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miércoles, 18 de marzo de 2020

¿Pessoa en Shakespeare o Shakespeare en Pessoa?

El 17 de marzo pasado, Silvina Friera publicó en el diario Página 12, de Buenos Aires, una nota a propósito de la publicación argentina de los sonetos del poeta Fernando Pessoa escritos en inglés. “El autor portugués era también experto en la lengua de Shakespeare; bilingüe e ilustrado, el libro de la editorial Leteo rescata una serie de textos casi perdidos”, dice la bajada.

Al rescate de Fernando Pessoa en inglés

El poeta de los heterónimos, que desdobló su personalidad en múltiples máscaras, escribió sin cesar en inglés y portugués. Tanto escribió que dejó la famosa arca de Pessoa con 25.426 originales, de prosa o de poesía, que en buena parte aún permanecen inéditos. Fernando Pessoa (1888-1935) llegó a ser “un poeta que es varios poetas, un poeta dramático escribiendo poesía lírica”. “Ni al hablar o escribir, ni en la mirada/ nos mostramos jamás: nuestra conciencia/ ni en voz ni en libro puede ser cifrada./ Revelamos tan sólo una apariencia”, se lee en el primer poema de 35 sonetos ingleses de Pessoa, una extraordinaria edición crítica, bilingüe e ilustrada, con traducción y prólogo de Esteban Torre, que publica la editorial Leteo en su colección Diwăn/ Papeles de poesía; una obra que fue editada por primera vez en 1918 y es casi desconocida hasta el presente en castellano.

En el prólogo del libro, que incluye como apéndice Hacia una teoría de la heteronimia, con ilustraciones de Álvaro Negreiros, Torre (Sevilla, 1934), doctor en Filosofía y Letras y catedrático emérito de Teoría de la Literatura Comparada en la Universidad de Sevilla, plantea que los 35 Sonnets constituyen “la expresión más acabada de su espíritu analítico, penetrante y sagaz”. El traductor advierte que esos sonetos, redactados probablemente entre 1908 y 1914, escritos en “un inglés sorprendente (…), sirven de cauce a uno de los torrentes poéticos más poderosos de toda la literatura europea. Son treinta y cinco diamantes del lenguaje, tallados con tan exacta maestría, que las aristas de los sonidos y las facetas de las ideas vienen a constituir una misma y perfecta estructura”.

Torre revela que estos sonetos, en su totalidad o en parte, han sido traducidos por distintos autores, como Adolfo Casais Monteiro y Jorge de Sena, bajo el título Alguns dos ’35 Sonetos de Fernando Pessoa (1954), versión que dio a conocer en lengua portuguesa catorce sonetos, acompañados de los textos originales ingleses. En 1974 se llevó a cabo la edición completa de los treinta y cinco sonetos, como parte integrante de los Poemas Ingleses, con prólogo y notas de Jorge de Sena. La segunda edición portuguesa fue realizada por Fernando Dias en 1975; una versión en la que el traductor utiliza en todos los sonetos el verso endecasílabo. Como homenaje al poeta en el centenario de su nacimiento, en 1988 el Centro de Estudos Lusíadas y la Universidade do Minho, de Braga, patrocinaron una edición bilingüe (inglés-español) de los sonetos, con notas del escritor y teórico de la literatura Vítor Manuel de Aguiar e Silva y traducción de Esteban Torre.

Cuando Pessoa publicó sus primeros versos en lengua inglesa, 35 Sonnets y Antinous, era “un poeta maduro” con treinta años y una teoría literaria elaborada, desde los artículos de las revistas A Águia, en 1912, sobre la nueva poesía portuguesa, hasta el Ultimátum de 1917, publicado en Portugal Futurista, donde desarrolla algunas de sus ideas estéticas, entre otras la tesis sobre la despersonalización en el arte. El poeta envió ejemplares de su libro a la prensa anglosajona. En el prólogo, Torre recoge fragmentos de lo que apareció en el Literary Supplement del diario The Times: “El dominio del inglés por parte de Pessoa es menos destacable que su conocimiento del inglés isabelino. Parece estar inmerso en Shakespeare; y, si no está familiarizado con Daniel, John Davies de Hereford y otros poetas filosóficos Tudor, la afinidad con ellos resulta aún más notable de lo que aparenta ser”. 

También se hace referencia a los aspectos formales de los sonetos de Pessoa, entonces un joven y desconocido autor extranjero. “Los sonetos, al indagar en los misterios de la vida y la muerte, de la realidad y la apariencia, despertarán el interés de muchos, tanto por sus shakespearianismos ultrashakespearianos y sus Tudor tricks, basados en la repetición, involución y antítesis, como por el valor de lo que tienen para decir”. Otro diario que comenta el libro fue el Glasgow Herald: “Los sonetos están muy logrados, y si no fuera por cierto desorden del discurso debido a una imitación del truco shakespeareano, serían excelentes”.

Torre precisa que “la perfección formal de los sonetos pessoanos es verdaderamente asombrosa” y que en su traducción procuró reproducir el ritmo, la sintaxis, la música de los versos de Pessoa, como en el “Soneto XXVIII”: “la blanca franja de la verde ola/ silba sobre la arena. Sueño y miro…”. El traductor ha querido ofrecer todo el drama contenido en esos sonetos: “La dialéctica del sueño y la realidad, del pensamiento y la acción, del pensar y el ver; o la vida como sueño, el misterio del mundo, las máscaras del alma, para que puedan ser recibidos por el lector español, no como traducciones de una lengua extranjera, sino como si primitivamente hubieran sido escritos en la lengua española”. No son “piezas” sin conexión. “Los sonetos se encuentran perfectamente entrelazados. En modo alguno se reducen a una mera colección de poemas, poemas aislados, que sólo ocasionalmente hayan podido venir a reunirse en un libro. Por el contrario, se nos muestran como un todo organizado, con un principio, un desarrollo temático y un final explícito”, explica Torre.

“Se acabó. El alma pesa, y estoy triste./ Lejos de mí, la luz del día extiende/ su hueca estatua azul, que alegre existe/ por no ser yo (mi pena así lo entiende)”, confiesa la voz poética del “Soneto XXXV”, el último del libro. El poeta –que recibió una educación inglesa en Durban (Sudáfrica) entre 1896 y 1905, porque el esposo de su madre fue cónsul en esa ciudad sudafricana- cumplió su misión de escribir hasta último momento. El 29 de noviembre de 1935, en vísperas de su muerte, escribió en una hoja de papel una frase en inglés: “I know not what tomorrow will brings” (“No sé qué me traerá el mañana”). El mañana le trajo lectores que comparten una certeza esbozada en uno de los sonetos: “Al ocaso nacemos, y morimos/ antes del alba. Sólo sombras vemos./ Nunca luz y color: sólo racimos/ de la tristeza de los crisantemos”.

lunes, 6 de febrero de 2017

Otro Pessoa inédito, del otro lado de los Andes

El 16 de enero pasado, Silvina Friera publicó en Página 12 el siguiente artículo, a propósito de los inéditos de Fernando Pessoa y la paulatina edición de los mismos, en este caso, en Chile.

Una obra que sigue en pleno movimiento

¿Cuántos papeles interpretó, a lo largo de su intensa y breve vida, el más deslumbrante poeta y narrador portugués del siglo XX? La mayor parte de la fama de Fernando Pessoa anda de la mano de los heterónimos, término con el que designa a distintos personajes que asume al escribir, como Alberto Caeiro, Ricardo Reis y Alvaro de Campo; mentes independientes respecto de las cuales el escritor es una especie de médium. “Me siento abandonado como un náufrago en medio del mar. Y finalmente, ¿qué soy yo si no un náufrago? Por eso solo en mí mismo puedo confiar. ¿Confiar en mí mismo? ¿Qué confianza podré tener en estas líneas? Ninguna. Cuando las vuelvo a leer mi espíritu sufre al percibir cuán pretenciosas son, ¡cuánto delatan la pretensión de armar un diario literario! En alguna incluso llegué a lograr estilo. La verdad, sin embargo, es que sufro. Un hombre puede sufrir tanto en ropas de seda como metido en un saco o en un manto de trapos. Nada más”, se lee en el final de un texto fechado el 25 de julio de 1907 incluido en Papeles personales, con selección, traducción y prólogo del poeta y editor chileno Adán Méndez, una inteligentísima antología publicada por Ediciones Universidad Diego Portales que prefiere escapar de los célebres heterónimos, la zona más visitada, estudiada y canonizada, para sumergirse en las prosas más o menos autobiográficas, en cartas, entrevistas y algunos testimonios de quienes trataron con el autor de Mensagem, primer libro que publicó un año antes de su muerte.

En el minucioso prólogo escrito por Méndez, fundador y director de Ediciones Tácitas y autor del poemario Antología precipitada, recuerda que, aunque Pessoa (1888-1935) dejó sus papeles ordenados en sobres o envoltorios debidamente etiquetados, ese orden se fue perdiendo porque fue manipulado y alterado por investigadores y editores. En 1969 se empezó el inventario de ese legado que arrojó una cifra alucinante: 25.426 originales que, junto con otros documentos, fueron adquiridos por el Estado de Portugal. “La letra manuscrita de Pessoa a veces es ilegible o casi, y su desciframiento constituye una de las capacitaciones que deben hacer los pessoístas actuales para ejercer de tales; y como cuenta uno de los principales, Richard Zenith, hay que acostumbrarse a la idea de que en una misma hoja suelta puedan convivir un fragmento de un ensayo sobre la Primera Guerra Mundial, una reflexión filosófica y varios poemas”, revela el prologuista. “La visión panorámica de la obra sigue siendo, en todo caso, poco clara, todavía en pleno movimiento y encuadre nebuloso. Y dadas sus características materiales es muy posible que no se quede nunca quieta, porque los saqueadores podemos armar los libros que queramos en base a un legado hecho de retazos, con lo que prosigue un juego heteronímico en el que incluso los menores textos encuentran su ocasión de brillar”, plantea Méndez.

Papeles personales está organizado en tres partes: los “Textos fechados” –el primero probablemente sea entre 1904-1908; el último, una carta inconclusa, es de 1935–, “Textos sin fecha” y “Testimonios”. Pessoa haciendo de sí mismo –o de ele mesmo, como él decía– es tan fascinante como enrevesado. Hay cartas cuyas primera líneas son tóxicas por el modo en que trabaja con una ironía casi al borde del catastrofismo. “Creo que hace dos maletas que no le escribo. Con toda seguridad, una. Discúlpeme. Yo ya no soy yo. Soy un fragmento de mí que se conserva en un museo abandonado. Ahora que mi familia se fue a Suiza, se desataron sobre mí todos los tipos de desastres que pueden ocurrir. Por eso estoy en una abulia absoluta, o casi absoluta, y hacer cualquier cosa me cuesta como si tuviera que levantar un peso enorme o leer un volumen de Teófilo”, le escribe a Armando Côrtes-Rodrigues en una carta fechada el 19 de noviembre de 1914. Este sentimiento, presente en varios textos, aparece en la última prosa de los textos sin fecha: “Varias veces, en el transcurso de mi vida oprimida por las circunstancias, me ha pasado que al querer librarme de algunas de ellas, me veo súbitamente rodeado por otras del mismo tipo, como si hubiera una clara enemistad hacia mí en el tejido incierto de las cosas. Me arranco del cuello una mano que me sofoca. Veo que con la mano, con que arranqué aquella, venía una cuerda que me cayó al pescuezo durante el gesto liberador. Aparto, con cuidado, la cuerda y entonces casi me estrangulo con mis propias manos”.

Una zona excepcional, entre los textos fechados, es una seguidilla de “Comunicaciones mediúmnicas”, el costado espiritista de Pessoa. “Ningún hombre es un hombre si no actúa por motivos ligados a la organización política. Quienquiera que se muestre indiferente o negligente traiciona su misión en el mundo. No te digo esto para disuadirte de cómo deseas actuar ahora; sin embargo, piensa en lo que digo cuando tengas la oportunidad espiritual. Estás demasiado sujeto a fantasías pasajeras y eres liviano respecto a tus deberes últimos en la Tierra”, se lee en uno de los fragmentos, fechado en 1916. En una carta de 1919 dirigida a Héctor y Henri Durville, el escritor portugués les suplica que le envíen información sobre el Instituto de Magnetismo y Psiquismo Experimental, y especialmente respecto del curso de magnetismo personal por correspondencia. “A Pessoa nada oculto le es ajeno, y esa dimensión no convencional del personaje y de la obra le otorga al asunto completo un grado más de complejidad”, advierte Méndez, y agrega que el poeta y narrador portugués fue amigo del ocultista y místico inglés Aleister Crowley (1875-1947). En una extensa carta a Adolfo Casais Montero, en 1935, argumenta su creencia en el ocultismo: “Creo en la existencia de mundos superiores al nuestro y de habitantes de esos mundos, en experiencias de diversos grados de espiritualidad, de creciente sutileza, hasta llegar a un Ente Supremo, que presumiblemente creó este mundo. Puede que haya otros Entes, igualmente Supremos, que hayan creado otros universos, y que esos universos coexistan con el nuestro, interpenetrándose o no”

En una suerte de pequeño ensayo sobre el provincialismo portugués, fechado en 1928, Pessoa advierte que el rasgo más profundo del provincialismo es la falta de ironía. “La esencia de la ironía consiste en que no se pueda descubrir el segundo sentido del texto en ninguna palabra del mismo, y que sin embargo se deduzca ese segundo sentido en el hecho de que sea imposible que el texto deba decir eso que dice. Así, el mayor de todos los ironistas, Swift, redactó, durante una de las hambrunas en Irlanda, y como sátira brutal a Inglaterra, un breve escrito proponiendo una solución para esa hambruna. Propone que los irlandeses se coman sus propios hijos. Examina con gran seriedad el problema, y expone con claridad y ciencia la utilidad de los niños de menos de 7 años como alimento. Ninguna palabra en esas páginas asombrosas rompe la absoluta gravedad de la exposición; nadie podría concluir, del texto, que la propuesta no ha sido hecha con absoluta seriedad, si no fuera por la circunstancia, exterior al texto, de que una propuesta así no podría haber sido hecha en serio”, reflexiona el autor de Libro del desasosiego.

En Papeles personales, prosas y cartas “menores” brillan de la mano de “un loco que sueña en grande” –como se definió Pessoa–, un escritor que contribuyó a engrandecer el universo.


sábado, 30 de octubre de 2010

Pessoa digital


Según indica Belén Rodrigo, corresponsal en Lisboa del diario ABC, de España, la biblioteca de Fernando Pessoa se ha digitalizado y es accesible de forma gratuita en la web.

Buenas noticias para los amantes
 del gran escritor portugués

Lejos estaba Fernando Pessoa de imaginar que sus libros, apuntes y comentarios estarían algún día al alcance de todos. Su biblioteca particular es a partir de ahora universal gracias a la digitalización de 1.140 volúmenes. En http://casafernandopessoa.cm-lisboa.pt/ (un portal bilingüe en portugués e inglés) se encuentra accesible el legado de una de las mayores figuras de la literatura portuguesa. Un total de 337.187 páginas digitalizadas y 2.089 ficheros que se pueden descargar de forma gratuita. Pessoa consigue así mantener vivo el diálogo que tanto fomentó con autores de todo el mundo.

«Podemos apropiarnos de los libros de Fernando Pessoa», cuenta a ABC Jerónimo Pizarro, investigador colombiano responsable de este proyecto inédito.En las obras que Pessoa consultaba día a día descubrimos páginas, poemas, textos y anotaciones del poeta que permiten entender el diálogo que mantenía con los libros y realizar un viaje temporal por su vida y su formación como escritor.

Humor e ironía
«Pessoa se pelea con los libros», revela Pizarro, «mantiene verdaderas conversaciones con los autores». Cuenta además que en las páginas de estos libros descubrimos «mensajes llenos de humor, nos revela su faceta más irónica». Pizarro lleva diez años en Lisboa, donde da clases en la universidad y a pesar de conocer bien la obra del autor luso antes de instalarse en Portugal «fue aquí donde supuso para mí una revelación todo su expolio», afirma, «esta biblioteca es tan importante como el archivo nacional».

Están catalogados 1.317 libros, de los cuales 1.140 pertenecen a la Casa Fernando Pessoa y el resto a los herederos. «No tenemos la totalidad de las obras digitalizadas por cuestiones de derechos de autor ya que hay familias que no nos han autorizado a hacerlo pero espero que cambien de opinión», explica Jerónimo Pizarrro. Resalta el hecho de que la mitad de los libros estén escritos en lengua inglesa y recuerda que «el diálogo de Pessoa es casi siempre con extranjeros».

Volúmenes en mal estado
Pizarro propuso en el año 2008 este proyecto a la directora de la Casa Fernando Pessoa, Inés Pedrosa, y se ha llevado a cabo gracias al patrocinio de la Fundación Vodafone Portugal, con un presupuesto de 75.000 euros. «Una cantidad semejante a lo que cuesta restaurar los libros». De toda la biblioteca «hay 400 volúmenes en muy mal estado y haría falta recuperarlos». Cree además que un segundo paso de esta biblioteca sería «digitalizar las obras de Fernando Pessoa».

En vida apenas publicó nada y por ello faltan sus obras. «Sería bonito continuar de esta forma con el proyecto». De momento ha visto cumplido su sueños: «Convertir a Pessoa todavía más universal y tener su biblioteca abierta al mundo entero». Inés Pedrosa entiende que «una biblioteca de esta importancia debía ser patrimonio de la humanidad y no únicamente de aquellos que pueden venir a esta casa donde Pessoa vivió los últimos quince años de su vida». Se trata de una biblioteca «abierta al infinito de la interpretación, bella y sorprendente como todo lo que Fernando Pessoa creó». Tal y como el propio poeta portugués dijo: «¡Sé plural como el universo!».

viernes, 12 de febrero de 2010

La primera traducción de Pessoa en Latinoamérica

En 2007, Julio Casasús publicó tanto en La Jornada Morelos y El Clarín de Chile una entrevista al poeta, ensayista, traductor y editor argentino Rodolfo Alonso, la cual se reproduce a continuación.

"Yo no elegí a Pessoa,
sino que él me eligió a mí"

A Rodolfo Alonso (1934) es difícil catalogarlo, según el ángulo en que se le mire, puede ser poeta, ensayista, editor o traductor e influye en cada arista de la cultura latinoamericana contemporánea. En 1997 sucedió la excepción cuando se dice que nadie es profeta en su tierra, luego de años de exilio, recibió en la Argentina el Premio Nacional de poesía que tenía un doble significado y ceremonia al compartirlo con Juan Gelman.
En 1968 fue seleccionado para participar en la Antología consultada de la joven poesía argentina (junto a María Elena Walsh, Juan Gelman y Alejandra Pizarnik entre otras 4 voces) y en la actualidad sus libros se publican en Bélgica, Portugal, España, México, Colombia, Francia, Brasil, Venezuela y, próximamente, en Italia y Chile.

En su valija de viajes o timbres de pasaporte se leen los innumerables reconocimientos que obtuvo: en 2002 recibió, en Venezuela, la Orden Alejo Zuloaga, máxima distinción de la Universidad de Carabobo; las Palmas de la Academia Brasileña de Letras (2005); Premio Único de Ensayo Inédito de la Ciudad de Buenos Aires (2005) y el Premio del Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2006). Correo del Sur se enorgullece en publicar un diálogo con Rodolfo Alonso, autor de por lo menos 25 libros y primer traductor de Fernando Pessoa

– Siendo un recurrente colaborador de La Jornada Semanal y la revista Archipiélago, ¿qué tipo de satisfacción le despierta ver sus ensayos en los almanaques, suplementos culturales y revistas? ¿Alguna vez quiso ser periodista? Parafraseándolo, ¿“no hay escritor inocente” que pase por la prensa?
–Es para mí una enorme alegría, y un inmenso honor, ser leído fuera de mi propio país, no sólo en mi querido México sino también, principalmente, en Latinoamérica y en España. Casi desde niño me descubrí como grafómano, como adicto incurable a leer y escribir. Y también desde muy joven me sentí poseído por una doble obsesión: ser tan fiel a la más exigente poesía como a compartirla con mis semejantes. De esa doble ambición surgieron, casi sin proponérmelo, tanto poemas y traducciones, como reflexiones y ensayos. Y también, de una manera creciente, una inclinación por la comunicación, por la difusión pero, en mi caso, siempre de alguna manera en relación con la cultura o el arte. Muy temprano, y sin habérmelo propuesto, simplemente por haber contestado un aviso de trabajo, estuve unos cuantos años relacionado con el periodismo digamos “profesional”. Durante unos seis años dirigí en mi juventud dos revistas de gran tirada: primero Claudia, de editorial Abril, y luego Karina, de editorial Atlántida, destinadas en principio al universo femenino pero que lograron alcanzar a los demás integrantes del hogar. Con la indemnización de periodista fundé luego mi propia editorial, prácticamente artesanal pero que llegó a lanzar más de doscientos cincuenta títulos. Y más tarde, también por un aviso pero sin olvidar mi ascendencia, dirigí durante diecinueve años el órgano de la más importante asociación de la comunidad gallega en la Argentina: la Revista del Centro Gallego de Buenos Aires. Al mismo tiempo, antes y después de esas experiencias, fue casi continua mi labor alrededor del periodismo cultural en todos sus niveles, dentro y fuera de mi país, con poemas, ensayos, traducciones, críticas, antologías, semblanzas... Que continúa hasta hoy.

–¿Cuál fue su mayor aprendizaje al participar en la revista de vanguardia Poesía Buenos Aires?
– Fraternidad y exigencia. “Yo” fue admitido la noche antes de cumplir mis diecisiete años, pero allí mismo comenzaron a encarar sin complacencia alguna mis primeros textos. En resumen, no hay ninguna exigencia para el ingreso, pero la poesía es una cosa seria. Conviviendo con un brillante grupo de jóvenes poetas reunidos alrededor de Raúl Gustavo Aguirre, todos por lo menos siete u ocho años mayores que yo, crecimos juntos, en un espíritu común pero cada cual a su modo, no sólo escribiendo sino también traduciendo y reflexionando. Veníamos de la vanguardia y siempre estuvimos dentro de la poesía moderna, pero sin ortodoxia, dogma o receta alguna. Y con una tierna y feroz independencia. Entre nosotros circulaban como vivencia unas palabras imborrables de Tristan Tzara que todavía me iluminan: “La poesía es una manera de vivir.”

–En el Sur existieron dos revistas políticas que dejaron una tremenda huella: Marcha (Uruguay) y Crisis (Argentina), pero su valor radicaba también en los espacios para la literatura ¿Dónde quedó esa forma de hacer periodismo cultural? Sencillamente, ¿fue otra muerte de lo que el golpe se llevó?
–Es una pregunta en apariencia simple, pero en realidad sumamente compleja. Es indudable que los golpes militares, que en mi país se sucedieron a partir de 1930, agredieron en forma creciente a todas las ramas del pensamiento y de la cultura. Si la dictadura del Proceso fue especialmente asesina, la anterior protofascista del general Onganía fue como un profundo tajo largo a largo en el cuello, en el cuerpo vivo de nuestra cultura. Con la Noche de los Bastones Largos termina entonces una época clave de nuestra Universidad pública pero también una vieja tradición de cultura democrática en lo que hace al arte y a la literatura. Al mismo tiempo, y no siempre de una manera tan evidente por su violencia, como en todo el planeta se fueron instalando entre nosotros no sólo la sociedad de consumo sino también la sociedad del espectáculo, con consecuencias deletéreas en lo que hace a la espontaneidad creadora de nuestros pueblos. Que cuando todavía no habían logrado institucionalizarse como ciudadanos se descubrieron travestidos en ansiosos consumidores. Por otro lado, me resulta muy tocante, muy emocionante la mención del semanario uruguayo Marcha, tan querido, en el cual llegué a colaborar muy joven y que, hasta la irrupción de la Revolución Cubana mantenía un indomable espíritu pluralista y crítico, democrático en serio y en el mejor sentido, antiimperialista pero también tercerista, incluso capaz de percibir los tintes sombríos del stalinismo, donde se podía opinar, confrontar y disentir, con argumentos, con valores.

–Usted es hijo de republicanos españoles. ¿Cómo construyó su identidad viviendo el exilio de sus padres y el vuestro propio?
–En realidad yo soy hijo de inmigrantes gallegos, que llegaron a la Argentina antes de la injusta derrota de la República en España. Sin una parcialidad ni una formación política explícita, mi padre era visceralmente republicano, y sin duda mi infancia convivió con ese clima antifascista que iba a prolongarse luego durante la segunda guerra mundial. Pero no de una manera explícita, insisto. Algo en mí iba creciendo por sí solo, entre poemas, leyendas y canciones, que se consolidó luego al conocer en Buenos Aires, siendo yo adolescente, a tantos exiliados, no sólo españoles, que me vacunaron para siempre no sólo contra el fascismo sino también, en muchos casos, contra el stalinismo. Y donde la espontaneidad y la falta de dogmatismo fueron esenciales. De tal modo que mi mitología personal no son los griegos clásicos, sino los legendarios milicianos que defendieron a la República española, espontáneamente, desde abajo y sin necesidad de líderes o jefes. Como de algún modo ya había ocurrido con la Revolución mexicana.

–¿Se puede comparar la derrota de la Guerra Civil en España y “el proceso” de los milicos argentinos?
–Depende de las perspectivas de cada uno, como siempre. Me parece que son dos contextos históricos diferentes, incluso ideológicamente. Pero también puede haber algunos puntos en común. Es algo que todavía me resulta tan doloroso que me cuesta explayarme. No es que prefiera el silencio. Es que me ahoga la angustia.

– ¿Editar libros es una manera de hacer política? ¿O una deliberación estética?
–También aquí, depende de los casos. Hoy pareciera que el único objetivo de editar es el lucro, cuanto más amplio e inmediato, mejor. Pero no siempre fue así, hubo otros tiempos. Cuando yo era adolescente, por ejemplo, casi todo editor se hubiera avergonzado de publicar algo, que no sólo no tuviese nivel cultural, sino que pregonase públicamente su finalidad de lucro. Además, entre las grandes empresas (que por supuesto no eran como estas multinacionales que hoy nos agobian) y algunos sellos de tendencias determinadas, casi de propaganda, había aún espacio para editores independientes, a veces incluso artesanales. Que, como en mi caso, buscaban plantearse los problemas, las cuestiones, políticas y estéticas, y aún político-estéticas, con argumentos, con un criterio general progresista pero en un marco pluralista y de libre discusión. Es decir confiando en lectores adultos capaces de extraer por sí mismos sus propias conclusiones. Algo siempre peligroso para todos los poderes. Y acaso inimaginable hoy, por desdicha, bajo este seductor totalitarismo de la banalidad que nos abruma.

–¿Y qué pasa con la traducción? ¿Por qué eligió los múltiples onomásticos de Fernando Pessoa? ¿Acaso un desagravio al poeta portugués que murió casi sin ser publicado?
–El descubrimiento de que podía intentar traducir poesía de varias lenguas (sobre todo francés, italiano y portugués) fue, en mí, casi tan temprano como el descubrimiento de que eso que me descubrí escribiendo se llamaba poesía. En realidad yo no elegí a Pessoa, más bien es él quien me eligió a mí. Fue Aldo Pellegrini, el pionero del surrealismo en nuestro continente, quien siendo yo muy joven me ofreció traducirlo para su legendaria colección Los Poetas, publicada por Fabril Editora. Era tan desconocido entonces, incluso en Portugal, donde sus herederos retacearon muchísimo la cesión de los derechos, que no se conseguía libro alguno suyo. Mi traducción, que por primera vez en castellano incluye a todos sus heterónimos, y que acaba de ser reeditada, apareció en Buenos Aires en 1961 (un año antes de que Octavio Paz lo hiciera en México), con lo cual resulta la primera vez que se traduce Pessoa en América latina. Y con un éxito de público tan inusitado como original, y que acaso se continúa: no hubo ninguna clase de promoción o publicidad, pero el encanto de Pessoa fue desde entonces incesante, como un descubrimiento individual, nunca masivo, de persona a persona, y en todo el ámbito de nuestra lengua

domingo, 30 de agosto de 2009

Pessoa escribe sobre la traducción


Con una nota ad hoc, Carlos H. Rasines colgó en su blog http://ensayopessoa.blogspot.com/ el siguiente texto manuscrito de Fernando Pessoa, situado alrededor de 1923, a propósito de la traducción de poesía.

La traducción de poesía

Un poema es una impresión intelectualizada, o una idea transformada en emoción, comunicada a los otros, por medio de un ritmo. Este ritmo es doble en uno solo, como los aspectos cóncavo y convexo del mismo arco: está compuesto de un ritmo verbal o musical y de un ritmo visual o imagen, que concurren interiormente en él. La traducción de un poema debería, por tanto, conformarse absolutamente (1) a la idea o emoción que constituyen el poema, (2) al ritmo verbal en que esa idea o emoción está expresada; debería conformarse relativamente al ritmo interior o visual, y si no es posible conservar el mismo tipo de imagen, ser fiel en todo lo posible a las propias imágenes originales.

Fue en este criterio que basé mis versiones portuguesas de "Annabel Lee" y "Ulalume" de Poe, que traduje, no a causa de su valor intrínseco, sino porque constituían un verdadero desafío para los traductores.


Nota: el texto original fue escrito por Fernando Pessoa en inglés. La presente traducción al castellano está realizada desde el portugués, para lo cual se consideraron dos traducciones, la de António Quadros (Obra em prosa de Fernando Pessoa. Páginas sobre literatura e estética. Organização, Introdução, Notas e Bibliografia Actualizada de António Quadros, Mem Martins:Europa-América, 1986 -Livros de bolso Europa-América, Nº 475-), y la que se ofrece en Fernando Pessoa. Obras em Prosa, Volume único, Ed. Nova Aguilar, Rio de Janeiro, 1998.