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lunes, 31 de marzo de 2025

Francis Ponge revisitado

Damián Tabarovsky, en su columna del domingo 30 de marzo, en el diario Perfil, de Buenos Aires, retorna a una traducción que hizo del poeta francés Francis Ponge (foto) y la compara con otra, del mismo poema, realizada por el venezolano Alfredo Silva Estrada, lo cual le permite sacar interesantes conclusiones.

Volver sobre una traducción

Hace muchos años, de una pequeña revista de poesía me pidieron una traducción de un poema de Francis Ponge, llamado “La mariposa”, incluido en De parte de las cosas. Es una narración que describe a la mariposa vengando “su larga humillación amorfa de oruga”, bajo el modo de un destiempo levemente trágico (“y, además, llega muy tarde y no puede sino comprobar las flores abiertas”) y del elogio de la errancia (“minúsculo velero de los aires maltratado por el viento como pétalo redundante, vagabundea por el jardín”). Inmediatamente me surgió una primera duda: el poema ya había sido traducido al castellano, ¿debía leer esas versiones? Y mientras pensaba, me encontré ya leyendo una de esas traducciones, la publicada en la editorial Monte Ávila, por el poeta venezolano Alfredo Silva Estrada. Es una buena traducción, bien cercana al texto madre, pero a la vez con buen criterio para resolver con cierta libertad algunos pasajes complejos (de hecho, las frases que acabo de citar provienen de esa traducción). Me asaltó entonces una segunda duda, ¿valía la pena volver a traducirlo? Había quizás un solo momento de la traducción de Silva Estrada con la que tenía algunos reparos. Es una frase en la que Ponge escribe “Dés lors le papillon erratique ne se pose plus qu’au hasard de sa course, ou tout comme”; y que Silva Estrada tradujo como “Desde entonces la mariposa errática tan sólo se posa al azar de su carrera, o dando esta impresión”. Una doble diferencia aconteció frente a esa versión. Primero, el uso de “tan sólo”, que ralentiza la frase, la endurece innecesariamente. Y luego, sobre todo, el final, ese “dando esta impresión” que ancla demasiado el sentido, lo vuelve demasiado pedagógico. Ese es el momento clave del poema: Ponge, el poeta de la materialidad de las cosas, de las palabras minerales, arriesga un toque de liviandad oral, casi infantil: “ou tout comme”. Idea que transmite también una voluntad de dejar la frase inconclusa, o mejor dicho, imprecisa. Y si ese es el instante crucial, es porque ese “ou tout comme”, esa llamada a la vacilación, no responde plenamente al sistema de Ponge, no es un elemento que se encuentre a menudo en su obra. Y entonces, fatalmente, esa situación me interesó. Me importó tocar ese nudo, desatarlo (es decir: atenerse a lo inesperado), forzar la lengua para resaltar ese accidente. Propuse entonces esta modificación, que acentúa lo aleatorio: “desde entonces la mariposa errática sólo se posa al azar de su carrera, o casi”.

¿Es mejor mi traducción que la de Silva Estrada? Por supuesto que no. Por una sencilla razón: porque descreo de la idea de traducciones mejores o peores. No se puede evaluar una traducción por el “frase a frase” (más allá de que existe un talento casi artesanal para resolver los problemas de cada oración). Me interesa, en cambio, sobre todo la exigencia de plantear una estrategia general frente al sentido del texto, luego un conocimiento de la obra del poeta, del poema a traducir, y finalmente, ahora sí, de cada frase. Me interesó encontrar, hacer sobresalir la disrupción, lo inesperado de la sintaxis. Es una estrategia como las hay otras (como la de Silva Estrada, que decidió tomar más resguardos). Pero ocurre, lamentablemente, que cada vez son más las traducciones (sobre todo de narrativa) que ya no se plantean ninguna de estas preguntas.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Un prólogo que vale la pena releer

Poeta y traductor venezolano, Alfredo Silva Estrada (foto) tradujo, entre muchos otros textos La parti pris de choses, de Francis Ponge, que publicó en 1971 Monte Ávila Editores con el título De parte de las cosas. Si se dejan de lado los dos poemas de Ponge traducidos por Borges para el número especial de la revista Sur, dedicado a las letras francesas, allá por los años cuarenta y tantos, y algún poema suelto que tradujera el poeta argentino Enrique Molina en la década siguiente, la de Silva Estrada es una traducción pionera. Según el escritor argentino Juan Sasturain, que enumera las traducciones disponibles, "es horrible la versión de Diego Martínez Torrón de Piezas, publicada por la española Visor en 1985; es muy buena e inteligente la copiosa Métodos que encaró con sensibilidad y cuidado Silvio Mattoni para Adriana Hidalgo en el 2000, y es sobre todo rara y apasionada la Antología que hizo el chileno Waldo Rojas en 1991 para la editora Lar, de Concepción". Y Sasturain –quien probablemente no conocía otras ediciones españolas posteriores a la de Adriana Hidalgo– concluía: "Siempre será poca cosa con Ponge".
Las razones de esta afirmación no se refieren sólo a la extensión de la obra del poeta francés y a todo lo que está pendiente de traducción, sino, fundamentalmente, a la dificultad que plantea a los traductores. Por ello, tal vez sea interesante releer el prólogo de Silva Estrada a esa vieja edición venezolana, el cual, por cortesía del poeta colombiano Ramón Cote, se ofrece a continuación.


Acerca de la dificultad global y plural

Traducir poesía es realizar, cuando no un mero acto fallido, un acto de equilibrio inestable (imposible) entre dos imposibles: literalidad y fiel correspondencia, tensas y en vilo por apego y respeto al texto original.

Pero de esta relación, de esta tensión entre dos términos ideales no resulta un tercer imposible sino un segundo cuerpo cuya realidad tiene sentido por aproximación a ese primer cuerpo irremplazable que es el original mismo. Entonces, traducir poesía es aproximarse, aceptar el reto (relever le défi, locución grata a Ponge), y aceptarlo a sabiendas de que, por mucho que tengamos presente aquel escrúpulo de que hablaba Simone Weil, "el escrúpulo religioso de no agregar nada", habremos de agregar, a pesar nuestro, precisa y paradójicamente por apego y respeto al texto original, y habremos de aceptar la porción intraductible, irreductible, no con fácil resignación sino con el esfuerzo de extremar nuestra vigilancia sobre la t ensión de ese equilibrio inalcanzable entre literarlidad y fiel correspondencia y, a la vez, entre ese primer cuerpo que va a suscitar un segundo cuerpo por aproximación.

Sabemos que, así como sería preciso considerar, en los mejores casos, según Ponge, "una retórica por poema", sería preciso inventar, o descubrir, una dialéctica por traducción: porque el cuerpo primero suscita a su manera sus relaciones, sus exigencias, sus equilibrios especiales. Y el placer de traducir se combina cada vez de manera diferente con la dificultad de traducir.

Pocas veces, debo confesarlo, a lo largo de mi experiencia de traductor, este placer había estado tan íntima y complejamente unido a su dificultad como en la traducción de Le Parti Pris de Choses. Si es cierto que, siempre, en una t raducción poética, al aceptar el reto partimos de la t oma de conciencia de que vamos a efectuar, mediante una segunda concreción, una apasionada aproximación y no, en manera alguna, a sustituir lo insustituible, también es cierto que esta aproximación se hace mucho más riesgosa cuando es a la obra de un poeta que tuvo, entre sus primeros designios, hacer amar las palabras no tanto por su significación como por su presencia –un poeta que se propone un vuelco, una perfección, un imposible: describir las cosas, para no lesionarlas, desde el propio punto de vista de las cosas, un poeta que trata de entregarnos "los recursos infinitos del espesor semántico de las palabras", un poeta, en fin, cuya aspiración, como diría Sartre, es que sus poemas constituidos por palabras-cosas, sean también cosas ellos mismos, tengan la realidad ineludible de las cosas.

El cuerpo verbal en español de Le Parti Pris aquí propuesto, toma sentido y, ante mis ojos, creo que se justifica por una toma de posición intencional, la cual me sirvió de punto de partida y se mantuvo como programa de trabajo, como norma de conducta, en cada una de las etapas de la traducción: tomar partido por Le Parti Pris, o sea, adoptar su punto de vista, tenerlo presente (así mismo: como una presencia), dejar temporalmente fuera de mí, como fuera de una suerte de paréntesis fenomenológico, toda intención poética que no estuviese contenida en el cuerpo verbal al cual deseaba aproximar un segundo cuerpo. Hasta dónde sea posible alcanzar esta objetividad, no lo sé. Pues el lenguaje, "esa verdadera secreción común del molusco hombre", se modula no sólo según los espesores de cada provincia, de cada idioma, sino t ambién, querámoslo o no, según las virtudes y defectos que constituyen la historia y la experiencia personal de cada individuo de esta especie.

La idea de "esa verdadera secreción común del molusco hombre", relacionada con aquel "espesor semántico de las palabras" entregándonos "el espesor de las cosas", puede resumir toda la complejidad de la traducción de Le Parti Pris. Porque, ¡qué provinciano es Ponge! ¡Qué maravillosamente apegado al terrón de la provincia de su lengua! De allí que, algunos años después de la publicación de Le Parti Pris, escribiera en su My Creative Methode: "Se trata del objeto como noción. Se trata del objeto en la lengua francesa, en el espíritu francés (verdaderamente artículo del diccionario francés)". ¿Y qué otra universalidad puede alcanzar la poesía sino a partir del arraigo y del proceso de excavación –a menudo evolución, subversión, refrescamiento– en la parcela de cada idioma? Es imposible trasladar la secreción, la concreción particular, pongiana a la parcela de nuestro idioma. Pero es posible, sí, mediante un acto de apasionada y vigilante aproximación, crear un cuerpo verbal que se justifique por la fidelidad a la fuerza nominativa que anima el texto original.

Fuera nominativa... Aquí radica, simplemente, la correspondencia, o equivalencia posible, o real concordancia, entre "el espesor de las cosas" y "el espesor semátnico de las palabras". La nominación es, tal como señala Sartre, la preocupación orinal de Ponge. La nominación es "la dicha", "la salud del contemplador" ("Introducción al Guijarro"), lo que determina el renacer del espírtu ("Recursos ingenuos") yh lo que da sentido a esas palabras-cosas que amamos, ante todo, por su presencia, pero que, no obstante, dicen algo, significan, no se cierran en la opacidad completa de la cosa o, lo que es lo mismo, en su transparencia inefable. Es la nominación, a fin de cuentas, lo que hace posible la aventura de la traducción poética: aproximar un segundo cuerpo a un primer cuerpo verbal, irremplazable.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Francis Ponge y una estrategia frente al texto



La columna, referida a un poema del poeta francés Francis Ponge (foto), apareció ayer en la contratapa del diario Perfil, donde el escritor argentino Damián Tabarovsky escribe cada semana.

Preguntas a la traducción

De una pequeña revista de poesía me piden una traducción de un poema de Francis Ponge, llamado La mariposa, incluido en De parte de las cosas. Es una narración que describe a la mariposa vengando “su larga humillación amorfa de oruga”, bajo el modo de un destiempo levemente trágico (“y, además, llega muy tarde y no puede sino comprobar las flores abiertas”) y del elogio de la errancia (“minúsculo velero de los aires maltratado por el viento como pétalo redundante, vagabundea por el jardín”). Inmediatamente me surge una primera duda: el poema ya ha sido traducido al castellano, ¿debo leer esas versiones? Y mientras pensaba, me encuentro ya leyendo una de esas traducciones, la publicada en la editorial Monte Avila por el poeta venezolano Alfredo Silva Estrada. Es una buena traducción, bien pegada al texto madre, pero a la vez con buen criterio para resolver con cierta libertad algunos pasajes complejos (de hecho, las frases que acabo de citar provienen de esa traducción). Me asalta entonces una segunda duda: ¿vale la pena volver a traducirlo? ¿La versión de Silva Estrada no expresa ya lo que yo querría decir, lo que querría hacerle decir a ese poema? Hay quizás un solo momento de su trabajo con el que no estoy de acuerdo, con el que tengo algunos reparos. Tal vez debería centrarme en esa línea y en ninguna otra. Es una frase en la que Ponge escribe Dés lors le papillon erratique ne se pose plus qu’au hasard de sa course, ou tout comme; y que Silva Estrada traduce como: “Desde entonces la mariposa errática tan sólo se posa al azar de su carrera, o dando esta impresión”. Una doble diferencia acontece frente a esa versión. Primero, el uso de “tan sólo”, que ralentiza la frase, la endurece innecesariamente. Y luego, sobre todo, el final, ese “dando esta impresión” que ancla demasiado el sentido, lo vuelve demasiado pedagógico. Ese es el momento clave del poema: Ponge, el poeta de la materialidad de las cosas, de las palabra minerales, de la dureza simple, arriesga un toque de liviandad casi oral, casi infantil: ou tout comme. Idea que transmite también una voluntad de dejar la frase inconclusa, o mejor dicho imprecisa. Y si ése es el instante crucial, es porque ese ou tout comme, esa llamada a la vacilación, a la ambigüedad, a la incertidumbre, no responde plenamente al sistema de Ponge, no es un elemento que se encuentre a menudo en su obra (si hay un escritor programático en la poesía francesa de los años 40 y 50, ése es Ponge). Y entonces, fatalmente, esa situación me interesa. Me importa tocar ese nudo, desatarlo (es decir: atenerse a lo inesperado), forzar la lengua para resaltar ese accidente, esa singularidad (la singularidad dentro de la singularidad). Propuse entonces esta modificación, que acentúa lo aleatorio: “Desde entonces la mariposa errática sólo se posa al azar de su carrera, o casi”.

¿Es mejor mi traducción que la de Silva Estrada? Por supuesto que no. Por una sencilla razón: porque descreo de la idea de traducciones mejores o peores. No se puede evaluar una traducción por el frase a frase (más allá de que existe un talento casi artesanal para resolver los problemas de cada oración, y algunos traductores lo tienen más que otros). Me interesa, en cambio, plantear una estrategia frente al texto, que incluye un conocimiento general de la obra del poeta, del poema a traducir y, ahora sí, de cada frase. Mi debilidad, mi desatino, reside en encontrar, en destacar, en hacer sobresalir la disrupción, el hiato, lo inesperado de la sintaxis. Es una estrategia como las hay otras (como la de Silva Estrada, que decide tomar más resguardos). Ocurre, en cambio, que cada vez son más las traducciones (antes en narrativa que en poesía) que ya no se plantean ninguna de estas preguntas