxereau para la Videoteca del CNRS (el equivalente de nuestro CONICET).


Ese video de 48 minutos, estrenado en 1995, comenzó a circular por las redes y puede consultarse en 
https://videotheque.cnrs.fr/doc=619?fbclid=IwAR0WrsPAkNioLyFrAYmRNkTtympqapUcBIFOTloxuyM0nlC97Z9fc92SMIg

Lamentablemente está en francés y sin subtitular, de modo que no todo el mundo podrá disfrutarlo. Para aquéllos que sí, buen provecho.

viernes, 22 de mayo de 2020

Terminamos la semana con una buena noticia


Nos alegra poder comunicarles que el martes 19 de mayo se resolvió finalmente la situación conflictiva en la que se encontraba el Seminario junto con los demás proyectos institucionales y una parte de las cátedras de los traductorados y profesorados del IES en Lenguas Vivas “Juan R. Fernández”.

Tras un mes y medio de gestiones de las autoridades del Lenguas Vivas y una semana de fuerte presión por parte de la comunidad académica, desde el GCBA se comunicó la autorización de las altas correspondientes a los proyectos institucionales y a las cátedras que habían quedado vacantes por renuncia, jubilación o licencia.

Queremos agradecer a todxs lxs que nos manifestaron su solidaridad de diversas maneras, con sus mensajes y sus firmas de apoyo al reclamo de docentes y estudiantes. Todo sumó para que los funcionarios del GCBA desistieran de sus medidas arbitrarias.

En breve recibirán la invitación a la sesión 130, la primera del año.
Un saludo cordial

Griselda Mársico y Uwe Schoor

jueves, 21 de mayo de 2020

Más especialistas y otras soluciones; o sea, etc.

El pasado 18 de mayo, Silvina Friera publicó, en el diario Página 12, una entrevista con la investigadora del CONICET Daniela Szpilbarg (foto), sobre lo que ocurre con la industria editorial argentina en la actualidad.

La industria editorial, entre la crisis y los desafíos

La covid-19 paralizó al mundo y la industria editorial argentina, golpeada por la caída del consumo en los últimos cuatro años, vive el impacto de la cuarentena como una “catástrofe para el sector”. El 71 por ciento de las editoriales confirmó que durante abril las ventas cayeron más del 60 por ciento. En el mundo previo a la pandemia solo un 23 por ciento comercializaba su catálogo o parte de él en ebook. El 14.9 por ciento tiene el 60 por ciento o más del catálogo en formato ebook, mientras que la mayoría, un 50.78 por ciento, no tiene ningún título disponible para venta en formato digital. Los editores señalan que entre las medidas que debería tomar el Estado las más importantes son los préstamos y créditos a tasa cero para editoriales (77,5 por ciento); campañas de lectura (70,5 por ciento); compras masivas a librerías por parte del Estado para instituciones sociales y educativas (60,5 por ciento) e impedir la suba de alquileres de librerías (56.6 por ciento). Como las editoriales pequeñas publican mayoritariamente en papel, consideran que es necesario controlar el precio del papel; que el Estado lo subsidie o bien crear un banco de papel estatal. Estos son algunos de los resultados que presentará Daniela Szpilbarg, investigadora del Conicet, sobre una encuesta que realizó entre el 30 de abril y el 12 de mayo. La presentación será en la Feria del Libro en Casa a las 18, a través de zoom, junto con el docente e investigador Daniel Badenes Schaposnik.

“Me sorprendió la verificación de la fuerte caída de las ventas (más del 60 por ciento) en el 70 por ciento de las editoriales al no haber librerías ni ferias abiertas; un dato compatible con el hecho de que el 75 por ciento de las editoriales no tenía disponible su catálogo digital previo a la cuarentena”, explica Szpilbarg a Página/12. “También me sorprendió la percepción de editores y editoras de encontrarse ‘desprevenidos’ ante esta situación excepcional e inédita. Finalmente, otro dato sorprendente es la rápida reacción de editores y editoras para agruparse en colectivos e idear proyectos y estrategias conjuntas para capear el temporal. Un buen ejemplo es la experiencia de las editoriales cordobesas, que realizaron una suerte de censo y una carta a las autoridades provinciales y municipales con el fin de reclamar soluciones”, agrega la investigadora del Conicet, docente de la Universidad de Buenos Aires y la Universidad Nacional de Tres de Febrero, autora de Cartografía Argentina de la edición mundializada. Modos de hacer y pensar el libro en el siglo XXI, editado por Tren en movimiento.

“El bajo grado de digitalización existía previamente a la situación de cuarentena. En este mes y medio estamos en un proceso incipiente de transformación: se observa una motivación, interés y necesidad en adaptar los fondos y las novedades a formato electrónico con el fin no solo de comercializarlo sino de difundirlo; pero la historia del libro y la significación del libro en papel no se modificará por dos o tres meses”, advierte Szpilbarg y precisa que el dinamismo de la situación social y sanitaria genera constantes paradojas. “Aunque las librerías físicas se encuentran abiertas, los lectores en los grandes conglomerados siguen en sus casas en aislamiento preventivo. Lo que se transforma entonces es el tránsito por la librería y por ende el modo de acceder al libro ¿Cómo se reemplazará en el corto y mediano plazo la espontaneidad de la visita a la librería, la conversación con el librero o librera, mirar tapas y contratapas, leer algunas páginas, asistir a una presentación o amucharse y perderse en los pasillos de una feria? Es probable que (aunque irremplazables) algunas de esas prácticas sean virtualizadas en recorridos del ebook (la ‘muestra gratuita’ que uno puede experimentar en las plataformas de venta). Conocer y recorrer el libro ocurren (al menos en este tiempo) en la web”, reflexiona la investigadora del Conicet.

Szpilbarg subraya que este es “un momento bisagra” en el que muchas editoras y editores consideran que potenciar los canales digitales es una adaptación necesaria “en una época que plantea formas mixtas de abordar los libros”. “Las editoriales tienen el desafío de pensarse como creadoras de contenidos, y tienen también una posibilidad para exponer libros del fondo que en muchos casos, no tienen posibilidad de visibilizarse en una librería. No obstante, y esto se ve también, hasta ahora, los ingresos de las editoriales provienen muy marginalmente de la venta de ebooks, por lo que es necesario pensar también en estrategias de rescate del sector porque las editoriales, al menos en el mediano plazo, no podrán compensar sus pérdidas con la venta de ebooks, a lo que se suma la brecha digital y la falta de hábito lector en eReaders. El libro en papel seguirá teniendo su valor simbólico, pero se complementará y progresivamente convivirá en mayor proporción con otros soportes”.

¿Cuáles son las medidas más urgentes que debería adoptar el Estado? “Las políticas públicas, para ser exitosas, deberán involucrar actores públicos y privados. Más allá de las compras de la CONABIP, que fue una medida muy significativa, las demandas centrales del sector se dirigen a la necesidad de contar con créditos blandos para editoriales y librerías; realizar fuertes campañas de lectura; regular y subsidiar el costo del papel y optimizar la logística del correo o fletes para disminuir los costos de envío de libros, facilitando la circulación federal de los libros –sugiere Szpilbarg–. Por la aceleración de la conversión de los catálogos o parte de ellos a formato electrónico, algunas medidas importantes podrían ser capacitar a editores y editoras; financiación de equipamiento para la digitalización de fondos editoriales y para la generación de tiendas digitales y finalmente realizar compras estatales, provinciales y/o municipales de libros electrónicos, coordinando acciones con bibliotecas, o crear desde el Estado una marca o portal de acceso a contenidos digitales. Otra opción es utilizar recursos de logística, software y comunicación del Estado para generar ferias virtuales con un acceso interactivo a los stands y con intercambio sincrónico entre editores y lectores”.

miércoles, 20 de mayo de 2020

Futurología: qué va a pasar con los libros, ¿eh?

El pasado 16 de mayo, Luciano Sáliche publicó el siguiente artículo, donde se habla de lo que puede llegar a pasar con la industria editorial y las librerías una vez que haya terminado la pandemia. La bajada de la nota dice: “Editores, libreros y profesionales del libro hablaron con Infobae Cultura sobre lo que está ocurriendo en el mercado del libro durante el parate económico y la crisis sanitaria. La consolidación del delivery, la interminable caída de la producción, el fin de los eventos como centros ordenadores y el ebook como apuesta necesaria son algunas de las cosas que están ocurriendo. ¿Qué futuro asoma en el horizonte del mundo del libro?

9 cambios que está viviendo la industria editorial
en tiempos de incertidumbre

¿Cuántos libros necesitarán en el futuro para comprender los desastres de esta pandemia? En Estados Unidos dicen que el escenario que se acerca es similar al de 1929. En Argentina tenemos una experiencia mucho más cercana: el 2001. El congelamiento económico azota a todos los mercados, pero más a los que ya venían haciendo malabares en el abismo. Uno de ellos es el editorial que, además, está sufriendo cambios que trafican la idea de otra era. Para los optimistas, se viene una transformación necesaria y redentora. Para los realistas –Mario Benedetti decía que un pesimista es un optimista bien informado–, todo puede ser peor. Pero más allá del pulgar arriba o el pulgar abajo, ¿qué futuro asoma en el horizonte del mercado del libro y cómo se ha trastocado su ecosistema?

1-Mayor caída de la producción
La repercusión más inmediata del congelamiento de las actividades fue productiva. Si los últimos cuatro años fueron decadentes –no hubo políticas públicas en la gestión Cambiemos que pudieran revertir la caída–, en cuarentena todo adquiere un tono apocalíptico. Estamos frente al peor momento de la industria editorial. Según un reciente informe de la Cámara Argentina del Libro realizado a partir del ISBN, en abril de este año se publicaron 1258 novedades, un número que, si se lo compara con el mes anterior cayó un 37%, pero si se lo pone en relación a abril de 2019 la caída es del 50%. Aunque el número que verdaderamente sorprende no es el de títulos sino el de ejemplares. En abril se produjeron alrededor de medio millón de libros, mientras que en marzo 1,9 millones. Cayó un 74%. Sin embargo, la caída brusca se da al comparar los libros producidos en abril del año pasado (5,8 millones) porque el porcentaje es de -91%.

“Es una catástrofe”, dice Guido Indij, editor de Interzona, La Marca y Asunto Impreso. “Nosotros tenemos una cierta estructura que se nos vuelve muy pesada. Lo único bueno que puede salir, o al menos que me gustaría que salga, es que le cambiemos un poco el ritmo a los planes de ediciones. Este año nos vimos obligados a pasar de 65 libros a 25. Tendría lógica que estuviésemos editando 30 libros y no el ritmo loco con el que estamos editando todos los editores. Espero que el hecho de tener tantos libros en stock nos permita cubrir algunos costos o reducir las pérdidas del mes pasado, de este mes, del próximo y del siguiente”, agrega.

2-Retoques en la cadena
Muchas librerías, las que son enormes cadenas, no están pagando. Eso cuentan algunos editores. Lo que ya se traducía en cobros devaluados –cheques a 30, 60 y hasta 90 días–, hoy se llena de incertidumbre al no saber cuándo retornará la actividad a su normalidad. Allí, en esas librerías, es que se rompe la cadena de pagos que termina en los escritores. Algunas cumplen con lo pactado económicamente, otras patean la pelota hacia adelante y se dedican a especular. “A nosotros, el 60% o más de lo que nos entra es por librería”, cuenta Santiago Kahn, editor de La Parte Maldita, y agrega: “El parate nos corta todo el funcionamiento”. Esto habilita un viraje a las librerías más pequeñas, que tienen un trato más personalizado con los clientes y una confianza mayor.

“En la cadena del libro viene todo un poco atrasado. Las librerías no vendieron el mes pasado, eso repercute en las editoriales este mes y en los autores en julio. Lo cierto es que todos nos vamos a sentir afectados”, asegura Guido Indij y agrega: “Nosotros también tenemos una oficina en España y estamos abriendo otras operaciones en Colombia y en México. Se nos cayó todo en todos lados”. Sin embargo, en el desastre se vislumbran otras posibilidades, como la que plantea Víctor Malumián: “Una de las cosas más interesantes que va a dejar la pandemia es que muchos eslabones de la cadena están haciendo alianzas; muchos libreros se juntan para hacer cuestiones en conjunto, también distribuidores y autores. No sería nada raro que de acá a un tiempo relativamente corto empecemos a ver proyectos que sean fruto de eso”.

3-Delivery de libros
Son tiempos de delivery. Incluso antes de la cuarentena. El crecimiento de las aplicaciones que permiten comprar desde tu casa y recibir el producto ha crecido mucho en los últimos años. Podría decirse que incluso estábamos preparados, como lectores, para un confinamiento así. Las librerías ya trabajan con esta modalidad pero con la cuarentena se convirtió en el único canal de venta posible. Los editores de Godot venían charlando con varios libreros y sabían que las medidas de aislamiento eran inminentes. Por eso empezaron a trabajar en un micrositio que aglutina las librerías que hacen delivery. Cuando salió el DNU presidencial lo largaron. “Esto está moviendo algo las ventas, que si no sería un cero absoluto”, cuenta Víctor Malumián, uno de los que armaron esta movida que en 48 horas tuvo más de 17 mil visitas. "Hoy los libreros nos agradecen. Nos llenó de alegría porque fue un laburazo”.

Mariana D’Erasmo de Banana Libros, librería virtual, cuenta que “al principio fue un poco un shock, pero como siempre me manejé de manera online me resultó muy fácil amoldarme. Los clientes ya están acostumbrados a comprarme así. En este tiempo aumentaron bastante las ventas, un poco porque la gente en cuarentena quizás quiere leer más y otro poco, calculo, porque como no puede ir a una librería personalmente le resulta cómodo que se lo mande a su casa”. La Vecina es una pequeña librería online que, durante la cuarentena, también vendió más de lo habitual. “Ya tenía stock en mi casa así que pude trabajar siempre con entregas”, cuenta Natalia Rozenblum, su librera. “Las primeras semanas hubo más ventas. Ahora que todo se fue abriendo un poco volvió a la normalidad, que en mi caso son ventas bajas, digamos”, agrega.

Asunto Impreso es una librería que ya ofrecía delivery. Sin embargo, ante este escenario, decidieron no abrir “para proteger un poco a nuestro personal. Me parece que no están dadas las condiciones. Abrimos también un servicio de take away: si comprás por la página y querés ir a retirarlo al local podés hacerlo. Es un servicio a puerta semi cerrada”, cuenta Guido Indij, uno de sus dueños. Céspedes está en una situación similar. Trabajan con un tablón en la puerta y atienden, pero no se puede ingresar porque su local es pequeño.

“Los primeros días post cuarentena fueron mega intensos –cuenta Cecilia Fanti, librera de Céspedes–, porque tuvimos que trabajar con WhatsApp, una modalidad a la que no estamos habituados, y en delivery. Por lo tanto, necesitábamos encontrar una solución logística que fuera económica para los clientes y para nosotros. Los primeros días la gente salió sacada a comprar libros. Alguien que quizás se llevaba dos libros por mes, nos escribía por WhatsApp y se llevó cinco. También porque no sabía qué iba a pasar. Así como hubo acopio de productos, también hubo acopio de libros, lo cual fue muy beneficioso para las librerías, que veníamos de estar cerradas. El empujón de los quince días de abril de poder trabajar con delivery nos ayudó a cubrir gastos, alquiler, sueldos”.

En Chivilcoy, a 160 kilómetros de la capital, está Macondo, una librería que, debido a la normativa municipal, atiende medio día. De 9 a 13 horas está abierta, y hasta las 18 hace delivery. “Tengo la suerte de haber tenido bastante movimiento en el Whatsapp, Instagram y Facebook de la librería antes de la cuarentena, entonces por ahí pude mantener el contacto con los clientes y tener una cantidad de envíos por día que me sirvió para cubrir gastos por lo menos”, cuenta Maxi Gesualdi Castaño, librero de Macondo. Los libros que más le piden son los infantiles, “como alternativa de entretenimiento dentro de la casa y sacar a los chicos un poco de las pantallas”.

Para Fanti, “es una modalidad que llegó para quedarse. La gente va a pagar o por transferencia o por Mercado Pago y pidiéndonos que le mandemos la moto o pasando a buscar el paquete por acá. Es lo que nosotros le sugerimos que hagan: lo mejor es que nos hagan el pedido y luego o lo vienen a buscar o se lo mandamos”. Otro componente importante de este panorama es que la cuarentena llegó en el momento de inicio de clases. Para muchas librerías, sobre todo en el interior, en las cuales gran parte de la venta está en los libros de texto, son los meses en que más se factura. “En otra época marzo era para reinvertir o ampliar. Hace unos años que es para tapar los huecos nada más. Asi que este año va a estar complicado para el sector”, agrega Gesualdi Castaño, de Macondo.

4-Agenda del coronavirus
Nada escapa a las modas. El coronavirus, con su pánico y su incertidumbre, se ha convertido en el tema que, desde hace casi dos meses, se filtra en cada conversación. Y aún sigue. No importa si son fake news, datos trascendentes o insípidas apreciaciones personales. El coronavirus está ahí, en todos nosotros, y también en la industria editorial. Ya hay unos cuantos libros escritos al calor de esta coyuntura. El formato diario es el que prolifera en las redes y, de a poco, empieza a meterse en las librerías. Sin embargo, a diferencia de otros temas universales que se vuelven moda con una rapidez descomunal, lo que hace el coronavirus es interrogarnos a nosotros mismos. No parece ser casualidad que los libros sobre la pandemia que más se están leyendo –al menos por ahora– sean ensayos. Libros que se mueven por la web haciendo de esta moda algo incómodo: reflexionar. Tal vez sea algo positivo. Tal vez.

5-El valor de las librerías de barrio
Luego de cuatro semanas de estar cerradas, las librerías volvieron a abrir. La situación es diferente. Hay que respetar medidas muy concretas de seguridad. Algunas son prácticamente imposibles. El distanciamiento social de dos metros, por ejemplo. Hay librerías que son muy pequeñas. Hacer cola en la vereda para ingresar en este tipo de negocios no es una opción, básicamente porque cuando uno ingresa lo hace, también, para despuntar el arte de hojear libros. Es una costumbre por la que, hasta que las medidas no cesen –todo indica que el distanciamiento va a durar un buen tiempo– el rol de las librerías se tendrá que resignificar. Ya está sucediendo.

Por estos días, Céspedes funciona con un tablón en la puerta. Nadie puede entrar. Desde la vereda atienden, recomiendan, charlan. “Por mucho que nos duela, entendemos que no es momento de andar curioseando libros”, cuenta Cecilia Fanti. Paradójicamente es una manera de sacar la literatura a la calle. “Las librerías independientes estamos cumpliendo un rol fundamental. La tendencia de comprar en el negocio de tu barrio empieza a representar algo para los grandes grupos. Con las editoriales independientes tenemos un diálogo fluido, algo que se acrecentó en la cuarentena. Creo que por primera vez nos pusimos a conversar todos en serio”, dice y agrega: “El trabajo de hormiga de las librerías independientes se empieza a visibilizar en un momento en que los árboles no tapan el bosque”.

“Es indispensable el librero o librera como baqueano que te muestra el camino”, dice Santiago Kahn. En ese sentido, la recomendación y orientación de los libreros se está realizando por redes sociales y WhatsApp. En esa proximidad se está palpando un cambio generacional. Es el “trabajo de hormiga” del que habla Fanti en las librerías más chicas, de barrio, independientes. “Ahora noto que incluso gente que no nos conocía nos elige. Pero creo que eso corresponde con un trabajo anterior que hicimos”, cuenta Cecilia Di Gioia, librera de Kokoro, que sigue cerrada. Sin embargo trabajan por delivery. “La relación con el cliente se corrió. Ahora es por redes sociales y por WhatsApp, más que antes, y es un muy intensa. Les enviamos gratis a les vecines y en otros casos subsidiamos el valor del envío y por pedidos grandes son sin cargo“, agrega.

“Es difícil tratar discernir la profundidad del cambio porque estamos atravesando algo que ha trastocado todo el sistema. Es difícil ver cuánto de esto es estructural, cuánto de esto va a permanecer en el tiempo”, sostiene Alejandro Dujovne, investigador y especialista en la industria del libro. Y agrega: “La demanda de este tiempo se vio canalizada en estas librerías. Las grandes cadenas lo que hacen es recoger una gran cantidad de público que son más bien lectores ocasionales o lectores de bestsellers. Habría que estudiarlo con datos, pero esos lectores suelen reemplazar la lectura con otros consumos culturales. En cambio el vínculo estrecho entre libreros y lectores pareciera que se ha intensificado. En las grandes cadenas no ocurre porque hay cierta distancia”.

Por otro lado, las cadenas, las que tienen varias sucursales por todo el país, han priorizado la apertura de los puntos que más venden. Al menos en las semanas pasadas. Finalmente el 12 de mayo, el Gobierno de la Ciudad habilitó que empiecen a subir las persianas. El horario permitido es de 11 a 21. Esto es un problema para la literatura infantil, uno de los materiales que más se venden. Los niños pueden salir acompañados de un adulto los fines de semana, cuando las librerías no están habilitadas.

6-Descentralización de eventos
El mapa anual de la literatura tiene su centro en la Feria del Libro de Buenos Aires, el shopping editorial al que en cada edición asisten más de un millón de personas. “La Feria del Libro funciona como gran evento ordenador del mundo del libro. Que este año no se haga deja un hueco irremplazable”, explica Santiago Kahn. Luego está la Feria de Editores, que dura pocos días y que reúne un público menor pero que es muy lector. Su escala es mucho menor al megaevento que se hace en La Rural pero tiene su importancia. Luego, hay decenas y decenas de ferias editoriales que se realizan en el resto del país. Todo esto, al menos por ahora, está cancelado. El aislamiento obligatorio es ley.

Empezó como un gran dominó: una a una las instituciones culturales fueron anunciando su cierre y los eventos masivos, su postergación o cancelación. La Feria del Libro también, dejando a la industria, al menos en cuestión de eventos, acéfala. “La Feria del Libro, y también la Feria de Editores que no sabemos si se va a hacer a fin de año o directamente el año que viene, son eventos que mueven bastante. No es que la editorial viva de ese tipo de eventos, pero son importantes”, cuenta Kahn y explica que en, en su caso, “los primeros títulos del año eran pensados para salir en la Feria del Libro, pero hay que decir que antes se habían frenado las imprentas y nos quedaron libros en el proceso de producción. Ahora habilitaron la venta de libros de lo ya producido. Nosotros veníamos con títulos piolas el año pasado. Este era un año que habíamos hecho muchas apuestas, calculábamos que iba a ser de gran crecimiento, y ahora tenemos que ver qué pasa”.

“Es un vacío económico porque no se vende, pero también cultural porque esa oferta intensa desaparece”, dice Alejandro Dujovne y agrega: “También hay algo que se pierde de vista que son las Jornadas Profesionales que se hacen en la Feria del Libro. Eso también es un problema porque los actores se profesionalizan y es uno de los jalones de internacionalización del libro. No hay muchos otros momentos de esta clase. Es la pérdida de una instancia clave para un sector que lo necesita. Además Argentina ha tenido un declive sostenido en la exportación de libros. Necesita volver a eso”.

¿Cómo se reordena el mapa editorial con esta descentralización de eventos? Aún queda la posibilidad de que la Feria de Editores se haga, pero ¿qué ocurrirá si deciden pasarla directamente para el año que viene? Es un panorama incierto. Para contrarrestar esta situación, se están realizando ferias virtuales. “Son experiencias distintas”, aseguran todos, pero nadie las desestima. Dos ejemplos son Finde, una iniciativa del Ministerio de Producción, Ciencia e Innovación Tecnológica del Gobierno de la provincia de Buenos Aires en alianza con el Banco Provincia, y Feria del libro en Casa, una apuesta de algunas editoriales independientes con descuentos y charlas en vivo.

7-Piratería y derechos de autor
En general, las crisis son los mejores momentos para discutir asuntos estructurales. Desde la comodidad del progreso es más difícil. Días atrás, se armó un interesante debate sobre los derechos autor y la piratería. Una página de Facebook que suele publicar de forma ilegal –esto es: gratuita– libros digitales subió entre otros libros una novela reciente de Gabriela Cabezón Cámara. La autora les escribió de forma pública para que bajen ese material. Recibió muchos insultos en nombre de una supuesta libertad de circulación. Muchos argumentaban que, sobre todo en cuarentena, era necesario democratizar el acceso.

“Esa es la forma más fácil de esquivar el problema de fondo –asegura Alejandro Dujovne–: la estructura del mercado editorial. Necesitamos transformar ese mercado para que tenga más calidad y sea más democrático. Pero esa democracia es una salida falsa, porque se habla de gratuidad cuando hay un montón de trabajo en ese producto final que es el libro que no es gratis. Hay que discutir el problema de fondo”. “No creo que la proporción sea que un PDF que circula es un libro menos, pero sí creo que hay algo que tiene que ver con un consumo responsable. No llamemos democratización o solidaridad a la piratería”, sostiene Cecilia Fanti.

“No hay ninguna estadística que diga que la descarga gratuita de libros atenta contra la compra del libro en papel”, comenta Santiago Kahn de La Parte Maldita y establece algunas diferencias: “Hay un par de títulos que los tenemos disponibles libres y que tiene que ver con el tipo de contenido. Ya sea porque son útiles para investigadores o porque están pensados en clave militante. Código rosa. Relatos sobre abortos siempre estuvo libre a la par del papel e hizo que el libro en papel se vendiera más y más porque mucha gente que lo veía por internet lo quería tener para poder leerlo en el libro físico”.

8-El momento del e-book
Ni bien comenzó la cuarentena, muchas editoriales que ya venían trabajando con ebooks decidieron ponerle un freno a los libros en papel y apostar, al menos en un aislamiento que se creía más corto, a los textos digitales. Por aquel entonces, la pregunta sonaba fuerte: ¿llegó el momento del ebook, el despegue definitivo? Hay quienes dicen que sí, que ya se empezó a instalar como hábito de lectura, pero también están los que dicen que, al menos por ahora, Argentina tiene un público que prefiere el papel.

“Acá hay un hecho, una coyuntura, que nos obligó a cambiar muchas cosas, entre esas la forma de vincularnos con los bienes culturales. Por ejemplo, no podemos ir al cine. Eso no significa necesariamente un cambio profundo de hábitos. En cuanto a los libros hay un vínculo con la materialidad. Pasar al ebook lleva más tiempo”, sostiene Alejandro Dujovne.

En el informe de la Cámara Argentina del Libro, la producción de títulos en formato digital, al compararla con el año pasado, se duplicó. En cuanto a la cuarentena, el registro de libros electrónicos es prácticamente el mismo en febrero, marzo y abril. ¿Es una cuestión de gustos y de tradición? Hay otro problema, tal vez más elemental: los dispositivos son caros.

“Los, las, les que leemos no dejamos nunca de leer”, sostiene Santiago Kahn. “Releés algo o agarrás algo de lo que tenés pendiente en la biblioteca. Por eso el público de la librería es bastante fiel. Es el mismo público que va al teatro o al cine, y no se va a ir al teatro o al cine por un buen tiempo. En algún punto somos la alternativa. Porque el libro no compite con Netflix. Es una experiencia distinta”. Este editor es docente y por estos días, cuenta, pasa muchas horas dando clases virtuales frente a la computadora. “Les pasa a muchos en estos días de encierro: cuando terminás de trabajar no querés ir a leer a una pantalla. Necesitás el libro físico”, cuenta.

“Siempre fui una defensora de los ebooks porque el lector aprecia tener su libro tanto en papel como en digital para continuar la experiencia de lectura. Pero entiendo que es un paso prioritario”, dice Marcela Luza, directora de la editorial El Ateneo. Empezó a trabajar hace un año, cuando el sello no tenía libros electrónicos. Con la cuarentena, se transformó en uno de los grandes desafíos. “Estamos digitalizando el fondo”, cuenta. “En general, hasta el coronavirus la proporción era diez físicos, uno digital. Ahora está aumentando el digital”.

Hoy salí a comprar algo y trataba de imaginar la experiencia de compra de libros físicos. Eso va a cambiar mucho con este virus: tocar los libros, olerlos... va a ser imposible. El libro digital va a cobrar un nuevo protagonismo”, vaticina Luza. Por su parte, Dujovne cree que lo que falta es “invertir en estrategias comunicacionales” y exigirle al Estado que se fomente la lectura. Libros en general. Ebook o papel, eso se verá después.

8-El contacto vía streaming
“Te voy a decir algo antipático: las presentaciones de libros no es algo que yo extrañe”, dice Santiago Kahn y se ríe. “Funciona si sos una editorial muy pequeña que tira, por ejemplo, doscientos ejemplares y ese día vende cincuenta. Pero si trabajás con un sistema de 1500 ejemplares y ese día vendiste cincuenta, no sé. Moviste un montón y quizás fueron solamente los amigos y familiares del autor. Que es válido. Es una presentación”. Pero, al menos por un buen rato, ya no existen ese tipo de encuentros. Ahora migraron a las pantallas. Empezaron a asomar las ferias virtuales y se potenciaron las lecturas en vivo por redes sociales. También las entrevistas vía streaming. Es gratis y no hace falta cambiarte y salir de tu casa para ver a tu autor favorito. Desde el siglo pasado, cuando pensaban en el futuro, se imaginaban algo así. Está sucediendo y tiene el sabor de una nueva era. Nadie sabe si es mejor que la anterior, algunos sospechan o temen que no.